14  -   ESTUDIOS CUANTITATIVOS DE CEMENTERIOS PREHISTÓRICOS

 

por   JUAN JOSÉ CASTILLOS

 

 

ENGLISH ABSTRACT

Modern historians rely more every day on quantitative evaluations of the data they study because the more subjective traditional qualitative estimations usually lead to inaccurate interpretations and are insufficient to convey a reliable view of a historical event which we get to know through very incomplete information.

When we are dealing with prehistoric events, where documentary evidence is lacking, the need to use more refined methods to organize the available information is much greater.

In this paper the author describes the method he used to analyze about 8.000 prehistoric Egyptian tombs and the new conclusions that he could draw from previously published evidence on the social evolution of these early communities.

 

(Trabajo leído en el IX Congreso Nacional de Arqueología, Colonia, Uruguay, 1997)

 

INTRODUCCIÓN

Por muchos años ha sido algo socialmente aceptable declarar no tener aptitud para los números o, más específicamente, para las matemáticas (1). En opinión de muchos, algunos aspectos de la actividad intelectual humana tales como el arte, la literatura y también la historia, no eran cuantificables y se debían cultivar e interpretar mediante otros procesos mentales a los que las matemáticas eran y debían ser, ajenos.

Las explicaciones de los cambios en la historia y la visión que se transmitía de la vida y la cultura de antiguos pueblos fue durante muchos siglos de índole intuitiva y especulativa, basada en los relatos poco confiables de cronistas contemporáneos (2).

Con el nacimiento de la arqueología moderna y el descubrimiento de la prehistoria a fines del siglo pasado, ese tipo de aproximación condujo a graves errores que por décadas fueron enseñados como una visión fidedigna de la evolución de la humanidad (3).

Representantes de potencias colonialistas de la época difundían con entusiasmo teorías basadas en la concepción de pueblos civilizadores que irrumpían por doquier para sacar a otros del atraso y la barbarie y brindarles las "bondades" de su cultura, recogiendo en el proceso la recompensa económica que de buena o mala gana los conquistados debían entregarles.

Quizás de esta forma pensaban que otorgaban cierta legitimidad a las acciones de sus países en el resto del mundo, depredación que alcanzaría su punto más bajo con el tráfico de esclavos africanos y el exterminio de gran parte de los indígenas americanos (4).

El difusionismo tuvo también gran auge y aunque todo apuntara a la evolución cultural propia de un pueblo, siempre se encontraba un supuesto lugar de origen, por más remoto e improbable que éste fuera (5).

Esta escuela de pensamiento perduró hasta hace pocos años, ya que aún en la década de los '60 del presente siglo encontramos autores de sólida reputación académica hablando de una "raza dinástica" que habría aportado a Egipto el comienzo de la civilización (6).

En fecha tan reciente como 1970, una distinguida especialista sostuvo en una de sus últimas publicaciones (7) que en base a sus investigaciones, los reyes prehistóricos de Egipto anteriores a la unificación del país, habían sido en realidad mujeres, grandes reinas regionales tal como lo revelaba el rico ajuar funerario de algunas tumbas predinásticas.

Estudios posteriores permitieron comprobar que se trataba de conclusiones superficiales y subjetivas, carentes del más mínimo respaldo por parte de la evidencia arqueológica contemporánea (8).

Por fortuna, principalmente en la segunda mitad del presente siglo, la necesidad de manejar estimaciones cuantitativas de distintos aspectos de la vida y la cultura de antiguas comunidades, en especial las prehistóricas, se hizo evidente ante la esterilidad de los esfuerzos en el marco interpretativo tradicional para avanzar en la comprensión del pasado (9).

Mediante una oportuna y cautelosa aplicación de métodos cuantitativos al análisis y la interpretación de la realidad histórica no sólo se pudieron desvirtuar errores muy arraigados sino que se logró también obtener valiosa información de yacimientos arqueológicos poco prometedores de acuerdo a la óptica tradicional (10).

Así como la antigua aproximación cualitativa y especulativa se ha desprestigiado, algo similar ha ocurrido con intentos exagerados de reducirlo todo a números, tal como ha acontecido con modelos de interpretación que han confundido la mera posibilidad de que un hecho histórico haya tenido lugar con una certeza. En esos casos se pierde de vista el hecho de que los estudios cuantitativos deben considerarse como un auxiliar invalorable en la labor de arqueólogos e historiadores pero sin asumir un protagonismo que los ponga en conflicto por sí solos con la realidad histórica establecida en base a otras fuentes de conocimiento (11).

Los supuestos descubrimientos revolucionarios que algunos matemáticos, geólogos o astrónomos mediante el cultivo de sus disciplinas declaran haber realizado en sus estudios del emplazamiento, estructura y disposiciones de antiguos monumentos son un ejercicio gratuito de la imaginación si no cuentan con el respaldo de nuestro conocimiento global de los logros y nivel de desarrollo cultural del pueblo que los construyó (12).

Habiendo expresado estos comentarios preliminares, quisiera referirme a continuación al entorno que motivó nuestro estudio.

Hacia 1970 nuestro conocimiento del Predinástico egipcio, importante período en el que tomaron forma las principales características que habrían de diferenciar a este pueblo de sus vecinos, estaba en gran medida estancado en el estudio a grandes rasgos que hasta ese momento se había efectuado sobre las principales culturas que se sucedieron en Egipto aproximadamente entre los años 5000 y 3000 antes de nuestra era (13).

En la primera mitad del siglo XX se excavaron muchos cementerios y algunos lugares de habitación pertenecientes a esas culturas, con el resultado de que alrededor de 15000 tumbas pertenecientes al Predinástico egipcio pudieron ser identificadas (14).

A causa de la incompetente y en muchos aspectos deficiente publicación de esos yacimientos arqueológicos, pudimos rescatar en forma más o menos completa información perteneciente solamente a unas 8000 tumbas, con las que realizamos a partir de 1975 un estudio cuantitativo con la finalidad de establecer algunos aspectos de la evolución social de esas tempranas comunidades (15).

Los resultados obtenidos después de 22 años de trabajosa investigación constituyen el tema de esta ponencia.

 

MÉTODO GENERAL

Los cementerios, principal fuente de información para nuestro proyecto, fueron integrados a fichas individuales para cada tumba en las que constaban su número o código de identificación, su condición en el momento del hallazgo (intacta o violada), su forma geométrica, sus dimensiones, (largo, ancho y profundidad), el número de ocupantes, su sexo y edad aproximada, la orientación del cadáver con respecto a los puntos cardinales, la cantidad de objetos depositados en la tumba como ajuar funerario y la presencia o ausencia de un ataúd (16).

Para los fines de nuestro estudio, procuramos en todo momento establecer pautas en base a las tumbas intactas, pero luego, ante su reducido número, ya que el robo de tumbas es quizá una de las más antiguas profesiones humanas, incluimos las sepulturas violadas con la condición de que tal información concordara con la obtenida a partir de las primeras.

Como por lo general cada cementerio había sido utilizado por un largo período y sus tumbas pertenecían a varias culturas sucesivas, nuestra primera meta fue clasificar cada sepultura asignándola siempre que ello fuera posible, a uno de esos períodos, los que de acuerdo a las diversas nomenclaturas utilizadas por los egiptólogos se pueden dividir en Predinástico Temprano (Fayum, Merimde, Tasa, Badariense), Predinástico Medio (Amraciense, Naqada I), Predinástico Tardío (Gerzeense, Naqada II) y Protodinástico (Semainense, Naqada III, Dinastía 0, primeros reinos regionales).

Los valores obtenidos para cada período en cada cementerio fueron organizados para su evaluación posterior en lo que denominamos información individual (por ejemplo, en un total de N tumbas, X estaban ocupadas por hombres, Y por mujeres y Z por sub-adultos y sus porcentajes respectivos sobre el total de sepulturas que contenían tales datos) y en comparaciones binarias, en las que establecíamos, por ejemplo, cuantas tumbas contenían hombres, mujeres o sub-adultos enterrados en un ataúd, etc, incluyendo en estas comparaciones las variables correspondientes a cada tumba tomadas de a dos con la finalidad de detectar posibles prácticas tales como la asociación de mujeres con ataúdes o de hombres con una orientación del cadáver determinada.

Ante la ausencia de criterios que nos permitieran conocer qué entendían los antiguos habitantes prehistóricos de Egipto por una tumba pobre o rica o qué consideraban ellos que era una sepultura de grande o pequeño tamaño, y debido a que la evaluación corriente que intenta asignar mayor o menor importancia a uno u otro objeto funerario es en gran medida subjetiva y por ello, de dudoso valor, tuvimos que efectuar algunas clasificaciones arbitrarias que si bien no pueden ser por su propia naturaleza precisas, brindaban un patrón comparativo primario.

Para ello, determinamos las dimensiones máxima y mínima de largo, ancho y profundidad para cada cementerio, subdividimos cada uno de estos valores en tres partes iguales, estableciendo así tres intervalos de tamaño que llamamos A, B y C. De este modo cada tumba en cada cementerio independientemente de otros sitios arqueológicos, podía catalogarse de grande, mediana o pequeña, para fines comparativos.

Con respecto a la riqueza de las tumbas y basados en el hecho que relativamente pocas contenían muchos objetos depositados en ellas como ofrendas funerarias, establecimos que aquellas que contenían 10 o más objetos podían considerarse ricas y las demás como pobres, para utilizar como criterio comparativo general.

El siguiente paso consistió en establecer la distribución espacial de las tumbas más grandes y ricas en los cementerios con el propósito de establecer posibles asociaciones entre ellas y su evolución en el tiempo. Para ello se identificaron y se marcaron tales tumbas en los planos publicados por los excavadores en cada caso (17).

A continuación, nos propusimos determinar los promedios de volumen de las tumbas y riqueza en objetos para cada sitio arqueológico en el Egipto Predinástico para comprobar si había tenido lugar un desarrollo continuo y lineal en el tiempo o si un panorama más complejo nos obligaba a reconsiderar algunos de los conceptos establecidos a partir de otros criterios por otros investigadores sobre la evolución de las culturas en este período (18).

Finalmente, y como los promedios pueden a veces ser engañosos y ocultar serias discrepancias internas en la información para cada cementerio, procedimos a determinar la distribución por tamaño, es decir, volumen, de las tumbas de cada cementerio, presentando los resultados bajo la forma de histogramas (19).

 

CONCLUSIONES

El estudio de la información generada por el método que acabamos de describir permitió extraer una serie de conclusiones nuevas sobre las culturas predinásticas de Egipto (20).

En primer lugar, si bien el cuadro general corroboraba la impresión unánime de los egiptólogos de que había tenido lugar una evolución constante y continua durante todo el Predinástico, las tablas que obtuvimos indicaron que grandes cambios tuvieron lugar en el Predinástico Medio (Amraciense o Naqada I) consistentes en una mayor estratificación social; una modificación sustancial en la orientación de los cadáveres que puede indicar cambios en las creencias religiosas; una marcada disminución en los porcentajes de sub-adultos en los cementerios, quizás reflejo de mejores condiciones de vida y menor mortalidad infantil; la aparición de ataúdes de madera que comienzan a reemplazar a las simples esteras en que se envolvían los cadáveres anteriormente; las tumbas progresivamente se van haciendo rectangulares sustituyendo poco a poco los simples óvalos u hoyos primitivos; su tamaño promedio aumenta también así como la riqueza del ajuar funerario tanto en el número como en la diversidad y la calidad de los objetos que lo integran; además de muchos otros factores que apoyan este cuadro evolutivo, que por primera vez aparece en la literatura especializada a partir de nuestros trabajos.

Con respecto a la orientación de los cadáveres, este estudio permitió comprobar que el criterio fundamental fue el curso del río Nilo en cada región, especialmente en el Alto Egipto, más que los puntos cardinales determinados por el movimiento de los astros (21).

En lo que respecta a la estratificación social, las tablas muestran que las distribuciones en general igualitarias en el tamaño y la riqueza de las tumbas del Predinástico Temprano fueron sustituidas por una distribución diferente en el Predinástico Medio, consistente en una multitud de sepulturas pequeñas y pobremente dotadas contrastando con un reducido grupo de grandes y ricas tumbas, ocupadas por miembros privilegiados de sus respectivas comunidades (22).

El estudio de la distribución espacial de las tumbas en los cementerios confirmó el acercamiento físico progresivo de las tumbas grandes y ricas entre sí en el tiempo, como si hubieran querido sus ocupantes continuar en el más allá los vínculos sociales que los ligaban en vida (23).

La evaluación de la evolución general de los promedios de tamaño y riqueza de las tumbas para cada cementerio permitió constatar que esos valores fueron incrementando en el tiempo todo a lo largo de Egipto, conclusión que se confirmó con el cálculo de la distribución del tamaño de las tumbas.

Estos resultados, que en general se presentan como un cuadro evolutivo sin grandes puntos de discontinuidad, contenían algunas anomalías que lejos de complicar la interpretación global, como en un principio pudo parecer, permitieron determinar la localización de los probables centros de máxima expresión de cada una de las culturas predinásticas egipcias, pues en cada una de esas regiones dicha cultura presentaba valores exageradamente altos, en contradicción con los correspondientes a la misma cultura en otras partes, o sea, lo que podríamos llamar, su comportamiento "normal" (24).

Finalmente, una situación que resultaba inexplicable (una aparente similitud en los tamaños promedio de las tumbas en el yacimiento de Naqada para el Predinástico Medio y Tardío), se aclaró al comparar dichos valores con los histogramas de distribución. Allí se pudo comprobar que los promedios no brindaban en ese caso una imagen fidedigna pues una tumba excepcional, de grandes dimensiones, exageraba los valores promedios correspondientes al Predinástico Medio. Prescindiendo de tal valor extremo, el resto de las tumbas mostraban la misma relación evolutiva de menor a mayor verificable en otras regiones de Egipto (25).

Quisiéramos decir antes de concluir que este tipo de estudio es válido para Egipto donde a lo largo de los milenios de su pasado faraónico se verificó una y otra vez que los habitantes del país procuraban reproducir en sus cementerios la situación social observable en el mundo de los vivientes, lo que hacía aceptable su extensión hacia atrás en el tiempo, con lo que de hecho, probamos que muchas de las prácticas funerarias, concepciones religiosas y organización social de la época histórica se habían originado mucho antes de la Primera Dinastía.

Un arqueólogo del futuro que pretendiera de este modo evaluar las prácticas funerarias y la organización social de los habitantes de Arabia Saudita hoy en día, llegaría a la conclusión errónea de una relativa igualdad social a partir de las tumbas de los musulmanes actuales que no diferencian mayormente los sepulcros de acuerdo al status de los individuos en vida. Tal deducción incorrecta sería corregida de inmediato al compararla con las evidentes desigualdades constatables en las viviendas contemporáneas de los ocupantes de esos cementerios, con lo que queremos decir que ambos estudios, cementerios y lugares de habitación, deben considerarse en forma paralela para obtener un cuadro fidedigno de la organización social en cada época, además de otra evidencia relevante que determine el curso de la investigación (26).

En el caso del Egipto Predinástico, contamos por ahora prácticamente sólo con la evidencia de índole funeraria, pero el incremento notable de la actividad arqueológica reciente para procurar restablecer el equilibrio y enriquecer nuestro conocimiento sobre las ciudades y aldeas prehistóricas, nos permite mirar hacia el futuro con optimismo.

En los últimos años varios colegas se han referido positivamente en sus publicaciones respecto a nuestro trabajo y sus resultados, lo que representa un aliciente para que continuemos por este camino (27).

Esperamos que el método empleado por nosotros en este proyecto y los resultados obtenidos alienten a colegas trabajando en un similar entorno en otras regiones del mundo a adaptarlo a sus necesidades para así enriquecer su comprensión de la evidencia arqueológica que han expuesto y que por medio de estos estudios puede manifestarse de forma más categórica y elocuente.

 

NOTAS

( 1) - R. Drennan, "Statistics for archaeologists", New York, 1996, p.VII.

( 2) - R. Floud, "Métodos cuantitativos para historiadores", Madrid, pp. 15-20.

( 3) - F. Hole y R. Heizer, "Prehistoric Archaeology", New York, 1977, pp. 59-65.

( 4) - D. Brown, "Bury my Heart at Wounded Knee", New York, 1970; D. Mannix, "Black Cargoes: a History of the Atlantic Slave Trade", New York, 1962; J. Steward y L. Faron, "Native peoples of South America", New York, 1959; C. Verlinden, "The beginnings of modern colonization", New York, 1970; J. Wilbert, "Survivors of Eldorado", New York, 1972.

( 5) - L. Mair, "An introduction to social anthropology", Oxford, 1968, pp.17-18.

( 6) - W. Emery, "Archaic Egypt", Harmondsworth, 1961, pp. 38-40.

( 7) - E. Baumgärtel, "Petrie's Naqada excavation: A supplement", London, 1970, p. 6.

( 8) - J. J. Castillos, "An analysis of the tombs in the Predynastic cemeteries at Naqada", Journal of the Society for the Study of Egyptian Antiquities (JSSEA), Toronto, Canadá, 1981, Vol. 11, No. 2, pp. 97-106.

( 9) - R. Chapman y K. Randsborg en "The archaeology of death", Cambridge, 1981, pp. 1-24; B. Fagan, "Introductory readings in archaeology", Boston, 1970, pp. 201-233.

(10) - O. Myers, "Some applications of statistics to archaeology", El Cairo, 1950.

(11) - R. Floud, op. cit., pp. 18-19.

(12) - J. Alvarez López, "Física y creacionismo", Buenos Aires, 1950; G. Hawkins, "Stonehenge decoded", New York, 1965; R. Schoch, "Redating the Great Sphinx", KMT, San Francisco, Vol. 5, 1994.

(13) - E. Baumgärtel, "The cultures of Prehistoric Egypt", 2 Vols.; Oxford, 1955- 1960; M. Hoffman, "Egypt before the Pharaohs", New York, 1979; J.Vandier, "Manuel d'archéologie Egyptienne", Vol. I, París, 1952.

(14) - W. Kaiser, "Zeitschrift für ägyptische Sprache", Vol. 81, 1956.

(15) - J. J. Castillos, "An analysis of the tombs in a First Dynasty cemetery at Sakkara", (JSSEA), Toronto, Canadá, Vol. 6, 1976; "Análisis de algunas costumbres funerarias en Egipto en los períodos Predinástico y Arcaico", Revista de la Sociedad "Amigos de la Arqueología", Montevideo, Tomo XVII, 1978, pp. 141-147.

(16) - J. J. Castillos, "A reappraisal of the published evidence on Egyptian Predynastic and Early Dynastic cemeteries", Toronto, 1982.

(17) - J. J. Castillos, "A study of the spatial distribution of large and richly endowed tombs in Egyptian Predynastic and Early Dynastic cemeteries", Toronto, 1983.

(18) - J. J. Castillos, "Remarks on the effort-expenditure principle applied to the study of prehistoric burials", Proceedings of the XIII Congress of the International Union of Prehistoric and Protohistoric Sciences (IUPPS), Forlì, Italia, 1996; "New data on Egyptian Predynastic cemeteries", Revue d'Égyptologie, Vol. 48, 1997.

(19) - J. J. Castillos, "Tomb size distribution in Egyptian Predynastic cemeteries”, Discussions in Egyptology 40, 1998.

(20) - J. J. Castillos, "Evidence for the appearance of social stratification in Predynastic Egypt", Proceedings of the VII International Congress of Egyptologists, Cambridge, 1995.

(21) - Ver también, además de mis publicaciones citadas, O. Myers, "Cemeteries of Armant I", Vol. I, London,1937, p. 10; S. Hendrickx, "The late Predynastic cemetery at El Kab (Upper Egypt)" en "Origin and early development of food-producing cultures in North-Eastern Africa", Poznán, 1984, p. 225.

(22) - J. J. Castillos, "Analyses of Egyptian Predynastic and Early Dynastic cemeteries: Final conclusions", (JSSEA), Toronto, Canadá, 1982, Vol. 12.

(23) - J. J. Castillos, "A study of the spatial distribution...", Plates V-VII.

(24) - J. J. Castillos, "Tomb size and funerary offerings", Tablas 2a y 2b.

(25) - J. J. Castillos, "Tomb size distribution...", Histogramas 30-35.

(26) - P. Ucko, "Ethnography and archaeological interpretation of funerary remains", World Archaeology, Vol. 1, No. 1, 1969, pp. 262-280.

(27) - K. Bard, "From Farmers to Pharaohs", Sheffield, 1994; W. Griswold, "Measuring social inequality at Armant" en "The Followers of Horus", Oxford, 1992, p. 192; B. Midant-Reynes, "Préhistoire de l'Egypte", Paris, 1992, p. 164; T. Wilkinson, "State Formation in Egypt", Cambridge, 1996, p. 27.

 

 

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