Diario de una maestra
Gracias Señor por éste
nuevo día.
No sé cuántas sorpresas
me esperan hoy,
cuántos retos tendré que
enfrentar;
cuántos problemas
requerirán solución.
Dame sabiduría, mi Dios,
para comprender
a mis niños,
para pronunciar la
palabra adecuada;
para ser un ejemplo a
seguir.
Sigo meditando, mientras
repaso el tema del día,
busco los materiales que
aún no he acomodado
y pese a la somnolencia
y el cansancio,
aligero mis pasos, pues
ansío ver
a esos niños que tanto
me hacen sonreír.
Quienes me han cambiado
la vida
y han depositado en mí
una confianza
que espero jamás
defraudar.
Entonces olvido todo
aquello que pueda
perturbar mi pensamiento
y existencia
para concentrarme en
cada una de esas criaturas.
Para escuchar con
atención cada nueva historia,
cada problema y pesar.
Para sonreír con cada
comentario jocoso.
Para aprender de la
grandeza que encierra
cada uno de ellos.
Para contemplar la más
espléndida exposición
de sentimientos;
llevándome a considerar
cómo puedo parecerme a
ellos
en su gran capacidad para
amar y perdonar.
Hay días fantásticos en
los que la emoción
me embarga pues siento
que logramos
grandes cosas, que
mutuamente
salimos enriquecidos.
Que seguimos creciendo
juntos y
compenetrándonos cada vez más.
Pero también existen
aquellos días
en los que me pregunto:
¿qué pasó?, ¿por que las
cosas no resultaron?
¿qué puedo hacer para
mejorarlo?
Aparecen también días
tristes en los que conozco
lo que lastima a
mis niños,
eso que los hace sufrir
y ocupa un lugar
en sus mentes.
A veces me siento atada
de manos
cuando no encuentro la
manera de socorrerlos.
Porque es mi deber, no
porque un papel lo exija
o un superior me lo
ordene;
sino por que así
lo siento.
Porque, ¿de qué me sirve
estar junto a ellos,
si mi corazón no está
presto a ayudarlos?
¿Si no voy a ser capaz de
impactar su vida
positivamente?
¿Si no los aceptaré con
sus limitaciones y conflictos?
¿Si no los amaré por
igual, respetando sus diferencias
y reconociendo sus
talentos?
¿Si no voy a ser paciente
con el que trabaja
a un paso más lento que
los demás?
Así transcurre mi día,
entre papeles, trazos de
pintura en mis manos,
dibujos que me obsequian,
besos y abrazos a cada instante
y me doy cuenta que el
reloj marcha a toda prisa
marcando la hora de irme
a casa.
Regreso cargada de
emociones,
risas, voces y
canciones.
También llevo
frustraciones
por lo que pude haber
hecho y no hice,
por lo que pensé decir y
luego olvidé.
Revolotean
preocupaciones acerca
de lo que encontrarán
ellos al llegar a su hogar.
Y al anochecer, entre
mis peticiones a Dios,
recuerdo a mis niños
y los pongo en sus manos
para que los cuide
y acompañe cada día.
Me sorprende un nuevo
día
con el recuerdo de un
sueño feliz
en el que los niños con
su luz
iluminaron la oscruridad
de mi noche.
" A todos los niños
porque cada uno es
una bendición de Dios.
A mis maestros en el
transcurso de mi vida,
mis profundos respetos y
afectos
por esta vocación
que nació
en sus corazones.
A los 31 niños que tuve
a mi cargo
durante estos meses.
Por todo lo que aprendí
de ellos, por su amor
y por cambiar para bien
la vida de Lydia Martínez".
Lydia E. Martínez
Santiago (eve)
12 de diciembre de 2002
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Lydia E. Martínez
Santiago