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Three Mile Island, hipocresía ecologista que cumple tres décadas

Hace treinta años el tema de moda entre el ecologismo no era el calentamiento global sino los peligros de la energía nuclear. Dos accidentes en menos de un lustro exhibieron claramente la doble moral que hoy sigue utilizando

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ABRIL, 2009. La periodista norteamericana Anne Applebaum publicó a mediados de los 90 el resultado de una investigación que dejaba en claro el por qué toda Europa Occidental sufrió, como una plaga, manifestaciones y protestas antinucleares casi a diario: las embajadas soviéticas de esos países otorgaban jugosas transferencias a las principales organizaciones y partidos de izquierda; en Bonn --por entonces la capital alemana-- Applebaum estima que Moscú financió, en menos de un lustro, el 80 por ciento de las protestas antinucleares "espontáneas" a un costo de 500 millones de dólares, unos 700 actuales.

Las transferencias cesaron por dos razones: una, al entrar al poder Mijail Gorbachov, en 1985, buscó reducir las transacciones dedicadas a la "promoción política" en el exterior dado que las finanzas soviéticas se encontraban en total quiebra; y, segunda, el desastre de Chernobyl, que arruinó las tierras laborables en 1000 kilómetros a la redonda y cuya nube incluso alcanzó a Finlandia y Polonia. Sin ese financiamiento, por tanto, no extraña que los indignados manifestantes no fueran tantos esta vez pese a tener el real peligro en sus narices y que las protestas hayan sido menospreciadas por la prensa europea, que unos años atrás veía la amenaza latente al otro lado del Atlántico, en un pueblito norteamericano que no podían localizar en un mapa. Se trataba de la planta de Three Mile Island, en Pennsylvania

Three Mile Island fue el pretexto de estos grupos para lanzarse a protestar por las calles europeas, insufló vida al movimiento ecologista, que hasta los años setenta lo conformaba un grupo relativamente pequeño de idealistas al punto de fundar los primeros partidos verdes. Por supuesto que su oposición a la construcción de plantas nucleares jamás incluyó el que éstas se erigieran en la Unión Soviética, China ni aun Alemania "Democrática"; según Applebaum, Gerd Schmitt, un legislador Verde, consignó en 1983 que "en Europa del Este su uso es más responsable y sus objetivos distintos". Naturalmente que no abrió la boca en lo absoluto al ocurrir Chernobyl.

Otra razón que desató la escandalera mundial en Three Mile Island se debió a la película The China Syndrome, estelarizada por Jane Fonda y Michael Douglas. En ella son un par de reporteros que descubren cómo el gobierno ha ocultado la información y los daños ecológicos en torno a la fuga de un reactor nuclear. Su estreno no pudo ser más oportuno, apenas diez días antes lo que sucedió en la planta de Pennsylvania. Antes de eso la cinta se había hundido en la taquilla mediocre pero tras el desastre pasó más de un mes en el tope de las más vistas en Estados Unidos. "Esta vez la realidad imita al cine", cabeceó un artículo en TIME, que incluso entrevistó a Douglas y a Fonda para que opinaran al respecto. Efectivamente: la línea entre la ficción y la realidad --ambos únicamente encarnaban a dos periodistas investigadores-- hizo que el semanario los ubicara a la altura de Bernstein y Woodward, quienes exhibieron el Watergate. Era como preguntarle a Christopher Reeve qué se sentía haber nacido en Kryptón.

Sin embargo, y al contrario de la película, el gobierno norteamericano proporcionó información puntual sobre lo ocurrido en Three Mile Island, en donde una investigación de rutina detectó fisuras en uno de los reactores, justo a tiempo para dar la alarma y evacuar el área. Toda la información que pidió The New York Times, por entonces mucho más influyente que hoy entre la opinión pública, le fue entregada con prontitud; el Departamento de Energía sabía que estaba en juego la posibilidad de James Carter para reelegirse como presidente, y es que su gobierno estaba ya enormemente desprestigiado debido a la retención de 444 rehenes en Teherán, un posterior intento de rescate que terminó en tragedia, una inflación de dos dígitos y una crisis energética no vista en ese país en más de sesenta años. En contraste con el estreno de The China Syndrome, Three Mile Island se dio en el peor momento político para Washington.

Y aunque sólo fallecieron tres empleados imprudentes, la prensa y los grupos ecologistas insistieron en que se les ocultaba información y denunciaban que "por lo menos habían fallecido un centenar de trabajadores y casi tres mil habitantes de los alrededores desparecieron sin que se sepa su destino". Cuando el ejército y la Guardia Nacional acudieron para acordonar el área se habló incluso de "represión". Hubo vecinos que quisieron solidarizarse con las protestas y se negaron a abandonar sus casas pese al peligro, pero ello no incomodó a los manifestantes: lo que ellos deseaban eran víctimas, y esos ingenuos pobladores insistían en ser sus conejillos de indias.

Las protestas contra Three Mile Island estaban lejos de ser recientes. Ya desde inicios de los setenta el cantante Don McLean --autor de "American Pie"-- recorrió el río frente al cual se construía la planta mientras entonaba temas de protesta. Los ecologistas argumentaban que Three Mile Island constituía un potencial foco de contaminación radioactiva de las aguas del río; cuando ocurrió la fuga llevaban por lo menos cinco años exigiendo su cierre definitivo.

Durante los siguientes seis años la presión de los grupos antinucleares hizo que en Estados Unidos se detuviera la construcción de nuevas plantas; ello presentaba el contrasentido de ocurrir en momentos que el país atravesaba por una crisis energética y un invierno como el de 1979 que convirtió una tercera parte de su territorio en sucursal del Círculo Polar Ártico (hubo nevadas incluso en Florida). A nadie incomodó la construcción de plantas en Europa Oriental ni exigía explicaciones a Moscú como sí se las exigían a Washington.

Un lustro después un reactor nuclear en la planta Chernobyl, en la república de Kiev, estalló y emitió su radioactividad en por lo menos 800 kilómetros a la redonda. Durante tres semanas el gobierno soviético incluso ocultó a los vecinos lo que estaba ocurriendo y se negó a reubicarlos. No fue hasta que en Finlandia se detectó una "inusual nube radioactiva" que se acercaba a su territorio cuando pidió información a su vecino, y como respuesta un burócrata ruso sugirió que "revisaran bien su equipo". Finlandia protestó ante la Comisión Mundial de Energía Atómica y entonces, sólo hasta entonces, Moscú reconoció la fuga, que había empezado ¡tres semanas antes!

Lo sucedido en Chernobyl parecía más ser una calca de The China Syndrome que de Three Mile Island, pero ningún medio entrevistó a Douglas o a Fonda para que opinaran sobre el tema. Ésta era sólo parte de la hipocresía: ni un solo legislador ecologista o Verde en Europa tomó las calles en protesta, tampoco hubo jóvenes en Alemania Federal que se pintaran las caras como si fueran osamentas. Únicamente un diputado Verde oestealemán, según Die Spielgel, refirió "Si en Three Mile Island se hubieran tomado las acciones debidas, Chernobyl jamás habría ocurrido". Traducción: los rusos eran víctimas de la incompetencia en una planta a 15 mil kilómetros de distancia.

La actual obsesión del activismo ecológico es el "calentamiento global", pero la hipocresía sigue siendo la misma, como puede atestiguarla el ex senador Al Gore, quien durante el reciente Día de la Tierra no apagó un solo foco de su casa como sí lo hicieron miles de sus acólitos alrededor del planeta. A treinta años de la fuga en Three Mile Island nos habla enormidades de lo relativo que es el tiempo para estos amantes del relativismo moral.

© copyright, Derechos Reservados, 2009 

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2 comentarios

gsuaudelio escribe 25.04.09

Estoy parcialmente de acuerdo con ustedes pues si bien la energía nuclear es indispensable aun no hemos aprendido a controlarla, lo que pasó en esta planta de Estados Unidos y en Chernobyl tiene dos elementos de coincidencia, que los accidentes de debieron a errores humanos

corleone_ferrucio escribe 17.04.09

TIENEN USTEDES TODA LA RAZON, LOS ECOLOGISTAS PASARON DE SER UNOS IDEALISTAS A UNOS VIVALES CON FINES POLITICOS MUY CLAROS, PERO TAMBIEN MOLESTA QUE CON LO DE CHERNOBYL SE QUEDARON CALLADOS PORQUE ERA COMO DICEN DARLE ARMAS AL ENEMIGO''

 

 

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