LAS MANIFESTACIONES DEL PODER DE DIOS (con énfasis y ejemplos de dones de sanidades).

Introducción:

Dios nuestro Padre nos ha llamado a formar parte del Cuerpo de Cristo, la Iglesia de Dios en ésta era de Gracia. Administración por la cual estamos sumamente agradecidos con Dios. Necesitamos tener la certeza de quienes somos en Cristo Jesús para desarrollar una plena confianza en reconocer nuestra posición espiritual en Cristo (Rom. 10:9-10).

Todo lo que tenemos se debe a las obras de nuestro Señor Jesucristo, y ahora podemos conocer lo que tenemos mediante la lectura de las siete Epístolas a la Iglesia que se refieren al Misterio oculto desde la eternidad y revelado a los miembros del Cuerpo de Cristo: "¡Qué es Cristo en nosotros, la esperanza de Gloria! (Col. 1:27). Cada uno de los miembros del cuerpo de Cristo puede manifestar las nueve evidencias de que él, el creyente individual, posee internamente el don de espíritu santo.

Este estudio es para aquellos que desean manifestar el poder que está disponible para ellos mediante ministrar dones de sanidades y mediante el echar o arrojar fuera espíritus malignos, con el propósito de traer liberación a la gente.

Sanar a los enfermos y arrojar fuera a los demonios es bastante simple, tú, creyente renacido puedes ejercer este poder y autoridad que Dios te ha dado, por ejemplo, tan fácil y tan simplemente como lo fueron los primeros momentos en los que tú comenzaste a hablar en lenguas, así mismo, tú también fuiste el que comenzaste a hablar en lenguas con interpretación en la Iglesia, tú inicialmente diste palabra de profecía en la Iglesia; y así como sigues haciendo eso, así mismo, con esa misma confianza puedes comenzar a sanar enfermos y a expulsar demonios.

El propósito de éstos estudios es el de activar confiadamente el resto de las manifestaciones del don de espíritu santo que ya tenemos, y que mora en tí, oh Hijo renacido del espíritu de Dios. ¡A nosotros nos toca usarlas!.

Semblanzas de Nuestra Posición en Cristo:

Todos nosotros, los creyentes renacidos, podemos usar las nueve manifestaciones de espíritu santo. Nosotros podemos llevar a cabo las obras de Jesucristo, y sabemos que TODOS los creyentes renacidos tenemos Cristo en nosotros, debido a que la Palabra de Dios así nos lo dice. Las promesas y verdades referentes a quienes somos y todo lo que tenemos en Cristo se encuentran en las Epístolas a la Iglesia. Dichas escrituras nos ayudan a desarrollar confianza para que nosotros a su vez podamos ayudar a la gente mediante la sanidad de enfermedades y la expulsión de espíritus malignos.

Rom. 1:16 Porque no me avergüenzo del Evangelio del Cristo, porque es potencia de Dios para dar salud a todo aquel que cree; al judío primeramente y también al griego.

Las buenas nuevas de Cristo es que nosotros tenemos la potencia de Dios para impartir sanidad a TODO aquel que cree, sea judío o sea no judío, al mismo tiempo que tenemos la potencia de Dios para impartir la salvación a TODO aquel que cree. Ésto nos ayudará a tener plena creencia y confianza en aplicar la Palabra de Dios. La Palabra de Dios que es espíritu y que es vida, las dos cosas.

Debido a que nosotros tenemos a Cristo en nosotros, tenemos todo el poder y autoridad para vivir exitosamente trayendo liberación a la gente en este mundo. Éste es el espíritu de Dios en nuestra administración de la Gracia de Dios. Nosotros no hemos recibido un espíritu de esclavitud para estar en servidumbre. Los creyentes del Antiguo Testamento tenían el espíritu de Dios condicionalmente, y si ellos no se mantenían fieles, era muy fácil que perdieran dicho espíritu. En cambio, en esta nuestra nueva administración o era, nosotros hemos recibido el espíritu de filiación (Rom. 8:15), por eso es que nosotros somos los hijos del Dios eterno para siempre (Rom. 8:16), debido a nuestro nuevo nacimiento. Nosotros tenemos el testimonio vivo de que somos hijos de Dios cuando hablamos en lenguas.

Dios es nuestro Padre y su Gracia y su Paz permanecen en nosotros para siempre (Ef. 1:2), así también nosotros tenemos el mismo poder y autoridad que tiene Cristo Jesús resucitado, pero nosotros lo tenemos aquí sobre ésta tierra. La gracia de Dios significa que es Él quien nos ha proporcionado gratuitamente el don de espíritu santo, no por nuestras obras, sino por la obra completa y finalizada de Jesucristo por amor a nosotros.

Ef. 2:6 y juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en lugares celestiales en Cristo Jesús

Cristo Jesús está sentado a la diestra de Dios, y ante los ojos de Dios nosotros estamos sentados allí mismo, a la diestra de Dios, donde Cristo Jesús está, de tal forma que nosotros tenemos la autoridad de Cristo, la cual puede ser ejercida en este mundo hoy mismo por nosotros.

Ef 1:19 Y cuál aquella supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, por la operación de la potencia de su fortaleza

Si creemos, nosotros tenemos de parte de Dios, aquí y ahora la "supereminente grandeza de su poder", "por la operación de la potencia de su fortaleza".

Cristo es la cabeza de su Iglesia, la cual es el cuerpo de Cristo.

Fil. 2:13 Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

Dios es quien trabaja en nosotros, por su buena voluntad, para que llevemos a cabo esa, su voluntad.

Fil. 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

Podemos hacer todas las cosas mediante la habilidad de Dios en Cristo que mora en nosotros.

Principios para manifestar el poder del don de espíritu santo:

¿Por qué no ha habido consistencia en la operación de las manifestaciones relacionadas con dones de sanidades y con echar fuera espíritus diabólicos, aún cuando sabemos que nosotros podemos operar TODAS las nueve manifestaciones del espíritu de Dios en nosotros?

Algunas de las razones son las siguientes:

  1. No entendemos que todas las nueve manifestaciones, incluyendo "dones de sanidades", se operan bajo los mismos principios que el hablar en lenguas; es decir, así como nosotros llevamos a cabo el hecho del hablar en lenguas, nosotros también llevamos a cabo el hecho de sanar a los enfermos. No es Dios quien lleva a cabo el hablar en lenguas, no es Dios quien lleva a cabo las acciones necesarias para sanar a la gente. Dios nos dió esa habilidad a nosotros, sus renacidos de simiente incorruptible.
  2. No reconocemos claramente que para operar los "dones de sanidades", aquellos creyentes que necesitan sanidad deben de tener el profundo deseo y creer para ser sanados.
  3. No instruímos a nuevos creyentes para que hablen en lenguas de inmediato, así tampoco los instruímos para que manifiesten las otras manifestaciones del espíritu santo morando en ellos de inmediato, cuando ya han aceptado y confesado que Jesucristo es su Señor, y creído en su corazón que Dios le levantó de entre los muertos (Rom. 10:9-10).
  4. Nosotros no estamos sobre esta tierra para promover religiones, ministerios, teologías o cursos bíblicos, el motivo de nuestra existencia es el de obedecer y hacer la Palabra de Dios.

    Cada una de las manifestaciones del espíritu santo es independiente de las otras, aún cuando en muchas ocasiones pudieran presentarse inter-relacionadas. Cada una de esas manifestaciones nos ha sido dada por Dios para un diferente y específico provecho. Ni una sola de ellas es un pre-requisito obligatorio para la manifestación de las otras, y cada creyente puede manifestar cada una de las nueve manifestaciones del espíritu, ya sea en combinación de unas con otras o independientemente una de la otra. Para los asuntos espirituales no existe fórmula alguna, método o ley definitiva. Dios es el que nos ha dado su don inefable, ¡bendito sea Dios por eso!.

  5. Tampoco hemos sido capaces de ver que los espíritus malignos están realmente aquí y ahora debajo de nuestros pies, y que legalmente ellos, los demonios, deben de obedecernos y de estremecerse ante nuestras órdenes.
  6. Stgo. 2:19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.

    Rom 16:20a Y el Dios de paz quebrante presto a Satanás debajo de vuestros pies.

  7. Tampoco hemos sido capaces de ver que los espíritus diabólicos tienen miedo de nosotros; ellos ven en nosotros un poder glorioso y una gran autoridad, así mismo, ellos son capaces de ver la presencia de Dios y de sus ángeles.

Los dones de sanidades se manifiestan en el mundo de los sentidos de la misma manera que el hablar en lenguas. Antes de que nosotros habláramos en lenguas, quizás nos preguntábamos, ¿cómo es que voy a poder hablar en lenguas?. Nosotros no teníamos ni tenemos ninguna palabra memorizada en una lengua desconocida en nuestras mentes. Nosotros simplemente creímos en la palabra de Dios, y entonces, ¡simplemente comenzamos a hablar en lenguas!, ¡ciertamente que Dios fué quien nos dió las palabras precisas en la lengua desconocida que debíamos de hablar en ese momento!.

Todas las nueve manifestaciones del espíritu santo se evidencían en proporción a nuestra creencia, en proporción a la confianza que tenemos de que somos capaces de hacer aquello que Dios ya ha dicho en su Palabra bendita que podemos hacer.

¿Cómo es que manifiestas palabra de profecía en la Iglesia? Tú simplemente comienzas a profetizar, tú eres quien comienza a hablar. ¿Cómo es que interpretas lenguas desconocidas en la Iglesia? Tú simplemente comienzas a interpretar, tú simplemente comienzas a hablar inmediatamente después de que has hablado en lenguas en una reunión de creyentes. Genuinamente hablando, no es posible conocer premeditadamente que es lo que vamos a decir mediante el hablar en lenguas, el interpretar lenguas, o el proferir palabra de profecía, sin embargo, cuando comenzamos a hablar en lenguas, a interpretarlas, o a dar palabra de profecía, en ese mismo instante, no demasiado antes ni después, en ese preciso instante el Espíritu nos dá aquellas palabras que nosotros debemos de hablar. Así también, ¡con la misma confianza y soltura hemos de aplicar el resto de las manifestaciones del esíritu santo que mora en nosotros!.

Para hablar en lenguas, interpretar o dar palabra de profecía, tú eres quien lleva a cabo el hablar con confianza, aún cuando desconoces de antemano qué es lo que vas a decir.

1Cor 12:7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.

La misma verdad puede ser aplicada para cada una de las otras manifestaciones del don perfecto de espíritu santo que mora en tí, y es tu responsabilidad, tu derecho y tu autoridad el usarlo.

Dones de Sanidades:

Para sanar a los enfermos, eres quien comienza a sanar a los enfermos con plena confianza en el gran Dios que Te respalda.

eres quien comienza a sanar a los enfermos con el poder y la autoridad que Dios ya te ha concedido en Cristo.

Dones de sanidades es "Tu Operación de tu habilidad dada por Dios mediante la cual puedes impartir dones de sanidades." Semejante es la manifestación del hablar en lenguas, la cual es "Tu Operación de tu habilidad dada por Dios mediante la cual puedes hablar en lenguas."

Algunas de las escrituras clave que muestran que eres el que ha de ministrar dones de sanidades para traer liberación a la gente, así como eres el que ha de manifestar el hablar en lenguas, son las siguientes:

Hch. 2:4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y [¡ELLOS!] comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu Santo les daba que hablasen.

El contexto nos muestra que el donador, quien es Dios, ha de ser diferenciado de su don inefable. Para ello hemos de usar, como E. W. Bullinger comenzó a hacerlo, mayúsculas para referirnos al donador, quien es Dios, quien es el Espíritu Santo. Dios nos ha dado lo máximo, Dios nos ha dado parte de sí mismo, Dios nos ha dado aquello que Él mismo es, y su don a nosotros ha de ser diferenciado del donador mediante el uso de minúsculas: "llenos de espíritu santo". El don de espiritu santo es la plena responsabilidad de ser manifestado por el creyente que lo recibe, el cual es manifestado de nueve maneras diferentes, según se especifica en 1 Cor. 12:7-10. Es por eso que Pedro nos dice que somos participantes de la naturaleza divina, y Pablo nos dice que somos colaboradores, cual "activos socios accionistas", de Dios. Toda nuestra confianza, todo lo que somos, todo lo que tenemos, todas nuestras reservas, toda nuestra potencia y nuestro futuro están depositados allí, igualmente Dios nos ha dado lo máximo que Él puede dar: ¡el hacernos parte de su naturaleza divina mediante el don de espíritu santo que Él ya nos dió!.

Ellos comenzaron a hablar, y al mismo tiempo el Espíritu [es decir Dios] les daba aquello que debían de hablar en una lengua desconocida. La clave principal para dones de sanidades es que eres el que comienza a sanar, si es que así lo deseas en tu corazón. Si además vives andando en amor, también a te será provechoso el sanar a los enfermos. Vive en amor para que no te "agotes", para que no te "enfades", para que no te canses jamás de hacerlo. Al momento en que decidas comenzar a sanar, en ese mismo instante y momento el Espíritu [es decir Dios] te dirá que hacer para que dones de sanidades se manifiesten en el mundo natural de los cinco sentidos. Ambos, es decir primeramente , el legal propietario del don de espíritu santo, del poder desde lo alto, y entonces Dios, quien es el Espíritu donador, se sincronizan al mismo tiempo para que lo imposible suceda, para que el poder de Dios sea manifestado sobre este mundo. Antes de comenzar a sanar no sabes que es lo que vas a decir o que es lo que vas a hacer, pero cuando comienzas a actuar, es entonces que Dios te dice que decir y qué hacer en ese mismo instante, como cuando comienzas a hablar en lenguas.

Ten la confianza de que ésto funciona perfectamente, Tu aprendizaje y Tu confianza se incrementarán conforme lo llevas a cabo, conforme practicas el poder de Dios que ya mora en

Rom 10:11 Porque la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.

Rom 12:6 De manera que, teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada; si es profecía, conforme a la medida de la fe.

Todas las manifestaciones de espíritu santo son aplicadas o llevadas a cabo, es decir, se usan u operan de acuerdo a tu creencia, como dice la escritura "conforme a la medida de la fe", ¿Cuál fe? ¡Tu propia creencia!. Si crees que puedes lograrlo, como Dios ya Te lo ha dicho en su Palabra escrita, ¡lo vas a lograr!; la promesa de Dios te respalda. Sin embargo, si crees que no eres capaz de hacerlo, aún cuando Dios dice que sí es posible, entonces no lo vas a lograr. Todo depende ahora de Tí, Dios ya te ha dado Su poder espiritual mediante el don de espíritu santo completo que mora dentro de .

Si tu no crees que esto es posible, acaso y entonces tu tampoco eres capaz de hablar en lenguas, de interpretar lenguas, de dar palabra de profecía, etc., ya que es totalmente imposible manifestar cualquiera de las manifestaciones de espíritu santo si solamente pensamos con nuestros cinco sentidos, ya que el hombre natural no puede percibir las cosas que pertenecen al espíritu de Dios, para ese hombre natural de los cinco sentidos, todos los asuntos espirituales, sea el esíritu santo o los espíritus malvados, todas esas cosas espirituales, para el hombre carnal son locura:

1Co 2:14 Pero el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.

2Co 4:4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del Evangelio de la gloria del Cristo, el cual es la imagen de Dios.

En cambio, Tu vas a ser capaz de manifestar la plenitud del espíritu santo que mora en si crees y actúas literalmente conforme a la Palabra de Dios, subestimando o dejando de lado el conocimiento natural que hasta ahora has estado recibiendo por parte de las doctrinas de hombres, no importa que tan sinceras te parecieron al principio, y por parte de los cinco sentidos. vas a evidenciar el poder de Dios mucho más eficazmente si desarrollas una confianza inquebrantable hacia la Palabra de Dios, es decir, como dice la escritura "conforme a la medida de la fe" que manifiestas. Necesitas leer y re-leer los ejemplos de TODAS las manifestaciones del espíritu santo que aparecen por toda su Palabra. Por ejemplo:

1Co 14:5 Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis lenguas, pero quisiera más que profetizaceis, porque mayor es el que profetiza que el que habla lenguas, a no ser que interpretare, para que la Iglesia tome edificación.

Dios quisiera también que todos nosotros manifestáramos los dones de sanidades para seguir predicando la nueva era de la gracia de Dios en Cristo con Poder, y para seguir trayendo liberación a los cautivos, como Jesucristo y sus discípulos lo hicieron en el primer siglo.

Si Dios es quien quisiera que todos los creyentes humanos hablaran en lenguas, entonces, ¿qué es lo que hemos de hacer?, ¡nosotros simplemente obedecemos y hablamos en lenguas!, y también damos palabra de profecía en las reuniones de creyentes; pero Dios desea además que manifestemos activamente el poder de Dios, como Jesucristo lo hizo e instruyó a todo aquel que quisiera ser discípulo de él:

Mat 10:8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.

Dios ha mandado a todo aquel que posee la autoridad de sanar enfermos (por haber recibido el espíritu santo de Dios), que aplique dicha autoridad recibida, ¡que sane a los enfermos!. ¿Qué es lo que hemos de hacer entonces?, ¡hemos de sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios!.

Ahora que nuestro maestro y Señor Cristo Jesús está en los cielos, a la diestra de Dios, , oh amado creyente cristiano, , oh amado renacido del espíritu de Dios, ¡ eres quien habla en lenguas!. Así mismo, eres quien sana a los enfermos, eres quien limpia a los leprosos… y a los enfermos de cáncer, o de sida, etc., eres quien resucita a los muertos, eres el que echa fuera a los demonios. "De gracia recibisteis, dad de gracia", eso significa que tú manifiestas la plenitud del poder de Dios gratuitamente, gratis, sin ningún cargo adicional "al paciente". Desde luego que manifestar el espíritu santo para dar sanidad a otros trae una liberación que al mismo tiempo promueve el crecimiento genuino de la familia de Dios. Si no evidencías el poder del don de Dios bajo Tu libre voluntad, por mismo, éstas maravillas de Dios nunca van a ser manifestadas en el mundo natural de los cinco sentidos. ¿Cuántos años llevas ya en la Palabra de Dios, siendo renacido del espíritu santo de Dios?, ¿cinco?, ¿diez?, ¿veinte?, no importa cuantos, lo importante es que aún estás vivo y lleno del espíritu santo, lleno de creencia y de deseos de suplir las necesidades de tus hermanos y hermanas en Cristo y del resto de los humanos. ¡Nunca te es demasiado tarde, ahora mismo puedes comenzar a sanar enfermos, a hacer milagros, a echar fuera demonios!.

Las nueve manifestaciones del espíritu santo que leemos en 1 Cor. 12:7-10 nos han sido dadas a cada uno de los creyentes del Cuerpo de Cristo para provecho, para beneficio. Así que, nosotros actuamos conforme a la medida de nuestra fe, ¡conforme a la confianza que tenemos de que nosotros podemos hacerlo!.

Ésto no es medicina ni ninguna otra de las artes o prácticas comúnmente asociadas con sanidades. No es orar por los enfermos. No tiene nada que ver con psicología o psiquiatría. No tiene ninguna relación con la mal llamada "ciencia cristiana". No es psicosomática (que estudia las causas emocionales de las enfermedades físicas); ni es psicocibernética (la ciencia de la psicología de la auto-imagen y de la auto-realización personal; tampoco es cirugía psíquica (en la que sus practicantes mueven sus manos o dedos sobre el cuerpo del paciente, el cual se abre, como si fuera el corte del bisturí, entonces se lleva a cabo una cirugía con el simple uso de las manos, bajo la influencia de espíritus diabólicos); no es cientología ni dianética (una "nueva" religión basada en la combinación de creencias, tales como la psicoterapia y la creencia en aliens muertos radicando en nuestros cuerpos, en las que se promueve la idea de que es posible sanar con el simple poder de la mente), ni es parapsicología, ni hipnosis.

La manifestación del espíritu de dones de sanidades de Dios no es ni se asocia con ninguna de las prácticas mencionadas en el párrafo previo.

Definición tentativa para la manifestación de dones de sanidades:

La manifestación de dones de sanidades es nuestra operación de nuestra habilidad dada por Dios, bajo la autoridad que Dios ya nos ha concedido en Cristo, y haciendo uso de nuestra propia creencia natural o mediante la manifestación espiritual de fe, la cual es nuestra divina confianza, mediante la cual nos es posible impartir sanidad a aquellos que a su vez tienen la fe o creencia para recibir dicha sanidad, de acuerdo con lo que Dios ya nos ha revelado previamente mediante Su Palabra de Dios escrita, o mediante Su palabra de ciencia, y/o palabra de sabiduría, y/o discernimiento de espíritus a nosotros.

Tu quizás recibas entonces la revelación necesaria para incrementar la creencia o fe de aquellos deficientes en ella, pero que firmemente desean su liberación hasta el punto en el que puedan recibir y manifestar su plena sanidad física. Si tu propia creencia, como ministrador de sanidades no se encuetra al nivel necesario para impartir sanidad, tu aún tienes otro maravilloso recurso que puedes usar para que de todos modos la sanidad sea manifestada en ese lugar y momento, puedes creer para operar la manifestación de fe para impartir sanidad, ya sea gradual, o para impartir el milagro de la salud inmediata.

Si seguimos esperando por más tiempo antes de poder manifestar los dones de sanidades, lo más seguro es que nos quedemos esperando durante toda nuestra vida terrenal porque, ¿qué otra revelación adicional necesitaremos aparte de lo que Dios ya nos ha mostrado en Su Palabra: ¡que es su voluntad de sanar toda enfermedad y dolencia!, y su don ya ha sido dado a nosotros, quienes somos los responsables absolutos de su uso preciso?, o ¿qué estaremos esperando, aparte del discernimiento espiritual que ya tenemos y que podemos incrementar por nuestra lectura diaria de la Biblia misma?.

Si ya sabemos nosotros que la voluntad de Dios es sanar toda enfermedad y toda dolencia. Si ya sabemos que las sanidades que Jesucristo y los apóstoles llevaron a cabo, muchas de las veces se basaron grandemente en identificar con sus cinco sentidos el esfuerzo depositado y la creencia manifestada por el enfermo, ¡Jesús y sus discípulos fueron capaces de ver el verdadero deseo del enfermo para ser sanado por el hombre de Dios con la autoridad espiritual dada por Dios!.

Me pregunto si acaso el hecho de intentar racionalizar, mediante el establecer definiciones y pre-requisitos para soltarnos manifestando los milagros y las sanidades disponibles por nuestro don de espíritu santo, ¿acaso no es eso otra forma de excusa encubierta ante nuestra propia "y sistemática" incredulidad para llevar a cabo los hechos poderosos de Dios?. Ningún líder del pasado, del presente o del futuro, aparte de Jesucristo, está exento de caer bajo los síntomas de la "sinceridad religiosa". Nosotros sabemos que sinceridad no es garantía de verdad. Eso lo vimos en Pablo mismo, en su obstinado afán de regresar a Jerusalén, aún cuando Dios le pedía que no fuera. Pablo casi pierde su vida y ciertamente que perdió su libertad. Otro ejemplo lo vemos en Moisés, quien en vez de actuar creyentemente, en una ocasión se obstinaba en simplemente "esperar a que Dios actuara por él" y en "orar a Dios insistentemente". ¿Para que esperar y orar en esas circunstancias en las que Dios claramente ya nos está pidiendo actuar? Veamos dicho relato en Ex. 14:13-16:

"Moisés respondió al pueblo: - No temáis; estad firmes y ved la salvación que Jehová os dará hoy, porque los egipcios que hoy habéis visto, no los volveréis a ver nunca más. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos."

Moisés le dijo a la gente que estuvieran firmes y que vieran cómo Dios trabajaría por ellos. Éstas palabras a primera vista parecen unas tremendas palabras de creencia. Pero veamos qué es lo que Dios tiene que decirle a Moisés al respecto:

"Entonces Jehová dijo a Moisés: - ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen."

Aquí tenemos una elipsis entre el v. 14 y el v. 15, ya que Dios le dijo a Moisés "¿Por qué clamas a mí?." Es decir, que después de que Moisés declaró lo que leemos en los versículos 13 y 14, Moisés se puso a "orar fervientemente" (a "clamar" a Dios), pero Dios le dijo, "Hey Moisés, deja de "orar fervientemente", deja de "clamar a mí" y "¡muévanse!" ", esa fue la orden de Dios, quien luego le dijo a Moisés:

"Y tú [Moisés], alza tu vara, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar en seco."

Dios le recordó a Moisés que ya le había dado la vara o cayado con la que Moisés pudiera llevar a cabo milagros, prodigios, y señales portentosas. Dios le dijo a Moisés: ¡usa la vara que te dí!, "¡alza tu vara, extiende tu mano sobre el mar y divídelo!" (pongo los signos de admiración porque era una situación de vida o muerte). "¿Por qué me pides en oración con tu clamor, oh Moisés, que Yo haga algo que Yo ya te he dado a tí la autoridad de hacer?."

John G. Lake, un evangelista que llevó a cabo muchos milagros en Sudáfrica y en los Estados Unidos a principios del siglo veinte, concluye así sus propias observaciones de este relato: "Muy frecuentemente nuestra oración se convierte en un refugio para esquivar nuestra acción creyente… muchas veces nuestra oración es ofensiva para Dios, porque en vez de orar… Dios demanda de nosotros que ejercitemos nuestra "vara" de creencia y que dividamos las aguas… Ésta es la más poderosa lección que la Palabra de Dios contiene acerca del tema de oración y creencia" (John G. Lake: His Life, His Sermons, His Boldness of Faith (Ft. Worth, TX, Kenneth Copeland Publications, 1995), pp. 413-414). Lake también relata el hecho de que un pobre pigmeo africano, cuya única posesión era la de su "taparrabos", fue capaz, cuando creyó en el poder espiritual que Dios le había concedido en Cristo, de sanar rápida y milagrosamente a unos 75 leprosos. ¿Qué hay acerca del poder espiritual del don de Dios manifestado por nosotros, los "ultra-racionalistas" elaboradores de "clasificaciones", de "definiciones", de cursos y de libros de texto?… por eso es que cualquier definición, principio o clave que les proporcionamos aquí en éste ensayo, o que cualquiera otro les proponga, son solamente eso, tentativas aproximaciones y prácticas que deberían de edificar nuestra creencia, y lo más que se apeguen a la Biblia misma, mucho mejor, para soltarnos manifestando poderosamente en nuestro tiempo y lugar ese poder latente del don inefable que Dios en Cristo ya ha depositado dentro nuestro. De hecho la luz completa está única y completamente en la Biblia misma.

La "vara" de creencia que tenemos ahora es el poder espiritual que tenemos para hacer milagros debido a que es Cristo en nosotros. Después de eso que le pasó a Moisés, vemos que él aprendió su lección, ya que Moisés usó su vara (su cayado), entre otras cosas para obtener la victoria sobre sus enemigos, en contra de Amalec (Ex. 17:9).

¿Cómo sanar a los enfermos?:

Puntos importantes o principios sugeridos para poder sanar a los enfermos:

  1. Tú eres el que habla o quien les proclama a todos aquellos que tienen necesidad de sanar: ¡que ellos pueden ser sanados!.
  2. Éste es el primer y más importante punto, despues de que ya hemos entendido que todas las manifestaciones del espíritu santo se basan en las mismas claves que son necesarias para el hablar en lenguas. Hablar en lenguas aparece como la primera manifestación que antecede a todas esas multitudinarias y poderosas conversiones descritas en el libro de Hechos, antecediendo también al resto de las sanidades allí descritas para ésta, nuestra nueva era de gracia. Todos aquellos que necesitan ser sanados deben de desear su propia sanidad intensamente, fuertemente, potentemente, y deben de creer para ser sanados. La fe viene por el oír, y no el oír cualquer cosa, sino por el oír la Palabra de Dios (Rom. 10:17), y dentro de este específico contexto de dones de sanidades, por el oír no cualquier porción de la Palabra de Dios, sino por el oír esa particular y específica Palabra de Dios para el enfermo, esa Palabra de promesa, esa precisa Palabra procedente del espíritu de Dios en nosotros, procedente del logos que mora en nosotros, por el oír esa palabra que necesita penetrar hasta lo más profundo del corazón de la persona que necesita ser sanada, y entonces esa persona recibe la fe o creencia, la confianza necesaria para creer que ella puede y ciertamente va a ser sanada. Es por eso que Jesucristo primeramente predicó las buenas nuevas de liberación antes de sanar a alguien:

    Mat 4:23-24 Y rodeó Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el Evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y toda flaqueza en el pueblo. Y corría su fama por toda la Siria; y le trajeron todos los que tenían mal: los tomados de diversas enfermedades y tormentos, y los endemoniados, y lunáticos, y paralíticos, y los sanó.

    Mat 9:35 Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el Evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y todo flaqueza en el pueblo.

    Enseñando y predicando las buenas nuevas siempre precedió, fue lo primero, antes de impartir dones de sanidades. Enseñar y predicar las buenas nuevas y todo aquello disponible por parte de Dios se llevó a cabo antes de proporcionar liberación mediante sanidades, ya que entonces sí, después de haber dado el mensaje, Jesucristo pudo ser capaz de sanar a los enfermos, si es que ellos (y/o sus más cercanos parientes y/o amigos), de acuerdo a los casos que leemos en los Evangelios y en el libro de los Hechos de los apóstoles, manifestaban creencia o fe para recibir su sanidad.

    Jesús anduvo primero enseñando y predicando las buenas nuevas, primero en Galilea, luego Jesús recorría todas las ciudades y aldeas cercanas, y enseñaba en las sinagogas, así que su fama se extendió por toda Siria, y entonces la gente le llevó a los enfermos para que finalmente Jesús los sanara y Jesús sanó a TODOS los enfermos, ni uno sólo fue pasado por alto; aún cuando los niveles de creencia individual de cada enfermo y de sus familiares variaban, Jesús siempre encontró la forma de edificar su creencia (de ellos y de él mismo) hasta el punto de recibir su sanidad completa. Esta fué la "metodología" que exitosamente practicó Jesucristo.

    En otras palabras, Jesucristo no hubiera podido sanar y liberar a la gente si la gente no hubiera primeramente creído para ser sanada, y desgraciadamente dicha incredulidad se documenta que pasó en Nazaret:

    Mat 13:58 Y no hizo allí muchas maravillas, a causa de la incredulidad de ellos.

    Mar 6:5 Y no pudo hacer allí alguna maravilla; solamente sanó unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.

    ¡Que desolador cuando toda una ciudad, nación o el planeta se llenan de incredulidad!… un creyente se la pudiera pasar tratando de ministrar sanidad durante todo el día sin lograrlo, como le pasó a Jeremías… Sin embargo, Dios nos promete que en realidad, ahora la cosecha es abundante, pero los trabajadores o colaboradores que están dispuestos voluntariamente, gratuitamente, de corazón, a trabajar para Dios, son muy pocos.

    Así de que cuando no suceden los milagros, sanidades y prodigios que Dios ha prometido, vemos que mucho tiene que ver con la incredulidad por parte de aquellos a quienes es dirigido el mensaje de sanidad y de salvación. Entonces nosotros simplemente proseguimos nuestro camino hasta encontrar a aquellos que se encuentran hambrientos y sedientos por recibir. A aquellos que creen.

    Jesús no pudo hacer muchas maravillas allí, Jesús no pudo hacer muchos milagros ni sanidades allí debido a la incredulidad de los habitantes de Nazaret, ya que ellos observaban las cosas carnalmente, solamente por los cinco sentidos; los de Nazaret veían los errores y las fallas de los (medios) hermanos y hermanas de Jesús y le tenían en poco, cual si Jesús fuera un simple e ignorante carpintero. Así de que Jesús mismo fue solamente capaz, con todo su pesar, de sanar en Nazaret a unos pocos enfermos. Hemos de entender plenamente que el manifestar dones de sanidades del espíritu santo que mora en nosotros no es magia. El don de sanidad le es concedido solamente a aquellos que tienen creencia para recibir su sanidad. Si una persona tiene dudas, e incredulidad, y si confiesa que quizás sea muy difícil o imposible recibir su sanidad, etc., entonces tú no vas ser capaz, sí, tú no vas a poder tampoco sanarle. Tu guías a los enfermos mismos de preferencia, a que crean y confiesen todo aquello que Dios dice acerca de su sanidad.

    Desde luego que la incredulidad de otros, lejanos o cercanos, no debe de ser una excusa para que nosotros dejemos de practicar nuestro sanar enfermos, y nuestro hablar en lenguas, etc. ¡No os preocupéis!, de hecho existe una muy grande cantidad de gente que está deseosa de creer y que aún no ha escuchado esa Palabra de Dios que les dará fe y creencia en sus corazones. Con esta confianza, ¡hablemos, enseñemos, proclamemos, prediquemos con toda firmeza!, de tal forma que todo aquel que escuche, pueda también creer, y tener la plena confianza y firmeza de que ellos ralmente PUEDEN recibir su sanidad completa, ya que su liberación es segura y está disponible ahora mismo por parte de Dios.

    Hemos de proclamar seguros la información referente a la liberación completa de enfermedades y dolencias para poder transmitir dicha seguridad a los que escuchan. Presentémosles testimonios de liberación, eso inspira a la gente, eso edifica su creencia. Exhibamos ante ellos los testimonios de la liberación de Dios que se encuentran en la Palabra de Dios con plena confianza y firmeza.

    Porque, si el predicador no está seguro de que la liberación de enfermedades está disponible ahora mismo (como es el caso de casi todos los líderes de cualquier religión masiva, los cuales se encuentran hoy en día celosos unos de otros y eso sí, totalmente impotentes), entonces el oyente permanecerá ignorante y carente de dichas promesas de Dios, el oyente permanece carente de una firme confianza en el verdadero poder de Dios. Pero, ¡Dios mismo es el que nos garantiza la liberación de las enfermedades!. ¡Nosotros hablamos solamente lo que Dios nos dice en su Palabra!, sea la Palabra escrita o la específica revelada para una situación en particular a nosotros, y entonces nosotros no nos preocupamos en absoluto, y no tenemos duda alguna, no pensamos que Dios va a fallarnos, ni pensamos que Dios no va a cumplir su propia promesa de trer liberación total de enfermedades.

    La liberación de enfermedades es 1000 % segura, ya que Dios es quien nos la ofrece y quien lo prometió, ¡Dios es quien nos concedió dicha promesa!, y Dios jamás ha fallado en darnos todo aquello que Él nos ha prometido. Entonces, si existe información precisa y si existe abundante creencia, Dios jamás dejará de hacer lo correcto, ése ha sido el comportamiento de Dios desde el principio del universo que Él mismo ha creado para nosotros.

    Veamos el ejemplo de un creyente lleno de creencia para hacer milagros y sanidades y para echar fuera demonios; éste creyente ni siquiera tenía toda la información acerca de muchas de las cosas de nuestra administración de gracia; sin embargo, tuvo plena creencia en lo que él sí sabía:

    Hch. 8:5 Entonces Felipe, descendiendo á la ciudad de Samaria, les predicaba á Cristo.

    Primeramente Felipe debió de haber hablado acerca de todo aquello que ya estaba disponible gracias a la victoria del Cristo resucitado. Como en éste caso, la gente, después de haber escuchado, tomará la decisión de recibir o de rechazar la Palabra de Dios proclamada. Si ellos deciden recibir y si vienen a tí con creencia, entonces es que tú los sanas. La Palabra de Dios nos dice que Felipe fue el que llevó a cabo los milagros, no Dios mismo. Felipe no estaba 100 % instruído en la Palabra de Dios; sin embargo, como aquel africano sanador que John G. Lake ha descrito, Felipe también tenía la absoluta creencia en aquello que él tenía cual certeza de Dios:

    Act 8:6-8 Y las gentes escuchaban atentamente unánimes las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados: Así que había gran gozo en aquella ciudad.

    Diles a aquellos que necesitan ser sanados que la sanidad está completamente disponible para ellos. Cuando tú hablas con ellos, tú edificas su confianza en el poder que ahora Dios ha concedido a nosotros sus hijos. Dicha confianza debe de morar primeramente en tí, oh predicador, ya que tú edificas su creencia para que reciban la liberación mediante sanidad. Y cuando ellos se acerquen a tí, entonces es que tú serás capaz de sanarlos, ya que, ¡tú eres quien los sana mediante el poder que Dios ya te ha concedido!. Por lo tanto, el proclamar y hablar acerca de las buenas nuevas referentes a la liberación mediante sanidades es el primer paso. Felipe no necesitaba orarle a Dios para que Dios sanara a los Samaritanos, Felipe sabía del poder de Dios que llevaba por dentro.

    La Biblia nos dice que Felipe era uno de aquellos siete varones llenos del espíritu santo que ministraban a las viudas en Jerusalén, al lado de Esteban. Felipe entonces tenía experiencia en el servicio a sus hermanos en Cristo. Felipe también llevó a su salvación al alto funcionario de Etiopía. Tiempo después vemos que cuatro de las hijas de Felipe también siguieron en los pasos de Cristo gracias al ejemplo de su padre Felipe, ya que ellas también hablaron la Palabra de Dios y profetizaron valientemente. Así mismo, es en la hospitalidad de la casa de Felipe en donde nos encontramos al profeta Agabo, procedente de Judea, el cual junto con las hijas de Felipe, le pedía a Pablo abstenerse de ir a Jerusalén...

  3. Aquel que necesita recibir su sanidad debe de intensamente desear y de creer que es posible recibir sanidad, entoces él es quien toma la acción; generalmente es el necesitado (y/o sus más allegados) el que va a buscar a aquel que posee la creencia y/o la experiencia en el poder espiritual para sanar; es el necesitado el que busca recibir la palabra sanadora, esa orden de sanidad procedente de Dios. Ellos entonces pueden ser sanados por tí en el mismo instante en el que tú des la orden.
  4. Éste es el segundo punto que vemos en la Palabra de Dios referente a ministrar dones de sanidades, es el recipiente de la sanidad el que debe de desear fuertemente y él es el que debe de creer para recibir su sanidad una vez que ya ha escuchado y creído en las buenas nuevas referentes a que el recibir su sanidad completa, aquí y ahora, ya está disponible por parte de Dios (recordemos que enseñar la Palabra de Dios referente a sanidades es el punto número uno).

    La Palabra de Dios nos muestra que cuando aquellos en necesidad de sanidad desearon y creyeron para ser sanados, después de saber qué estaba disponible para ellos, tomaron acción y fueron ellos los que fueron a buscar al sananador para que les impartiera sanidad. El sanador casi nunca fué a las casas de los enfermos para sanarles. El creyente con experiencia en el uso del poder sanador dado a todo creyente por parte de Dios no anda casa por casa visitando a todos los enfermos, simplemente porque alguien le dijo que allí había algún enfermo necesitado de sanidad.

    Para predicar la Palabra de Dios tú estás siempre dispuesto, para sanar a los enfermos, tú esperas hasta que ellos lleguen al punto del deseo y de la creencia, ambos necesarios para que el enfermo pueda recibir su sanidad. Aquello que nosotros tenemos, lo ofrecemos gratuitamente a los demás.

    Muchos registros de sanidad en la Palabra de Dios nos muestran que aquellos que necesitaban recibir su sanidad desearon fuertemente su sanidad, entonces ellos acudieron a aquel que era capaz de sanarles, y entonces actuaron creyentemente, o imploraron o rogaron al sanador que les sanara debido a que ellos ya creían que podrían ser sanados por él.

    Éste es un punto muy importante cuando ministramos sanidad a la gente. Preferentemente sana a todo aquel que responda con aceptación y creencia hacia la Palabra de Dios referente a sanidades, sana a todo aquel que lo desee, que esté expectante, que crea y que entonces acuda a tí para ser sanado.

    Jesús casi nunca fue a la casa de alguien que estaba enfermo simplemente porque alguien le dijo que allí había un enfermo. En las pocas ocasiones en las que Jesús sanó a alguien sin que ese alguien le hubiera pedido específicamente por su sanidad, creemos que Jesús acudió únicamente debido a la revelación que recibió de Dios, sabiendo que ellos tenían la fe o creencia necesaria para ser sanados (Jn. 5:2-15, donde se habla del tullido que fué sanado frente al estanque de Betesda ó Betzata, y en Jn. 9:1-7, donde leemos acerca del ciego enviado a lavarse al estanque de Siloé).

    La verdad común que Dios nos muestra en su Palabra, en relación con ¿quiénes eran los que estaban recibiendo su sanidad?, casi siempre sigue el siguiente principio rector: dejad que los enfermos vengan a mí, y yo entonces los sanaré.

    Los siguientes son ejemplos de gente que necesitaba su sanidad, que deseaba con expectación su sanidad, y es entonces que esa gente se dirigía al hombre con el poder de sanar, y el hombre sanador los sanaba:

    Mat 8:1-3 Y COMO descendió del monte, le seguían muchas gentes. Y he aquí un leproso vino, y le adoraba [le demostraba a Jesús gran admiración y respeto], diciendo: Señor, si quisieres, puedes limpiarme. Y extendiendo Jesús su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y luego su lepra fué limpiada.

    Hermoso éste ejemplo cuando Jesucristo sanó al leproso que le pidió ser sanado, multitudes seguían a Jesucristo, pero a ese leproso no le importó el desprecio de la gente, lo que él quería era realmente su sanidad. El leproso le dijo a Jesucristo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Jesucristo no oró para sanar a ese hombre, Jesucristo no le pidió a Dios revelación específica y particular para ese caso, ni le dijo al leproso "espérame hasta que vea que es lo que decide Dios". Jesucristo no negó que era él, Jesucristo, si así lo quería, y no si su Padre celestial así lo quería, ya que Jesucristo sabía que ¡es la voluntad de Dios el sanar toda enfermedad y dolencia!; Jesucristo sabía que era él mismo quien, si así lo quería podría limpiar a ese leproso. Como vemos, ni siquiera se registra que Jesucristo haya recibido revelación alguna por parte de Dios en relación con la circunstancia en particular en la que ese hombre contrajo la lepra. Jesucristo simplemente tocó al leproso, y le dijo: "Quiero, se limpio"

    Ese leproso debe de haber tenido un muy fuerte deseo de ser sanado, no la "imaginación" o la "especulación" o la "sugestión" de ser sanado; ese leproso estaba seguro y confiado en el poder de Jesús para sanarle. Y ya que ese hombre era un leproso, es posible que algunos de entre las multitudes que rodeaban a Jesús le hubiera dicho con desprecio: "aléjate de mí", "retírate inmundo". Eso no le impidió al leproso proseguir hasta llegar al lugar donde estaba Jesús, de alguna forma u otra ese leproso se abrió paso entre las multitudes y llegó hasta Jesús. Ya habremos notado alguna vez que difícil es abrirse paso entre una multitud de gentes para llegar hasta el otro lado, y aquí la escritura nos dice que había "muchas gentes" o "multitudes" en plural, como nos dicen otras versiones.

    Es claro que no solamente era necesario el deseo y la creencia del leproso para sanar, Jesús debía también de querer y de creer para ser capaz de sanarle. Jesús no dijo que era su Padre quien le sanaría, Jesús le dijo: ""Quiero, sé limpio".

    La única duda en la mente del leproso era la de saber si acaso Jesús querría o no sanarle, ya que el leproso le dijo a Jesús: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Entonces, el hecho de que Jesús puso su mano sobre el leproso ayudó parcialmente a que el leproso disipara la única duda que aún tenía en su mente para llegar al punto de creencia para recibir su sanidad; sin embargo, lo que finalmente elevó la creencia del leproso hasta el punto de recibir y de manifestar su plena sanidad fue la palabra de Jesús: "Quiero", ya que en este momento toda duda o cuestión se disipó de la mente del leproso. Ahora ya tenía en sí mismo la creencia necesaria para recibir su sanidad, así de que Jesús le dice con toda convicción y autoridad: "sé limpio". Jesús no necesitó rogarle a Dios u orar a Dios para sanar al leproso, Jesús ya sabía del poder de espíritu santo que Jesús llevaba por dentro. Después de sanarle, Jesús instruyó al leproso a tomar la acción de ir y presentarse a sí mismo ante el sacerdote, y de ofrecer la ofrenda que ordenó Moisés, ya que eso era parte de la ley para los leprosos que se recuperaban de su lepra.

    Tú le ministras sanidad a una persona que viene a tí con un gran deseo y que espera intensamente su sanidad. En dicho caso es absolutamente posible que tú lo sanes. Pero de nuevo, ¿cómo es que llevamos a la gente al punto en el que tenga un gran deseo y la expectación de ser sanada?, ¿hasta el punto en el que se dirijan a tí para recibir su sanidad por parte tuya?. De nuevo, la respuesta está en el punto número uno que hemos señalado antes; es que es muy importante resaltar que tú primeramente eres el que hablas/proclamas/predicas a la gente que la sanidad está completamente disponible por parte de Dios para ellos ¡ahora mismo!.

    Creencia es generalmente requerida tanto por la persona que es sanada como por la persona que le está ministrando sanidad, por ambas. Sin embargo, como vemos en toda la Biblia, no hay ley con las manifestaciones del espíritu. Aparte de la forzosa necesidad de creencia por parte del que ministra, como también lo vemos en el caso en el que el centurión con sus amigos (Lc. 7:6) imploró a Jesucristo por la sanidad de su siervo, quien se encontraba gravemente enfermo a gran distancia. Veamos eso para aprender de los gentiles y edificar nuestro creer:

    Mat 8:5 Y entrando Jesús en Capernaum, vino á él un centurión, rogándole

    Alguien debe de haberle dicho al centurión [un militar romano con autoridad sobre cien soldados] que Jesús era capaz de sanar a los enfermos. Ese centurión debe de haber tenido un gran deseo de que su siervo fuera sanado, y debe de haber creído en el poder de Jesús para sanar a su siervo. Entonces, el centurión con sus amigos, según nos dice Lc. 7:6, debe de haber ido ese día a buscar expresamente a Jesús. Ese centurión tenía una creencia muy grande, siendo aquí "creencia" la habilidad natural de la mente para creer en lo aparentemente imposible, ya que hasta ese momento aún no estaba disponible la manifestación de la fe que nace con el nuevo nacimiento (Gal. 3:22-23, 2:16; 1Cor. 12:9; Rom. 3:22, 5:1-2). Con semejante mansa disposición como la mostrada por ese centurión y los suyos, es muy fácil recibir también con toda mansedumbre el nuevo nacimiento y el hablar en lenguas. Jesucristo simplemente le dijo al centurión: "Ve, y como creiste te sea hecho" (Mt. 8:13).

    En éste caso Jesús ni siquiera necesitó tocar o ver al enfermo mismo. Jesús percibió y/o recibió la revelación de Dios de que el centurión, sus amigos, y su siervo estaban identificados a tal grado, que la gran creencia necesaria para sanar estaba presente en todos ellos. Previamente el centurión romano había enviado a unos ancianos de la religión judía para que éstos mismos imploraran la ayuda de Jesús (Lc. 7:3-6). Es decir, el centurión estaba haciendo todo aquello que estaba a su alcance para lograr la sanidad de su siervo amado de parte de Jesús.

    Leyendo ese registro completo, querido lector, te darás cuenta de que la intención inicial de Jesús era la de ir personalmente a sanar al siervo enfermo. Jesús ni le oró a Dios para que Dios mismo sanara al siervo enfermo, ni siquiera indicó Jesús que debía de esperar hasta recibir la revelación de Dios; Jesús sabía del poder que ya tenía por parte de Dios, ya que Jesús le había dicho previamente al centurión: "Yo iré y le sanaré" (Mt. 8:7). Era Jesús y la voluntad de Jesús la que decidía, no Dios mismo; era Jesús quien debía de tomar la acción necesaria para sanar a los enfermos; era Jesús quien tenía la seguridad de que les sanaría, aún sin necesidad de conocerles personalmente, como lo vemos en éste relato. Entonces, el centurión le indicó a Jesús que no era necesario que fuera hasta su casa, que simplemente con que Jesús diera la orden, desde dondequera que Jesús estuviera, sería necesario y suficiente para la sanidad "a distancia" de su siervo amado. Jesús se admiró de tanta creencia natural que ni aún en Israel había sido vista por él (Mt. 8:10).

    Esa creencia del centurión inspiró a Jesús a tal punto que le permitió comenzar a profetizar en relación con el fin de los tiempos, cuando los gentiles creyentes, cual ese centurión, sus amigos y su siervo sanado, se sentarían con autoridad al lado de los primeros patriarcas de Israel: Abraham, Isaac y Jacob, reemplazando incluso a los propios ciudadanos Israelitas (Mt. 8:11-12).

    El siervo del centurión romano, sin siquiera haber visto o escuchado a Jesús, sanó en ese mismo momento en el que el centurión y sus amigos recibieron y creyeron en la orden dada por Jesucristo; todos ellos creyeron en la respuesta afirmativa de Jesucristo. Desde luego que si un creyente ha muerto o si es infante, la persona que ministra debe de creer que es capaz de volver a la vida a dicho creyente ya fallecido, o de sanar a ese bebé o niño. Generalmente la creencia de los padres es muy deseable para los casos infantiles de enfermedad o muerte y la creencia de los más cercanos familiares es muy deseable para resucitar muertos (Jn. 11:23,25-27, 40).

    En un registro vemos que Jesucristo reprendió a la fiebre (Lc. 4:38-39), entonces tomó la mano de la suegra de Pedro y la incorporó, y la fiebre la dejó (Mt. 8:14-15, Mr. 1:29-31). De nuevo en éste relato vemos que Jesús no necesitó orarle a Dios para que Dios sanara a esa mujer, Jesús mismo la sanó con el poder que Dios le había concedido. La subsiguiente acción de esa mujer sanada fue levantarse y comenzar a atender a los comensales.

    Mat 8:16-17 Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y echó de ellos los demonios con la palabra, y sanó a todos los enfermos; Para que se cumpliese lo que fué dicho por el profeta Isaías, que dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.

    Esos endemoniados y enfermos fueron llevados a él porque los familiares y los enfermos y/o los endemoniados mismos tenían un gran deseo y confianza de que si se le llevaban a Jesús esa clase de "pacientes", entonces Jesús sería plenamente capaz de sanarlos, y Jesucristo los sanó, y los libertó a TODOS, ya que ni uno solo de ellos fué pasado por alto, y ¡lo mismo hicieron sus discípulos! (Hch. 5:16). Jesús no necesitó implorar o rogarle a Dios para sanarles, él simplemente lo hizo con la autoridad que Dios le había dado, ¡y nosotros tenemos la misma autoridad dada por Dios, nuestro Padre!. La promesa de Dios para sanar a los enfermos ya le había sido dada a Jesucristo en las escrituras y Jesucristo estaba firmemente creyendo en ellas (Is. 53:4), como igualmente la misma promesa ya nos ha sido dada a nosotros (Jn 14:12, 1Cor. 12:7-11, etc.), de tal forma se cumple aquello que ha sido prometido por Dios, mediante la creencia completa de que la sanidad ya está disponible por parte del que ministra la sanidad.

    Jesús seguramente de que sabía que en esa ciudad había muchos enfermos, pero él no fué quien los buscó casa por casa, ¡ellos fueron los que acudieron hasta donde estaba Jesús!, esos enfermos ("religiosamente", debido a la tradición) esperaron a que concluyera el sabbat (al atardecer) y entonces acudieron a Jesús, quien se encontraba en la casa de Pedro, con la suegra de Pedro previamente sanada y plenamente activa acomodando y siriviendo a tanta gente enferma que llegaba y que sanaba.

    Mat 9:2 Y he aquí le trajeron un paralítico, echado en una cama; y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Confía, hijo; tus pecados te son perdonados.

    En este caso, los que acompañaban al enfermo al que cargaban en su camilla, lo llevaron hasta la cima de la casa dentro de la cual se encontraba Jesús, ellos abrieron el techo de paja y entonces, con cuerdas, metieron al paralítico en su camilla hasta el centro mismo en donde se encontraba Jesús. ¿No es acaso eso una señal lo suficientemente fuerte en el mundo de los sentidos como para que nosotros entendamos que todos ellos deseaban la sanidad de su amigo o familiar? (Mr. 2:4).

    Jesucristo ya conocía el poder que Dios le había concedido (Lc. 4:17-21; Is. 61:1-2; Hch. 10:38, etc.) y era experimentado en sanidades (Is. 53:3-5; 1 Pe. 2:24). Y aún más, ahora Cristo Jesús resucitado sigue y seguirá vivo, respaldándonos, confortándonos, y ayudándonos desde la diestra del poder de Dios. Ahora cada creyente renacido tiene Cristo por dentro con todo el poder y garantías que ello representa, e incluye el sanar a los enfermos. El pleno poder de Dios está disponible ahora sobre miles de creyentes renacidos por todo el mundo, y no se limita solamente a un hombre, Jesús, o a unos pocos hombres, sus apóstoles y discípulos originales.

    Jesús no necesitó orar y pedirle a Dios que sanara al enfermo o que le diera revelación para ver si era posible o si estaba disponible sanar a esa persona. La voluntad sanadora de Dios ya estaba allí en su corazón, así como su autoridadad para sanar estaba en su mente. Era también evidente a sus cinco sentidos que esas personas creían intesamente que él las sanaría, ¿y si no creían lo suficiente así como para sanar? Bueno, en ese caso Jesucristo se tomaba el tiempo que fuera necesario para hablar con ellos, para que por medio de sus palabras y de sus acciones inspiradas, pudiera edificar en ellos la creencia requerida para que recibieran su sanidad.

    Jesucristo fue capaz de discernir mediante sus cinco sentidos y/o acompañado de la revelación de Dios, y de "ver" la gran creencia de las personas que deseaban la sanidad para ellos mismos y/o para alguno de sus amigos o familiares, al ellos tomar la acción para estar en la presencia de Jesucristo y entonces poder ser sanados. Adicional a eso, Jesucristo fue capaz de recibir revelación de Dios, si es que era necesario, para saber qué decir, por ejemplo, Jesús comenzó a sanar al paralítico con simplemente decirle: "tus pecados te son perdonados" (Mt. 9:2). Eso era parte de lo que el enfermo necesitaba escuchar para dar lugar a su sanidad. Después de decir eso, Jesús claramente recibió la revelación referente a lo que los escribas estaban pensando dentro de ellos en contra de él, y entonces les respondió enérgicamente (Mt. 9:3-8).

    Ese enfermo necesitaba ser sanado, pero también necesitaba tener la certeza de que sus pecados le habían sido perdonados. Jesús no fué engañado o influenciado únicamente por sus cinco sentidos, como lo eran esos líderes religiosos. Aquí Jesucristo no tocó al paralítico ni oró por la sanidad de ese paralítico.

    también como Jesús, recibe y cree en la revelación de la Palabra de Dios, entonces ¡actúa creyentemente!. Así también, fue necesario que el paralítico mismo actuara, ya que Jesús le dijo: "levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".

    Los familiares del paralítico deben de haber escuchado antes las buenas noticias de liberación o alguien debió de haberles dicho acerca del testimonio de liberación en Jesucristo. Habiendo escuchado o visto dicho testimonio de verdad, ellos se elevaron en su creencia y decidieron que su pariente paralítico podía también ser sanado. Ellos estaban tan excitados de que su querido familiar en cama fuera sanado, que en vez de invitar a Jesús a la casa del enfermo, ellos tomaron al enfermo en una camilla móvil y lo llevaron hasta donde Jesús se encontraba para que fuera sanado por Jesús. Ir cargando entre varios a un hombre paralítico y en su cama por las calles no es ni era algo común en ese entonces. Eso nos muestra, sin necesidad de "especular" o de "requerir de una revelación especial", que él y sus familiares creían y deseaban fuertemente la sanidad del paralítico. Allí dice que Jesús vió "la fe de ellos".

    Una vez que nos enteramos de que alguien tiene fe o creencia para recibir, entonces le damos a esa persona la sanidad. entonces serás capaz de ordenarle a esa persona "levántate", y la persona se tiene que levantar, no importa si se trata de un paralítico o de un tullido, tampoco importa si carece de piernas o no… Dios de todos modos es el formador, el hacedor y el creador del hombre, ¿no?.

    también, si esa es la necesidad, entonces serás capaz de dar la orden de "¡extiende tu mano!", y el creyente bajo esa específica necesidad será capaz de extender su mano, no importa si la tiene paralizada, chamuscada, o aún si carece de mano. Desafiante e imposible para los cinco sentidos, ¿verdad?; repugnante para el incrédulo y celoso líder religioso, o para el ateo que carecen de amor al prójimo, ¿verdad?. En cambio, ¡una excitante realidad para el verdadero creyente renacido y deseoso de servir!.

    El punto central es que ellos le trajeron al paralítico. Jesús no fue hasta su casa a ministrarle sanidad simplemente porque alguien le indicó que allí, dentro de esa casa, había un enfermo necesitado. Sí, definitivamente que sí iremos a la casa de cualquiera que esté enfermo y desoso de conocer las buenas nuevas de la Palabra de Dios para nuestra era de la gracia de Dios en la que vivimos, la que sigue siendo una "nueva era" desde el día de Pentecostés hasta hoy.

    Si es necesario vamos a la casa de los enfermos para que aprendan la Palabra de Dios, les explicamos que la sanidad de Dios está disponible; pero nosotros, normalmente, no les ministramos sanidad inmediatamente a ellos allí en su casa... Dejemos que el mismo enfermo responda, dejemos que él mismo acuda a buscarnos y entonces reciba su sanidad por parte de nosotros. Si él viene a tí, esa es una buena señal, entonces ¡sánalo!.

    Nosotros debemos de creer que podemos sanar a alguien y la gente debe de creer que nosotros podemos sanarles a ellos.

    Mat 9:18 Hablando él estas cosas a ellos, he aquí vino un principal, y le adoró [profundo respeto y reverencia hacia Jesús], diciendo: Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.

    Este líder religioso Judío había escuchado acerca de Jesús, y que Jesús había sanado a muchos; entonces él mismo también buscó a Jesús y le pidió que acudiera a su casa y que pusiera su mano sobre su hija, porque él creía que Jesús sanaría y/o resucitaría a su hija, de ser necesario; es por eso que Jesús le acompañó hasta su casa. Jairo creía específicamente que Jesús iría a su casa y tocaría a su hija para que ésta se levantara de su enfermedad y/o de su muerte. Éste funcionario religioso acudió hasta donde Jesús se encontraba, entonces Jesús se dirigió a la casa del funcionario. Seguramente que en ese mismo momento en aquella ciudad había muchos otros casos de vida o muerte, pero Jesús no acudió a las casas de todos aquellos que pasaban por situaciones semejantes de calamidad y muerte. Jesús se dirigió a aquella casa en la que se encontraba la hija moribunda del funcionario religioso Jairo (Mr. 5:22-23), ya que Jairo tenía un gran deseo y expectación de ver a su hija saludable. Jairo tenía la creencia de que Jesús sería capaz de sanar, e incluso de resucitar, si es que fuera necesario, a su moribunda hija de doce años de edad.

    Y mientras Jesús iba a la casa de Jairo, otro caso de sanidad se le presentó.

    Mat 9:20-21 Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre hacía doce años, llegándose por detrás, tocó la franja de su vestido, porque decía entre sí: Si tocare solamente su vestido, seré libre.

    Para que ésta mujer haya llegado hasta este punto de creencia natural, alguien debió de haberle hablado firmemente y con convicción la Palabra de Dios, y ese alguien muy probablemente fue Jesús mismo, en sus sermones públicos por las calles. De nuevo vemos que aquellos que reciben su sanidad, son aquellos que, habiendo escuchado acerca de la Palabra sanadora, respondieron con gran expectación, y ya que ellos tenían un gran deseo de ser sanados, en vez de esperar en casa hasta que el sanador tuviera tiempo, en vez de esperar hasta que Jesús se diera una "escapadilla" y viniera a su casa a sanarles, ellos fueron los que tomaron la acción y acudieron hasta donde Jesús se encontraba para recibir su sanidad.

    En este caso Jesucristo ni siquiera lo supo, la mujer misma, por su firme convicción y acción, fue sanada al tocar el borde del manto de Jesucristo. Jesús mismo no hizo nada en esta situación para sanar a esa mujer. En este caso no fue la creencia de Jesús en manifestación, fue la creencia de ella la que fue capaz de desatar el poder espiritual de Dios presente en Jesucristo para sanarla, Jesús le dijo a ella: "tu fe te ha salvado" (Mt. 9:22; Mr. 5:34; Lc. 8:48). Fue la creencia de ella, no la de Jesús, la que le permitió recibir su sanidad. El poder pertenecía a Jesús, Dios se lo había dado. Ella tenía que creer en Jesús, pero él también debió de haber vivido con la firme convicción de que él tenía el poder total para sanar, ya que si no, ese poder no hubiera nunca salido de él mismo (Mr. 5:30). En cuanto ella toco el borde del manto de Jesús, inmediatamente sanó de su mal. Lo que ella había creído, ella lo había aplicado (no lo que Jesús había creído u ordenado en esta situación). Ella había de tal forma recibido, al hacer lo que se había propuesto en su corazón para ser sanada en función de Jesús.

    Desde luego que tampoco aquí Jesús necesitó orarle a Dios para que Dios sanara a esa mujer ni necesitó pedirle a Dios revelación para saber si la sanaría o no, es mas, Jesús no necesitó revelación ni siquiera para saber quién le había tocado, Jesús preguntó insistentemente; ¿quién me tocó?, aún ante el criticismo de sus propios apóstoles: "hey, maestro, ves que toda la gente se te apretuja y preguntas, ¿quién me tocó?, ¿qué te pasa?, ¿acaso eres tan delicado?". Lo que sucede es que Dios mismo le había revelado que alguien había creído y había recibido sanidad. Aparte de eso, Dios confía plenamente en que nosotros indaguemos todo aquello que podamos descubrir por nuestros cinco sentidos para llevar a cabo por nuestra voluntad, gracias a lo que Él ya nos ha concedido, la plena manifestación del poder sanador de Dios. Dios acude a revelarnos cosas únicamente cuando no existe otra forma de que nos enteremos de ello. Pero el corazón y la voluntad para sanar, esos deben de estar en nosotros mismos. Como Jesús insistía en preguntar ¿quién me tocó? la mujer sanada de inmediato se presentó ante Jesús y ante la multitud. Su ejemplo se difundió, al punto de que a partir de ese momento, todos los enfermos deseaban tocar a Jesús, y todo aquel que le tocaba creyentemente, recibía su sanidad. Nadie fue omitido ni pasado por alto.

    Jairo, quien observaba atentamente la situación, seguramente que se reafirmó en su creencia con dicho acto de sanidad. Literalmente, el poder del espíritu de Dios fluye también a partir de nosotros como fuentes de aguas vivas (Jn. 7:37-39). Es nuestra responsabilidad el creer que tenemos semejante poder, ¡tenemos un gran poder regalado a nosotros por Dios!. El doctor Lucas escribió, previo a su relato de éste acontecimiento:

    "Así que toda la gente quería tocar a Jesús, porque los sanaba a todos con el poder que de él salía" (Lc. 6:19).

    Segurmente que cundió aún más por todos aquellos lugares en aquel entonces lo que le había sucedido a ésta mujer, de tal manera que TODA la gente quería tocar a Jesús y TODOS ellos eran sanados. Ni uno sólo de aquellos que creyeron y tomaron acción fue pasado por alto por Jesús, TODOS ellos fueron sanados.

    A veces en la vida, las cosas parecieran ponerse peor poco antes de que mejoren. Cuando Jairo salió de su casa su hija moribunda aún estaba viva (Mr. 5:23) pero entonces, mientras Jesús hablaba con la mujer sanada milagrosamente al tocar su manto, vinieron de la casa de Jairo con un mensaje de incredulidad total, diciéndole a Jairo que su hija ya había muerto, que dejara de insistirle a Jesús. Sin embargo, Jesucristo le dijo a Jairo: "No temas, cree solamente". Ésta es el área en la que el sanador debe de trabajar con los individuos que necesitan sanidad: llevar siempre a los enfermos y/o a sus familiares más cercanos a creer y no temer, a creer en la milagrosa promesa sanadora de Dios y no en las circunstancias. Con el propósito de proteger el corazón de Jairo y edificar su creencia, Jesús no le permitió a nadie mas acudir a la casa de Jairo sino solamente a sus discípulos Pedro, Santiago (Jacobo) y Juan, seguramente que éstos eran en ese momento los más comprometidos en su creencia y servicio.

    Al llegar a la casa de Jairo Jesús confesó firmemente aquello que él creía y con ello ayudó a edificar la creencia de Jairo: "la niña no está muerta, sino que duerme" (Mt. 9:24). Los allí presentes se burlaron de lo que Jesús había dicho, pero entonces, fue necesario echarlos fuera a todos ellos. Si con su incredulidad interfieren a aquel que ministra y/o a aquellos que fuertemente desean recibir la sanidad o milagro, ¡fuera con los incrédulos al momento en que tú ministras!. Aún a los creyentes inmaduros será necesario echarlos fuera cuando tú ministras, como cuando Pedro resucitó a Tabita. Pedro simplemente echó fuera a todos, como que Pedro había aprendido la lección dada por Jesús en la casa de Jairo (Mr. 5:40).

    Nosotros hemos de mantenernos lo suficientemente firmes como para proclamar la Palabra de Dios que hemos recibido, ya sea de forma escrita o mediante una revelación específica de Dios a nosotros, de tal forma que podamos resolver una situación difícil.

    Jesucristo no oró por la hija de Jairo, él le habló directamente a ella, aún cuando estaba muerta, y le dijo: "Talita cum (que en arameo singifica: "Muchacha, a ti digo, levántate"), y entonces la niña se levantó (Mr. 5:41-42).

    Mat 9:27-30a Y pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: Ten misericordia de nosotros, Hijo de David. Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dicen: Sí, Señor. Entonces tocó los ojos de ellos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos.

    Estos dos ciegos deseaban ser sanados por Jesús, así que decidieron seguir a Jesús y pedir, clamar a gran voz que Jesús les ayudara. Sin embargo, Jesús no se detuvo, así de que los dos ciegos lo persiguieron hasta que llegaron a la casa en la que Jesús estaba, desde luego que llegar hasta allí no debió de haber sido una tarea fácil para un par de ciegos, pero ellos lo que deseaban, lo deseaban grandemente, es que ¡ambos ciegos esperaban recibir la vista!, así de que ellos acudieron hasta Jesús.

    Con esas acciones de estos dos ciegos Jesús pudo percibir, aún con sus cinco sentidos, que esos hombres ciegos tenían el gran deseo y la expectación de ser sanados. Sin embargo, Jesús deseaba asegurarse aún más, completamente de la creencia de los dos ciegos; es por eso que Jesús les preguntó: "¿Creéis que puedo hacer esto?". No solamente Jesús les escuchó rogarle por las calles, no solamente Jesús les vió llegar hasta la casa donde él estaba, Jesús también checó si esos hombres de verdad creían que sanarían si él así lo indicaba, o no. Después de escuchar la respuesta que los dos ciegos le dieron cuando dijeron: "Sí, Señor", es decir, ellos confesaron: "Sí, Señor creemos que tú nos puedes dar la vista". Y aún así, Jesús les respondió que todo aún dependía totalmente de ellos, todo dependía de su firme creencia y convicción, ya que Jesús, al tiempo que tocaba sus ojos (eso ayudó a edificar aún más la creencia de éstos dos ciegos), les dijo: "Conforme a vuestra fe os sea hecho", ¡y en ese mismo momento los dos ciegos dejaron de ser ciegos y comenzaron a ver!.

    De nuevo vemos que Jesús no le pidió a Dios que sanara a esos ciegos y/o que le diera revelación para ver si esos ciegos eran dignos de ser sanados o no. ¡No!. Todo enfermo tiene la dignidad dada por Dios para ser sanado, lo que hay que edificar es la creencia de los enfermos, convencerlos de que es la voluntad de Dios que ellos sanen para que ellos realmente sean sanados.

    Primeramente, tú hablas con la gente acerca de la liberación disponible para ellos de parte de Dios mediante el uso del poder espiritual del nuevo nacimiento que TODO creyente renacido posee. Entonces, en segundo lugar, los que escuchan deben de responder y de venir a tí para recibir su sanidad, esa preciada sanidad que tú les puedes dar. Si eres renacido y haces estas cosas, ¡serás victorioso siempre, cuando impartas sanidad!.

    Mat 9:32-33 Y saliendo ellos, he aquí, le trajeron un hombre mudo, endemoniado. Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la multitud se maravilló, diciendo: Nunca ha sido vista cosa semejante en Israel.

    Dios nos está queriendo decir algo aquí, el patrón de creencia en acción por parte de aquellos que necesitaban recibir sanidad, o de los familiares y amigos de ellos, continúa manifiesto en todos éstos registros del poder de la sanidad que procede de Dios y que también mora en nosotros. Ellos le trajeron a Jesús un hombre poseído con un demonio. Tengo por cierto que debió de haber habido gente poseída por demonios en muchos de los hogares en aquella ciudad. Sin embargo, Jesús no se dirigió a ninguna de sus casas para sanarlos; en esta ocasión Jesús sanó únicamente a todo aquel que fue llevado hasta él, todo el que tal vez fuera llevado hasta Jesús por sus propios parientes o amigos íntimos.

    A su vez, aquellos que le llevaron a éste hombre endemoniado hasta Jesús, debieron de haber tenido un gran deseo de ver a este hombre en libertad de aquello que le oprimía y que le impedía hablar (que en este caso era la presencia de un espíritu maligno, de un demonio). Éstos hombres tenían una gran expectación y creencia de que Jesús podía sanar a su compañero.

    Veamos ahora uno de los pocos casos excepcionales en los que Dios nos muestra que una sanidad fue proporcionada a alguien que no acudió por su propia iniciativa, o la de sus parientes, al sanador para pedirle su propia sanidad. Aquí Jesús mismo toma la iniciativa de sanar a una persona específica, a un ciego de nacimiento. ¿Recuerdan la profecía de Isaías que indicaba que el verdadero Mesías sería capaz de sanar a los ciegos? Pues aquí está otro registro de ese cumplimiento, siendo Jesús quien tomó la iniciativa, seguramente que por revelación de Dios:

    Jn. 9:1, 6-7, 11 Y pasando Jesús, vio un hombre ciego desde su nacimiento… Esto dicho, [Jesús] escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó el lodo sobre los ojos del ciego, y le dijo: Ve, lávate en el estanque de Siloé (que significa, si lo declaras, Enviado). Y fue entonces, y se lavó, y volvió viendo… Respondió él y dijo: Un hombre que se llama Jesús, hizo lodo, y me untó los ojos, y me dijo: Ve al estanque de Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.

    Aquí Jesús se encuentra con un hombre ciego, camina hasta él, y le pide al hombre ciego que tome cierta acción.

    Éste pasaje no dice que el ciego de nacimiento creyó inicialmente para recibir su sanidad; sin embargo, podemos ver que el ciego no protestó en contra de aquello que Jesús estaba colocando sobre sus ojos, tampoco protestó ante la petición que le hizo Jesús de que se fuera a lavar los ojos al estanque de Siloé (ubicado al extremo sur de Jerusalén). Éste ciego de nacimiento aceptó todo lo que Jesucristo hizo y dijo; el ciego entonces debió de haber creído en aquello que Jesús le pidió que hiciera, ¡y lo hizo obedientemente!, aún cuando aquel fuera un "día de reposo". Llevar cualquier actividad en el día de reposo (sabbat, sábado) era considerado por los líderes religiosos de aquel entonces como un gran pecado. El ciego obedeció y actuó exactamente como Jesús le dijo que hiciera, sin importarle el posible ostracismo que recibiría (y que de echo recibió, al ser expulsado de la sinagoga, Jn. 9:34-35). ¡Entonces el ciego regresó del estanque de Siloé viendo!.

    Esta es una excepción al claro patrón que vemos en la mayoría de las sanidades efectuadas por Jesucristo; es decir, que normalmente aquellos que necesitaban su sanidad acudían a Jesús para ser sanados.

    ¿Cómo supo Jesús que éste hombre creería y haría exactamente lo que Jesús le pidió que hiciera?. Jesús debe de haber sabido de alguna forma, que ese ciego de nacimiento tenía la suficiente creencia como para recibir la vista, quizás Dios mismo le reveló esa información a Jesucristo mediante revelación (normalmente se asume aquí la presencia de revelacion de Dios, ya que no se percibe que el ciego mismo haya tomado una previa acción creyente, aunque tomó una firme acción creyente posterior a ello, Jn. 9:38).

    El principio es que tú observas atentamente, indagas, preguntas, te cercioras lo más y mejor posible acerca de la creencia de la gente. Si no es posible enterarnos de ello por nuestros cinco sentidos naturales, entonces le preguntamos a Dios, ya que Dios jamás está demasiado lejos u ocupado como para echarnos una mano y revelarnos los detalles necesarios, y ¡esa es parte del trabajo de Dios!, esa es parte del negocio en el que Dios mismo está involucrado como "socio" y como "superior" nuestro, ¡y entonces los milagros y las sanidades se presentan!. Nosotros nunca nos olvidamos de que Dios nos respalda, ¡Dios está allí por nosotros!.

    Pablo también fue capaz de llevar a cabo poderosas sanidades, como cuando le dijo a toda voz al hombre de Listra que estaba imposibilitado de sus pies (semejante al caso de la primera sanidad llevada a cabo por Pedro y Juan después del día de Pentecostés, ese hombre en Listra era cojo de nacimiento):

    Hch. 14:7-10 Y allí predicaban el Evangelio. Y un hombre de Listra, impotente de los pies, estaba sentado, cojo desde el vientre de su madre, y jamás había andado. Este oyó hablar a Pablo; el cual, como puso los ojos en él, y vio que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y saltó, y anduvo.

    Pablo "vió" que éste hombre tenía fe para ser sanado, es decir, Pablo, muy posiblemente por revelación de Dios, lo supo y le gritó a dicho hombre: "¡levántate derecho sobre tus pies!" (Hch. 14:10). Pablo percibió que ese hombre tenía la suficiente creencia como para ser sanado. Aquí tampoco, como en ninguno de los casos anteriores, hubo necesidad de oración. Pablo ni siquiera tuvo la necesidad de tocar al enfermo. Pablo simplemente exigió la acción requerida por parte del hombre cojo, quien de inmediato "saltó y anduvo".

    Otra impactante observación es que Dios le mostró a Pablo la situación de tal forma que Pablo ni siquiera tuvo la necesidad de usar el nombre de Jesucristo. Pablo usó la autoridad de Cristo para efectuar esta sanidad, autoridad que ahora era parte de la autoridad inherente concedida por Dios a Pablo mismo. El poder desde lo alto estaba en Pablo igualmente si pronunciaba o si no pronunciaba la fórmula religiosa de decir "en el nombre de Jesucristo". No es ésta fórmula religiosa en sí la que nos dá el poder, es tener el poder genuino por dentro nuestro al haber renacido y aceptado a Jesús como Señor nuestro y creído en nuestro corazón que Dios le levantó de entre los muertos lo que nos ha dado el poder espiritual, la salvación y la gloria. Es tener la autoridad por dentro nuestro, no la expresión religiosa externa, lo que realmente nos permite traer la sanidad de las gentes.

    Éste es también un registro extraordinario en el que una persona en necesidad de sanidad, en vez de acudir al sanador, el sanador mismo, Pablo en este caso, comenzó a sanarle. Éste registro dice que Pablo predicó el evangelo, y creo firmemente que uno de los tópicos que Pablo enseñó en ese entonces fue el de que la completa sanidad física estaba disponible como parte del don de Dios. Éste cojo de nacimiento debió de haber escuchado eso, y entonces tuvo la creencia necesaria para ser sanado. La gente no puede creer por algo hasta que ese algo, en este caso la sanidad total, ya ha sido hecho disponible para ellos.

    Ese cojo de nacimiento no se dirigió a Pablo para ser sanado, ni dijo nada en relación con querer sanar; pero Dios, quien dicen las escrituras que ahora trabaja con nosotros, le mostró al apóstol Pablo la realidad respecto a ese hombre cojo. De hecho la escritura dice que Pablo "vió que tenía fe para ser sanado". Cuando tú recibes revelación de Dios para ir a la casa de alguien a sanarlo o si recibes revelación de que una persona específica en tu reunión Bíblica de creyentes tiene verdadera creencia para ser sanada, es entonces que tú puedes sanarla.

    Cuando una persona tiene creencia, ya sea que te enteres mediante revelación o debido a que esa persona acude hasta tí con el deseo y expectación de ser sanada, al venir a tí, tú simplemente le dices que tome la acción necesaria, como en este caso que la acción requerida por el "paciente" fue: "¡levántate derecho sobre tus pies!". El paciente creyente que se encuentre frente a tí tampoco va a ponerse a discutir contigo y a reclamarte "hey, ¿cómo quieres que yo haga esto?, ¡no puedo!, ¿qué no ves?, ¿que no te das cuenta?, ¿acaso te estás burlando de mí?, etc. El verdadero creyente enfermo que desea con toda su convicción su sanidad, simplemente te obedecerá y hará todo lo que tú le pidas, y entonces ¡recibirá su sanidad completa!.

    Resumiendo: hasta ahora hemos visto que el patrón en la Palabra de Dios para ministrar sanidades es primeramente que tú declaras, tú proclamas poderosamente y con toda tu confianza que la sanidad completa está disponible aquí y ahora por parte de Dios. ¿Por qué es necesario que proclames ésto con una confianza total?. Debido a que la promesa de sanidad no procede de nosotros, sino que procede de nuestro Dios Todopoderoso, Él es el que lo prometió, y fiel es El que prometió, quien además es nuestro Padre verdadero y eterno, quien es veraz en sus promesas.

    Pero eres quien le necesitas mostrar a la gente que la liberación mediante sanidad física está disponible ahora mismo. Cuando la gente responda con todo su deseo y expectación para ser sanada, es entonces que ellos vendrán a tí para ser sanados; y a aquellos que acudan a tí con toda su creencia, ¡minístrales su sanidad con toda confianza!. Al comenzar tú a hablar frente a ellos con toda la autoridad que Dios te ha concedido, Dios te revelará qué decir y qué hacer, recuerda, ¡es Cristo en nosotros!, y ¡TODO aquel que en Él creyere no será avergonzado!. Así como tú eres el que comienza a hablar en lenguas, tú mismo eres también el que comienza a darles la palabra que procede de Dios y que ellos necesitan escuchar para ser sanados.

    Recuerda también a cada instante que no eres tú el que les prometió la salud, en Su Palabra el único prometedor es Dios, y Dios no dejará jamás que te veas avergonzado, si es que sigues y obedeces su Palabra y nada más que Su Palabra con toda convicción.

    No vayas a las casas de las personas enfermas con el propósito primario de sanarlas, tu propósito inicial es simplemente el compartirles de la manera más sencilla todo lo que tú sabes acerca del poder sanador de Dios, según lo que leemos en la Biblia; les dices que la sanidad está disponible por parte de Dios para ellos, les cuentas acerca de otros testimonios de liberaciones mediante sanidad. Entonces esperas pacientemente su reacción.

    Dios es quien en su Palabra de verdad nos instruye que para impartir sanidad, aquel que necesita la sanidad debe de dirigirse hasta donde tú te encuentras para ser sanado. Dios nos enseña con esto que generalmente, es el creyente enfermo quien debe de elevarse hasta el nivel de creencia en el que tú te encuentras. Pero, ¿de veras estás convencido de que deseas servir a Dios mediante impartir su poder sanador con los demás?. Si tu respuesta es sí, a tí te va a tocar creer y practicar hasta que llegues a ser un maestro en el "arte" de sanar, mediante el uso del poder espiritual de Dios que mora en tí.

    Tú comienzas a practicar con creyentes en necesidad de sanidad que sean comprensivos y tolerantes en tu proceso de aprendizaje. Les dices que estás aprendiendo y que si no funciona a la primera, que te permitan intentar nuevamente. Habla con ellos, edifica su creencia, edifica tu convicción mediante predicarles poderosamente que su necesidad puede ser suplida con el poder del espíritu santo que Dios te ha concedido. Cuando tu diste tus primeros pasos en el hablar en lenguas, en interpretar, y en dar palabra de profecía, no siempre tu confianza o creencia estaban allí a su máximo como para lograrlo con perfección, se necesitó practicar. Una vez que recibes el don espiritual de Dios tú eres el responsible de activarlo (de "abrirlo") y de usarlo. Es como si tu papá te hubiera regalado un auto y tú no supieras manejarlo. Se requirió entonces de aprender, de practicar, de desarrollar confianza tras el volante; pues lo mismo sucede con nuestra manifestación de dones de sanidades gracias al poder espiritual que mora en nosotros por el don de la gracia de Dios.

    Entonces, tú eres el que imparte las sanidades. E impartes sanidad dentro de la casa de un paciente solamente si Dios te dá la revelación de hacerlo así; de otra manera, como ya lo hemos visto vez tras vez, es el enfermo quien debe de dirigirse hasta tí. Tú sanas a los enfermos después de que ellos ya han respondido a la Palabra de liberación que les has hablado, y entonces ellos mismos vienen hasta tí para ser sanados.

    En éstos tiempos tecnológicos, aún es posible que una persona responda creyentemente mediante hacerte una llamada telefónica o mediante enviarte un correo electrónico (un e-mail); entonces, averiguas (con tus cinco sentidos, mediante preguntas, por revelación de Dios, etc., con todo aquello que sea necesario para edificarte a tí y a ella) si es que esa persona realmente cree o no; si esa persona tiene la confianza y creencia necesarias para ser sanada por tí, entonces simplemente, ¡tú la sanas!.

  5. Dios ya te ha dado la habilidad y la autoridad para sanar a los enfermos; por lo tanto, tú no necesitas orarle Dios para que sea Dios mismo quien sane a los enfermos. Tú ya sabes que la voluntad de Dios es sanar a los enfermos, así de que, con la guía de y tu obediencia a la Palabra de Dios, ¡TÚ ERES QUIEN SANA A LOS ENFERMOS!.
  6. Éste es el tercer punto importante. Esta es una de las razones principales por las cuales la gente no ha sido sanada, o la razón por la cual tú no te has elevado hacia la correcta instrucción de Dios y su correspondiente creencia; por lo tanto, no has visto que la gente en necesidad sea sanada cuando acude a tí en busca de ayuda con el propósito específico de recibir su salud completa.

    ¿Cuál es la expresión religiosa más común que nosotros escuchamos cuando alguien está enfermo y desea ser sanado? "Por favor, oren por mi salud", o el líder religioso pomposamente anuncia en la reunión "oremos por la sanidad de fulano". Éstas expresiones han dominado nuestro vocabulario relacionado con dones de sanidades. Religiosamente, siempre le oramos a Dios y le pedimos que sea Él quien sane a los enfermos. Sin embargo, generalmente ellos no sanan. Entonces el problema debe de estar en la incorrecta instrucción que hemos recibido. ¿Es correcto "orarle a Dios para que sane a los enfermos"?, ¿especialmente ahora que ya contamos con el poder desde lo alto dentro nuestro para sanar a los enfermos? ¡NO!. Eso de siempre orar por los enfermos suena muy sincero, ¡pero no es lo correcto!. De nuevo, y vez tras vez, sinceridad no garantiza verdad.

    eres quien sana a los enfermos con la autoridad que Dios te ha concedido en esta administración. Si eres capaz de digerir esta verdad, y si llevas a cabo exactamente lo que la Palabra de Dios te dice, inmediatamente tu porcentaje de éxito en impartir sanidades se incrementará significativamente, incluso hasta llegar al 100 %.

    Por lo tanto, después de que has cumplido con el primer paso, es decir, después de que tú ya has proclamado poderosamente y con confianza la Palabra de la liberación para la gente necesitada, y una vez que también tú te has adherido cuidadosa y atentamente al segundo punto, ya que no eres tú quien anda casa por casa tratando de sanar a la gente, simplemente porque el vecino te informó que allí se encuentra un enfermo, sino que ministras primeramente a la gente que responde a la Palabra de la liberación de Dios y acude a tí para ser sanada. Por eso es que tú no necesitas orarle a Dios para que sea Él quien sane a los enfermos, ¡Dios ya te dió el poder a tí para hacerlo! (recuerda, tú eres hoy como Moisés frente al mar con la vara del poder en su mano).

    ¿Por qué no necesitas orarle a Dios para sanar a los enfermos?. Porque la Palabra de Dios nos dice que ya tenemos una autoridad semejante y superior a la que Jesús les entregó a sus apóstoles y discípulos cuando él anduvo sobre esta tierra:

    Mat 10:1 Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio potestad [exousia, autoridad] contra los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y sanasen toda enfermedad y toda flaqueza.

    En este caso Jesús les entregó a sus doce apóstoles, cuando aún eran aprendices (discípulos), la autoridad completa para echar fuera espíritus inmundos y para sanar toda clase de enfermedad y dolencia; es decir, toda flaqueza humana. Una vez que Jesús les entregó la autoridad, ellos no necesitaban normalmente orarle a Dios para pedirle que fuera Dios mismo quien sanara o quien echara fuera a los espíritus inmundos, y no ellos. ¡Ellos entonces fueron los directamente responsables de sanar y de echar fuera a los espíritus inmundos!.

    Una vez que tu jefe o tu consorte comparten contigo la autoridad para firmar cheques, cada vez que es necesario usar un cheque, tú no necesitas ir a la oficina del jefe o esperar hasta que tu pareja llegue para que firme el cheque. ¿Porqué?, ¡debido a que tú también tienes la autoridad absoluta para firmar esos cheques!. Tú tampoco ruegas en el banco para recibir la cantidad estipulada en el cheque, tu acudes a la caseta de cobro o al cajero automático (y Dios nunca nos falla) con toda confianza de que la cantidad solicitada y requerida en ese momento, va a llegarte completa. Como ya hemos visto, Jesús les ordenó a sus seguidores con toda autoridad y certeza:

    Mat 10:8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.

    A sus primeros doce aprendices Jesús les ordenó sanar a los enfermos. Jesús no les indicó ni les mandó que oraran por los enfermos, o que le pidieran a Dios por la salud de los enfermos, o que le preguntaran a Dios que Él les diera revelación para saber si sí o si no era la voluntad de Dios sanar a tal o cual enfermo. La orden es clara "Sanad enfermos". Jesús les dió la orden de que éllos (los discípulos mismos) sanarían a los enfermos y echarían fuera demonios.

    Mar 16:17-18 Y estas señales seguirán a los que creyeren: En mi Nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; quitarán serpientes; y si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.

    Jesús dijo que TODOS aquellos que en él creyeran, serían igualmente capaces de echar fuera demonios. ¡No dice que ellos deberían de orarle Dios y que entonces Dios iría a sanar gente o a echar fuera demonios en el nombre de ellos!, ¡ni que debían de quedarse esperando hasta que recibieran una clara revelación!. Es exactamente lo opuesto. ¡Ésta es la revelación para ellos!. Ahora era responsabilidad de ellos decidir si es que iban a creer o no en la autoridad que Cristo Jesús les estaba otorgando.

    Allí también dice que son ellos (los creyentes, tú y yo y todos los demás que creen) quienes hablarían nuevas lenguas; no dice que ellos orarían a Dios y que entonces Dios sería quien hablaría en nuevas lenguas a través de ellos. Dios no usa a sus hijos como objetos, ni como "canales espirituales". Es satanás y sus huestes quien posee a los suyos en detrimento de su salud física y mental.

    Jn. 14:12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre.

    Cualquiera que crea en y que le crea a Jesús es y será capaz de hacer las obras que Jesucristo hizo y aún mayores que esas (v.gr., hablar en e interpretar lenguas y ofrecer la salvación por gracia, ya que Jesús mismo no hizo eso, sin embargo, Jesús fué la propiciación, el fue el logos viviente quien, al ser resucitado por Dios, nos envió la salvación gratuita y esa manifestación del hablar en lenguas incluída).

    Jesucristo recibió el espíritu de Dios con el propósito de que él pudiera sanar a la gente y echar fuera demonios:

    Lc. 4:18-19 El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para predicar el evangelio a los pobres; me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados; para pregonar el año agradable del Señor.

    Cuando nosotros leemos los cuatro Evangelios no encontramos evidencias de que Jesús siempre oraba a Dios y le preguntaba si es que era la voluntad de Dios sanar a los enfermos o echar fuera a los demonios. Jesús simplemente "sabía" que esa era precisamente la voluntad de Dios, así como ahora nosotros ya "sabemos" que eso es lo que Dios quiere que hagamos. Jesucristo mismo era quien sanaba a los enfermos y era él quien echaba fuera a los demonios. Y nosotros también. De nuevo, veamos qué es lo que le respondió Jesús al Centurión:

    Mat 8:5-7 Y entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado yace en casa paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.

    Dios le había dado la autoridad a Jesucristo para sanar enfermos, es por eso que en ese relato Jesucristo dijo al Centurión: "Yo iré y le sanaré". También en otro relato que ya vimos, Jesús dice: "Quiero", y no dice "si es la voluntad de mi Padre, lo haré, si no, no". No Jesús sabía lo que tenía, el sabía lo que Dios quería y lo que Dios le había dado:

    Mat 8:2-3 Y he aquí un leproso vino, y le adoraba, diciendo: Señor, si quisieres, puedes limpiarme. Y extendiendo Jesús su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y luego su lepra fue limpiada.

    En ninguno de éstos relatos Jesús le oró a Dios para sanar al siervo o al leproso; Jesús mismo los sanó.

    Mat 9:6-8 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad [exousia, autoridad] en la tierra de perdonar pecados, (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa. Y la multitud, viéndolo, se maravilló, y glorificó a Dios, que había dado tal potestad [exousia, autoridad] a los hombres.

    Las multitudes observaron como fue que Jesús sanó al hombre que sufría de parálisis, y quedaron maravillados de lo que Jesús había hecho, no fue Dios quién lo hizo, ya que "la multitud, viéndolo, se maravilló, y glorificó a Dios, que había dado tal potestad [exousia, autoridad] a los hombres". Tal autoridad ha sido dada y sigue siendo dada por Dios para TODO aquel ser humano que crea, sea éste hombre o mujer.

    Las multitudes judías no se hubieran maravillado tanto si Dios mismo hubiera hecho tal milagro, debido a que ellos, como todos nosotros sabemos, sabían que Dios es Todo-poderoso y que es cosa fácil para Él hacer cualquier cosa que para nosotros es imposible. Ellos se maravillaron y glorificaron a Dios debido a que Dios había otorgado semejante autoridad a los hombres, y uno de esos hombres, el hombre Jesús (1Tim 2:5, Rom 5:15), fue aquel que llevó a cabo la sanidad del paralítico con la autoridad que Dios le había concedido. Y lo mismo se nos ha concedido a nosotros por parte de Dios.

    Jesús no le oró a Dios para sanar a la gente, Jesús ejercitó su autoridad dada por Dios para libertar a los cautivos por enfermedades y a los cautivos por demonios; Jesús entendía que aquel que necesita sanidad debe de creer para recibir su sanidad. Jesús tenía la autoridad para sanar, y los necesitados de salud debían de creer cuando Jesús decía: "¡Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa!".

    En ésta administración de la gracia de Dios en la que vivimos, nosotros tenemos a Cristo en nosotros, ¡tenemos a Cristo dentro nuestro!, nosotros estamos actuando en su lugar sobre esta tierra; es decir, nosotros actuamos en su nombre. Eso es lo que tenemos en esta era de la gracia de Dios:

    2Co 5:15-21 así mismo el Cristo murió por todos, para que también los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y si aun a Cristo conocimos según la carne, ahora sin embargo ya no le conocemos (así). De manera que si alguno es en Cristo, son nueva creación; las cosas viejas pasaron; he aquí todo es hecho nuevo. Y todo esto por Dios, el cual nos reconcilió a sí por Jesús el Cristo; y (nos) dio el ministerio de la reconciliación. Porque ciertamente Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí mismo, no imputándoles sus pecados, y puso en nosotros la palabra [logos] de la Reconciliación. Así que, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogase por medio nuestro; os rogamos en Nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

    Dios "¡Puso en nosotros el logos de la reconciliación!". ¡Tenemos dentro nuestro al logos!, ese mismo logos del que leemos al principio del Evangelio de Juan.

    Nosotros, los renacidos miembros del Cuerpo de Cristo nos encontramos en esta tierra en lugar de, y en el lugar de Jesucristo; por su parte, Dios ya nos ha sentado junto a Cristo en los lugares celestiales; es decir, nosotros estamos sentados con Cristo a la diestra de Dios, con TODA la autoridad que implica estar a la diestra de Dios, con toda la autoridad que implica el "ser el brazo derecho de Dios". Cuando Jesucristo anduvo sobre la tierra, a él le tocaba llevar a cabo la reconciliación de los hombres con Dios. Ahora que Cristo Jesús está a la diestra de Dios, nosotros somos los responsables de llevar a cabo semejante función sobre la tierra, hasta que Jesucristo venga por nosotros.

    Ef. 2:6 y juntamente [Dios] nos resucitó, y asimismo [Dios] nos hizo sentar en lugares celestiales en Cristo Jesús

    ¡Cristo es en nosotros, el logos es en nosotros!, y ¡nosotros a su vez estamos sentados en Cristo Jesús!.

    ¿Por qué la gente no sanó cuando tú le oraste a Dios por su sanidad tantas veces?, aún cuando tú ya habías percibido cual era la voluntad y la revelación de Dios, y sabías exactamente cual era la causa de su enfermedad, etc… La respuesta a esa pregunta es que tú le pediste a Dios por la sanidad de esa persona. ¿Qué debemos de hacer ahora? ¡Ahora debemos de sanarles con la autoridad que Dios ya nos ha dado!.

    Sin embargo, alguna vez habrás notado que alguien recibió su sanidad cuando tú le pediste a Dios en oración por la salud de esa persona. Ésto sucedió debido a que aquellos enfermos creyentes que vinieron a tí a recibir su sanidad, ¡tenían ellos mismos una gran creencia o fe para recibir su sanidad!. No tuvo significancia alguna en su creencia lo que tú hayas dicho o hecho, ya que ellos creían que si tan sólo se dirigían a tí, ellos recibirían la sanidad; ellos prácticamente te arrebataron su propia sanidad. El derecho legal a su sanidad se desprendió de tí debido a su propia creencia, de la misma manera que la mujer que había padecido del flujo de sangre durante doce años llevó a cabo por su propia creencia el actuar y el recibir sanidad en función de Jesucristo. Esa mujer creía profunda y firmemente que si tan sólo tocara el borde del manto de Jesús, sería capaz de ser sanada. Ella literalmente, ¡le "arrebató su propia sanidad" a Jesucristo!.

    Sin embargo, es mínimo el número de personas con semejante creencia como para "arrebatarnos" su sanidad. La manera correcta y bendita por Dios de traer sanidades en esta administración es que eres quien sana a los enfermos con la autoridad espiritual que Dios ya te ha concedido al momento en el que renaciste de su simiente incorruptible por confesar a Jesús como Señor y al creerle a Dios como la fuente del poder que le resucitó, "¡y es ese mismo poder el que mora en tí!."

    Así es, ya no tenemos que orar a Dios por sanidad, nosotros simplemente actuamos creyentemente con el poder de Dios que ya tenemos, nosotros simplemente ¡sanamos a los enfermos y echamos fuera demonios!

  7. Debemos de creer con toda nuestra convicción que nosotros podemos sanar a los enfermos y echar fuera demonios.
  8. Ahora ya sabemos que cuando sanamos a los enfermos o echamos fuera demonios no tenemos que orarle a Dios por sanidad. El cuarto punto importante es que nosotros debemos de creer que nosotros ciertamente PODEMOS sanar a los enfermos.

    Cuando nosotros hablamos las palabras del poder que impartirán sanidad, debemos de creer que lo que nosotros decimos sucederá debido a que tenemos la autoridad completa y la habilidad total dada por Dios mediante el don de sanidades que Él nos dió. Es exactamente igual a la autoridad y habilidad que tenemos para hablar en lenguas, para interpretar, para dar palabra de profecía, etc.

    Cuando nosotros hablamos en lenguas, ¿existe duda alguna de que tú puedes hablar en lenguas desconocidas a tu libre voluntad cuando quiera y donde quiera que tú lo desées?. Pues "la novedad" es que las manifestaciones de dones de sanidades y de milagros son tan reales como la manifestación del hablar en lenguas. ¡ ya tienes el poder y la autoridad dentro de tí para evidenciar sanidades y milagros!.

    Así de que cuando la oportunidad se te presente de sanar a alguien que lo necesite y que crea en su sanidad, es decir, cuando una persona que desea sanidad y que espera ser sanada viene a tí, entonces tú comienzas a ministrarle sanidad. Cuando tú le das la orden a la enfermedad, jaqueca, virus, bacteria, corazón, hígado, o a cualquier otra cosa que tu sientas que debas de darle la orden, o cualquier otra cosa que sientas que debes de decir, o que te veas inspirado a declarar, decláralo o dilo con plena confianza de que aquello que tú estás diciendo absolutamente sucederá, ¡que aquello absolutamente se manifestará en la realidad concreta!.

    ¿Qué es entonces lo que debemos de hacer para comenzar a sanar gente?

    La respuesta es que ¡tú simplemente comienzas a sanar a los enfermos!.

    Si te preguntas, ¿pero yo no sé qué es lo que se supone que debo de hacer o decir cuando una persona que desea su sanidad se presenta ante mí?. De nuevo la respuesta es simplemente lo mismo: ¡tú eres quien comienza a sanar al enfermo que está enfrente de tí!.

    Aún antes de que ni siquiera comenzaras a hablar en lenguas, o aún después de que hubiste comenzado a hablar en lenguas, ¿acaso tú sabías que era lo que debías de decir al hablar en lenguas?. La honesta y genuina respuesta es "¡No!". Pues lo mismo sucede con dones de sanidades. no sabes qué es lo que se supone que debes de hacer o decir antes de ministrar la sanidad. Es del mismo modo en el que al hablar en lenguas, o al interpretar lenguas, o al dar palabra de profecía, al comenzar a hablar, ¡el Espíritu mismo te dá de qué hablar!. El Espíritu, quien es Dios mismo, te dice "sobre la marcha", conforme actúas, ¡qué es lo que has de decir!. Al momento mismo en el que comienzas a actuar, en el momento mismo en el que comienzas a hablar, Dios está allí inspirándote, ¡aún cuando tú no lo veas ni lo sientas!, ¡aún cuando tu no lo sepas ni lo notes!, ¡aún cuando nadie lo sepa ni lo note!, es más, ¡aún cuando los incrédulos se rían y se burlen de ello!. Dios está siempre allí, y su justicia y su voluntad indefectible te sostendrán en los momentos de gran necesidad, como lo es aquel en el que tú necesitas ministrar sanidades con la plenitud del poder de Dios que mora en tí.

    No existe un patrón común o establecido que te diga exactamente qué es lo que se supone que debes de decir o de hacer al momento de comenzar a ejercer tu autoridad dada por Dios para sanar a los enfermos y para expulsar a los demonios. El punto principal de todo esto es que eres el que haces o tomas la decisión de comenzar a ministrar sanidad.

    Cuando te decides o te decidas a comenzar a sanar, y comienzes a ministrar sanidad, eres el que hablará, eres el que hará las preguntas, y también, eres el que conocerá y/o sabrá mediante revelación que se supone que debes de decir o de hacer para impartir la sanidad a aquel que lo necesita, quien además lo desea, quien además espera urgente y creyentemente el recibir dicha sanidad, quien además está enfrente de tí.

    Act 3:6-8 Y Pedro dijo: No tengo plata ni oro; mas lo que tengo, esto te doy; en el Nombre de Jesús, el Cristo, el Nazareno, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y luego fueron afirmados sus pies y piernas. Y saltando, se puso en pie, y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.

    Tal y como yo tengo el don de la sanidad, es decir, la plenitud sanadora de Cristo, eso mismo es lo que yo te doy, yo soy el que te lo doy, ¡yo te lo doy! dijo Pedro, dijo Jesús, y dirás . Es tu privilegio hacer uso de ello, el don ya es tuyo. Tu decides si lo usas ahora, o si lo sigues almacenando en tu guardarropa. tienes la plenitud de la autoridad que Dios te ha dado personalmente a , ¡impártela!, confía en el nombre del Señor Jesucristo, es decir, como si tú mismo fueras Cristo sobre la tierra, les dices, v.gr. al hombre cojo de nacimiento: "levántate y anda". A partir de allí, depende totalmente del hombre enfermo el creer para recibir su sanidad. No le condenes si no la recibe de inmediato. Debiste de haber compartido con él primeramente la Palabra de Dios respecto a sanidades, debiste de haber percibido de cualquier forma la creencia del enfermo, debiste de haber esperado hasta que él lo pidiera, etc. Pero no existe y no debe de existir auto-condenación en ninguno de los dos. Simplemente siguen practicando hasta que, ¡PUM!, la sanidad se manifiesta. Entonces comenzarás a desarrollar más y más confianza y compartirás el título de Jesucristo, tú también serás, como él, un "doctor" experimentado en sanar enfermedades mediante el uso del don de espíritu santo.

    Tú tienes el Poder de dones de sanidades, de la misma manera en la que Tú tienes el Poder para hablar en lenguas. En cada caso, tú no sabes qué terminarás diciendo, pero cuando te decides y comienzas a hablar, el Espíritu te dice qué es lo que debes de decir cuando hablas en lenguas, así mismo el Espíritu te dirá qué es lo que debes de hacer y/o de decir al momento de ministrar sanidad, al momento de ejercer tu autoridad de usar tu manifestación de tus dones de sanidades.

    La Palabra de Dios nos dice que Dios ya nos ha dado la manifestación de espíritu santo para provecho, es decir, para que también sepamos que hacer en cualquier situación, en cada caso que se nos presente. Cuando la condición se cumple, es decir, cuando una persona que necesita sanidad acude hacia tí, la cual desea y espera recibir sanidad de tí, entonces, ¡Tú simplemente comienzas a sanarle, y crees que eres capaz de hacerlo!.

    Si tú no comienzas a sanar por tí mismo, tú nunca sabrás que tienes el poder y la autoridad de sanar, y quizás nadie más hará por ayudar a esa persona. Similarmente, si tú no comienzas a hablar en lenguas, tú nunca sabrás que tienes el poder y la autoridad necesarios para hablar en lenguas. No pienses tanto acerca de qué es lo que se supone que debes de hacer o de decir cuando comienzes a impartir dones de sanidades; simplemente hazlo, ¡tú simplemente comienzas a ministrar dones de sanidades!. Ten la plena confianza de que Dios está y estará trabajando por y en durante todo el tiempo que se necesite, hasta el final del proceso de impartir la sanidad completa a aquel que desea recibir su liberación sanadora.

    Fil. 2:13 Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

    ¡TÚ ERES QUIEN LO DECIDE, TÚ ERES QUIEN COMIENZA A SANAR GENTE!.

  9. Tu operación de la manifestación de fe permite que se lleven a cabo los milagros de sanidad (es decir, las sanidades inmediatas).

Quisiera mantener ésto lo más simple posible, de tal forma que seas capaz de comenzar a sanar a los enfermos y a echar fuera demonios ahora mismo. La información aquí presentada es para tu entendimiento y no para complicar las cosas. Solamente Dios y Su Palabra, como originalmente fué revelada, poseen la perfección total. Éste es nuestro intento de servirle a Él.

La simplicidad de la sanidad tiene el propósito de que tú comienzes a sanar cuando una persona en necesidad acude a tí para recibir su sanidad. Ésta información es teórica y se te proporciona gratuitamente, así de que, por favor, conserva la sencillez de la simplicidad de los dones de sanidades, del hablar en lenguas, de interpretación de lenguas, etc. Lo más que tú practiques las maifestaciones del espíritu de Dios, lo mejor que tú serás capaz de llevarlo a cabo, y la mayor confianza y creencia que tu desarrollarás y poseerás para lograrlo.

Mar 16:18 quitarán serpientes; y si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.

Sé específico en la orden que vas a dar, así fué como Jesús nos lo enseñó:

Mar 11:20-23 Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. Entonces Pedro acordándose, le dice: Maestro, he aquí la higuera que maldijiste, se ha secado. Y respondiendo Jesús, les dice: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate, y échate en el mar, y no dudare en su corazón, mas creyere que será hecho lo que dice, lo que dijere le será hecho.

Aquí no dice que cualquiera que "le pida a Dios en oración" podrá remover ese monte, tampoco dice que "cualquiera espere a que Dios mueva ese monte", lo que dice es que "cualquiera que dijere y no dudare en su corazón, mas creyere que será hecho lo que dice, ¡lo que diga le será hecho!". Aquí tenemos la clave principal procedente de los labios del Maestro, de los labios de Jesucristo. Ya hemos aprendido que tenemos el poder del don de espíritu santo para lograrlo. Y ese don de espíritu santo viene equipado con más cosas de las que ahora ni siquiera nos imaginamos cómo es que funcionan, ¡pero ya se encuentran aquí, dentro de nosotros!. debes de tener plena confianza de ello, tu necesitas comenzar a actuar. En cuanto te decidas a actuar con convicción conforme a la Palabra de Dios, ¡TODOS los milagros que sean necesarios sucederán!.

1Jn. 5:14-15 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si demandáremos alguna cosa conforme á su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que demandáremos, sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos demandado.

Cuando tú sabes que no tienes la suficiente fe o creencia para sanar a una persona que ha venido hasta tí con poca creencia, pero que posee una gran necesidad, ¿qué haces entonces?, ¿lo despides?, ¿acaso le dices: "vuelve mañana, a ver si mañana regresas con más creencia"?, ¡No!. Tú entonces necesitas incrementar tu creencia para operar la manifestación de fe, manifestación utilísima y necesaria para impartir sanidad bajo dichas circunstancias. Recuerda que la Palabra de Dios dice que todo el que acudía a Jesucristo o a sus discípulos con una necesidad de sanidad y liberación espiritual, TODOS ellos eran sanados, ni uno solo de ellos fue pasado por alto.

Por otro lado, si una persona necesita un milagro de sanidad y posee una gran creencia, entonces esa persona recibirá su sanidad debido a que ella es la que ha creído, debido a su fe o creencia, ya que en ese caso no requere o no depende de tu propia fe o creencia para recibir su sanidad (como en el caso de esa tremenda mujer creyente sanada del flujo de sangre. ¡Cuantas veces Jesús les declaró a los que acudían a él en busca de sanidad: "Tu fe (creencia) te ha sanado"!).

Sin embargo, si la persona no tiene una gran creencia como para recibir su sanidad, entonces el sanador es el que necesita incrementar su fe o creencia para impartir sanidad. En tal caso, cuando aquel que necesite sanidad pero no tenga una gran creencia, creencia que sería suficiente para otorgarle su propia sanidad… el cual, no obstante, se presenta ante tí con una poca de creencia y con una gran necesidad y deseo de sanar... Ya que si ese enfermo tuviera una gran creencia, tal vez ni siquiera tendría la necesidad de acudir a tí. Entonces, ¿de qué le sirve acuidir a tí en esas circunstancias?. Bueno; en esos momentos difíciles, en los cuales ni el sanador mismo cree o anda también muy bajo en su propia creencia como para poder sanar a alguien, o aún, si el sanador carece totalmente de creencia para poder sanar a alguien en ese momento, ¿acaso lo ha de despedir diciéndole: "ven mañana que mi mente o mi creencia se encuentren mejor"?, ¿o acaso le dice: "vuelve otro día en el que el don de espíritu santo en mí se encuentre "a toda máquina", es decir, "en forma" "?, ¡No!, ¡entonces es el sanador el que debe de creer para operar su manifestación espiritual de fe!. Esa manifestación va mas allá de lo que el sanador mismo pudiera pensar o sentir, creer o desear. No obstante, es operada por el sanador mismo.

Y es que es muy humano que a veces tú no te encuentres al más alto nivel de fe o de creencia como para impartir sanidad. Es en ese entonces cuando tú necesitas operar también la manifestación de fe; ya sea para que suceda un milagro, o un milagro de sanidad, ya sea para impartir dones de sanidades o para echar fuera demonios.

Si no ejerces la autoridad que Dios te ha dado para usar la manifestación espiritual de fe en esos momentos difíciles, entonces ¿cuándo es que la habrás de usar, de necesitar y de operar?. ¿Acaso se te ha dicho que hasta que recibas revelación puedes usar la manifestación de fe?. ¡Pues no!, cada manifestación es claramente independiente la una de la otra, y cada una de ellas para un provecho diferente y particular. A veces pudieran estar entrelazadas unas con las otras, pero eso no es un pre-requisito u obligación. Si ya sabes que ya tienes la revelación que necesitas escrita en la Palabra de Dios, ¡si ya sabes también que tienes la autoridad dada por Dios y el poder del don de espíritu santo dentro tuyo!. Ahora te toca a tí actuar y conforme actúas, en ese mismo instante Dios activa cualquier otra manifestación que sea necesaria para Tu victoria en cualquier situación, incluído aquí el sanar a los enfermos. Pero eres el que necesita tomar la iniciativa creyente para comenzar a actuar. Dios no lo va a hacer por tí, Dios no te va a decir que lo hagas, ¿por qué? ¡Porque el ya te lo ha dicho en su Palabra!.

Entonces, ¡ya tenemos la revelación escrita de la Palabra de Dios!. En sus páginas vemos que Dios mismo clama a nosotros, como si Él dijera: "Hijo mío muy amado, no tienes que rogarme por la salud de los enfermos. Gracias a que Cristo Jesús me obedeció en TODO, Yo ya te he dado a mi don espiritual que contiene Tu propia autoridad para ejercer dones de sanidades y para que Tú también puedas sanar a TODOS los enfermos que escuchen mi buena voluntad."

Definición tentativa para la manifestación de Creencia (fe o divina confianza):

La manifestación de fe o creencia es tu operación de tu habilidad dada por Dios mediante la cual eres capaz de tener y de usar la fe de Jesucristo, la cual es tu absoluta confianza en la autoridad que Dios en Cristo ya te ha dado para creer, es decir, para tener y usar la misma fe que Jesucristo manifestó cuando anduvo sobre la tierra. Mediante esa fe puedes manifestar esa divina confianza para que llegue a suceder lo imposible al tú dar la orden, de acuerdo a lo que Dios ya te ha mostrado previamente mediante Su Palabra escrita, o mediante palabra de ciencia, y/o palabra de sabiduría, y/o discernimiento de espíritus. Ésta manifestación, cuando la ponemos en acción, activa también milagros, dones de sanidades, y al resto de las manifestaciones, e inspira creencia en otros, sin importar el estado mental o el estado de ánimo o de creencia en el que tú te encuentres al momento de manifestar.

De nuevo, quisiera recordar al querido lector que para los asuntos del espíritu no existe ley; por lo tanto, las definiciones presentadas son tentativas y no definitivas. Pudiera suceder que otro hermano en Cristo, como miembro del mismo Cuerpo de Cristo, hubiera recibido más luz que la recibida por quien esto escribe, así como para mejorar y perfeccionar nuestro entendimiento de: ¿cómo es que debemos de manifestar el poder del espíritu de Dios en nuestros tiempos?. Todas las sugerencias son bienvenidas, siempre y cuando se mantengan en línea con la Palabra revelada por Dios. Cuando comenzamos a ver señales, maravillas y prodigios a nuestro alrededor y por nuestras propias manos, es más y más difícil que alguien trate de engañarnos con sus doctrinas y huecas sutilezas. Recordemos que han sido muchos los años de tinieblas religiosas, por lo que no es evidente de inmediato la luz completa. Pero, como Pedro nos ha exhortado, así creemos y así hacemos:

2Pe 1:19 Tenemos también la palabra profética más permanente, á la cual hacéis bien de estar atentos como á una antorcha que alumbra en lugar oscuro hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones: Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de particular interpretación; Porque la profecía no fué en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo.

Creemos firmemente que poco a poco el lucero de la mañana nos iluminará más y más para poder manifestar dones de sanidades, milagros, y el resto de las manifestaciones del espíritu de Dios en nosotros, como Dios mismo quisiera que las manifestáramos, ¡con plena confianza!, ¡para darle la gloria a Dios mediante el uso de aquello que Él mismo nos dió para su uso exclusivo sobre ésta tierra!. Cuando estemos en gloria allá en el cielo, ninguna de éstas manifestaciones va a sernos útil o necesaria. Es aquí y ahora, sobre la tierra, donde se necesitan de usar abierta y extensivamente.

Por ejemplo, cada manifestación es independiente de la otra, aún cuando pudieran también presentarse inter-relacionadas e interdependientemente las unas de las otras. ¿Usas solamente de las manos algunas veces?, como cuando escribes o ¿usas a veces de las manos y los pies al mismo tiempo?, sí, como cuando nadas... Entonces, si dones de sanidades es también nuestra manifestación del don de espíritu santo, ¡ya!, ¿que esperamos para comezar a actuar?. Si queremos seguir esperando pasivamente hasta "que el Dios mismo nos lo diga personalmente", o hasta "poder recibir revelación", ¡hey!, entonces ¿que es la Biblia misma para nuestros corazones?. Si es allí donde leemos acerca de la voluntad de Dios referente a las sanidades, es allí donde leemos acerca del poder que Dios nos ha concedido en Cristo Jesús para lograrlo.

Rom 4:18-25 El cual [Abraham] creyó para esperar contra esperanza, que sería hecho padre de muchos gentiles, conforme a lo que le había sido dicho: Así será tu simiente. Y no se enflaqueció en la fe, ni consideró su cuerpo ya muerto (siendo ya de casi cien años) ni muerta la matriz de Sara; tampoco dudó en la promesa de Dios con desconfianza; antes fue esforzado en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido, por lo cual también le fue atribuida su fe a justicia. Y no es escrito esto solamente por él, que le haya sido así contado; sino también por nosotros, a quienes será así contado, esto es, a los que creen en el que levantó de los muertos a Jesús, el Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación.

¿Acaso Abraham "dudó en la promesa de Dios con desconfianza"?, ¡desde luego que no!, esa sería la avenida que nos llevaría de nuevo a la región de la religión actual, que se caracteriza por su falta de confianza en la aplicación por parte de nosotros de éstas nueve manifestaciones del don de espíritu santo, así como del resto de las promesas y de la Palabra de Dios en Cristo.

1Pe 2:24 él mismo [Jesús] llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia, por cuya herida habéis sido sanados.

La manifestación de fe es la segura certeza dentro de tí de que a Tu orden lo que digas sucederá. Es el nombre, no el verbo de la manifestación de fe (pistis) el que significa "la segura certeza dentro de tí de que a tu orden lo que tú has dicho sucederá".

¿Cómo activamos u operamos la manifestación de fe? Tu simplemente crees que lo que tú inicialmente pensaste que sería difícil o imposible para tí que sucedería, tú lo reviertes ahora con el poder del espíritu de Dios que mora en tí para manifestar fe, y entonces crees que sí eres capaz de lograrlo, que sí eres capaz de hacer aquello para lo cual Dios te ha llamado, entonces confirmas con tus actos que la Palabra de Dios sí es cierta, sí es viva, sí es eficaz en cualquier situación, especialmente e incluso para la sanación.

Esta "fe" que Dios energetiza dentro de tí conforme "tú lo deseas" resulta debido a que tú no tienes en ese momento tu propia "creencia" a su máximo nivel como para siquiera comenzar a llevar a cabo el trabajo de sanidad. en cambio crees firmemente que posees "esta fe que procede del espíritu santo" dentro de tí, la cual tu no tenías activa antes de que comenzaras a ejercerla, antes de que comenzaras a creer con esa fe espiritual y superior a tu propia naturaleza humana. Recodemos que Dios nos dice "no apaguéis al espíritu", es decir, que es totalmente claro por parte de Dios que nosotros podemos "neutralizar" e "inactivar" totalmente y por falta de uso al poderoso don de espíritu santo que llevamos por dentro, que Él nos dió.

Conforme tú comienzas a creer, el espíritu energetiza ésta fe espiritual dentro de tí. Ésto sucede de la misma manera que cuando tú operas la manifestación de profecía. Tú no sabes qué es lo que vas a decir de antemano, pero cuando tú comienzas a hablar, el espíritu te da las palabras que tú has de hablar.

Ahora que tú ya sabes un poco más acerca de como y cuando usar la "fe" espiritual que ya tienes dentro tuyo, ahora que ya sabes que ésta es la manifestación de fe, ahora entonces tú ya puedes impartir sanidades mediante comenzar a hablar, comenzar a dar la orden, aún cuando tu propia creencia natural y personal se encuentre por los suelos.

¿Cuál es la diferencia entre la manifestación de milagros y la manifestación de fe?

Definición tentativa para la manifestación de Milagros:

Es tu operación de tu habilidad dada por Dios mediante la cual tú eres capaz, mediante la manifestación de fe o creencia (nuestra divina confianza), de manifestar milagros de acuerdo a lo que Dios ya te ha revelado mediante su Palabra, mediante la Palabra de Dios escrita, o mediante palabra de ciencia, y/o palabra de sabiduría, y/o discernimiento de espíritus.

El obrar milagros consiste en el hecho de dar la orden, del decir con autoridad algo aparentemente imposible ante los cinco sentidos, el dar una orden con la autoridad divina que ya posees, ya sea mediante el especial uso de la manifestación de fe, o aún mediante tu propia creencia natural, si es que se encuentra a su más alto nivel, al nivel de una gran creencia, lo cual no siempre es el caso, o tal vez, lo cual rara vez es el caso. Y Dios ya sabía que esto pasaría, como que Dios sabe perfectamente de qué es de lo que estamos hechos. Es por eso que Dios ha colocado a la fe o creencia por todos lados, como manifestación del espíritu, como fruto del espíritu, como habilidad natural de nuestra mente carnal, etc. ¡Ahora nos toca a nosotros usarla libremente!. No nos compliquemos la vida con más definiciones y clasificaciones que a la hora de actuar se nos olvidan, es hora de comenzar a actuar guiados, inspirados y llenos del espíritu santo, ya que solamente es el espíritu el que vivifica, no la letra.

La forma más simple para entender a la manifestación de fe en combinación con el obrar milagros es que mediante la manifestación de fe tú dices o das la orden para que lo imposible suceda. Fe es la certeza total y completa de que ya sabes, el hecho de que ya eres consciente, de que das por cierto o por sentado en tu mente que eres capaz de lograr lo imposible mediante el poder espiritual que Dios en Cristo ya te otorgó gratuitamente.

Recordemos que Jesús les dió a sus discípulos la lección de que podrían hacer cualquier cosa si tuvieran una creencia natural como de un grano de mostaza, y así mismo les dió la lección de las higueras que se secaron a su mandato, y les dijo que nosotros podemos mover montes si lo decimos sin dudar, y que si dos de nosotros nos ponemos de acuerdo sobre cualquier cosa aquí en la tierra y no dudamos, eso sucederá, etc… Si Jesús les declaró que eso era posible, aún con su creencia natural que poseían en ese entonces, antes del día de Pentecostés, ¿se imaginan ustedes cuantas ventajas tenemos ahora con la plenitud del don de espíritu santo morando en nosotros?. Además de nuestra creencia natural, tenemos tanto una manifestación de fe como un fruto de fe que no estaban disponibles al momento en el que Jesucristo les dió esas tremendas lecciones de creencia.

Cuando tú hables o des la orden para impartir sanidad, ten la creencia de que lo que tú digas sucederá. También, debes de creer de que cuando tú ministras sanidad, los enfermos absolutamente se van a recuperar.

has de creer de que cuando una persona en necesidad de su sanidad desea y espera el ser sanada por tí, simplemente has de creer que esa persona va a ser sanada cuando tú le ministres la sanidad. Cuando tu hables dando la orden, entonces habla con confianza y con creencia de que lo que tú dices y lo que tú digas sucederá.

Al momento de impartir sanidad, dá la orden con fe o creencia. No dudes lo más mínimo de que lo que tú digas sucederá, en cambio dilo creyendo en tu corazón de que todo lo que tú digas sucederá, así como nos lo enseñó Jesucristo. Aún con Samuel, Dios no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras.

Conclusión de ¿Cómo sanar a los enfermos?:

Entonces, ¿qué es lo que debes de hacer?

Predica las buenas nuevas de liberación confiadamente y decididamente a aquellos que necesitan ser liberados mediante sanidad; cuando ellos responden a las buenas nuevas de liberación, ellos desearán y esperarán el ser liberados, y ellos entonces vendrán a tí para ser sanados. Y en ese mismo momento, Tú eres el que los ha de sanar.

No te preocupes de un posible fracaso, no tengas temor de no poder sanarlos; ponte a tí mismo en la posición de ofrecer sanidades mediante proclamar la promesa de que cualquiera que le crea a Dios puede ser sanado ahora mismo. No te impresiones si una vez que tú proclamas semejante promesa mucha gente viene a tí para que tú la sanes.

Anuncia las buenas nuevas de liberación, y cuando aquellos en necesidad de sanar vengan a tí, comienza a practicar sanidad para ellos. Conforme continúes haciéndolo, ciertamente que adquirirás experiencia y confianza en ministrar sanidad.

No te detengas ante los fracasos. Quizás muchas veces que ministres nada suceda, quizás fracases bastantes veces, pero continúa sanando, y enséñales a otros a que hagan lo mismo.

Existe el fruto del espíritu santo con nueve gajos que crecen frondosos y simultáneamente al tú hacer uso de las nueve manifestaciones del espíritu santo. Tú lo verás crecer con los ojos de tu corazón y con la facilidad creciente con la que tú manifestarás el don de espíritu santo una vez que tú te decidas a usarlo activamente.

Enseña a los nuevos creyentes a sanar a los enfermos y a echar fuera demonios justo desde el principio, justo desde el momento mismo en el que les enseñaste a hablar en lenguas. El poder del don de espíritu santo no está dividido, el paquete completo ya ha sido dado completo por Dios a todo creyente desde el momento en el que cualquier persona ha confesado a Jesús como su Señor y ha creído en su corazón que Dios le levantó de entre los muertos (Rom. 10:9-10). Jesucristo indicó a sus doce discípulos recién seleccionados que ellos también tenían la autoridad total de sanar a los enfermos y de expulsar demonios, lo mismo con los setenta discípulos que también envió Jesús a las ciudades circunvecinas. Jesucristo nunca esperó hasta que sus discípulos fueran dignos de aprobación o de pagar para recibir ciertos "conocimientos avanzados", etc. De hecho, todo conocimiento que procede de la Palabra de Dios es simple, gratuito y requere solamente de creencia. Si ni Dios ni Cristo hacen acepción de personas, ¿porqué nosotros lo hemos de hacer?. Una vez más, leamos acerca del gran poder que ellos tuvieron a la luz del poder que es excedentemente mayor y que nosotros tenemos ahora:

Mat 10:1, 7-8 Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio potestad [exousia, autoridad] contra los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y sanasen toda enfermedad y toda flaqueza. Y yendo, predicad, diciendo: El Reino de los cielos ha llegado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.

Lc. 10:1, 9, 17-20 Y después de estas cosas, señaló el Señor aun otros setenta, los cuales envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y lugares a donde él había de venir… y [les dijo] sanad los enfermos que en ella hubiere, y decidles: Se ha llegado a vosotros el Reino de Dios… Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás, como un rayo que caía del cielo. He aquí os doy potestad de hollar sobre serpientes y sobre escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Mas no os gocéis de esto, que los espíritus se os sujetan; antes gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.

¿Porqué es que hemos de indicarle desde el principio al creyente recién nacido que crea para ejercer dones de sanidades y para echar fuera demonios?. Porque Dios no hace acepción de personas y debido a que ministrar sanidades es tan simple como hablar en lenguas. Los nuevos creyentes te sorprenderán con su creencia en acción. Estarán más alertas, protegidos y activos para promover la reconciliación de otros hombres con Dios por medio del don de espíritu santo en acción. ¿Por qué?. Porque verán los resultados prácticos de la Palabra de Dios en acción debido a que ellos serán capaces de sanar y de echar fuera demonios, ¡justo desde el principio!.

Sí, enséñales a los nuevos creyentes con tu propio ejemplo. Felipe desde el principio, y a pesar de que no estaba plenamente instruído, sanó a los enfermos y hechó fuera demonios en Samaria. Lo mismo vemos en Jesucristo, por donde quiera que anduvo sanó a los enfermos y echó fuera a los demonios; Jesús no hizo diferencias entre personas, y no excluyó a nadie. Sus discípulos y apóstoles también fueron capaces de sanar enfermos y de echar fuera demonios desde el principio de su llamamiento. El discípulo Ananías obedeció a la revelación específica que Dios le dió, Dios edificó la creencia de Ananías hasta el punto en el cual Ananías fué a sanar a Pablo como Dios le había mandado.

Los creyentes de Corinto eran considerados inmaduros o bebés espirituales porque estaban caminando por los cinco sentidos, más no manifestando la plenitud del don de espíritu santo. Exhortemos a los nuevos creyentes a caminar plenamente por el espíritu santo desde el principio, lo cual incluye hacer milagros, expulsar demonios y sanar enfermos. Ellos quizás también tengan algo que enseñarte respecto a cómo usar en la práctica el poder de Dios día tras día. El resultado de ello es que Dios recibirá siempre y primeramente la gloria y muchos más serán salvos y vendrán al pleno conocimiento de la verdad, y a su vez, ¡serán capaces de enseñar y de sanar a otros!.

Observaciones adicionales relacionadas con dones de sanidades, de mis antiguas notas:

Cuando Dios da la revelación al creyente deseoso de manifestar milagros y sanidades, él debe de seguir creyento hasta que el milagro y la sanidad se manifiesten plenamente. Elías debía de creer sostenidamente que no llovería durante tres años y medio. Jesucristo a veces sanaba gradualmente a los enfermos y no de inmediato, como cuando el ciego requirió que Jesús le siguiera ministrando, mediante ponerle las manos sobre los ojos por segunda vez, pues iba recobrando la vista gradualmente. Al principio del proceso de su sanidad veía a las personas en movimiento, cual si fueran sombras o bultos (cual "árboles" dice en Mr. 8:24). Nosotros también hemos de estar confiados de preguntar a la persona cómo se siente, si ha experimentado ciertas mejoras, si ya ha sanado. Y si no, tal vez sea necesario ministrar u orar de nuevo, si eso es lo que Dios te dice. Lo que sea necesario para llevar a cabo las obras que Dios nos ha encomendado.

En ese relato vemos que primeramente Jesús "escupió en sus ojos" y luego "puso las manos sobre él". Escupir sobre un enfermo era un Orientalismo, ellos creían que la saliva de un hombre santo tenía el poder de sanar. ¿Cómo supo Jesucristo que el ciego iba a creer al ser sanado de esa forma?, ¡por revelación de Dios!.

En otra ocasión Jesús le pidió al ciego al que le puso saliva con lodo en los ojos que fuera a lavarse la cara antes de manifestar su plena sanidad (Jn. 9:7).

Nosotros, desde luego que no hemos nacido con una mente renovada perfecta como lo hizo Jesucristo, y no hemos andado conservando nuestra mente renovada durante toda nuestra vida, como lo hizo Jesucristo, por lo que quizás requiramos de un uso más frecuente de la oración, la cual muchas veces es necesaria para que tengamos paz, o para inspirar paz en la mente de la persona que va a recibir sanidad.

Una vez que hemos recibido la revelación de Dios, hemos de dejar de orar y entonces debemos de comenzar a actuar y a dar la orden para que las cosas que nos es necesario llevar a cabo sucedan. Recordemos que es Cristo en nosotros, recordemos lo que Dios ya nos ha dado.

Si Dios ya nos ha indicado en su Palabra escrita que su voluntad es la de sanar toda dolencia y enfermedad, o echar fuera todo demonio, ¿porqué entonces seguimos pasivos y estáticos y deseamos solamente seguir "orando" en espera de una respuesta que ya hemos recibido (como lo estaba Moisés al principio, antes de cruzar el mar rojo)?. Dios entonces nos ha de estar respondiendo como le respondió a Moisés: ¡Muévete!, ya te dí mi autorización y mi autoridad para hacerlo, ¡muévete!. Dios nos dijo que lo hiciéramos, no que viviéramos orando para lograr la sanidad de otros, ya tenemos el poder de Dios dentro nuestro, ya tenemos a Cristo en nosotros.

El poder para sanar ya está en nuestras manos, hemos de utilizarlo nosotros:

"La gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad [exousia, autoridad] a los hombres" (Mt. 9:8).

La revelación dada en una situación no ha de ser usada como la norma para otras situaciones similares, por ejemplo, Jesucristo sanó a varios ciegos de muy diversas maneras, lo mismo con varios encamillados o leprosos.

"Jesús le dijo [a otro ciego] - Puedes irte; por tu fe has sido sanado…" (Mr. 10:52). "Vete, tu fe te ha salvado" (Reina-Valera).

Jesucristo necesitaba estar seguro de que este ciego creía para recobrar su vista, ya que le preguntó previamente: "¿Qué quieres que haga por tí?", a lo que el ciego respondió: "Maestro, que recobre la vista". En este caso Jesucristo no necesitó de usar saliva, ni siquiera le tocó.

Si Dios no te revela detalles acerca de lo que sucede, ¿por qué no mejor le preguntas directamente a la persona que desea ser sanada por tí?

"¿Creen ustedes [dos ciegos] que puedo hacer esto [sanarlos]? - Sí, Señor - le contestaron. Entonces Jesús les tocó los ojos, y les dijo: - Que se haga conforme a la fe que ustedes tienen" (Mt. 9:27-31).

En otra ocasión, en vez de expulsar inmediatamente a un demonio que causaba epilepsia, Jesucristo primeramente sostuvo una conversación con el padre del muchacho enfermo (Mr. 9:16-27).

Es posible que necesitemos hacer algunas preguntas e investigar algunas cosas antes de ministrar sanidad. Cada situación es diferente. Una y otra vez decimos, no existen leyes o métodos específicos para manifestar espíritu santo. Jesucristo es nuestro perfecto ejemplo, más ninguno de nosotros es perfecto.

Lo mejor que podemos hacer es observar cuidadosamente los ejemplos de sanidades en la Biblia. Algunas veces necesitaremos preguntar algunas cosas debido a que no sabemos qué hacer, entonces Dios nos ayudará, Dios completa lo que a nosotros nos falta, si es que nosotros estamos haciendo su voluntad. De nuevo vemos como Jesucristo tuvo su mente bajo control para no ser influenciado por la situación externa aparente a los cinco sentidos. Jesucristo obedeció a lo que Dios deseaba que se llevara a cabo conforme a su revelación. Era necesario cuestionar al padre, tener cierta información, y especialmente, llevar al padre del poseído al punto de creencia. Durante todo ese tiempo, el muchacho se convulsionó epilépticamente bajo la influencia de ese espíritu diabólico. Jesucristo no actuó precipitadamente. Para lograr echar fuera a un demonio, necesitamos recibir revelación de Dios, conforme nosotros actuamos (es el andar sincronizado, es el manifestar el don que Dios ya nos ha dado que se activa bajo el control de nuestra voluntad y es energizado por Dios, es decir, Dios nos dice que decir en el momento mismo de la acción).

Otro de los actos portentosos y milagros de Jesucristo es aquel en el que resucitó a Lázaro. Jesús amaba a Lázaro y a sus hermanas. Aún Jesús lloró en esa situación. Es posible experimentar emociones, pero no podemos dejar que las emociones se interpongan en nuestro camino. Necesitamos controlar nuestras emociones, las cuales van y vienen, mientras que la Palabra de Dios permanece para siempre. Entonces Jesús le agradeció a Dios por escucharle siempre, lo cual indica que Jesucristo sostenía una constante conversación con Dios (Jn. 11:41-42). Entonces, y a pesar de que la hermana de Lázaro le indicó a Jesucristo que el cadáver ya estaba apestando, por estar sepultado durante cuatro días (Jn. 11:39), Jesucristo habló con el creyente muerto Lázaro: "¡Lázaro, ven fuera!" (Jn. 11:43).

Dios solamente nos revelará la causa de una enfermedad si eso es necesario. Jesucristo se refiere a una posible causa de enfermedad en un registro ("tus pecados te son perdonados" en Mt. 9:2), y Jesucristo dice que ya ha orado (y llorado) en un solo registro también, antes de ministrar sanidad (cuando resucitó a Lázaro). Es decir que "orar" y "saber las causas" no son prerequisitos para sanar a alguien. Ni siquiera el uso del nombre de Jesucristo es necesaro cual si fuera una "fórmula" obligatoria para hacer milagros, o para sanar, para echar fuera demonios, o para resucitar a alguien, como cuando Pedro resucitó a Tabita sin necesidad de usar el nombre de Jesucristo. Para el uso del poder del espíritu santo de Dios que mora en nosotros no hay normas ni regulaciones. Todo depende de la creencia de aquel que manifiesta.

Pedro y Juan fueron capaces de sanar a un hombre que no podía caminar, ya que había nacido tullido o cojo. Ese hombre de más de 40 años era diariamente colocado a la puerta del Templo de Jerusalén. Seguramente que él había estado allí cuando Jesucristo enseñaba. No fue sanado en ese entonces porque Jesús no había recibido revelación acerca de él. Pero seguramente que ese hombre conoció a Jesús, escuchando y viendo lo que Jesús hacía, y así mismo sus discípulos, entre ellos Pedro y Juan, ya que si no, ¿cómo es que les hubiera creído para sanar?. Es también posible que ese hombre hubiera estado allí en el día de Pentecostés, ya que era colocado en ese mismo lugar diariamente. Sin embargo, en ese momento dicho hombre no estaba allí en busca de dinero, ya que el pedir "limosna" a la puerta del templo judío era un aspecto de su cultura que demostraba humildad, y demandaba un milagro o sanidad. La gente que iba al templo judío inicialmente no llevaba dinero extra. La clase de "limosna" que ese hombre necesitaba era la de recibir su sanidad física. Sabiendo eso, Pedro le dijo al cojo: "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda" (Hch. 3:6).

"Lo que tengo te doy", dijo Pedro. Pedro llevó a cabo dicha sanidad con aquello que ya era suyo. Dios ya le había proporcionado a Pedro el don de espíritu santo con el cual llevar a cabo dones de sanidades. Pedro no le oró a Dios para sanar a ese cojo, Pedro supo con convicción qué decir, y parte de la indicación era que el cojo tomara acción por sí mismo: "levántate y anda", y entonces Pedro supo que hacer en ese mismo momento: "lo tomó por la mano derecha y lo levantó". A continuación, viene la sanidad inmediata "Al instante se le afirmaron los pies y tobillos" (Hch. 3:7).

El cojo que sanó entendió mejor que nadie que la fuente del poder espiritual era Dios, ya que no cesaba de alabar a Dios. El pueblo de Israel fue mucho más lento para entender eso, hasta el punto de que Pedro tiene que decir: "¿por qué os admiráis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho andar a éste?… y la fe que es por él [por Jesucristo] ha dado a este esta completa sanidad en presencia de todos vosotros" (Hch. 3:12-26). En ese entonces, los que creyeron debido a esa manifestación de dones de sanidades fueron como cinco mil, si los sumanos a los primeros 3,000 que creyeron en el día de Pentecostés después de que los 12 apóstoles hablaron en lenguas, tenemos que en muy pocos días la familia de Dios poseía más de 8,000 creyentes renacidos llenos del don de espíritu santo. Dones de sanidades se llevan a cabo gracias al poder de Dios, pero es el creyente "creyendo" quien activa dicho poder al momento mismo en el que actúa, no Dios. Es por eso que se trata de nuestro don. Nosotros lo usamos, nosotros actuamos con la plena certeza de que Dios está allí con nosotros, inspirándonos, revelándonos cosas. Dios está siempre presente con su ilimitado poder espiritual a nuestro servicio.

"La gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía, pues de muchos que tenían espíritus impuros, salían éstos lanzando gritos; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad" (Hch. 8:6-8).

Felipe hablaba con convicción la Palabra de Dios, la gente oía, creía y era sanada, así que por eso había gran gozo allí.

Recordemos que cuando Ananías recibió la revelación de ministrar a Pablo, él recibió una visión de Jesucristo mismo, quien le dijo a Ananías que era lo que debía hacer. Jesucristo también le dijo a Ananías que Pablo mismo ya había recibido la misma revelación: ¡Ananías vendría a sanarle!. Todo lo que el discípulo Ananías hizo fue poner sus manos sobre Pablo y repetir la revelación que tanto él como Pablo ya habían recibido (Hch. 9:17-18).

Cuando Pedro sanó a Eneas, quien llevaba ocho años en cama, paralítico, le dijo: "Eneas, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama" (Hch. 9:34). De nuevo, un tremendo provecho adicional fue que esa sanidad fue conocida por todos los habitantes de Lida y de Sarón, los cuales se convirtieron al Señor. ¿Se imaginan?, ¡dos ciudades completas haciendo a Jesucristo el Señor de sus vidas debido a un maravilloso milagro de sanidad!. ¡Eso mismo queremos para nuestro día y nuestro tiempo!.

A continuación se nos dice que en la ciudad de Jope había también creyentes. Creyentes que por ser renacidos tenían también cada uno de ellos el poder de resucitar a Tabita, sin embargo, carecían de la creencia necesaria para lograrlo, y eso no es una verguenza. Hasta que tú logres la madurez en tu propia creencia, es sabio preguntar a otros que tú sabes que tienen la creencia para resucitar a alguien. Nosotros también necesitamos levantarnos en nuestra creencia, ya que TODOS los creyentes renacidos con espíritu santo dentro nuestro tenemos la habilidad de resucitar a un creyente que ya ha muerto (Hch. 9:36-38).

Si vamos a sanar a alguien mediante la manifestación del espíritu de Dios morando en nosotros llamada dones de sanidades, necesitamos tener el deseo y la voluntad de hacerlo, ya que el poder para hacerlo te lo ha dado Dios. La revelación de Dios para lograrlo se te presenta, y entonces es necesaria la manifestación de creencia para que la sanidad se manifieste plenamente, ya sea mediante el uso del nombre de Jesucristo o simplemente mediante el ejercicio de la autoridad que Dios nos ha dado. De nuevo, recordemos que cuando Pedro resucitó a Tabita simplemente le dijo: "¡Tabita, levántate!" (Hch. 9:40).

Antes de lograr ese milagro, Pedro necesitó echar fuera a los creyentes que estaban todos deprimidos y llorando. Pedro necesitaba tranquilidad y paz para poder recibir la revelación de Dios. Una vez en soledad, Pedro oró. Pedro hizo todo lo necesario para estar en paz, y entonces recibir la revelación de Dios y/o elevar su creencia y convicción hasta el punto de ejercer su autoridad dada por Dios al momento mismo de recibir el don de espíritu santo (Hch. 9:40). Sin embargo, una vez que la revelación de Dios se le presentó, y/o hizo uso de la manifestación del espíritu llamada fe, y/o su creencia llegó hasta el punto de desbordar, Pedro entonces dejó de orar y comenzó a actuar. Pedro dijo exactamente lo que Dios le dijo que dijera y entonces, resucitó a Tabita de entre los muertos mediante el poder de Dios que moraba en él.

El siguiente caso nos muestra lo engañosos que son los espíritus malignos:

"…una muchacha que tenía espíritu de adivinación… gritaba: - "¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo! Ellos os anuncian el camino de salvación". Esto lo hizo por muchos días, hasta que, desagradando a Pablo, se volvió él y dijo al espíritu - "te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella". Y [el espíritu de adivinación] salió en aquella misma hora".

No fue sino hasta que Pablo recibió la necesaria revelación de Dios, y/o hizo uso de la manifestación del espíritu llamada fe, y/o su creencia llegó hasta el punto de desbordar (y desde luego, la paciencia de Pablo había llegado también a su límite), fue entonces cuando Pablo fue capaz de echar fuera a ese engañoso espíritu de adivinación. Ese espíritu de adivinación hacía a la muchacha repetir una misma verdad de una manera inadecuada, indecentemente y sin orden. El espíritu de adivinación ya no volvió a ésta muchacha. Sus perversos amos ambiciosos, los que recibían gran ganancia usándola como "adivina", hicieron un escándalo y persiguieron a Pablo y a otros creyentes. Ésta muchacha creyó y fue liberada del espíritu de adivinación que la poseía. Ella había estado siguiendo a Pablo día tras día y lo había escuchado predicar, ella había escuchado la Palabra de Dios, ahora que ya era libre de ese espíritu, era su responsabilidad permanecer creyendo en la Palabra y en el Poder de Dios.

Es un andar día tras día. Como cuando en el naufragio de Pablo todos los tripulantes fueron salvados de perecer. Previamente Dios le había revelado a Pablo mediante su ángel: "Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César, además, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo" (Hch. 27:24). Una vez en la isla de Malta, tanto los náufragos como los habitantes nativos de ella, observaron como Pablo milagrosamente sobrevivió ante la picadura de una serpiente venenosa, y "sacudiendo a la víbora en el fuego, ningún daño padeció" (Hch. 28:5). Después se relata la siguiente sanidad:

"…el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería. Pablo entró a verlo y después de haber orado, le impuso las manos y lo sanó. Viendo esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades venían, y eran sanados" (Hch. 28:8-9).

Pablo para ese entonces era prisionero, sin embargo, el poder de Dios nunca puede ser reprimido, una vez que el creyente renacido cree y actúa. Pablo entró a ver al papá de Publio, Pablo entonces oró por él, colocó sus manos sobre él (por revelación) y Pablo fue el que lo sanó. En cada caso Pablo fue el agente activo, fue Pablo quién tomó la acción. El poder es de Dios, la acción corresponde a nosotros.

Me gustaría concluír con la siguiente escritura del apóstol Pedro, un veterano en el poder de Dios manifestado mediante dones de sanidades:

"Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén."

"La multiforme gracia de Dios" se refiere, entre otras cosas, a nuestra operación de las nueve manifestaciones (de allí lo de "multiforme") del don de espíritu santo ("según el don que ha recibido" bajo la "gracia de Dios").

No existe una fórmula pre-establecida mediante el uso de la cual podamos manifestar dones de sanidades para nuestro beneficio y para el provecho de otros. Es un andar y actuar creyentemente y/o por revelación en cada situación. Dios te va a revelar que hacer solamente si tú comienzas a hacerlo, es un andar sincronizado, simultáneamente. Ya tienes el don de espíritu santo, desarrolla ahora la creencia para su activo y su buen uso, si no, muchas de las manifestaciones de ese don que ya tienes dentro tuyo nunca serán usadas, nunca serán "estrenadas".

Dios trabajará con cada creyente individualmente, conforme a su creencia, necesidad, y deseos de servir a Dios y a la gente de Dios. Tal vez Dios te dé la revelación de que debes de orar primeramente bajo una particular situación, o tal vez no sea necesario orar. Tal vez la revelación de Dios sea que tú te enteres haciendo preguntas a los involucrados, o tal vez no sea necesario hacer ninguna pregunta. Tal vez al principio no haya revelación alguna y entonces, de nuevo, mejor te enteras de la situación por medio de hacer preguntas a las personas involucradas que se encuentran en medio de una gran necesidad.

Tal vez tú necesites saber todo lo que sea necesario, todos los detalles (como le sucedió al discípulo Ananías, como le sucedió a María, la madre de Jesús)… tómate tu tiempo antes de decir o de manifestar dones de sanidades, o tal vez tu simplemente tengas que obedecer de inmediato sin saber y sin tener todos los detalles, como le sucedió a Felipe cuando instruyó al Eunuco de Candace (Hch. 8:26-40). Conforme actúes… Dios te irá revelando paso a paso, y de manera progresiva, todo aquello que debas de saber y de hacer.

Muchas de éstas cosas mencionadas dependen de tí y cómo es que tú te sientes mejor (Dios respeta tu libre albedrío), con lo que es más confortable de acuerdo a tu personalidad. Dios trabajará contigo, también de acuerdo a tu experiencia personal. Es un negocio entre tú y tu socio colaborador: tu Padre celestial, Dios. Es una relación y una comunicación íntima y personal entre Dios y tú. Dios llevará a cabo su trabajo, Dios siempre te dará la revelación, esa es su parte. El poder necesario para milagros y sanidades ya te lo ha dado Dios, esa fue la parte que llevó a cabo en el día de Pentecostés. El ¿cómo?, depende de Dios, pero el hecho de que creamos que Dios lo hará, y entonces comenzemos a actuar conforme a ello, dependen totalmente de nosotros.

Si no nos viene revelación alguna al principio, una vez que hemos comenzado a actuar, ¿por qué no orar entonces? Hemos de hacer cualquier cosa que sea necesaria en orden de conservar nuestra paz interior y estar tranquilos al punto de recibir las respuestas de Dios. Muchas veces, cuando comienzas a orar (ya sea en lenguas o con tu entendimiento), alcanzas un estado de paz y de tranquilidad interior; igualmente, cuando oras en voz alta con tu entendimiento, la persona que va a recibir sanidad (en ciertas situaciones) se tranquiliza hasta el punto de que ella también se encuentre en paz, no agitada o llena de temores e incredulidad. Entonces, conforme actúas en tu segundo intento, la revelación de Dios se te presenta (¿recuerdas cuando Jesús tuvo que poner sus manos sobre los ojos de un ciego por segunda vez?). Una vez que la revelación de Dios ha llegado hasta tí, es tiempo de dejar de orar, y entonces sí, decir y hacer aquello que Dios te ha dicho que digas y que hagas, para que entonces puedas sanar a la persona, ya sea que uses o sin usar verbalmente el nombre de Jesucristo, Dios te dirá también eso. El poder es de Dios en Cristo y Cristo en tí, tú ya tienes la autoridad. No necesitas ser o volverte "religioso" para manifestar el poder de Dios, si es que ya has renacido del espíritu de Dios, tampoco necesitas usar fórmula alguna o metodologías específicas, ya que cada caso es diferente.

Si no te viene revelación alguna por parte de Dios para sanar a alguien, entonces, simplemente ora, y proclama poderosamente la Palabra de Dios, eso te dará la confianza y el denuedo necesario para comenzar a actuar con la mira de ejercer tu poder de manifestar dones de sanidades. La Palabra de Dios por sí misma tiene un poder sanador, como dice en aquel Salmo, Dios envió su Palabra y los sanó a TODOS; en otro salmo dice que la Palabra de Dios es medicina para nuestro cuerpo y sanidad para nuestros huesos.

Sal. 107:20 El envió su palabra y los sanó y los libró de la muerte (LBLA).

Si estás actuando con el corazón de sanar a alguien que sabes que va a creer, y si entonces, al momento en el que tú actás, recibes la revelación de sanarle, entonces deja de orar o de leerle la Biblia en ese momento, deja de pedirle a Dios que haga algo, ya que Él ya te ha dicho lo que debes de hacer, y continúa actuando creyentemente. Es a tí a quien le toca "hacer algo", Dios ya ha cumplido con su parte al darte el poder de representar a Jesucristo sobre la tierra mediante el don de espíritu santo y sus nueve manifestaciones.

Hemos de creer que el poder de sanar ya ha sido dado por Dios a nosotros, y cuando actuamos creyentemente, recibimos la revelación de Dios y entonces sanamos a los enfermos, dándole la gloria a Dios quien nos ha dado dicho poder gracias a la obra completada por Jesucristo:

Jn 14:12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre.

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Nota: Continuará con más detalles referentes a la manifestación de milagros… Mientras tanto, y mientras Cristo regresa, permaneced conectados a la Palabra de Dios, leed constantemente la Biblia para edificar vuestro entendimiento, para que vuestra creencia natural se fortalezca, para que comprueben si es que estas cosas son así, para que comienzen a andar con el poder espiritual, para que sanen a los enfermos, para que echen fuera demonios, para que hagan milagros, y para que sigan hablando en lenguas; sí, hablen mucho en lenguas para que puedan edificar al Cristo en vosotros, al hombre interior incondicional dado por la gracia de Dios a todos los creyentes renacidos que ya han creído…

Estad atentos a las enseñanzas de Dios, no en las de los hombres, alineando y refinando nuestro entendimiento a la voluntad de Dios, cual plata siete veces refinada al fuego.

Escrituras relacionadas con la manifestación del poder de Dios en nosotros mediante dones de sanidades y milagros, contexto: enfermedades debidas a influencias espirituales: http://www.oocities.org/fdocc3/expulsad.htm

Para ver más detalles acerca de las manifestaciones del poder de Dios en acción hoy: http://www.churchinthehome.org

Para regresar a las manifestaciones de revelación del espíritu de Dios en nosotros: http://www.oocities.org/fdocc3/revelation.htm

Para regresar al hablar en lenguas, manifestación primera del espíritu de Dios en nosotros: http://www.oocities.org/fdocc/leng1.htm


Tasters of the Word (YouTube), videos recientes: "Astronomía y Nacimiento de Jesucristo: Once de Septiembre Año Tres A.C.", "Estudio sobre Sanidades" (en 20 episodios), "Jesus Christ, Son or God?" and "We've the Power to Heal":http://www.youtube.com/1fertra


Tasters of the Word (the blog, with: "Astronomy and the Birth of Jesus Christ"):http://fertra1.blogspot.com

 

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