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Capítulo VIII:

LA COLUMNA DEL GENERAL MIAJA O COLUMNA DE ANDALUCÍA

 

      El gobierno republicano una vez sofocada la rebelión en Madrid, Barcelona y Valencia envía desde esta ultima ciudad, columnas de soldados y milicianos. Unas con destino a Madrid para defenderlo, en Somosierra, de las fuerzas del general Mola. Y otras hacia el sur, con objeto de recuperar Córdoba y Granada ocupadas por los rebeldes. Estas ultimas columnas, van tomando todas las poblaciones a su paso hasta conquistar Albacete.

      La columna expedicionaria había vencido. La República era dueña de Albacete. El ejército del gobierno había dominado a los elementos civiles adheridos a la sublevación militar. Animados por el éxito, los republicanos deciden la conquista de Córdoba[i]. El triunfo de Albacete – una de las dos únicas capitales que el gobierno logró conquistar militarmente durante toda la guerra - hace que la columna aumente espontáneamente sus efectivos; pero este aumento es ante todo, de procedencia militar. Pronto se agrega un Batallón de ametralladoras de Castellón y otra compañía de Cartagena. Cuando el 28 de julio se hace cargo de la columna el general Miaja, las vanguardias republicanas, camino de Córdoba, preceden a una fuerza de cinco mil hombres... (creemos algo excesivo este número, en la fecha que se indica) y son sus efectivos - en su mayoría - auténticamente militares. Y encuadrados por militares profesionales. Y mandados por un general.[ii] Sin embargo, no todos esos militares eran partidarios de la República, la mayoría de ellos, sobre todo guardias civiles, no tardaría en pasarse al bando rebelde.

      La marcha de la columna Miaja desde Albacete hasta las proximidades de Córdoba, es un paseo militar, salpicado de algunas escaramuzas que se deciden prontamente a favor de las tropas gubernamentales. Casi todos los pueblos de los 300 kilómetros de recorrido han permanecido fieles al gobierno de Madrid. Todavía no se ha pronunciado el Santuario de la Virgen de la Cabeza. La guardia civil de Andújar permanece fiel al Gobierno. Miaja por otra parte ve incrementada constantemente su columna por la llegada de numerosos campesinos muchos de ellos a caballo. (85)

      El 28 de julio llega el general Miaja a Montoro, donde establece el Cuartel General. Su plan consiste en apoderarse de Córdoba por intimidación, ya que supone en extremo precario el dominio que en ella mantienen las fuerzas afectas a la causa nacional. Mas como sus amenazas lanzadas por radio nada consiguen, así como las intimidaciones telefónicas al coronel Cascajo, decide como empresa más factible apoderarse de aquellas localidades, al norte de la provincia, donde los puestos de la benemérita, auxiliados por algunos voluntarios, aun resisten aislados[iii].

      Es en estas fechas, entre el 1 y el 15 de agosto, cuando se toman la mayoría de los pueblos de la comarca de los Pedroches, que se puede considerar liquidada con la recuperación de Pozoblanco el 15 de agosto, a excepción del pequeño pueblo de Dos Torres que resistiría hasta el 25. De esta forma, se pierde un tiempo precioso para tomar Córdoba que en aquellos momentos se encontraba casi desguarnecida, y a la vez le da tiempo a Queipo de Llano de enviar refuerzos a la ciudad  sitiada.

      La situación de Córdoba, una vez que Cascajo se hace con la ciudad, es precaria. Las fuerzas militares con las que la rebelión triunfó en Córdoba eran verdaderamente escasas. El 18 de julio, Córdoba contaba únicamente con 180 soldados de artillería, 100 guardias civiles y 233 guardias de asalto[iv]. Pronto empezaran a recibir refuerzos, los días 23 y 25, dos secciones de la 5ª Bandera del Tercio; y el 28 y el 30 un tabor de regulares de Ceuta y compañías de diversos regimientos. A la vez que se forman - como en la zona republicana, pero de distinto signo - batallones de milicias, como son: el  de Voluntarios, donde se integran los elementos más jóvenes de la gran burguesía cordobesa; y el “Escuadrón Cañero”, al mando del rejoneador del mismo nombre y, formado por caballistas de la capital, capataces, aperadores de las grandes fincas y aficionados a la equitación[v].

      Sin embargo, todo esto no es suficiente, aunque hacen expediciones punitivas en ayuda de otras poblaciones - de la misma forma que lo hacía en esa época la guardia civil acantonada en Pozoblanco en los diversos pueblos de la comarca - tales como Espejo, Baena, Villarrubia, Almodóvar del Río, El Carpio, Fernán Núñez etc. , donde unas veces se toman y se pierden dichas poblaciones. Las masas de milicianos van cercando la capital que está en comunicación con Sevilla a través de la zona oeste, por el río Guadalquivir. Los primeros ataques contra Córdoba los relata Martínez Bande: Inicialmente se siguió aquí la carretera general de Madrid, empleándose una fuerte pero caótica, masa de milicianos, que obligaron el 24 a abandonar Pedro Abad y luego El Carpio y establecerse, el 24, al este de Alcolea, defendiendo el puente de este nombre y el llamado Mocho, en la carretera al pantano del Guadalmellato. Y las alturas al este de los mismos, hasta el meandro que forma aquí el Guadalquivir[vi]

      Para este mismo autor nacionalista - Martínez Bande - las posiciones nacionalistas se encontraban por el Norte, a 2500 metros aproximadamente, vivaqueando los rojos muy cerca de la “Venta de los Pedroches”, en la carretera de Peñarroya; por el sur, en Torres Cabrera, a 15 kilómetros, en la carretera de Espejo, y por el oeste, en el caserío de Villarrubia. En esta precaria situación, semirrodeada por el enemigo, era bombardeada casi diariamente por la aviación roja[vii]. El primer amago de ataque republicano sobre la ciudad tuvo lugar el 4 de agosto, previa preparación artillera con Artillería del 7,5 y 10,5 además de la aviación, pero que fue rechazado desde las posiciones nacionalistas de “Las Cumbres” y “Los Cansinos”. Ese mismo día llegó el general Varela que se hizo cargo del mando y, al día siguiente lo haría, brevemente, Queipo de Llano, en medio del júbilo de militares y derechistas, y el temor de los izquierdistas que en aquellos momentos eran fusilados o se encontraban detenidos u ocultos.

      Ya se comentó en el capítulo anterior como don Joaquín partió de Valencia en la noche del 31 de julio, al mando de una expedición compuesta de dos baterías del 7,5 del Regimiento de Artillería Ligera nº 5 de Valencia. Aunque su destino inicial era Madrid, para defender la capital en Somosierra, - como también fue el coronel Eixea -, al no ser necesario en este lugar, el Gobierno rápidamente lo envía a Andalucía para formar parte de la columna Miaja. El día 1 ó  2 de agosto llega a Montoro, sede del cuartel general de Miaja, donde rápidamente se le da el mando de una columna. En palabras del historiador franquista Joaquín Arrarás: El comandante Bernal, que operó inicialmente en el frente de Somosierra fue reclamado por Miaja para mandar una de las columnas destinadas a la marcha sobre Córdoba; otra columna, bastante fuerte, quedó encomendada al comandante Pérez Salas, hombre a quien se le reconocían méritos profesionales y que, por sus actividades políticas, gozaba de la privanza del Frente Popular[viii]. No es cierto que don Joaquín tuviese actividades políticas durante la República - las tuvo, en la Dictadura de Primo de Rivera -, pero sí gozaba de la amistad de los dirigentes republicanos.

      El 27 de julio se reunieron en Montoro las columnas procedentes de Alicante, Murcia, Madrid y Valencia, y tomó el mando de todas las fuerzas el general Miaja, con el comandante de Estado Mayor Juan Bernal de adjunto. Miaja dejó el frente el 6 de agosto, día en que el Gobierno designó a Bernal para el mando de las tropas, y este organiza el sector de Córdoba en tres subsectores, cada uno de los cuales estaría a cargo de una columna; éstas serían la columna norte (Cerro Muriano), la columna centro (El Carpio) y la columna sur (Espejo-Castro del Río), ésta última a las órdenes de Pérez Salas[ix].

      A juicio de Martínez Bande: Las columnas serán informes y heterogéneas, pero representaban un cierto progreso, dentro del plano de eficacia, con respecto a las que venían campando por Andalucía hasta la fecha. Y ello únicamente por la presencia de ciertos restos de unidades regulares y de algunos mandos profesionales. No se conoce por documentos rojos la composición de las columnas. Serán un total de 3.000 hombres. Pero según el informe suministrado por “un pasado” el teniente coronel de ingenieros don Jesús Olivares Baque, la columna de Pérez Salas iba motorizada en unos 20 ó 25 camiones, salvo la artillería hipomóvil. Los efectivos eran aproximadamente, dos compañías de “licenciados y permisionarios” (milicianos más bien) de la provincia de Jaén, dos compañías de la Guardia Nacional Republicana (antigua Guardia Civil), 60 carabineros y una sección de ametralladoras de Castellón, aparte de dos más, que iban en dos autos blindados, más las baterías ligeras[x].

      Estas dos compañías de la guardia civil, estaban mandadas por el capitán Antonio Reparaz Araujo, que pronto tendría problemas con su superior, el jefe de la columna, Don Joaquín Pérez Salas. Reparaz, fanático y exaltado, compara a su vez las columnas de Miaja, con los ejércitos de Pancho Villa.

      El general Miaja cuyo puesto de mando seguía estando en Montoro, tuvo sin duda presente el fracaso sufrido el 4 de agosto, no decidiéndose a emprender una nueva ofensiva hasta reunir una masa considerable para aquel entonces: posiblemente unos 3.000 hombres, según los informes más autorizados[xi].

      Desde el día 28 de julio que llega a Montoro, no ordena hasta el 5 de agosto su primera acción bélica: el frustrado ataque a Baena. Incomprensiblemente, cuando la población estaba casi tomada, en la mañana del día 6 a eso de las ocho de la mañana, ordenó la retirada de las fuerzas. El triunfo más importante fue la toma de Adamuz el día 10, después de un pacto de rendición que hizo el capitán Reparaz con los rebeldes. Pacto muy similar al que haría, poco después, el 15 de agosto con los sublevados de Pozoblanco y su comarca: la rendición se haría ante militares profesionales, las personas de derechas serían evacuadas en diversos medios de transporte preparados al efecto y, sólo entonces, entrarían las milicias obreras en el pueblo.

      El final de los rendidos en Adamuz (con otras poblaciones de Jaén) y los de Pozoblanco sería el mismo: unos 200 rebeldes de zona de Jaén-Adamuz morirían en Madrid y, unos 300 en Valencia de los sublevados en la comarca de los Pedroches[xii]. No se sabe si don Joaquín intervino o tomó parte en el plan de ataque a estos dos pueblos, Baena y Adamuz, pero sí que fuerzas a sus ordenes interviniesen en la lucha.

      El personaje principal que se relacionara con Pérez Salas en estas fechas, es el capitán de la guardia civil Antonio Reparaz, destinado en Andújar. En su historial, consta que fue enviado a Perú para crear la guardia civil de aquel país. Y sobre todo, era mas bien conocido por su participación en la represión de Asturias, por los sucesos ocurridos en la llamada Revolución de Octubre de 1934, cuando se encontraba a las órdenes del comandante Doval. Después de estar cesante durante algún tiempo, en 1936 es destinado a Andújar, donde le coge la guerra. El teniente coronel de la guardia civil y jefe de la comandancia de Jaén, Pablo Iglesias, permanece leal al gobierno; por lo que Reparaz, aunque intenta sublevar a la guardia civil, no tiene más remedio que unirse a la columna Miaja, para con el tiempo pasarse a los rebeldes, como así sucedió. En su libro “Desde el Cuartel General de Miaja, al Santuario de la Virgen de la Cabeza”, editado en 1937, - obra como todas las de su época, fanática y llena de insultos a los republicanos, y donde oculta su participación en la rendición de Pozoblanco - relata su relación nada amistosa con don Joaquín. Esta es la semblanza que hace de Miaja, cuando en aquellas fechas era conocido en todo el mundo como “El héroe de la defensa de Madrid”:

      A Miaja no lo conocía yo personalmente. Sabía de él por anécdotas y pequeños sucesos, que le perfilaban como un tipo grotesco, indeseable en una comunidad normal y patriótica de militares... Tenía este en sí, antes del 19 de julio, una potencia de palanquetero, de bandido de baja estofa, que después de la fecha gloriosa pudo manifestarse ampliamente. Llevaba Miaja, larvada, una actitud rateril, rencorosa y antiespañola... El personaje y el paisaje me dieron asco... Miaja de uniforme, porcino, bastote, sin ningún rasgo de elegancia que distingue a los militares españoles, parecía un salchichero que acababa de quitarse el mandil para deshonrar el uniforme del ejercito español. El tono insultante y despreciativo contra Miaja - su superior y a quien engañó - es enorme. Más adelante continua: Miaja se me pareció como un bandolero mejicano, con fajín de general. En páginas anteriores, he establecido una analogía entre los milicianos rojos, y los hombres de Pancho Villa. La vista de Miaja me sugirió, con mas fuerza, el parecido entre unas y otras hordas[xiii]. Puede que en algunos casos, sea cierta la comparación entre los milicianos de caballería rojos con los hombres de Pancho Villa, incluso en la forma de tomar los pueblos. Pero también se podrían comparar con los componentes del “Escuadrón Cañero”, pero estos mucho más salvajes y fanáticos. De la misma forma que, Reparaz, describe la semblanza de Miaja, podía haberla hecho igual de Queipo de Llano si hubiese sido republicano. En el fondo era problema de quedar bien, después de haberse pasado al bando nacionalista: ¡Había que hacer méritos con los nuevos mandos!. Ya veremos que después no dio resultados.

      Antonio Reparaz, consigue engañar a Miaja - se le retira provisionalmente el mando de sus guardias - y por decisión del mismo Miaja - aspecto éste incomprensible - entra a formar parte de su Cuartel General. Desde este puesto va recogiendo guardias civiles - con el permiso de su superior - y los va concentrando, con armas y víveres en el Santuario de la Virgen de la Cabeza. Su intención es volver a sublevar la provincia de Jaén o bien hacerse fuertes en el Santuario hasta la llegada de las fuerzas nacionales. Interviene también, como representante de Miaja en las rendiciones de Adamuz y Pozoblanco, y a partir del 17 de agosto, después de la toma de esta última población, se le ordena que se incorpore a la columna mandada por Joaquín Pérez Salas.

      No se tienen noticias del primer encuentro entre don Joaquín y Reparaz, pero muy posiblemente tuviese lugar en el mismo Cuartel General de Montoro. Don Joaquín debía de conocer su participación en la represión de Asturias, y a su vez Reparaz las actuaciones de aquel para derribar la dictadura y la monarquía. Los datos de estas relaciones se conocen a través de la obra de Antonio Reparaz, en palabras del mismo:

      La columna Miaja iba a salir de operaciones para la conquista de Córdoba.

      Me encontré a mis guardias. Cincuenta de ellos estaban a las órdenes del comandante Balibrea; cincuenta a las del comandante Armentia, y el resto unos doscientos veinticinco, a las mías. Mi subalterno era el capitán García del Castillo, más antiguo que yo en el escalafón.

      Pertenecíamos a la columna del teniente coronel Pérez Salas, de Artillería. Hombre peligroso por lo inteligente, pequeño Maximiliano Robespierre del Frente Popular.[xiv]

      En estas dos líneas, que malamente podía llamarse pequeña semblanza de  don Joaquín - muy distinta de la burda e insultante que hace de Miaja -, reconoce su inteligencia, pero no su capacidad militar, a la vez que su peligrosidad. Se encuentra ante un militar íntegro, mucho más que él mismo - ya que la guardia civil de todas las épocas ( a excepción de la actual), se ha dedicado mas a las “tareas represivas”, que militares propiamente dichas-. Destaca también su carácter republicano e indirectamente sus actuaciones contra la monarquía y los sublevados de Valencia en 1936, curiosamente comparándolo con Robespierre y que es completamente falsa. La mayoría de los escritores “nacionalistas” coinciden, en que don Joaquín, era un buen militar, inteligente y profundamente republicano y liberal, pero lógicamente contrario al “Alzamiento Nacional” por sus ideas y por tanto enemigo del nuevo régimen que se quería establecer: la dictadura militar, tan despreciada por él.

      Nada más encontrarse, surgieron desavenencias entre ellos. En palabras de Francisco Moreno Gómez: Las milicias siempre habían desconfiado de Reparaz. Su arrogante manera de pasear cubierto por el tricornio, cuando los demás guardias leales usaban el gorro cuartelero, se interpretaba ya como un desafío y hostilidad. Por fin Pérez Salas le ordenó tajantemente que no usara el tricornio[xv]. El mismo Reparaz lo refiere en su obra:

      Hasta el día que salió la columna del comandante Pérez Salas - que en la actualidad es teniente coronel, por obra y gracia de su traición a la patria - conserve mi tricornio. Del mando de la columna se me reiteró la orden rigurosa y conminatoria.

      - Despójese del tricornio, para ponerse el gorro cuartelero.

      No tuve más remedio que acatar la orden. Pero ninguno de nosotros aceptó vestirse el “mono” que se estaba haciendo de uso reglamentario en aquellas partidas de traidores y desalmados. Conservamos nuestro uniforme, que por cierto insufrible con el calor agosteño de Andalucía. El uniforme de la guardia civil, nos libraba de una de una remota semejanza con el resto de la columna. Era como nuestro cilicio voluntario. Cilicio que nos imponíamos por amor a la patria, y para que los nacionales, pasados nosotros a las filas donde nos impulsaban el deber y el amor, no pudieran dirigirnos un mudo reproche[xvi]. Estos párrafos de Reparaz - aparte de que sí es cierto que él y sus guardias, no leales a la República, gustaban de vestir el uniforme - esconden otra realidad. Y es que al tener pensado pasarse a los rebeldes, era muy peligroso para ellos, que fuesen confundidos con milicianos que sí utilizaban muchos de ellos el mono de campaña, que se puso de moda incluso en la guardia civil leal.

      Tampoco estaba de acuerdo con Reparaz, el comandante Bernal, ya que, este último quiso dejar sin efecto la orden del ministro de la Gobernación del 8 de agosto, por la que los 200 guardias civiles de Reparaz se unían a la columna Miaja. Bernal argumentó, sin resultado, que ya tenía suficientes guardias en la columna[xvii]. El resultado final fue que la mayoría de los Guardias civiles, se pasaron a las filas rebeldes por las provincias de Córdoba y Granada. En la opinión de Martínez Bande:

      Así, el 12 de agosto, se pasaron por la carretera de la Cuesta de las Cabezas dos oficiales y 49 guardias de la comandancia de Jaén. El día 11 el capitán Pérez Ugena, un oficial subalterno y 46 guardias procedentes de Lorca (Murcia), luego de burlar con una estratagema a 200 milicianos, consiguiendo cruzar las líneas por el sector de Pinos Puente, preparando además, el paso de un comandante y dos capitanes, varios subalternos y 45 guardias de la comandancia de Jaén, que lo hicieron el día 15. Por último, unos 50 guardias más de la compañía de Pérez Ugena, pasarían más adelante por el frente de Córdoba, con el capitán Reparaz, pese a dejar a sus familias en la zona que abandonaban.[xviii]

      Por último, tampoco los milicianos veían con buenos ojos a la guardia civil, formando parte de la columna. No se fiaban de ellos. Milicianos, que en su mayoría eran jornaleros o mineros y, que durante muchos años habían sufrido la represión de este mismo cuerpo policial. Hasta tal punto era así, que le pidieron a don Joaquín que los desalmara y les entregara sus fusiles:

      Más tarde cuando el 19 de agosto Reparaz y sus hombres llegaron a Castro del Río camino de Espejo, los milicianos de la FAI-CNT propusieron a Pérez Salas “que los desalmara, porque aquellas armas serían mucho más útiles en manos del pueblo”, a lo que, naturalmente, no se accedió. De todas formas, los castreños no consintieron que los guardias civiles pasaran por el pueblo. Citado por Francisco Merino Cañasveras en su obra, Castro del Río, del Rojo al negro.[xix]

      En este ambiente de desconfianza hacia la guardia civil, se iba a realizar el ataque a Córdoba, que fracasaría, y parte de este fracaso se debe a Antonio Reparaz, por sus manejos e interferencias en la columna Miaja, como se verá  más adelante.

 

 



[i]ANONIMO. Crónica de la Guerra Civil española T. 2º. Pag. 137-138. Ed. Codex, S.A.

[ii]IDEM. Pág. 138.

[iii] MARTINEZ BANDE J.M. La campaña de Andalucía. Pag. 56. Ed. San Martín.

[iv] MORENO GÓMEZ  F. La Guerra Civil en Córdoba. Pág. 125. Ed. Alpuerto, S.A.

[v] IDEM. Pág. 126.

[vi] MARTINEZ BANDE J.M. La campaña de Andalucía. Pag. 56-57. Ed. San Martín.

[vii] IDEM. Pág. 55

[viii] ARRARAS Joaquín. Historia de la cruzada española. T. Nº 32. Pág. 470. Ed. Españolas, S.A.

[ix] SUERO ROCA Mª T. Un general de la República. Joaquín Pérez Salas. Rev. Tiempo de Historia nº 37. Pág. 108.

[x] MARTINEZ BANDE J.M. La campaña de Andalucía. Pag. 61. Ed. San Martín.

[xi]IDEM. Pág. 61.

[xii] MORENO GÓMEZ F. La Guerra Civil en Córdoba. Pág. 279-283. Ed Alpuerto, S.A.

[xiii] REPARAZ  A. y TRESGALLO DE SOUZA. Desde el cuartel general de Miaja, al Santuario de la Virgen de la Cabeza. Pág. 68. Ed. Artes Gráficas. 1937.

[xiv] IDEM. Pág. 129.

[xv] MORENO GOMEZ. F. La Guerra Civil en Córdoba. Pág. 366. Ed. Alpuerto, S.A.

[xvi] REPARAZ Y TRESGALLO DE SOUZA A. Desde el Cuartel general de Miaja, al Santuario de la Virgen de la Cabeza. Pág. 132. Ed. Artes Gráficas.

[xvii] MORENO GÓMEZ F. La Guerra Civil en Córdoba. Pág. 366. Ed. Alpuerto, S.A.

[xviii] MARTINEZ BANDE J.M. La campaña de Andalucía. Pág. 72. Ed. San Martín.

[xix] MORENO GÓMEZ F. La Guerra Civil en Córdoba. Pág. 366. Ed. Alpuerto, S.A.

 

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