LOS ORÍGENES DE EGIPTO
ENGLISH ABSTRACT – “Remarks on the origins of Egypt” by Juan José
Castillos – In this paper the author attempts to throw light on some obscure
aspects of the process that took Egypt from the neolithic villages to the
predynastic regional kingdoms and then to the First Dynasty.
Luego de los más recientes
estudios y descubrimientos acerca de los orígenes de la civilización Egipcia,
la unificación del país y el surgimiento del estado, disponemos, aun a pesar de
las numerosas lagunas que aquejan a toda investigación histórica, de un cuadro
bastante claro y completo de los principales pasos sucesivos que condujeron
desde las aldeas neolíticas a la monarquía faraónica[1].
Sabemos ahora que dichos pasos
fueron dados mayormente en el sur, en el llamado Alto Egipto, donde las
culturas badariense, amraciense y guerzeense marcaron hitos en ese desarrollo
político, económico y social, que en la última etapa del período predinástico se
extendió hacia el norte para unificar al país primero culturalmente y poco
después, políticamente.
Mi contribución específica a
estos estudios a lo largo de los últimos treinta años ha consistido en analizar
la evidencia de los muchos miles de tumbas de esas remotas épocas, en los casos
en que las mismas fueron publicadas o por lo menos registradas en los cuadernos
de campo de los arqueólogos que las excavaron, con suficiente claridad y
detalles básicos, para tratar, mediante tales estudios cuantitativos, de
establecer con la mayor precisión posible el grado de desarrollo social y las
características esenciales de cada comunidad en cada una de las culturas
predinásticas mencionadas más arriba[2].
De esta forma pude desvirtuar
algunas concepciones erróneas a que habían llegado investigadores del siglo
pasado (y otras más recientes) a partir de enfoques cualitativos en los que se
exageraban o distorsionaban determinadas características del registro
arqueológico para probar teorías que luego fueron descartadas al mejorar
nuestro conocimiento de esa remota época del pasado egipcio y al generalizarse
el uso de metodologías más rigurosas que el análisis selectivo y prejuicioso
que aquejaba a muchos de esos trabajos anteriores[3].
Luego de varios años de reunir
y procesar una enorme base de datos sobre más de 8.000 tumbas predinásticas,
procuré ir más allá aún incorporando técnicas tomadas de la sociología moderna
con el propósito de medir el grado de desigualdad social y su evolución en cada
caso[4].
Es ya una conclusión
generalmente aceptada que la organización social basada en el parentesco de
comienzos del predinástico fue paulatinamente sustituida por grupos donde
ciertos individuos comenzaron a acrecentar su poder personal y su autoridad
sobre los otros miembros de sus comunidades hasta el punto de llegar a hacer
tal rango hereditario.
Esos jefes primitivos se
transformaron luego en reyes regionales al extender su dominio sobre
territorios cada vez más extensos y al entrar en conflicto con otros reinos
vecinos, el resultado final de tales confrontaciones fue la unificación del
Alto Egipto bajo la autoridad de los reyes de la región de Abidos.
Poco después, la expansión
hacia el norte de estos reyes completó el proceso de unificación de todo el
país, inaugurando así la primera dinastía y el comienzo generalmente admitido
de la civilización egipcia, pero que no surgió de golpe, como por generación
espontánea, como algunos autores pensaban hasta hace bastante poco tiempo, sino
que fue el resultado de un largo proceso que comenzó mil años antes, en el
período badariense.
Han aparecido en los últimos
años varias publicaciones escritas por
especialistas en este período formativo de la civilización egipcia que
dan cuenta a grandes rasgos y con algunas discrepancias de detalle, de lo que
hemos llegado a saber sobre este proceso.
Sin embargo, no es fácil hallar
en ellas una explicación para algunas situaciones específicas que se dan como
un hecho comprobado, por lo menos de acuerdo a nuestro conocimiento actual, y
que deberíamos procurar aclarar para responder a preguntas que algún día
alguien habrá, con toda razón, de formular.
Me refiero en este caso a dos
de tales temas: porqué el desarrollo social y político decisivo tuvo lugar en
el Alto Egipto y no en el norte o Bajo Egipto y qué fue lo que posibilitó o motivó dicho desarrollo
en el sur.
Es una cosa describir y
documentar en cada etapa los cambios que tuvieron lugar en cada región de
Egipto en esa época, que es lo que se ha hecho principalmente hasta ahora, y
otra muy distinta intentar explicar porqué ocurrieron de esa forma y no de
otra.
Como pienso que es hora de
comenzar a debatir estos aspectos, aportaré a continuación mi interpretación en
cada caso.
Los conceptos que describiré
fueron publicados en una revista especializada, en donde entro en detalles que
sería inapropiado repetir aquí, por lo que me limitaré a a mencionar las
grandes líneas de mi pensamiento sobre este tema. El lector que desee
profundizar en estos aspectos del predinástico egipcio puede leer los artículos
respectivos[5].
El Bajo Egipto fue una región
que la tradición egipcia, recogida luego ingenuamente por los pioneros de la
egiptología, indicaba que había sido uno de los reinos predinásticos en que
estaba dividido el país[6].
Los egipcios daban listas de tales reyes predinásticos del norte, asignándoles
nombres y una sucesión que ahora sabemos era ficticia[7].
Algunos autores modernos llegaron mucho más allá, inspirándose en textos
religiosos para deducir un complicado cuadro de conquistas, a veces del norte
sobre el sur y luego a la inversa,
Pero la arqueología nos brinda
hoy un cuadro totalmente distinto, en que una marcada estratificación social,
comparable a la del sur, surgió en el Bajo Egipto recién en el período Naqada
III o Protodinástico, de forma simultánea con la expansión cultural y luego
política del sur hacia el norte[8].
En época temprana hallamos
comunidades sedentarias en el Bajo Egipto, aproximadamente coincidentes
cronológicamente con las del sur, pero a pesar de la aparición posterior de
centros poblados de grandes dimensiones como Maadi y Buto, la diferenciación
social no avanzó mucho al transcurrir los siglos de las primeras etapas del
predinástico.
No se ha descubierto hasta el
presente evidencia alguna de pequeños reinos o de individuos que hayan
adquirido gran poder político y económico en ninguna parte de esta vasta región
en esa época.
Una posible explicación para esta situación
radica en la baja densidad de población en el Bajo Egipto[9]
y en el establecimiento temprano de asentamientos comerciales del Alto Egipto
en el sur de Palestina[10],
lo que habría limitado el enriquecimiento de las comunidades del norte al
quitarles la posibilidad de actuar como intermediarios en tales lucrativos intercambios
y acentuando el flujo de bienes de prestigio, importantes para el desarrollo de
la estratificación social, hacia el sur.
Por ello, las comunidades del
Bajo Egipto quedaron hasta cierto punto estancadas en estadios embrionarios de
diferenciación social, en los que había poco estímulo para el desarrollo de la
actividad productiva agrícola y artesanal más allá de las necesidades
inmediatas, todo lo que los hizo vulnerables a la expansión de sus más
prósperos y agresivos vecinos del sur.
Sobre el otro tema, o sea
porqué en el sur se produjo gran estratificación social, a pesar de la
tendencia en las sociedades en base a parentesco a evitar su aparición y
emparejar a sus integrantes en contra de las ambiciones siempre presentes en
todos los tiempos y todas las épocas de algunos, debemos tomar en cuenta varias
circunstancias[11].
En primer lugar, el resultado
de décadas de prospección arqueológica parece apuntar a una mayor densidad de
población en el sur, lo que unido al temprano comercio con Asia hacia el norte
y con África hacia el sur y la riqueza en oro aportada por las minas del
desierto oriental, como complemento de una creciente producción agrícola y
ganadera, además del hecho comprobado en antropología que comunidades
organizadas en base a parentesco que son prósperas y en las que no hay en
general períodos prolongados de escasez de recursos y penuria económica, son
más tolerantes del enriquecimiento de algunos de sus miembros, todo ello
probablemente posibilitó que individuos ambiciosos usaran los recursos
materiales acumulados de muchas formas para labrarse poco a poco una base de
poder que llevara paulatinamente a su imposición como jefes o reyes
hereditarios[12].
Ya desde muy temprano en este
proceso la expansión territorial de algunas de estas comunidades a expensas de
otras vecinas pudo haber consolidado el poder de estos individuos pues la
relación de parentesco en su comunidad lejos de debilitarse por los cambios
introducidos, probablemente se fortaleció, por lo menos al principio de este largo proceso, al erigirse el grupo en expansión en una elite sobre las otras sometidas a su poder, compartiendo todos en distinta pero reconfortante medida los beneficios así adquiridos bajo la autoridad del nuevo jefe o rey hereditario.
Los llamados "aggrandizers" en la literatura referida a este tema, o ambiciosos en busca de mayor poder en esas tempranas comunidades en camino a una más definida y permanente forma de estratificación social, tenían necesariamente que ofrecer algún tipo de compensación notoria a sus parientes para que toleraran o apoyaran su encumbramiento desmesurado.
La adquisición por éstos y sus
más inmediatos colaboradores de bienes de
prestigio a través de la explotación del trabajo de los nuevos siervos y
del comercio, así como la creciente especialización artesanal, consolidaron
cada vez más su posición, que quizás desde muy temprano fue asociada a un favor
especial de los dioses, de quienes el líder sería su representante y luego
encarnación terrenal, uniendo así a la sanción política, social y económica del
nuevo ordenamiento, la religiosa, de no menor importancia puesto que en todos
los períodos posteriores de la historia faraónica, los conquistadores, aún
extranjeros, procurarán por todos los medios el favor de los dioses para
asegurar el sometimiento de la población a su autoridad.
Finalmente, quiero referirme a
un tema que es todavía muy discutido por los investigadores, o sea, cuál de los
reyes regionales predinásticos del Alto Egipto resultó vencedor en la puja por
el poder y debe ser acreditado con la unificación de Egipto.
Según algunos, es el rey de
Hierakónpolis quien merece tal distinción[13],
según otros, fue el rey de la región de Abidos, quien luego de incorporar bajo
su dominio al territorio de Naqada, impuso su autoridad sobre todo Egipto[14].
A mi ver, la evidencia apunta
al rey de Abidos como el triunfador en este enfrentamiento, principalmente
porque de no haber sido así, los reyes de la primera dinastía hubieran sido
enterrados en Hierakónpolis, no en Abidos, como en efecto lo fueron; también
porque no se ha detectado en los cementerios de Abidos una declinación de su
elite en esta época, lo que sí se ha comprobado, por ejemplo, para Naqada,
difícil de aceptar si Hierakónpolis se hubiera impuesto en la contienda.
El reino de Abidos estaba
ubicado estratégicamente mucho mejor que el de Hierakónpolis puesto que
controlaba el comercio con Asia y luego el oro que hizo la prosperidad y hasta
dio el nombre a Naqada (Nubt), en tanto que Hierakónpolis debió durante mucho
tiempo controlar la ambición de los jefes nubios del Grupo A, intermediarios en
su comercio con el Sudán y el África subsahariana, de donde provenían muchos de
los bienes de prestigio de su elite, un factor debilitante del que los reyes de
Abidos estaban exentos[15].
Hierakónpolis, no obstante, no
fue avasallada por los reyes de Abidos, la imposición de la autoridad de estos
debe haberse logrado por medios más diplomáticos, como una especie de “entente
cordiale”, beneficiosa para ambos, pues Hierakónpolis siguió contándose luego
entre las ciudades más poderosas de Egipto, por lo menos hasta el Antiguo
Imperio[16],
y en ella se han descubierto múltiples testimonios de la devoción de los reyes
de Abidos a su dios tutelar principal[17].
(Artículo publicado en la Revista de la Sociedad Uruguaya de
Egiptología, No. 23, 2006).
[1] B.
Midant-Reynes, Préhistoire de l’Égypte, París, 1992; K. Bard, The emergence of
the Egyptian state en I. Shaw (ed.), The Oxford History of Ancient Egypt,
Oxford, 2000.
[2] Ver por
ejemplo, entre muchas de mis otras publicaciones sobre este tema, J. J.
Castillos, A reappraisal of the published evidence on Egyptian Predynastic and
Early Dynastic cemeteries, Toronto, 1982.
[3] J. J. Castillos, Inequality in Predynastic
Egypt, leído en el Scholars' Colloquium, University of Toronto, Canada,
November 2003 y publicado en Cahiers Caribéens d'Égyptologie 7-8,
February-March 2005.
[4] J. J. Castillos, Inequality in Egyptian
Predynastic cemeteries, Revue d’Égyptologie 49, 1998, 25-36.
[5] J. J. Castillos, The place of Hierakonpolis
in the Egyptian Predynastic y Social stratification in early Egypt, en
Göttinger Miszellen 208 y 210, 2006.
[6] Ver por ejemplo, K. Sethe, Urgeschichte und
älteste Religion der Ägypter, Leipzig, 1930.
[7] Por ejemplo, en la Piedra de Palermo.
[8] B. Adams and K. Cialowicz, Protodynastic Egypt, Princes Risborough, 1997, 21-22.
[9] K. Butzer,
Early Hydraulic Civilization in Egypt, Chicago, 1976, 94; R. Allen, Agriculture
and the Origins of the State in Ancient Egypt, Explorations in Economic History
34, 1997, 146.
[10] B.
Andelkovic, The relations between Early Bronze Age I Canaanites and Upper
Egyptians, Belgrado, 1995, 16, 72; S. Mark, From Egypt to Mesopotamia, A Study
of Predynastic Trade Routes, Londres, 1998, 19.
[11] J. Brown, The search for rank in prehistoric burials en R. Chapman, I. Kinnes and K. Randsborg (eds.), The Archaeology of Death, Cambridge, 1981, 27.
[12] B. Hayden,
Pathways to Power, en T. Douglas Price y G. Feinman (eds.), Foundations of
Social Inequality, Nueva York, 1995, 22-23.
[13] B. Kemp,
Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization, Londres, 1994, 34; B. Adams y K. Cialowicz, Protodynastic
Egypt, Princes Risborough, 1997, 16.
[14] K. Bard, The
Emergence of the Egyptian State, 64.
[15] T. Wilkinson,
Early Dynastic Egypt, Londres, 2001, 176-177.
[16] B. Kemp, Ancient Egypt, Anatomy of a Civilization, 39.
[17] J. Quibell and F. Green, Hierakonpolis I y
II, Londres, 1900-1902; J. Garstang, Excavation at Hierakonpolis, at Esna and
Nubia, ASAE 8, 1907, 132-148; B. Adams, Ancient Hierakonpolis, Warminster,
1974, principalmente el llamado “Main Deposit” y su inmediata vecindad.
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