Un
nuevo despertar
Caminando
de la mano con la vida
cuánto
moldeamos nuestro ser,
enfrentando
dificultades,
experimentando
momentos
amargos;
tropezando
con grandes
obstáculos
que muchas veces
no
son de la magnitud que
percibimos.
Acariciando
el dolor que nos
consume
y nos sumerge en
un
profundo pesar,
tornándonos
incapaces de ver
y
escuchar.
Entonces
visualizamos cuánto
nos
hemos adentrado en la
situación,
involucrando de tal
modo
el corazón que
clausuramos
cada pequeño
rincón
por donde pudiese
penetrar
un rayo de luz.
Repasamos
una y otra vez el
pensamiento,
lastimando las
heridas
que comienzan a
sanar;
retrasando
nuestros pasos de
la
ruta a seguir.
Olvidamos
nuestro buen
amigo,
el tiempo, que va trazando
huellas
en el ser,
aunque
su impacto sea leve,
apenas
perceptible ante el
afan
de renegar de la vida en
ocasión
de procurar la verdad
de
la razón.
Nos
levantamos con suma
lentitud,
pero sosteniendo
fuertemente
la mano de la
seguridad.
Recordamos
cada consejo
brindado,
dando valor a los
sabios
que no acatamos,
descartando
los que se
ofrecieron
por maldad y no
deberían
nombrarse como
tales.
Apreciamos
la certeza del
silencio,
que nos permite
crecer
y descubrirnos a
nosotros
mismos.
Trabajamos
en la búsqueda
de
soluciones, al descubrir la
posibilidad
de empezar de
nuevo.
Visualizamos
cómo cicatrizan
las
heridas; agradecemos
largas
horas de llanto.
Recordamos
las penas con
una
diminuta sonrisa.
Contemplamos
en el espejo
el
reflejo de una persona tan
parecida
a uno mismo, pero
en
cierta medida, muy
distinta
a quien conocemos.
Un
nuevo ser, en evolución.
Recogiendo
pedazos
dispersos
del anterior,
abriendo
los brazos a la vida
que
brinda la mejor de las
sonrisas.
Aprovechando
cada nueva
oportunidad
para vivir y sonreír.
Caminando
a paso firme,
sin
culparse ni atormentarse
por
lo que ya pasó y hoy no
está
presente.
Dueño
de un corazón
fortalecido
para enfrentar
nuevos
pesares,
pero
con capacidad de amar
en
todo tiempo.
Maravilloso
es combatir las batallas
diarias
que vienen y van,
y
contemplarnos de pie, aunque
casi
nos cueste la vida.
Luchando
con valor y perseverancia
hasta
alcanzar la meta,
manteniendo
la firmeza de no
volver
atrás.
Cuán
alentador sabernos humanos!
Capaces
de sentir, palpar;
hábiles
para
aprender de equívocos.
Con
la facultad de decidir ser felices
o
encadenarnos al recuerdo.
Libres
para amar y tener sueños,
con
el derecho de experimentar un
nuevo
despertar.
"Basado
en una experiencia personal".
Lydia
E. Martínez Santiago (eve)
8
de octubre de 2001
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