Te
recuerdo en cada canción
como
si fueras tú quien
entona
dulces melodías.
Al
mirar mi jardín
y
contemplar la hermosa obra
que
juntos plantamos.
Al
recorrer cada lugar que
visité
junto a tí.
Al
disfrutar de las estrellas
que
se asemejan al brillo
reflejado
en tu mirada.
Te
recuerdo
en
muchos de mis sueños
en
los que inconscientemente
te
adentras.
Y
tu recuerdo aún me duele,
por
la forma tan fugaz
en
que te arranqué de mí;
sabiendo
que el sentir nos lastimaba
y
terminaríamos por exterminarlo.
Pronunciamos
un adiós
sin
serlo realmente.
Un
adiós que me permite aún verte.
Aunque
no pueda tocarte
ni
sentir el calor de tu cuerpo
junto
al mío,
ni
la ternura de tus manos
acariciando
las mías.
Casi
parecemos extraños,
¡Qué
ironía!
Cuando
solíamos hablar
hasta
el cansancio,
discutir
por tonterías
que
tanto tiempo nos restaron.
Cuando
me apoyaste en
una
triste enfermedad
y
aún me decías lo bella
que
lucía para tí.
Traté
de sentir desprecio en
alguna
ocasión,
para
ver si el olvido te llevaba consigo,
pero
lastimar mi ser sólo logré.
No
puedo odiarte,
ni
albergar rencores.
¿Cómo
hacerlo?
si
lo que sentí fue tan bello.
Cuando
quise compartir
una
parte de mi vida
junto
a tí.
Cuando
decidí vivir esa etapa
tan
difícil para los dos.
Cuando
me sentí amada.
Sólo
recuerdo buenos momentos
pues
aprendí a borrar los
menos
gratos a fin de
perdonarme
y buscar
la
forma de aprender de lo que
vivimos.
Para
lograr mirarte como a
un
ser humano más.
Para
que podamos
sentarnos
frente a frente
y
compartir como amigos
sin
que el recuerdo lastime
ni
los pesares que vivimos
alguna
vez,
permanezcan
en el corazón
restándonos
la alegría para vivir
y
el deseo de amar de nuevo.
**
"Escrito
en un momento de
recuperación,
cuando
estoy descubriéndome
a
mí misma,
viendo
la razón de las cosas
y
liberando mi corazón".
**
Lydia
E. Martínez Santiago(eve)
12
de diciembre de 2001
Editado
el 15 de diciembre de 2001
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