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Y demás/Música La
reunión de Pink Floyd, una crónica
JULIO, 2006. Live Aid, antecesor de Live 8, ofreció varios
anzuelos musicales, desde la reunión de Led Zeppelin en Filadelfia y que fue
el plato importante. Esta vez Bob Geldof consiguió algo que se veía
imposible; reunir a los miembros originales de Pink Floyd (bueno, a excepción
de Syd Barret, recluido para siempre en los fantasmas de su cabeza) quienes
no se presentaban en vivo desde 1982. "Eliminar la pobreza en África es mucho más importante que
nuestras discrepancias", señaló Roger Waters antes del concierto, pero
descartó que esta reunión fuera definitiva: "Estoy orgulloso de lo que
hicimos en Pink Floyd y me alegra que, pese a los años, durante los ensayos
demostramos que aún tenemos la magia. Pero no creo que pase de ahí". Además de obras maestras del rock como Atom Heart Mother, Dark
Side of the Moon y The Wall, Pink Floyd inició dentro del rock
sinfónico para de ahí saltar al rock progresivo, muy poco comercial y
bastante introspectivo. Parte de aquellos experimentos provenían del consumo
de drogas de las cuales Barret fue una víctima cuando su cerebro hizo corto
circuito y se le envió a una institución mental. Aquellos síntomas de locura,
histeria y desazón fueron reproducidos musicalmente en The Dark Side of
the Moon (1973) disco frecuentemente ubicado entre los mejores en la
historia del rock. Conforme avanzaban los setenta Pink Floyd se sumergió en mayores
extravagancias hasta que en 1980 lanzó The Wall, una denuncia a la
autoridades académicas inglesas y un llamado al anarquismo; de esta se filmó
una película del mismo nombre donde el protagonista era, no casualmente, Bob
Geldof. Dos años después Waters abandóno la organización y acusó al
guitarrista Dave Gilmour de "avaro" y "alguien con quien no se
puede trabajar". Demandó judicialmente al grupo para que ya no utilizara
el nombre Pink Floyd pero perdió (años antes él mismo había firmado un
documento en los sesenta donde aceptaba que esa denominación era idea de
Gilmour y Barrett) con lo que se convirtió en un personaje amargado mientras
Gilmour grabó varios discos de Pink Floyd que tuvieron éxito de regular a
aceptable. A Waters no le fue mejor a excepción de Radio K.A.O.S., material
despreciado por los consumidores. Por su parte y una vez que el álbum doble Pulse
tuvo escasas ventas --y, de pasó, agrió la relación con su disquera
Columbia-- Gilmour pensó en el retiro, no sin antes ofrecer una gira mundial
de conciertos que tocó territorio mexicano. En 1990 Waters organizó un megaconcierto en Berlín para celebrar la
caída del Muro y aunque cometió el dislate de decir que el concierto era
"para festejar la desaparición del fascismo y la ultraderecha" --el
Muro había sido construido por un país comunista que había vendido al
fascismo en 1945-- la presentación reunió a más de 250 mil almas. Pero en
ningún momento Waters contempló invitar a sus ex compañeros: "El muro
entre ellos y yo es infranqueable; ellos lo construyeron, y a (Gilmour) no lo
puedo perdonar". La actitud de Waters se fue suavizando en los noventa. Para Gilmour
no había problema en volver a trabajar con él. "Nuestras diferencias
nunca han sido musicales (...) Roger y yo éramos más jóvenes, quizá cometí
errores que le lastimaron pero sí desea volver, bienvenido". En el 2003 se cumplieron 30 años del lanzamiento del Dark Side of
The Moon y apareció una edición remasterizada. Fue en esos días cuando
Waters, mientras vacacionaba por el Caribe, se encontró con el tecladista Jim
Wright. "Se sorprendió muchísmo al verme", dijo Waters a Rolling
Stone, "y más que lo saludara. Fuimos a tomar unas cervezas e
inmediatamente surgió el tema Pink Floyd y Gilmour. Al hablar con Jim sentí
cómo el ambiente comenzaba a destensarse". Sin embargo todavía
descartaba ver a Gilmour en persona, "en todo momento reconozco su
profesionalismo pero lo que ocurrió fue personal. No podría volver a trabajar
con Dave". Sin embargo el tono entre ambos ya era más conciliador. Durante la filmación de The Wall Geldof entabló amistad con
Waters y Gilmour (de hecho se le invitó a participar en Pink Floyd pero el
irlandés tenía a su grupo The Boomtown Rats y declinó) y se mantuvo al margen
en las disputas. Mientras organizaba Live Aid en 1985 sin duda Geldof pensó
en la posibilidad de tener a tres grandes del rock inglés, Beatles, Led
Zeppelin y Pink Floyd. De los primeros no lo consiguió, de los segundos fue
el plato fuerte en Filadelfia y de Pink Floyd ya sabía la respuesta en vista
que los ánimos aún estaban encendidos. Gilmour aceptó de inmediato pero a
Waters no hubo forma de localizarlo. La relación entre ambos se mantuvo en detente hasta fines del año
pasado cuando Waters y Gilmour volvieron a verse las caras a iniciativa de
Wright. Al principio existía tensión pero ambos, con la promesa de no
agredirse, hicieron las paces. Pese a que ya tenían más de medio siglo de
vida y el pelo de los dos era entre gris y cano, en realidad, según Wright,
"lo que teníamos ahí eran dos veinteañeros hablando de sus
proyectos". Las demandas judiciales, los insultos personales, las burlas
(uno de los álbumes de Waters presentaba en su portada a un chimpancé cuyo
rostro era idéntico al de Gilmour, según rumores) parecían quedar atrás;
abundaron las anécdotas y los chistes y, claro, el uso de los instrumentos
musicales. Cuando Geldof comenzó a preparar el Live 8 no duró en contactar a los
dos enemigos reconciliados. Ambos aceptaron al igual que Nick Mason y Jim
Wright ante lo cual se consumó la reunión más improbable del rock inglés
sobre un escenario. En otro artículo mencionamos las razones políticas y
económicas relativas al concierto. Pero en lo musical, Live 8 tuvo aquí un
logro magnífico. Aunque sus integrantes ya están retirados, la reunión de
Pink Floyd en algún momento se veía tan remota y distante, como lo es hoy el
progreso de África. |