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Lavoisier
Temperamento y método
de investigación.
Lavoisier introdujo en el estudio de la Química lo que más
se necesitaba en su época: los hábitos y actitud mental
del físico entrenado. La Química ha ganado enormemente
con la influencia de aquellos cuyos puntos de vista fueron físicos
sobre todo, hombres a quienes no interesa preparar nuevos compuestos
o descubrir nuevas reacciones, sino que prefieren medir y pesar, y
de esta forma adquieren experiencia del mecanismo de los cambios químicos
con que ya están familiarizados bajo el aspecto cualitativo.
Lavoisier es uno de los más eminentes ejemplos de este tipo
mental, mientras que Scheele representa el extremo opuesto; y es sumamente
interesante ver cómo los dos hombres solucionaron a la vez
el mismo problema a su manera característica cada uno.
Lavoisier
dispuso de veinte años de trabajo en ciencia y tecnología,
que fueron de enorme beneficio para el pueblo francés
y para la Ciencia. Se ocupó en métodos para
el abastecimiento de agua corriente a París y en la
iluminación de sus calles por las noches. Ayudo al
descubrimiento de nuevas formas de fabricación de salitre,
uno de los ingredientes de la polvora.
Consiguió
descubrir lo que los alquimistas llamaban la transformación
del agua en tierra como clara prueba de transmutación
de elementos. Los alquimistas consideraban que cuando se llevaba
el agua en un recipiente a ebullición, en éste
aparecían sedimentos dando por probado que el elemento
agua pasaba a transformase en el elemento tierra. Con sus
experimentos Lavoisier demostró que ese sedimento no
era tierra, sino simplemente, cristal disuelto por el agua
al ser llevada al punto de ebullición. Llegó
a esta conclusión por el hecho de medir las cosas con
precisión.
El hecho fundamental había sido confirmado por Boyle,
Boerhaave y muchos otros, pero la explicación le parecía
esencialmente improbable a Lavoisier, quien en 1770 demostró
su falsedad con el siguiente experimento:
Después de pesar una cantidad de agua, la hirvió
en un alambique, también pesado, por espacio de cien
días. El recipiente era una vasija cerrada provista
de largo cuello doblado hacia atrás sobre si misma
que tenía el mismo objeto que el moderno alambique
condensador de reflujo. Al final del largo período
de ebullición no había variado el peso total
del frasco y su contenido, mostrando con esto que no se había
perdido nada ni se había tomado nada del fuego. Sin
embargo, el peso del recipiente había disminuido, en
tanto que la suma de los pesos del agua y el sedimento era
mayor que el peso del agua original en una cantidad prácticamente
equivalente, de forma que la materia sólida procedía
del recipiente y no del agua. Scheele procedió
de manera distinta. También hizo hervir largo tiempo
el agua en una vasija de cristal, pero no pesó nada.
En lugar de esto sometió el sedimento a análisis
cualitativo, descubriendo que contenía potasa, sílice
y cal - constituyentes del cristal, como ya sabía -,
llegó a las mismas conclusiones que Lavoisier. ¿Quién
se atreverá a decir que procedimiento es superior al
otro? Hoy empleamos un procedimiento como complemento del
otro, si el caso lo exige pero por lo que hace al trabajo
original, sigue siendo cierto que los grandes adelantos que
se efectúan en un sentido, rara vez se deben a los
mismos hombres que hacen grandes adelantos en otro. Los dos
tipos de investigadores siguen siendo distintos.
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Estudios sobre la combustión.
- La labor de Lavoisier sobre la naturaleza de la combustión
deriva de modo natural de la que acabamos de referir. Aquí también
quema cantidades de material pesadas de antemano; pesa cuidadosamente
los productos, y de sus resultados llega a sacar conclusiones muy trascendentales.
El 1° de noviembre de 1772 entregó al secretario de la Academia
una nota sellada, que decía como sigue
“Hace ocho días
descubrí que el azufre, al arder, lejos de perder peso, más
bien lo gana; es decir, que de una libra de azufre puede obtenerse más
de una libra de ácido vitriólico, lo que se consigue gracias
a la humedad del aire. Es lo mismo que en el caso del fósforo.
El aumento de peso proviene de la prodigiosa cantidad de aire que se
fija durante la combustión y se mezcla a los vapores.
Este descubrimiento a que he llegado mediante
experimentos que considero decisivos, me induce a creer que lo que se
observa en la combusti6n del azufre y el fósforo puede del mismo
modo suceder en el caso de todos aquellos cuerpos que aumentan de peso
en la combustión o calcinación. Estoy persuadido de que
a las mismas causas se debe el aumento de peso de los residuos fijos
metálicos. Los experimentos han confirmado plenamente mis conjeturas.
He reducido litargirio en vasijas cerradas empleando el aparato de Hales,
y he observado que se desprende una cantidad considerable de aire en
el preciso momento en que el litargirio se convierte en metal, y que
este aire ocupa un volumen mil veces mayor que la cantidad de litargirio
empleado.
Como este descubrimiento parece ser uno de los más interesantes
que se han hecho desde la época de Stahl, comprendo
que es mi deber poner esta nota en manos del secretario de la Academia,
de la que guardará secreto hasta que yo pueda publicar mis experimentos.”
Teoría de la
combustión. - Por lo expuesto
se ve claramente que Lavoisier se daba perfecta cuenta de las consecuencias
importantes que podrían sobrevenir si la combustión resultaba
ser, realmente, la unión de la sustancia que ardía con
el aire o algún elemento que el aire encerrase. Desde entonces
un experimento sucede rápidamente a otro, y en otoño de
1774 Lavoisier publica su trabajo sobre la calcinación del estaño.
Toma una parte del metal pesada de antemano, la mete en un frasco también
pesado y suficientemente grande para contener una cantidad considerable
de aire, cierra el frasco a la lámpara y calienta el todo hasta
que el metal queda visiblemente bien calcinado. Después de enfriamiento
comprueba que el sistema no ha perdido ni ha ganado peso, y entonces
rompe la punta del frasco. Al precipitarse el aire en su interior, revela
un vacío parcial, y Lavoisier advierte que el peso del frasco
ha aumentado exactamente en la misma cantidad que el estaño,
demostrándose con ello que la calcinación consiste en
una cesión de gas del aire al estaño. Descubre también
más tarde que, cuando se emplea una cantidad suficiente de estaño,
queda un aire que no calcinará ya más estaño, y
de esto deduce que sólo una porción de aire reacciona
durante la combustión. Más adelante todavía en
el mismo año, después de los primeros experimentos de
Priestley, calienta mercurio en un volumen limitado de aire hasta que
se ha formado una considerable cantidad de óxido rojo y repara
en la disminución de volumen del aire hasta que, finalmente,
alcanza su grado máximo. Después, como Priestley, calienta
sólo el óxido de mercurio y determina con precisión
las propiedades del desprendido y el vigor con que alimenta la combustión.

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En 1777 resume su teoría
de la combustión en las cuatro proposiciones
siguientes
1. En toda combustión se desarrollan luz y calor.
2. Los cuerpos arden únicamente en un aire eminentemente
puro o principio atmosférico (éste fue el nombre
que Lavoisier dió primero al oxígeno).
3. Este último se consume con la combustión, y
el aumento de peso de la sustancia quemada es igual a la perdida
de peso que experimenta el aire.
4. Mediante el proceso de la combustión, la sustancia
combustible se transmuta generalmente en ácido; sin embargo,
los metales se calcinan. |
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La revolución
química - A pesar de la claridad
de exposición de Lavoisier y de los meticulosos experimentos
con que apoyaba sus conclusiones, sus ideas produjeron de momento poca
impresión, hasta que otra serie de experimentos, llevados a cabo
en 1782 y 1783, condujeron a una conclusión por el estilo. Lavoisier
dedicó su atención a la composición del agua, y
aunque sus experimentos siguieron los de Cavendish, él supo interpretarlos
y Cavendish no. Idea peregrina fue su análisis cuantitativo del
vapor haciéndolo pasar sobre hierro caliente. Asimismo quemó
el hidrógeno, formando agua sintética y midiendo todas
cantidades empleadas y obtenidas. Más tarde, todavía hizo
experimentos con el ácido carbónico; descubrió
que se formaba por la unión del carbono y el oxígeno,
y determinó su composición por el peso. Asimismo confirmó
lo que Black había hecho sobre la caustificación de la
cal. El efecto acumulativo de estas investigaciones produjo la súbita
conversión de muchos químicos franceses en 1785, y las
nuevas ideas quedaron firmemente establecidas con la publicación
de la gran obra de texto de Lavoisier, 'Traité élémentaire
de la Chimie, en 1789. A este cambio se le calificó con acierto
de revolución química, porque trastornaba por completo
el punto de vista de esta ciencia. La misteriosa e hipotética
sustancia - el flogisto -, que no obedecía a la ley de la gravedad
variaba arbitrariamente de propiedades según el dictado de consideraciones
teóricas, se borró de la Ciencia, y se comprobó,
de una vez para siempre, la ley de la conservación de la masa.
Esto hizo posible el análisis cuantitativo y la ecuación
química. Esta última representa una comodidad en la forma
de expresión que le debemos a Lavoisier, y de la que él
hizo uso inmediato para el planteamiento y resolución de problemas.
Escribe:
"Si destilo una sal desconocida
con ácido vitriólico y luego encuentro ácido
nítrico en el recipiente y tártaro vitriolado en el
residuo, infiero que la sal original era nitrato, y llego a esta conclusión
escribiendo mentalmente la siguiente ecuación basada en el
supuesto de que el peso total es el mismo antes que después
de la operación."
" Si x es el ácido de la sal desconocida, e y la base
desconocida, escribo:
x + y + ácido vitriólico ácido nítrico
tártaro vitriolado ácido nítrico + ácido
vitriólico + álcali fijo.
De donde deduzco: x ácido nítrico, y álcali fijo,
y la sal original es nitrato."
Nada igual había aparecido hasta entonces en la
literatura química. Lavoisier fué el precursor en el análisis
de las substancias orgánicas, que quemaba aire u oxígeno
y determinaba el peso del ácido carbónico que se formaba.
Pasó algunos malos ratos con su aparato de absorción,
que era bastante rudimentario, pero muchos de sus análisis fueron
sorprendentemente buenos.
Como Priestley, él también se dio cuenta
de la analogía que existe entre la respiración y la combustión,
e hizo experimentos cuantitativos para determinar la velocidad de oxidación
en el cuerpo animal. Suponía que la oxidación se produce
en los pulmones. Podemos considerar esta labor como el principio de
la Química fisiológica.
La nueva nomenclatura.
En 1782, Guyton de Morveau (1737-1816) publicó en el Journal
de Physique un comunicado sugiriendo reformas en la nomenclatura química.
La obra de Lavoisier había sazonado ya y el movimiento oportuno.
Para el estudio del asunto se nombró una comsión de la
que formaban parte Guy de Morvean, Lavoisier, Antoine Francois de Fourcroy
(1755-1809) y Barthollet. El resultado de sus deliberaciones se publicó
en 1787, bajo el título de Méthode de une Nomenclature
Chimique. Esta acabó con muchos nombres arbitrarios y fantásticos
que habían utilizado anteriormente, y los substituyó por
otros que se basaban en la composición química. Hablando
en general, puso los cimientos en que hoy se basa la nomenclatura internacional.
Los servicios de Lavoisier a la Química incluyen
un nuevo sistema para denominar a los productos químicos. Los
alquímistas habían revestido su ignorancia con un lenguaje
fantasioso y poético. Por ejemplo, hablaban del oro como del
"Sol" y de la plata como la "Luna". Llamaron a la mezcla de ácido
nítrico y ácido clorhídirco, con la que se puede
disolver el oro, "agua regia".
Sin embargo, Lavoisier elaboró un nuevo sistema de nomenclatura
química. Este sistema está basado en los nombres de los
elementos y designa a los compuestos de acuerdo con los elementos con
que están formados. Así a la sal, un compuesto de sodio
y cloro, se le llamó "cloruro sódico". El gas formado
por hidrogeno y azufre es "sulfuro de hidrogeno". Un ácido que
contenga azufre es "ácido sulfúrico".
El sistema también posee nombres familiares para compuestos
que contengan diferentes proporciones de un elemento determinado. Por
ejemplo, existe una serie de cuatro ácidos compuestos de hidrogeno,
cloro y oxigeno. Distribuidos en orden al contenido creciente de oxígeno,
se les denomina:
Ácido Hipocloroso: HClO
Ácido Cloroso: HClO2
Ácido Clórico: HClO3
Ácido Perclórico: HClO4
Si el hidrogeno es sustituido por un metal como el sodio, el resultado
de los compuestos es el siguiente:
Hipoclorito sódico: NaClO
Clorito sódico: NaClO2
Clorato sódico: NaClO3
Perclorato sódico: NaClO4
En 1789, Lavoisier publicó el primer texto moderno de Química.
Traité élémentaire de chimie (Tratado elemental
de Química). En este libro, discutió todo el conocimiento
sobre Química a la luz de su nueva teoría de la combustión
y empleó su moderna nomenclatura.
Conocimientos
químicos anteriores a la revolución Química.
Los libros escritos desde un punto de vista flogístico
son tan difíciles de entender, que nos sentimos inclinados
a pasar por alto los conocimientos químicos de aquel
período, de manera que una ojeada a las tablas del Traité
élémentaire, Lavoisier, que comparan los nombres
nuevos con los antiguos, acaso sea de gran utilidad.
La verdad es que hasta esa época la composición
química había sido objeto de la mayor confusión,
porque si se consideraba que el metal era un Compuesto de sus
cenizas y flogisto, y el compuesto pesaba menos que la suma
de sus partes constitutivas, las palabras compuesto y elemento
tenían significado y, realmente, no parece que hubieran
sido muy contrastados. Así y todo, ciertas cosas estaban
claras. Las diferencias que distinguen los ácidos, las
bases y sales, por ejemplo, no podían pasar inadvertidas.
Las sales se consideraban como combinaciones de ácido
y base, y se denominaban ya en esta forma algunas de las más
nuevas y menos conocidas. Las sales ácidas y básicas
se distinguían ya de las neutras por el exceso de uno
de los componentes y se había insistido ya sobre el hecho
de que era la base, no el metal, la que formaba la sal por combinación
directa. Cuando un metal se disuelve en ácido para formar
una sal, primero debe dar flogisto (desarrolla hidrógeno),
como hace el cinc en el ácido clorhídrico, o si
no el mismo ácido deberá ser flogisticado (reducido),
como cuando reacciona el cobre con el ácido sulfúrico
o el ácido nítrico. Lo que ahora denominaríamos
diferencias en el estado de oxidación eran también
reconocidas y los nitratos diferenciados de los nitritos, los
manganatos de las sales manganosas y asi sucesivamente.
No existía entonces un sistema racional de nomenclatura
en la química orgánica. Sustancias bien conocidas
como el alcohol o el azúcar, tenían por supuesto
sus nombres actuales, pero estaban desprovistos de significado
químico general. Un ejemplo claro de esto es que a la
manteca de vaca se le denominaba “manteca de antimonio”
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En la tabla de Elementos de Lavoisier, se promulgó
y ordenó la nueva nomenclatura. Al igual que Boyle define a los
elementos como sustancias que ya no pueden descomponerse y los divide
en 4 grupos:
1.- Gases elementales: Oxigeno, hidrógeno y nitrógeno
2.- Elementos como el azufre y el fósforo con Oxigeno dan ácidos
(elementos ahora conocidos como metaloides).
3.- Metales
4.- Tierras: Cal, magnesia, barita, alumina y sílice. Estos compuestos
no podía clasificarlos de otro modo puesto que no habían
sido descompuestas. Lo mismo puede decirse de las bases: sosa y potasa,
pero Lavoisier estaba seguro de que se trataba de óxidos de algún
“radical” que se descubriría pronto por lo que se
negó a incluirlos en la lista.
Bibiografía:
Grimaux, Lavoisier 1743-1794 d’après
sa correspóndanse, ses manuscrits, etc., París. 1888
Berthelot, 1890 La revolución química
Moore, F.J. , Historia de la Química Salvat 1953
Imagenes: Musée des arts et métiers - Cnam
(Paris)
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