El
Sida * Vegetarianos *
Alternativa Natural *
Naturismo * Agro Ecología
* Salud Natural *
Productos Naturales
El nacimiento escandaloso del AZT.
Celia Farber.
Periodista de investigación.
Traducción: Viviana Diogo Guinarte.
Notas: Alfredo Embid.
Este artículo fue publicado por Celia Farber hace años
en la revista SPIN de Nueva York. Lo hemos traducido pues contiene
informaciones que no se han difundido nunca sobre cómo nació
la surrealista terapéutica ortodoxa del SIDA. Desde el número
31 de la revista, donde publiqué un primer trabajo sobre el
AZT, hemos venido denunciándolo regularmente en todos los siguientes:
Toxicidad comprobada, efectos indeseables que no figuran en las advertencias,
como el hígado graso, estudio Concorde que demuestra que en
el grupo que lo tomaba murieron más que en el grupo que no
lo tomaba, acusaciones de asesinato y demandas (aceptadas por los
tribunales británicos) contra la compañía que
lo comercializa: Wellcome. Por casualidad, Wellcome ha desaparecido
fusionándose con otra multinacional, Glaxo, para constituir
el mayor consorcio multinacional farmacéutico del planeta.
El AZT es un fármaco que produce SIDA según sus propios
fabricantes1. También
publicamos este artículo para representaros a esta amiga, que
es una periodista de investigación (una rara especie dentro
de la profesión) además de una persona valiente y documentada
(algo todavía más raro de encontrar en su profesión).
Hemos publicado algunos de sus excelentes artículos anteriormente,
en el número 32 sobre el congreso alternativo de Amsterdam
y en el número 38 sobre los T4, y una comprensible introducción
a nuestro libro «repensar el SIDA, entrevistas con los científicos
disidentes». Además, su intervención en el
«congreso de Argentina» está disponible
en la colección de vídeos que hemos editado.
Podréis encontraros y discutir con ella en
las II Jornadas de Medicinas Complementarias, ya que ha confirmado
su participación, para exponeros los resultados escalofriantes
del uso del AZT en embarazadas seropositivas y para participar en
la Jornada sobre la Censura en la Ciencia en el caso de los científicos
disidentes de la Hipótesis oficial del SIDA, tema con el que
ha seguido implicándose, difundiendo sus opiniones desde su
comienzo.
Alfredo Embid.
En un frío día de enero en 1987,
dentro de una de las más potentemente iluminadas salas de
reunión del monstruoso edificio de la FDA, un grupo de 11
de los más importantes doctores del SIDA calibraban una muy
difícil decisión.
Habían sido requeridos por la FDA para considerar el dar
la aprobación a toda velocidad a un fármaco altamente
tóxico sobre el cual había muy poca información.
Llamado clínicamente Zidovudine, pero apodado AZT por sus
componentes, se decía que el fármaco había
mostrado un efecto portentoso en la supervivencia de los pacientes
de SIDA. El estudio que había reunido al grupo, había
causado un gran revuelo en la comunidad médica. Era la primera
llama de esperanza -la gente se moría antes en el grupo de
placebo que en el del fármaco-... según este estudio.
Pero existía una gran preocupación con respecto al
nuevo fármaco. En realidad, había sido creado tres
décadas antes para la quimioterapia del cáncer, pero
se había arrinconado y olvidado por ser excesivamente tóxico,
de fabricación muy costosa y totalmente ineficaz contra el
cáncer. Poderoso, pero indiscriminado, el fármaco
no era selectivo en su destrucción de las células.
Las compañías farmacéuticas de todo el mundo
escudriñaban cientos de compuestos en la carrera por encontrar
una cura, o por lo menos un tratamiento, para el SIDA. La Burroughs
Wellcome, subsidiaria de la Wellcome, emergió como la triunfadora.
Enviaron por azar el desechado fármaco contra el cáncer,
entonces conocido como compuesto S, al Instituto Nacional del Cáncer
junto con muchos otros para ver si conseguían destruir el
dragón del SIDA, el VIH. Lo consiguió, por lo menos
en el tubo de ensayo.
En
la reunión, había mucha incertidumbre y descontento
con respecto al AZT. Los doctores que estaban siendo consultados
sabían que el estudio era defectuoso y que los efectos a
largo plazo eran desconocidos. Sin embargo, el público estaba
casi literalmente «aporreando la puerta». Comprensiblemente,
se estaba ejerciendo una tremenda presión sobre la FDA para
que aprobara el AZT aún más rápidamente de
lo que lo había aprobado a mediados de los 60, lo cual había
terminado causando severos defectos de nacimiento en bebés.
Todo el mundo estaba preocupado por eso. «Aprobarlo»,
dijo Ellen Cooper, una directora de la FDA «representaría
dar un considerable y potencialmente peligroso giro con respecto
a nuestras exigencias toxicológicas habituales».
Ya a punto de aprobar el fármaco, uno de los doctores del
grupo, Calvin Kunin, recapituló el dilema existente entre
ellos. «Por un lado», dijo «privar de un fármaco
que disminuye la mortalidad en una población como ésta
sería impropio. Por otro lado, utilizar este fármaco
de forma generalizada, en áreas en las que no ha sido demostrada
su eficacia, con un agente potencialmente tóxico, podría
resultar desastroso».
«No sabemos que pasará de aquí a un año»,
dijo el presidente del grupo, el Doctor Itzhak Brook. «Los
datos son todavía prematuros y las estadísticas no
están muy bien hechas, en verdad. El fármaco podría
ser, de hecho, perjudicial». Un poco más tarde, también
dijo estar «impresionado por el hecho de que el AZT no detiene
las muertes. Incluso aquellos a los que se les cambiaba al AZT seguían
muriendo».
«Estoy de acuerdo contigo», respondió otro miembro
del grupo «Hay tantas lagunas... Una vez que un fármaco
es aprobado, ya no se sabe hasta que punto se abusará de
él. No hay marcha atrás».
Burroughs Wellcome aseguró al consejo médico que podían
proporcionar datos detallados de dos años de seguimientos,
y que no permitirían que el fármaco sobrepasase los
parámetros que habían prometido: Un recurso provisional
para los pacientes muy enfermos.
El
Doctor Brook no se dejó engañar por la promesa: «Si
lo aprobamos ahora no tendremos los suficientes datos. Tendremos
los que nos han prometido», predijo, «Pero a partir
de ahí, la producción de datos será obstaculizada».
El voto de Brook fue el único en contra de la aprobación
del fármaco.
«No había los suficientes datos. No había seguimiento
suficiente», recuerda. «Muchas de las preguntas que
hacíamos a la compañía eran respondidas con
un «no hemos analizado todavía los datos», o
un, «No lo sabemos». Pensé que algunos datos
eran prometedores, pero estaba preocupado por el precio que habría
que pagar por ellos. Los efectos secundarios eran tan severos...
Era quimioterapia. Los pacientes necesitarían transfusiones
de sangre. Eso es cosa seria.
«El comité se sentía inclinado a darme la razón»,
dice Brook, «en que debíamos esperar un poco, ser más
cautelosos. Pero, en cuanto la FDA se dio cuenta de que queríamos
rechazarlo, pasaron a la presión política. Sobre las
4 p.m., el jefe del centro del FDA de biología y farmacología,
pidió premiso para hablar, lo cual es francamente inusual.
Normalmente nos dejan solos, pero él nos dijo: «Mirad,
si aprobáis el fármaco, os aseguramos que trabajaremos
en conjunto con Burroughs Wellcome y nos encargaremos que se suministre
a la gente adecuada». Era como si estuviese diciendo «Por
favor, decid que sí»
Brad Stone, el jefe de prensa del FDA, estaba presente. Dice no
recordar ese discurso en concreto, pero no tiene nada de «inusual»
el que los jefes de la FDA den ese tipo de discurso consultivo.
«No había ninguna presión política»
dice. «Las personas allí presentes aprobaron el fármaco
porque los datos aportados por la compañía demostraban
que estaba prolongando vidas. Por supuesto que era tóxico,
pero llegaron a la conclusión de que los beneficios pesaban
más que los riesgos».
La reunión finalizó. El AZT, sobre el cual algunos
miembros del consejo se sentían aún inquietos y temerosos
de que se convirtiese en una bomba de relojería, fue aprobado.
Un salto adelante en el tiempo: El 17 de agosto de 1989, los periódicos
de toda (Norte)América publicaban en titulares sensacionalistas
que el AZT había demostrado ser eficaz en portadores de anticuerpos
del VIH, en pacientes asintomáticos y de ARC (Complejo de
síntoma relacionado con el SIDA) en los primeros estadios.
A pesar de que uno de los principales intereses del consejo era
que se utilizase exclusivamente en casos de personas críticamente
enfermas de SIDA, debido a la extrema toxicidad del fármaco.
El Doctor Anthony Fauci, director de los Institutos Nacionales de
la Salud (NIH), estaba ahora presionando para extender el radio
de las prescripciones.
La vieja preocupación de la FDA ha sido olvidada. El fármaco
ya se ha extendido a 60 países y a un número estimado
de 20.000 personas. No sólo no se han aportado datos que
mitiguen las inquietudes iniciales sino que los datos de seguimientos,
tal y como predijo el Doctor Brook, se han dejado en el tintero.
Los efectos beneficiosos del fármaco han demostrado ser sólo
temporales. Sin embargo, la toxicidad sigue siendo la misma.
La mayoría de aquellos que pertenecen a las comunidades médicas
y de afectados por el SIDA, han sostenido que el fármaco
es el primer logro contra el SIDA. Para bien o para mal, el AZT
ha sido aprobado más rápidamente que ninguna otra
droga en la historia del FDA, y los activistas consideran esto una
victoria. Sin embargo, el precio pagado por la victoria ha sido
que desde su aprobación, la mayoría de los experimentos
con fármacos del gobierno se centraron en el AZT, mientras
que alrededor de otros 100 prometedores medicamentos se han dejado
sin investigar.
Cuando la aprobación del AZT se dio a conocer las acciones
de Burroughs Wellcome se dispararon. A un precio de 8.000 dólares
por paciente y por año (sin incluir transfusiones de sangre),
el AZT se convierte en el fármaco más caro en la historia
del mercado. Los beneficios brutos de la Burroughs Wellcome para
el próximo año se estiman en 230 millones de dólares.
Los analistas del mercado de acciones predicen que para la mitad
de los 90 la Burroughs Wellcome venderá un promedio 2 billones
de dólares de AZT al año, bajo la marca Retrovir,
lo que equivale a la venta total de todos sus productos en el último
año.
Desde
que comenzó la epidemia hace unos 10 años, el AZT
es el único fármaco antirretrovírico que ha
recibido la aprobación de la FDA para tratar el SIDA. Un
solo estudio provocó esta decisión, y ese estudio
fue declarado inválido hace ya tiempo.
Se
pretendía que dicho estudio fuese un «estudio controlado
de placebo doble ciego», el único tipo de estudio que
puede probar eficazmente si un fármaco funciona o no. En
tal estudio, ni el paciente ni el médico saben si al primero
se le está administrando fármaco o placebo. En el
caso del AZT, el estudio se «descubrió» a las
pocas semanas.
Ambas partes contribuyeron a descubrirlo. Para los médicos
se hizo obvio quién estaba tomando placebo y quien AZT, debido
a los serios efectos secundarios que provoca este último,
y que el SIDA no tiene por si mismo. Además, el sistema utilizado
habitualmente para las pruebas de sangre, conocido como MCV, el
cual podía mostrar claramente quién tomaba el fármaco
y quién no, fue omitido en los informes. Ambos hechos fueron
admitidos y ratificados tanto por la FDA como por Burroughs Wellcome,
siendo esta última la que dirigió el estudio.
La mayoría de los pacientes que estuvieron en esa prueba
han admitido haber hecho analizar las cápsulas para saber
si estaban tomando el fármaco o no. Algunos, al descubrir
que les estaban administrando sólo placebo, compraban AZT
en el mercado negro. También se suponía que las píldoras
eran inidentificables por el sabor, pero sí lo eran. Aunque
esto fue corregido más tarde, el daño ya estaba hecho.
También hubo informes de que algunos pacientes iban recolectando
píldoras para los otros enfermos por solidaridad con ellos.
El estudio está tan plagado de faltas que sus conclusiones,
bajo el punto de vista de las normas científicas más
básicas, deben ser consideradas nulas.
Sin
embargo, el problema más serio del estudio original es que
nunca fue concluido.
A las 17 semanas de comenzarse, cuando habían muerto más
pacientes en el grupo de placebo, se detuvo (Cinco meses antes de
lo estipulado) por razones «éticas»; Se consideró
inmoral suministrar placebo a la gente cuando el fármaco
podía permitirles vivir más. Debido a que el estudio
se paró prematuramente, todas las conclusiones se atribuyeron
al AZT; Ya no se puede llevar a cabo ningún estudio para
comprobar de forma inequívoca si el AZT prolonga la vida
o no.
El Doctor Brook, quién votó en contra de su aprobación,
advirtió en su momento que el hecho de que el AZT fuese el
único fármaco disponible para tratar a los pacientes
de SIDA probablemente haría que su administración
se descontrolase. Aprobarla prematuramente, dijo, sería como
«dejar en libertad al genio de la botella».
Brook señaló que el fármaco, al ser una forma
de quimioterapia, debía ser prescrita exclusivamente por
médicos que tuviesen experiencia en este tipo de tratamientos.
El efecto tóxico más poderoso del AZT -agotamiento
de la médula ósea- hacía necesarias para los
pacientes frecuentes transfusiones sanguíneas. Como era de
esperar, tan pronto como fue lanzado al mercado, el AZT se comenzó
a recetar desenfrenadamente y sobrepasó con creces los parámetros
que se pretendían en un principio. El peor de los casos se
hizo realidad: Muchos médicos entrevistados por el New York
Times en 1987, revelaron que habían estado suministrando
AZT a personas sanas con anticuerpos del VIH.
La función primordial de la FDA es la de sopesar la eficacia
de un medicamento con los riesgos potenciales que encierra. La ecuación
es simple y clara: Un fármaco debe, de forma incuestionable,
reparar más de lo que daña, porque de otra forma,
este podría causar más perjuicio que la propia enfermedad
que se supone combate.
Lo que está ocurriendo con el AZT es precisamente aquello
que más temen los médicos y los científicos.
El AZT fue seleccionado entre cientos de compuestos cuando el Doctor
Sam Broder, director del Instituto Nacional del Cáncer (NIC)
descubrió que «inhibía la replicación
vírica in vitro»2.
EL SIDA se considera un estado de depresión inmunitaria provocada
por el virus VIH, que se replica y va comiéndose a las células
T-4, las cuales son esenciales para el sistema inmunitario. El VIH
es un retrovirus que contiene una encima llamada transcriptasa invertida,
la cual convierte el ARN vírico en ADN. La creencia era que
el AZT actuaba interrumpiendo esta síntesis del ADN y en
consecuencia detenía la replicación del virus.
Aunque siempre se supo que el fármaco era extraordinariamente
tóxico, el primer estudio concluía diciendo que «la
relación riesgo/beneficio era favorable al paciente»
En el estudio que consiguió que la FDA aprobase el AZT, el
único factor que desequilibró la balanza del jurado
fue que el grupo de AZT había sobrevivido al grupo de placebo
por lo que parecía ser una aplastante mayoría. El
triunfo del estudio, el que canceló el problema de la enorme
toxicidad fue el hecho de que en el grupo de placebo habían
muerto 19 personas, mientras que en el grupo del AZT sólo
había muerto 1. Los receptores de AZT mostraban además
menor incidencia de enfermedades oportunistas.
Aunque estos datos maravillaron al consejo que aprobó el
medicamento, otros científicos insisten en que no significaban
nada -por la razón de que estaban recogidos de una manera
desordenada y por que se había «descubierto»
prematuramente.
Poco
después de pararse el estudio, el índice de muertes
se aceleró en el grupo del AZT.
«Después de un tiempo no hubo gran diferencia entre
el grupo tratado y el no tratado», dice el Doctor Brook».
«El
estudio se realizó de una forma tan poco sistemática
que en realidad es como si no se hubiese hecho», dice el Doctor
Joseph Sonnabend, uno de los médicos dedicados al SIDA más
destacados de la ciudad de Nueva York.
El
Doctor Harvey Bialy, editor científico de la revista Biotechnology,
está pasmado por la baja calidad científica existente
entorno a la investigación del SIDA. Al preguntarle si ha
observado alguna evidencia de la verdad de las reivindicaciones
hechas sobre el AZT de que «prolonga la vida» de los
pacientes de SIDA, Bialy ha dicho: «No. No he visto un sólo
estudio analizado y expuesto de forma objetiva».
Bialy,
que también es biólogo molecular, está horrorizado
por el uso generalizado del AZT, no sólo por su toxicidad,
sino también porque «las atribuciones con las que justifican
su uso extendido son falsas».
«No puedo imaginarme que puede hacer
esta fármaco a parte de enfermar gravemente a la gente que
lo tome», dice.
Los hechos científicos sobre el AZT
y el SIDA son desde luego, sorprendentes. Irónicamente, se
ha descubierto que el fármaco acelera el proceso que se suponía
evitaba: La pérdida de células T-4.
No se puede negar que el AZT mata las células
T-4 (células blancas de la sangre, vitales para el sistema
inmune)», dice Bialy. «Nadie puede discutir eso».
El AZT es un nucleótido que destruye
en cadena, lo cual significa que detiene la replicación del
ADN. Busca y selecciona cualquier célula que este comprometida
con la replicación del ADN y la mata. Esta replicación
tiene lugar principalmente en la médula ósea. Esto
hace que el efecto sucundario más nefasto sea la intoxicación
de la médula y por eso se hacen necesarias las transfusiones
de sangre.
El AZT se ha presentado en el mercado, de
forma agresiva y reiterativa, como un medicamento que prolonga la
vida de los pacientes de SIDA porque detiene la replicación
y difusión del virus VIH entre las células sanas.
Bialy dice, sin embargo, que «no hay una clara evidencia de
que el VIH se replique de forma activa en un paciente de SIDA, así
que si no hay replicación del VIH que detener, lo que hace
en su mayor parte es matar células sanas».
El
científico de la Universidad de California en Berkeley, Doctor
Peter Duesberg, llegó a la misma conclusión en un
informe publicado en «Proceedings», la revista de la
Academia Nacional de Ciencias. Duesberg, que en dicho informe hacía
mención a su aseveración de que el VIH no es causa
suficiente para el SIDA, escribió: «Aún suponiendo
que el VIH fuese la causa del SIDA, seguirá sin ser un objetivo
legítimo para la terapia con AZT, porque en el 70-100% de
las personas seropositivas, el ADN provírico no es detectable
y nunca se ha observado su biosíntesis».
«Como fármaco quimioterápico»,
explica Duesberg, el AZT mata inhibiendo la división de las
células sanguíneas y de otros tipos de células,
y es por lo tanto directamente inmunodepresor».
«Las células constituyen un objetivo
un millón de veces más importante que el virus, así
que, las células serán mucho más vulnerables»,
prosigue Duesberg, «Muy pocas células, alrededor de
una entre diez mil, tienen el virus que contiene el ADN, así
que hay que matar un número increíble de células
para inhibirlo. Este tipo de tratamiento en teoría podría
ayudar si se tiene una infección masiva, lo cual no es el
caso del SIDA. Mientras tanto, están administrando un fármaco
que acaba por matar millones de linfocitos (células blancas
de la sangre). No me entra en la cabeza la manera en que esto puede
resultar beneficioso».
Sandra Lehrman, científica de Burroughs
Wellcome discrepa: «En realidad no las mata, le basta con
cambiar su función. Además, aunque los datos del comienzo
decían que sólo estaban infectadas un número
escaso de células, los actuales dicen que puede haber un
número mayor. Hoy en día tenemos técnicas de
detección más sensibles».
«¿Cambiar la función?,
¿De qué? ¿De funcionamiento a no funcionamiento?.
Otro ejemplo más de ciencia mediocre», dice Bialy.
«La -técnica de detección
sensible- a la que se refiere la Doctora Lehrman es la PCR3,
muy poco fiable como para sacar conclusiones cuantitativas a partir
de ella».
Cuando se plantean preguntas específicas
sobre los supuestos mecanismos del AZT, las respuestas son extensas,
contradictorias y plagadas de desconocimientos. Todos y cada uno
de los aspectos científicos cuestionados sobre el fármaco
son invariablemente contestados con la misma frase general: «El
fármaco no es perfecto, pero es todo lo que tenemos hoy por
hoy».
En relación a la destrucción
de las células T-4, la doctora Lehrman dice: «No sabemos
el motivo de que las células T-4 aumenten al principio y
luego disminuyan. Es uno de los mecanismos del fármaco que
estamos intentando comprender4».
Cuando
a los promotores del AZT se les pregunta sobre los aspectos científicos
clave del fármaco, ya sea a la NIH, a la FDA, a Burroughs
Wellcome o a cualquier organización del SIDA, a menudo se
enfadan.
Se aferran desesperadamente a la idea de que
la droga está «haciendo algo», a pesar de que
a esta confesión siguen las irritantes declaraciones habituales
de que «hay mecanismos del fármaco y de la enfermedad
que no entendemos». Es como si, en el ojo de la tormenta del
SIDA, la postura oficial, la autorizada por el gobierno estuviese
inmunizada contra la crítica. El escepticismo y el desafío,
tan esenciales para el progreso de la ciencia y tan presente en
casi todas las áreas del trabajo científico, no son
bienvenidos en el debate del AZT, donde sin duda es más necesario
que en cualquier otro.
Los efectos tóxicos del AZT, especialmente
la depresión de la médula ósea y la anemia,
son tan fuertes que un 50 por ciento de los pacientes de SIDA y
de ARC son incapaces de tolerarlo y tienen que abandonar el tratamiento.
En la carta de aprobación que Burroughs Wellcome envío
a la FDA, se dio una relación de los 50 efectos secundarios
del AZT, a aparte de los más habituales. Esta lista incluía:
Pérdida de la agudeza mental, espasmos musculares, sangrado
rectal y temblores.
La anemia, uno de los efectos más comunes
del AZT, consiste en la destrucción de las células
rojas de la sangre. Según Duesberg, «los glóbulos
rojos son la única cosa sin la que no puedes pasar. Sin glóbulos
rojos no puedes coger oxígeno».
Fred, una persona con SIDA, fue tratado con
AZT y sufrió una anemia tan fuerte que tuvo que suspender
el tratamiento.
En una entrevista incluida en el libro sobre
el SIDA «Sobreviviendo y prosperando con SIDA». Michael
Callen describe 5 cómo se siente uno cuando tiene anemia:
«Vivo en un estudio y mi cuarto de baño está
tan sólo a cinco pasos de mi cama. Yo me tumbaba en ella
y me quedaba allí durante dos horas; ¡No podía
levantarme y dar esos cinco pasos!. Cuando me llevaron al hospital,
tuvo que venir alguien a vestirme. Esa tremenda fatiga... Las condiciones
de vida eran lamentables... Nunca me había sentido tan mal...
Dejé el AZT y la confusión mental, los dolores de
cabeza, los dolores en la nuca, las náuseas, todo había
desaparecido a las 24 horas».
«Ahora me siento muy bien», prosigue
Fred. «Pienso en lo espantosas que eran mis condiciones y
calidad de mi vida hace dos semanas, y la verdad es que eso me tenía
muy asustado, tanto que para calmarme tenía que tomar pastillas.
Estaba tan preocupado... Solía perder el hilo de lo que estaba
diciendo en mitad de una frase... En la calle perdía la orientación...».
«Muchos pacientes de SIDA ya están
anémicos antes de que se les administre el fármaco»
dice la Doctora Lehrman de Burroughs Wellcome, debido a que el VIH
puede haber infectado la médula ósea y causar la anemia».
Este argumento traiciona un razonamiento estrafalario.
Si los pacientes de SIDA soportan problemas como la inmunodepresión,
la intoxicación de la médula ósea y la anemia,
el hecho de agravar estos trastornos con el AZT ¿Constituye
una mejora?.
«Si, el AZT es una forma de quimioterapia»,
dice Jerome Horwitz, el hombre que inventó el compuesto hace
un cuarto de siglo. «Es citotóxico y, como tal, provoca
intoxicación de la médula ósea y anemia. Existen
problemas con el fármaco. No es perfecto, pero no creo que
nadie pueda decir que sea inútil. La gente puede vociferar
hasta el día del juicio sobre su toxicidad, pero hay que
fijarse también en los resultados».
Irónicamente,
son los resultados los que sentencian al AZT.
Algunos estudios sobre los efectos críticos
del AZT -incluyendo el que fundamentó la aprobación
de Burroughs Wellcome- han llevado a la misma conclusión:
El AZT es eficaz durante unos meses, pero luego su efecto desciende
vertiginosamente. Incluso el estudio original del AZT mostró
que las células T-4 6
aumentaban durante un tiempo y luego caían a plomo 7.
Los niveles de VIH disminuían y luego volvían a subir.
Este hecho es bien conocido del consejo que
votó la aprobación. Como miembro de aquel consejo,
el Doctor Stanley Lemon dijo en una reunión de entonces:
«No me he quedado tranquilo después de haber visto
algunas diapositivas, parece que tras 16-24 semanas -de 12 a 16
semanas, creo-, el efecto parece declinar».
Dos años después se planteó
una reunión de seguimiento del estudio original de la Burroughs
Wellcome para discutir la amplia gama de efectos del AZT, así
como las estadísticas de supervivencia. Tal y como recuerda
uno de los doctores presentes en la reunión de mayo de 1988,
«No hubo un seguimiento del estudio. Cualquier efecto beneficioso
había desaparecido al medio año. Todo lo que tenían
era algunas estadísticas de supervivencia de un promedio
de 44 semanas. El nivel de p24 no resultó como se esperaba
y no hubo una mejora persistente en las células T-4».
Los niveles de VIH en la sangre se miden por
medio de un antígeno llamado p24. Burroughs Wellcome afirmó
que el AZT disminuía el nivel de p24, es decir, que disminuía
la cantidad de VIH en la sangre.
En la primera reunión con la FDA, Burroughs
Wellcome hizo incapié en la manera en que el fármaco
había «disminuido» los niveles de p24; En la
reunión de seguimiento no mencionaron el asunto.
Al
final de la reunión, el Doctor Michael Lange, director del
programa de SIDA en el hospital Roosevelt de St. Luke en Nueva York,
habló al respecto: «Las alabanzas al AZT se basan en
la suposición de su efecto antivírico», dijo
dirigiéndose a la Burroughs Wellcome «Pero todavía
no hemos visto ningún dato sobre eso... Hay un artículo
en The Lancet (una prestigiosa revista médica británica)
que dice que tras 20 semanas, más o menos, el p24 reaparece
en muchos pacientes. ¿Tienen Vds. datos sobre esto?».
No los tenían.
«Lo que cuenta es la línea de
estado», resume uno de los científicos representantes
de la Burroughs Wellcome, «La supervivencia, la función
neurológica, la ausencia de progresión en la enfermedad
y la calidad devida; Todo lo cual mejora. Ya sea por el efecto antivírico
o por el efecto antibacteriano, pero mejora».
El Doctor Lange sugirió que el fármaco
quizás era aficaz en la forma en que lo es un antiinflamatorio,
como lo es una aspirina, y que un fármaco como la Indometacina,
podía servir a la misma función sin los efectos devastadores
del AZT 8.
Hoy, uno de los principales investigadores
del SIDA, el cual formaba parte del consejo de aprobación,
dice: «El AZT ¿Está haciendo algo?. Si, algo
está haciendo. Pero no existen pruebas de que esté
haciendo algo contra el VIH».
«Siempre ha habido fármacos que
utilizamos sin saber exactamente como funcionan», dice el
premio Nobel Walter Gilbert. «Lo que primero hay que
mirar es el efecto clínico del fármaco y preguntarnos.
¿Está ayudando o no?».
«Yo
soy una prueba viviente de que el AZT funciona», dice alguien
enfermo de ARC tratado con AZT. «Llevo tratándome con
él desde hace dos años y desde luego estoy más
sano de lo que lo estaba hace dos años. No es que sea una
panacea, no es perfecto, pero es eficaz. Está deteniendo
la evolución de la enfermedad».
«A veces me siento como si estuviese
tragando desatascador de desagües», dice otro. «Lo
que quiero decir es que a veces tengo problemas para tragarlo. No
me gusta la idea de tener que tomar algo que es extraño a
mi cuerpo, pero cada seis horas tengo que tragármelo. Hasta
que aparezca algo mejor, esto es lo único que hay para mí».
«Estoy
totalmente convencido de que el que no toma AZT tiene mayor calidad
de vida y sobrevive más tiempo», dice Gene Fedorko,
Presidente de la «Health Education AIDS Liaison» (HEAL;
Coordinadora del SIDA para la Educación de la Salud). «Pienso
que es horrible la forma en que la gente es forzada por sus médicos
a tomar la droga. La gente viene a nosotros temblando y llorando
porque sus médicos les han dicho que morirán irremediablemente
si no toman AZT. Eso es mentira». Fedorko llegó a esta
conclusión, tras años escuchando (en el grupo semanal
de apoyo organizado por HEAL) las historias de personas luchando
por sobrevivir al SIDA.
«No tomaría AZT aunque me pagasen»,
dice Michael Callen, cofundador de la coalición PWA de la
ciudad de Nueva York, de la Iniciativa de Investigación de
la Comunidad, y editor de diversas revistas sobre SIDA.
Callen ha sobrevivido al SIDA durante siete
años sin ayuda del AZT 9.
«Me han dado mucho la vara por decir
esto, pero mi opinión es que utilizar el AZT es como apuntar
a un mosquito con una cabeza termonuclear. La aplastante mayoría
de los supervivientes a largo plazo que he conocido han elegido
no tomar AZT».
Uno de los pacientes que más ha vivido
desde el experimento inicial del AZT, de acuerdo con la Burroughs
Wellcome, ha muerto recientemente.
Cuando murió, había estado bajo
tratamiento con AZT durante tres años y medio.
En un estudio de conjunto, resultya que el
paciente que más tiempo ha sobrevivido al SIDA ha sido alguien
que no estaba bajo tratamiento con AZT y ha sobrevivido ocho años
y medio.
En un estudio extraoficial sobre supervivientes
del SIDA a largo plazo se hizo un seguimiento de 24 pacientes que
habían sobrevivido más de seis años a la enfermedad;
Sólo uno de ellos había empezado recientemente a tomar
AZT.
Al principio se decía que el AZT prolongaba
la vida. En realidad, no hay pruebas concluyentes de que el AZT
prolongue la vida.
«En mi opinión el AZT alarga
la vida de la mayoría de las personas que lo toman»,
dice el Doctor Bruce Montgomery de la Universidad del estado de
Nueva York en Sony Brook, quien está completando un estudio
sobre el AZT. «No hay demasiados pacientes que sobrevivan
durante mucho tiempo, y la verdad es que no sabemos por que sobreviven.
Podría ser suerte. Pero la mayoría de la gente no
tiene tanta suerte».
«Parece que el AZT ayuda a muchos pacientes»,
dice el Doctor Bernard Bahari, médico e investigador del
SIDA de la ciudad de Nueva York, «Pero es muy difícil
detreminar si realmente prolonga la vida o no».
«Muchos
de los pacientes a los que atiendo escogen no tomar AZT»,
dice el Doctor Don Abrams del Hospital General de San Francisco.
«Me ha llamado la atención el hecho de que la supervivencia
y la esperanza de vida están aumentando en las personas con
SIDA. Creo que eso tiene mucho que ver con la Pentamadina aerosolizada
(un fármaco que trata la neumonía pneumocystis carinii).
Está también el denominado efecto
plaga: La gente se va fortaleciendo cada vez más cuando una
enfermedad afecta a toda una población.
Los pacientes que atiendo hoy en dia, no son
tan frágiles como los pacientes del principio».
«El hecho de que mueras o no de SIDA,
va en función de lo bien que te atienda tu médico,
no del AZT», dice el Doctor Joseph Sonnabend, uno de los principales
y más reputados doctores en SIDA de la ciudad de Nueva York;
entre cuyos pacientes se incluyen muchos supervivientes a largo
plazo, a pesar de no haber prescrito jamás AZT.
Sonnabend fue uno de los primeros en hacer
la sencilla observación de que los pacientes de SIDA deberían
ser tratados por sus enfermedades y no por su infección de
VIH10.
Varios
estudios han llegado a la conclusión de que el AZT no tiene
efecto alguno sobre las dos infecciones oportunistas más
comunes en el SIDA: La neumonía por pneumocystis carinii
(NCP) y el sarcoma de Kaposi (SK). La abrumadora mayoría
de los pacientes de SIDA mueren de NPC, pera la cual existe tratamiento
eficaz desde hace décadas.
Este año, la FDA finalmente aprobó
la Pentamidina Aerosolizada para tratar el SIDA. Un reciente estudio
del Memorial Sloan Kettering terminaba con la siguiente observación:
Durante 15 meses, el 80% de los pacientes bajo tratamiento con AZT
que no recibieron Pentamidina, presentaron episodios recurrentes
de pneumocystis. De los que tomaron Pentamidina sólo presentó
episodios recurrentes un 50%.
«Todas esas muertes del estudio del
AZT eran tratables», dice Sonnabend. «No fueron muertes
de SIDA, fueron muertes de estados tratables. Ni siquiera hicieron
autopsias en ese estudio. ¿Cómo puede uno tener fe
en esta gente?».
«Si existe alguna resistencia al AZT
entre la población, es la de la comunidad gay de Nueva York»,
dice un doctor acerca de la aprobación de la FDA, quien ha
preferido permanecer en el anonimato. «El resto del país
se ha dejado lavar el cerebro y cree que el fármaco es efectivamente
tan beneficioso como dicen.
Todos los datos han sido manipulados por personas
que han conferido demasiadas virtudes al AZT».
«Si el SIDA no fuera una enfermedad
tan popular -Una fábrica de dinero y carreras-, esta gente
no hubiera conseguido salir adelante con esta ciencia de pacotilla»,
dice el Doctor Bialy 11.
«En todos los años que he dedicado a la ciencia jamás
había visto algo tan atroz». Al preguntarle si era
posible que algunas personas hubiesen muerto envenenadas por el
AZT y no por causa del SIDA, respondió: «Es más
que posible».
17
de agosto de 1989: El gobierno anuncia que 1,4 millones de norteamericanos
seropositivos sanos podrán «beneficiarse» del
AZT, incluso los que no muestren síntomas de la enfermedad.
Nuevos estudios habían «probado» que el AZT era
eficaz a la hora de frenar la progresión del SIDA en casos
asintomáticos o en las primeras fases del ARC. El Doctor
Fauci, líder de la NAIAD, anunció orgullosamente un
experimento que se venía realizando desde hacía «dos
años» el cual había «mostrado claramente»
que la temprana intervención mantenía el SIDA a raya.
«Cualquier persona que tenga anticuerpos del VIH y menos de
500 células T-4, debe empezar a tomar AZT de inmediato»,
dijo.
Eso supone aproximadamente 650.000 personas.
1.4 millones de norteamericanos han sido declarados portadores de
anticuerpos del VIH, y al final puede que todos necesiten tomar
AZT para no enfermar», sostiene Fauci.
Al
prestigioso periódico no le debió de parecer inusual
que no hubiese ninguna copia del estudio y, en su lugar, solo un
informal artículo de dos páginas del NIH (Instituto
Nacional de la Salud Americano).
Cuando SPIN llamó al NIH solicitando
una copia del estudio, nos dijeron que «aún se estaba
escribiendo»...
Hicimos algunas preguntas con respecto a las
cifras.
Según la publicación, se habían
dividido 3.200 pacientes asintomáticos y de ARC en la primera
etapa en dos grupos: Uno de AZT y otro de placebo, y se habían
seguido durante dos años. Los dos grupos se distinguían
por la cantidad de células T-4: Un grupo tenía menos
de 500, el otro más de 500. Cada uno de estos dos grupos
estaba dividido a su vez en otros tres: Dosis alta de AZT, dosis
baja de AZT y placebo.
En el grupo con más de 500 células
T-4, el AZT no tuvo efecto. En el otros grupo se decidió
que la dosis baja de AZT era la más eficaz, seguida de la
dosis alta.
En resumen, de 900 desarrollaron SIDA un total
de 36 en los dos grupos y de los 450 del grupo de placebo lo desarrollaron
38.
«Los pacientes seropositivos son dos
veces más propensos a desarrollar SIDA si no ingieren AZT»,
declaró la prensa.
Sin embargo, estas cifras son engañosas.
Al preguntar cuantos pacientes en realidad habían cumplido
los dos años del estudio, el NIH nos contestó que
no lo sabían, pero que le promedio de duración de
la participación fue de un año, no de dos 12.
«La forma en que presentaron las cifras
fue muy deshonesta», dice el Doctor Sonnabend. «De haber
habido 60 personas en ese experimento, las cifras hubiesen significado
algo. Pero si calculamos el promedio de los 3.200, las diferencias
entre los dos grupos resultan insignificantes. No es nada. Es hacerlo
a la buena de Dios y a ver que pasa. Sin embargo, lo hacen parecer
algo importantísimo».
El estudio alardeaba de que el AZT es mucho
más eficaz y menos tóxico a un tercio de la dosis
que se ha venido utilizando durante los tres últimos años.
Esas son las buenas noticias. Las malas son que miles de personas
ya han sido bombardeadas con 1.500 miligramos de AZT, quizá
incluso han muerto de envenenamiento tóxico y ¿Ahora
nos enteramos de que un tercio de la dosis hubiera bastado?.
Cuando los efectos del AZT parecen tan vagos,
resulta criminal recomendar la extensión de su uso a la gente
sana; sobre todo si tenemos en cuenta que sólo un pequeño
porcentaje de la población infectada con VIH ha llegado a
desarrollar SIDA o ARC.
La Burroughs Wellcome ya ha puesto en marcha
las pruebas de AZT en trabajadores asintomáticos en hospitales,
mujeres embarazadas y niños; estos últimos lo toman
en estado líquido. El AZT líquido es el sobrante de
experimentos abortados, y se da a los niños porque puede
mezclarse con agua -a los niños no les gusta tragar pastillas-.
Se ha propuesto también dar AZT a personas
que ni siquiera tienen anticuerpos del VIH pero que son «vulnerables».
«Estoy convencido de que si diésemos
AZT a un atleta en perfecto estado de salud, moriría en cinco
años», dice Fedorko.
En diciembre de 1988, The Lancet publicó
un estudio que ni Burroughs Wellcome ni el NIH habían facilitado
a la prensa. Era más completo que el estudio original y el
seguimiento de los pacientes era más prolongado. No fue llevado
a cabo en los Estados Unidos sino en el Estado francés, en
el hospital Claude Bernard de París, y llegaba a las mismas
conclusiones sobre el AZT que el de la Burroughs Wellcome, excepto
que esta compañía consideró sus resultados
como «extraordinariamente positivos», mientras que los
doctores franceses llamaron a los suyos «decepcionantes».
El estudio francés encontró,
una vez más, que el AZT era demasiado tóxico para
ser tolerado en la mayoría de los casos, que no tenía
efectos duraderos sobre los niveles de VIH en la sangre y que dejaba
a los pacientes con menos células T-4 que al principio.
A pesar de que al inicio habían constatado
una notable mejoría, su opinión final era que «al
cabo de seis meses, estos valores retornaban a los niveles anteriores
al tratamiento y que tenían lugar diversas infecciones oportunistas,
enfermedades y muertes».
El informe del equipo francés terminaba
diciendo: «Los beneficios del AZT se limitan a unos pocos
meses en los pacientes de SIDA y ARC». Tras unos meses, el
AZT era completamente ineficaz.
La
noticia de que el AZT es recetado 13
a personas asintomáticas, ha dejado a muchos de los más
prestigiosos doctores del SIDA, anonadados y furiosos. Todos y cada
uno de los médicos y científicos a los que hemos preguntado
son de la opinión de que es muy poco profesional y temerario
anunciar un estudio sin datos que examinar, haciendo recomendaciones
tan drásticas sobre la salud pública. «Esto
no puede estar ocurriendo», dice Bialy 14,
«¡El gobierno está dando a conocer hechos científicos
antes de que estos sido examinados!. Es lo nunca visto».
«Esto es increíble», dice
el Doctor Sonnabend con una voz teñida de desesperación.
«Ya no sé que hacer. Cada día tengo que enfrentarme
con una consulta llena de gente pidiéndome AZT. Estoy aterrorizado.
Como médico responsable no sé que hacer. El primer
estudio fue ridículo. ES obvio que Margaret Fischl, la persona
que ha realizado los dos estudios, no tiene ni la más vaga
idea sobre experimentos clínicos. No me fio de ella. Ni de
los otros. Sencillamente, no son lo bastante competentes. Hemos
sido tomados como rehenes por científicos de segunda clase.
Les dejamos escapar con el primer desastre. Ahora, lo están
consiguiendo otra vez».
«Tomar la decisión de decirle
a la gente -Si eres seropostivo y tienes menos de 500 células
T-4, comienza a tomar AZT- es algo de mucha trascendencia»,
ha dicho un médico de SIDA que ha preferido permanecer en
el anonimato. «Conozco docenas de personas, a las cuales he
atendido cada pocos meses a lo largo de varios años, que
han permanecido en el mismo nivel durante más de cinco años
y no han desarrollado ninguna enfermedad».
«Me
siento avergonzado de mis colegas», se lamenta Sonnabend.
«Estoy abochornado. Esta es una ciencia de tres al cuarto.
Parece mentira que nadie proteste. Malditos cobardes. El juego se
llama -protege tu subvención, no abras la boca-. Se trata
de dinero... el pretexto para seguir la línea del partido
y no ser críticos, cuando es obvio que hay fuerzas políticas
y económicas dirigiendo todo esto».
Cuando Duesberg escuchó las noticias,
se asombró especialmente de la reacción del presidente
del Gay Men's Health Crisis, Richard Dunne, quien dijo que ahora
la GMHC urgía a «todo el mundo a hacerse pruebas»
y, por supuesto, todos aquellos que diesen positivo «debían
empezar el tratamiento con AZT».
«Esta gente se está precipitando
a las cámaras de gas», dice Duesberg. «Qué
feliz se hubiese sentido Himmler si los judíos hubiesen cooperado
así».
_____________
Notas:
1Ver
el vademecum de especialidades farmacéuticas español
sobre este producto y nuestro comentario sobre los cambios que los
fabricantes han hecho en el mismo en los últimos años.
2Algo que hacen muchas otras
sustancias: Ver «Estimular las defensas de otra forma»,
artículos sobre fitoterapia china, etc.
3La PCR (Reacción
en Cadena de la Polimerasa) fue descubierta por el Dr. Kary Mullis,
que obtuvo el Premio Nobel. Kary Mullis es uno de los científicos
que no creen que el SIDA esté causado por el VIH.
4Es algo que el Doctor Duesberg
ha explicado claramente. Ver artículo sobre el AZT en el número
31, página 35.
5Ver su artículo en
el número 33-34 de la revista.
6Ver artículo sobre
los T4 en el número 38 de Celia y otros en el número
42 de próxima publicación.
7El Doctor Duesberg ha dado
una explicación a este fenómeno. Ver nuestro artículo
sobre el AZT en el número 31 de la revista.
8Añade que «es
economico y no tóxico» y lo he suprimido pues esto es
evidentemente falso como he demostrado en el libro ¿Sabe usted
lo que le recetan?.
9Ha muerto hace un año
por motivos que desconozco, pero puedo apuntar que aunque no tomaba
AZT, sí había aceptado un gran número de fármacos
(tóxicos en mayor o menor medida) que le había recetado
su médico (el Doctor Sonnabend), para prevenir todas las enfermedades
supuestamente relacionadas con el SIDA.
10Una observación
de sentido común que comparto plenamente. Pero no en darles
una quimioterapia tóxica de por vida con fines supuestamente
«preventivos».
11Doctor Harvey Bialy. Biólogo
molecular, virólogo, director científico de la revista
Biotechnology. Hemos publicado una entrevista con él en el
número 33-34. Su intervención en las I Jornadas de Medicinas
Complementarias, así como en el Congreso de Argentina sobre
el SIDA, están disponibles en vídeo.
12Esto es particularmente
grave ya que incluso dos años resultan insuficientes para evaluar
los efectos secundarios de este tóxico, muchos de los cuales
se manifiestan a largo plazo.
13En el artículo
original «pronto será recetado a», que hemos cambiado
puesto que esta perspectiva se convirtió en un hecho. Desgraciadamente,
millones de personas que no padecían nada, en perfecto estado
de salud y que sólo presentaban un recuento bajo de células
CD4 (que no significa mucho como hemos explicado ya repetidas veces)
fueron sometidas al AZT y expuestas a sus efectos secundarios.
14Op. cit.
Factores que se sabe causan falsos
positivos en los resultados de las pruebas de anticuerpos al VIH.
- Administración de preparados de inmunoglobulina
humana recogidos antes de 1985 (10).
- Anticuerpos al HLA (a antigenos de los leucocitos
Tipo I y II) (7, 10,
13, 43, 46,
48, 49, 53,
63).
- Anticuerpos anti-células parietales (48).
- Anticuerpos anticolágenos (encontrados
en hombres homosexuales, hemofílicos, africanos de ambos
sexos y personas con lepra) (31).
- Anticuerpos-antihidratos de carbono (13,
19, 52).
- Anticuerpos antilinfocitos (31,
56).
- Anticuerpos antimicrosomiales (34).
- Anticuerpos antimitocondriales (13,
48).
- Anticuerpos anti-músculos lisos (48).
- Anticuerpos antinucleares (13,
48, 53).
- Anticuerpos con una alta afinidad con el polistireno
(utilizado en los equipos de pruebas) (3,
40, 62).
- Anticuerpos del antígeno de leucocitos
de las células T (13, 48).
- Anticuerpos que se dan de forma natural (5,
19).
- Artritis reumatoide (36).
- Cirrosis biliar primaria (13,
43, 48, 53).
- Colangitis esclerosante primaria (48,
53).
- Embarazo en mujeres multíparas (13,
36, 43, 53,
58).
- Enfermedades autoinmunes (10,
29, 40, 43,
44, 49).
- Especímenes tratados con calor (24,
48, 49, 51,
57).
- Exposición a vacunas víricas o
infección vírica recientes (11).
- Falsos positivos a otras pruebas, incluyendo
el test RPR (rapid plasma reagent) para la sífilis (10,
17, 33, 48,
49).
- Fiebre Q con hepatitis asociada (61).
- Globulinas producidas durante gammopatías
policlonales (que se observan en grupos de riesgos de SIDA) (10,
13, 48).
- Gripe (36).
- Hemofilia (10, 49).
- Hepatitis (54).
- Hepatitis alcohólica / enfermedad hepática
alcohólica (10, 13,
32, 40, 43,
48, 49, 53).
- Herpes simple I (27).
- Herpes simple II (11).
- Hiperbilirrubinemia (10,
13).
- Hipergammaglobulemia (niveles altos de anticuerpos)
(33, 40).
- IgM anti-Hbc (48).
- IgM (anticuerpos) anti-hepatitis A (48).
- Individuos sanos como resultado de reacciones
cruzadas mal entendidas (10).
- Infección de las vías respiratorias
superiores (resfriado o gripe) (11).
- Infecciones víricas agudas, infecciones
víricas del ADN (13, 40,
43, 48, 53,
59).
- Inmunización pasiva: recepción
de gammaglobulina o inmunoglobulina (como profilaxis contra infección
que contiene anticuerpos) (4, 13,
18, 22, 26,
42, 43, 60).
- Insuficiencia renal (13,
23, 48).
- Insuficiencia renal / Hemodiálisis (10,
16, 41, 49,
56).
- Leishmaniasis visceral (45).
- Lepra (2, 25).
- Lupus eritematoso sistémico (15,
23).
- Lupus eritematoso sistémico, escleroderma,
enfermedad del tejido conjuntivo, dermatomiositis.
- Malaria (6, 12).
- Micobacterium avium (25).
- Mieloma múltiple (10,
43, 53).
- Neoplasmas malignos (cánceres) (40).
- Niveles altos de complejos inmunes circulantes
(6, 33).
- Otros retrovirus (8,
13, 14, 48,
55).
- Proteínas en el papel de filtro (13).
- Ribonucleoproteínas humanas normales
(13, 48).
- Sangre «pegajosa» (en africanos)
(34, 38, 40).
- Seropositivos al factor reumatoide, anticuerpos
antinucleares (ambos encontrados en la artritis reumatoide y otros
autoanticuerpos) (14, 53,
62).
- Sexo anal receptivo (39,
64).
- Síndrome de Stevens-Johnson (9,
13, 48).
- Suero hemolizado (sangre en la que la hemoglobina
se separa de las células rojas) (49).
- Suero lipémico (sangre con niveles altos
de grasas o lípidos) (49).
- Terapia de alfa interferón en pacientes
de hemodiálisis (54).
- Transfusiones sanguíneas, transfusiones
sanguíneas múltiples (13,
36, 43, 49,
53, 63).
- Transplante de órganos (1,
36).
- Transplante de riñón (9,
13, 35, 48,
56).
- Trastornos hematológicos malignos / linfomas
(9, 13, 43,
48, 53).
- Tuberculosis (25).
- Vacunación de la gripe (3,
11, 13, 20,
30, 43).
- Vacunación de la hepatitis B (21,
28, 40, 43).
- Vacunación del tétanos (40).
- Virus Epstein-Barr (37).
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__________
Publicación: Artículo
publicado en el número 47 de la revista «Medicina Holística».
Edita: Asociación de Medicinas Complementarias.
Acerca de cómo la nueva familia de tratamientos oficiales
del SIDA, los Inhibidores de las Proteasas, no son la
panacea que nos presentan (no lo son para las personas etiquetadas,
aunque sí para los laboratorios) sino que son enormemente peligrosos
a medio plazo. Y de cómo combinados con los «Nucleósidos
Análogos» (AZT,...), son mortales.
Inhibidores de las Proteasas.
Doctores Heinrich Kremer, Stefan Lanka, Alfred Hässig.
Por todo el mundo resuenan hoy con fuerza reclamos
publicitarios: Los mismos médicos están convocando candidatos
obedientes para sus experimentos y haciendo la misma promesa de una
cura que antes aseguraron para el tratamiento que ha envenenado a
lo largo de los diez últimos años a incontables pacientes
de SIDA con el bloqueador de ADN llamado AZT en un intento por dar
caza y destruir al fantasmagórico Virus de Inmunodeficiencia
Humana (VIH).
Los
mismos doctores están ahora tratando de conjurar una substancia
del tubo de ensayo bajo el nombre mágico de «inhibidor
de proteasas» y venderla como si tuviese un ilimitado potencial
curativo, a pesar que nadie sabe en realidad qué reacciones
a largo plazo pueda esta molécula -que nunca ha sido probada
en el hombre- provocar en el organismo vivo.
Víctimas
y perpetradores de estos experimentos se han percatado recientemente
de que el AZT (conocido también como Zidovudina o Retrovir)
ha llevado en innumerables casos a la inevitable y lenta asfixia de
las células, que tienen particular necesidad de oxígeno,
del cuerpo del paciente y, en consecuencia, a la igualmente inevitable
muerte por envenenamiento de aquellas personas estigmatizadas como
«seropositivas» o diagnosticadas como enfermas de SIDA,
y que confiaban en sus médicos. A pesar de esto, están
buscando para sus pruebas nuevos candidatos que serán «voluntariamente»
preparados, por medio del miedo a la muerte que sugiere la profesión
médica, para no sólo ingerir AZT en combinación
con substancias tóxicas afines sino tomar, además, un
inhibidor que produce un impacto de efectos incalculables sobre el
metabolismo celular.
Se da una garantía de éxito por
adelantado, como con el AZT, toda vez que cualquier «efecto
secundario» de la mezcla es descrito como consecuencia de la
infección por el fantasmal VIH. Son los mismísimos doctores
de laboratorio y practicantes clínicos que durante años
han abusado de la confianza de los ansiosos pacientes de SIDA con
la afirmación de que, fidedignamente y con total certeza, el
AZT evitaría la proliferación de su VIH fantasma.
En realidad, la substancia AZT es absorbida
por una ruta primaria a través de la ADN-gammapolimerasa al
centro de energía de todas las células del cuerpo: las
mitocondrias. Sin la actividad de las mitocondrias como antiguas bacterias
que son, ninguna célula del cuerpo es capaz de producir la
energía necesaria a partir del oxígeno y de hacerla
asequible de forma unida como adenosintrifosfato (ATP) a todo el sistema
metabólico celular.
Los facultativos que prescriben el AZT han negado,
sin embargo, este hecho y han diagnosticado equivocadamente las fatales
consecuencias de la medicación con AZT como si se tratase de
las secuelas del SIDA que sigue a una previa «infección
por VIH». Por ejemplo, se declara que manifestaciones clínicas
tales como síndrome de agotamiento, encefalopatía «por
VIH», cardiomiopatía, atrofia del sistema óseo
y muscular e infecciones oportunistas de toda clase que afectan a
los pacientes, son trágicas consecuencias del SIDA. Claro está,
el AZT también daña a las mitocondrias de los mismos
microbios (protozoos y hongos) que se han adaptado al metabolismo
celular del cuerpo en el curso de la evolución sin por ello
ser normalmente patógenos. Sin embargo, en caso de un serio
daño en su capacidad de producción de energía,
pueden experimentar una mutación que los convierta en agresivos
agentes patógenos y, en determinadas condiciones, ser causa
de lo que se conoce como infecciones oportunistas. Pero los verdaderos
oportunistas son los médicos del SIDA que prescriben el AZT:
buscan expulsar al demonio con Belcebú, y haciéndolo
demuestran su ignorancia sobre los procesos biológicos fundamentales
del organismo humano.
Pero los dogmáticos doctores del SIDA
han inventado nuevos engaños. Aunque, a despecho de toda aseveración
contraria, ningún científico ha presentado de forma
demostrable un genoma del imaginario VIH que fuera capaz de causar
infección, anuncian que han localizado minúsculos fragmentos
de material genético del VIH en forma de ARN y que han enriquecido
estos fragmentos. Ahora proclaman que son capaces de determinar la
cantidad precisa de VIH en la sangre de cada paciente. Lo que permanece
como un secreto de los doctores del SIDA es la explicación
de cómo pueden identificar la parte como un todo sin haber
visto nunca el todo. Es como si los buscadores llegasen, a partir
de ver una huella en la orilla del Lago Ness, a la conclusión
de que existe realmente el monstruo al que se le ha puesto dicho nombre.
Pero ellos continúan desarrollando una
lógica destructiva basada en semejantes definiciones arbitrarias.
Como los médicos afirman que, de acuerdo con el principio de
tomar la parte por el todo, están en condiciones de determinar
cuantitativamente la cantidad activa de VIH en el individuo estigmatizado,
ahora prescriben cantidades «apropiadas» de AZT y substancias
tóxicas similares como si fuera un cóctel para el paciente.
Un sufriente al que se le supone tener muchos fragmentos de las substancias
mensajeras del material genético del VIH fantasma en su sangre,
es considerado como un caso desfavorable y recibe las correspondientes
altas dosis del cóctel venenoso. Más tarde o más
temprano, el paciente será incapaz de escapar al destino predicho,
y ello gracias a los fatales efectos tóxicos de la «medicación»,
especialmente si, según la reacción individual del paciente,
el cóctel venenoso es incrementado y complementado con inhibidores
de proteasas.
La supuesta «carga viral» no designa
otra cosa que la medición de ciertas substancias mensajeras
(ARN) en el plasma sanguíneo de pacientes seleccionados. Se
identifican secuencias similares a las definidas como específicas
del VIH. Pero se debe tener claro que tales substancias mensajeras
están presentes en miles de diferentes variaciones que reflejan
procesos bioquímicos perfectamente normales en el cuerpo, de
los que miles tienen lugar simultáneamente y de manera coordinada
en la interacción metabólica. Las fluctuaciones, o sea
la mayor o menor cuantía de estas secuencias, son perfectamente
normales en esta compleja interacción de miles de procesos
metabólicos simultáneos. En el caso de personas con
un elevado metabolismo celular, por ejemplo, las personas sometidas
a medicación citodestructiva (AZT, ddI, etc.) y las que sufren
infecciones múltiples, existe un alto grado de probabilidad
de que se hallen estas moléculas, precisamente debido a la
aceleración del metabolismo. Así pues, la presentación
de mediciones aisladas de un tipo particular de secuencias -que, en
todo caso, continúa siendo totalmente imposible cuantificar-
es clínicamente irrelevante en ausencia de comparaciones con
otras moléculas de este mismo tipo. Tampoco existen criterios
comparativos que puedan atribuir significación alguna a esas
mediciones relativas.
De hecho, las proteasas son enzimas proteínicas
que dividen las moléculas de proteína según la
longitud requerida en cada caso particular por el metabolismo. Son
naturalmente convertidas en inactivas, dentro y fuera de las células
del cuerpo, por moléculas inhibidoras especiales hasta que
recuperen su actividad gracias a complejas interacciones entre muchas
diferentes moléculas. El cuerpo produce constantemente tales
inhibidores de proteasas, por ejemplo, la heparina y los heparinoides.
Los cazadores del VIH proclaman ahora haber producido en tubos de
ensayo inhibidores de proteasas que inhibirían sólo
y específicamente aquellas proteasas que se tienen por responsables
de la proliferación del hipotético VIH. Pretenden medir
el éxito de estos inhibidores de proteasas por la reducción
cuantificada de una arbitrariamente definida carga viral (véase
más arriba) y el incremento relativo de las células
T auxiliares.
En otras palabras, una ficción (el bloqueo
del virus) es legitimada por otra ficción (la cuantificación
del virus). El incremento temporal de las células T se explica
por el parcial desplazamiento de células de este tipo desde
la médula ósea y otros compartimentos a la corriente
sanguínea en virtud de la temporal inhibición del metabolismo
celular catabólico que predomina en los pacientes «seropositivos».
En todo caso, en realidad tarde o temprano hay
que temer que la intervención no fisiológica con inhibidores
artificiales de proteasas en la compleja interacción de los
factores de crecimiento de las células del cuerpo, perturbe
por igual funciones vitales del tejido básico y de las células,
junto con sus centros de energía mitocondrial, como es ya el
caso cuando se administra AZT y nucleósidos análogos.
Sin embargo, como ningún espécimen animal es útil
para experimentos clínicos preliminares, son los pacientes
«seropositivos» y los «enfermos de SIDA» los
que, por miedo a una muerte anunciada, ponen sus vidas en juego. Todo
voluntario para esos experimentos debería ser consciente de
que el tratamiento con cócteles de AZT y substancias tóxicas
afines más inhibidores de proteasas, puede equivaler a un suicidio
a plazo fijo.
Finalmente, fijemos la atención en un
organismo saludable en el que las proteasas y las antiproteasas están
en equilibrio. Los heparinoides en la superficie de las células
son las antiproteasas normales. Se puede corregir un desequilibrio
con la administración oral de heparinoides en forma de extractos
de cartílago (condroitinsulfato) y agar extraído de
algas marinas. Sugerimos que las personas seropositivas se beneficien
de esta simple y económica posibilidad de corregir una eventual
deficiencia de antiproteasas.
Hamburgo-Dortmund-Berna, julio de 1996.
VOLUMEN I: http://www.oocities.org/iesnchile/sida01.html
VOLUMEN
II: http://www.oocities.org/iesnchile/sida02.html
VOLUMEN
III: http://www.oocities.org/iesnchile/sida03.html
VOLUMEN
IV: http://www.oocities.org/iesnchile/sida04.html
VOLUMEN
V: http://www.oocities.org/iesnchile/sida05.html
VOLUMEN
VI: http://www.oocities.org/iesnchile/sida06.html
VOLUMEN
VII: http://www.oocities.org/iesnchile/sida07.html
VOLUMEN
VIII: http://www.oocities.org/iesnchile/sida08.html
VOLUMEN
IX: http://www.oocities.org/iesnchile/sida09.html
VOLUMEN
X: http://www.oocities.org/iesnchile/sida10.
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VOLUMEN
XI: http://www.oocities.org/iesnchile/sida11.
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