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Política
MAYO,
2005
Sin embargo el maistro quiere arreglar la casa a su muy
particular modo y en lugar de reforzar los cimientos los albañiles
proponen jardines más bonitos, muebles ostentosos y se espantan ante la
sola posibilidad de cambiar algunos pilares semipodridos por el tiempo.
Además el maistro rechaza los planos que urgen para resanar la
construcción y en lugar de eso acuerdan obras de ingeniería caducas e
incluso peligrosas. El proyecto de remozamiento se detiene pero en el
colmo, el maistro y los albañiles se aumentan el sueldo por su
cuenta (y el cual, independientemente de los incrementos, usted debe
cubrir puntualmente; está en el contrato), se ausentan con frecuencia
del trabajo y al ver que la construcción empieza a tambalearse y los
trabajos no avanzan, el maistro culpa a la constructora por no
hacer bien lo que le corresponde. Y por si aún a usted le quedara
bilis, el maistro y sus empleados se autoasignan lo que sobra del
presupuesto como "bono" a su labor, lo cual por supuesto no
incluye su ya jugoso aguinaldo.
La situación se antoja surrealista, y lo sería no de ser por la
Cámara de Diputados de México que se porta del mismo modo displicente
del imaginario maistro y sus incumplidos albañiles.
Cuando el PRI perdió por primera vez la mayoría en la Cámara de
Diputados en 1997 parecía que por fin las cosas iban a cambiar para
mejor. Quienes hacían alianzas entonces eran el PAN y el PRD; uno
necesitaba el apoyo del otro para conseguir la mayoría ante el PRI, el
que a su vez ostentaba una mayoría relativa, esto es, una cantidad
superior de escaños como partido representado pero inferior a la suma
de curules de los otros partidos. Una de las primeras medidas aprobadas
fue la reducción del 15 a un 10 por ciento del IVA,
iniciativa que, sin embargo, se topó con la valla del Senado,
que era de mayoría priísta, y de la Suprema Corte de Justicia, la que
apenas comenzaba a pensar por su cuenta y la cual advirtió que, si el
Senado llegaba a aprobar la reducción impositiva, habría suficientes
elementos para considerarla anticonstitucional.
Parecían trincheras creadas a propósito, como si fuera un campo minado
en caso que comenzara a flotar un aire democrático; la Cámara de
Diputados es renovada cada tres años pero cuando las iniciativas
aprobadas pasan por el Senado vemos que ésta es renovada cada seis
años, al igual que el Poder Ejecutivo, al tiempo que el Poder Judicial
no tiene tiempos específicos de renovación. Se necesitaría entonces
que un partido político ostentara mayoría absoluta en ambas cámaras y
que de paso tuviera en el Poder Judicial a magistrados afines.
Tal situación, que se antoja prácticamente imposible en un país
democrático fue una realidad en México durante casi 70 años. En otras
palabras, dentro de la estructura actual, que tiene ya tintes
democráticos, sólo se consiguen avances esporádicos.
Paradójicamente, cuando ambas cámaras estaban sujetas al capricho del
Ejecutivo las cosas avanzaban más rápido pues ningún diputado
priísta se atrevería a decirle No al Señor Presidente de la
República. Por esta razón se evaporaron los buenos deseos e
intenciones del Ejecutivo pues en la Cámara de Diputados han topado con
muro. Los tiempos de un verdadero cambio no concuerdan entre los tres
Poderes de la Unión.
Estos son los valladares con los que el gobierno de Vicente Fox se ha
topado a lo largo del sexenio: prácticamente todas sus iniciativas --o
al menos, las que proponen cambios urgentes y que por tanto afectan a
los intereses legados por el priísmo-- han sido rechazadas o
modificadas no sólo por el PRI sino por el PRD, que hoy se ha
convertido en valiosísimo aliado. Por supuesto que si los cambios no
llegan para el 2006 se agudizará el estancamiento económico ¿y a
quién creen que nuestra Cámara de Diputados achacará las pulgas
"porque no hubo cambio?"
Más asombroso aún es que muchas de las propuestas de los diputados que
han buscado sustituir a aquellas enviadas por el Ejecutivo son
ridículas o dañinas: al mejor estilo lopezportillista, la Cámara
aprobó para el ejercicio fiscal del 2002 un "impuesto
especial" a los "artículos suntuosos" y que incluía,
entre otras cosas, gravámenes adicionales al IVA en la compra de
lanchas de motor, trajes de marca, motos acuáticas y quizá el más
aberrante de todos, a los equipos de cómputo con un valor superior a
los 25 mil pesos, una tontería mayúscula si asumimos que en México se
considera "artículo suntuoso" a una computadora y porque al
final los amparos interpuestos por los vendedores detuvieron la
insensatez de los diputados (los vendedores de computadoras utilizaron
otro recurso lógico: rebajaron el precio de sus equipos a precio menor
de 25 mil pesos con lo cual evadieron el absurdo gravamen aun a costa de
sacrificar utilidades, eso sin mencionar a fondo lo devastador que ha
resultado para la industria el impuesto a la fructosa aprobado por los
mismos diputados).
Asimismo, otras medidas mucho más urgentes, como la desregulación y la
aplicación más equitativa de los impuestos (dentro del actual esquema
fiscal con tantas diferenciaciones, es uno de los que menos recauda en
el mundo lo cual ocasiona una presión enorme a la cuenta corriente del
gobierno federal, de por sí exorbitante) optaron por mantener una
miscelánea fiscal obsoleta, poco menos que inservible y compañera
inseparable del déficit fiscal.
Con el argumento de que son "neoliberales" --el adjetivo
preferido de quienes se niegan a ver las tendencias económicas
actuales, muy alejadas de sus lagañas ideológicas-- los diputados del
PRI, PRD y aun del PAN, junto con los del PT y el Verde Ecologista, han
frenado toda iniciativa importante.
El sexenio foxista se perdió virtualmente cuando la Cámara de
Diputados dejó ir la oportunidad de renovar la Legislatura pues
inclusive el PAN perdió curules y ya no pudo renovar otras. No sólo
había mayoría relativa priísta y absoluta junto con el PRD sino que
ésta era más grande; los cacicazgos al servicio del PRI volvieron a
cumplir su cometido y colocaron en la Cámara a varios valladares que,
además de necios, únicamente responden a los intereses que los
postularon para el cargo y no a sus electores.
Sin
embargo y como inusitado premio, los señores diputados se autoasignaron
el pasado diciembre una "compensación" adicional a su sueldo,
prestaciones, ¡bonos de productividad!, vales, talonarios (para
viáticos, pasajes, etc.) y, claro, aguinaldo, de modo que como
recompensa s su ineptitud y por detener el avance del país cada uno
recibió alrededor de 375 mil pesos, todo esto mientras nuestros
legisladores se han opuesto --y aun boicoteado-- toda propuesta que
estimula la productividad. En México la mediocridad sí paga a quienes
la promueven. ******
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