por DOUGLAS
SIMONET
Cuando me faltaba un año para recibirme
decidí hacer un curso intensivo de inglés, lengua que con mi segundo apellido
(Fletcher) debería dominar. En dicho curso, a partir de determinado nivel, los
alumnos debíamos hacer breves exposiciones sobre un tema a nuestra elección,
cuando tuve que hacer una de esas exposiciones, no me acuerdo como, cayó en mis
manos un ejemplar del “The National
Geographic Magazine” de noviembre de 1935 en el cual había un artículo
sobre el canal de Suez en el cual se decía que en tiempos de Seti y Ramsés II
(aproximadamente 1300 A.C.) los antiguos egipcios habían construido un canal
que unía el Nilo con el Mar Rojo, obviamente
hablé sobre este canal.
Más tarde leí sobre su existencia en “Historia de la Ingeniería” del Ing.
Enrique Chiancone (profesor de esta materia en la Facultad de Ingeniería,
materia que lamentablemente no existe más). Grande fue mi sorpresa al enterarme
que los egipcios se habían adelantado a Ferdinand de Lesseps en más de tres mil
años, pero no tuve una actitud crítica frente a ese hecho, quizá por la
seriedad de las fuentes o porque mis prioridades estaban lejos de analizar lo
que se decía que había sucedido.
Hace poco tiempo me pidieron que diera una charla
sobre el agua en la cual hice referencia a obras hidráulicas de la antigüedad
y, lógicamente cité al canal que unía el Nilo con el Mar Rojo.
Después de esta última charla, en la cual
hice algunas reflexiones sobre la importancia de dicho canal para el comercio,
me empecé a preguntar cómo era que el contacto entre oriente y occidente fue
tan escaso por esos tiempos pese a tener una comunicación marítima y comencé a
investigar más seriamente sobre el tema.
La historia que se cuenta es más o menos ésta:
aparentemente aproximadamente por el año 1950 A.C., bajo el reinado del faraón
Sesostris I (XlI Dinastía) existía una comunicación acuática que unía el Nilo
con el Mar Rojo por el Wadi Tumilat (una zona baja al oeste del delta del Nilo)
y los Lagos Amargos, no existe información de cómo fue construido, pero se
estima que estuvo operativo de forma intermitente hasta el siglo VII A.C., en
que fue abandonada su manutención debido a los trastornos políticos y la falta
de mantenimiento. De esta época son destacables las expediciones durante los
tiempos de la faraona Hatshepsut por el 1500 A.C. que hizo varias incursiones
al reino del Punt (probablemente Eritrea en la costa oriental de África sobre
el Mar Rojo).
Mas adelante, el faraón Necho (Necao), aproximadamente
por el 600 A.C. intentó reabrir este canal y pese a que sacrificó varias
decenas de miles de esclavos para la tarea, no la concluyó debido a consejos de
sus astrólogos.
Luego de la visita a Egipto por Darío (512
A.C.), éste continuó la obra de Necho y la construyó aún más monumental, el
canal tenía 45 metros de ancho y permitía el cruce de dos embarcaciones
simultáneamente, a la inauguración de la obra asistió el propio Darío y fue una
ceremonia grandiosa, la escuadra imperial navegó el canal en presencia del rey
para transportar a Persia los tributos de las provincias orientales y se
colocaron tres enormes estelas conmemorativas de granito rosado.
La reapertura del canal de Suez convirtió a
Egipto en el centro de la economía oriental. La conquista del valle del Indo y
su transformación en satrapía colocó a toda la economía india bajo el dominio
de Darío. La ruta marítima que unía directamente Persia, el Indo y las costas
de Arabia en el mar Rojo, y por éste a los puertos de Fenicia y de Jonia sustituyó,
en provecho de Egipto, a la antigua ruta terrestre de la India a Babilonia. A
partir de entonces la importancia económica de Mesopotamia decaería.
Durante la dinastía Tolemaica el canal fue
mejorado y modificado y Ptolomeo Philadelphus propuso hacer un canal por el
istmo, uniendo directamente el Mediterráneo con el mar Rojo, seguramente
pensando que no presentaría los problemas de aterramiento que tenía el antiguo
canal debido a los sedimentos transportados por el Nilo, pero fue persuadido por
sus asesores por la creencia que el nivel del Mar rojo era superior al del
mediterráneo y la unión causaría una gran inundación, creencia que se mantuvo
hasta el siglo XIX, incluso Napoleón fue convencido por su ingeniero jefe que
el Mar Rojo tenía un nivel diez metros superior al Mediterráneo.
Durante la ocupación romana, el emperador
Trajano que gobernó del 98 al 117 D.C. se preocupó en la construcción y mejora
de puertos, modificó el trazado, y mejoró la circulación de las aguas, el canal
por esos tiempos fue llamado Río de Trajano, pero en tiempos de Constantino,
finales del siglo lll D.C. el canal estaba aterrado y no era operativo.
Con la conquista árabe de Egipto en el siglo
VII el canal entra en la última etapa de su historia el canal fue abierto en el
invierno del 641-642 D.C. y estuvo operativo hasta finales del siglo VIII bajo
el nombre de “Canal del Comandante del Fiel”. En el 778 D.C. el canal fue
cerrado deliberadamente por el califa al-Mansour por razones militares.
Esta es, relatada de forma muy breve, la
historia del canal que unía el Nilo con el Mar Rojo, tal como, a mi entender
surge de la lectura de libros y artículos, pero no todos cuentan la historia de
esta manera, hay muchas dudas y opiniones respecto de este canal, lo cual es lógico
ya que hurgar en la historia de hace cuatro mil años no es algo tan sencillo,
no solamente porque es difícil la supervivencia de documentos y construcciones
tan antiguos, sino también porque en general las historias de esas épocas que
nos llegan son las historias oficiales que en general tienden a glorificar y
magnificar a los gobernantes de turno y todo lo que hicieron, más que brindar
una historia objetiva y si la documentación es de segunda mano, empieza a
funcionar el “teléfono descompuesto” introduciendo aún más ruido, si todavía
agregamos que esos documentos han sido escritos por alguien con una formación
cultural diferente, es lógico reconocer que la reconstrucción de lo sucedido en
épocas remotas es una aproximación, a veces grosera, de lo que verdaderamente
pasó.
Pero no todos dicen la historia como yo la
interpreté, incluso hay quienes la cuentan muy diferente, no todo el mundo
piensa que dicho canal existió desde el año 2000 A.C., por ejemplo, Posener
entiende que no fue sino hasta los tiempos de Necho en que se comenzaron las
obras, también Redmount señala que si bien los clásicos hablan de la existencia
de un canal en tiempos anteriores a Necho, en aquellos tiempos las regiones
centro y este del Nilo así como las de las adyacencias al Istmo de Suez tenían
una muy baja densidad de ocupación, por lo cual los costos de construcción y
mantenimiento excederían a los beneficios, agregando que también era posible
que la tecnología necesaria para construir y mantener operativo semejante canal
no estuviera operativa en esos tiempos.
Las razones esgrimidas son sólidas, con
excepción, a mi juicio de que la tecnología no estuviera disponible, en estas
cosas hay que respetar a los antiguos egipcios que se las ingeniaban para hacer
cosas asombrosas con los recursos que disponían. Pero es cierto que no
solamente las zonas indicadas por Redmount estaban deshabitadas, sino que
también como dos mil kilómetros de Mar rojo estaban casi desiertos (aún hoy lo
están) y con unas costas a la que desaguaban ríos intermitentes, no había mucha
cosa para conquistar, negociar o reabastecerse y la construcción de una obra de
esa envergadura seguramente consumiría excesivos recursos que nunca serían
recuperados y que se podrían utilizar en alguna otra cosa.
Los argumentos de Redmount y Posener, por
citar a dos egiptólogos que cuestionan la existencia del Canal de los Faraones
antes de Necho, son sólidos, pero creo que puede haber otras visiones para
analizar el hecho.
Por ejemplo la geología nos brinda una
información interesante, primero porque nos obliga a pensar que en otras épocas
la geografía no era exactamente como la conocemos, el clima pudo haber variado
con lo cual la temperatura ambiente, los caudales de los ríos, su cauce, etc.
pudieron haber sido bastante diferentes de lo que son ahora, esto es
especialmente importante en Egipto ya que si no fuera por el Nilo sería un
desierto, variaciones en el clima afectan los caudales del río, y también su
importante aporte sólido de nutrientes y por lo tanto a la economía de la
región. En tiempos no muy remotos el Mar Rojo y el Mediterráneo estaban unidos
por un Canal de Suez natural, movimientos tectónicos fueron elevando el
territorio en el golfo de Suez y deprimiendo el Mediterráneo, o sea que a
medida que esto sucedía este canal se cortó y la cabecera del Mar Rojo fue
retirándose hacia el Sur, esto sugeriría que los Lagos Amargos eran parte del
Mar Rojo en tiempos geológicamente recientes, por ejemplo hace cuatro mil años.
También las investigaciones sobre relatos
bíblicos proporcionan informaciones interesantes al respecto. A esa zona le han
dedicado mucho estudio, investigación y discusión porque por ahí fue que, según
la Biblia, Moisés cruzó el mar con los hebreos, que se abrió a su paso y luego
se cerró abruptamente para ahogar a los egipcios que los perseguían.
La Biblia habla de un Mar de Cañas
(papiros), que algunos identifican con el Mar Rojo, pero las cañas no crecen en
ambientes salinos, algunos sugieren que la cabecera del Mar Rojo (posiblemente
los Lagos Salados en esos tiempos) tuvieran algún tipo de conexión natural con
el Nilo de modo tal de transformar esa zona en un estuario y por lo tanto
presentar condiciones de salinidad adecuadas para el crecimiento de las cañas.
De estas últimas observaciones podríamos
concluir que en tiempos relativamente recientes un brazo oriental del Río Nilo
desaguaba en la Cuenca del Mar Rojo, es decir existía una unión natural entre
el Nilo y el Mar Rojo. Esta comunicación podría ser intermitente, dependiendo
de las crecidas anuales del río e incluso establecerse en crecidas
excepcionales, tampoco son de despreciar las mareas del Mar Rojo, que en Suez
tienen una diferencia de más de tres metros y se habría ido aterrando por los
aportes de sedimentos, la arena de las tormentas del desierto y por el ascenso
de la región de Suez, parecería que estos problemas de aterramiento fueron muy
importantes y dejaron al canal fuera de servicio por largos períodos por falta
de mantenimiento.
El hecho de una conexión acuática entre el Nilo
y el Mar Rojo no significa que ésta fuera navegable, incluso hay quienes
afirman que no todo el trayecto se hacía en barco, sino que en algún trecho los
desguazaban y transportaban por tierra.
Esta comunicación natural implicaría que
para unir el Nilo con el Mar rojo no era necesaria la excavación de todo el
canal, sino que quizá con la profundización de algunos tramos se podía lograr
la navegabilidad en toda su extensión y de esa forma los costos de esas obras
podrían exceder a los beneficios.
Aunque hay que considerar que los conceptos
de costos y beneficios de los antiguos egipcios pudieron haber sido muy
diferentes de los nuestros. Por ejemplo, la expedición marítima de la faraona
Hatshepsut al reino del Punt, muy promocionada en bajorrelieves de la época,
donde hasta se muestra la esposa del rey de Punt (una señora obesa,
probablemente con problemas hormonales) y de la cual existen registros
escritos, pese a que los faraones eran bastante manipuladores y poco veraces,
ese recuerdo seguramente obedece a un hecho histórico real y probablemente no
tuvo fines estrictamente comerciales y/o militares, sino que fue
fundamentalmente una demostración de poder para reafirmar su autoridad, ya que
su acceso al poder, debido a su sexo, era algo que sería cuestionado por más de
algún descendiente de faraón que se creía con derecho al trono.
O sea que aunque no se hubiera dispuesto de
una tecnología como para ejecutar una obra de la envergadura del canal, no
puede descartarse que existiera una vía acuática de comunicación entre el Mar
Rojo y el Nilo en tiempos de Hatshepsut y aún anteriores.
También merece un comentario el hecho que la
propuesta de Ptolomeo Philadelphus de unir el Mar Rojo con el Mediterráneo como
el actual Canal de Suez hubiese sido descartada por la creencia que el nivel
del Mar rojo era superior al del Mar Mediterráneo. Si Darío había construido un
canal desde el Nilo al Mar Rojo varios siglos antes, es evidente que hubo una
conexión entre el Mar Rojo y el Mediterráneo y nunca nadie habló de
inundaciones o sea que era claro que la diferencia de nivel entre ambos mares
era irrelevante. Se puede pensar que los asesores de Tolomeo eran de primera
línea y no deberían cometer errores tan groseros y que hubo alguna
circunstancia que los llevó a pensar de esa manera y ello podría explicarse
admitiendo que el canal de Darío tuviera esclusas. Igual concepto tenía el
ingeniero jefe de Napoleón dos mil años después y también fue un obstáculo para
De Lesseps, creo que este es un aspecto sobre el cual no se ha investigado lo
suficiente y que merecería una mayor atención.
Resumiendo, se podría decir que la
existencia del “Canal de los Faraones” en tiempos de Hatshepsut y aun
anteriores, no puede descartarse ni aceptarse, los argumentos de Posener y
Redmount en contra de su existencia soslayan el hecho que la geografía y el
clima cambian con los años (antes de la construcción de la Represa de Asuán el
delta del Nilo avanzaba cuatro metros por año y si miramos un mapa de Egipto
podemos observar una convexidad originada por la sedimentación del material
sólido aportado por el río) ya que hay presunción fundada de la existencia de
una conexión natural en tiempos remotos. Tampoco es aceptable el hecho que
porque en viejos papiros o en los bajorrelieves de templos egipcios muestren
flotas navegando por presuntos canales en busca de negocios y gloria, hay que
creerles, pienso que todavía habrá que investigar para llegar a una conclusión
definitiva de la existencia o no del canal en tiempos de Hatshepsut y parecería
que un conocimiento más profundo de la historia geológica de la zona sería uno
de los caminos a seguir.
Exodus Red Sea
Crossing Map Walter Reinhold Warttig Mattfeld y de la Torre, M.A. Ed.
Ancient Egypt:
Canals for navigation, The Wadi Tumilat and the "Canal of the Pharaohs",
Redmount, Carol
A.
Le
canal du Nil à la Mer Rouge avant les Ptolémées, Georges Posener,
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