La mayoría de edad de la cobla La Principal de La Bisbal, el inicio de su gran pujanza, se produjo con la llegada, a principios del siglo XX, de diversos componentes de la cobla de Palau-sator: los Saló y sus familiares cercanos, los Barnosell.
La cobla de Palau-sator empezó a funcionar a mediados del siglo XIX o probablemente antes. Inicialmente estaba formada por siete músicos instrumentistas, si bien después aumentaba la plantilla según la importancia del lugar donde debían actuar.
El maestro Emili Saló y Ramell, que había conocido bastante a su abuelo, el abuelo Sèbio, representante infatigable durante muchos años de la cobla de Palau-sator, llamada La Vella, ha aportado datos de un gran valor:
Muy joven todavía, en casa del abuelo Eusebio, de Palau-sator, me entretenia jugando con restos de instrumentos musicales; de aquellos aparatos sonoros con los cuales se tocaban las sardanas cortas, ya avanzado el siglo XIX. Eran los viejos tible, tabal y cornamusa, componentes de la cobla de tres cuartos. Recuerdo que había unos tubos llamados piernas de cornamusa, una vieja tarota -tible- que ya tenía algunas llaves, al contrario de las más antiguas, que sólo tenían agujeros para que sonaran las notas, y un tamborín, tres veces más grande que los de ahora, condición que me parece acertadísima, incluso para la época actual. Así empezaron mis primeras impresiones sardanistas.
La vida que llevaban los músicos de aquella cobla palauense nos ha sido descrita con toda minuciosidad por el mismo Emili Saló:
Solían actuar preferentemente en las obrerías (organizadoras de las fiestas de los Santos Patronos), en los pueblos del entorno cercano, y llegaban a desplegarse para actuar hasta Quart o Santa Cristina de Aro, unos treinta quilómetros lejos, atravesando bosques y montañas. Iban a pie a todos los sitios, ya que entonces había muy pocas vías de comunicación y los medios de transporte eran muy limitados. Al llegar a qualquiera de los pueblos ya los estaban esperando para empezar la interminable faena. El programa habitual era así: pregón, procesión, misa cantada, acompañar -tocando- hasta su casa a los prohombres, sardanas en la plaza, levante de mesa (consistía en pasar casa por casa interpretando algo en cada una para recaudar dinero para la parroquia) y, por fin, a almorzar. Los músicos se distribuían individualmente uno a cada familia, y como algunos pueblos del Baix Empordà suelen estar muy esparcidos, había músico que tenía que caminar más de una hora para llegar a la casa de la cual sería huésped. A la vuelta, función religiosa, una infinidad de sardanas y, muchas veces, a petición de los jóvenes, bailables con instrumentos de cobla. Después de la actuación convenida, todo estipulado oralmente (cobraban, por todo el día, unos quince duros colectivamente), si jóvenes y mayores querían bailar más sardanas, toda la cobla cobraba tres pesetas por cada sardana suplementaria. Habitualmente, se alargaba bastante la festa, hasta que oscurecía. Entonces venía el retorno, siempre a pie y ya de noche.
Todos trabajaban en otra profesión (en aquel entonces no había músicos de cobla íntegramente profesionales) y debía parecerles, a aquellos indefinibles palauenses, todo esto una diversión. Mi padre actuó con La Vella unos cuantos años y me dijo en una ocasión que a pesar de haber sido contratado por las mejores coblas-orquestas de Cataluña, nunca se había sentido tan feliz como cuando tocaba con los de Palau. Es natural, empezó a los quince años y eran todos una gente muy divertida y trabajaban bien.
Te gustaría escuchar una sardana en realaudio?