La Reducción Fenomenológico—Trascendental de Husserl [1]                                   Richard Schmitt

(Traducción de Norman Hansen . Revisión y corrección de Raúl Velozo F.)

 

Los filósofos, tanto antes como después de Husserl, han hablado de una disciplina filosófica llamada “fenomenología” que describe sus objetos en lugar de construir explicaciones. Lo fenomenología de Husserl defiere de todos los otras en las condiciones que cualquier investigación debe satisfacer en orden a merecer llamarse fenomenológica.

Lo fenomenología, según él, sólo puede comenzar después de que lo “reducción fenomenológico—trascendental” ha sido realizada por el fenomenólogo principiante. Las descripciones que no son precedidas por esta “reducción” no son fenomenológicas. Quien quiera entender las pretensiones de Husserl sobre su “fenomenología trascendental” e, incluso, quien quiero emplear el método fenomenológico, debe primero entender y practicar la reducción fenomenológico trascendental. Pero esta comprensión es difícil de lograr: las propias descripciones de Husserl producen bastante perplejidad y los comentaristas difieren ampliamente en sus interpretaciones de estos descripciones. Trotaré de aclarar esta fase inicial de la fenomenología, mostrando que las caracterizaciones que Husserl hace de la reducción fenomenológico—trascendental son, de hecho, sugerencias de una descripción fenomenológica de la reflexión como opuesta al pensamiento directo no reflexivo. Esto proveerá solamente una explicación parcial de la reducción fenomenológico—trascendental. El cómo la reflexión fenomenológica difiere de otros tipos de reflexión, como (por ejemplo) la reflexión científica, debe ser tratado en otro ensayo.  

                   Debemos comenzar por repetir una vez más , la descripción de Husserl de lo reducción fenomenológico-trascedental. Hay varios caminos diferentes para aproximarse a la reducción. Podemos seguir a Descartes en su camino de duda total, O bien, podemos examinar una de las disciplinas filosóficos tradicionales, v.g. la lógico, en un intento de develar las finalidades implícitas en su desarrollo [2] . Cualquiera de estos cominos nos conduce o cuestionar lo que previamente parecía evidente. El camino cartesiano nos lleva a cuestionar todos los presupuestos de la experiencia humana; en la lógica los presupuestos del juicio, de la validez y de la verdad se vuelven cuestionables. Comencemos, entonces> cuestionando lo que previamente habíamos dado por seguro, o preguntándonos acerca de lo que parece más familiar [3]. Esto involucra un cambio de actitud (Finstellung) [4], debemos mirar el mundo con “ojos nuevos”. ¿Qué es exactamente esta nueva actitud que adopto al realizar la reducción fenomenológico—trascendental? Aquí Husserl nos provee de una variedad de frases pensadas para mostrar esta nueva actitud al lector: ya no le atribuyo ninguna validez a la “creencia natural en la existencia de lo que experimento” [5] invalido”, “inhibo”, “descalifico todos los compromisos (Stellungsnahmen) con referencia a objetos experienciados; “yo pongo entre paréntesis el mundo objetivo” [6]. Esta última es una de las frases más conocidas usadas en este contexto. Husserl extrae su metáfora de las matemáticas> donde ponemos una expresión entre paréntesis y le anteponemos un signo + o -. Mediante este poner así entre paréntesis al mundo objetivo “le damos un valor diferente” [7]. Al ejecutor lo reducción, el fenomenólogo se establece a sí mismo como espectador desinteresado” [8]  y cambia sus finalidades prácticas [9]. El resultado de este cambio de actitud es un cambio en mi experiencia. La realidad previamente experimentada se vuelve ahora “mero fenómeno”. Este término kantiano está usado aquí en un nuevo sentido; cualquier objeto de experiencia se transforma en ‘fenómeno” para el observador que reconoce la pretensión del objeto o la realidad, pero se reserva la decisión sobre le validez de tal pretensión. En le actitud natural, preanalítica y prefenomenolóqica —e veces Husserl también le llama actitud “ingenua”, pero en un sentido no peyorativo— creemos generalmente que los objetos percibidos son reales; creemos que vivimos en un mundo real. Esta creencia es “puesto fuera de acción”, suspendido, no hacemos uso de ella [10]. Nos quedamos en un mundo—como— fenómeno, un mundo que pretende que es, pero rehusamos, por el momento, pronunciarnos sobre la validez de esta afirmación [11].

Un resultado posterior de este movimiento es el descubrimiento del ego trascendental. De pronto reconozco que soy yo quien debe decidir si la afirmación de realidad de los objetos de la experiencia en particular, y del mundo como un todo en general, son afirmaciones válidas. Descubro que todo lo que tiene sentido y validez, tiene sentido y validez pare mí [12]. De este modo , descubro, el ser absoluto del ego trascendental” [13]. “El ser absoluto (Seiendes) es en la forma de una vida intencional que, independientemente de cualquier otra cosa de la que pueda estar consciente en sí mismo, es al mismo tiempo conciencia de sí misma” [14]. El “yo” que transforma el mundo en mero fenómeno es, al hacerlo, consciente de sí mismo como transformando el mundo, y no puede estar sujeto a le misma transformación. Pero aparte de sus ‘modos de relación” y sus “modos de comportamiento”, este yo” esté completamente desprovisto de cualquier contenido que pudiera ser estudiado o explicado. Es completamente indescriptible, siendo nada más que un puro ego [15].

Husserl insiste en que la reducción fenomenológico—trascendental en modo alguno limita la experiencia. El fenomenólogo no se aparte ni de la totalidad de la realidad experienciada ni de ciertas áreas de ella, solamente suspende el juicio concerniente a la realidad o validez de lo que es experienciado. El mundo antes de la reducción fenomenológico—trascendental y el mundo que he transformado en “mero fenómeno” no difieren en contenido , sino en la forma en que me relaciono con cada uno de ellos [16].

Estamos ahora en condiciones de entender mejor la elección de terminología de Husserl. La reducción fenomenológico—trascendental es llamada “trascendental” porque devela el ego para el que todo tiene significado y existencia. Es llamada “fenomenológica” porque transforme el mundo en mero fenómeno. Es llamada “reducción” porque nos hace retroceder (lat. reducere) a la fuente del significado y la existencia del mundo experienciado en cuanto es experienciado [17] al descubrir la intencionalidad. Husserl también use el término “epoché”. Al principio aparece corno un sinónimo de “reducción”. En sus últimos escritos Husserl diferencia entre los dos término: El cambio de actitud, esto es, le suspensión de toda creencia natural en los objetos de la experiencia es llamada la epoché”; a su vez ésta es la condición previa era reducir el mundo natural a un mundo de fenómenos [18]. El término “reducción fenomenológico—trascendental” abarca tanto la “epoché” como la reducción en el sentido más estrecho de los últimos escritos de Husserl.

A lo largo de todos los escritos de su período intermedio y último Husserl insistió en que la fenomenología es une empresa reflexiva [19].

Parece razonable, entonces, interpretar la reducción fenomenológico—trascendental como una descripción fenomenológica de la transición desde una actitud no reflexiva a una reflexiva, pero una actitud reflexiva de un tipo particular. Si la fenomenología es una empresa reflexiva, esto no implica que toda reflexión es, por ello, fenomenológica. Pero, antes de que podamos distinguir la reflexión fenomenológica de otros tipos de reflexión, debemos primero enfrentar la pregunta más general: ¿Qué distingue a la reflexión del pensamiento no reflexivo? (Al que nos referiremos de aquí en adelante simplemente como “pensamiento”).

Tradicionalmente la distinción entre pensamiento y reflexión descansaba en la distinción entre lo que estaba dentro de le mente y lo que estaba fuera de ella. Según John Locke “...la mente....cuando vuelve su vista al interior de sí misma y observa sus propias acciones sobre las ideas que tiene, toma de allí otras ideas....” [20] y estas ideas son ideas de reflexión. Hume traza la distinción de una manera muy similar [21]. La distinción tradicional está íntimamente ligada a le doctrine de que la mente tiene un “adentro” y, como esta visión ya no es popular, lo diferencia entre pensamiento y reflexión merece volver e examinarse.

Una objeción más seria contra este concepto de reflexión como “le mente pensando acerca de sí misma” es que gran parte del pensamiento acerca de uno mismo no es reflexivo, sino que es, por el contrario, a menudo, sólo un medio para escapar de le necesidad de la reflexión. Esta clase de pensamiento no reflexivo y evasivo acerca de sí mismo se encuentra en las cavilaciones melancólicas sobre los propios pensamientos y emociones, en la autocompasión, en abrigar resentimientos o un sentido de haber sido perjudicado y, en casos extremos, en una exageración histérica de las emociones [22]. Por ejemplo, un niño que he sido castigado por desobediencia se retira a su cuarto con rabia, dando vueltas y vueltas en su mente la forma en que ha sido maltratado y cuan injustamente ha sido tratado. Este niño piensa, y piensa acerca de su propio “mente” y de las “Ideas que están ahí”, acerca de su propia soledad e infelicidad, y de cómo nadie lo quiere. Pero en esa medida no reflexiona, no se pregunte si su castigo no habrá sido tal vez parcialmente justificado, si será realmente cierto que esté siendo castigado simplemente por pura maldad y mala voluntad de parte de sus padres. Atrapado en su propia rabia e infelicidad el niño no ha sido capaz de “tomar distancia” y mirar la situación con calma y cierto desprendimiento. En su rabia pierde su “sentido de proporciones” y la “perspectiva correcta’. Le reflexión, por su parte. involucra justamente este desprendimiento crítico. Una vez que el niño empieza a reflexionar, después de que se ha agotado la primera emoción violenta, ciertamente seguiré pensando acerca de sí mismo, pero no sólo acerca de sí mismo, su propio sufrimiento y los pecados de otros contra él. En cambio, pensará acerca de sí mismo en relación con las otras personas involucradas; revisará los acontecimientos tratará de verlos desde el punto de vista de sus padres, cómo su comportamiento puede haberlos incomodado o herido. Así, el tomar el “punto de vista del Otro” lo conducirá, al mismo tiempo, a pensar sobre sí mismo bajo una luz diferente. Va no se interesará meramente en su propia infelicidad — eso es dejado de lado por el momento— sino que pensará acerca de lo que realmente hizo. Así el foco de reflexión sobre el sí mismo es considerablemente más amplio, que el de pensar acerca de sí mismo, puesto que incluye hechos acerca de su relación con los otros y consigo mismo que anteriormente no habían sido notados o habían parecido irrelevantes.

Esta diferencia entre pensamiento y reflexión no sólo se aplica cuando la propia persona es el objeto; también se aplica “afuera” de la mente, Un reformador político, por ejemplo, esté firmemente comprometido con su visión de mundo: ve y experimenta la sociedad dividida por diferencias de clases, pero no se contenta con expresar las frases corrientes propias de los políticos. Piensa acerca de este mundo en el que se encuentra, y en todas partes descubre nueva evidencia para sus diagnósticos de los males de la sociedad. Piensa mucho también en la aplicación de las soluciones que propone. Para ser un revolucionario exitoso, un hombre debe pensar, pero no necesita, y quizás no debería, reflexionar. Si el reformador reflexionara, tendría que moderar su celo revolucionario, distanciarse de sus objetivos y de su actitud habitual frente al mundo, y cuestionar lo que antes había parecido evidente Tendría que preguntarse si acaso el mundo que él había considerado una experiencia inmediata no es, al menos en parte, la encarnación de sus propios deseos y el producto de su imaginación. Aquí nuevamente, la reflexión requiere desprendimiento y amplía el foco de la investigación.

Estos ejemplos muestran la diferencia entre pensamiento y reflexión no esté en los objetos respectivos de estas actividades, puesto que cualquier objeto puede ser objeto de pensamiento o de reflexión, Los ejemplos también nos han proporcionado material para mostrar donde se encuentra la diferencia entre pensamiento y reflexión. Además, encontraremos que la descripción de Husserl de la reducción fenomenológico—trascendental nos proporciona todos los términos y distinciones necesarios para el análisis de estos dos ejemplos.

a) La persona que piensa está “interesada” en los objetos de su pensamiento; lo atraen [23]. Vimos esto claramente en nuestros dos ejemplos: el niño estaba abrumado por su rabia y el sentido de haber sido perjudicado.

El reformista estaba “metido” en su mundo, que esperaba ser reformado b) Estar interesado o atraído por un objeto lleva consigo el hecho de que el objeto que me atrae sea aceptado tal como se presente; Se “impone” a si mismo al observador [24] . Para el niño, su rabia y dolor son indudablemente reales. Rechazaría enfáticamente cualquier sugerencia de que las cosas no son realmente tan malas”. El hombre que está, en este sentido, atraído o interesado en el mundo o en sí mismo, acepta el mundo y a sí mismo en su “valor prima facie”. Husserl llama a esta actitud naturlicher Seinsglaube [25], la aceptación incuestionada de la existencia de lo que es experienciado. c) Para empezar a reflexionar, debemos ejecutar la apoché, esto es, debemos suspender este interés, desinteresarnos [26]. Así, el niño comienza a reflexionar sólo después de que su compromiso con la experiencia existente se debilite, si retrocede, toma distancia y asume une “actitud neutral” [27] . Esto involucra cancelar o suspender la previa aceptación de la experiencia, situándose, como Husserl lo pone a veces, “por encima” del mundo natural, donde ‘natural’ quiere decir “pre-reflexivo” [28].

d) Así, la epoché vuelve discutible lo que previamente había sido considerado como cierto y evidente. Esto no significa que se rechace la experiencia como un todo Cuestionar algo no significa negarlo. El niño no dice de pronto “Oh, no estoy realmente enojado”; el reformista no niega que el mundo esté plagado de injusticias, pero la experiencia deja de ser unívoca y se abre la puerta al cuestionamiento. La certeza que una vez poseyó la experiencia ahora se trasforma en una mera pretensión. Tanto el mundo como el ser psicológico se transforman, en el lengua]e de Husserl, en “mero fenómeno”. Comenzamos a asumir una actitud propiamente reflexiva, de desprendimiento y cuestionamiento. Aquí termina la epoché y entramos en la fase que Husserl denomina la reducción.

Para este nueve actitud, lo que una vez fue un dato claro se trasforma en una experiencia compleja, que necesita aclaración; lo que parecía real se transforma en mera posibilidad [29], y esta transformación tiene importantes implicaciones.

e) Lo que en algún momento pareció ser un flecho de la experiencia inmediata, ahora se ve como si hubiera sido simplemente una interpretación y, posiblemente, falsa. Quizás la severidad de su padre no era una manifestación de mala voluntad o mera arbitrariedad. Quizás la pobreza de los trabajadores no es simplemente un resultado de la explotación o de la codicia de los empleadores. Sólo en la actitud reflexiva comenzamos a separar lo que es dato realmente en la experiencia, lo que un escrutinio atento y cuidadoso revela que “esté realmente ahí”, de lo que el observador meramente añadió a esta experiencia como interpretación o anticipación. Aquí distinguimos, dice Husserl, entre lo que es “dado en sí” (selbstoegeben) [30] , lo es “dado en carne y hueso” (leibhaf) [31], y lo que es simplemente opinión asociada (Mitmeinung) [32]. Es aquí, en la reflexión, que se hace por primera vez la distinción entre la creencia verdadera (true belief) y el conocimiento.

f) Por otra parte, el pensamiento interesado es selectivo. En tanto cuanto acepto el mundo de la experiencia natural sin cuestionario, ciertos hechos de la situación o no son advertidos en absoluto o son dejados de lado como sin importancia. Pero ahora, en la reflexión, los hechos que antes parecían evidentes se han vuelto cuestionables, y así otros hechos que ellos antes habían ocultado o que, en relación a ellos, parecían insignificantes, se revelan ahora y deben ser examinados cuidadosamente. El rango de los temas importantes se amplía considerablemente tan pronto hacernos la transición del pensamiento a la reflexión. El niño enojado va más allá de su propia rabia y reflexiona acerca de su rabia en relación a su propia conducta y a la de sus padres. El reformista considera los hechos previamente ignorados o pasados por alto; debe, entre otras cosas, encarar sus propios prejuicios. Estos nuevos hechos antes eran “anónimos”, ahora pierden ese carácter anónimo [33] . Aparecen ahora al descubierto conceptos o sentimientos que antes estaban simplemente “en el fondo de mi mente”, así como objetos que antes habla visto u oído sin notarlos.

g) La reflexión debe describir estos nuevos hechos en lugar de explicarlos [34]. Las explicaciones son necesarias cuando sabemos cómo es el mundo o nuestra condición actual, y queremos descubrir por qué están en ese estado. Pero cuando nos volvemos del pensamiento a la reflexión, abandonamos las certezas anteriores. Por tanto, no hay nada definido que requiera ser explicado, o incluso, que pueda serlo. En cambio, hay hechos que antes sólo observábamos casualmente o que quizás no observamos en absoluto, que necesitan ser examinados o re­examinados paro separar lo que es evidentemente dado en nuestra experiencia de lo que es mera opinión asociada o lisa y llanamente ficción. Una vez que el revolucionado cuestiona su anterior visión de mundo, los hechos pierden el significado preconcebido que sus teorías previos les habían dado. Reemplaza el mundo anteriormente inteligible por experiencias desconectadas que se rehúsan a encajar en ningún tipo de patrón, y su primera tarea es prestar cuidadosa atención a la observación para descubrir cómo es realmente su sociedad, qué parte de su experiencia anterior era genuino y qué era simplemente supuesto o interpretación.

h) A través del despliegue de estas dos transformaciones, la epoché y la reducción, nos hemos referido repetidamente al yo reflexivo. Estas referencias deben hacerse ahora más explícitas. Cuando el sujeto adopta una actitud más desprendida, su experiencia asume un aspecto diferente, y esto es verdadero tanto si el objeto soy yo mismo como si es el mundo. Así, aparece que el contenido de la experiencia depende de mí mismo como sujeto; la experiencia me presenta su pretensión de validez: debo confirmar esta pretensión. Puedo quitar al objeto mi fe o mi confianza, transformándolo de una experiencia válida en un simple fenómeno. En este sentido, yo, como sujeto, soy la fuente de la validez de la experiencia [35], pero esto, al mismo tiempo, transforma el significado de la experiencia. Una vez que cuestionamos la validez de la experiencia actual, miramos al mundo con “ojos nuevos” y el mundo se nos muestra diferente. En este sentido> el sujeto no es solamente la fuente de validez de la experiencia sino también de su significado o sentido. (Sinn) [36]

i) A medida que se amplia el foco de la conciencia, el yo como sujeto se hace visible: el reformista comienza a preguntarse en qué grado sus propios deseos, anhelos, necesidades, prejuicios han influido sobre su experiencia del mundo. El niño se pregunta si sus acciones merecían el castigo recibido. Así, la reflexión siempre se expande en dos direcciones: el mundo se examina en relación a mi mismo cuando trato de distinguir aquellos aspectos de la experiencia que son auténticamente evidentes, de aquellos que yo simplemente presumo o supongo que acontecen * . El sujeto se examina en relación al mundo cuando investiga sobre las creencias, sentimientos, deseos, etc. que conformaron las experiencias sobre las cuales ahora reflexiona. Husserl distingue estas dos direcciones de reflexión como los aspectos “noético” y noemático” de la relación intencional; el primero se refiere al sujeto—en—relación—al—objeto; el segundo, al objeto—enrelación—al—sujeto [37]. Estos dos aspectos de la relación intencional son estrictamente correlativos [38]; se determinan el uno al otro y cada uno sólo puede entenderse o la luz del otro. No hay objeto a menos que sea objeto para algún sujeto [39], y no hay sujeto a menos que tenga un mundo como su objeto [40].

j) El análisis noético sólo revela al ego en tanto se ha transformado en el objeto de un acto reflexivo; el ego que aquí reflexiona, como en toda reflexión, permanece irrevocablemente anónimo. Somos conscientes de su presencia> pero no tiene contenido, no puede ser descrito [41] . La reflexión, por consiguiente, toma un giro subjetivo en tres formas diferentes: el objeto de pensamiento se revela como objeto—para—un—sujeto, como objeto cuya validez y significado fluye desde este sujeto. El sujeto se ve como el sujeto—de—este— objeto; el sujeto que, en el lenguaje de Husserl, “constituye” el objeto. Al mismo tiempo, el ego que reflexiona pero elude toda aprehensión descriptiva, se hace sentir.

                        Ahora hemos mostrado que la reducción fenomenológico—trascendental muestra todos los rasgos comunes de la transición desde el pensamiento a la reflexión. Queda para otro trabajo mostrar las características propias de la reflexión fenomenológica que la separan de la reflexión en la vida cotidiana o en las ciencias.

 

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[1]De Richard Schmitt. Husserl’s trancendental-Phenemenological Reduction, en Philosophy and Phenomenological Research, 20 (1959-l960) pp. 238-245. Reimpreso con autorización del autor y de 1os editores en Phenomenology. The philosophy of Edmund Husserl ant its interpretation. Edited by Joseph 1. Kockelmans Ánchor Books, N.Y., U.S.A.,1967. pp. 58-68.

[2]Lógica formal y trascendental, Halle 1929. p. 6 ff. En adelante se hará referencia a este trabajo como Formale.

[3]La crisis de las cincias europeas y la fenomenología trascendental, ed. Valter Biemel., Husserliana vol. VI la Haya. 1954. pág 80. En adelante se hará referencia a este trabajo como Krisis.

[4]Ideas para una fønofnotogía pura y filosofía fenomenológica, ed. Valter

Biemel, Husserliana vol. III. La Haya. 1950. pág. 61. En adelante se hará referencia a esta obra como Ideen I.

[5]Meditaciones Cartesianas, ed. S. Strasser. Husserliana vol. I, La Haya. 1950. pág. 59. En adelante se hará referencia a esta obra como Cart

[6]Op. cit. pág. 60.

[7]Ideen I, pag. 174.

[8]Cart. pag. 73.

[9]Krisis. Pag. 399.

[10]Ideen I pág.65.

[11]Cart, pp.58-61.

[12]Op. cit., pág. 65.

[13]Ideen I, pág. 72.

[14]Formale, pág. 241.

[15]Ideen l pág.195, yCart. pág.; 99.

[16]Cart., pp. 59-60.

[17]Cart, pág. 65.

[18]Krísis. pág.155.

[19]Cf. Ideen I pág. 177; Cart., pág. 59; Krisis. pág. 547.

[20] John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, Tomo II, cap. 6. párr.l

[21]David Hume, Tratado de la naturaleza humana, parte I, Tomo I, sección II.

[22]Cf. Max Scheler, Die Idole der Selbsterkenntnis, en Vom Umsturz der Werte, Vol II, Leipzig, 1923, pág. 61. (Los ídolos del Autoconocimiento. En De la subversión de los valores. Notas del “Revisor”)

[23]Erfahrung und Urteil, ed. por Ludwig Landgrebe. Hamburgo. 1949, pg. 80. Se hará referencia a esta obra como Erafahrung

[24]Ibid..

[25]Cart, p. 59 (“fe natural en el ser” N. del R.).

[26]Op. cit., p. 73.

[27]Ideen I, p.264 y ss.

[28]Krisis, p. 395.

[29]Cart. p.66.

[30]Formale, p.25l.

[31]Ideen I, p.52.

[32]Cart. p.82.

[33]Cart. p. 84.

[34]Ideen I, pp. 171-174.

[35]Cart. p. 65.

[36]Ibid.

(*) (I merely assume or suppose to be the case).

[37]Ideen I pg. 2l6 y ss.y cart. Pg. 74.

[38]Formale pg. 231

[39]Ideen I, pg. 110 y ss.

[40]Cart. Pg. 99.

[41]Ideen I, pg. 195.