De
niños soñamos con
crecer
y ser mayores.
Imitamos
nuestro artista
favorito, el
héroe
de
moda
o
ese adulto
que tanto
admiramos.
Anhelamos
ser independientes,
salir
de
casa para liberarnos
de los regaños
y
consejos diarios.
De
las constantes
peticiones
de ayuda en
los quehaceres domésticos.
Tener
un espacio
donde nadie
moleste.
Llegar
al hogar a
la hora deseada,
pasear con los amigos.
Comprar
todo aquello
que deseamos, así
no sean
ya juguetes.
Manejar
un auto y visitar
lugares desconocidos.
Mirar
la televisión
hasta
quedarnos dormidos.
No
tener la preocupación
de realizar
la tarea.
Comernos
el postre
sin
terminar la comida.
De adultos, pensamos cuánto
nos ha cambiado la
vida,
por instantes anhelamos retornar
a la niñez,
cuando la vida parecía
más simple y llena de
alegría.
Cuando nuestras mayores
preocupaciones consistían
en buscar al amigo y crear un
nuevo juego.
Los secretos eran un
pacto sagrado;
disfrutábamos lo que
hacíamos en el momento
sin inquietarnos por lo que
viene después.
Cuando cada travesura era fuente
de placer.
Cuando celebrábamos las salidas
en el auto
y regresábamos dormidos a casa.
Cuando todos deseaban tenernos
en su regazo y las caricias surgían
sin que fuera necesario
solicitarlas.
Cuando mamá nos preparaba la
comida y nos llamaba con amor.
Cuando la risa acompañaba
una canción,
soñábamos diariamente e
inventábamos
cualquier historia para sonreír.
Cuando amábamos los animales
y los cuidábamos con suma
ternura.
Cuando la palabra "deuda"
no tenía importancia,
perdonar era tan sencillo
y las ofensas eran olvidadas
en un instante.
Cuando decir "Te quiero" surgía
en forma espontánea
y tenía significado real.
La inocencia reinaba
en nuestro corazón
y la crueldad de la gente no nos
lastimaba tanto.
Cuando era más sencillo hablar
con Dios como a un amigo.
Las sorpresas de la vida,
¿Qué paradójica, no?...
Procuremos que el niño que
conservamos dentro,
sea parte del adulto
que somos hoy
y deje brotar todo lo hermoso
que guarda en sí.
*
~Dedicada a mis hermanos con
quienes he crecido
y juntos
hemos aprendido
a ser confidentes y amarnos
sin condiciones.
Por ser mis amigos más sinceros
y con quienes puedo contar
tanto en los
tiempos
alegres
como en los
tristes.
Por las vivencias
compartidas.
Porque
me siento afortunada
de
tenerlos.
Los
amo con todo mi corazón. ~
*
Lydia E. Martínez Santiago (eve)
25 de agosto de 2001
Editado
el 23 de diciembre de 2001
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