por ADELA BROUCHY
Cuando nos acercamos al estudio de la
civilización egipcia es casi imposible no asombrarse ante la maravilla de sus
logros arquitectónicos y artísticos. Quizás recién con posterioridad nos hemos
asombrado al conocer su historia llena de avatares políticos, con épocas de
esplendor y crisis económicas, invasiones extranjeras, guerras, cambios
religiosos. Pero llama de manera particular nuestro interés el largo período
histórico en que se sucedieron los acontecimientos: en resumen 3.000 años
aproximadamente en que una sociedad se desarrolló manteniendo sus rasgos más
distintivos.
Desde el primer faraón conocido hasta la
época en que reinó Cleopatra, Egipto es reconocible por el experto y por el lego
con sólo observar atentamente los productos - tan pocos en realidad - que han
llegado hasta nuestro conocimiento. Según algunos estudiosos sólo el 20% de los
templos y construcciones reales se han conservado hasta que se produjo el
redescubrimiento de la antigua civilización egipcia.
Si esto fuera así, más sorprendente es el
hecho que una muestra exigua que recorre 3.000 años de historia presente una
coherencia en su estilo, en su escritura, que no lo podemos atribuir a otros
pueblos. Y una vez que los científicos e historiadores pudieron descifrar el
contenido de su legado y tener acceso a las crónicas de estudiosos extranjeros
que conocieron este pueblo, se despliega de tal manera la continuidad política
y religiosa que nos preguntamos ¿cuáles son los factores que permitieron ese
fenómeno?
En nuestro mundo actual del progreso que se
basa en el cambio continuo, cuando se oye hablar de la pérdida de los valores
morales y culturales de nuestra sociedad, puede ser interesante tratar de
encontrar alguna de las causas que pudieron permitir la continuidad cultural en
el marco del necesario desarrollo de una sociedad.
Por lo pronto nos parece un desafío y
basándonos en algunas teorías contemporáneas nos lanzamos a esta aventura no
por complicada menos apasionante.
Lo que se suele llamar el imaginario social
o en otros términos el conjunto de imágenes y pensamientos que tienen en común
los integrantes de una determinada cultura influye en su comportamiento
colectivo. Esas imágenes y pensamientos comunes tienen mecanismos por los
cuales se reproducen en la sociedad, entre ellos la transmisión familiar, los
"medios de comunicación", las religiones y los productos literarios o
en su caso la comunicación oral de mitos y leyendas.
A través de ellos se establecen modelos de
comportamiento privilegiados. Podemos deducir con cierta seguridad que cuantos
más modelos de comportamiento compartan los integrantes de una determinada
sociedad, más coherente será esa cultura. Sus miembros pensarán y actuarán
dentro de un marco común que será transmitido por los núcleos primarios. En la
civilización egipcia proponemos a su sistema religioso como una de las bases
principales para su continuidad durante miles de años.
¿Qué definimos como continuidad?. El hecho
de que los rasgos generales de esta cultura son reconocibles desde el Imperio Antiguo hasta el Imperio Nuevo a
pesar de las vicisitudes históricas que incluyeron invasiones de otros pueblos.
La forma de gobierno, la escritura, el estilo pictórico, evolucionan dentro de
una matriz egipcia, que no puede ser confundida con las culturas cercanas que
rodeaban a los egipcios.
La idea central que intentaremos desarrollar
se basa en que el sistema religioso se sustentaba en un conjunto de dioses
cuyas características complejas y especiales resultaban funcionales como
modelos de comportamiento y aceptables aún para las culturas invasoras.
Según los principios del aprendizaje
observacional o modelado, la exposición pública de imágenes, escritos o
mensajes orales, produce en el observador - bajo circunstancias específicas -
su memorización y más aún el aprendizaje efectivo de las acciones e ideas que
se transmiten.
Este proceso, llamado modelado y también aprendizaje vicario, es uno de los fundamentales en la difusión y permanencia de ideas y comportamientos en una persona, grupo o sociedad.
Para entender este concepto nos remitiremos
a sus definiciones y principios básicos ya que es parte de la Teoría del
Aprendizaje Social postulada por Albert
Bandura y sometida a experimentación en diversas oportunidades. Haremos
sólo un breve resumen para que los conceptos utilizados sean comprensibles para
las finalidades del presente trabajo. Mostremos entonces un proceso de
aprendizaje por modelos en sus aspectos fundamentales:
- El primer requisito es prestar atención
al modelo, cualquier distractor disminuye el aprendizaje. Por lo cual un
modelo colorido o que se representa de forma llamativa, dramática o si aparece
como atractivo o prestigioso, se prestará más atención. Y más aún si el modelo
tiene rasgos que lo hacen parecido o cercano al propio observador.
- En segundo lugar, es necesario retener
el modelo, memorizarlo, y esto resulta facilitado si junto a él se exponen
palabras, símbolos o imágenes.
- Un tercer requisito es la reproducción.
O sea, poseer la posibilidad o habilidad para reproducir el comportamiento del
modelo.
- Y el cuarto requisito que resulta
fundamental para que el observador se comporte efectivamente como el modelo es la
motivación, o sea, que el observador haya sido recompensado anteriormente
para imitar el modelo o tenga la promesa de serlo o simplemente, y esto es lo
novedoso de esta teoría: que el propio modelo aparezca como siendo
recompensado, ya sea en forma personal o por su entorno.
Los dioses egipcios formaban una estructura
con características singulares: era extremadamente compleja y a la vez muy
flexible. Sus protagonistas no tenían que negarse unos a otros aunque el papel
que jugaran fuera opuesto. Tomemos por ejemplo el caso del dios Set, hermano de
Osiris, cuando su padre Geb divide el reino, Osiris recibe Egipto como
patrimonio y Set el desierto o sea la sequedad en oposición a la tierra fértil
y el agua. Set llega a asesinar a Osiris (que luego resucita) y se lo
representa como dios guerrero, agresivo y batallador. Sin embargo, un faraón se
hizo llamar Seti I (del dios Set) y a la vez en Abydos construyó partes del
templo destinado a Osiris; su tercer hijo, Ramsés II también fue adorador del
dios Set lo cual no representaba una herejía ya que la guerra era una actividad
importante a la que se dedicaba el faraón para defender fronteras o
extenderlas.
Quizás sea más ilustrativo pensar en los
reyes cristianos europeos e imaginar a uno de ellos adorando a Satanás sin
tener problemas con el clero o la sociedad. En épocas más tempranas, durante la
XVIII dinastía, Amenofis IV implantó el culto a Atón de manera exclusiva e hizo
cerrar los templos dedicados a Amón. Pero a pesar de estas acciones tan
radicales no se produjo ningún genocidio del que tengamos noticia, así como
tampoco parece haberlo habido cuando a su muerte se restauró el culto a Amón y
a los demás dioses.
¿Se debió esto solamente a la sabiduría
política de los egipcios o también a que el sol era adorado en una
multiplicidad tal de formas que permitió, aunque con dificultades, un breve
período "monoteísta" en su culto? Más aún, a nivel popular y privado
sin embargo se mantuvo el culto al panteón de los dioses junto a un culto más
oficial dedicado a Atón. Es entonces posible asistir a una gran conmoción en
las altas esferas religiosas sin una repercusión de igual nivel en el pueblo y
sin resquebrajar las bases milenarias de la cultura egipcia.
Si seguimos el concepto del modelado tenemos
que es más probable memorizar e imitar un modelo que se parezca al observador.
Por lo que nos ha llegado de los atributos
de los dioses, éstos reunían en general la contradicción aparente dentro de sí
y a la vez, la contradicción era unificada por algunas deidades que resumían
principios más abstractos. Podríamos ilustrar este punto tomando algunos
ejemplos; ya nos referimos a Set y Osiris unificados por su origen familiar
común, perdiendo Set el reino de la tierra a manos de Horus, Osiris fue adorado
como dios de los muertos y es difícil discernir cual de estos reinos era más
importante para los egipcios.
En el caso de otras divinidades como Bastet,
ésta fue a la vez la que presidía los festivales orgiásticos en su nombre,
señora de los placeres, patrona de las mujeres y los niños y considerada
curiosamente una diosa virgen.
Hathor, que se representaba por la vaca, era
símbolo de la maternidad y la lactancia y como se la consideraba una diosa del
Occidente (donde se ponía el sol) era también diosa de los muertos.
Jonsu, un dios que se podía llamar menor,
tenía un carácter lunar y representaba al igual que Sekhmet, según se
presentara como dios joven o maduro, poseedor de la capacidad de provocar
enfermedades o de rechazar a los genios malévolos responsables de las mismas.
Sekhmet que poseía también esa doble cualidad era patrona de los sacerdotes y
los médicos en el arte de curar, mientras los textos sagrados la mencionan a la
vez como una manifestación guerrera del Sol.
Podemos referirnos además a Neftis - esposa
de Set - que como diosa de la Naturaleza representaba al Sol en su ocaso y
también cuando asomaba por Oriente, por lo cual, cuando tenía el papel de
"señora de Occidente" se transformaba en reina de la noche y de los
muertos.
Aún el culto a Osiris, Isis y Horus no
eliminó la adoración de Set que fue revitalizada con un faraón tan prestigioso
como Ramsés II.
Estos dioses estaban cercanos a los egipcios
en general, ya que las características (contradictorias y complejas) de la
personalidad humana: odio y amor, tristeza y alegría, calma y ansiedad, interés
y aburrimiento residen en todos nosotros y se manifiestan en diferentes
circunstancias, tal cual lo hacían en las divinidades.
Pero estos dioses no sólo eran
contradictorios, lo cual los hubiera hecho incompletos, ya que la necesidad de
orden, las ideas comunes que expliquen el por qué de las cosas y la guía de
principios superiores a los cuales tender, estaban presentes y representados
por otras deidades como Maat cuyo nombre representa la verdad, la justicia, la
ley y el orden cósmico, a la vez el orden político representado en el rey y el
orden social que compete a cada persona.
Esta diosa era más una regla moral a imitar
y seguir que una figura a quien adorar o pedir. Tal es así que el símbolo que
la representa es una pluma que se observa en las escenas del juicio del alma,
todo individuo debe comportarse de acuerdo a los principios de Maat, sea cual
sea su lugar en la escala social. Este concepto de diosa de la justicia y la
verdad de por sí incluye la idea del equilibrio, del justo medio al que hay que
tender. Esta antigua diosa se asociaba al dios Thot simbolizando ambos el
equilibrio universal - Thot, dios de la sabiduría, transmisor del saber a
través de la escritura de quien se lo consideraba inventor -.
Podemos citar también al dios Amón cuyo
nombre significa "el oculto" y tiene también como título "el que
mora en todas las cosas" y que luego fue considerado como dios del Sol
junto al antiguo Ra, dotado de un carácter personal benévolo, en cuyo honor se
fundó el templo de Karnak.
Maat es la personificación del orden
político, cósmico y de la equidad individual y se la identifica a menudo con el
ojo de Ra e hija de Atón.
Paralelo a los dioses animales, a los dioses
más abstractos corre la leyenda de Isis, Osiris y Horus, deificados en un
proceso continuo que los colocó entre los dioses más cercanos del culto popular
hasta exportarse a Grecia y a Roma, sobretodo las figuras de Isis y Osiris.
Podemos entonces citar a Rudolf Anthes cuando dice "Las cambiantes modelaciones y las
maneras liberales prevalecientes en la religión egipcia se equilibraban con su
característica tendencia al conservadurismo. Esto se prueba por el hecho de que
todo concepto mitológico una vez se probaba válido prácticamente, no se
abandonaba nunca". Lo cual nos sumerge en un mundo polifacético que
formaba parte primordial en el imaginario egipcio y en su vida cotidiana como
expondremos más adelante.
Los dioses y el faraón además de mantener
una ligazón indisoluble, simultáneamente se relacionan con el resto de los
habitantes de Egipto, ya que era una base fundamental de su religión el hecho
de que el faraón era un dios. Según surge de los rituales conocidos, el faraón
representaba a los dioses ante su pueblo de forma paralela a como representaba
a su pueblo ante los dioses. Cuando los ritos eran oficiados por el sacerdote,
ésto lo hacía como representante del faraón y sustituto suyo.
Por lo que podríamos decir que el faraón,
los dioses, los sacerdotes y el pueblo formaban un "ecosistema" que incluía
también otras especies animales y los elementos abióticos como el agua, la
tierra, el viento y las fuentes de la energía biológica cuya base es el sol. Si
bien esta palabra tiene su marco de referencia en las ciencias naturales
podemos traspolarla sólo en el sentido de que sus componentes dependen unos de
otros y de su equilibrio general; y esto se reflejaba en la mente de los
egipcios como un "sistema cognitivo".
¿Cómo podríamos entonces valorar a un
conjunto de dioses entre los cuales la mayoría era representada con formas de
animales o con cabezas de animales, situándolos con estos rasgos como modelos a
seguir?
Thot que era el prototipo de la sabiduría
aparece a veces en forma de babuino y otras en la de ibis. En iguales
circunstancias está el cánido Anubis, quien se ocupaba de los difuntos y de las
tumbas. El halcón Horus protegiendo al faraón en sus diferentes
representaciones; Nut, el cielo, se nos aparece en forma de mujer o de
hipopótamo que devora a sus hijos - las estrellas - que nacen y desaparecen al
atardecer.
Bastet -la gata- y Sekhmet -la leona-
conviven con Hathor -la vaca- en un conjunto de imágenes que el pueblo podía
ver en las paredes externas y las columnas de los grandes templos y palacios.
Quizás sea difícil imaginar con nuestra
mentalidad moderna una religión cuyos símbolos estaban tan presentes en la vida
cotidiana que llegaban a pertenecer a ella.
Tratando de revivir esta forma de relación
con los dioses podríamos pensar en un egipcio de cualquier condición social,
que es despertado todas las mañanas por su dios supremo y que es acompañado
todo el día por la luz que emana de él.
En las orillas del Nilo se paseaban los
ibis, el gato doméstico encarnaba las características de Bastet y no sería tan
extraño ver un halcón surcando el cielo para luego posarse en una rama tal cual
era representado muchas veces detrás de la cabeza del faraón. A esa cercanía
del reino de lo intangible, de lo supranormal y de los seres reales que
poblaban la vida de todos los días se podría agregar quizás la idea de que
estos dioses-animales en sus representaciones artísticas no reflejaban una raza
humana en particular.
Aquellos que invadieron Egipto o tomaron el
poder manteniendo la estructura política de los faraones y los dioses para sí,
no encontraron gran dificultad en identificarse con seres cuyos rostros no
pertenecían a una etnia determinada. Faraones de origen sudanés (raza negra),
hicsos (asiáticos), griegos (indoeuropeos) se sentaron en el trono de Narmer y
fueron protegidos por el Halcón sin que su aspecto físico resultara contrario
al de los dioses. Incluso el poder espiritual del faraón estaba en la serpiente
Uraeo y no en un dios representado según unas características raciales
fácilmente reconocibles.
Podemos agregar a esto el relativo
aislamiento geográfico del valle del Nilo que obligaba a quien tomara el poder
desde el extranjero a afincarse allí necesariamente y por lo tanto a
introducirse de lleno en la cultura sometida y a exponerse al rico acervo
artístico público y al funcionamiento diario de una religión que suponía una
práctica continua, perdiendo en parte los vínculos con su cultura de origen.
Nada más curioso que los sarcófagos de la época Ptolemaica, por ejemplo. En
ellos convive el culto egipcio de los muertos con retratos helenísticos de los
difuntos. Aún cuando la historia del Egipto Ptolemaico concluyó con la muerte
de Cleopatra, tras lo cual Octavio incorporó Egipto al Imperio Romano como una
provincia más, la masa del pueblo sobre todo siguió viviendo bajo los romanos
del mismo modo que en la época de los faraones y adorando a los mismos dioses.
Tuvo que llegar una nueva fe legitimadora de
un nuevo poder político con la eliminación de la clase sacerdotal y la
decadencia económica para que la cultura egipcia antigua desapareciera.
Por consiguiente, estos 3.000 años de
continuidad como civilización podrían en parte atribuirse a una sociedad que
pudo compartir un imaginario social cuya característica inclusiva y
conservadora de los valores ético-religiosos y sociales permitió que esta
estructura le diera un lugar a cada integrante de la misma y los proyectase a
un plano superior a la realidad material integrando sus vidas cotidianas a un todo que funcionaba
junto a los dioses y no por debajo de ellos. Tanto el hipopótamo del Nilo como
el faraón tenían un paralelismo en el universo cognitivo de cada egipcio que
poseía un valor trascendente y una relación funcional que no podía ni debía ser
separada.
En el exterior de los grandes templos el
pueblo admiraba durante las fiestas las magníficas representaciones del poder
temporal y espiritual en acción, junto a los símbolos (jeroglíficos) que los
sintetizaban y como surge principalmente de las tumbas tebanas, los grandes
dignatarios en su viaje al otro mundo se acompañaban de los pescadores,
campesinos, artesanos y de los animales y vegetales que sustentaron su vida
terrenal y ahora lo harían en el mundo de los difuntos.
Tal conciencia de la necesidad de unos y
otros para la supervivencia del todo parece un rasgo notable de la cultura
egipcia y su sistema de creencias generó probablemente los modelos de
comportamiento que según los principios del aprendizaje social mantuvieron las
conductas durante milenios a pesar de los avatares históricos comunes a todos
los procesos sociales.
Ésta es quizás, una contribución para
explicar el enigma de por qué la sociedad egipcia mantuvo su continuidad
cultural por un período tan largo de la historia mientras otras culturas la
perdieron en un lapso mucho menor ante la influencia de pueblos invasores o
crisis internas.
- Samuel Noah Kramer (y otros) - Mitologías del Mundo
Antiguo. - Plaza y Janés SA.
- M. Rostovtzeff - Roma. De los orígenes a la última crisis.
- EUDEBA.
- Albert
Bandura - Social Learning Theory. - General Learning Press.
- Enciclopedia El Ateneo. El hombre, su historia y sus
creencias. Tomo II. - El Ateneo editorial.
- La aventura de la Historia - Revistas Nos. 3, 13, 23 y 28.
-Arlanza Ediciones SA.
- Más Allá, Monográfico Nª 22. - JC Ediciones SA.
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