Planificación y desarrollo regional sostenible
RESUMEN
La complejidad que presenta hoy día la
sociedad, sometida a procesos de cambios políticos, sociales y
fundamentalmente económicos, demandan revisión en la concepción de las
herramientas de la planificación; en este contexto la relevancia de
aspectos comunes en su estructura y metodología en la concepción de
planes directores y planes estratégicos territoriales, deben ser
contempladas como base y directriz de la acción, visión y misión en la
promoción del desarrollo, objetivo de la planificación regional, para
integrarlos a través de estos mecanismos, como estrategia para el
cambio, en la toma de conciencia, cultura y de educación, para
profundizar y calificar el proceso político e ideológico, vía
fundamental del desarrollo.
La falta de visión global en la
planificación regional tradicional, de integralidad en sus enfoques, y
ausencia de mecanismo de participación efectiva de la comunidad, en la
concreción de sus herramientas, genera en muchos casos, planes
directores desconectados de su realidad, con pocas probabilidades de
incorporarse con cierto éxito en la gestión regional, imposibilitada de
observar el fenómeno social cultural y económico que se lleva a cabo en
el territorio durante el proceso de ordenamiento.
A partir de la Conferencia Sobre Medio
Ambiente y Desarrollo Humano (Estocolmo, 1972), la concepción de dividir
al mundo bajo la óptica antropocéntrica que enfatiza la realidad social
sobre la realidad natural, ha ido desdibujándose para dar paso a una
visión integral de ambos sistemas, social y natural, que revalorice la
relación hombre – naturaleza. Posteriormente, con el Informe Brundtland
(1987) y especialmente con la Cumbre de Río (1992), se inserta
definitivamente la variable Ambiente en el tratamiento de los grandes
problemas sociales: desarrollo, pobreza, participación, etc., para
concluir que el paradigma válido es el Desarrollo Sostenible,
basado en un uso racional de los recursos, dado su carácter de finitud
en el espacio y en el tiempo.
Según el informe "Cuidar la Tierra" preparado por
WWF,
UICN y
PNUMA
(1991) con ocasión de la
Cumbre de la Tierra
de 1992, "desarrollo sostenible" es "mejorar la calidad de vida humana
sin rebasar la capacidad de carga de los ecosistemas que la sustentan".
El desarrollo sostenido debe entonces
entenderse como el proceso de transformaciones naturales, económicas,
sociales, culturales e institucionales que tienen por objeto asegurar el
mejoramiento de las condiciones de vida del ser humano y de su
producción, sin deteriorar el ambiente natural, ni comprometer las bases
de un desarrollo similar para las futuras generaciones.
Fue en la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, Cumbre de la Tierra o
Río-92, donde se consolidó el concepto de Desarrollo Sostenible, El
mismo se fundamenta en tres principios:
1º- La sostenibilidad ecológica la cual garantiza que el desarrollo sea
compatible con el mantenimiento de los procesos ecológicos esenciales,
de la diversidad biológica y de los recursos biológicos.
2º- La sostenibilidad social y cultural
que garantiza que el desarrollo aumente el control de los hombres sobre
sus propias vidas, sea compatible con la cultura y los valores de las
personas afectadas, y mantenga y fortalezca la identidad de la
comunidad.
3º- La sostenibilidad económica que
garantiza que el desarrollo sea económicamente eficiente y que los
recursos sean gestionados de modo que se conserven para las generaciones
futuras.
De modo que se materializa el anhelo de
un modelo de desarrollo económico y social, que no continúe teniendo
como fundamento el deterioro del ambiente para lograr sus
objetivos, en un instrumento político denominado Agenda 21,
que contiene a la vez algunos instrumentos jurídicos de obligatorio
cumplimiento para los países signatarios que los hayan ratificado.
Conforme a la Agenda 21, Venezuela
comprometió el fortalecimiento de la política pública hacia los
postulados contenidos en ella, lo cual tuvo como resultado una serie de
iniciativas estrechamente vinculadas a la vida política del país.
Desde la promulgación de una nueva Carta
Magna, a través de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, se
empiezan a establecer las bases de un nuevo ordenamiento jurídico de la
República Bolivariana de Venezuela que fundamenta el nuevo modelo de
desarrollo, como pilar fundamental para alcanzar las transformaciones
del Estado, establecido en la Agenda XXI y declarado en nuestro texto
normativo de mayor jerarquía como Desarrollo Sustentable,
teniendo además entre sus fines, “la garantía del equilibrio
ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e
irrenunciable de la humanidad”. Se advierte entonces, que al
otorgarle rango constitucional al Modelo de Desarrollo Sustentable,
Venezuela se muestra consecuente con el compromiso asumido en Río 92.
Los pilares esenciales sobre los cuales
se construye el desarrollo sostenible y la ecoeficiencia, son el
desarrollo económico, el mejoramiento ambiental y la responsabilidad
social. Ser un buen vecino, mostrar una genuina preocupación por una
parte, y ser exitoso en los negocios, por la otra, son dos caras de la
misma moneda.
Según el informe “Corporate Social
Responsability; Making Good Business Sense, publicado en enero de 2000,
una estrategia de responsabilidad social empresarial coherente, basada
en integridad, valores sociales y un abordaje a largo plazo exige
compromisos y aporta beneficios:
Lo que requiere:
Comprometerse en un diálogo abierto y en
asociaciones constructivas con:
El Gobierno en sus diferentes niveles,Organizaciones
intergubernamentales, Organizaciones No Gubernamentales, Otros elementos
de la sociedad civil, Comunidades locales, entre otras.
Lo que ofrece:
Beneficios económicos claros a las
empresas, Contribución positiva al bienestar de la sociedad, Provee la
oportunidad de demostrar el rostro humano de la empresa.
Un plan económico de consenso para
implementar un desarrollo sostenible en Venezuela, puede incluir los
siguientes aspectos como elementos fundamentales para dicho plan:
1- Fomento del trabajo y empresas
productivas: Un plan económico de emergencia que fomente la inversión en
todos los sectores y reactive a todos los niveles la economía
venezolana.
2- Política fiscal: Una reforma
tributaria integral que garanticen sostenibilidad de finanzas públicas y
permitan alcanzar objetivos de desarrollo.
3- Política monetaria: La implementación
de una política monetaria transparente.
4- Erradicación de la pobreza:
Implementar medidas de que logren iniciar la superación de la pobreza y
mitiguen de inmediato la pobreza extrema.
5- Fomento de la institucionalidad:
Fomentar instituciones fuertes e independientes, especialmente un BCV y
un Sistema Judicial autónomos y eficientes.
6- Educación para el progreso: Acelerar
la calidad y cantidad de inversión en educación.
7- Petróleo para crecer: Implementar una
política petrolera que acelere el crecimiento económico del país.
8- Seguridad Social sostenible: Para
apalancar las inversiones a mediano y largo plazo que requiere una
economía sostenible en el tiempo es indispensable contar con un sistema
de seguridad social saneado financieramente.
Bases para un Futuro Sostenible
Las actividades son sostenibles cuando:
1. Usan
materiales en ciclos continuos, usan fuentes de energía contínuas y
confiables, se derivan de las cualidades de ser humano, (tales como:
creatividad, comunicación, coordinación, valoración y desarrollo
espiritual e intelectual).
Las actividades no son sostenibles
cuando:
1. Requieren
permanente adición de recursos no renovables, usan recursos renovables
más rápidamente que su tasa de renovación, causan un deterioro
progresivo del ambiente, requieren recursos en cantidades que afectan el
bienestar de otras personas, llevan a la extinción de otras formas de
vida.
El término sustentable hace referencia a
la actividad económica humana, no a los recursos renovables. Una
propiedad de los recursos bióticos es la renovabilidad, mientras que la
sustentabilidad es una condición particular de los niveles de uso de
esos recursos por la sociedad.
El pensamiento ambiental: de las márgenes
al "mainstream".
Cuando Rachel Carson advirtió en 1962 a
la sociedad estadounidense sobre las sutiles relaciones entre cierto
tipo de desarrollo económico y la contaminación del medio ambiente,
pocas personas habrán imaginado la enorme trascendencia que tomaría,
poco tiempo después y a nivel mundial, la búsqueda de vías compatibles
entre la protección del medio ambiente y el progreso material de la
humanidad.
La suma de evidencia empírica acumulada y
el traspaso de esa información hacia la comunidad y el poder político,
han permitido que en poco menos de 30 años, las reflexiones sobre la
gravedad de la crisis ambiental y sobre la necesidad de revertirla
mediante acciones conjuntas a diferentes niveles de la organización
social humana, hayan llegado a ser compartidas por la mayor parte de las
sociedades.
Más allá de las especulaciones
etimológicas, de los antecedentes que se le puedan reconocer en las
ciencias ecológicas, en la economía o en otras ciencias sociales, el
concepto de sustentabilidad como meta deseable para las
sociedades humanas modernas se ha instalado con una fuerza tal que
genera cierta perplejidad. Esa perplejidad deriva de dos
consideraciones:
.- En primer lugar, como se ha visto, no
es el primer intento conceptual generado para redefinir la relación
deseable entre las sociedades humanas y su entorno natural. Todos los
anteriores sin embargo fueron siendo de un modo u otro deglutidos en los
intensos debates de ideas de las últimas dos décadas, aunque algo de
todos ellos puede reconocerse alimentando este nuevo concepto. ¿Qué es
lo nuevo?
.- En segundo lugar, la sustentabilidad
hasta hoy no alcanza a constituir una formulación única, lo cual permite
que bajo ese nombre coexistan visiones muy diferentes sobre las causas y
especialmente sobre las soluciones que deben implementarse para
enfrentar los problemas ambientales.
Hubo varios cambios de importancia que
permiten comprender la gran receptividad actual para el desarrollo
sustentable en contraste con pocos años atrás. Antes había habido
numerosas conceptualizaciones y propuestas de acción pero no podían por
su origen generar un discurso común a extensas capas sociales:
i) Durante los años setenta, mientras se
aceleraba la acumulación de información que confirmaba la pertinencia de
la preocupación ecológica, las conceptualizaciones sobre el problema
ambiental provenían principalmente de sectores marginales dentro de las
propias sociedades del hemisferio norte.
ii) Estas concepciones presentaban serios
problemas de escala. Buena parte de la literatura generada durante los
años setenta y ochenta ponía el eje en la necesidad de buscar soluciones
a escalas chicas: familias, aldeas, eventualmente pequeños municipios.
Este pensamiento era fuertemente utópico.
iii) Una corriente de pensamiento cercana
a ésta era la del llamado ecodesarrollo. Tuvo su momento de mayor auge
hacia 1980, impulsada por autores como Amílcar Herrera o Ignacy Sachs.
En ese momento una parte importante de los especialistas ambientales de
la escuela de la Cepal se acercó a esta corriente. Acá nuevamente el eje
de las reflexiones estaba centrado a escala de las comunidades pequeñas
o medianas, principalmente rurales. El ecodesarrollo se limitaba en
consecuencia a tener una perspectiva aldeana del problema ambiental.
iv) Por su parte el importante movimiento
conservacionista de cuño clásico no abría juicio sobre el tipo de
organización social que producía tal deterioro de la naturaleza.
v) Las diferentes corrientes del marxismo
fueron particularmente ciegas para analizar la agenda ambiental de ese
entonces. Pocos pensadores se ocuparon de este problema. Pero
básicamente el marxismo nunca alcanzó a advertir la base real de las
advertencias ecológicas, quizás por no encontrar explicación
satisfactoria a la pésima calidad ambiental de los países con economías
socialistas.
vi) Uno de los antecedentes más
inmediatos del actual concepto de desarrollo sustentable fue el Programa
El Hombre y la Biosfera (MAB), impulsado por la UNESCO. Reunió en sus
inicios a una masa crítica de científicos destacados de diversas
disciplinas y procedencias geográficas, a cargo de la ejecución de
proyectos de terreno que procuraban analizar in situ la compatibilidad
de la conservación de la naturaleza con el desarrollo económico y
social. Dejó la semilla de compatibilizar la conservación y el
desarrollo, con propuestas de acción particulares para las distintas
escalas de organización de las sociedades humanas.
Buena parte de los enfoques del MAB
nutrieron al Informe de la Comisión Bruntland, con el que se populariza
en 1987 la noción de desarrollo sustentable como hoy se la conoce
si bien el empleo del giro había sido ya adoptado en ciertos círculos
(Clark y Munn, 1986). Esa comisión tuvo a su cargo la preparación de los
documentos de base para la Segunda Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Medio Ambiente y Desarrollo.