EL PERIODISMO Y LA EGIPTOLOGÍA EN URUGUAY

 

 

 

EL PERIODISMO Y LA EGIPTOLOGÍA EN URUGUAY

 

 

por   JUAN JOSÉ CASTILLOS

 

Instituto Uruguayo de Egiptología

 

 

 

 

 

ENGLISH ABSTRACT – "Journalism and Egyptology in Uruguay" by Juan José Castillos – The evolution of the interest by Uruguayan journalists in ancient Egypt and how it has been reflected in many interviews with the author over the years in the local media (newspapers, radio, television) leads to a number of general comments on the ways in which such superficial and facile ways of dealing with the subject have done a very poor service to their readers, listeners or viewers in an effort to entertain them with dubious renderings rather than educate them with real facts and thoughtful approaches. Examples of other kinds of journalism elsewhere provide what in the author’s opinion are encouraging behaviours which should perhaps be studied and imitated for the benefit of all.

 

 

 

 

 

Hace muchos años en Uruguay eran más frecuentes, extensas e informativas las notas sobre historia antigua que se difundían en los órganos de prensa escrita locales, había espacio en sus páginas para extensos artículos sobre la historia de antiguas civilizaciones, América Precolombina, Egipto, Mesopotamia, China, India, Grecia y Roma, además de muchas otras culturas menos conocidas.

No es el caso de otros medios como la radio o la televisión, donde quizás por imperativos de tiempo y espacio, se tendió siempre a la brevedad y a la simplificación.

Un ejemplo notorio, entre otros quizás menos persistentes o conocidos, fue el Suplemento Dominical del desaparecido diario El Día, que aunque en su última etapa aparecía con una calidad de impresión sepia muy pobre, expresaba la cultura de un país que a través de sus consecuentes lectores posibilitaba la continuidad de tales esfuerzos. No pocos coleccionaron por muchos años dichos suplementos o por lo menos, los títulos que habían despertado mayor interés.

En el caso de la egiptología, si bien no se había fundado todavía nuestro Instituto y no existía ninguna referencia académica confiable sobre el tema en Uruguay, intelectuales y académicos uruguayos se referían con frecuencia al tema en sus escritos publicados en la prensa, recogiendo verazmente lo que habían leído en las obras de los arqueólogos extranjeros a medida que esos libros se publicaban y llegaban a sus manos.

Los periodistas no tienen que ser egiptólogos profesionales, pero contrasta la forma en que en los últimos años se entrevistaron en la prensa local a médicos, arquitectos, artistas o ingenieros con la que se abordó a egiptólogos uruguayos, que revelan no sólo en este caso la ignorancia básica del tema por parte del periodista sino la falta de un trabajo previo por lo menos de asesoramiento, que en los casos anteriormente nombrados sí procura información relevante y detallada antes de publicar esas entrevistas o noticias.

Es probable que esta disparidad se deba a que la egiptología es todavía considerada por muchos en Uruguay como una actividad para dilettantes y mentes ociosas, ansiosas de novedades exóticas, y no como la disciplina rigurosa y científica para recuperar en lo posible el pasado de ese país y de esa gran civilización, como es concebida en otras naciones de más prolongada y distinguida trayectoria cultural.

Desde la fundación de nuestro Instituto especializado, hemos repetido una y otra vez en las entrevistas con los medios que una de nuestras funciones y voluntad de servicio a la comunidad, aparte de la difusión cultural y la educación (formación de egiptólogos uruguayos), el mantenimiento de un pequeño museo y otras tareas culturales, es la de servir gratuitamente de asesores para la prensa y para el público en general sobre cualquier aspecto de la historia del antiguo Egipto faraónico. Quienes nos han consultado han recibido en todos los casos respuestas casi inmediatas y sin costo alguno para el interesado, aun cuando esas consultas conducían a veces a usos comerciales o lucrativos del tema.

Quizás porque la egiptología es vista por muchos en Uruguay como una disciplina exótica, muy poco relevante para el mundo actual, de muy escasa importancia para las vidas de la mayoría salvo como entretenimiento o fuente de aventuras en tierras lejanas, el rechazo a la idea de consultar a expertos locales ha sido y es casi universal y continuada por parte de los periodistas de nuestro medio, a diferencia de lo que ocurre en otros países.

Alguna de las posibles explicaciones para esta situación es una confianza ingenua por parte de periodistas en expertos egipcios en Egipto que o bien frecuentemente no entienden bien lo que se les está preguntando, problema de comunicación entre las partes por hablar habitualmente muy diferentes idiomas, por no importarle demasiado a la fuente lo que dirán luego periodistas de un pequeño, lejano y poco conocido país, más allá de los comentarios grandilocuentes sobre las maravillas de Egipto que favorezcan el turismo, o sencillamente por no conocer a fondo el tema con el nivel riguroso que se estudia en Europa o Norteamérica.

Debería hacer reflexionar a los periodistas locales que la mayoría de esos expertos egipcios consultados y citados casi como las divinas escrituras, fuera de toda discusión, efectuaron sus estudios de posgrado en egiptología en Europa o Norteamérica, adonde acuden con sus problemas cuando se les presentan dificultades de prospección y excavación, interpretación, conservación, museística u otros que rebasan sus posibilidades.

Un caso ilustrativo es el de un grupo de periodistas de un canal de televisión de Uruguay que realizó con los auspicios de la embajada egipcia local un viaje a Egipto donde filmaron las tomas habituales en este tipo de documentales. Cuando ese trabajo se transmitió, para nuestra gran desazón y vergüenza ajena, vimos que se decían en él grandes disparates, como por ejemplo, que en Egipto había todavía inundaciones regulares como en los tiempos antiguos, se confundía al profeta musulmán Mahoma con el gobernante del pasado reciente de Egipto Mohammed Alí y otros no menos escandalosos.

Poco después fuimos invitados por la embajada de Egipto local a una cena de agasajo al grupo viajero y con gran inquietud asistimos a ella procurando no crear problemas con comentarios adversos. Durante esa cena los viajeros se complimentaron unos a otros por el excelente trabajo realizado y sus respectivas trayectorias, ante todo lo cual guardé silencio.

Pero durante el café de sobremesa uno de ellos emitió la temida pregunta: "Y a usted, profesor, ¿qué le pareció el programa?". Respondí que las imágenes me habían parecido muy buenas, a lo que me pidieron más detalles y tuve que confesarles que se les habían colado muy gruesos errores históricos y de concepto. Se hizo un silencio y luego de mencionarles algunos, cambiaron de tema. Antes de irme le entregué mi tarjeta al autor del guión por si deseaba que después le diera más detalles, como experiencia a tener en cuenta para el futuro.

Cuando publicamos en la prensa una aclaración lamentando tales errores, el periodista autor del guión, muy famoso en nuestro medio, publicó una respuesta diciendo que yo era como una maldición de Tutankhamón para ellos, que habían trabajado mucho y no se merecían tal afrenta, que habían sido asesorados nada menos que por el Dr. Zahi Hawass, Presidente de la Organización de Antigüedades egipcia y que mis críticas se debían a despecho por no haber sido utilizado como asesor del proyecto.

De hecho, hubo una excepción anteriormente y fue una filmación efectuada en Egipto por otra periodista que había ya producido un muy elogiado documental sobre Japón, quien sí decidió consultar a nuestro Instituto para asesorarla sobre Egipto y como resultado ese proyecto tuvo sólo alguno que otro error menor. El asesor no fui yo, sino que designamos a uno de los docentes de nuestro Instituto en ese momento, Ricardo García, quien hizo un estupendo trabajo honorario, sin costo alguno para la realizadora.

Pero como dijimos ya, estos casos son la muy rara excepción, pues todos los demás periodistas uruguayos creen saber lo suficiente como para no necesitar asesoramiento o piensan que en Uruguay no hay nadie capaz de cumplir esa función.

Sin embargo, para ser justos, debemos mencionar que durante las dos décadas posteriores a la fundación de nuestro instituto, quizás cuando todavía era una novedad, fuimos entrevistados frecuentemente sobre la institución, sus propósitos, actividades y otros pormenores, o sea que durante los años 80 y 90 del pasado siglo gozamos de cierta notoriedad mediática que nos trajo numerosos interesados en participar de uno u otro modo en la construcción de la egiptología uruguaya.

Este interés cesó al comenzar el presente siglo. La explicación que el gerente de uno de esos órganos de prensa nos dio y que consideramos verosímil por la evolución que observamos en los medios en esa época, es que los espacios se reservaban prioritariamente para fines comerciales, noticias y otros de interés político, económico o social, con el consiguiente relegamiento de temas culturales que no fueran de interés masivo a su expresión mínima o a su eliminación lisa y llana.

A pesar de los beneficios institucionales y culturales que nos reportaron esas dos décadas de interés periodístico en la egiptología en Uruguay, pudimos notar a lo largo de los años la superficialidad de ese interés en la mayoría de los casos, sin que casi nadie de entre esos periodistas uruguayos que se consideran profesionales procurara ir más allá de las pirámides, las tumbas, Tutankhamón, maldiciones faraónicas y semejantes temas truculentos o simplistas.

Cuando procurábamos llevar la conversación a otros asuntos que considerábamos de mayor enjundia, tales como los vínculos existentes entre antiguos egipcios y uruguayos de hoy o sobre las lecciones que pueden aportarnos los tres mil años de civilización egipcia para poder enfrentar con éxito problemas contemporáneos, el tiempo, siempre muy limitado, se acababa y el público se quedaba básicamente con las inanidades que mencionamos más arriba.

También recuerdo que una de las preguntas más frecuentes era si yo tenía algún ascendiente egipcio o libanés, lo que sin duda le permitiría al periodista en cuestión comprender la causa de toda una vida dedicada al estudio de otra cultura distinta a la nuestra, para la que evidentemente no tendría sentido buscar motivaciones meramente intelectuales.

Un ejemplo particularmente embarazoso y hasta patético fue el título de una de esas entrevistas realizada por un periodista, escritor e intelectual uruguayo en el semanario El País Cultural, que se ocupaba de aspectos de la cultura con un énfasis en la crítica literaria. No se le ocurrió mejor título que: "¡Cuidado con las momias!". Y cuando al dueño y editor de un diario le señalamos errores en otra entrevista que nos hicieron nada menos que de mil quinientos años entre lo manifestado por nosotros y lo publicado, nos respondió con toda seriedad: "¿Y qué son mil quinientos años en una historia tan larga como la egipcia?".

Un día me atreví después de una entrevista a señalarle al periodista de turno que soñaba con el día en que me harían preguntas realmente originales e interesantes. Un tanto molesto mi interlocutor me preguntó cuales, por ejemplo, consideraba más relevantes o de mayor importancia informativa.

Le respondí con algunos ejemplos que en Uruguay, por lo menos a lo que a mí respecta, todavía duermen el sueño de los justos: por qué Egipto pudo mantener una continuidad cultural por más de tres mil años, tan insólita en la historia de la humanidad; cómo surgió la muy marcada diferenciación social en ese país o en otras palabras, cómo se las arreglaron los antecesores de los faraones para acceder a su privilegiada posición; el tratamiento del medio ambiente en esa época comparado con el nuestro actual, no en el sentido obsoleto del noble salvaje ecologista, desvirtuado en gran medida por descubrimientos hechos en las últimas décadas, sino en el de un respeto por la naturaleza, del que nosotros hoy en día carecemos por nuestro dominio tecnológico sobre ella; la ausencia de racismo en la antigüedad y entre los antiguos egipcios en particular; la debilidad inherente a sistemas sociales y económicos de enorme disparidad entre los habitantes. El periodista me miró como si lo estuviera tratando de engañar refiriéndome a otros temas.

En todos estos años hubo sólo tres instancias, una publicada en el diario El País de Montevideo, otra en el semanario Búsqueda y la tercera en el semanario Brecha que escaparon a esta superficialidad endémica, pero esta última antes de ser publicada sufrió reiteradas exigencias de recortes hasta ser reducida a una quinta parte de su extensión original, saliendo publicada al fin más bien como una versión telegráfica y muy escuetamente fundamentada del texto proporcionado que como un artículo normal.

Cuando periodistas uruguayos escriben libros, en general incurren en similares errores y omisiones, que preferimos pensar que se deben a una falta de voluntad de informarse exhaustivamente, como muchos de sus colegas de otros países hacen por ser parte esencial de su trabajo.

Hace unos años se publicó por parte de un diario y a cargo de un grupo de periodistas una enciclopedia cultural de Uruguay donde se procuraba nombrar y dar datos de casi todos los protagonistas contemporáneos de la cultura del país. Hacía ya más de veinte años de la fundación de nuestro instituto y de sus múltiples actividades culturales y educativas, que habían sido amplia y reiteradamente registradas en casi todos los medios de la prensa local. Ni una palabra se publicó en esa enciclopedia de la en ese entonces floreciente egiptología uruguaya, sorprendente omisión de la que ninguno de esos periodistas podía evadirse aduciendo ignorancia.

Otro periodista uruguayo, de larga trayectoria como crítico de cine en un importante diario de Montevideo, publicó respecto al reciente estreno de la pelicula "10.000 A.C." bajo el título en grandes caracteres:"Una aventura épica en los albores de la civilización" lo siguiente, en negrilla: "Por alguna rezón que habría que investigar, la Prehistoria de la humanidad no ha sido un tema frecuente en el cine. El próximo miércoles llega 10.000 A. C., una película dirigida por Roland Emmerich que busca cubrir esa carencia".

Qué bien, llevemos pues a los chicos al cine para ver cómo pudo haber sido la prehistoria de la humanidad, "en los albores de la civilización". Nuestros hijos podrán ver allí a mamuts viviendo (y lo que es peor, domesticados y ayudando a construir pirámides) en climas semidesérticos, algunas tribus reunidas atacando a un imperio capaz de construir enormes pirámides de piedra y derrotándolo fácilmente, esas mismas tribus (varios cientos o miles de hombres) vagando por el desierto sin rumbo, y sin evidencia de llevar consigo mucho alimento y agua, por muchos días y sobreviviendo milagrosamente, así como una perpetuación del mito hollywoodense de esclavos duramente azotados construyendo pirámides, entre otros absurdos históricos más que prehistóricos, que un periodista nos presenta según las palabras arriba mencionadas y sin alertar sobre la caricaturización del pasado de la humanidad que implica, algo así como ilustrar sobre el mundo de las finanzas con el ejemplo del tío rico McPato.

El intento más respetable hasta el momento en esta dirección, "La guerra del fuego" de Jean-Jaques Annaud, recibe de este periodista de larga trayectoria el breve comentario final de que "fue más seria pero menos divertida". Serán los maestros en las escuelas quienes deberán ahora explicar a sus alumnos porqué no figuran en los libros de texto los famosos mamuts africanos y cosas por el estilo. Después de todo, la responsabilidad de los críticos parece ser quedar bien con los distribuidores cinematográficos y defender al séptimo arte como mero entretenimiento aunque distorsione nuestras percepciones de la realidad histórica.

En un libro recientemente publicado por un periodista uruguayo sobre la idiosincracia nacional, se dedicaron muchas páginas, un capítulo entero, a la momia egipcia que se conserva y exhibe en un museo de Montevideo.

El autor de este libro se imagina a esta momia, si pudiera pensar ahora, añorando los camellos de su tierra, lamentablemente sería difícil que así pensara pues esos animales se hicieron comunes en Egipto sólo varios siglos después. Por lo menos el autor reconoce en esas páginas que esa momia ahora es parte de nuestro "acerbo" histórico y social, críptico comentario que indica quizás lo cruel que fue traerla de tan lejos a un país extraño.

Se menciona a varias personas, desde quien la compró y la trajo de Egipto a fines del siglo XIX hasta algunos de quienes la han estudiado en época más reciente, pero sin mencionar siquiera a quien lideró el primer equipo académico multidisciplinario que la publicó científicamente por primera vez en Europa, después de 80 años de oscuro anonimato internacional para una momia cuyo ataúd presenta interesantes particularidades.

Ese trabajo pionero que corrigió errores introducidos en información anterior que había llegado al museo donde se exhibía, que fue realizado en 1973 sin los beneficios de muchos de los avances tecnológicos modernos y que la hizo conocer en el mundo, fue confirmado treinta años después en todos sus aspectos por estudios más recientes incluyendo fechación por radiocarbono, sin embargo el libro ni menciona ni reconoce el aporte de esos primeros investigadores uruguayos, omisión injusta que podía haber sido evitada con una simple consulta al instituto de egiptología uruguayo que integramos, si la intención del periodista hubiera sido informar a sus lectores de forma fidedigna en vez de divagar sobre sus percepciones personales y reflejar tan sólo la información parcial a su alcance en ese momento.

Pero lamentablemente para quienes adoptan tal actitud que marca los límites de su idoneidad como periodistas o la de autores que obran con similar ligereza, esta actitud prescindente o desconfiada ante los expertos locales uruguayos en egiptología se extiende a otros ámbitos que incluyen a arqueólogos profesionales.

Uno de ellos publicó recientemente un libro sobre arte prehistórico en Uruguay donde intentó dar a sus lectores una idea de la contemporaneidad de algunas de esas obras con otras de diversas partes del mundo y en el caso de Egipto puso la iniciación de la construcción de pirámides allí mil años más tarde de la época real, junto a otras similares afirmaciones erróneas, lo que también podría haber sido evitado con una simple consulta telefónica al instituto que integramos.

Más grave aún es que cuando intentamos comunicar esos errores al autor, nos respondió impaciente y malhumorado que se lo habían dicho en un museo de EEUU y otras excusas igualmente poco creíbles.

Para mostrar cómo se practica el periodismo sobre estos temas en otros países podemos mencionar muchos ejemplos, pero para no extender excesivamente este artículo nos limitaremos a tres.

Desde hace varios años radios de EEUU que transmiten en español, en Miami y en Los Ángeles, nos han llamado por teléfono y entrevistado en vivo sobre noticias que tienen que ver con el antiguo Egipto, sobre nuevos descubrimientos o teorías de interpretación.

Aunque hay en EEUU múltiples otras fuentes autorizadas sobre el tema, museos y universidades, eligieron nuestra institución uruguaya quizás por parecerles que somos una fuente confiable en español. El hecho que repitieron varias veces las consultas, lo que ha continuado hasta el presente, indica que parecen haber quedado satisfechos con las respuestas que obtuvieron y que la mayoría de las veces no era la esperada por ellos.

La actitud adoptada por estos periodistas latinos en EEUU muestra una aspiración de filtrar determinadas noticias que les llegan de agencias internacionales utilizando la opinión de expertos en vez de simplemente resumir o leer textualmente tales noticias, a menudo desinformando involuntariamente al público, como ocurre habitualmente en Uruguay.

El segundo ejemplo tiene que ver con el VIII Congreso Internacional de Egiptología que tuvo lugar en El Cairo, Egipto en el año 2000. A poco de llegar para participar en él, fui convocado a una sala donde la BBC de Londres nos realizó a la Dra. Selima Ikram de Pakistán y a mí una entrevista de radio en la que se abordaron temas que se iban a tratar en ese Congreso, así como el porqué y significado de la egiptología en países tan distantes de Egipto como Pakistán y Uruguay. Pocas semanas después recibí en Uruguay una cinta con la grabación de la entrevista.

Hubo obviamente todo un trabajo previo del periodista de la BBC para interiorizarse de que tal evento iba a tener lugar, qué temas básicos trataría y otros detalles que sólo un periodista que practica su profesión con rigor y seriedad podía conocer.

Finalmente, el tercer ejemplo se refiere a unas Jornadas que se realizaron hace poco en Brasil donde un periodista de una radio local me entrevistó en portugués (yo respondí en español) sobre mis más recientes investigaciones sobre los orígenes de Egipto.

El periodista me preguntó sobre detalles muy pertinentes de las mismas y mis respuestas fueron difundidas luego por agencias internacionales hasta lugares tan remotos como el Cercano Oriente, India y el Sudeste Asiático, con el resultado sorprendente, al menos para mí habituado a la frecuente tergiversación o mala interpretación de mis dichos, de que lo transmitido, aunque dicho con otras palabras y hasta ampliando un poco lo declarado por mí, se ajustaba totalmente a mi pensamiento, lo que me hizo concebir un enorme respeto por el periodista brasileño que de tal forma seria, sobria y eficiente había captado las ideas básicas transmitidas sobre un tema del que no era especialista.

Son actitudes, unas sin duda el resultado de un arduo trabajo previo, un sincero deseo de reproducir fielmente los descubrimientos o las opiniones de otros en campos frecuentemente completamente ajenos al propio, una intención de rehuir lugares comunes y superficialidades y en otro entorno, el uruguayo, la generalizada ausencia de todo eso.

Conversando con un arqueólogo profesional uruguayo de todos estos temas pude recoger su opinión concordante y que abundó en similares ejemplos, de que todos estos testimonios y experiencias reflejan una creciente, y al parecer imparable, mediocretización cultural y académica en muchos ámbitos de nuestro país, una irresponsabilidad, arrogancia y soberbia generalizadas, tan prescindentes como infundadas, algo que aunque bastante deprimente, parece reflejar una realidad nacional que se afianza cada vez más en un país que conoció mejores épocas.

 

 

 

Referencias

 

J. J. Castillos, A late Egyptian mummy in the National Natural History Museum of Montevideo, Revue d’Égyptologie 28, 1976.

J. J. Castillos, Una momia egipcia de la Baja Época en el Museo Arqueológico Palacio Taranco de Montevideo, Montevideo, 1980.

J. J. Castillos, Eso-Eris, The wandering mummy, en H. Györy (ed.), Mélanges offerts à Edith Varga, Bulletin du Musée Hongrois des Beaux Arts, Supplément 2001, Budapest, 2001.

J. J. Castillos, Further remarks on the Montevideo mummy, Journal of the Serbian Archaeological Society 21, 2004.

Numerosas entrevistas al autor realizadas entre 1984 y 2000 en los diarios El País, La República, La Mañana, Últimas Noticias, El Diario, El Telégrafo de la ciudad de Paysandú y los semanarios Búsqueda, Brecha, El País Cultural, así como en los Canales 4, 5, 10 y 12 de televisión abierta de Montevideo y en las radios Carve, Centenario, Sarandí, SODRE, El Espectador y varias emisoras de Frecuencia Modulada locales.

 

 

 

"Ninguna persona se critica a sí misma por nada, por grandes que sean sus errores. La crítica es inútil porque pone a la otra persona en la defensiva, y por lo común hace que trate de justificarse. La crítica es peligrosa porque lastima el orgullo, tan precioso de la persona, hiere su sentido de la importancia y despierta su resentimiento. El mundialmente famoso psicólogo B. F. Skinner comprobó, mediante experimentación con animales, que premiando la buena conducta los animales aprenden más rápido y retienen con más eficacia que castigando la mala conducta".

Dale Carnegie

 

Como tengo demasiado respeto por los demás para intentar tratarlos como a animales, manifiesto mis críticas del mismo modo que las acepto con gratitud cuando debo recibirlas: de forma directa y sin dobleces o hipocresía, en la esperanza que si estoy en lo correcto, ellas resulten útiles a los destinatarios para ajustar sus pensamientos o acciones. Por lo menos ése es el espíritu que me anima y con el que he escrito este artículo.

 

 

 

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