¤ Cambia tapas por
bolsas de frijol; el refresco, a 2 pesos
Agresiva
campaña de Coca Cola de Chenalhó a Acteal
¤ Ha repartido
decenas de refrigeradores en las comunidades con la
prohibición de usarlos para enfriar cualquier otra
cosa
HERMANN
BELLINGHAUSEN ENVIADO
Municipio Autonomo
San Pedro Polho, Chis., 2 de noviembre. Ha
proliferado por toda la región. En casas, tiendas y
depósitos, a la entrada de las comunidades, en los
tableros de basquetbol de las escuelas, contra las
cercas de los huertos, anuncios rojos y grandes
exclaman con letras blancas: "¡Vívela!",
y encajan en los ojos, una y otra vez, y sin cesar,
el logo de Coca Cola. En Chenalhó, Yabteclum,
Polhó, Acteal y puntos intermedios. Sobre la
carretera y campo adentro. La invasión visual del
producto es, proporcionalmente, mucho mayor a la que
uno encuentra en cualquier otro lugar del país.
Para decirlo de una
vez: las tierras de Chenalhó están inundadas por la
Coca Cola. Siguen siendo, pese a las versiones
triunfalistas del gobierno estatal, tierras de
desplazados, de grupos paramilitares impunes y tan
tranquilos. De despojos, hambre y miedo. De una
militarización aplastante. Pero hoy ya son lugar
privilegiado para vivir la chispa de la vida a
precios muy bajos.
A la vez, se empieza a
retirar de esta atribulada región el Comité
Internacional de la Cruz Roja, que merced a dos
convenios con el gobierno federal (en 1994 y 1998) ha
atendido parcialmente, pero de manera significativa,
la escasez de comida en los campamentos, donde aún
hay más de 10 mil campesinos tzotziles desplazados
por la violencia paramilitar.
Es tan impresionante
la presencia del mencionado refresco que un grupo de
personajes, entre quienes se cuentan Pablo González
Casanova, Alfredo López Austin, Ofelia Medina,
Samuel Ruiz García, Raúl Vera, Juan Bañuelos y
Víctor Flores Olea, dirigieron el pasado agosto una
carta al Presidente de la República en la que
preguntaban:
"Señor Vicente
Fox, queremos saber si el Plan Nacional de Desarrollo
incluye que la nutrición del pueblo mexicano se base
en el consumo de Coca-Cola. Esta pregunta, a primera
vista estrafalaria, se origina en el hecho constatado
de la publicidad agresiva y desmedida que se hace de
esta bebida y en el precio con el que se expende en
las comunidades indígenas de Chiapas, 2 pesos, a
diferencia de los 5 que cuesta en tiendas de
cualquier ciudad de la República Mexicana."
Proyecto piloto
Entre Acteal y Santa
Marta, y de Los Chorros a Chimix, todo indica que
Chenalhó es un proyecto piloto de algo más. Al
parecer, aquí no se trata sólo de una estrategia
comercial de la empresa. Para apoyar la dieta de los
indígenas, Coca Cola regala bolsas de frijol a
cambio de tapas de refresco, y participa en la
remodelación de las escuelas, en un altruista apoyo
a la educación de los niños indígenas que deja
huella. Si no fuera por el pertinaz patrullaje de la
Seguridad Pública y la elocuente presencia de
cuarteles militares y miles de asoldados, podría
pensarse que aquí las funciones sociales del
gobierno corren a cargo de la refresquera.
El trasiego hacia los
Altos de Chiapas de grandes tráileres con doble
remolque, cargando millares de envases de Coca Cola,
constituye otra novedad. Son tan largos y pesados que
dominan la carretera San Juan
Chamula-Chenalhó-Pantelhó, y los demás vehículos
no tienen modo de rebasarlos entre curva y curva.
Cuando empezaron a subir los tráileres en los meses
recientes, los cables de luz no estaban preparados
para su mole, y fueron segados en repetidas
ocasiones.
Pero la electricidad
no será problema. Se reparan los cables arrancados,
porque sin ellos ¿qué sería de los
refrigeradores-vitrina que la empresa refresquera ha
distribuido por decenas en cada pueblo y cada
caserío, siempre rebosantes del negro líquido en
botellas de distintas presentaciones, bien frío?
Y es bueno que los
campesinos tengan refrigeradores, aunque sólo sean
para los refrescos. Los usuarios tienen
terminantemente prohibido por los distribuidores
darles otros usos, como por ejemplo, guardar
alimentos o bien, horror, los productos de la
competencia. El castigo consiste en retirar los
aparatos. Ante tal peligro, los expendedores
particulares son celosos cumplidores de la norma.
Ya se dio el caso de
un servicio médico que necesitaba guardar en
refrigeración, durante una noche, las vacunas para
los niños de un campamento de desplazados. Y no
consiguió un huequito en los frigoríficos de las
tiendas, porque, qué tal que se dan cuenta los
distribuidores del vital líquido. Y luego
qué hace el tendajón sin chescos a
temperatura nórdica. A ver.
La
Jornada, SABADO ¤ 3 ¤ NOVIEMBRE ¤ 2001