Luis Pasteur (parte 2)
Continuación de extractos del valioso libro "Los Cazadores de Microbios", de Paul de Kruif:
I.
Durante los veinte primeros años de la vida de Pasteur nada reveló en él la semilla de un gran investigador; fue en aquella época un muchacho perseverante y meticuloso, que no llamó la atención de modo especial. Pasaba el tiempo que tenía libre pintando paisajes del río que corría próximo a la curtiduría, sirviéndole de modelos sus hermanas, que terminaban con el cuello tieso y las espaldas doloridas; pintó además retratos de su madre, toscos y poco halagadores, que si bien no la favorecían, estaban hechos con mucha propiedad...
El sueco Linneo, el clasificador más entusiasta, cuya única preocupación era catalogar todas las cosas vivientes, se indignó ante la mera sugestión de tener que estudiar los microbios:
"Son demasiado pequeños, demasiado confusos, nadie sabrá nunca nada con certeza acerca de ellos. Los pondremos sencillamente en una clase que llamaremos Caos" - dijo.
Ehrenberg (Cristian Godofredo, 1795-1876, naturalista alemán, escribe un libro en el que inicia los estudios acerca de los infusorios y demostró que la fluorescencia del mar es debida a pequeños organismos) defendió a los microbios...
Pasteur en el Colegio de Arbois. Era el alumno más joven del colegio, pero quería ser monitor (ver sobre métodos educativos de ayuda mutua: Lancasteriano); tenía una ambición decidida por instruir a los demás chicos y en especial, aspiraba a tener autoridad sobre ellos. Llegó a ser monitor, y antes de cumplir los 20 años fue una especie de profesor ayudante en el colegio de Besanzón, donde trabajó con todo ahínco e insistió en que todo mundo trabajase con la misma intensidad que él. En largas e inspiradoras cartas echaba sermones a sus hermanas que, bien sabe Dios, trabajaban todo lo que podían:
"Querer es una gran cosa, mis queridas hermanas - escribía -, porque la Actividad y el Trabajo son consecuencia generalmente de la Voluntad, y casi siempre el Trabajo va acompañado del Éxito. Trabajo, Voluntad y Éxito llenan de un hombre. La Voluntad abre las puertas del Éxito con brillantez y felicidad; el Trabajo hace pasar a través de estas puertas, y al final del viaje el Éxito corona los esfuerzos realizados".
Pasteur fue enviado por su padre a la Escuela Normal de París, donde se proponía hacer grandes cosas, pero la nostalgia por su terruño lo obligó a abandonar los estudios, y regresó a Arbois, renunciando por el momento a sus ambiciones. Al año siguiente retornó a París, a la misma Escuela Normal, y esta vez permaneció en ella; un día, al salir conmovido de la clase del gran químico Dumas, exclamó:
"¡Qué gran ciencia es la Química, y cuán asombrosas son la popularidad y la gloria de Dumas!".
Cagniard de la Tour, modesto pero original andaba manipulando en 1837 con las cubas de fermentación de las fábricas de cerveza; recogió unas cuantas gotas espumosas de una de esas cubas y al observarlas al microscopio notó que de las paredes de los diminutos glóbulos de levadura brotaban yemas como las que salen de las semillas al germinar:
"Resulta entonces, que éstas levaduras están vivas, puesto que se multiplican como los demás seres - exclamó -, a la acción de éstas levaduras se debe la transformación de la cebada en alcohol", y escribió un breve trabajo acerca de este asunto. El mundo no se emocionó ante esta hermosa labor de los diminutos fermentos, debido tal vez, a que Cagniard de la Tour no sabía hacerse reclame; carecía del agente de publicidad que compensara su propia modestia.
El Dr. Schwann en Alemania, ese mismo año, publicó un corto trabajo, donde, en frases enrevesadas, daba al público aburrido, la noticia sensacional de que la carne sólo se corrompe cuando está en contacto con animales subvisibles:
"Si se pone carne bien cocida en un frasco limpio y se hace pasar por éste una corriente de aire que haya atravesado previamente varios tubos calentados al rojo, la carne se conservará indefinidamente; pero si se quita el tapón del frasco y se deja entrar el aire de la atmósfera, con sus animalillos, pasados uno o dos días, la carne tomará un olor horrible, plagándose de bichitos que se mueven desordenadamente, mil veces más pequeños que la cabeza de un alfiler, y que son los que echan a perder la carne".
Pasteur, a los 26 años, después de mucho examinar montones de diminutos cristales, descubrió que había cuatro clases de ácido tartárico y no solamente dos, y que en la Naturaleza hay variedad de compuestos extraños exactamente iguales, que unos son como las imágenes de otros. Cuando se dio cuenta de lo que acababa de descubrir, salió velozmente del estrecho y oscuro laboratorio, abrazó a un joven ayudante de Física a quien apenas conocía y, cogiéndole del brazo, le arrastró bajo las espesas sombras de los Jardines de Luxemburgo, y allí, atropelladamente, le explicó triunfante su descubrimiento. ¡Necesitaba contárselo a alguien!. ¡Deseaba contárselo al mundo!.
II
Un mes después, convertido Pasteur en colega de sabios tres veces más viejos que él, recibía felicitaciones de los químicos consagrados. Fue nombrado profesor de la Universidad de Estrasburgo, y en los momentos que sus investigaciones le dejaban libre, decidió casarse con la hija del decano de la Facultad. Sin saber si era correspondido, le escribió una carta, seguro de despertar su amor:
"Nada hay en mí que pueda llamar la atención de una muchacha - escribía -; pero mi experiencia me dice que los que me han conocido bien, me han querido mucho".
Ella aceptó y llegó a ser una de las esposas más célebres y más sufridas, y en cierto modo, también una de las más felices...
Habiendo asumido Pasteur la responsabilidad de cabeza de familia, se entregó a su labor con redoblado esfuerzo; olvidando los deberes y las galanterías propias de un recién casado, hacía día de la noche:
"Estoy al borde de descifrar muchos misterios - escribía por aquel entonces -; el velo se vuelve cada vez más tenue; las noches se me hacen demasiado largas. Madame Pasteur me riñe con frecuencia, pero yo le aseguro que la conduciré a la fama".
Madame Pasteur, esperándole, permanecía noches enteras en vela, asombrada ante aquel hombre, sin perder la fe en él, escribía a su padre:
"Ya sabes que si tienen éxito los experimentos a que está dedicado, tendremos otro Newton o un nuevo Galileo".
Lo que no sabemos es si ésta opinión de Madame Pasteur acerca de su marido era suya exclusivamente, pero de todas maneras, no fue confirmada en ese año, pues los experimentos no dieron resultado.
En Lille (Lila), prosaica ciudad de destiladores, cultivadores de remolacha y comerciantes en maquinaria agrícola, fue donde empezó la gran campaña de Pasteur, que tuvo tanto de romanticismo científico, cuanto de agitación religiosa y política... Demostró al mundo la enorme importancia de los microbios, y con esta actividad despertó a partidarios fanáticos y a enemigos encarnizados; su nombre apareció en las primeras planas de todos los periódicos; fue desafiado varias veces; el público se burlaba de sus "queridos" microbios, mientras que sus descubrimientos estaban salvando la vida a sinnúmero de parturientas. Fue en Lille donde empezó el vuelo que había de conducirle a la inmortalidad.
Los grandes industriales de Lille le dijeron:
"Lo que queremos saber es si la ciencia recompensa la ayuda que recibe. Consiga usted elevar el rendimiento en azúcar de las remolachas; dénos una mayor producción de alcohol, y entonces verá cómo le ayudaremos a usted y a su laboratorio".
¡Imaginemos a una comisión de hombres de negocios preguntando a Isaac Newton en qué medida iban a favorecer las leyes de la gravitación a los altos hornos!. Aquel tímido pensador, habría levantado los brazos al cielo y se habría dedicado a estudiar la significancia de las profecías del Libro de Daniel; Faraday habría vuelto a su primitiva ocupación de aprendiz de encuadernador; pero Pasteur no se amilanó; como hijo del Siglo XIX, comprendía que la ciencia tenía que ganarse la vida, y empezó por hacerse popular dando a los habitantes de Lille conferencias emocionantes sobre temas científicos:
"¿En qué muchacho de vuestras familias no se despertarán el interés y la curiosidad si se le pone una patata en las manos y se le dice que con ella puede fabricar azúcar, con el azúcar, alcohol, y con el alcohol, éter y vinagre?" - decía cierta noche, lleno de entusiasmo, ante un auditorio de prósperos fabricantes y sus mujeres...
¿Durmió?. Es muy difícil conciliar el sueño cuando no se sabe lo que está pasando dentro de un frasco en gestación...
"Evite usted que penetren los bastoncitos en las cubas, y siempre obtendrá usted alcohol, señor Bigo".
Hizo público en su clase el descubrimiento: que unos animalillos tan sumamente pequeños eran capaces de transformar el azúcar en ácido láctico, cosa que ningún hombre había logrado hasta entonces. Escribió las novedades a Dumas, su antiguo profesor, y a todos sus amigos; leyó trabajos sobre el mismo tema en la Sociedad Científica de Lille y remitió un acabado informe a la Academia de Ciencias de París. Lo que no está bien claro es si Bigo consiguió impedir la entrada de los maléficos bastoncitos en sus cubas, porque eran como las malas hierbas en los jardines; pero esta cuestión ya no interesaba tanto a Pasteur. El único hecho importante era éste:
"¡La verdadera causa de las fermentaciones son unos seres vivientes, unos seres vivientes subvisibles!".
Pasteur, con la mayor ingenuidad, contó a todo el mundo que su descubrimiento era una cosa notable; era demasiado ingenuo para ser modesto, y desde entonces en adelante los pequeños fermentos llenaron su vida; comió y durmió, soñó y amó, siempre abstraído, con los fermentos al lado...
Trabajaba sólo; no tenía ayudante, ni un muchacho que le lavase los cacharros. ¿Cómo encontraba tiempo para salir adelante con tal cantidad de cosas e ideas?. Pues, en parte, ello era debido a su energía casi inagotable, y en parte, a Madame Pasteur, quien, según palabras de Roux:
"Lo amaba hasta el punto de comprender su labor".
Aquellas noches en que, después de haber acostado a los hijos de aquel padre abstraído, no estaba solamente esperándole, esta esposa ejemplar, sentada en una incómoda silla ante una pequeña mesa, escribía largos trabajos científicos que su marido le dictaba. En otras ocasiones, cuando Pasteur estaba en el laboratorio manipulando con los tubos y los matraces, ella traducía en una caligrafía clara y elegante los garrapatos de los cuadernos de anotaciones; Pasteur era su vida y, puesto que Pasteur solo pensaba en su labor, su propia vida iba siendo absorbida más y más por esa labor...
III.
Pasteur fue a París, adaptó como laboratorio un pequeño cuartucho abandonado, lleno de ratas...
El mundo de la ciencia le era hostil; Liebig, el príncipe de los químicos, el "sumo sacerdote" de la química, era contrario a las ideas de Pasteur.
"Así, pues, dice Liebig que los fermentos no intervienen para nada en la transformación del azúcar en alcohol; pretende que es necesaria la presencia de la albúmina, y que precisamente al descomponerse ésta arrastra consigo al azúcar, transformándola en alcohol. ¿Ya le enseñaré a Liebig que las cosas son de otra manera!". "Lo que tengo que hacer es cultivar fermentos en un medio que carezca de albúmina, y si en estas condiciones los fermentos transforman el azúcar en alcohol, entonces ya puede Liebig despedirse de sus teorías".
Empleó las semanas siguientes en repetir el mismo experimento una y otra vez...
"A partir de esa hora - escribe - no aparté la vista del microscopio; dieron las nueve y media antes de que tuviera la satisfacción de contemplar la reproducción de los fermentos". "Suministrando azúcar suficiente a los fermentos, no dejan de trabajar en tres meses o aún más".
Leyó trabajos acerca de este tema, dio conferencias y lanzó insolentemente sus afirmaciones a la cara del gran Liebig, desencadenando poco después una tormenta en París... Los antiguos profesores de Pasteur se sintieron orgullosos de él. La Academia de Ciencias, que antes se había negado a abrirle sus puertas, le concedió ahora el Premio de Fisiología, y el genial Claude Bernard, considerado por los franceses como la Fisiología en persona, por esta vez lo elogió con palabras sublimes... Pasteur escribió orgullosamente a su padre:
"Monsieur Dumas, después de elogiar la aguda penetración de que he dado pruebas, añadió: "La Academia, Monsieur Pasteur, ha concedido a usted un premio hace pocos días por otras profundas investigaciones; el público de esta noche, le aplaudirá como a uno de los profesores más distinguidos que tenemos"."
Como era de esperar, entre tantos vítores, hubo los correspondientes silbidos; por todas partes empezaron a aparecer adversarios...
"Tenemos aquí el primer ejemplo de animales microscópicos que pueden vivir sin aire" -señalaba Pasteur.
Era este el tercer ejemplo y no el primero. Leeuwenhoek había visto la misma cosa 200 años antes, y Spallanzani hacía 100, se quedó asombrado al descubrir la existencia de seres microscópicos que pueden vivir sin respirar...
"Mis trabajos acerca de las fermentaciones me han conducido de un modo lógico, a estos estudios (sobre la putrefacción de la carne) a los que he decidido dedicarme sin conceder mayor importancia a los peligros que presentan, ni a la repugnancia que me inspiran", y concluía citando a Lavoisier:
"El bienestar público y los intereses de la Humanidad ennoblecen la labor más despreciable y sólo permiten a los hombres cultos darse cuenta del entusiasmo y de la perseverancia que se necesita para vencer los obstáculos".
VII-B
Después del épico y heroico triunfo de Pasteur sobre el carbunco de las ovejas y de las vacas mediante una vacuna, siguió otro gran triunfo: la vacuna contra la rabia:
"Nunca he podido olvidar los gritos de aquellas víctimas del lobo rabioso que penetró en las calles de Arbois cuando yo era un niño" - dijo Pasteur - "El virus de la rabia que penetra en las personas con la mordedura, se fija en el cerebro y en la médula espinal. Todos los síntomas de la hidrofobia hacen suponer que este virus, que este microbio que no podemos encontrar, ataca al sistema nervioso, ahí es donde tenemos que buscarlo, ahí es donde podremos cultivarlo tal vez, aunque no lo veamos..."
En 1884, cuando Pasteur olvidó por vez primera el aniversario de su casamiento, su pobre y paciente mujer escribió a su hija:
"Tu padre está siempre abstraído, habla poco, duerme menos, se levanta de madrugada, en una palabra, continúa haciendo la misma vida que empecé con él hace 35 años".
Entonces, se le ocurrió a Pasteur un medio sencillo para salir del nuevo atolladero:
"No es a los perros a los que debemos inyectar las 14 dosis de vacuna, sino a las personas que hayan sido mordidas por perros rabiosos... ¡Qué fácil!... Cuando una persona ha sido mordida por un perro rabioso transcurren unas cuantas semanas hasta que la enfermedad se declara... El virus tiene que abrirse paso desde la mordedura hasta el cerebro y mientras esto sucede, tenemos tiempo de inyectar las 14 dosis y proteger a la persona mordida..."
Un mundo de gentes mordidas, torturadas, empezó a desfilar por el laboratorio de la calle Ulm... De Smolensko, Rusia, llegaron 19 campesinos mujiks mordidos por un lobo rabioso 19 días antes... por la mañana y por la tarde, dos veces al día, para recuperar el tiempo perdido, él y sus ayudantes inyectaron la vacuna en los brazos de los rusos, la vacuna salvó a 16 de ellos... y el Zar de todas las Rusias envió a Pasteur la Cruz de Diamantes de Santa Ana y cien mil francos para empezar la construcción del edificio de la calle Dulot, morada de los bacteriólogos, y que ahora se llama Instituto Pasteur.
De todas partes del mundo... empezó a afluir dinero, millones y millones de francos destinados a la construcción del laboratorio...
Sus últimas palabras públicas fueron dirigidas a la juventud, a los estudiantes:
"No os dejéis corromper por un escepticismo estéril y deprimente; no os desalentéis ante la tristeza de ciertas horas que pasan sobra las naciones. Vivid en la serena paz de los laboratorios y de las bibliotecas. Preguntaos primero: ¿Qué he hecho para instruirme?. Y después, a medida que vayáis progresando: ¿Qué he hecho por mi Patria?. Hasta que llegue el día en que podáis tener la íntima satisfacción de pensar en que habéis contribuido de alguna manera al progreso y al bienestar de la Humanidad".
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Para ir al fragmento del trabajo original de Pasteur donde narra su victoria en contra de
la teoría errónea de la generación espontánea:
http://www.oocities.org/fcastrocha/pasteur3.htm
Para ir a la primera parte de la semblanza de Pasteur:
http://www.oocities.org/fcastrocha/pasteur1.htm
Link (the death of the evolutionary theory foreshadowed):
The Slow Death of Spontaneous Generation (1668-1859), by Russell Levine and Chris Evers.
Para regresar a la página principal:
http://www.oocities.org/fcastrocha/1.htm
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