Una
experiencia personal y única
con el divino alfarero
Serían
más o menos las ocho y quince
de la mañana, luego de dejar a
mi esposo en su trabajo, decidí
recostarme a escuchar una
emisora cristiana y me quedé
dormida.
De
momento, me encuentro en un
camino que tenía flores a ambos
lados; era como una ladera,
sólo
había flores y flores.
Esta
es la tercera vez que me
encuentro en ese lugar, pero a
diferencia de ésta, las veces
anteriores no había podido
concluir el sueño; ahora
sí!...
Después
de caminar un ratito y haber
recogido unas cuantas flores,
llego donde hay una puerta de
cristal (muy conocida por
cierto) y me detengo frente a
ella al igual que las veces
anteriores y comienzo a sentir
la misma sensación de
desconfianza que sentí
anteriormente y me preguntaba:
" A dónde se irá por
ahí?, Y si entro y me pierdo?
Habrá alguien ahí? De quién
será este lugar tan
hermoso?", pero sin
siquiera atreverme a tocar la
puerta escucho de repente una
voz muy dulce que me dice
:"Si quieres entrar, Sarita,
eres más que bienvenida".
El
corazón se me aceleró y al
reponerme un poco, hice el gesto
para abrir la puerta, pero para
sorpresa mía, no había tal
puerta. "Dónde
está?", y esa misma voz
que me invitó a entrar me dice:
"Esto es cuestión de fe,
sólo bastó un gesto tuyo para
yo entender "Sí,
quiero" y eliminar la
barrera".
En
ese momento me encuentro de
frente con un Señor al que no
podía verle la cara, pero por
su forma tan dulce de hablar
pude percibir que era una gran
persona; muy dulce diría yo.
Habló conmigo así:
"Bienvenida
Sarita, te estaba esperando. En
dos ocasiones has venido a mi
casa y te has ido sin pasar a
verme; pero esta vez será
diferente. He visto tus ansias,
he notado tu insistencia. Esta
vez quiero hablar contigo".
Entonces
me dice: "caminemos
un rato", a lo que
obedecí sin siquiera
cuestionar: " A dónde
iremos?" Caminé junto
a El por un rato y pude notar
que estaba tan callado. Solo
sabía que El estaba a mi lado
porque tenía su brazo en mi
hombro y lo podía sentir. De
momento, quise mirar la mano
sobre mi hombro y había notado
tanto brillo en ella que era
casi imposible mirarla. Me
dije a mí misma: "eso es
tratar de ver su mano, si miro
su cara creo que muero aquí
mismo".
En
ese momento nos encontramos con
una bebé como de un año más o
menos. Ahí fue donde se
rompió el silencio al yo
preguntarle: "Quién es
ella?", a lo que El
contesta: "Tú!" y la
alza en sus brazos y camina con
ella al hombro. "Sigamos
caminando", me dice. De
pronto llegamos a un lugar que
me confundió un poco más, pues
era una fuente enorme y bien
iluminada; tan iluminada que
aquel lugar resplandecía. Esta
fuente estaba al lado de un
jardín, en el cual yo
diría, estaban todas las flores
del mundo. Entonces comienzo a
mirar cada detalle de aquel
lugar, al mirar hacia arriba de
la fuente, estaba el
arcoiris más lindo que jamás
he visto. Muy emocionada sigo
bajando la vista, al ver el piso
de la fuente, era de oro y así
todo el suelo del lugar.
De
pronto comienzo a sentir un nudo
en mi garganta y a pensar:
"No soy digna de estar
aquí". Entonces El me
siguió llevando un poco más
adelante. Ahí nos encontramos
con un trono; era blanco y
dorado. Entonces El soltó a la
niña y se sentó muy
tranquilamente, muy sereno; con
una serenidad que me inquietó.
De momento la niña comienza a
subir por una escalera y yo dije
"se cae, se cae",
"está muy pequeña para
subirse ahí, no se
podrá sostener".
Al
tratar de moverme para
socorrerla, no podía mover los
pies del lugar donde estaba
parada, y yo alarmada le decía,
"pero muévete vé por
ella, no dejes que se lastime;
pero el seguía tan tranquilo y
con tanta seguridad en si mismo
me dice: "no insistas por
ella", "se tiene que
caer; es
necesario".
De
repente la niña se cae,
entonces me pareció ver una
muñequita de porcelana, ya que
al caer se hizo pedazos; tantos
pedazos que era imposible
reconocerla. Entonces sentí
tanto dolor en mi alma y
comencé a llorar y llorar y no
paraba de llorar, le dije en
medio del llanto más amargo que
jamás he llorado en mi
vida, "mira lo que
has permitido, te podías haber
movido y esto no habría
sucedido. Yo no lo hice porque
no pude, me faltaron mis fuerzas
para levantar los pies y caminar
hacia ella. A lo que el responde:
"Qué
bueno que lo reconoces te
faltaron las fuerzas! Con
tus fuerzas no pudiste, pero yo
sí puedo y verás lo que hago
con ella".
Yo
seguía en mi empeño por
insistir que ya todo se había
perdido pues se había roto la
niñita y le pregunto. Que vas a
hacer?, "si ya no hay
remedio" ya para
qué? De momento él se
pone en pie y con una inmensa
calma comienza a recoger todos
los pedacitos y a ponerlos en
una sola mano, y la mano con la
que los recogía no se le podía
ver porque era cubierta por una
manga de su traje y la mano
donde echaba lo que recogía era
una común corriente. Y cuando
recoge todo sin dejar ni un
solo pedacito, se pone de
rodillas y con una voz muy dulce
y muy segura , dice " ahora
verás!" ("tu
cabeza") " por todas
las veces que la has tenido que
bajar, por las muchas
vergüenzas que has pasado , por
todos los malos pensamientos que
hayas tenido en la vida y por
todo lo que te haya perturbado,
pongo esta cabeza nueva".
Entonces pude ver mi cara.
Y
continúa diciéndome ("tu
cara") " por todas las
veces que has llorado
injustamente , por todas las
bofetadas, por todo el dolor que
ha reflejado ese rostro durante
toda tu vida. Toma esta cara
nueva": y aquella cara
reía y reía. ("Tu
corazón") yo lo voy a
romper ahora y esta vez te lo
entregaré, como te lo entregué
al nacer, limpio, libre, sereno
y en paz, lleno de amor!"
"Por todas las heridas, por
todo el dolor; yo lo lleno de
amor mil veces por cada una que
ha sido
lastimado y
despreciado. Por las veces que
el dolor,las heridas y los
errores lo han vencido. Yo lo
pongo en gracia Ahora!, por las
veces que ha tenido sentimientos
de culpa e inseguridad. Yo pongo
toda mi paz en lugar de todo
eso". Y volvió a decir:
"Ahora te lo entrego
limpio, libre, sereno y en
paz; lleno de amor...
Y
así siguió con las manos y
recuerdo un detalle muy hermoso,
que al formar de nuevo mis
manos, puso en mi dedo mi anillo
de bodas; el mismo que tengo
hoy, no le faltaba un solo
detalle. Así continuó formando
aquella figura, la cual se veía
tan frágil, hasta terminar
formándole los pies. Me dice:
"Ahora sí tendrás fuerzas
para moverlos, para caminar por
donde quieras porque te los hago
nuevos.
Entonces
puso de pie aquella figurita
pero ya no era una bebé, ahora
era una mujer igual a mí.
Tenía mi cara y todas mis
características y le dijo:
" Ya te puedes mover".
Entonces caminó hasta mí y yo
estaba atónita, pues lo que
había presenciado era demasiado
grande para mí. Al ella ponerse
frente a mí, comencé a sentir
que me estaba mirando en un
espejo. Entonces me llené
de una paz inigualable, de
los más hermosos sentimientos.
Lloraba, pero esta vez, lloraba
de felicidad y yo decía:
"han sido muchas emociones
para un sólo día".
De
momento El se me acercó y me
puso la mano en el hombro de
nuevo y me dice: "Ahora
sí, estás lista para la
vida". "Ahora vives,
ahora eres libre; ahora eres
fuerte". "Y no olvides
una cosa, Cuánto te amo! Cuán
cerca estoy de tí! Con sin
igual amor siempre te
amaré! "Esto
debe estar como un sello en tu
vida y corazón. Ahora
caminemos.
Caminamos
de nuevo hasta la salida y qué
alegría sentí cuando al llegar
a la salida me dice: "Te
están esperando" y cuando
miré a través del cristal,
ahí estaban mi amado esposo, mi
madre, mis hijos, y parte de mi
familia. El hijo de una hermana
estaba cantando el himno
"Cuando vuelvas a
casa". Había otras
personas que no conozco.
Entonces
me iba a despedir para pasar la
puerta y El me dice: "No lo
tienes que hacer, pues voy
contigo. Estaré en tu vida y en
tu corazón". Entonces El
me abre la puerta y salimos.
Pude notar que nadie lo veía,
pero todos estaban muy alegres y
la hermana Carmen
invitó a orar y todos cerramos
los ojos. Al concluir la
oración y abrir los ojos
estábamos en el culto de
adoración. Ahí desperté.
Esta
experiencia ha sido
maravillosa para mí ya que
durante dos años quise llegar
a la conclusión de ese
sueño, el cual comenzaba y no
llegaba al final, por temor a
abrir esa puerta. Pero al tomar
la decisión de hacerlo, ahora
comprendo que es algo demasiado
hermoso o demasiado grande. Por
lo que quiero agradecer a mi
Dios mientras tenga vida, el que
me haya brindado la oportunidad
de vivir esta experiencia en la
cual veo cómo trabaja en mi
vida directamente; como un
alfarero, con tanto amor y tanta
capacidad.
~Gracias
Señor por romper mi vida y
hacerla de nuevo. Tu sabías
cuánto lo necesitaba. Gracias
por tocar mi vida en el aspecto
más íntimo y profundo que
jamás imaginé.~
Gracias, muchas gracias...
Por Jesús amén,
Sara R. Santiago Soto
27 de septiembre de
1998
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