24 - CRÍTICA DE LIBROS - EDGARDO GOYRET, "EN TORNO A LOS JEROGLÍFICOS", Montevideo, 2001.
por JUAN JOSÉ CASTILLOS
Este libro del Ing. Edgardo Goyret da testimonio de su profundo interés en el antiguo Egipto faraónico que ya se revelara en una publicación anterior sobre el llamado Número de Oro y su posible presencia en la Gran Pirámide de Guiza. También subraya las carencias comunes a las publicaciones sobre este tema escritas con la mejor de las intenciones por aficionados sin un nivel académico adecuado en este campo de estudios.
Por muchos años ha sido muy poca la literatura egiptológica que se escribía en o se traducía al castellano aunque en la pasada década editoriales españolas han publicado numerosos títulos que a pesar de todo, brindan apenas un tenue reflejo parcial de los centenares de libros que aparecen cada año en Europa o Norteamérica sobre diversos aspectos de la antigua civilización egipcia. Todo nuevo aporte que se haga con una intención seria y racional y más aún, en nuestro medio donde tales publicaciones a nivel popular son poco frecuentes, debe ser bienvenido.
El autor brinda en su libro un cuadro suscinto de los sistemas de escritura en el antiguo Egipto, sus características básicas y evolución en el tiempo, así como diversas peculiaridades de la lengua egipcia en su forma escrita en esa época y de la gramática que permite una comprensión inicial de los textos contemporáneos. Luego de brindar varios ejemplos ilustrativos (un fragmento del llamado Libro de los Muertos -Papiro de Ani- y de la famosa Piedra de Rosetta), el autor aporta una reseña de los pasos que condujeron al desciframiento moderno de los jeroglíficos que culminaron con el brillante descubrimiento de Champollion a principios del siglo XIX. Finalmente, en apéndices el autor reúne comentarios y datos de variada índole sobre aspectos del antiguo Egipto.
Pensamos que este libro puede resultar útil para quienes hacen una primera aproximación al sistema de escritura del antiguo Egipto sin plantearse mayores exigencias o rigor académico en la exposición y decimos esto porque el autor basa gran parte de su argumentación y ejemplos en los trabajos de un egiptólogo de la vieja escuela, muy popular en estos días, E. A. W. Budge, pero cuya prolífica pluma ha sido ampliamente superada en los temas de la lengua y la escritura egipcia faraónica en los casi cien años que nos separan de sus publicaciones que hoy son frecuentemente reeditadas.
El estilo de Budge, a veces poco riguroso e imaginativo, es elegante y fluido y revela lo que para su época era una notable erudición, todo lo que ha conducido a reiteradas reimpresiones a precio reducido de sus libros, principalmente sobre la religión egipcia, y en menor medida, sobre la lengua antigua, que un público ávido compuesto por viajeros en ciernes, curiosos, ocultistas de diferentes tendencias y gente con poco tiempo y recursos disponibles pero con un sincero deseo de saber más sobre el tema, consume con fruición.
Paradójicamente y a pesar de esta sostenida popularidad, en las universidades e institutos de enseñanza superior donde se investiga el antiguo Egipto y se forman las nuevas generaciones de egiptólogos, la lectura de las obras de Budge es generalmente desalentada y su inclusión en las bibliografías que acompañan a trabajos especializados es mal vista, salvo excepciones, no por prejuicio alguno contra este autor sino por los grandes progresos en la egiptología en diez décadas que torna tal mención en el equivalente de citar hoy en día a Champollion en cuestiones de gramática o a Mariette en cuestiones de técnicas de trabajo arqueológico.
Se le pueden señalar también a este libro del Ing. Goyret algunas objeciones de detalle tales como errores de ortografía que podrían haber sido eliminados con algo más de cuidado en la revisión. Por ejemplo, los nombres de varios autores en la bibliografía al final del libro contienen errores; se escribió "esfingie" por "esfinge"en el índice; en un mapa de Egipto en la página 153, tomado de un libro francés, se intentó castellanizar algunos nombres pero quedaron otros híbridos como "EGYPTO"; en la página 138 se lee "linómetro" por "nilómetro" y el nombre del investigador sueco Åkerblad que fue un pionero en los trabajos de desciframiento de los jeroglíficos, se imprimió reiteradas veces con un curioso sombrerito sobre la A en vez del pequeño círculo que corresponde; etc.
Más preocupantes para quien escribe por las versiones equívocas que contribuyen a difundir son otros enfoques y afirmaciones en este libro tales como en la página 143 donde se dice que la gran esfinge de Guiza fue construida por un sueño que tuvo el faraón y que la erigieron sobre una roca cuando en realidad, el sueño se refiere sin duda a uno muy posterior que tuvo un faraón de la XVIII dinastía para que se removiera la arena que en ese entonces la cubría y fue tallada de un filón rocoso que sobresalía del suelo, no colocada sobre una roca.
En la página 156 se menciona la navegación por el Nilo que se hacía según el autor dejándose llevar por la corriente o a vela, en otra parte admite la existencia de remeros, pero no impulsando a los barcos como en realidad ocurría, sino como mero recurso para llevarlos hacia el muelle, aunque en otra parte del libro el autor dice que para ir al norte en un río asiático debían remar contra la corriente, todo lo que al ser contradictorio puede confundir al lector desprevenido.
En las páginas 157 y 164 se insiste enfáticamente en que el Nilo es el único de los grandes ríos del mundo que fluye de sur a norte pero hay grandes ríos tales como el Lena en Siberia, el Yenisei, el Vístula en Polonia y los ríos Elba y Rin en Europa que fluyen más o menos marcadamente de sur a norte.
En la página 147 el autor afirma que "en lo esencial fue Wilhelm Worringer quien en su libro 'El Arte Egipcio' descifró el quid de la Civilización Egipcia" y cita fragmentos de esa publicación. Si bien Worringer emitió en este libro opiniones y conceptos atendibles, no nos parece aconsejable el entusiasmo desmesurado de Goyret por sus aportes cuando el mismo Worringer en la página 146 de su trabajo admitió que "mi punto de vista no es la ciencia egiptológica sino la psicología de la forma, como tal. El especialista egiptólogo podrá señalarme seguramente errores de visión y equivocaciones". Fue el mismo Worringer quien empezó su libro publicado en Munich en 1927 con estos ominosos conceptos: "Es de notar que estos hallazgos (prehistóricos de esqueletos en Egipto) permiten inferir incluso ciertos caracteres nórdicos -de naturaleza aria o indogermánica- en esa remotísima época". ¿Desfilaron acaso a paso de ganso las tropas victoriosas del faraón Tutmosis III al regresar de Megiddo? Es difícil saberlo con certeza...
Goyret en varias oportunidades critica en este libro a famosos autores que citaron a Heródoto como diciendo que Egipto era "un don del Nilo" cuando en realidad lo que el antiguo historiador escribió fue que Egipto era "un regalo del río". Nos parece un poco pueril esta insistencia ya que siendo el Nilo el único río de Egipto, dichas versiones no son contradictorias y transmiten la misma idea.
Cuando el autor habla del "alfabeto jeroglífico simplificado", contribuye a perpetuar un concepto erróneo que lamentablemente eminentes egiptólogos de la talla de Gardiner han ayudado a difundir, de la existencia de tal alfabeto en la época faraónica. Lo que sí podemos aceptar es la existencia moderna de un seudo-alfabeto, integrado por caracteres fonéticos unilíteros del sistema jeroglífico egipcio, que fueron usados para reproducir nombres extranjeros como los de los reyes Ptolomeos o de los emperadores romanos y que hoy en día se utilizan arbitrariamente en egiptología para ordenar las palabras egipcias en diccionarios y glosarios y por los orfebres egipcios modernos para venderle a los turistas versiones "jeroglíficas" de sus nombres, aunque la realidad es que hasta la aparición del Copto en nuestra era, Egipto no usó ningún sistema alfabético de escritura para su lengua autóctona.
En su resumen acerca del desciframiento de los jeroglíficos el autor omite nada menos que a Horapolo, un egipcio del siglo V de nuestra era quien escribió un tratado sobre el tema con algunos conceptos erróneos y otros acertados. Estos últimos fueron usados con provecho, conjuntamente con otra evidencia, por los posteriores pioneros en el redescubrimiento de la antigua lengua egipcia.
Finalmente, en la última página del libro, en un párrafo titulado "Raza y Lengua Egipcia", el autor repite viejos conceptos perimidos sobre la naturaleza de la "raza de los pobladores del antiguo Egipto" afirmando que "era esencialmente blanca con algunos rasgos negroides", lo que hoy en día ya no afirma nadie pues el aporte negro-africano ha resultado ser más importante en todos los aspectos del antiguo Egipto que los prejuiciosos egiptólogos europeos de fines del siglo XIX querían admitir. La autoridad que el autor menciona en este párrafo es el alemán Lepsius quien trabajó y publicó sus obras hace 150 años...
Como decíamos al principio, pensamos que este libro dejará satisfechos a quienes desean tener una somera idea de los asuntos tratados en él y una primera aproximación al tema, pero deberá ser leído con cautela por quienes aspiren a conocimientos más sólidos y actualizados sobre el antiguo Egipto.
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