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El enigmático amante de la gran reina de Egipto

Los estudiosos tratan de desvelar el misterio que rodea a Senenmut, el poderoso favorito de Hatshepsut

JACINTO ANTÓN  -  Barcelona
EL PAÍS  -  Cultura - 24-10-2004

"Senenmut el insondable" lo denomina la egiptóloga francesa Christiane Desroches Noblecourt, mientras que el estimulante libro The seventy great mysteries of Ancient Egypt (Thames & Hudson, 2003), a cargo de un conjunto de especialistas, coloca la vida y el destino del personaje entre los mayores enigmas de la época de los faraones. El gran intendente de Amón y mayordomo real Senenmut (alrededor de 1473 antes de Cristo-1458 antes de Cristo), un plebeyo que llegó a ser el más estrecho y poderoso colaborador de la reina Hatshepsut, y según todas las evidencias su amante, es, en efecto, uno de los personajes más misteriosos y fascinantes de una historia, la del Antiguo Egipto, tan rica en ellos.

Hombre valeroso, del que sabemos que peleó como soldado y ganó "el oro del valor", arquitecto, astrónomo, teólogo audaz, criptógrafo, Senenmut aparece como alguien extremadamente capaz y ambicioso, que remontó la escala social hasta lo impensable y llegó incluso a acariciar con la punta de los dedos su última cúspide (se le preparó un sarcófago de hechuras reales).

Su reina lo honró con casi un centenar de títulos -todo un entusiasmo- y se conservan 25 estatuas de las que se le consagraron, por no hablar de los grafitos eróticos que le dedicaron los artesanos de la necrópolis tebana y que le muestran (según la identificación de los especialistas) en crudas escenas sexuales con Hatshepsut, lo que probaría que la relación entre la reina y su cortesano era un secreto a voces (una situación similar se repetiría con la viuda de Seti II -la reina regente Tausert- y su más alto funcionario Bay).

Parece probable que la extraordinaria personalidad de este "hombre de Estado fuera de lo común", como lo califica el gran especialista en su figura, Peter F. Dorman, autor de The monuments of Senenmut (1986), y sus ideas estén detrás de las aportaciones innovadoras del reinado de Hatshepsut, la gran reina que ostentó el título de faraón como si fuera un hombre. A Senenmut se le atribuye la construcción del templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari, en una de cuyas capillas se hizo retratar, una iniciativa de increíble atrevimiento.

Los investigadores, entre ellos Desroches Noblecourt con su formidable biografía de la reina (Hatshepsut, Edhasa, 2004, ya en su segunda edición), se muestran perplejos ante este egipcio que -cosa bien extraña en su época- permaneció soltero y murió sin progenie reconocida, aunque, eso sí, enterró con veneración, momificadas, a sus dos mascotas: una pequeña yegua y un mono. Desroches Noblecourt le atribuye un hijo con la reina, Maiherpera, paje en la corte. Y resulta muy extraña la iconografía de Senenmut en una serie de estatuas en las que aparece en chocante intimidad junto a la princesa Neferuré, hija de Hatshepsut y -oficialmente- del marido de ésta, su hermanastro idiota Tutmosis II (buena materia de culebrón, sin duda, los tutmósidas).

Se ha sostenido que Senenmut hubiera podido llegar a ser rey consorte, de existir esa figura en el Antiguo Egipto, y que esa relación se sugiere en algunas estatuas feminizando al personaje como gran esposa real -incluso con pechos-, en paralelo a la masculinización de Hatshepsut como faraón.

"Lo que sabemos de Senenmut puede dar pie a cualquier teoría", advierte el egiptólogo madrileño José Manuel Galán, que excava en Tebas la tumba de un contemporáneo del personaje y también cortesano de Hatshepsut -aunque sin derecho a cama-, Djehuty. "Pero yo prefiero ceñirme a las fuentes y no dejar volar la imaginación, porque ése no es mi oficio. No obstante, es incontestable que Senenmut fue alguien muy cercano a la reina, incluso físicamente". La misma contención muestra otro egiptólogo, el catalán Josep Padró.

 

 

(ATENCIÓN: AFICIONADOS...!!!!:)

 

En cambio, dos voluntariosos aficionados a la egiptología madrileños, Teresa Bedman y el abogado Francisco J. Martín Valentín, acaban de publicar un entusiasta y romántico libro -sugieren juntar dos momias que algunos estudiosos han considerado, sin suficientes pruebas, que son las de Hatshepsut y Senenmut, "para volver a unir lo que antaño estuvo unido"- en el que presentan como un auténtico faraón en la sombra y "rey sin corona de Egipto" al singular personaje (Senenmut, el hombre que pudo ser rey de Egipto, Oberon, 2004). Ambos encabezan, además, el Proyecto Senenmut, del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto (una institución privada), orientado a adecentar -al ser una empresa amateur no pueden, de hecho, excavar- una de las dos tumbas, la TT 353, que se hizo construir el favorito de Hatshepsut en la necrópolis tebana.

 

 

El destino final de Senenmut no está claro. Hay pruebas de una damnatio memoriae, un intento de borrar su recuerdo. Desroches Noblecourt no se explica cómo pudo romperse la relación entre el cortesano y su amada reina. Para un especialista como Jean Yoyotte se trata simplemente de la suerte habitual de tantos favoritos de reyes: Senenmut, "el más grande de los grandes", cayó en desgracia al hacerse fastidiosamente arrogante.




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271 pgs Para comprender adecuadamente la civilización de los faraones es necesario compartir su íntimo pensamiento. El conocimiento de las fuerzas sutiles del cosmos y su control fueron, para los habitantes del valle Nilo, dos aspectos esenciales que configuraron indeleblemente el carácter y la naturaleza de su civilización. El autor mantiene aquí que los egipcios también inventaron, crearon o descubrieron, los principios de la magia, la cual no fue simplemente una parte de la civilización egipcia, sino más bien la estructura que dio cuerpo a todas las magníficas creaciones del espíritu humano que, desde el venerable Rgipto, todavía nos fascinan en la actualidad. En realidad la civilización egipcia fue toda ella el resultado de la magia ejercida y controlada por sus grandes protagonistas: el faraón y sus magos.

 

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