GERENCIA

ARTÍCULOS MOSTRADOS DE LIDERAZGO

[Principal]    [Síntesis]   [Página Trabajos]

Entre los peligros que acechan al líder y que pueden determinar que su influencia sobre la empresa pueda llegar a ser negativa, podemos señalar los siguientes:

Endiosamiento: todo líder debe tener un nivel de autoconfianza elevado, pero sin llegar a caer en el endiosamiento.

El líder se suele mover en círculos de poder, se codea con gente influyente, sus ordenes se cumplen sin objetar, nadie cuestiona sus decisiones, su presencia infunde respeto a sus subordinados, entre sus ayudantes abundan los aduladores en busca de su favor.

Todo ello puede hacer que poco a poco el líder se termine endiosando, creyéndose un ser superior, infalible, en posesión de la verdad.

A partir de entonces comenzará a no preocuparse por escuchar otras opiniones, a pensar que no necesita pedir consejos; se irá convirtiendo en un ser autoritario que todo lo gestiona a base de órdenes.

El líder se hace distante, prepotente, avasallador, y la organización comienza a perderle su estima.

Todo ello va deteriorando el ambiente laboral: un líder endiosado no es capaz de motivar. Su soberbia le lleva a cometer errores que no reconoce y de los que responsabiliza al resto del equipo.

Es frecuente la siguiente paradoja:

Los líderes más destacados, aquellos con más motivos para estar endiosados, son precisamente los que menos lo están, mientras que aquellos otros con apenas méritos son los que más.

Para evitar el endiosamiento hay que cultivar la virtud de la humildad. También es fundamental rodearse de gente con personalidad, personas que sepan defender sus ideas y llevarle la contraría al líder cuando sea necesario.

Perder contacto con la realidad: el líder dedica cada vez más tiempo a los temas estratégicos y comienza a despreocuparse del día a día, de mantener contacto con la realidad, con el trabajo de base.

Al perder contacto con la base del negocio (los clientes, los comerciales, los proveedores, etc) empieza a perder información fundamental para seguir entendiendo el negocio, para anticipar cambios, para ver por donde van los competidores.

La información que recibe a través de los conductos reglamentarios es de peor calidad, cada escalón jerárquico supone un filtro (los empleados suelen ocultar información que creen que puede molestar al jefe).

Normalmente, mientras más alto está una persona en la organización peor es la calidad de la información que recibe.

Quedar obsoleto: hay líderes que no evolucionan, que suelen aplicar siempre el mismo modelo de actuación, aquél que tan bien le funcionó en el pasado. No parecen darse cuenta de que en un mundo tan cambiante como el actual, cada vez más complejo, lo que funcionó en un momento determinado puede no ser útil unos años más tarde.

Complacencia: el líder puede llegar a sentirse satisfecho con los logros conseguidos y esto puede llevarle a bajar la guardia, a considerar suficiente tratar de mantener el nivel actual de la empresa, lo que, en un mundo tan competitivo como el actual, es una planteamiento tremendamente peligroso, que puede ser el inicio de la decadencia.

Pérdida de motivación: el líder que está muchos años al frente de la misma empresa puede terminar perdiendo la ilusión por el proyecto.

Cuando una actividad se hace rutinaria pierde su atractivo inicial, aquel sentido de "aventura" que tanto ilusionó en su momento y que le llevó a ver su trabajo como un auténtico desafío.

Cuando esta ilusión se pierde, la dedicación al trabajo y el nivel de rendimiento se resienten inmediatamente.

          http://www.portalcursos.com/Liderazgo/Lecc-30.htm

 

En las dos lecciones anteriores hemos enumerado las cualidades que todo líder debe poseer. Por oposición a ellas tendríamos aquellas otras que caracterizarían al antilíder.

No obstante, vamos a señalar algunas de las más relevantes:

Soberbio: se cree en posesión de la verdad, no escucha, no pide consejos, no acepta otros puntos de vista, no sabe reconocer sus errores, no reconoce sus propias limitaciones. Todo ello le puede llevar a cometer errores muy graves que pongan en peligro el futuro de la empresa, aparte de que este modo de comportarse genera un fuerte rechazo entre los empleados.

Incumplidor: promete y no cumple, su equipo se esfuerza esperando conseguir la recompensa prometida y ésta no se produce. Esto le lleva a perder toda credibilidad.

El equipo pierde su confianza en él y no va a estar dispuesto a seguir realizando esfuerzos adicionales.

Temeroso: es una persona que se siente insegura, lo que le lleva a ser extremadamente celosa de su parcela de poder. Tiene miedo a que alguien le pueda hacer sombra y ello le lleva a rodearse de gente mediocre.

Es una persona acomplejada, el miedo a mostrar debilidad le lleva a rechazar consejos, a no escuchar, a no permitir que la gente de su equipo brille.

Este tipo de ejecutivo termina siendo despreciado por su equipo.

Apagado: un líder apagado difícilmente va a ser capaz de generar entusiasmo en su equipo. Si el líder carece de energía, de optimismo, de empuje poco va a poder motivar a sus empleados.

Rehuye el riesgo: el líder debe luchar por unos objetivos, unas metas difícilmente alcanzables; esto le obliga a transitar por caminos desconocidos, a asumir riesgos.

La persona que evita el riesgo a toda costa es un conformista que se contenta con lo que tiene y que difícilmente va a ser capaz de conducir la empresa a ningún destino interesante.

En un mundo tan cambiante como el actual, no moverse es sinónimo de perder.

Deshonesto: cuando el directivo carece de unos sólidos principios éticos no es de extrañar que termine cometiendo injusticias.

El equipo difícilmente va a seguir a una persona de la que no se fía; más bien terminará despreciándola.

Falto de visión: el líder consigue el apoyo de la organización a cambio de ofrecerle un proyecto realmente estimulante: el líder vende ilusiones.

Si el jefe carece de proyecto, ¿qué es lo que le va a ofrecer a su equipo?, ¿continuidad? Eso lo puede hacer cualquiera.

Además, como ya se ha señalado, la continuidad es hoy en día la vía más rápida hacia la desaparición.

Egoísta: una persona cuya principal (y a veces única) preocupación son sus propios intereses difícilmente va a conseguir el apoyo de su equipo.

Los empleados se darán cuenta inmediatamente del riesgo que corren confiando su destino a esta persona, por lo que tratarán por todos los medios de apartarlo de la dirección.

Iluminado: el líder es una persona que se adelanta al futuro, pero manteniendo siempre los pies en la tierra, sin dejar de ser realista.

Si los objetivos que propone el líder son a todas luces utópicos, la gente perderá su confianza en él. El puesto de trabajo es un tema muy serio y la plantilla no va a permitir embarcarse en aventuras con final incierto.

Un iluminado puede poner en riego el futuro de la empresa.

Autoritario: el jefe que basa su dirección en el empleo del miedo puede conseguir a veces muy buenos resultados en el corto plazo, pero termina inexorablemente dañando a la organización.

Los miembros de su equipo aprovecharán la mínima oportunidad para cambiar de trabajo. Nadie soporta a un tirano.

El ambiente que genera es muy tenso, la gente actuará sin iniciativa, irá al trabajo sin entusiasmo, y así difícilmente va a ser capaz de dar lo mejor de si.

http://www.portalcursos.com/Liderazgo/Lecc-8.htm

 

Las conductas que debe reorientar son las siguientes:

1. Liderazgo.- Un directivo debe integrar los objetivos personales de cada trabajador en un grupo de trabajo. Por tanto, debe preocuparse por sus empleados, planteando soluciones comunes. Es importante también que sea ágil en sus acciones y que tenga capacidad de innovación.

2. Representatividad.- El directivo representa a una empresa y a un grupo de trabajadores. Pero también simboliza a un grupo de clientes externos. Por tanto, ha de desarrollar funciones de dominio y control, pero nunca de manipulación.

3. Comunicación.- Es muy importante que un líder potencie la comunicación entre sus empleados. Entre las más funciones más importantes destacan la continua búsqueda de información para detectar y afrontar cambios, difusión de la comunicación en el exterior para lograr nuevos clientes y mantener los ya adquiridos, así como potenciar la comunicación entre sus empleados para distribuir el trabajo, motivar a su equipo de trabajo y conseguir que los trabajadores se motiven ante nuevos proyectos comunes.

4. Negociación.- Esta actividad agrupa a todas las anteriores. Un directivo debe tener dotes diplomáticas basadas en la comunicación, representatividad y liderazgo. Es necesario que tenga en cuenta la aceptación y el cumplimiento de compromisos y maneje las técnicas de negociación.

5. Toma de decisiones.- Un directivo nunca se debe bloquear ante un problema. La toma de decisiones es un asunto que debe dominar y solucionar con ideas rápidas y eficaces. Para ello, ha de tener muy claro sus objetivos, los de su empresa y los de sus empleados. Debe desarrollar técnicas para captar el problema, analizarlo y obtener soluciones eficaces.

6. Autocontrol.- El control de los impulsos y emociones es fundamental para un directivo en situaciones de urgencia o presión. Sólo de esta forma podrá adoptar soluciones eficaces.

http://www.comunae.com/profesional/liderazgo/reportajes/reportaje_103.php?PHPSESSID=b8f8108f9d93ea44aeaac417028acf22

 

Jorge Valdano y Juan Mateo, directivos de Make a Team, aportan ideas novedosas para que el líder potencie la visión para alcanzar sus objetivos.

Son muchas las virtudes que deben adornar la figura del líder, pero algunas de ellas pasan desapercibidas a la hora de elaborar esos típicos listados. La que hoy nos ocupa es la visión, entendida como la definición de nuestro futuro construida sobre nuestros deseos más elevados. Llegar a ese futuro es básico para el líder porque es precisamente ahí donde queremos pasar el resto de nuestros días.

Tanto en el mundo empresarial como en el deporte pueden encontrarse multitud de ejemplos que demuestran el poder que adquieren los individuos que saben hacer de su visión, de su sueño, su razón de ser. Pat Riley, entrenador de Los Angeles Lakers entre 1981 y 1990 (ganó cuatro títulos de la NBA y tres subcampeonatos) afirmó varios años después de su gloriosa época en los Lakers que “todo lo que somos capaces de soñar, somos capaces de conseguirlo”. Su palmarés como entrenador avala esta teoría.

Uno de los discursos más legendarios de la historia de la Humanidad, el que Martin Luther King pronunció el 28 de agosto de 1963 en Washington, comenzaba, precisamente, con la frase “Tengo un sueño…”. Eso es la visión de un líder, un sueño con la suficiente fuerza para mover su existencia alrededor de este sueño y, por ende, de implicar a segundas y terceras personas a su alrededor.

En la película “El marido de la peluquera” (Patrice Leconte, 1990), en una de las escenas más bellas, la voz en “off” del protagonista afirma que “el fracaso no era más que la prueba de que el sueño no había sido suficientemente intenso”. Echemos la vista atrás. ¿Cuántas veces podríamos aplicar esta máxima a situaciones pasadas de nuestras vidas? Casi es mejor no pensarlo… Podríamos seguir enumerando citas casi eternamente, pero todas terminarían conduciéndonos al mismo punto: la visión y el sueño es el motor de una persona, de una empresa, de un país.

Llegados a este punto, cabe plantearse cómo se construye una visión y que características debe tener un sueño para convertirse en un “leit motiv” capaz de movilizar la vida de una persona o, incluso, de toda una organización. Hay quien cree que la visión se produce de forma instantánea, como quien se levanta un día y piensa, “voy a crear la mayor empresa automovilística del mundo”. Visto “desde fuera”, da esa sensación, pero en realidad, necesita de un período de información, reflexión y trabajo, herramientas que terminarán conduciéndonos a un pensamiento final nítido de lo que sería “nuestra” visión.

Vamos a enumerar los siete elementos que deben estar presentes en todo proceso de formalización de una visión.

1.- No se ponga límites. Sueñe con aquello que más desee, no importa lo difícil que pueda resultar sobre el papel.

2.- Determine cuáles serán los valores sobre los que sustentará esa visión. En contra del parecer de Maquiavelo, el fin no justifica los medios.

3.- Una visión nunca debe expresarse en cifras. Las cifras no son más que el resultado operativo del camino que recorramos.

4.- La visión debe ser redefinida por el líder. Antes de concretarla, un buen líder habla y escucha a su gente, y toma en cuenta todas las consideraciones realizadas.

5.- La visión debe ser aceptada y compartida. Si no, nadie podrá brindarle su apoyo ni sentirse implicado en la misma.

6.- La visión deberá ser amplia y detallada, sin términos del estilo “vamos a ser los mejores”. Hay que desterrar las generalidades con explicaciones que incluyan el “qué”, el “cómo”, el “cuando” y el “por qué”.

7.- La visión debe ser positiva y alentadora. Debe justificar por sí sola el esfuerzo y sacrificio que se necesitará para alcanzarla.

El líder es un ser humano auténtico, que se conoce a sí mismo, se acepta a sí mismo y es un seductor que practica el arte de convencer. La primera materia prima que requiere tan complejo arte es la capacidad de soñar, y la razón es muy sencilla: quien sueña se seduce a sí mismo. Ahí empieza el milagro.

http://www.comunae.com/profesional/liderazgo/reportajes/reportaje_488.php

[Principal] [Síntesis] [Página Trabajos]

Última actualización: 30.09.2004
Copyright 2004 DRCR. Todos los derechos reservados.
Site: http://www.oocities.org/es/robert_colmenares
E-mail: robert_colmenares@yahoo.es