CÓMO SURGIERON LOS FARAONES

 

 

 

 

CÓMO SURGIERON LOS FARAONES

 

por   JUAN JOSÉ CASTILLOS

 

Instituto Uruguayo de Egiptología

 

 

 

ENGLISH ABSTRACT – "How the Pharaohs came to be" by Juan José Castillos – In this paper the process in ancient Egypt that led from the neolithic communities with little social differentiation to the birth of the Egyptian monarchy with its god-like Pharaohs is described using examples from funerary contexts that illustrate each step taken in that direction and its implications. After thirty years of research in this field the author summarizes here some of his results, not this time from a theoretical perspective as in other of his papers but rather from the discoveries made in Egyptian archaeology in the last one hundred years.

 

 

 

Los antiguos egipcios veían su historia como una continuidad básica desde los tiempos en que los dioses gobernaban el mundo hasta los tiempos en que ese poder y esa responsabilidad fueron transferidos a dinastías de hombres de naturaleza semi-divina.

Esta visión ocultaba un proceso de evolución política de muy distinta naturaleza que los arqueólogos e historiadores modernos ignoraban hasta que fue revelado por los descubrimientos efectuados en Egipto desde fines del siglo XIX.

Una de las conclusiones más importantes que se pudieron extraer de todos esos trabajos fue que se trató de un desarrollo esencialmente local, sin aportes decisivos externos, que adaptado a la realidad de Egipto exhibe características peculiares pero que en sus líneas generales no difiere demasiado de procesos similares en otras regiones del mundo antiguo, donde pueden observarse pasos paralelos en diferentes épocas y lugares hacia un incremento de la diferenciación social.

En las siguientes páginas voy a describir esa transición por medio de ejemplos extraídos de la evidencia recogida de las prácticas funerarias en Egipto a través de los siglos, centrándome esta vez en detalles de las mismas evitando consideraciones de tipo teórico a las que me he referido en otros trabajos sobre estas épocas formativas.

En cada uno de los grandes períodos en que los egiptólogos hemos dividido el período predinástico en Egipto hay cementerios en los que ciertas tumbas, de grandes dimensiones y muy generosamente dotadas de ofrendas funerarias para beneficio de sus ocupantes en el más allá, sobresalen del conjunto y muy bien pueden haber pertenecido a personas que se destacaron especialmente en sus comunidades, algunos por sus propios méritos que les eran reconocidos después de morir, y otros por ya pertenecer a las elites que gradualmente fueron adquiriendo más poder económico, social y político, en que la posición social no era solamente adquirida, como antes, sino también heredada.

Si uso como ejemplo de este largo proceso a tumbas en vez de las viviendas contemporáneas de esos personajes en las aldeas o ciudades donde vivían es porque desafortunadamente la arqueología de asentamientos humanos predinásticos en Egipto todavía está en un nivel muy pobre, desparejo e incompleto por una variedad de razones y recién en las últimas décadas ha comenzado a aportar evidencia parcial sobre este tema, lo que ha obligado a los investigadores a apelar al entorno funerario para procurar hallar respuestas.

La aproximación más deseable sería comparar ambas esferas, la de los vivientes con la de los muertos para llegar a conclusiones más confiables, sin embargo, debido a que en Egipto las personas reflejaban en sus tumbas la posición social que tenían en vida, y eso se verificó a lo largo de miles de años de historia, es lícito utilizar en este caso la evidencia funeraria para tal propósito, hasta que la información de ambas fuentes llegue a ser comparable.

Luego de una breve introducción sobre las épocas anteriores a este proceso, brindaré ejemplos de tumbas seleccionadas de cada período y procuraré justificar porqué representan cambios importantes en la organización social de Egipto en esa época.

En las tumbas asociadas a aldeas en lugares como Merimde, situada en la proximidad occidental del vértice invertido del delta que forma el río Nilo, no se aprecian diferencias notables en el tratamiento otorgado a los antiguos habitantes de ese lugar del Bajo Egipto en el quinto milenio, entre 5.000 y 4.000 años antes de nuestra era.

Los difuntos eran enterrados en pequeñas tumbas circulares u ovaladas, con muy pocas ofrendas funerarias para la otra vida y quienes sin duda habían logrado por sus dotes naturales cierto grado de autoridad sobre los otros miembros de esas comunidades no eran tratados de forma diferente a los demás.

En otro sitio aproximadamente contemporáneo, El Omari, situado cerca de la ciudad de Helwan, los cementerios encontrados de esa época tampoco indican ningún tipo de diferenciación social entre los antiguos habitantes de esas aldeas.

En los cementerios asociados a la ciudad de Maadi, un poco más al norte de El Omari, tampoco pueden apreciarse grandes diferencias en el tratamiento de los difuntos, dentro de un marco de generalizada pobreza en el ajuar funerario.

Es en el sur, en el actual Sudán, en Kadero o en El Ghaba, que los cementerios de esta época indican un cierto grado de mejor tratamiento de los difuntos, que en uno de los grupos de tumbas hallados fueron sepultados con objetos tales como caparazones de moluscos provenientes de la costa del Mar Rojo, cerámica, cabezas de maza de forma discoidal, collares y otros adornos y en otros lugares depositando en las tumbas los cráneos de bóvidos, pero tampoco conteniendo sepulturas individuales que pudieran considerarse especialmente destacables.

Recién en el Badariense del Alto Egipto podemos encontrar en los cementerios tumbas algo mejor dotadas, por su tamaño y por su contenido, que el promedio del conjunto. Quizás pertenecían a miembros importantes de esas comunidades, líderes temporales que probablemente habían accedido a tal posición social por sus dotes de organización o mando, así como por otras virtudes apreciadas por los demás integrantes de las mismas.

Nos parece que algunos han querido ver demasiado en esta apreciable diferenciación social expresada en las costumbres funerarias de esta gente de fines del quinto milenio y principios del cuarto milenio antes de nuestra era, pero la evidencia arqueológica no parece apoyar que esos personajes fueran más que líderes temporales, que no podían todavía transmitir a sus descendientes su posición social por no basarse todavía en un poder económico y político individual que lo hiciera posible.

Su liderazgo y ascendiente sobre sus pares en cada comunidad tenía lugar en sociedades que tenían un modo de vida básicamente sedentario y agricultor, pero todavía no muy fijado a la tierra y que exhibía migraciones estacionales. En esas condiciones es difícil para líderes ambiciosos perpetuar su rango y transmitirlo a sus descendientes haciendo uso de tácticas que son más factibles en comunidades de asentamiento más estable.

Sin embargo, y con estas salvedades, voy a referirme a alguna de esas tumbas badarienses excepcionales pues representan un salto evolutivo respecto a lo que podemos apreciar anteriormente en el Bajo Egipto y en el actual Sudán y son un paso significativo hacia mayor y más permanente diferenciación social en el Egipto predinástico.

En la misma región de Badari, al norte del Alto Egipto, se hallaron cementerios de esta cultura de fines del quinto milenio antes de nuestra era. En uno de ellos había algunas tumbas que por su tamaño y por su contenido se destacan de las otras circundantes.

Por ejemplo, la tumba 5705 tenía un volumen de 2,3 metros cúbicos y fue hallada intacta con 14 objetos. Contenía el cuerpo de un hombre adulto, envuelto en una estera. Formaba parte del contenido de esta sepultura un vaso de cerámica cerca del rostro del ocupante, sobre el cuello había una cuenta de alabastro de gran tamaño, seguramente para un collar, sobre la muñeca de la mano derecha había un brazalete de marfil. Alrededor de la cintura se hallaron gran número de cuentas esmaltadas de color verde, parte de una especie de cinturón o banda ornamental. Detrás de la pelvis, originalmente guardados en una bolsa o caja que no sobrevivió los milenios transcurridos, había muchos objetos tales como fragmentos de piedra para fabricar utensilios, un cuchillo de filo dentado, un guijarro, una bola de ocre rojo, dos caparazones de molusco, tres agujas de hueso, una de ellas de excelente calidad y un perforador de hueso.

Si bien esta tumba no es la de mayor tamaño ni la mejor dotada en esta época y lugar, había otra (5403) de 3,5 metros cúbicos que había sido alterada por antiguos ladrones de tumbas y que contenía más objetos como ajuar funerario, aunque no quedaban rastros del ocupante original, preferimos tomar la 5705 como ejemplo de una tumba perteneciente a un personaje destacado de esta comunidad prehistórica, por haber sido hallada intacta y por haber sido identificado el ocupante como un hombre adulto.

Lo que hace notable a esta sepultura no es sólo su tamaño considerable comparado con el promedio para este cementerio, sino lo numeroso de los objetos hallados en ella y la naturaleza de los mismos, como si se hubiera procurado dotar a un hombre importante de los implementos básicos necesarios para llevar a cabo las tareas a que estaba habituado en vida, luciendo adornos que resaltaran su rango.

El hecho que no se han podido hallar en los cementerios badarienses tumbas ocupadas exclusivamente por niños de corta edad de grandes dimensiones o dotadas de numerosos objetos como ofrenda funeraria, lo que indicaría una posición social que no podían haber logrado por sus medios dada su corta edad, por lo tanto, lo que sería un rango heredado, muestra que en estos casos estamos en presencia de líderes temporales, que no habían obtenido todavía el poder y por lo tanto el privilegio de transmitir ese rango, y las ventajas consiguientes, a sus descendientes.

Algunos siglos más tarde, en el período llamado Amraciense (por la localidad de El Amrah) o también denominado más habitualmente ahora Naqada I, se puede apreciar que estamos en presencia de un salto no sólo cuantitativo sino también cualitativo, en que esos líderes ya habían logrado una posición social de mucho mayor poderío personal, que sus hijos podían heredar. Las tumbas de estos personajes no sólo son promedialmente de mayor tamaño sino que los artefactos que contienen indican el mayor rango de sus ocupantes.

El salto que esta transición implica queda más claro aún cuando tomamos en cuenta que la tumba más grande badariense en el cementerio que mencionamos era de 5 metros cúbicos, en tanto que la de mayor tamaño en el cementerio amraciense de Naqada era de 10 metros cúbicos, el doble, y ello si dejamos fuera de consideración otra tumba excepcionalmente grande allí, de nada menos que 23 metros cúbicos de volumen, que no tomamos en cuenta por ser una clara anomalía totalmente fuera de los promedios habituales para este período en otros cementerios del Alto Egipto, lo que en estadística se llama un "foreigner" o "extranjero", valor exagerado y anormal que usualmente se elimina del análisis para no alterar los promedios razonables y preponderantes en un conjunto de valores.

Por ejemplo en el gran cementerio de Naqada, situado también en el Alto Egipto pero algo más al sur, al norte de la moderna ciudad de Luxor, se descubrió una tumba, la 1586, perteneciente a la primera mitad del cuarto milenio antes de nuestra era, de unos 4,5 metros cúbicos de volumen, el doble del ejemplo badariense anterior, que había sido robada en la antigüedad, pero todavía contenía los restos de un hombre adulto de entre 30 y 50 años de edad y numerosos objetos depositados como ofrenda funeraria.

Cerca de la cabeza se hallaron cuentas de collar blancas y negras, restos de una estera de cuero y de dos bolsas del mismo material. Dos peines habían sido puestos detrás de la cabeza y una cabeza de maza estaba debajo del mentón. Los peines tenían en su parte superior uno de ellos la figura de lo que parece ser una gacela y el otro dos aves dispuestas simétricamente. También se encontraron tres grandes vasos de cerámica, restos de un objeto largo de marfil, así como restos de otro objeto de cuero rojo y más cuentas. Frente al rostro se había depositado otro pequeño vaso de cerámica.

Cerca de esta tumba había otra, 1587, algo más grande, que contenía los cuerpos de cuatro hombres, uno de ellos un anciano de más de 50 años, así como, a pesar de haber sido robada, un numeroso ajuar funerario, en el que cabe destacar vasos de cerámica, una cabeza de maza y varios objetos de marfil.

La presencia de cabezas de maza en estas tumbas, de un tamaño y naturaleza tal que hace dudoso que pudieran ser armas verdaderas, es posible que hayan sido insignias de mando, de forma similar al largo objeto de marfil hallado en la tumba anterior, pertenecientes a los jefes de comunidades y miembros de una elite que gozaban ya de una autoridad y poder mayor que los jefes temporales de períodos anteriores.

En la siguiente época del período predinástico de Egipto, Naqada II pero también conocida antiguamente como Guerzeense, por la localidad de El Gerzeh, situada en el norte del país, se destaca especialmente una tumba hallada en Hierakónpolis, al sur del Alto Egipto, la número 100, que por sus grandes dimensiones probablemente perteneció a uno de los reyes regionales que gozaban de autoridad sobre extensos territorios del Alto Egipto.

La ciudad de Hierakónpolis tuvo un papel importante en el surgimiento del estado en el Egipto prehistórico, en su templo principal reyes de la Primera Dinastía depositaron ofrendas al dios local y esta ciudad conservó su importancia hasta el Imperio Antiguo posterior.

Esta tumba de la segunda mitad del cuarto milenio antes de nuestra era fue hallada robada pero sus paredes de ladrillo secado al sol y revestidas de una capa de estuco, estaban cubiertas de inscripciones, la primera tumba decorada del Egipto predinástico, donde se representaron escenas de barcos navegando por el río Nilo, del ocupante en poses que se asemejan a la iconografía de la antigua Mesopotamia de un héroe dominando a dos fieras utilizando solamente sus poderosos brazos, así como escenas de combates y de sacrificio ritual de prisioneros, una escena que será frecuente más tarde en la iconografía real de la época faraónica.

Todo esto subraya la importancia social del ocupante de esta tumba así como la violencia subyacente en muchas de las imágenes de estos períodos de luchas por el poder entre reinos regionales prehistóricos del Alto Egipto.

Finalmente, en el período Naqada III, también llamado Protodinástico, a fines del cuarto milenio antes de nuestra era, período que se continúa hasta principios del tercer milenio, cabe destacar una tumba excavada hace más de un siglo, trabajo que se repitió con una metodología actualizada hace pocos años, en un cementerio predinástico de la ciudad de Abidos, situada al sur de Badari, en el norte del Alto Egipto, y donde más tarde los reyes de la Primera y Segunda Dinastías faraónicas se harían construir sus imponentes tumbas rodeadas de sepulcros de servidores que los acompañarían al más allá.

Me refiero a la tumba U-j del cementerio U, una gran estructura excavada en el terreno, recubiertas sus paredes de ladrillos secados al sol y dividida con muros de ladrillo en ocho recámaras de diverso tamaño. Esta tumba, a pesar de haber sido robada antiguamente, cuando fue excavada todavía conservaba cientos de grandes vasos de cerámica conteniendo productos importados de Asia, grandes jarras de vino y cerveza, vasos de piedra, un cetro de marfil, así como una gran variedad de otros objetos depositados como parte del ajuar funerario de un poderoso rey regional que sin duda ya controlaba gran parte del Alto Egipto, en vísperas de la unificación política del país y de la fundación de la Primera Dinastía faraónica.

Esta tumba contenía también más de cien etiquetas de marfil con los primeros ejemplos de escritura hallados en Egipto, lo que subraya los avances en el proceso de evolución hacia una administración más compleja y la existencia de una burocracia administrativa ya firmemente establecida y funcionando para beneficio del rey que ocupó esta tumba.

Considero que la sucesión de ejemplos que he mencionado aquí dan una idea clara de los pasos principales que se fueron dando en el proceso de creciente complejización social y política en el Egipto predinástico y cómo todo eso se fue reflejando en las costumbres funerarias de la época, pero quien desee formarse una idea más completa y fundamentada puede explorar con provecho las numerosas publicaciones de cementerios pertenecientes a estos períodos donde podrá obtener un cuadro aún más convincente que el breve pero sugestivo esquema que acabo de brindar.

 

 

 

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