SOCIOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA: APORTES

 

 

 

SOCIOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA: APORTES

PARA UNA MEJOR COMPRENSIÓN

DEL PERÍODO PREDINÁSTICO EN EGIPTO

 

 

J. J. CASTILLOS

 

Instituto Uruguayo de Egiptología

Montevideo, Uruguay

 

juancast@yahoo.com

 

 

 

 

 

RESUMEN

 

 

  Las relaciones entre las ciencias sociales, que deberían ser de cooperación y complementación, no siempre han transcurrido por tales apacibles carriles y por motivos de variada índole se han producido altibajos de acercamientos y alejamientos que en el último caso sólo han perjudicado a los investigadores que han visto su visión de los problemas que enfrentan en su tarea recortada innecesariamente por ignorar aportes relevantes de colegas trabajando en áreas afines.

 

  En el caso de la sociología, métodos cuantitativos introducidos en las últimas décadas, al ser aplicados al estudio del desarrollo de las culturas predinásticas de Egipto, enriquecen y profundizan nuestro conocimiento del devenir histórico de esas antiguas comunidades y contribuyen a explicar las a menudo complejas relaciones entre ellas y su evolución en distintas regiones del valle del Nilo.

 

  Esta metodología es aplicable a cualquier proyecto arqueológico y por lo tanto los resultados que hemos obtenido pueden resultar de interés para investigadores que trabajen en cualquier región de nuestro planeta.

 

 

 

        

 

  La evolución de ciencias que en su mayoría surgieron como disciplinas académicas a fines del siglo XIX tales como la antropología y la arqueología se caracteriza por una sucesión de acercamientos y distanciamientos debidos a diferentes concepciones del ámbito y la metodología de cada una de ellas, con la complicación que implicó diferentes aproximaciones en Europa y Norteamérica.

 

  Ambas fueron tomando forma como uno de los resultados de la expansión colonialista de las grandes potencias occidentales y ese origen explica muchos de los prejuicios e interpretaciones subjetivas que las caracterizaron en sus orígenes, a medida que los investigadores intentaban comprender otras culturas.

 

  Una situación similar ocurrió con la relación entre la antropología y la egiptología. A principios del siglo XX, impulsado por algunos de los pioneros de la arqueología egipcia moderna, el acercamiento entre ambas disciplinas produjo interpretaciones innovadoras que enriquecieron la comprensión de muchos aspectos de la vida de los antiguos egipcios.

 

  El distanciamiento posterior que duró hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado ha sido explicado por divergencias basadas en el particularismo, humanismo, elitismo, e historicismo de la mayoría de los egiptólogos que, por fortuna, en las últimas décadas ha sido superado por la convicción creciente por parte de estos últimos de que sin una perspectiva antropológica el progreso en nuestra comprensión del antiguo Egipto se habría irremediablemente estancado, como efectivamente ocurrió en el caso del estudio de los orígenes de esa civilización.

 

  En el marco de esta mayor amplitud en la aproximación metodológica, se ha comenzado a utilizar en el análisis de la aparición y desarrollo de la creciente desigualdad social en el período Predinástico de Egipto, métodos cuantitativos derivados de la sociología que han permitido explicar diferencias regionales en la evolución de comunidades pertenecientes a una misma cultura.

 

  El tema que nos ocupa hoy es la descripción de esos métodos, la forma en que los hemos aplicado y adaptado a nuestra investigación y algunos de los resultados que hemos obtenido.

 

  Las formas más difundidas de medir la desigualdad social consisten en evaluaciones de la suma de desviaciones del promedio de un conjunto de valores de una determinada variable. Para lograr que el resultado no dependa de los valores absolutos de la variable, ese número se divide usualmente por el promedio.

  El primero y más frecuentemente utilizado de tales métodos es el llamado Índice de Gini (G) que se calcula de acuerdo a la primera fórmula de la Figura 1, en la que m es el promedio, n es el número de elementos que componen la muestra y x n  es el valor de la variable en cada caso. Debido a la naturaleza de la suma anterior, los valores de la variable deben ser ordenados de menor a mayor antes de proceder a aplicar esta fórmula. El Índice de Gini varía de 0 a 1, correspondiendo el primer valor a una igualdad total y el segundo a una desigualdad máxima. En la práctica, este índice jamás llega al valor 1, siendo 1-1/n el límite superior real.

  Otra forma de medir la desigualdad social es mediante el uso del llamado Coeficiente de Variación (V) que consiste en dividir la desviación estándar de la muestra por el promedio. Teóricamente, V puede variar entre 0 para una perfecta igualdad e infinito, pero en la práctica se ha determinado que el valor máximo llega sólo a (n–1)1.

  Finalmente, el tercer método corriente en sociología para este propósito es el llamado Índice de Theil (T) que se calcula por medio de la tercera fórmula en la Figura 1, en la que n es el número de valores de la muestra, m es el promedio de los mismos y x n  representa cada valor de la variable (ln es el logaritmo natural o neperiano).

  Cuando estas fórmulas son incorporadas a un programa de computadora para realizar estos cálculos de modo preciso y rápido, se debe cuidar en el caso de T que el programa cuando uno de los valores de la variable, digamos “i”, sea 0, entonces x i ln x i  también deberá definirse como 0. Los valores de T también oscilan teóricamente entre 0 para una perfecta igualdad e infinito para una desigualdad máxima, aunque en la práctica el valor máximo se ha calculado que es ln n.

  Aunque estos métodos de medir la desigualdad social en una comunidad en un momento dado son similares en sus conceptos básicos, sus características son ligeramente diferentes. Por ejemplo, G se ha determinado que es más sensible para valores del medio de la escala, V tiene una respuesta más débil a las variaciones y T es especialmente sensible a modificaciones en las mediciones del sector inferior de escala de valores de la muestra.

  Los investigadores que utilizan esta metodología en sus proyectos señalan que es recomendable utilizar en la medida de lo posible más de una variable de modo de poder comparar los resultados en uno y otro caso. La coincidencia en los resultados globales cuando se usan varios criterios diferentes para medir la desigualdad social refuerza la validez de las conclusiones finales.

  En nuestro caso, en el que analizamos los cementerios predinásticos egipcios más aceptablemente excavados y publicados en el siglo pasado, las variables que nos parecieron más representativas fueron: 1) El tamaño de las tumbas, expresión directa y fácilmente medible del esfuerzo realizado, considerado como el volumen en m3 de las fosas excavadas, valor más aceptable que el área cubierta por la sepultura o meramente su longitud o ancho utilizados anteriormente por otros colegas, 2) El número de objetos que componían en cada caso el ajuar funerario y 3) La presencia o ausencia de un ataúd en las tumbas.

  Esta última variable no pudo ser utilizada para este proyecto debido a que, a pesar de ser un claro símbolo de status en esas culturas predinásticas del Alto Egipto, pues era más frecuente su presencia en tumbas de grandes dimensiones o ricamente dotadas en objetos funerarios, la información publicada en ese sentido por los arqueólogos era insuficiente debido a un gran número de motivos más allá de la negligencia de los responsables en registrar o publicar esa información, pues las condiciones del terreno o la acción depredadora de los ladrones de tumbas había hecho irrecuperable gran parte de esa información.

  De las dos variables que elegimos para nuestro trabajo, el tamaño de las tumbas nos pareció la más confiable debido a que las dimensiones de las sepulturas no han sufrido variaciones significativas y son de bastante fácil medición en tanto que el número de objetos hallados en las tumbas, la mayoría de ellas violadas antiguamente para extraer los objetos más valiosos, si bien hemos comprobado que es una variable utilizable por haber sido tales robos en general más selectivos que indiscriminados, es un criterio que hemos manejado como confirmatorio o complementario del primero que a nuestro juicio es el más confiable.

  El resultado de nuestro análisis ha indicado en general una coincidencia entre los cuadros evolutivos obtenidos en base a una y otra variable (ver Figuras 2 a 4), lo que nos ha convencido del acierto de nuestra selección y del valor indudable de esta metodología, ya que las numerosas concordancias no pueden deberse al azar y conducen a interpretaciones históricamente verosímiles de acuerdo a nuestro conocimiento actual de esas antiguas culturas.

  Hubiera sido deseable comparar dichos resultados obtenidos a partir de las costumbres funerarias de los antiguos egipcios del período Predinástico con otros que surgieran de sus aldeas y ciudades contemporáneas, a las que dichos cementerios estaban asociados, lo que otorgaría mayor validez a nuestras conclusiones, pero la ausencia de excavaciones adecuadamente realizadas y  publicadas de ese tipo de yacimientos arqueológicos en Egipto nos ha impedido una ampliación de nuestro estudio en esa dirección, una carencia que está en camino de superarse por las excavaciones simultáneas de cementerios y lugares de habitación que actualmente están siendo realizadas en Egipto.

  El primer egiptólogo que utilizó esta metodología fue W. Griswold quien en 1992 publicó una evaluación de la desigualdad social tal como se expresaba en cementerios predinásticos situados en la región de Armant en el Alto Egipto (ver Figura 5), cerca de la ciudad de Luxor actual, emplazamiento de la antigua ciudad de Tebas.

  Este investigador usó solamente el primero de los índices mencionados, G, para determinaciones que tomaban en cuenta sólo el tamaño de las tumbas y pudo comprobar que en esos cementerios egipcios durante el período Predinástico la desigualdad social disminuyó paulatinamente desde Naqada I (Amraciense) hasta mediados de Naqada III (Protodinástico), experimentando un súbito incremento a fines de este último período (Naqada IIIc), resultado que contradecía estimaciones anteriores formuladas por otros egiptólogos en base a métodos cuantitativos menos sofisticados.

  La explicación que Griswold brindó para tal cuadro evolutivo está vinculada a la situación geográfica de Armant, situada entre dos de los grandes centros políticos predinásticos del Alto Egipto (Nekhen/Hierakónpolis y Naqada), por lo que al estar situada en un relativo vacío de poder, sus comunidades experimentaron un descenso en su diferenciación social al estar cada vez más marginadas de los polos de desarrollo político, económico y social contemporáneos, hasta que en los albores de la unificación de Egipto y de la Primera Dinastía, una diferenciación social impuesta desde afuera alteró el cuadro evolutivo natural de estas comunidades y provocó el notorio aumento en la desigualdad social en su última fase de desarrollo.

  Algo similar ocurrió en otras regiones de Egipto y nuestro estudio de los cementerios predinásticos ubicados al norte del Alto Egipto, en la región de Badari, un poco más al norte de la antigua ciudad de Abidos, en el que utilizamos los tres índices mencionados con la inserción de un cuarto índice que toma el valor absoluto de las variables, que denominamos AD (average difference o diferencia entre promedios), nos permitió evaluar la evolución de asentamientos humanos predinásticos en el centro mismo de Badari y en Mostagedda y Matmar, situados un poco más al norte de Badari.

  El resultado de nuestro trabajo nos indicó que Badari, foco de irradiación de la primera cultura predinástica del Alto Egipto (Badariense) experimentó al igual que Armant un descenso en la desigualdad social que recién fue alterado en el Protodinástico, también probablemente por impulsos externos inherentes a la unificación política de Egipto, en tanto que las otras comunidades situadas más al norte tuvieron un desarrollo más “normal” por no haber sido el centro de una cultura anterior y por ello estar al margen de la compleja situación de la sustitución de la vitalidad propia de un centro de irradiación cultural que se vio paulatinamente relegado al papel de asentamiento secundario de otras culturas cuyo centro estaba situado más al sur del Alto Egipto.

  En Abidos, la probable capital de uno de los reinos predinásticos del Alto Egipto y luego un lugar tan sagrado para los egipcios de las dos primeras dinastías que allí hicieron construir los reyes sus tumbas, presenta una situación comparable a la de Badari.

  Como ya hemos visto, sugerimos, basados en los resultados de nuestra investigación, que Badari fue el centro de la cultura Badariense y puntualizamos asimismo que la región de Abidos fue el centro de irradiación de la cultura siguiente, el Amraciense o Naqada I. Del mismo modo que en Badari, en Abidos encontramos elevados valores de desigualdad social en Naqada I que luego disminuyen progresivamente para los períodos siguientes (Naqada II, también llamado Guerzeense y Naqada III, conocido también como  Protodinástico) para recién aumentar casi al nivel inicial durante la Época Arcaica (Dinastías I y II).

  Estas conclusiones pueden extraerse de un estudio que involucra tres cementerios en esa región (Abidos, Mahasna y Diospolis Parva) cuya evidencia coincide en general en confirmar nuestra interpretación.

  El análisis comparativo de la evolución de la desigualdad social en las regiones de Badari, Abidos y Armant nos ha permitido pues progresar en nuestra comprensión de las características del proceso de diferenciación social que con altibajos marginales condujo a la aparición del estado y la unificación de Egipto hace aproximadamente cinco mil años.

 

 

 

Bibliografía

 

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T. Wilkinson, “State formation in Egypt”, Cambridge, 1996.

 

 

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