53 - CRÍTICA DE LIBROS - ALEJANDRO RICART CABÚS, "LAS PIRÁMIDES DE EGIPTO - LA TÉCNICA OCULTA", Tarragona, 2003.
por JUAN JOSÉ CASTILLOS
Todo lo que tiene que ver con la historia de la humanidad es hasta cierto punto opinable. Nuestro conocimiento del pasado es imperfecto, no sabemos todos los detalles de ningún acontecimiento, ni siquiera de los más recientes. Cuando nos remontamos miles de años atrás, las lagunas en nuestra información son mucho más grandes. No debe sorprendernos pues que se emitan y publiquen las más contradictorias opiniones sobre casi cualquier época o hecho histórico y de acuerdo a la habilidad del escritor de turno, se hagan populares y sean confundidas con conocimiento real y comprobable.
El problema es si deseamos aceptar esas invenciones a menudo imaginativas y caprichosas como expresión de una realidad pasada o si lo que queremos es acercarnos lo más que sea posible a dichos acontecimientos más o menos lejanos en el tiempo, apoyados en evidencia sólida que nos aporte cierta seguridad de que lo que decimos no se aparte mucho de esa realidad a la que nos queremos aproximar.
Es aquí donde la diferencia entre los aportes de ciencias como la arqueología, la antropología, la etnografía y similares, emitidos por reconocidos profesionales entrenados para recobrar evidencia concreta, interpretarla y publicarla, y todo eso otro que hallamos en aproximaciones al tema por parte de aficionados, se hace más notoria.
En el primer caso contamos con datos más fidedignos, que están siendo constantemente actualizados y revisados a la luz de los nuevos descubrimientos y metodologías que como en todo lo que concierne a la ciencia moderna, aportan conocimiento cada vez más confiable y que nos acerca cada vez más a esas pasadas realidades que procuramos recobrar.
En el segundo caso están todos esos productos de la imaginación y de la improvisación de algunos que nos pintan frecuentemente atractivos y deslumbrantes escenarios que seducen al público por su aparente racionalidad y verosimilitud, pero que no resisten ni el más mínimo examen riguroso que expone de inmediato la falta de base concreta y verificable de tales interpretaciones.
Hay quienes no buscan lo primero, que los aburre y desilusiona con sus cautelosas y parciales afirmaciones, y se contentan con lo segundo que parece satisfacer su necesidad de saber todo lo concerniente al pasado, sin molestas omisiones y dudas.
Lo que sigue está concebido para todos aquellos que deseen construir su visión de sucesos lejanos a nosotros en el tiempo basados en algo más sólido y confiable que el ingenio, la intuición o la imaginación.
El autor gentilmente nos hizo llegar un ejemplar de este libro. La presentación del mismo es muy esmerada, lo que en países anglosajones se llama "a coffee table book", y lo que en él se intenta dar es un resumen de lo que se conoce sobre las grandes pirámides de Egipto, conceptos del autor sobre diversos tópicos relacionados con ellas y finalmente, un método original para explicar aspectos de la construcción de tales monumentos.
Dentro de la literatura popular, no especializada, sobre este tema, nos parece que este libro expresa una intención seria por parte del autor de hacer conocer sus puntos de vista luego de informarse de lo que autores antiguos y modernos, académicos o no, han escrito sobre las pirámides de Egipto.
Hemos encontrado en nuestra lectura de este tipo de literatura básicamente tres orientaciones, una que generalmente es el producto de las plumas de profesionales en otras áreas del saber, ingenieros, arquitectos, geólogos, matemáticos, etc., quienes plantean atendibles posibles soluciones a problemas arqueológicos en base a sus conocimientos específicos. También existen numerosos otros libros donde personas de similar formación (o aún carentes de la misma) mezclan sobrios intentos por aportar soluciones a algunos problemas con conceptos claramente erróneos o improbables, que es el caso en mi opinión del presente libro. Finalmente, están también las obras, generalmente de tendencia ocultista u otras, igualmente extravagantes, que conciben a las pirámides egipcias como templos iniciáticos o grandes bombas hidráulicas o antiguos generadores de energía eléctrica.
Es lamentable que el autor haya puesto la palabra "oculta" como parte del título de su libro, que si bien puede ayudar a generar ventas en ciertos sectores del consumo, predispone ya desde el principio a los lectores con una formación egiptológica académica en contra del contenido del libro que consideran comprar o que comienzan a leer. Sin embargo, no podemos culpar al autor de no ser coherente consigo mismo, pues una breve parte del libro intenta sostener que había una ciencia "secreta" que los egipcios disfrazaban como textos religiosos o funerarios.
Una de las principales objeciones que esta obra nos merece tiene que ver con el uso por los antiguos egipcios en la solución que aporta el autor, de cosas tales como varios tipos de poleas o de engranajes ("cabrias reductoras"), de los que no hay la menor traza en el registro arqueológico de esa civilización y en esa época.
Tampoco nos parecen convincentes las débiles objeciones que se ponen aquí a explicaciones por parte de egiptólogos de los llamados "conductos de ventilación" en la gran pirámide como conductos simbólicos para la salida del alma del faraón en su destino celeste o al carácter de sarcófagos de los recipientes hallados en cámaras de las pirámides.
Quienes niegan la naturaleza funeraria de las pirámides egipcias, están oponiéndose a lo que indica toda la evolución de la arquitectura funeraria en Egipto, desde la prehistoria hasta fines del Imperio Medio, la finalidad, propósito y contenido de los Textos de las Pirámides, la inscripción hallada junto a la entrada de la pirámide de Micerino indicando la fecha exacta en que fue enterrado allí dicho rey, los huesos y el ataúd de madera tardío hallados en el sarcófago de esa pirámide que indica la existencia de una tradición en la época saíta en ese sentido, que luego recogió Herodoto, así como la continuada asociación de pirámides en la historia posterior egipcia y sudanesa, como tumbas o partes de tumbas y no con templos u otros monumentos.
En el caso de la pretendida naturaleza esotérica de textos como el Libro de los Muertos, pinturas en tumbas u otros, que según el autor, esconderían una sabiduría científica avanzada que se quería ocultar, ¿por qué entonces consignaron los antiguos egipcios por escrito el verdadero alcance de lo que sabían por ejemplo, de matemáticas o medicina, en papiros como el Rhind o el de Edwin Smith, sin recurrir a códigos secretos o representaciones enigmáticas sino a palabras y dibujos, fácilmente comprensibles por cualquiera que pudiera leer esos documentos? Esta búsqueda por doquier de pretendidos ocultamientos parece ser más un afán por satisfacer modernas tendencias en ese sentido que una correcta lectura de cómo los antiguos egipcios concebían estos temas.
Podríamos señalar otros errores de mayor o menor entidad en este libro, como cuando se refiere al natrón como compuesto por carbonato de sodio (p. 246), cuando el agente desecador principal de ese producto, una mezcla de sales diferentes, era en realidad el bicarbonato de sodio, que también cumplía otras funciones útiles desde el punto de vista químico, o el error común a muchos autores, de ignorar deliberadamente el concepto de complejo piramidal, un conjunto de edificios asociados a la pirámide principal ya desde la época del rey Zóser y la primera pirámide egipcia, de evidente finalidad funeraria, para centrarse en las pirámides en sí solamente, tratando por todos los medios de negar su finalidad como sepulcros reales.
Otro comentario de advertencia que solemos hacer en estos casos, es que por más atinada y verosímil que sea una posible solución al problema de la construcción detallada de estos monumentos, hasta que no se halle evidencia arqueológica o documental que la confirme, será siempre una posibilidad más, pues hemos notado que muchos autores sin una formación académica en historia, arqueología o antropología suelen efectuar el salto injustificado de que tales teorías, si son verosímiles, ya constituyen prueba irrefutable de que ese fue el método usado por los egipcios hace miles de años.
Por ejemplo, para el traslado de grandes moles pétreas se podrían haber sugerido mil maneras posibles por ingenieros y arquitectos, incluyendo el uso de desplazamiento sobre troncos de árboles que aún hoy hallamos en algunas publicaciones de índole popular, pero el hallazgo de relieves en tumbas y templos nos permitió saber que los egipcios usaban en realidad grandes trineos de madera arrastrados por muchos obreros y para largas distancias, barcos construidos especialmente para ese fin.
Pensamos que este libro puede ser leído con algún provecho por quienes tengan un gran interés en este tema, pero su lectura debería ser hecha con cautela debido a las muchas opiniones debatibles que el autor expresa en él y que podrían haber sido evitadas o modificadas si hubiera consultado a egiptólogos profesionales que podrían haber aportado evidencia que habría quizás cambiado el contenido haciendo de esta obra una interpretación general más atendible.
A solicitud expresa del autor de este libro, publicamos una réplica suya a nuestra crítica:
No hemos considerado oportuno hacer comentario alguno aquí sobre esta réplica, no deseamos que el autor pierda por nuestra causa otros cinco minutos más de su "precioso tiempo", quizás es mejor que los lectores decidan, luego de leer el mencionado libro.
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