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- EGIPTO, LA CUNA
DE
LA INMORTALIDAD
por CARLOS FERREIRA
Dedicado
a los hombres que construyeron la cultura del antiguo Egipto, el país de la
tierra negra y blancas arenas, el lugar de origen de nuestra
civilización...
PRÓLOGO
La
religión en el antiguo Egipto es uno de los temas que a opinión del común de la
gente, ha sido más abordado por los investigadores y eruditos dedicados al
estudio del pensamiento religioso de la antigüedad.
Afortunadamente
para todos los interesados en los aportes que esta ancestral cultura puede
otorgar al conocimiento de la historia, aquella tierra conserva un inmenso
legajo arqueológico cuyos "tesoros" ocultos bajo las arenas del cálido desierto
africano, aún hoy no dejan de asombrarnos.
Egipto
es la historia viva del pasado, y no se puede concebir la vida en aquel mundo,
sin intentar indagar en la verdadera importancia que para los antiguos egipcios
tenía la búsqueda de la inmortalidad.
Su
entrañable sueño de eternidad les permitió elaborar poco a poco una cosmovisión
verdaderamente sin precedentes en la historia de los pueblos
antiguos.
¿Por
qué sentían la necesidad de rendir culto a misteriosas fuerzas invisibles
presentes en la naturaleza, o por qué el hombre egipcio se niega a fenecer, y
para eso elabora en vida, doctrinas, medios y artificios que le permitan
congraciarse con sus divinidades? Aún sigue siendo nuestra gran
pregunta.
La
extensión y complejidad indiscutida del tema, me ha llevado a establecer un
punto específico a analizar, dentro de ese inmenso mar que es la religión
egipcia.
El
tema específico es la búsqueda de la inmortalidad y
por consiguiente su influencia en la vida de los hombres y mujeres que
pisaron aquellas "fascinantes" tierras.
La
clave para el análisis respetuoso del tema es simple: un corazón receptivo y una
mente abierta al análisis profundo.
Mucho
se ha hablado sobre Egipto, y más aún se dirá en el
futuro.
Pero
la verdad que la mayor parte de los investigadores hallan al final del camino
irremediablemente es, que toda la historia de la humanidad está colmada de
nebulosas muy difíciles de dilucidar debido a la carencia de elementos concretos a
analizar.
Así
entonces, la Historia debe valerse de la ayuda de la Arqueología y otras
ciencias, para al fin conectar
hecho con hecho como si fuera un gran puzzle que le permita al
investigador reconstruir después de
largas horas de trabajo y desvelo, situaciones acaecidas allá lejos en la noche
de los tiempos y hacerlas comprensibles para la mente de nuestro siglo.
Esto
no significa que con ese fin, cualquier investigador esté obligado a indicar con
precisión el punto exacto donde ha
nacido una leyenda, más aún, si nos adentramos en el campo de la mitología y la
especulación religiosa.
Pero
es necesario también reconocer que en las ciencias históricas, como en tantos
otros campos de investigación,
pueden encontrarse conjeturas muy poco probables si se tiene en cuenta
las lagunas y oscuridades de las fuentes documentales, máxime si estas últimas
brillan por su ausencia.
Luego
de enunciadas dichas salvedades es que me aboco a este trabajo que claro está no
pretende ser una obra erudita y completa sobre la religión de los antiguos
egipcios y su sueño de inmortalidad, pero sí brindar una postura más que
contribuya a llevar al lector al instante mismo donde se conjuga la reflexión y
las mas profundas interrogantes del hombre.
"La
visión de aquellos primeros hombres que labraron
sus
ideas en la piedra, no se refleja en ninguna parte
con
la plenitud que alcanza en las tumbas de los
antiguos
egipcios"
Jane
B. Sellers, The Death of Ancient Egypt
Egipto,
un oasis entre piedras y arena
Egipto
es el sueño de todo viajero. Desde la antigüedad a la actualidad numerosos viajeros, curiosos y aventureros han
pisado sus tierras y jamás consiguieron olvidarlas.
Se
haya situado en el ángulo nordeste
del continente africano, bañado en el Norte por las frías aguas del mar
Mediterráneo; en el Este por el mar Rojo, el golfo de Akaba y las tierras de
Palestina; al Sur el actual Sudán (la antigua Nigricia), mientras que al Oeste
por un inmenso mar de arena encarnado por el desierto de Libia y la Cirenaica.
La
descripción del país puede reducirse a un estrecho y larguísimo valle entre
desiertos de piedra y arena, que constituye un reducido espacio de tierra
habitable (35.000 Km2 aproximadamente) en medio de un paisaje sin límites, árido
e inhóspito.
El
valle sin lugar a dudas es un gigantesco oasis constituido por las zonas regadas
año tras año, por las marrones aguas del río Nilo sin cuya existencia todo el
territorio no sería otra cosa que una prolongación de los desiertos sahárico y
líbico.
Su
corriente fertiliza casi toda la tierra a lo largo de su cuenca mediante la
deposición continua de sedimentos en ambas orillas, abonando como consecuencia
las tierras cultivables.
El
Nilo penetra al territorio egipcio por el Sur (actual Sudán), naciendo en una
confluencia de ríos provenientes de Uganda; él divide al país en dos mitades
desérticas lejos de las zonas consideradas inundables.
En
su curso se desplaza hacia el Norte accidentándose en cataratas y obstáculos
rocosos; luego entra en Egipto por la primera catarata situada entre las islas
Elefantina y File.
A
la porción de cuenca que entra en el país le corresponde el curso inferior del
río, pero antes de ella es necesario distinguir los llamados Nilo blanco - por
la nitidez de sus aguas- y el Nilo azul - por el arrastre de limos
fertilizantes; dos brazos que se unen frente a Khartum la célebre y conocida
capital del islámico Sudan.
Las
lluvias que se producen entre abril y mayo en Abisinia y demás zonas
ecuatoriales, determinan grandes
crecidas que llegan regularmente a la cuenca egipcia del río a fines de junio,
inundando paulatinamente el valle hasta mediados de
octubre.
De
esa manera, el limo arrastrado por el Nilo azul, sumado a las grandes corrientes
del blanco, queda depositado en las numerosas zonas inundables como si de
un obsequio divino de los dioses se
tratara.
En
el Norte y hacia el Mediterráneo, es interesante ver como sus aluviones han ido
formando poco a poco un gran Delta que aún hoy sigue
creciendo.
Es
pues así que el aspecto general del paisaje podría describirse como monótono
y uniforme si consideramos que a
las inmensas extensiones desérticas a un lado y otro del río, sólo le
contrastan las manchas verdosas de
algunos oasis bordeados de palmeras.
Aguas
arriba, la elevación del terreno se torna cada ves mayor, y el paisaje se vuelve
de colinas y alcores pedregosos desprovistos de vegetación, a extensos arenales
que se pierden en el horizonte.
La
zona alta del país se caracteriza por su naturaleza pedregosa que hace al río
deslizarse entre márgenes rocosas y en algunas partes
acantiladas.
En
su contraste con el paisaje del Norte, el Delta posee orillas bajas y
pantanosas, existiendo en ella varios lagos no muy profundos de variable
extensión y de naturaleza salobre.
La
vida en el Valle
Históricamente
el Nilo ha sido la arteria principal de la vida, el comercio y las
comunicaciones de Egipto.
Lo
agreste y accidentado del terreno dio a sus habitantes la seguridad frente a los
embates y acometidas realizadas por pueblos extraños no tan acostumbrados a la
convivencia pacífica con sus vecinos, al
menos en los primeros siglos de su existencia.
Egipto,
era una nación que más que a la guerra dedicó su existencia al cultivo de la
paz; así mucho tiempo tuvo que pasar para que el país contara con un ejercito
profesional al servicio del Estado.
Sus
principales ciudades se situaban a lo largo de las riberas o cerca de ellas;
pero la mayoría de ellas ya no existen, pues sus precarias construcciones
realizadas con ladrillos de barro no pudieron sobrevivir a las sucesivas y
posteriores sobre edificaciones.
Las
zonas residenciales más ricas de la ciudad, se distinguían por sus amplias
avenidas y casas particularmente grandes, mientras que las más pobres, por
sus pequeñas casas apiladas unas al
lado de la otra.
La
mayoría de las grandes ciudades del país no se diferenciaban demasiado de las
actuales ciudades egipcias, siendo éstas asentamientos superpoblados cuyas
calles se encontraban a menudo atestadas de gentes yendo y viniendo, comprando y
vendiendo artículos traídos de todos los rincones del reino y aún, mas allá.
El
paisaje urbano estaba colmado de artesanos, mercaderes, cobradores de impuestos
y funcionarios reales prestos a cumplir
sus labores diarias.
Cuando
Herodoto (1) el Padre de la Historia visitó el país hacia mediados del siglo IV
a.C., éste estaba muy alejado de lo que había sido en tiempos de grandes
monarcas como Tutmosis III y Ramsés II, pero aún así no dejó de asombrar a aquel
viajero que quedó tan sorprendido por lo que allí encontró, que no pudo hallar
mejores palabras para describirlo que estas..
"Y
en lo que concierne a las cosas humanas, me dijeron unánimemente que los
egipcios fueron de todos los hombres los primeros que inventaron el año y lo
dividieron en doce partes [...] se dice que los egipcios fueron los primeros que
usaron los nombres de los doce dioses y los griegos los tomaron de ellos; los
primeros que dedicaron a los dioses altares y estatuas y templos, y que grabaron
figuras en la piedra."
Pero
no solo Herodoto estaba maravillado con Egipto; también un "mágico" influjo de
admiración se extendió de una u otra manera a los corazones de hombres como
Alejandro de Macedonia (el Magno) quien proclamándose sucesor de los antiguos
faraones realizó una peregrinación hasta el oráculo de Zeus - Amón, en el oasis
de Siwa, a 500 Kilómetros al oeste del valle del Nilo, donde el sacerdote que le
recibió, le saludó con el título de "hijo de Zeus"; ó Julio César que extasiado
por la belleza del país, no pudo evitar enamorarse de su reina, la para nada
bella pero muy inteligente alejandrina, Cleopatra.
Se
dice imaginativamente que, centenares de años después de César, durante la
campaña de Egipto de 1798, el mismísimo Napoleón Bonaparte luego de pasar una
velada con ciertos "sacerdotes" del viejo culto de Osiris y tal vez permanecer
una noche en el interior de la gran pirámide, adquirió el aplomo suficiente para
regresar a Francia y formar el famoso triunvirato al estilo romano que le
llevaría tiempo después al poder.
__________________
(1)
Historiador Griego nacido entre 480 a.C. y 425 a.C. Historias. Libro II. Cap. 4.
Es llamado el Padre de la Historia.
En
un traducción latina de origen griego de un antiguo tratado hermético conocido
con el nombre de Asclepius, se hace referencia a Egipto como: " la copia del
cielo", o mejor dicho, "el lugar a donde se transfieren y se proyectan aquí
abajo todas las operaciones regidas y puestas en obra por las fuerzas celestes".
Pero
qué "mágico" efecto posee aquella tierra que a los hombres llena de
encanto..
A
eso apuntaremos en estas líneas, a intentar desentrañar o al menos arrojar un
poco más de luz sobre ese velo misterioso que aún hoy no deja de
"hipnotizarnos". Y si así pudiéramos, ver tan solo un poco a través de sus
hilos.
Capítulo
I
"¡
Oh alma ciega !, ármate con la antorcha de los
Misterios,
y
en la noche terrestre descubrirás tu doble luminoso, tu alma
celeste.
Sigue
a ese divino guía, y que él sea tu Genio. Porque él
tiene
la clave de tus existencias pasadas y futuras.."
Llamada a los
Difuntos
(del
Libro de los Muertos)
Un
dios en sentido genérico es algo más que una simple divinidad, puede ser el
principio y el fin de algo o todas las cosas según como lo veamos. El (o ella)
es parte fundamental de la sociedad humana que lo crea; pero aún sigue siendo
mucho más, pues está unido al mismo destino de aquellos que le dieron vida. Y
perdurará mientras exista alguien quien le invoque, suplique o tan solo
recuerde.
Dentro
del pensamiento religioso egipcio, existen dos postulados verdaderamente muy
particulares que le diferencian notoriamente del resto de los pueblos de la
antigüedad. Primero es el de la teoría de las imágenes. Segundo, el de la
doctrina del poder generador de la
voz, e incluso la escritura.
Como
lo expresara Sainte Fare Garnot (2), la vida espiritual de los antiguos egipcios
no podría comprenderse fuera de las realidades humanas en las cuales tiene su
fuente y halla su alimento.
El
análisis de los textos sagrados y una metódica investigación de su arquitectura
monumental y su diversidad artística (frescos, cerámica y orfebrería), son un
compromiso ineludible a la hora de iniciar una investigación en el campo de la
Mitología y el pensamiento religioso egipcio.
Aquí
es importante abordar inclusive la disposición afectiva, y por que no decir
hasta sentimental de los antiguos egipcios.
___________________
(2) Garnot, Sainte Fare, "La vida
religiosa en el Antiguo Egipto".
Históricamente
el hombre ha realizado ( y aún hoy lo hace) representaciones asociadas a los
millares de divinidades que han poblado los cuatro rincones del planeta; muchas
de ellas nacidas de la "esperanza" y/o del "temor" del hombre a lo invisible.
Un
aspecto característico de la mentalidad de las primeras culturas o proto
-culturas, es la imaginación con la que se logra la asociación de los propios
fenómenos naturales -sol, luna, estrellas, viento, rayo, etc.- a las
divinidades, muchos de ellos cubiertos (a ojos de los primitivos humanos) de un
halo de misterio y apariencia inexplicable.
Las
representaciones cósmicas
Desde
muy tempranas épocas, el hombre de aquellas regiones representaba el cielo en
forma de una vaca colosal mirando a occidente y subida sobre un pedestal plano
que representaba la tierra.
Cada
mañana al salir el sol, éste ascendía por el occidente y recorría el cielo hasta
el atardecer cuando era reabsorbido por la boca de la diosa
Nut.
En
el firmamento nocturno, a las estrellas se les compara con lámparas e incluso
con golondrinas, según un texto poético perteneciente al ritual de las
pirámides.
La
misma tierra, no deja de evocar a un hombre recostado y con las rodillas
recogidas que se incorpora con el codo. Él es Geb, el dios cuyos huesos son las
montañas, y cuando "habla" se estremece el universo
todo.
Así
también de lo alto surge una voz
que recorre el cielo, es el trueno que proviene de las "esferas" superiores y
recuerda a las criaturas de la tierra que los dioses los
observan.
De
esta manera, las aguas del Nilo adquieren su cuota de significado y pronto se
hacen merecedoras de glorificación, identificándosele con ¡Nun!.. Padre de los
dioses.
Algunos
de aquellos grandes dioses triunfan ya en plena prehistoria, Horus por ejemplo
el halcón, Thoth el ibis, Up-uaut el lobo. A todos en principio se les adoraba
en forma animal, dotados - con el paso del tiempo- de esa voluntad particular
propia de los seres racionales.
Las
bestias divinas, los árboles -hadas -, las piedras sagradas y por qué no decir
la naturaleza misma poco a poco adquieren forma humana dotadas de facultades
terribles y poderes maravillosos; pero rara vez dejan atrás su forma primigenia
o características particulares que las vinculan a su pasado animal (Sobek,
Khnum, Sekhmet).
La
pléyade de divinidades que integran el panteón egipcio tiene su prototipo en la
realidad cotidiana. Pero el mundo sobrenatural es dual, y el Universo que rodea
a los hombres tiene una cara oculta.
Un
dios posee su templo e imagen que lo vivifican, pero éste puede si lo desea
prescindir de ellas y visitar a sus criaturas - humanos y animales - sin tan
siquiera ser visto.
Es
en ese lado oculto donde se mueven los dioses, pero también allí es donde lo
hacen otros seres no tan congraciados con los humanos, quienes sin sospecharlo
siquiera son acechados por larvas, demonios envidiosos, espíritus sombríos y a
hasta almas des encarnadas en procura de algún ser al que atormentar. Ellos son
los que inspiran las discordias, secan los manantiales
y propagan las enfermedades, ¡su misión! : que todo ser vivo
sufra.
De
esta manera el egipcio siente la presencia de misteriosas corrientes, fuerzas
violentas y vibraciones activas que
surcan el suelo, recorren las aguas y atraviesan el aire; para él estas tienen
un nombre ¡ hekau !, las fuerzas mágicas capaces de obedecer sólo a aquellos
temerarios seres que se arriesguen
a adentrarse en los misterios de las iniciaciones de la hechicería, o más aún ¡
de la magia !
Para
el hombre de aquella cultura, quien supiere dirigir tamaño poder podría extraer
lo mejor o lo peor de sí y de las fuerzas que
controla.
Dichas
artes consisten en liberar y manipular esas energías buscando producir un efecto
directo en el Universo todo. Ese poder, existe incluso en ciertas palabras,
gestos, etc., utilizados habitualmente en los rituales mágico -
religiosos.
En
el Egipto antiguo es impensable separar magia y religión, extendidas ambas sobre
el manto de lo oculto a lo profano. Cómo comunicarse con las criaturas del mundo
invisible, es el secreto que poseen sólo unos pocos..
Con
el paso de los siglos, la experiencia les enseña que a un mago puede oponérsele
un "contra-mago", tal como se aprecia en un fascinante episodio del libro de
Éxodo (6:10-13); y que la vida es la eterna lucha del bien contra el
mal.
Por
eso, para proteger los lugares sagrados, hechiceros, sacerdotes y magos
disponían de medios tanto materiales como mágicos para impedir la entrada a
extraños e indignos (impuros).
En
Denderah, en un templo construido a comienzos de la época romana, es posible
hallar a la entrada de ciertos locales algunas de las más elocuentes frases de
advertencia: "Es un lugar misterioso y secreto. Prohibida la entrada a los
asiáticos. Que el fenicio no se acerque y que no entre el griego ni el
beduino...".
Además
de estos medios materiales tan evidentes confiaban en antiguos artilugios utilizados desde hacía ya miles de años:
desplegaban alrededor de los templos verdaderas "defensas" mágicas para
protegerlos contra todos los posibles enemigos.
La
palabra, era considerada como vehículo de un poder generador, tal, capaz de
sortear los escollos incluso de la misma muerte.
Pero
lamentablemente no ha llegado hasta nosotros el conocimiento de aquella doctrina
del verbo mas que por los escritos (a veces no menos confusos) de los
teólogos.
Ahora
bien, para ayudar al lector a plasmar nuestra idea central, nos es
imprescindible definir una concepción que no es propicio ignorar cuando se
pretende encarar el estudio de la documentación
religiosa.
Los
Textos de las Pirámides
Un
ejemplo claro de a qué nos referimos al hablar del deseo egipcio de sobrevivir a
la muerte, lo encontramos en los llamados Textos de las Pirámides. En esta
oportunidad creímos propicio reproducir las palabras de uno de los
investigadores a este respecto, Robert
Bauval (3), ingeniero de profesión cuyo interés por la Egiptología nace
(como tantos otros estudiosos) de un conocimiento sobre la historia de Egipto y
el Medio Oriente.
"Ocultos
dentro de algunas de las pirámides de la V y VI dinastía, estaban los más
antiguos textos religiosos descubiertos hasta el momento en el mundo. Por
razones obvias, se los conoce como Textos de las Pirámides. Dada su
extraordinaria antigüedad, parece extraño sin embargo que no sean mejor
conocidos por el público. Casi todo el mundo ha oído hablar de los Rollos del
Mar Muerto, que son documentos de una época muy posterior (c.100 a.C.) y mucho
menos interesantes. Es curioso que los Textos de las Pirámides hayan sido
pasados por alto por la mayoría, lo que constituye un misterio en sí
mismo."
Estos
mencionados Textos de las Pirámides, como los llaman los investigadores, son
escritos jeroglíficos labrados en las paredes internas de una de las pirámides
de la V Dinastía y otras cuatro de la VI Dinastía (Reino
Antiguo).
Los
mismos podrían ser fechados en un período entre el faraón más antiguo que los
usó (Unas), aproximadamente por el 2300 a.C. y el más reciente (Pepi II) 2100
a.C. del Antiguo Imperio. Cabe
mencionar, que no se trata de los originales, sino posiblemente deriven de algún arquetipo
perdido aún más antiguo.
__________________
(3)
En 1969, el eminente y respetado filólogo inglés Raymond Faulkner produjo
lo que se considera la mejor y definitiva traducción de dichos textos. Así,
Faulkner se refiere a
ellos:
"Los
Textos de las Pirámides [...] constituyen el cuerpo más antiguo de literatura
religiosa y funeraria egipcia que exista. Además, es la menos viciadas de tales
colecciones de textos funerarios [...] Incluye textos muy antiguos junto a otros
más recientes, algunos casi contemporáneos a las pirámides en las cuales fueron
escritos [...]"
A
partir de ellos se atribuye a un amplio número de seres, objetos y cosas una
notoria característica divinal expresada en su mayoría a través de adjetivos,
verbos, etc.
De
los estudios generados por numerosos egiptólogos, se deduce el concepto de que
en el antiguo Egipto se creía que mientras el rey estaba con vida éste era una
reencarnación del dios Horus, que según la leyenda fue el primer hombre - dios
que reinó en el país. Así, éste era
venerado como hijo de Osiris e Isis. Tras su muerte - según la creencia -
el faraón partiría al cielo y se volvería un Osiris (4)
.
Aquí
se afirma también que una vez en el cielo, el monarca se volvía una estrellas
específica, residente allá en la
región de la constelación de Orión.
Así
pues, podemos leer:
"Oh
rey, eres esta Gran Estrella, la Compañera de Orión,
que atraviesa el cielo con Orión, que
Navega el Otro
Mundo (Duat)con Osiris; asciendes por el
este del cielo
te renuevas en tu debida estación y
rejuveneces a tu
debido tiempo. El cielo te ha parido con
Orión..."
(TP 882-883)
Para
ese entonces, Orión era identificado con Osiris y él introduce la luz en el
mundo de las tinieblas convirtiéndose en el señor indiscutible de la tierra de
los muertos (Duat).
Osiris
era originalmente el dios local de la ciudad de Dêd(u)(5) en el Delta, que los
griegos denominaban Busiris, es decir, "el Hogar de
Osiris".
En
una fecha imprecisa y muy lejana, se convirtió en una deidad cósmica, y después
de oscilar entre simbolizar el sol o al cielo, advierte un cambio importante y
se convierte en la divinidad que logra vencer a la peor de las pesadillas
humanas: ¡ La Muerte !
___________________
(4) La leyenda era parte de los llamados
misterios Osirianos. En ella se creía al principio que la vida de ultratumba era
privilegio de los
reyes.
Luego se extiende a los demás seres humanos y todos adquieren ese derecho.
(5) Erman, Adolf: La Religión de los
Antiguos Egipcios. P.24.
Osiris
evoluciona hasta convertirse en el soberano de las almas fallecidas, y rey del
mundo "inferior"; además se le concede el título de Señor de la resurrección y
de la vida eterna.
Con
el paso del tiempo se le otorga una gran prominencia sobre las muchas
divinidades antiguas de la necrópolis, quienes no tenían nada que ver con la
esperanza de resurrección.
De
acuerdo con su naturaleza cambiante era visto en el curso cotidiano y anual del
sol. Por la tarde muere y revive cada mañana, convirtiéndose en viejo y débil en
el invierno y fuerte en primavera.
La
dispersión de los miembros del dios (de acuerdo a la leyenda) parece implicar la
creencia de que las estrellas eran fragmentos esparcidos del sol muerto. Así
mismo puede identificársele con algunas estrellas y constelaciones como la
estrella matutina ( o más bien su doble Horus).
En
otro caso, Sirio (Sothis) (6) era asociada con Isis que a la vez podía ser
esposa y madre de Osiris y Horus.
En
ciertos casos también puede representársele con Júpiter como otro representante
del cielo - y así como lo expresa Max Müller en su obra Mitología Egipcia
(7) -, incluso con la constelación
de Argos y su estrella principal, donde Canopus, aparece como niño o como
muerto, flotando en un arca, mientras que en Orión es visto como guerrero
victorioso, es decir nacido como Horus.
De
esta misma forma, la creciente del Nilo recuerda la esperanza en él, por ser un
fenómeno anual donde se revitaliza toda la naturaleza.
__________________
(6) Nombre griego de la estrella Sirio.
(7) Müller, F. Max. Mitología
Egipcia. P. 97.
"Ningún
dios perezca, los necesitamos a todos y cada uno,
todos
sean aún apreciados por nosotros, cualquier imagen
formada."
Rainer
María Rilke
Poeta
Capítulo II
La
teoría de las imágenes
El
arte de esta particular civilización se caracteriza por ser esencialmente
utilitario. De ahí que desde el momento que se reproduce la imagen de un
personaje se introduce en el universo dual otro ejemplar de aquel ser que sirvió
como modelo.
Como
lo definiera Sainte Fare Garnot "la imagen, lejos de ser un simple reflejo,
desdobla en cierta manera lo que representa, en condiciones tales que las
propiedades del original son trasladadas íntegramente a la copia".
(8)
Desde
entonces, las estatuas cobran vida y los dibujos se mueven, pues el hombre con
sus herramientas de talla o pintura, dan existencia a seres nuevos, y crean
objetos suplementarios útiles para el diario vivir.
La
pintura que cubre cada imagen u objeto y hasta los ojos artificiales de una
efigie expresan sin reparos que ellas están "vivas", y les
observan.
Este
principio del que hablamos se vuelve sumamente importante cuando al orden
funerario nos referimos, entonces sus consecuencias se tornan verdaderamente
fantásticas, y el difunto como antes lo expresara en vida, desea sobrevivir a
esa calamidad que representa el no poder arribar a la tierra donde habitan los
dioses.
__________________
(8) Garnot, Sainte Fare. "La
vida religiosa en el Antiguo Egipto".
Como
hemos apreciado, Egipto es un país de mitos y misterios sin
precedentes.
Éstos
son los medios que emplean las sociedades humanas para interpretar las fuerzas
creativas, los fenómenos naturales y los acontecimientos que escapan a su
control.
Allí
se procuró explicar cómo llegaron al mundo, la maldad y la muerte, el tiempo y
la eternidad.
Los
mitos nos dan una visión de la condición humana, y nos brindan una fuente de
inspiración y consuelo en los momentos de enfrentarnos con lo desconocido e
irreconciliable.
El
hecho cotidiano que más parece haber marcado la vida de los antiguos egipcios es
la muerte.
Como
lo dice Garnot, la atención con que captaron sus síntomas, consecuencias
inmediatas y aparentemente remotas, expresan su preocupación relativa frente al
término normal de la existencia; sin embargo, no es posible afirmar que fuera lo
más importante para ellos, pues como en todas las culturas lo que verdaderamente
importa es la lucha por la supervivencia.
La
pregunta para ellos no era muy diferente a la que hoy nos hacemos ante este
inevitable hecho.. ¿ Qué sucede
después de la muerte ?, ¿ es un fenómeno transitorio o definitivo ?, y ante todo
esto ..¿ cómo asegurar la felicidad del alma ?
Allí
desarrollaron soluciones optimistas y pesimistas, las que varían según la
condición social del individuo, y de acuerdo a las distintas escuelas a las que
se evoquen.
Los
bajorrelieves pintados en las capillas de la época de la Dinastía III (Meidum),
ofrecen a los muertos el medio para huir de las tinieblas y continuar una
existencia feliz, liberada de las miserias que persiguen a los vivos.
En
la IV Dinastía, se habla ya de una morada común para los muertos privilegiados a
quienes unía un vínculo moral, familiar o jurídico.
A
partir de la V Dinastía los difuntos ascienden al cielo en pos del Gran Dios
Ra.
Con
los Reyes del imperio Medio, los rituales compuestos antiguamente solo para el
Soberano se hacen de dominio público y comienzan a encontrarse en las paredes y
sarcófagos de aquellos quienes puedan solventar un buen
funeral.
Las
sepulturas en Mastabas e Hipogeos llevan en sí la aspiración de sus dueños de
convertirse a la condición divina mediante el uso de estelas e inscripciones que
relatan sus hazañas. Además se relatan fórmulas mágicas que ayuden al "viajero"
en su camino a la tierra de Osiris.
A
modo de ejemplo transcribimos un pasaje del llamado Libro de los Muertos (9) en
el que se encuentra una formula que según la creencia debería recitar en el mas
allá el difunto si desea que su alma se convierta en un halcón
divino..
El
difunto dice:
"La
voz de Osiris: ¡Salve, oh dios poderoso!. He aquí que me dirijo hacia Djedu y
que tú santificas mis amigos. Mientras recorro las estepas de mi viaje divino y
visito mis tronos, acompáñame, renueva y exalta mi ser. Haz que el espanto y el
temor acompañen mi nombre para que los dioses de la región de los muertos tengan
miedo de mí y a causa de mí combatan entre ellos. Que todo el que quiera
perjudicarme no pueda hacercarse a mí en la región de las tinieblas, allí donde
las almas débiles buscan abrigo para ocultarse".
"Así
sea", dicen los dioses que han escuchado la voz en su derrotero tras Osiris".
(CAPÍTULO LXXVIII)
Cualquiera
fuere la manera de encarar el destino del difunto, una de las preocupaciones más
comunes era la de evitar la descomposición del cuerpo con el fin de que pudiera
ser posible la resurrección. Por eso gracias a las prácticas de momificación el
cuerpo del recién fallecido podía conservarse junto a sus órganos internos
guardados en pequeñas vasijas o
recipientes llamados Canopes .
Esto
tenía como consecuencia la reunión del Ka (doble o energía vital) con su cuerpo
momificado.
El
muerto luego de su redención, conoce los horrores del descuartizamiento
legendario, pero a igual que los del dios (Osiris), sus restos serán reunidos
luego de la resurrección y el fin de sus pruebas.
__________________
(9) Estos escritos eran conocidos con el
nombre de Pert-em-hru y que suele traducirse como manifestación de la luz o
aspiración del día. La traducción que nos ha llegado (Libro de los Muertos)
procede del nombre que los profanadores de los sepulcros egipcios daban a los
papiros con inscripciones hallados junto a las momias.
El
mito de Osiris
Cabe
relatar en esta oportunidad, ya que hemos mencionado al dios Osiris, uno de los
relatos más antiguos que nos cuenta la historia de este ser
divino.
"
Osiris era el hijo mayor de Nut, la diosa del cielo; sus otros hijos eran Isis,
Set, Neftis, y posiblemente Anubis. Osiris, tanto hombre como dios, se convirtió
en el primer rey de Egipto y su hermana Isis fue su consorte. Fue un buen rey y
estableció la ley (maat). Con ayuda de su visir, el
Isis,
aunque angustiada, recorrió el país recogiendo cada trozo del cuerpo de su
amante, y mediante el uso de poderes mágicos, reconstituyó el cuerpo de Osiris,
creando así la primera momia. Tras volverlo a la vida pudo concebir un hijo de su fiel
compañero. Luego de cumplida su misión en la Tierra, Osiris ascendió al cielo
transformándose en una estrella (Orión), yendo a gobernar el reino celeste de
los muertos llamado el Duat. Isis, oculta en uno de los pantanos del Delta cerca
de Heliópolis, dio a luz a su hijo Horus.
El
niño creció hasta convertirse en un poderoso príncipe y desafió a su tío (Set) a
un duelo para dirimir quién tenía el derecho a gobernar Egipto desde el trono de
Osiris. Durante la contienda Horus pierde un ojo y Set los testículos. Aunque la
contienda no tuvo un resultado definitivo, el dios sol fue persuadido de fallar
a favor del joven, que fue proclamado rey y el primero del linaje de los
faraones".
La
inmortalidad
Para
los egipcios, los dioses eran seres muy diferentes a las demás criaturas
vivientes, entre ellos el hombre.
Se
decía que a los inmortales los diferenciaba de los hombres comunes un cuerpo
tejido de fibra más sutil, y que sus carnes eran de oro; ellos, eran inmortales
por derecho de nacimiento y poseían poderes inimaginables.
Aquellos,
más inteligentes que los habitantes de la tierra, podían modificar su destino a
voluntad gobernando incluso a la misma naturaleza.
No
obstante eso, los inmortales se hallaban sujetos a elementos y peripecias
propios a la condición humana como lo son el hambre, las enfermedades, el
sexo e incluso la
muerte.
Pero
sucedía, creían también en la existencia de seres que sin llegar a ser dioses se
erguían por encima de los simples mortales, y que al morir se tornaban
merecedores de culto. Este es el caso de Imhotep el gran arquitecto del complejo
piramidal de Sakkara, o Isi, Kagemni o Amenhotep, hijo de Hapú quienes gracias a
su búsqueda del bien y la auto perfección se hacen merecedores ante la Suprema
Ley de que se le Yergan estatuas y
construyan templos para su gloria en más allá.
El
arte en la vida y en la muerte
El
arte es un desafío a la historia, nace de la necesidad de los hombres de dejar
su huella mas allá de los avatares del tiempo, de oponer la obra de los hombres
a la de los dioses.
La
idea mas antigua nos sugiere que el funeral continúa en la tumba, pero de una
forma lánguida y algo miserable. Si
el goce de los mortales está vedado para los difuntos, sus necesidades sí
permanecen intactas.
Las
paredes se pintaban con dibujos policromos que representaban paisajes míticos o
reales que el habitante del lugar (fallecido) parecía desear reconocer y
recordar.
El
milagro egipcio es ante todo, el milagro de la piedra, la que expresa el deseo
evidente de superar la muerte, o más aun, de incluir la muerte en las
perspectivas de la vida.
Los
primeros monumentos egipcios son las mastabas, luego las pirámides de piedra,
moradas eternas de los reyes-dioses que aun hoy nos miran desde la
eternidad.
En
tiempos de las pirámides, los soberanos, sin perjuicio de prepararse para la
vida en eternidad, construye monumentos formidables que les recuerden mucho
tiempo después de su partida.
Desde
los impresionantes templos de Karnak, Luxor y Abu Simbel hasta las pirámides
de Sakkara, Unas, Khufu (Keops),
Khefrén y Micerino vemos algunos
ejemplos que nos muestran al hombre, en su intento por agradar a los
dioses que le observaban.
Aunque
miles de viajeros vean la inmensidad de las construcciones monumentales de
Egipto no todos son testigos del gran mensaje que ellas irradian a los cuatro
puntos cardinales del globo... "el tiempo no significa nada, sólo la eternidad
importa".
Lamentablemente,
innumerables obras artísticas de la especie humana, no han sobrevivido a las
calamidades de la historia, bien sea por su frágil material de elaboración, o
por la pérfida mano del hombre llevada por la ignorancia y la
intolerancia.
CONCLUSIÓN
Es
relativamente reciente el interés de los estudiosos del pasado, por la historia
antigua de Egipto. Parece como si, de una manera deliberada y constante, haya
sido ignorada desde el florecimiento de la cultura clásica de Grecia y Roma, a
la que se han rendido toda clase de honores.
Demasiados
prejuicios y conceptos erróneos han alcanzado a esta admirable civilización y
los hombres que la erigieron.
Pero,
¿por qué? Tal vez porque existen muchos indicios y pruebas de que el pueblo
egipcio alcanzó en los milenios que precedieron a la venida de Jesucristo una de
las cotas culturales más altas que jamás haya alcanzado la
humanidad.
¡
Ah !, tonta y larvada mentalidad hostil que se niega a reconocer que los
griegos, y por qué no decir Europa misma, comienzan a salir de la barbarie al
entrar en contacto con la civilización del Nilo; y cuán grande es la duda cuando
las evidencias exclaman a gritos, dejando ver más allá de los hilos del tiempo,
que la flor y nata científico-filosófica del mundo griego tomó sus primeros
apuntes de clase de sus viejos maestros egipcios.
No
olvidemos tampoco que, Alejandría, centro científico del helenismo, estaba en
Egipto y no en Europa o alguna de las islas griegas; y que Euclides y tantos
otros famosos pensadores griegos de la humanidad, nacieron, vivieron y se
educaron entre los muros de los templos, edificios y escuelas de aquella antigua
ciudad del Cercano Oriente.
Y
que fue en su Gran Biblioteca, donde en época de los Ptolomeos se congregaron
por primera vez los creadores de la primera escuela filosófica del mundo
antiguo, integrada por gramáticos y críticos dedicados a la interpretación de
los textos homéricos.
Entonces,
¿cómo acallar esta evidente realidad ?
¡
Fácilmente !, ignorando de la mejor manera posible todo lo relacionado a Egipto
y su gente, llegando incluso al extremo de fijar sus comienzos históricos como
pueblo y/o cultura, en consonancia con la cronología establecida en la
Biblia.
Se
dice, que un monseñor irlandés de nombre Usher -seguramente haciendo caso a
tontas supersticiones- expresó en
1664 que el mundo había sido creado el 26 de Octubre del año 4004 a.C. a las 9
de la mañana. E incluso, durante el siglo de las luces y hasta las primeras
décadas del Siglo XIX, llegó a afirmarse que la Humanidad había comenzado su
recorrida por el ciclo de la vida allá por el año 276
a.C.
Finalmente,
jugaron contra ella lastimosos prejuicios raciales, pues al fin y al cabo se
trataba de una región de África.
Frente
a ello, creo necesario compartir con ustedes los lectores una de las mejores y
más objetivas descripciones hechas hasta ahora sobre aquellos seres humanos, que
con defectos y virtudes edificaron la cuna indiscutible de nuestra
civilización:
"Los
antiguos egipcios, tal como se manifiestan en su literatura y sus monumentos,
aparecen como un pueblo afable, optimista, enemigo del desorden y del exceso en
todas sus formas. Este testimonio encuentra una confirmación en la historia, que
nos los muestra emprendedores pero serenos, mejor dotados para las artes de la
paz que para los trabajos de la guerra y apasionadamente enamorados de la vida.
Hay que verlos desfilar en los bajorrelieves y las pinturas de las capillas
funerarias, en marcha diligente y cordial, dedicados a los trabajos campestres o
afanosos en los talleres y tiendas, cuando no entregados a la tarea, más
elevada, de escribas. Ya se trate de terratenientes que, bastón en mano, vigila
cómo se emparva el trigo maduro, ya del simple marinero que iza la vela en un
barco de carga, todos tienen el paso vivo y el semblante alegre; ni uno solo de
los personajes cuyas siluetas se dibujan en los muros de las tumbas manifiesta
enojo cuando la labor agobia y el sol abrasa. A decir verdad, estos cuadros, un
tanto lisonjeros, nos hacen ver las cosas en su aspecto más favorable; pero las
canciones, los cuentos populares, no dejan duda alguna sobre el natural alegre
de los ribereños del Nilo en tiempos de los faraones.
Su
natural benevolencia no es menos evidente para quien echa una mirada a los
textos clásicos y los retratos, en bajorrelieve o en figura de bulto, expuestos
en nuestros museos.
Aquellas
gentes, transformadas en soldados en la época de las conquistas, limitaban en el
fondo su ideal a los goces moderados de una existencia burguesa, pero se
aferraban a ella con todo el ardor de una viva sensibilidad secundada por una
voluntad tenaz.
Amaban
a Egipto, como el héroe de uno de
sus cuentos, vuelto a la tierra natal por la nostalgia de la patria (Las
aventuras de Sinuhé, novela del Imperio Medio).
Eran,
por lo general, amos indulgentes y amigos fieles; nos lo atestiguan ciertos
episodios, que describen escenas donde aparecen reyes del Imperio Antiguo en
medio de sus íntimos.
Les
atraía especialmente la vida familiar. Hijos respetuosos, esposos tiernos,
padres diligentes, los textos y los monumentos les atribuyen virtudes de las que
hacían un culto y - si hemos de creer en ellos - de las que más de una vez
dieron ejemplo" (Jean Fare Garnot).
Hoy,
a días de finalizado el siglo de los avances de la ciencia, el lujoso y tan
contradictorio Siglo XX, las arenas del desierto egipcio aún nos guardan muchas
e incomparables sorpresas por descubrir.
¿Qué
fue de esa ciencia y de esos conocimientos...?
Ciencia,
arte, filosofía y mística (magia) fueron los pilares de aquella civilización.
Tal vez ese sea el motivo primigenio por qué, nuestra "cultura", pretendiendo
basarse solo en un pilar: la
"ciencia", no puede cubrir ni
explicar el vacío del hombre en su alma.
Finalmente,
y mientras tanto algunas "eminencias" o "eruditos" en el tema
-enclaustrándose
en sus propios dilemas existenciales- discuten la conveniencia o no de incluir
junto a las "viejas" técnicas de investigación los adelantos de la tecnología;
nosotros la humanidad actual, por mucho tiempo más, seguiremos ignorando lo
profundo de aquel conocimiento. Más
aún mientras siga influyendo en
nuestra mentalidad occidental, cristiana y creyente, la propensa idea de centrar
a la mítica tierra de Abraham, la Ur de los Caldeos (que antes fue la Ur de los
Sumerios) toda nuestra entrañable curiosidad
genealógica.
Pero
quizás también sea, porque aún no hemos abierto los ojos y nuestra mente a lo
más hermoso y digno que el conocimiento puede brindar: humildad y respeto por todos los seres que han pasado,
estamos, y vendrán.
BIBLIOGRAFÍA
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SAMTLICHE
WERKE - Insel. Frankfurt,
1955 s, II, 468 y II, 79.
TORNELL,
R. V. - "Historia de la
Civilización, tomo II", Ed. Siglo XXI.
APÉNDICE
Napoleón Bonaparte visitando una ruinas en Egipto.
Horus portando las dos coronas, símbolos de Egipto.
Osiris en su trono de la sala del Maat.
Osiris, personaje de la mitología egipcia, vivía en el fabuloso mundo subterráneo como gobernante de los muertos. Aquí aparece (centro) con Anubis, otro dios de los muertos, representado con cabeza de chacal. La ilustración data de la XVIII dinastía de Egipto (1570-1293 A. C.) y se encuentra en el Museo Egipcio de Turín, en Italia.
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