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Qué sería un hermoso rostro
sin unos ojos que reflejen lo que guardamos
en el interior.
Qué pasaría si el más espléndido de los hombres
no contara con un tesoro dentro de sí.
Cuán triste sería si sólo buscáramos
lo que hay en el exterior de nuestros semejantes.
Olvidaríamos la parte esencial de la existencia,
la que nos distingue de otros seres humanos,
permanece y se enriquece al pasar los años.
El alma, esa porción tan oculta, misteriosa,
la que espera con ansias nuestra atención
la que sueña con crecer, tan llena de esperanza
anhelando conocer lo que es el amor
y reflejarlo a los seres que le rodean.
La que en su camino por la vida
va buscando su complemento.
La que añora conservarse pura, transparente
y lucha por dominarse a sí misma.
La que aún siendo tan frágil,
se torna fuerte con los golpes recibidos
y se pregunta en su inocencia
el por qué de tanta crudeza en las hermanas que ha conocido.
Alma, estás aquí, tan dentro de mí
Compañera de tantas vivencias
Te admiro porque tu belleza
supera todo aquello que pueda ser captado por el ojo humano
Porque tu hermosura no se marchita
con la facilidad que los años arruinan la piel.
Sólo deseo que seas noble, siempre genuina,
albergando justicia y aquellos sentimientos de los cuales te sientas
orgullosa.
Lucho para que retornes apta hacia tu Creador.
Lydia E. Martínez Santiago
(eve)
24 de agosto de 2001
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