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EL ORIGEN DE LA POLITICA. ¿Hannah Arendt o Simone Weil?, de Roberto Espósito. Paidós, 133 págs.

Hannah Arendt y Simone Weil, las dos filósofas cuyas obras Espósito confronta en este libro, tienen bastante más en común que el hecho de ser mujeres, judías y de haber sido marcadas dramáticamente por la experiencia del exilio y la persecución. Ambas encuentran en la política su principal objeto de estudio y ejercen gran influencia en el pensamiento de este siglo, particularmente en sus análisis sobre las condiciones de posibilidad del totalitarismo y la violencia.

Si bien ambas ven que el totalitarismo convierte a los seres humanos en "superfluos" por cuanto se relaciona con ellos como cosas, mientras Arendt afirma que se trata de un fenómeno estrictamente moderno vinculado con la oclusión de la política y con el traslado al ejercicio del poder de los métodos instrumentales de productividad técnica, y destaca que difiere de otras formas de opresión política como el despotismo, la tiranía y la dictadura en que su propósito no es la obediencia sino la aniquilación, Weil sostiene en cambio que aunque los instrumentos del totalitarismo sean estrictamente modernos, su lógica sustantiva no difiere de las innumerables destrucciones en masa de la historia antigua y medieval. En la guerra de Troya se destruyó por completo la ciudad, aniquilando toda huella de los vencidos, del mismo modo que una nueva guerra mundial podría aniquilar por completo al género humano. Weil encuentra así que la historia no es más que una compilación de las declaraciones de los asesinos sobre sus víctimas y sobre sí mismos. Tanto para Arendt como para Weil el mal no tiene nada de radical, profundo ni monstruoso; por el contrario, casi siempre se revela como "banal", "superficial" y hasta "normal", en tanto responde a una norma o a una ley. Al fin y al cabo, la guerra de Troya, fundacional de la historia de Occidente, fue suscitada por el rapto de una mujer.

El análisis de la Ilíada como uno de los orígenes de la política es otro nexo entre Arendt y Weil que Roberto Espósito destaca con particular énfasis. Desde la perspectiva de Weil aquí nace otra tradición que aún no ha sido acallada en Occidente: aquella que separa victoria y justicia, razón y éxito. A su entender Homero unifica en una misma dignidad a vencedores y vencidos. "Apenas si se advierte que el poeta es griego y no troyano", escribe. Arendt incorpora algunos elementos del análisis de Weil pero también hace suya la reflexión que Adorno y Horkheimer formulan en Dialéctica del Iluminismo: los orígenes del individualismo moderno se encuentran en la épica griega. La acción heroica, que es el tipo de acción que la antigüedad adopta como modelo, muestra al propio yo en permanente pugna y competencia con el prójimo. La conducta del individuo moderno habría trasladado a la esfera económica y simbólica la actitud que el guerrero aristocrático muestra en el campo de batalla. El modelo "igualitario" de la polis griega no habría podido conjurar este arquetipo fundacional del pensamiento de Occidente. Si la guerra constituye o no un "desvío" de la política, que no casualmente nace junto con la filosofía y con la voluntad de argumentación, o si la política es una de las tantas formas encubiertas de la guerra -tesis sustentada por Foucault- será otro de los tópicos de este libro que de alguna manera unifica el pensamiento de dos lúcidas ensayistas de este siglo.

 

Roxana Kreimer