CRÍTICA DE LIBROS

 

 

 

CRÍTICA DE LIBROS

 

 

"CUANDO SOPLA EL HAMSIN" por MERCEDES VIGIL

 

 

COMENTADO POR

JUAN JOSÉ CASTILLOS

 

 

 

 

En este libro Mercedes Vigil, que en el mismo es descrita como integrante de la Academia Nacional de Letras, Artes y Ciencias de Uruguay y autora de varias novelas históricas anteriores, nos lleva a la época de decadencia de uno de los grandes períodos de la civilización del antiguo Egipto, el fin del Antiguo Imperio, hace aproximadamente 4.200 años, en el que una médica relata una conspiración exitosa que pone fin a la vida de un faraón y la venganza posterior de su esposa y sucesora.

Los filólogos y los arqueólogos durante los últimos siglos han enriquecido notablemente nuestro conocimiento concreto y detallado del antiguo Egipto, y de muchas otras civilizaciones en otras regiones, enmendando y sustituyendo las leyendas y tradiciones casi siempre inexactas que escritores anteriores a Champollion trataban de vestir como historia fidedigna.

Pero ese logro imponente de la ciencia histórica moderna descartando todo lo místico y fantasioso que rigió la enseñanza de la historia egipcia antigua en occidente durante muchos siglos, no oculta el hecho fundamental que apenas poseemos una pequeña parte de la evidencia detallada y concreta que nos acerca a la realidad antigua, algo así como el esqueleto de un cuerpo vivo al que los escritores de ficción histórica le agregan, usando su imaginación, los detalles e incidentes que les parecen más probables o consistentes con lo que sabemos acerca de ese aspecto del pasado.

Del talento del escritor y de la seriedad de su esfuerzo por permanecer anclado al conocimiento real que tenemos, dependerá en cada caso el éxito en su intento por dar vida a ese pasado, a menudo muy lejano.

Mercedes Vigil muestra que se tomó bastante trabajo, como parece ser su costumbre, por adquirir conocimientos básicos de egiptología que hicieran creíble su historia, aún para quienes puedan estar familiarizados con el tema.

Se nota el talento de la autora quien elocuentemente nos lleva a conocer la peripecia vital de la protagonista y las características sociales y políticas de la época que está recreando, la mayoría de los datos que aporta sobre el antiguo Egipto son fidedignos y aún un lector reacio a la lectura de novelas históricas sobre el antiguo Egipto, por una serie de razones que no viene al caso consignar aquí, como quien escribe, se sintió atrapado y no pudo dejar de leer este libro hasta su predecible y trágico final.

En las últimas páginas la autora brinda una lista de los personajes principales de la novela, un glosario de términos afines a la lengua antigua del país y una extensa bibliografía para quienes deseen ahondar más en estos temas.

No queremos pecar de excesivo detallismo al señalar lo que consideramos algunos anacronismos y errores de concepto que el texto transmite, como por ejemplo en la página 58 la presencia de "pergaminos" en una biblioteca del Antiguo Imperio egipcio, en vez de los más probables papiros; en la página 60 el "Maä-kbe-rou", más correctamente quizás debería haber sido maa-kherou, o sea, justo de voz o justificado, pero un título que es frecuente en un contexto funerario, al haber pasado exitosamente el difunto el juicio ante los dioses en el más allá y no un sabio viviente que "ha accedido a todos los secretos de la morada del ba"; frecuentemente se mezclan en el texto palabras de origen árabe con otras de la lengua antigua del país, lo que puede generar confusión, hubiera sido quizás preferible la coherencia de usar una u otra lengua solamente; en la página 62 la mención del número de signos jeroglíficos egipcios como que "no daría la vida" para aprenderlos, lo que no es correcto y quizás más apropiado para la escritura china, no egipcia, pues los signos que conocemos de esa época no son más de 700 y cualquier joven estudiante de egiptología hoy en día aprende a reconocerlos todos bastante temprano en su carrera; en la página 92 el evidente anacronismo de mostrar a un egipcio de tan remota época tratando de fabricar oro a partir de otras sustancias, una preocupación de los alquimistas de muchos siglos después pero superflua en un Egipto con abundancia de oro extraído de minas o adquirido mediante comercio con el sur; en la página 170 se menciona a Nitocris como la primera mujer en ocupar el trono en el antiguo Egipto, lo que no parece correcto pues ya en la Primera Dinastía, muchos siglos antes, una reina Meryet-Nit es mencionada como tal; en la página 184 se mencionan festividades del dios Amón en Tebas, a las cuales asistía el faraón en persona, pero que corresponden a una época muy posterior ya que ese dios en el período a que esta novela pertenece era una divinidad insignificante, tal como lo dice claramente uno de los propios libros de mitología que la autora cita en la bibliografía; la extensa cita del texto muy posterior de la "sabiduría" de Hermes Trimegisto puesto en los labios de un egipcio del Antiguo Imperio, sin que haya precedente alguno ni remotamente parecido en la literatura antigua contemporánea de Egipto, pero que sin duda miembros de modernas "fraternidades", no demasiado preocupados por anacronismos o por la verosimilitud histórica, hallarán muy de su gusto.

En los agradecimientos la autora cita al Dr. Zahi Hawass, Presidente del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, a otra egiptóloga egipcia y a diversas personalidades que sin duda hicieron más fácil su labor.

Recordamos que cuando la autora nos visitó hace algunos meses para consultarnos sobre algunos aspectos del tema, nos pusimos a su disposición para asesorarla y aún leer su manuscrito para colaborar con algunas posibles sugerencias, lamentamos que no estimó oportuno aceptar nuestro ofrecimiento gratuito y totalmente desinteresado que podría haber quizás evitado estos y otros pequeños errores.

Agradecemos el gentil envío por parte de la autora de un ejemplar de cortesía de su obra, tal como prometiera hacerlo en aquella oportunidad.

Resumiendo, nos parece que para quienes gusten de este género y no sean demasiado detallistas, la lectura de este libro puede ser muy disfrutable y en general, ilustrativa sobre una época de la que desgraciadamente sabemos menos de lo que muchos de nosotros desearíamos.

Lamento, sin embargo, haber comprobado por medio de entrevistas a los medios de difusión masiva concedidas por la autora, que habiendo admitido no ser egiptóloga sino una escritora, haga afimaciones tan tajantes como erróneas referidas al antiguo Egipto en esas entrevistas, procurando quizás apoyar a ciertas fraternidades, afirmando cosas inexactas, como ya vimos algunas más arriba, con lo que excede las atribuciones que tiene como autora de ficción, incursionando en terrenos para los que no tiene ni los conocimientos ni la formación necesaria, con lo que contribuye a desinformar al público que la oye o lee, algo que me parece audaz y desaprensivo. Otros autores como Christian Jacq, que sí tiene una formación como egiptólogo, no dicen tales disparates y da pena que otros no sigan su ejemplo.

 

 

 

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