HACIA LA CONQUISTA DEL ESTADO NATURAL

 

 

El naturista libertario y anticientofista Henry Zisly (1872-1945) fue una persona conocida y apreciada en nuestro movimiento naturista. Nacido en París fue discípulo de Emile Gravelle, el cual había iniciado una corriente crítica con la ciencia a la que veía como la religión del siglo. Este rechazo al positivismo científico de la época tuvo su primer portavoz en la revista "El Estado Natural".

 

El artículo que presentamos, publicado en la Revista Blanca, fue seguramente también el primero en presentar el naturismo libertario como un sistema filosófico o de pensamiento donde también se incluía el tema social. En realidad más que un artículo es una recopilación bastante significativa de la declaración, seguida de algunos párrafos de su folleto "en coquetè vers l'etat naturel", donde ya queda evidenciada su idea de evolución hacia el reencuentro con la edad de oro. Por esto mismo Zisly y sus compañeros tenían como lema "abajo la civilización, ¡viva la naturaleza!"

 

Libres y Salvajes Num. 5 Invierno 2004 / 05

 

 

HACIA LA CONQUISTA DEL ESTADO NATURAL

 

Henry Zisly

 

 

Los párrafos que siguen son un llamamiento al sentido común, un grito de alarma contra el desmonte continuo y devastador de los bosques, es un clamor desesperado contra la invasión de la tisis, contra las casas de seis u ocho pisos, contra los alimentos y bebida adulterados, contra el cansancio intelectual de las universidades y el trabajo atrofiador de las fábricas. Es también una virulenta diatriba contra el aire enrarecido y malsano, contra las enfermedades y decadencia de las razas, y por último, es una protesta violenta contra las estupideces y los ilogismos creados por la civilización, es una lucha contra la Ciencia, diosa del día, contra la Química, contra lo artificial.

 

Nosotros podemos vivir sin ferrocarriles, sin automóviles, sin telégrafos y sin teléfonos, sin globos y prostitución, sin tuberculosis ni pederastia.

 

Queremos simplemente la vida normal, es decir, el ejercicio de la vida, la libertad en la Naturaleza integral. La salud sólo puede lograrse con la abolición de las ciudades, focos permanentes, inevitables, de epidemias.

 

Algunos nos dicen que en las tribus salvajes ya existía un jefe. Pero aquel a quien los espíritus civilizados toman por jefe, no es más que un compañero de más edad, más experimentado y cuyos consejos desinteresados son oídos con mucha atención, sin que por eso ejerza autoridad alguna. En el presente, la civilización, bajo forma de invasiones guerreras y monásticas, ha sembrado sus gérmenes malos, que, desgraciadamente han dado sus frutos. Cuando apareció el jefe rey o guerrero, sacerdote o brujo, fue la civilización la que tomaba forma, la que penetraba y subsistía al estado natural. Cuando éste tomó cuerpo, la humanidad tenía ya su existencia en desarrollo y ella no debía ir por otro derrotero, sino mantenerse en su estado normal, racional. ¿Por qué evolucionó hacia el caos? Por la tendencia de algunos pueblos al espíritu envilecido y falso, atormentado por artificiales necesidades. Porque fueron víctimas de una defectuosidad momentánea de la Naturaleza y ellos no hicieron nada para anonadarla, sino todo lo contrario. De allí surgieron todos los males que nos asedian hoy y que debemos resistirnos a sufrir.

 

Los antropófagos son seres por completo desnaturalizados y forzosamente imbuidos de los principios civilizadores.

 

Pongamos por nuestra parte el obstáculo de una propaganda sana y lógica, para que se nos comprenda y nuestra será la victoria.

 

La creación -animales, vegetales y minerales- no había llegado a su completo desarrollo. Y en sucesivas evoluciones, que duraron siglos, fue cuando el inmenso embrión humano, prosiguiendo su inevitable marcha progresiva, concluyó por salir a luz: la vida se manifestó, el mundo tomó existencia, realizándose el estado natural con toda su majestuosa grandeza, la Edad de Oro, como algunos pensadores llaman a aquella época, o el Paraíso Terrenal, como dice la Biblia. Entonces las necesidades se reducían (y no debieran reducirse a otra cosa) a comer, beber, vestirse, alojarse, pulir algunos utensilios y armas indispensables y amar sanamente; todo esto podía hacerse en la Naturaleza, sin la ayuda de industrias ni comercios. Teniendo sólo necesidades restringidas, podía satisfacerlas, mientras que hoy son tantas las necesidades creadas y intensificadas (necesidades ficticias, bien entendido), que de ahí derivan los numerosos males que asedian y rigen actualmente la humanidad: Ciencia, Maquinaria, Religión, Parlamento, Ejército, etc... Y para resistir esta triste situación, para salir de nuestra intolerable apatía, es por lo que nosotros luchamos contra el monstruo civilización para el advenimiento de la Naturaleza Integral. ¿Tendrá éxito nuestro propósito? No lo creemos, pero poco importa, ¡nuestros clamores resonarán formidables a los oídos pasmados de los imbéciles rutinarios! Dicen algunos que lo que distingue al hombre de los animales es la inteligencia. El hombre no es más que un animal perfeccionado (aunque eso sea discutible) en diversos grados. Por tanto no es creíble que sea su titulada inteligencia lo que le distingue del animal, porque si realmente poseyera una inteligencia en el sentido exacto de la palabra, no viviría en este estado de majadería y barbarie en el que está sumergido. Es cierto que es la Civilización que lo ha conducido hasta aquí. En el estado natural, el gozo de pensar sería intenso, puesto que sería libre y feliz. Y para ello no necesitaría libros ni universidades. El cerebro tendría un alimento sano porque sería lógico, y natural, porque sería simple. ¿Acaso se es más inteligente por haber aprendido matemáticas y otras ciencias creadas por las civilizaciones? ¿Es útil aprender griego o latín? No. Eso es lo que hace daño a las sociedades existentes.

 

Hacer sus vestidos -pieles de animales y plantas trabajadas naturalmente -su habitación- cavernas, chozas, casitas de piedra; jarrones y utensilios rústicos (en la vida natural todo es rústico, el lujo está abolido) para la cocción de los alimentos, instrumentos y armas para la pesca, la caza y su industria personal, el hombre no crearía lo artificial, sino que viviría naturalmente. Y hasta si el ser humano quisiera perfeccionar esas cosas, como que lo haría para él y su familia y no lo convertiría en un tráfico, en un comercio, permanecería en las mismas condiciones naturales. En cuanto a volver a empezar el fatal engranaje que hemos pasado, desgraciadamente no sería imposible. Dependería del grado de inteligencia de las sociedades.

 

que pasan crisis de hambre, es porque no viven en condiciones naturales y la civilización ha penetrado en ellas.

 

obligado al cultivo artificial porque vive bajo un régimen capitalista, y con la química, ha hecho producir a la tierra más de lo que ella podía dar naturalmente con el empleo de invernaderos, abono de tierras,etc. para enriquecerse y establecer el agiotaje.

 

La tierra produce más por los medios químicos que por los naturales pero esto la empobrece; los verdaderos abonos naturales son los excrementos y la tierra vegetal.

 

Para llegar a reconstituír la sociedad tal como nosotros la imaginamos, se necesitaría mucho tiempo, y por eso no nos hacemos ilusiones. Somos los primeros en propagar el Naturismo, pero después, otros continuarán la obra empezada, y quizá al final será un hecho.

 

Nosotros pretendemos y probamos que la Civilización es el mal y la Naturaleza es el bien. Yo me atrevo a esperar que en una sociedad libertaria pura, muchos de los males de la civilización desaparecerán. Pero la ciencia es un nuevo error que es preciso combatir. La maquinaria mágica donde todo se hace casi por milagro, preconizada por los anarquistas, engendra la esclavitud, en la Anarquía es todo muy sentimental, se cuenta mucho con los demás y poco con uno mismo. Se cree demasiado en la buena voluntad de todos, en la armonía y no hay que olvidar que el individuo es egoísta, guiado por el sentimiento tan natural del instinto de conservación.

 

Un ejemplo sencillo de la vida natural: se debe viajar sin bicicleta, ni ferrocarriles ni automóviles. Debe irse a pie, pues en el estado natural no se tiene prisa y se quieren mover los músculos. Si los medios científicos de locomoción continúan, nuestras piernas resultarán inútiles, y como es sabido, todo órgano que no funciona concluye por atrofiarse y viene la parálisis. Si hoy se desdeña tanto la vida natural para vivir una vida de fuego fatuo, es que uno se ve arrastrado por la influencia del medio nefasto en el cual vegeta.

 

Si nosotros damos ahora el grito de alarma, es porque pensamos estar en la justa y exacta noción de las cosas. Si viviéramos en una sociedad anarquista, tendríamos más facilidades para implantar el Estado Natural. Si el resultado de nuestros esfuerzos no se ve coronado con el éxito, tendremos que cambiar este sistema por otro más práctico; y si por el contrario, los hechos corroboran nuestra ideas, serán los demás los que vendrán a nosotros deseosos de gozar de las bellezas de una vida natural.

 

(La Revista Blanca, num. 102, Madrid 1902)

 

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