Carta a medias

Inmersa en su pensamiento,
alterado por diversas emociones
que invaden su ser,
una de tantas cibernautas
descubre su sentir
hacia ese ser que por ahora
prefiere llamar amigo, por temor a equivocarse
y entregar su corazón.
El mismo que más de una vez
ha sido quebrantado,
pero que hoy necesita expresar
lo que guarda en sí.

Se detiene, y piensa nuevamente
si será lo correcto, si debe hacerlo.
Recuerda instantes de alegría compartidos
junto a ese ser que ha iluminado sus días
y que tal vez jamás imaginará cuánta dicha
ha obsequiado a su vida.
Y ríe, pues entre lo que pueda parecer
absurdo, incomprendido,
muy dentro de ella, va naciendo
un sentimiento muy bello, muy real.

Retoma su intención inicial y escribe:
"Amado Mío"
sorprendiéndose ella misma
por lo que piensa
y se pregunta si lo asustará
con tales palabras.
Así que sólo escribe:
"Querido amigo"
y prosigue sin detenerse,
trazando las letras
que van naciendo de su corazón:

"Espero te encuentres muy bien
el día de hoy.
En realidad no sé ni porqué te escribo,
simplemente pensé en tí
y sentí la necesidad de saludarte.
Quería darte las gracias por tu amistad
y por lo bello que hemos compartido.
Gracias porque aún en las penas
y situaciones difíciles,
has sabido tolerarme
y mostrarme tanta paciencia.
Gracias por las bromas,
que aún en medio de mis preocupaciones,
dibujan una sonrisa en mi rostro.

Gracias por cada palabra,
cada consejo que ha seguido a aquél
que me brindaste la primera vez
que coincidimos.
Gracias por la confianza
que has depositado en mí,
abriendo tu corazón de una manera
que me ha conmovido completamente.
Gracias por ser tan genuino, puro y dulce.
Por ser tan distinto y firme en tu pensar,
lo que me hace admirarte.
Gracias por la seguridad que me inspiras
y por el respeto que muestras
a mi individualidad, aceptando
mis debilidades y fortalezas.

Quisiera escribirte tantas cosas,
decirte tanto,
pero me quedaría corta de palabras.
Sólo deseo que sigamos creciendo en amistad,
disfrutando de cada encuentro,
compartiendo ocurrencias,
alegrías y pesares;
pero siempre unidos,
sin tornarnos en una carga para el otro.
Ofreciendo lo mejor de nosotros
y permitiendo que nuestras almas
sigan descubriendo lo que guardan entre sí".

Termina su carta la cibernauta
y la estrecha contra su pecho
antes de sellarla y enviarla
al ser que originó tal inspiración.
Le parece un escrito sencillo
que abarca mucho de su sentir,
pero reconoce que no contiene
todo lo que quiso confesarle
y que quizás permanecerá dentro de ella
por largo tiempo.

Lydia E. Martínez Santiago (eve)

15 de noviembre de 2002

 

 

 

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