Luis Pasteur, trabajo:
"CRÍTICA A LA TEORÍA DE LA GENERACIÓN ESPONTÁNEA"
Fragmentos tomados de su obra "Examen De La Doctrine De La Génération Spontanée" (se han adicionado entre paréntesis algunas reseñas biográficas localizadas de los personajes mencionados por Pasteur así como definiciones a palabras raras):
¿Existen situaciones en las que se haya observado que se producen generaciones espontáneas?, ¿en las que se haya visto que la materia procedente de los seres vivos conserva de alguna forma un resto de vida y se organiza por sí misma?.
Esta es la cuestión que hemos de resolver.
Independientemente de la religión, de la filosofía, o de cualquier tipo de sistema, es una interesante cuestión de hecho.
Intento probar con rigor, que en todas las experiencias en las que se ha creído reconocer la existencia de generaciones espontáneas en los seres más subvisibles, terreno específico en el que se encuentra hoy circunscrita la discusión, el observador ha sido víctima de ilusiones, o de causas de error que no ha percibido, o que ha sido incapaz de evitar.
Cuando a finales del año 1859, un hábil naturalista de Rouen, el señor Pouchet (Félix Arquímedes Pouchet, 1800-1872, naturalista y médico francés, conocido por su célebre controversia con Pasteur, curiosamente en Geología, proclamó la teoría de las creaciones sucesivas), miembro correspondiente de la Academia, anunció los resultados sobre los que creía asegurar de una manera definitiva la doctrina de las generaciones espontáneas, nadie supo señalar la verdadera causa de error de sus experiencias.
La Academia de Ciencias, a pesar de sus protestas con que había acogido las comunicaciones del señor Pouchet, comprendió todo lo que faltaba todavía por hacer, y propuso como tema de premio la cuestión siguiente:
"INTENTAR, MEDIANTE EXPERIMENTOS BIEN HECHOS, PRECISOS, RIGUROSOS Y ESTUDIADOS DE IGUAL MODO EN TODAS SUS CIRCUNSTANCIAS, ARROJAR ALGUNA LUZ SOBRE LA CUESTIÓN DE LAS GENERACIONES ESPONTÁNEAS"
El problema parecía entonces tan difícil, que el señor Biot (Juan Bautista Biot, 1774-1862, astrónomo, matemático, físico y químico francés. Participó en la medición del meridiano en España, y en la ascensión en globo de Gay-Lussac), cuya benevolencia hacia mis trabajos nunca ha cesado, me vio compasivamente dedicado a estas investigaciones, que me pidió siguiera yo sus consejos, que abandonara este proyecto una vez transcurrido un período de tiempo determinado, si es que yo no lograba superar las dificultades que me tenían abrumado.
El señor Dumas (Juan Bautista Andrés Dumas, 1800-1884, químico francés, investigó los alcoholes, los éteres y las oxiaminas, el agua y el aire; descubridor de las amidas), nuestro ilustre presidente, cuya amabilidad se equipara, en lo que a mí respecta, con aquella del señor Biot, recordará sin duda que por ese mismo tiempo me decía:
"No aconsejaría a nadie gastar tanto tiempo en este problema".
¿Cuál era la necesidad que tenía yo para ocuparme de estos estudios?. Era una necesidad bastante imperiosa, como ustedes mismos comprenderán en breve.
Veinte años antes, los químicos habían descubierto un conjunto de fenómenos verdaderamente extraordinarios, incluidos bajo el nombre genérico, y ya antiguo, de: "FERMENTACIONES".
Todos estos fenómenos exigían el concurso de dos tipos de sustancias: una, llamada fermentable, como el azúcar, y la otra azoada (que tiene ázoe, nombre dado por Lavoisier al nitrógeno), llamada fermento, siempre de naturaleza albuminoidea.
La teoría que generalmente se aceptaba era la siguiente:
"Las sustancias albuminóideas, expuestas al contacto del aire, sufren una alteración particular, de naturaleza desconocida, que les confiere el carácter de fermento, esto es, la propiedad de actuar a continuación, mediante su contacto sobre las sustancias fermentables".
Y efectivamente, se conocía una fermentación, la más antigua y notable de todas, cuyo fermento era un vegetal microscópico: "la fermentación alcohólica". Pero como en todas las otras fermentaciones descubiertas más recientemente, no se había podido comprobar la existencia de seres organizados.
Se había ido abandonando poco a poco, y no si pesar, la hipótesis de una probable relación entre la organización de éste fermento y su propiedad como tal, de manera que al aplicar la teoría general antes citada a la levadura de cerveza se decía:
"No actúa en cuanto ser organizado, sino que al estar en contacto con el aire, la parte de las levaduras muertas y en vía de putrefacción, actúa sobre el azúcar".
Por medio de estudios minuciosos que están muy lejos de estar terminados, llegué a conclusiones completamente diferentes.
Todas las fermentaciones, en sentido estricto: la viscosa, la láctica, la butírica, la del ácido tartárico, la del ácido málico, etc., coincidían siempre con la existencia de seres organizados.
La condición organizada de la levadura de la cerveza, lejos de ser una cosa molesta para la teoría, pertenecía por el contrario, a la ley común, siendo el modelo de todos los fermentos propiamente dichos.
En otras palabras, me encontré con que las materias albuminoideas no eran jamás fermentos en las fermentaciones en sentido estricto, sino el alimento de los mismos, y que los verdaderos fermentos eran seres organizados.
Aceptando esto, se confirmó que éstos fermentos se originaban del contacto de las sustancias albuminoideas con el oxígeno.
Una de estas dos cosas tenía que ser cierta:
"O bien, los fermentos mencionados nacían por generación espontánea, en presencia de oxígeno, como si el oxígeno por sí sólo los generara mediante su contacto con las materias organizada" ,
"O bien, no nacían por generación espontánea, y entonces no se trataba únicamente del oxígeno sólo, en cuanto gas, sino como excitante de un gérmen llegado simultáneamente con él, o existente en las sustancias en cuestión".
He aquí el por qué me era necesario, en el punto en el que me encontraba en mis estudios acerca de las fermentaciones, el resolver, de ser posible, el problema de las generaciones espontáneas.
Las investigaciones que les voy a exponer ahora no han sido, por lo tanto, sino una digresión (desviación temática colateral a un tema principal) impuesta por mis trabajos sobre las fermentaciones.
El análisis de los trabajos efectuados hasta el año 1859, planteaba la discusión en términos muy definidos.
La mayor parte de los naturalistas, aceptaba la antigua hipótesis de la diseminación aérea de los gérmenes y afirmaba que eran éstos gérmenes los que se detenían o se destruían en las experiencias de Schwann (Teodoro, 1810-1882, fisiólogo y anatomista alemán, investigó las fermentaciones y la vaina de las fibras nerviosas, uno de los difusores de la teoría celular, célula de Schwann: la que en el desarrollo de los nervios forma su envoltura, vaina de Schwann: la cubierta exterior de las fibras nerviosas) de Schulze y de Schroeder.
Los partidarios de la generación espontánea, por el contrario, afirmaban que en estas experiencias se destruía un principio ignoto, quizás un gas análogo al ozono, o tal vez un flúido, o cualquier otra cosa sin vida que fuera el primer motor de la vida en las infusiones, tal como Schroeder y Schwann lo habían insinuado.
"Si se trata de gérmenes - añadían - mostradlos, pues serían cosas visibles y reconocibles al microscopio", "no se puede negar - seguían diciendo - que en el polvo depositado en la superficie de los objetos o de los monumentos antiguos, no hay a veces esporas ni huevos de microzoarios, sino en números extraordinariamente reducidos, como ocurre en general con las semillas viajeras".
Uno de los partidarios más declarados de las doctrinas de las generaciones espontáneas, el señor Pouchet, se expresaba así:
"En ocasiones se encuentran en el polvo algunos huevos de microzoarios, pero ello es una auténtica excepción", "entre los corpúsculos del polvo que pertenecen al reino vegetal - afirmaba en otro lugar - hay esporas de criptógamas, pero en número extraordinariamente pequeño".
He aquí exactamente mi punto de partida. Para empezar, notemos que sirve de mucho estudiar el polvo en reposo, ¿a qué volumen de aire corresponde?. Es imposible decirlo.
Por otra parte: ¿qué corpúsculos en suspensión en el aire son los que se depositan?, ¡los más pesados!, es decir, los corpúsculos minerales u orgánicos de mayor volumen, en tanto que por el contrario, nosotros estamos interesados en recoger y estudiar los más ligeros.
He aquí un medio sencillo para reunir los corpúsculos que están en suspensión en el aire y de examinarlos al microscopio:
Realizando esto, he aquí el resultado al que se llega:
Las partículas amorfas se encuentran constantemente asociadas a corpúsculos evidentemente orgánicos, de volumen, forma y estructura muy variables. En lo que toca al número, varía mucho según las condiciones atmosféricas.
De esta manera, no tengo duda alguna, de acuerdo con lo que he podido observar en este género de estudios, que sería tan conveniente proseguir, extender y perfeccionar, de que la transparencia del aire después de la lluvia se debe en gran parte al arrastre de las partículas de polvo hasta el suelo por parte de las gotas de la misma.
Tampoco dudo que la niebla debe una parte de su opacidad a los numerosos corpúsculos amorfos y organizados que contiene.
En cualquier caso, he aquí el resultado, que ofrece a ustedes una idea del número verdaderamente presente en el aire de una calle de París poco frecuentada, la calle de Ulm:
Haciendo pasar durante 24 horas, tras una serie de días con buen tiempo, una corriente de aire bastante rápida sobre una borlita de algodón de un centímetro de longitud, y medio de ancho, será fácil contar, en el polvo recogido y diluído en ácido sulfúrico concentrado, varios millones de corpúsculos orgánicos.
El cálculo es muy sencillo, conociendo la relación entre las superficies reales del campo, de la gota de líquido observada, y la cantidad media de corpúsculos que se encuentra en cada campo estudiado.
No abandonemos este tipo de experiencias, sin extraer un resultado nuevo muy digno de interés dentro del tema que nos ocupa.
El aparato que utilizamos está dispuesto de tal manera que es muy fácil someter a las partículas de polvo a la acción de una temperatura más o menos elevada en estado seco, antes de sumergirlas en un líquido orgánico. Será suficiente con sumergir el tubo en U en un baño de agua pura, de agua saturada de diversas sales, o de aceite. Un termómetro marcará la temperatura exacta del baño. Hecho esto, será asimismo fácil comparar la acción que la misma tiene sobre la de esporas verdaderas de los mohos más vulgares.
De esta manera, resulta que el polvo que está en suspensión en el aire, conserva su fecundidad hasta la temperatura de 120º aproximadamente, que desaparece cuando se eleva hasta 130º. Las esporas de los mohos vulgares se comportan de la misma manera. Calentadas al abrigo de toda humedad, permanecen hasta 120º, pero si la temperatura llega a 130º ya no germinan.
¿No constituye esta correspondencia una nueva prueba de que entre los corpúsculos orgánicos que existen en el aire hay esporas de criptógamas?.
Los experimentos que he expuesto creo que dejan fuera de duda el hecho de que el origen de las producciones orgánicas de las infusiones que han llevado a la ebullición, es exclusivamente debido a las partículas de polvo que existen en suspensión en la atmósfera.
El conjunto de todos estos resultados, creo que demuestra, con la mayor evidencia, que debe descartarse toda idea acerca de principios misteriosos, flúidos, gases conocidos o desconocidos, ozono, etc.
No hay nada en el aire que condicione la vida en las infusiones, excepto las partículas sólidas que transporta.
Este resultado es cierto.
Todo el avance de mi trabajo reside aquí, no lo exageremos ni lo reduzcamos:
Dada una infusión orgánica que ha sufrido la ebullición, si se la expone al aire se altera, apareciendo a la vuelta de pocos días, criptógamas e infusorios. Pues bien:
Está confirmado por mis experiencias que su alteración se debe únicamente a la caída de partículas sólidas que el aire acarrea siempre.
Absolutamente NINGUNA OTRA CAUSA tiene la vida en las infusiones que han sufrido la ebullición.
Por otra parte, he recogido éstas partículas y he visto al microscopio que están formadas de restos amorfos unidos a corpúsculos organizados que son completamente iguales a los huevos de los infusorios o a las esporas de las criptógamas.
Si los partidarios de la generación espontánea desean sostener todavía sus principios frente a estos hechos, pueden hacerlo. Pero será necesario que digan que prefieren colocar el origen de las producciones organizadas en los restos amorfos, en el hollín, en el carbonato cálcico, en la sílice, en las briznas de lana, etc., antes que en los corpúsculos que se parecen tanto a los gérmenes de éstas mismas producciones.
Trabajo original de Pasteur:
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