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Medios/Televisión
de antier
Perdidos, y luego encontrados
Fue una serie de televisión con efectos especiales rudimentarios e historias
bastante fantasiosas, pero su popularidad ha rebasado las cuatro décadas. mucho más que la película filmada en ¿cuando... 97, 98...?
MARZO, 2006. Meses después de ser cancelada la serie
Twilight Zone (Dimensión Desconocida), donde había colaborado en algunos guiones, Irwin Allen vio el futuro. Eran los tiempos de la carrera espacial, y el entonces presidente Kennedy anunciaba que "antes de terminar los sesenta", Estados Unidos pondría a un hombre en la Luna. "¿Y después qué?", se preguntó Allen, amante de la ciencia ficción tanto en películas como en literatura. En ese momento nació el elenco de
Lost in Space, el cual aún tardaría tres años en madurar y llegar a la televisión.
Ya como dueño de su propia productora, Allen deseaba difundir su versión
particular de la ciencia ficción, dirigida a públicos no muy dispuestos a largas explicaciones tecnológicas. Su primera incursión fue la serie
Viaje al Fondo del Mar, una especie de 20 mil leguas de viaje sumbarino (Allen admiraba enormemente a Julio Verne) a la que le sucedían toda clase de calamidades. La serie tuvo éxito inmediato y sirvió para que el productor se aventurara en otros proyectos. Así, en 1965, tuvo el primer
casting del hombre como viajero del futuro.
Simultáneamente con el rodaje de The Time Tunnel, Allen preparó el programa piloto de
Perdidos en el Espacio y lo vendió a la CBS. Entre los actores solamente
tres tenían experiencia previa: Jonathan Harris, quien había aparecido en filmes de bajo presupuesto y en episodios de
Dimensión Desconocida, y Angela Cartwright, quien meses antes había encarnado a una de las hijas del capitán Von Trapp en el filme
La novicia rebelde. El otro actor era Billy Mummy, el niño Will Robinson, quien años después recordó aquellos momentos: "Tenía yo mi propio robot, mi propia nave; no todos los niños tienen esa suerte".
Y es que, según Allen, deseaba actores que fueran desconocidos para el gran público para que hubiera identificación inmediata con el personaje; de hecho procuró que la voz de que daba vida al robot no apareciera en los créditos finales para que el público infantil creyera que era real.
Este fue el primer estelar para Harris, aunque Allen alegaba que no habría un solo actor que debiera destacar sobre los demás, algo que, por cierto, también puede apreciarse en otras series producidas por él, como
The Time Tunnel, donde los actorers que encarnan a Tony y Douglas gozaban de igual tiempo en pantalla. Y pese a lo que pudiera imaginarse, Harris era, además de un actor sobrio, alguien cuyo contacto con la ciencia ficción, ya no digamos robots parlanchines, era mínimo.
La mención de sobrio no es casual, pues el doctor Smith es una reproducción casi fiel de otros personajes que Harris había caracterizado, sólo que en la serie producían carcajadas pues era evidente que Smith era, aparte de misógino, un bueno para nada que presumía de ser inteligente. Por supuesto que hay otro elemento que muchos fans y críticos de
Lost in Space han detectado: Smith era un gay de clóset, aunque hay un par de episodios donde se enamora de mujeres extraterrestres, como una especie de sirena que cantaba.
Curiosamente, esta serie a la cual Allen había puesto tanto empeño le aburrió casi de inmediato; cuando apenas iniciaba su segunda temporada --equivalentes a seis meses de transmisión continua-- encargó a otros directores que se hicieran cargo de ella, esto también poco después que comenzara a filmarse en color. El hiperactivo Allen tenía muchos proyectos más además que la propuesta de
Lost in Space le parecía muy limitada.
El secreto de su éxito
¿Cómo fue que Lost in Space, al igual que otras series donde la escenografía era de cartón, los villanos siderales iban desde piratas, monstruos con cremallera en la base de la nuca y aun sicodélicos hijos de las flores, haya tenido tanto éxito?
Perdidos en el espacio era, sencillamente, un reflejo de lo que miles de personas deseaban de la televisión, esto es, la caja mágica donde se diera oportunidad a la mente de soñar, de olvidarse un rato de la lógica y de reírse un rato. Era, además, una catarsis en torno a un evento traumático como lo fue el asesinato de John F. Kennedy en 1963 [algo similar sucedió tras el 11 de septiembre en Nueva York; la gente busca distracciones ante una realidad confusa] y la guerra de Vietnam, que ya comenzaba a enredarse en 1965, cuando fue estrenada la serie.
Además de eso, a Allen simplemente le tenían sin cuidado los críticos. En una de esas rarísimas entrevistas que concedió a la prensa, poco antes del estreno de
The Towering Inferno, en 1976, dijo: "Cuando preparo un proyecto no pienso en los prejuiciados, a ellos jamás podré convencerles de mi trabajo. Sería terrible sentarse frente a la máquina de escribir preguntándose '¡cielos! ¿que dirán de mi en los périódicos cuando vean esto'?"
Asimismo, el caso del aislamiento también contribuyó en buena parte al éxito de la serie. Tal elemento no era nuevo, por supuesto. El aislacionismo del norteamericano era mucho más fuerte en los sesenta de lo que es hoy, de modo que las series que retrataban la misma temática, como
La Isla de Gilligan o Tierra de Gigantes, donde un grupo ansiaba regresar a casa, aunque, al hacerlo, regresarían a sus mandanas vidas, razón que explicaría por qué siempre había en la historia un saboteador para evitar que ello ocurriera, como evidentemente lo era el Dr. Smith, seguro paciente destinado a un hospital siquiátrico.
Este hecho fue también recalcado en dos episodios. En uno de ellos la familia
Robinson regresa pero en vez de ser recibidos como héroes los ven como "marcianos" así que deciden escapar de nuevo al espacio (ese planeta, por cierto no era la Tierra sino otro bastante parecido, algo que pudiéramos interpretar como dimensión análoga). En otro episodio regresan a este planeta pero lo hacen en 1947, por lo tanto nuevamente se les toma como extraterrestres.
Otro aspecto divertido de Perdidos en el Espacio es ver cómo en aquel tiempo (los años sesenta) se veía al futuro. Cuando estaban a punto de abandonar la tierra en el capítulo antes referido, el paterfamilias Don Robinson advierte a los habitantes "en 1991 los Estados Unidos enviaron al espacio una nave con siete tripulantes. Ellos somos nosotros". Casi le atina por seis años, pues fue en 1998 cuando los Robinson retornaron con una versión fílmica que, afortunadamente, ha sido olvidada si asumimos lo mala que fue. Pero esa fecha fue también
significativa: Irwin Allen murió en 1991.
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Condensado de
Mis tardes favoritas: series televisivas de los sesenta y setenta. Libro-ensayo escrito por Oscar Fernández (Copyright
2005)
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Recuadro
Perdidos en la ingenuidad
MARZO, 2006. Debido al doblaje, la mayoría de las series norteamericanas de los años sesenta llegaban a México con casi un año de atraso, aunque aquí se realizaba el doblaje que después era distribuido a casi todo el continente. Pero la mayoría de esas seríes eran retransmitidas varias veces y siempre conseguían gran audiencia, algo que, se ve hoy, se debió en gran parte a la escasa oferta televisiva que existía entonces.
Quien esto escribe pertenece a esa generación posterior de Perdidos en el Espacio, más o menos la de 1972-73, cuando el canal de televisión local la transmitía, primero por la noche entre semana y, luego, los sábados por la tarde. Los episodios eran en blanco y negro pero poco a poco comenzaron a aparecer más en color; por aquellos tiempos la hoja de programación incluía entre paréntesis un "ByN"
para indicar que el programa era en blanco y negro y si era en
color se anunciaba como C
O L
O R,
así, separado, para denotar la importancia de la tecnología.
Al igual que otras series de la época, Perdidos en el Espacio era motivo de discusión en las primarias al día siguiente, y dado que cada episodio terminaba con un "To Be Continued", nos pregúntabamos en el patio de los colegios si pasarían la continuación a la semana siguiente, algo que, por cierto, casi nunca ocurría. Recuerdo claramente cómo uno de ellos, un tal Álvaro, incluso había pedido a su papá que llamara a la televisora para ver si le podían decir qué capítulo seguía y que, amablemente, en el canal le respondieron que ahí también se enteraban del contenido al mismo tiempo que los espectadores pues
llegaba directamente del aeropuerto al canal.
La ingenuidad entre nosotros era total: algunos queríamos ser Will Robinson porque, aparte de no ir a la escuela, tenía un robot que no sólo poseía un alto IQ (¿o lo llamaríamos chip?)
sino que también cantaba y, sencillamente, la mayoría ansiábamos tener uno en casa.
A veces nos preguntábamos cómo era que los
Robinson podían subsistir tanto tiempo sin alimento, cuándo se bañaban y si no
resultaba incómodo que siete individuos tuvieran que compartir el baño, regadera, y un espacio bastante reducido.
Había otra insensatez que fuimos detectando ya más grandecitos: si viajaban de planeta en planeta, ¿cómo era posible que en todos ellos hablaran el mismo idioma y no sólo eso, que existiera una atmósfera respirable?
Allá por 1974 Perdidos en el Espacio comenzó a transmitirse por la TV local los sábados por la tarde. En aquellos tiempos eran comunes los
tándems de series con estructura similar; así,
Los Locos Addams eran seguidos de Los Monsters, Mi Bella Genio de Hechizada y
Bonanza de El Gran Chaparral. Sin embargo ello no ocurría con esta serie, de la cual se nos proporcionaban dos episodios, pero aunque invariablemente quedaban en continuación jamás había secuencia de manera que si un capítulo cerraba con una explosión, el siguiente presentaba a los Robinson preparando
un picnic sideral. "Pero siquiera ya no tendremos que esperar una semana", comentó entusiasmado un compañero de clase.
Aquellos eran tiempos en que no había manera de grabar los programas por lo que
a veces debíamos tragarnos el coraje si, por ejemplo, Perdidos en el Espacio no era transmitido, como sucedió una vez que el entonces presidente Echeverría dio un "mensaje a la
Nación". A manera de consuelo había un álbum de la serie con barajitas coleccionables que ya después salían todas repetidas. También se organizaron concursos para dibujar al robot y no sólo eso, más tarde la ya desaparecida Lily-Ledy puso en venta una réplica que utilizaba baterías, se movía hacia adelante, en reversa y por dentro se encendían sus foquitos como en la serie. Cosa curiosa: el robot fue el que captó más atención pues que yo recuerde, no hubo juguetes del resto del elenco: si mucho del Júpiter II.
Todos esos recuerdos permanecieron escondidos, atesorados, hasta que fue estrenada la versión fílmica. Y debo reconocer que el gancho fue irresistible: compré un boleto, y a media película saltó la pregunta ¿qué es esto? ¿El robot, un enorme
Transformer negro? ¿La familia Robinson absolutamente anodina y un Will
Robinson con menos chiste que una piedra pómez? Y sobre todo ¿el doctor Smith, un personaje perverso decidido no a hacer pasar un mal rato a los demás tripulantes, sino aun aniquilarlos? Nuestra conclusión no tardó en llegar: la serie había sido un desvergonzado pretexto de Hollywood para hacer su versión que nada tenía que ver con nuestros recuerdos.
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