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Si miramos el interior de un tiburón, observaremos que cuenta con muchos de los mismos órganos que nosotros: sistema respiratorio, circulatorio, digestivo y reproductor.
Le sorprendería saber que los tiburones tienen muchos órganos y sistemas en común con otros vertebrados. Los órganos pueden variar de tamaño, forma y ubicación con respecto a los órganos de los perros o las personas, por nombrar algunos, pero en esencia desempeñan la misma función que en todos los animales vertebrados.
Por ejemplo, los tiburones tienen una red de venas y arterias para la circulación de la sangre y los nutrientes alrededor del cuerpo y sistemas respiratorio, digestivo y reproductor. Todos estos procesos internos son tan fascinantes y milagrosos en los tiburones como en los humanos. Así que, póngase cómodo y relájese en este viaje al "interior" del tiburón . . .
Los esqueletos de todos los tiburones están compuestos de cartílago en vez de hueso. Al ser más ligero y más elástico que el hueso, el cartílago aumenta la flexibilidad, eficacia y flotabilidad del tiburón.
Deje de leer durante un momento y tóquese la punta de la nariz. Muy bien, ahora tóquese la oreja. La sustancia flexible que siente se denomina cartílago. Este tejido conector soporta y da forma a la nariz y las orejas y protege la mayoría de las articulaciones. A diferencia de los peces óseos, el esqueleto y el cráneo de los tiburones y sus parientes están formados por cartílago y no tienen huesos.
El cartílago está compuesto por células individuales, dobles o agrupadas suspendidas en una sustancia proteínica. Ya que el cartílago es más blando que el hueso, es posible que piense que el tiburón se encuentra en desventaja. Todo lo contrario, le aporta varios beneficios. Algunos cartílagos contienen cristales de calcio endurecidos que hacen que el tejido sea casi tan resistente como el hueso. Aún así, el cartílago es más ligero y más elástico que el hueso, aumentando la flexibilidad, eficacia y flotabilidad del tiburón, por lo que no necesita esforzarse tanto para maniobrar o mantenerse a flote. El cartílago hace tan flexible el cuerpo del tiburón que éste puede girar 360 grados en un espacio equivalente a la longitud de su cuerpo.
Sin embargo, los esqueletos cartilaginosos de los tiburones tienen un inconveniente. Cuando el tiburón muere, se descomponen con más rapidez que el hueso dificultando y, a veces impidiendo, la labor de los científicos que rara vez encuentran esqueletos fosilizados completos de tiburón. Ésta es una de las razones por las que es tan difícil trazar la historia de la evolución de estas criaturas primitivas del mar.
El tamaño y la forma del hocico de los tiburones varía de unas especies a otras. La mayor parte de los órganos sensoriales del tiburón se localiza en la cabeza y en la zona del hocico.
La zona de la cabeza y del hocico es donde se localizan la mayor parte de los órganos sensoriales del tiburón: ojos, oídos, orificios nasales, boca y ampollas de Lorenzini, así como parte de la línea lateral, responsable del sentido del tacto del tiburón. La boca de la mayoría de los tiburones se encuentra debajo del hocico, pero algunos -los tiburones que filtran el alimento y los angelotes- tienen bocas terminales.
Al igual que ocurre con el resto de las características físicas de los tiburones, no existe un hocico "típico", sino que varía en tamaño y forma según la especie. Los tiburones que se ajustan a la forma de ballena, de los que se trata en la sección "Formas del Tiburón" disponen de hocicos alargados y puntiagudos. Por otro lado, los ejemplares con forma de marrajos tienen hocicos más anchos y chatos. Los tiburones alfombra y otros moradores del fondo del mar tienen con frecuencia hocicos chatos parecidos a los de los cerdos.
Son pocas las especies que disponen de una forma de hocico precisa. Los peces martillo, por ejemplo, tienen un hocico con forma de pala que parece la cabeza de un martillo. Sus ojos y orificios nasales se encuentran en los extremos de su "martillo". El hocico de los misteriosos tiburones duende es alargado, plano y puntiagudo como una daga. Los tiburones sierra también disponen de un hocico alargado, plano y puntiagudo, con dientes finos como agujas y con un par de barbillones, o lóbulos, filiformes unidos al hocico justo delante de los orificios nasales. También otros tiburones tienen barbillones nasales. Los miembros del orden de los Orectolobiformes -los tiburones alfombra- disponen también de barbillones de forma única en los bordes interiores de los orificios nasales. Probablemente, la función de estos barbillones es "táctil", y algunos investigadores especulan que también puede ser gustativa.
Los tiburones pueden perder miles de dientes a lo largo de su vida y a pesar de ello, siempre tendrán de sobra. Las mandíbulas del tiburón disponen de hasta 20 filas de dientes y cuando se les cae uno, avanza otro de la siguiente fila para reemplazarlo.
Muchos animales mueren al perder sus dientes, puesto que ya no pueden comer. Así ocurre con los elefantes, las focas y otras especies, pero no con los tiburones que nunca se quedan sin ellos. Sus mandíbulas disponen de cuatro a seis (incluso hasta veinte) filas de dientes, una detrás de la otra. Un tiburón puede llegar a tener hasta 3.000 dientes en la boca a la vez, y todos ellos son reemplazados por otros de mayor tamaño conforme el tiburón va madurando.
Sin embargo, no los utiliza todos a la vez. Normalmente, el tiburón utiliza sólo la fila más externa. Cuando un tiburón se rompe o pierde un diente, otro avanza para reemplazarlo. Los tiburones jóvenes pueden cambiar los dientes cada semana, pero cuando se hacen adultos, este proceso se hace cada mes aproximadamente. Debido a su naturaleza depredadora, los tiburones pueden tener miles de dientes a lo largo de su vida. Algunos los cambian uno por uno, mientras que otros, como la mielga y el tiburón cigarro, cambian una fila entera de una vez.
Debido a que los tiburones no pueden mover las mandíbulas de lado a lado, no pueden masticar la comida. Se la tragan entera, si es lo suficientemente pequeña, o la muerden para dividirla en trozos más pequeños si la presa es demasiado grande. La forma y el tamaño de los dientes del tiburón determina su dieta, y no hay dos especies que tengan exactamente el mismo tipo de dientes. Muchos tiburones moradores del fondo del mar disponen de dientes planos y romos para machacar los cangrejos y otros crustáceos. Otros tiburones más activos cuentan con dientes afilados en forma de sierra para cortar el pescado, los calamares y los pulpos. Los largos y puntiagudos dientes del gran tiburón blanco, los más largos de todas las especies de tiburón, llegan a alcanzar una longitud de más de 6 centímetros y están diseñados para agarrar y despedazar presas de mayor tamaño.
Los filtradores de alimento, como el tiburón ballena, el peregrino y el boquiancho, tienen los dientes más pequeños en proporción al tamaño de su cuerpo, ya que no necesitan agarrar a su presa. Estos tiburones sólo tienen que nadar en la superficie con la boca abierta, filtrando el plancton a través de las espinas branquiales conforme se mueven en el agua.
La mayoría de los tiburones tienen mandíbulas protráctiles, es decir, que no están unidas de manera sólida al cráneo como suele ocurrir en el resto de los animales. Al contrario, las mandíbulas del tiburón están sujetas al cráneo mediante músculos y ligamentos. Cuando se dispone a comer, el tiburón puede empujar las mandíbulas hacia abajo y hacia afuera para adoptar una apertura casi vertical. Esta característica permite al tiburón atrapar la comida desde una posición vertical, incluso aunque la boca se encuentre debajo del hocico. Las mandíbulas de algunos tiburones pueden ejercer una presión de 19 toneladas por
2,45 cm2, comparada con los 68 kilos por 2,45 cm2 del bocado humano.
Todo organismo vivo necesita oxígeno para sobrevivir. Los peces absorben el oxígeno del agua a través de las branquias y la sangre del tiburón lo transporta hasta las células distribuidas por todo el cuerpo del tiburón.
Todo organismo vivo necesita oxígeno para sobrevivir, ya que es el oxígeno el que da vida a las células del cuerpo. Los seres humanos absorben el oxígeno del aire a través de los pulmones, mientras que los tiburones lo absorben del agua a través de las branquias.
A cada lado de la cabeza del tiburón, justo delante de las aletas pectorales, se sitúan de cinco a siete branquias, cada una con una abertura o hendidura hacia el exterior. Cuando el tiburón nada, el agua entra por la boca, pasa por las branquias y sale por las hendiduras branquiales, las cuales cuentan con unos filamentos denominados laminillas. Los capilares y los vasos sanguíneos de las laminillas absorben oxígeno del agua y la sangre del tiburón lo transporta a las células de todo el cuerpo. Finalmente, el dióxido de carbono abandona el cuerpo a través de las hendiduras branquiales.
La mayoría de los tiburones debe nadar constantemente para mantener el agua circulando a través de las branquias. Es lo que sucede con los tiburones pelágicos. Sin embargo, algunas especies que habitan cerca del fondo oceánico pueden respirar sin necesidad de nadar gracias a las contracciones rítmicas de los músculos que controlan las branquias y que bombean agua hacia éstas.
Una vez que el tiburón se ha tragado la comida, ésta pasa al estómago donde las enzimas digestivas la desmenuzan. De aquí, la comida pasa al intestino donde se absorbe en forma de nutrientes para el cuerpo del tiburón.
Se ha comentado que los jugos gástricos de los tiburones son tan fuertes que corroen el acero inoxidable. No se sabe hasta qué punto esta afirmación puede ser verdad, pero lo que sí sabemos es que los tiburones son capaces de digerir algunas cosas que los humanos no pueden, entre las que se encuentran el pelo de los animales, huesos y cartílago.
La capacidad de los tiburones para digerir alimentos es una gran hazaña, teniendo en cuenta el tamaño de las comidas y la manera de comer. El tiburón come de un 3 a un 5 por ciento del peso total de su cuerpo, de manera que un tiburón de 500 kilos podría consumir entre 15 y 25 kilos en cada comida. Los tiburones no pueden masticar la comida, por lo que se la tragan entera o la muerden en grandes pedazos que le puedan pasar por la garganta.
Después de tragársela, la comida pasa al esófago, situado en la parte posterior de la boca, y de ahí al estómago. Las enzimas digestivas producidas en la vesícula biliar, páncreas e hígado desmenuzan la comida y, una vez digerida, se dirige al intestino, donde es absorbida. Los tiburones tienen intestinos cortos y compactos, con una válvula espiral, un órgano en forma de escalera de caracol que en algunos tiburones está enrrollado. La disposición de esta válvula aumenta la capacidad del intestino para absorber comida. Después de la absorción, los restos no digeribles se eliminan a través de la cloaca.
La digestión inicial, es decir, el tiempo que tarda el alimento en abandonar el estómago de los tiburones, tarda como mínimo 48 horas, comparado con las tres o cuatro horas que tardan los humanos. El proceso digestivo completo del tiburón, desde la ingestión hasta la excreción, tarda al menos tres o cuatro días. Es probable que los tiburones de cuerpo caliente digieran antes la comida ya que los intestinos calientes funcionan mejor.
No todo lo que el tiburón come es digestible. Se sabe, por ejemplo, que el tiburón tigre ingiere hasta botellas, latas de pintura, neumáticos, clavos y prácticamente todo lo que encuentra. Otros tiburones comen piedras, arena y otros escombros ya que toman los alimentos del fondo marino. Cuando los tiburones tragan objetos que no pueden digerir, los vomitan volviendo el estómago del revés a través de la boca.
El corazón de dos ventrículos del tiburón bombea sangre rica en oxígeno y la distribuye por todo el cuerpo del tiburón. Asimismo, la sangre transporta los nutrientes de la comida digerida a las células del cuerpo y los productos de deshecho a los riñones.
De todos es sabido que cuando el corazón de alguien deja de latir durante más de unos minutos, la persona suele morir o el cerebro queda dañado. El corazón es el órgano fundamental de un animal, ya que bombea sangre rica en oxígeno y la distribuye a todas las células del cuerpo. Sin oxígeno, las células mueren y los órganos del cuerpo dejan de funcionar.
El corazón del tiburón se encuentra debajo del esófago y delante del hígado. A diferencia del corazón de cuatro ventrículos de los mamíferos, el del tiburón sólo consta de dos ventrículos y se considera, por lo tanto, primitivo. El corazón bombea sangre a todo el cuerpo del tiburón mediante una red de arterias y venas. Además del oxígeno, la sangre transporta los nutrientes de la comida digerida a las células del cuerpo y los productos de deshecho a los riñones, donde son expulsados en forma de orina.
La mayoría de los tiburones son de sangre fría, pero algunos se consideran de cuerpo caliente, es decir, que pueden mantener la temperatura corporal algunos grados por encima de la temperatura del agua que los rodea. Esto es posible gracias a un sistema de intercambio de calor que funciona de la siguiente manera: Las arterias que transportan sangre caliente desde el centro del cuerpo del tiburón transfieren calor a las arterias próximas que transportan sangre fría proveniente de las arterias cercanas a la parte externa del cuerpo, de modo que la piel y las partes externas del cuerpo del tiburón mantienen la misma temperatura que el agua, pero el interior del tiburón está caliente. La ventaja del sistema de intercambio de calor a contra corriente radica en que los músculos del tiburón se mantienen calientes, y así funcionan mejor que los músculos fríos. Se sabe que tan sólo el gran blanco, el cailón, el marrajo y los zorros marinos disponen de este sistema
especial.
Los tiburones no tienen pulmones o vejigas natatorias, órganos que hacen que otros animales y peces se mantengan a flote sino que, en su lugar, tienen grandes hígados ricos en aceite.
Si se tumba de espaldas o boca abajo en el mar o en una piscina, hay muchas posibilidades de que flote, ya que el aire que se encuentra en los pulmones actúa como un chaleco salvavidas y le hace más ligero que el agua. Los peces óseos no tienen pulmones, pero cuentan con unas cámaras llenas de aire denominadas vejigas natatorias que los mantienen a flote. Si los tiburones no disponen de estos órganos, entonces ¿qué es lo que evita que estas criaturas se hundan? Una de las respuestas es el hígado.
El hígado es un órgano grande y blando que ocupa la mayor parte de la cavidad corporal del tiburón. En algunas especies, este órgano puede representar el 25 por ciento del peso corporal y se compone de dos grandes lóbulos que producen enzimas que facilitan los distintos procesos corporales. Sin embargo, el aspecto más fascinante del hígado del tiburón es que contiene grandes cantidades de aceite. (Un tiburón tigre de unos 4 metros y medio puede contener 70 litros de aceite). Al ser más ligero que el agua, el aceite evita que el tiburón se hunda. Sirve, además, como almacén de energía, proporcionando energía adicional cuando escasea la comida.
Hubo una época en la que se pescaba tiburones para obtener el aceite, gran fuente de vitamina A. Los hígados de algunas especies contienen diez veces más vitamina A que el aceite de hígado de bacalao, fuente tradicional de vitaminas. La producción masiva de vitamina A sintética en la década de los 50 eliminó la necesidad tan extendida del aceite de tiburón, pero aún se utiliza en la elaboración de cremas para la piel, maquillajes y productos farmacéuticos como las cremas contra las hemorroides.
Los tiburones han desarrollado una amplia red de mecanismos sensoriales para desenvolverse en su entorno activo. Además de los cinco sentidos que poseen los humanos, cuentan con uno adicional, un "sexto" sentido denominado electrorrecepción, que les proporciona una seria ventaja en su hábitat submarino.
Estos cazadores del mar nadan con elegancia y sin esfuerzo en un mundo silencioso, pero ¿es en realidad tan silencioso como parece? Para el "supersensible" tiburón, el océano está repleto de actividad e información. Estos fascinantes animales han desarrollado una amplia y especializada red de mecanismos sensoriales para enfrentarse con su medio activo. El cerebro del tiburón recibe impulsos nerviosos enviados desde miles de células receptoras que detectan estímulos mecánicos, eléctricos, químicos y visuales.
Los tiburones son unos organismos muy adaptativos. Además de estar dotados con los mismos cinco sentidos que los humanos, los tiburones cuentan con otro sentido adicional que les proporciona una perspectiva única del mundo que los rodea. Cada sentido es un prodigio por sí mismo; el conjunto de estos sentidos convierten a los tiburones en organismos muy versátiles, perfectamente adaptados a su papel de superpredadores del mar.
La visión del tiburón está perfectamente adaptada a las características únicas del mundo submarino. Son sensibles a la luz, al movimiento y al contraste y pueden aprender a distinguir entre distintas formas.
Si alguna vez ha intentado bucear en el mar sin gafas, sabrá que la visibilidad en este entorno es muy escasa. El agua puede estar turbia u oscura (sobre todo cuando se aleja de la costa) y, a mayor profundidad, más difícil es distinguir formas y colores. Aunque estas condiciones suponen un reto para el ojo humano, los estudios han demostrado que la visión del tiburón está muy bien adaptada a este medio submarino.
La estructura de los ojos de la mayoría de los tiburones es similar a la de los demás vertebrados, incluyendo a los humanos. La retina, receptora de las imágenes del cristalino, consta de dos tipos de fotorreceptores, bastones y conos. Los bastones funcionan cuando la luz es escasa y permiten distinguir sombras en blanco y negro, mientras que los conos funcionan cuando hay luz brillante y detectan los distintos colores. Al tener mayor número de bastones que de conos, la visibilidad es mejor con luz tenue. La estructura denominada tapetum lucidum, una especie de pantalla reflectora, ayuda a los tiburones a regular la luz que reciben hasta el nivel que mejor se adapte a su visión. Esta función es la que hace que los ojos de algunos tiburones brillen en la oscuridad, como les sucede a los gatos. En entornos oscuros, el tapetum refleja la luz que capta el ojo y en los luminosos, bloquea la luz. Las pupilas de los tiburones se dilatan y contraen en respuesta a la luz ayudando así a bloquearla.
Sabemos que los tiburones son sensibles a la luz, al movimiento y al contraste, pero ¿son capaces de distinguir entre distintas formas y colores? Ciertos estudios de laboratorio sugieren que algunos tiburones pueden aprender a distinguir entre barras horizontales y verticales y entre triángulos boca arriba y boca abajo. En otros experimentos, se ha demostrado que los tiburones se sienten atraídos hacia la luz y los objetos brillantes, pero aún se está investigando si perciben los colores de la misma manera que lo hacen los humanos.
Algunos tiburones pueden detectar una parte de atún en 25 millones de partes de agua. No es de extrañar que se les haya denominado
"narices nadadoras", atributo apropiado gracias a su agudo sentido olfativo. Un tiburón galano, por ejemplo, puede detectar una parte de atún en 25 millones de partes de agua de mar, lo que equivaldría a una persona que pudiera detectar diez gotas de sangre de ternera dentro de una piscina de tamaño medio. No es de extrañar que el "centro olfativo" del cerebro del tiburón represente alrededor del 50 por ciento del total.
Las narinas del tiburón son las responsables de que posean una sensibilidad tan aguda para detectar olores. Situadas debajo del hocico justo encima de la boca, las narinas sólo realizan una función olfativa; sin intervenir en el proceso respiratorio. Las narinas están formadas por pliegues de tejido que contienen células diminutas sensibles a los olores químicos que emiten todas las criaturas vivientes. Cada narina tiene dos fosas separadas, por una entra el agua y por la otra sale. Al nadar, el agua entra en las narinas y pasa a las células sensoriales, que transmiten los impulsos eléctricos al cerebro con la información sobre el olor. El agua debe pasar por las branquias continuamente para que puedan respirar, por lo que siempre están procesando información sobre los olores que los rodea.
Numerosos estudios de campo y de laboratorio han demostrado la sensibilidad del tiburón para oler. En los laboratorios, los científicos han estudiado los cambios eléctricos en el cuerpo del tiburón al aplicar sustancias químicas a los órganos sensoriales. Las sustancias químicas que atraen al tiburón, como ciertos componentes de la carne y la sangre, y los encontrados en la piel o excrementos de los peces, provocan cambios en los órganos olfativos y en el cerebro del tiburón. En estudios de campo realizados en mar abierto, estas mismas sustancias provocaron un acercamiento y despertaron el apetito en los tiburones en libertad. Esta sensibilidad para detectar los olores parece que aumenta con el hambre. Tiburones coralinos de puntas negras y grises que habían sido privados de comida a propósito, fueron capaces de detectar extractos de mero en concentraciones tan bajas de una parte en diez mil millones de partes de agua. ¡Eso sí que es un olfato sensible!
Además de ayudarles a localizar a las presas, el sentido del olfato podría desempeñar un papel en el comportamiento sexual. Algunos estudios han demostrado que el tiburón hembra produce feromonas para hacer saber al macho que está preparada para el apareamiento.
Los tiburones cuentan con dos tipos de sentido táctil, el físico y el "tacto a distancia", que permite al tiburón sentir las vibraciones de objetos distantes. Un tiburón es suficientemente capaz de "sentir" el movimiento de un animal a 180 metros de distancia.
Es obvio que el sentido del tacto es muy diferente al nuestro. En realidad, los tiburones tienen dos tipos de tacto, uno es el resultado del contacto físico "como el de los humanos", y el otro se denomina "tacto a distancia" o mecanorrecepción, que permite sentir las vibraciones de un objeto mucho antes de entrar en contacto físico con él.
La capacidad del tiburón para sentir es el resultado de una compleja red de fibras nerviosas que conforman el sistema sensorial de la línea lateral. En la fotografía número 3, se puede observar cómo la línea lateral se extiende desde el extremo de la aleta caudal, a lo largo de los costados del cuerpo y se ramifica en la cabeza.
Al mover un objeto, se desplazan moléculas de agua, creando así vibraciones que se trasladan a través del agua y entran en contacto con los poros de la piel del tiburón que conducen a la línea lateral interna. Los canales de la línea lateral están formados por unas células con diminutas protuberancias filiformes, denominados cilios, que conectan con miles de fibras nerviosas que conducen los impulsos al cerebro del tiburón. (Un investigador contó unas 6.000 fibras sensoriales que se dirigían de la línea lateral al cerebro de una pintarroja).
Los cilios de las células sensoriales pueden detectar incluso los movimientos más ligeros en el agua y alertar al tiburón de que una posible perturbación (quizá un alimento) está cerca. Este increíble sistema sensorial no sólo detecta movimiento, sino que informa de la dirección del movimiento, lo que supone que aún sin contar con ayuda visual, auditiva u olfativa, el tiburón puede "sentir" la presencia y localización de objetos que se mueven a grandes distancias. Los tiburones cuentan, asimismo, con el sentido del tacto físico similar al humano. Pueden distinguir entre distintas temperaturas y, probablemente, sentir dolor.
Aunque los tiburones no poseen oídos externos visibles, son muy sensibles al sonido y pueden detectar ruidos que a los humanos nos resultan imposibles de percibir. Este sentido altamente desarollado les ayuda a localizar la comida y a determinar su orientación en el agua.
El sonido viaja cinco veces más rápido y lejos en el agua que en la tierra, y los tiburones se hallan perfectamente adaptados para hacer frente a este fenómeno. A pesar de no disponer de oídos externos visibles, su sensibilidad al sonido está muy desarollada, por lo que logran captar gran número de ruidos que los humanos son incapaces de oír.
Disponen de dos oídos internos, uno a cada lado del hocico. Ambos están conectados a dos pequeñas aberturas en la cabeza del tiburón a través de un canal y poseen los componentes básicos de cualquier otro animal vertebrado, incluyéndonos a nosotros. Las tres cámaras que rodean a los órganos auditivos, denominadas máculas, contienen células nerviosas que responden a las vibraciones sonoras.
El sentido auditivo del tiburón se halla estrechamente vinculado a la línea lateral , órgano que se abordó en la sección referente al tacto. Todo sonido o movimiento que se produzca dentro del agua genera ondas de sonido que viajan a través de dicho medio. Debido a la distancia y a la velocidad con que se transmite, las células nerviosas del interior de los oídos recogen las vibraciones de forma instantánea.
Los estudios han demostrado que los tiburones captan sonidos cuya frecuencia se encuentra entre los 10 Hz (ciclos por segundo) y los 800 Hz, comparado con la humana de entre 25 Hz y 16.000 Hz. Aunque los tiburones y los humanos pueden captar muchos de los mismos sonidos, el sistema sensorial del tiburón ha evolucionado de forma que le permite detectar sonidos que los humanos no pueden percibir. Concretamente, son los sonidos de muy baja frecuencia, como los producidos por un pez cuando come o está herido. Esto supone una gran ventaja a la hora de alimentarse, ya que el tiburón es capaz de localizar presas vulnerables.
Además de servir para hallar alimento, los receptores auditivos del tiburón le ayudan a determinar la orientación en el agua por medio de la captación de las diferencias de velocidad y dirección de sus movimientos.
El increíble "sexto" sentido del tiburón, denominado electrorrecepción, le permite detectar los débiles impulsos eléctricos que emiten los animales. Este asombroso sentido ayuda al tiburón a localizar ciertas presas que no podría encontrar con los otros sentidos.
Los tiburones poseen un maravilloso "sexto sentido" que, a escasa distancia, les permite detectar objetos que no pueden ver, sentir u oler. Este sentido adicional, denominado electrorrecepción, hace posible que los tiburones detecten débiles campos eléctricos a través de los poros que se encuentran alrededor de la cabeza y la mandíbula inferior. Estos poros conducen a unas bolsas llenas de gelatina denominadas ampollas de Lorenzini, que están conectadas con los nervios dentro del cuerpo del tiburón. Estas ampollas, denominadas así en honor al anatomista del siglo XVII que las describió, son los sensores eléctricos más potentes de cualquier animal conocido en la naturaleza.
Todos los animales, incluso los humanos, generan impulsos eléctricos de dos maneras. En primer lugar, los impulsos eléctricos se crean como resultado natural de la actividad muscular y otros procesos corporales. Los movimientos a través de los campos magnéticos de la tierra como, por ejemplo, un tiburón nadando por el océano o una persona paseando por la playa, crean asimismo impulsos eléctricos. En la actividad normal de cada día, las personas y los animales generan su propia electricidad. En el agua, estas corrientes eléctricas viajan con rapidez hasta los sensibles electrorreceptores del tiburón. Al disminuir la fuerza de los campos magnéticos con la distancia, el sentido electrorreceptor del tiburón es más preciso cuando está más próximo a la fuente que lo produce.
Este sorprendente sentido ayuda al tiburón a localizar a la presa que no ha sido capaz de detectar con los demás sentidos. Por ejemplo, es posible que un tiburón no vea o huela una raya enterrada en la arena, pero sí puede detectar la corriente eléctrica del animal. Utilizan, asimismo, la electrorrecepción para distinguir los objetos animados de los inanimados. Cuando los tiburones utilizan el método de "chocar y morder" para atacar a la presa, primero golpean el objeto para accionar los electrorreceptores y así determinar si está vivo y si atacará o no.
Algunas veces los objetos metálicos, que también pueden crear campos eléctricos, engañan a los electrorreceptores de los tiburones haciendo que muerdan barcas, cables submarinos y las jaulas que utilizan los submarinistas para protegerse contra estos animales. Los tiburones tan sólo responden a los campos eléctricos de los objetos.
La respuesta de los tiburones a los campos eléctricos es tan intensa, que algunos investigadores creen que pueden incluso percibir los campos magnéticos de la tierra y utilizarlos como una brújula para la navegación. Esta sensibilidad serviría para explicar el por qué algunos tiburones cuando emigran viajan miles de kilómetros cada año.
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