Para qué le voy a recordar, patrón. Que el 25 de octubre el Partido nuestro de General Rodríguez cumple 106 años, porque el pueblo se me hace que es como quince años más viejo. Y, qué quiere que le diga, este Rodríguez no deja de ser un monumento, cuya piedra fundamental pusieron aquellos visionarios que, justo en medio de un campo, con la ayuda de los tambos, y al amparo de la Virgencita del Carmen, pusieron una piedra fundamental casi sin grabar allá por el año de 1864, cuando le comenzó a hacer cosquillas al campo el tren que se venía desde los Buenos Aires. Pero, patrón,
justo para el 29, como quien dice poco después de partir la torta del
aniversario, cumple años otro monumento -¡flor de monumento!-
una institución empresaria, que más que empresa es familia y
que, nacida allí por los años de 1929, justo cuando a Yrigoyen
-como dice la milonga- me lo estaban embalurdando, pisó tierras de
Rodríguez, para ir sacando los pies de a poco a los campos de la provincia
y entrar con paso firme en el ámbito del país, dentro del que
se fue metiendo como grasa adentro de la uña. Mirar el verde esperanzado de La Serenísima es mirar "serenito" y mirar dentro del tarro de la leche es como encontrarse con "la verdad láctea"; y mirar la mole gigantesca en el cinturón del poblado es ver lo que puede eso de que los hermanos sean unidos; y mirar el asfalto surcado por una flota que da calambres es como ver que el nombre del Partido se agranda y no se cae de la boca de nadie; y ver cómo nuestra tierra se ha convertido en puerto de recalada donde paran con gusto guardapolvos blancos de escolares y convenciones empresarias y tropillas de jubilados y es como sentir el gusto de que se es alguien y no se está condenado a ser el último orejón del tarro. Porque es así, patrón. Porque La Serenísima se ha convertido para Rodríguez en flor de monumento, por justicia agradecida, hay que arrimarle algunas flores que sea como el reconocimiento de todo un pueblo que ha ido poniéndose los pantalones largos a partir del momento en que muchos de sus hijos se afianzaron en la vida alrededor de él y porque -dicho malamente y a la san fasón- el día en que a Rodríguez le faltara La Serenísima, habría que pensar en alambrarlo. (Y perdóneme la franqueza...) Y bueno, patrón, a la fiesta habrá que encenderle las 55 velitas de la torta y regarla con el champaña de la recordación y escribir en el papel de la memoria una lista de nombres que usando el apellido común de los Mastellone, supieron incorporar a un listón de hombres y mujeres que pudieron formar ya grandar sus hogares serenamente gracias a la serenidad de La Serenísima. Es lo menos que se puede hacer. Y lo que se debe hacer, por otra parte. Y que le conste, patrón, que no la conozco a la Fábrica, pero conozco a muchos que se ufanan de ella y sienten el orgullo legítimo de operar dentro de ella. Y si no es con champaña, patrón, que sea con leche, que es la verdad de la vida... Para brindar junto con algo así como 10.000 personas que se mueven dentro de su órbita. Porque La Serenísima, queriéndolo o sin quererlo, es como un sol que le da vida a este terruño al que todos queremos... Disculpe, patrón, y hasta la próxima. Goyo Peralta, Acción, viernes 26 de octubre de 1984. |
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