por
MARCELO DE
LEÓN
Los
egipcios no llegaron a elaborar un concepto personificado de la
muerte, con un ser angelical o diabólico o por lo menos lúgubre como ocurrió con
otras culturas. Los griegos
tuvieron sus Moiras o Parcas (Cloto, Laquesis y Atropos), hiladoras de los
destinos de los hombres y, por consiguiente, conocedoras de la duración de cada
vida (emparentadas, sólo por esto último, con las Siete Hatores), pero también
tenían a Tánatos y las repelentes Keras como representaciones de
la muerte. Ésta fue Orco para los romanos. Pero para los egipcios no hubo una Parca
que cortaba el cordón de toda vida.
No hubo una horrible criatura de rostro cubierto de culebras, como para
los etruscos, ni conocieron nada similar a macabras figuras de esqueletos
vestidos con túnicas negras y portadoras de hoces, dispuestas a segar vidas sin
más, imágenes que pululan hoy en nuestra sociedad occidental y cristiana como
resabios de manifestaciones paganas frente al temor a lo
inevitable.
Los
egipcios no creían que entre los divinos seres uno tuviese tan triste rol sino
que para ellos eran esas mismas entidades o algunas entre todas o sus emisarios,
quienes ponían fin a la existencia.
No inventaron una divinidad para el fenómeno: sus concepciones
fueron más elevadas y ésta es una más de las tantas peculiaridades de la
religión egipcia, conviviendo entre una simbiosis férrea de zoo y
antropomorfismo arraigado -heredado de los tiempos antiguos- y una
espiritualidad evidente.
La
muerte era omnipotente, hasta el punto de que incluso un dios sucumbió a ella
(Osiris). Quizá por esto los
escritos tantas veces recurrieron a eufemismos para aludir a ella, en lugar
de encararla nombrándola directamente.
Quizá fuese el temor ante lo que no tenía remedio, quizá sólo respeto,
tal vez una dulcificación o “suavizamiento” de lo que implicaba. ¿Cuáles fueron esos rodeos del
lenguaje? Varios, a
saber:
Una
pseudo-materialización que puede suponerse hecha con fines literarios
exclusivamente, dotaba a la muerte de animación: "Cuando quiera tu Mensajero
arrebatarte..."(Any).[1]
O: "La muerte, '¡Ven!' es su nombre, y
llama a cada uno a sí."[2]
La
lengua egipcia encontró también otras bellas formas para identificar el
fin. La inspiración la tuvo ora en
la simple observación de la muerte física, ora en lo que las creencias
dictaban. En cuanto a lo primero,
obsérvese cómo mencionaron los "Textos de las Pirámides" la muerte del rey Unas:
"He aquí, cuando él estaba allá/ en la
Tierra/, le era robada su respiración de su nariz:/ Y así fue llevado al
fin de su período de vida."[3] En épocas posteriores se reiteró la
identidad entre respirar y vivir, primera y básica
observación de un ser humano o de una bestia animados para saber si lo
seguía siendo. "Aparta tu brazo de Ankhoru, a causa de
Faraón, su padre, pues él es la respiración de éste" ("El ciclo de
Petubastis").[4] La estela llamada "poética", de Tutmosis
III, puso la misma metáfora en boca de Amón-Ra: "He privado sus narices del aliento de la
vida".[5] Un concepto más simple en materia
de simbolismos apareció en el mismo cuento de
Petubastis: "¡(...) yo te
infligiré enseguida el mal color!"[6] De la sencilla observación de la palidez
cadavérica resultó una original amenaza de muerte. Con similares criterios de
observación de cuerpos inanimados, también fue empleada la
perífrasis en el cuento de "El rey Jufu y los magos": "La vejez es de ordinario (...) la
puesta en vendas, es el retorno a la tierra".[7] La diferencia es que en este caso se
contemplaron los ritos funerarios practicados, es decir la momificación y
la inhumación. Similar
realismo se empleó en el "Libro de los Muertos", cuando el difunto hablaba
así a Osiris: "Para verte se incorporan
los que bajo el polvo yacen"[8];
o al denominar a los fallecidos como "los habitantes de los
ataúdes".[9] Y el dios por excelencia de los
fallecidos, Osiris, fue conocido -entre otros nombres- como aquel "cuyo corazón está callado"[10]; es decir, cuyo corazón no
late.
A
la busca de conceptos no tan fríos, tan atentos a la realidad del
funcionamiento orgánico o a la sepultura, pero ligados aún a una comprensión del
morir desprovista de elucubraciones metafísicas, en la semejanza entre
fallecer y dormir aparecería una solución.
Esa observación del cuerpo inerte, sin fuerzas, como el de aquel que
dormita, ya fue hecha aparentemente en tiempos prehistóricos, en los
períodos neolítico y eneolítico.
Las tumbas halladas y datadas en ese período contenían cuerpos
sepultados en posición de reposo, fetal, cubiertos muchas veces, como
dispuestos a un largo sueño.
Pero no es posible ir muy lejos en las conclusiones acerca de aquel
tiempo, por la ausencia de material documental más
revelador.
De
la aceptación del largo sueño pueden ser resabios los nombres dados
frecuentemente a un dios o a la sepultura misma. Osiris, en el cuento "El oasita
elocuente", fue recordado como "señor
del silencio" y "el
silencioso"[11],
aludiendo evidentemente al cese de las facultades físicas (como el
habla) que acarrea el deceso.
Asimismo, la necrópolis de Tebas -que guardara a los reyes de la Dinastía
XVIII- recibió el nombre de "Valle del Silencio" y Any en sus consejos se
refirió a la tumba como "lugar de la
quietud".[12]
Para escudriñar en la vida después de la muerte, la trasposición de estas
realidades al Más Allá fue un esfuerzo sin gran necesidad de imaginación y
provocó la simultaneidad de concepciones opuestas: mientras para unos -la
mayoría- el otro mundo era un lugar de permanente actividad (el cuerpo estaría
quieto en la tierra, pero el espíritu conservaría su dinamismo en el otro lado),
hubo quienes creyeron ver inercia e inamovilidad en él. Un texto de una tumba ptolomeica, a
través de las palabras de su ocupante, lo aclararía: "El occidente es el país de la pereza, una
perpetua oscuridad es la permanencia de áquellos que están allá'. Dormir es su
ocupación."[13]
Las
creencias egipcias acerca de la muerte y el Más Allá forman un complejo sistema
muy difícil de dividir en unidades independientes, por lo que cada ítem a
analizar encuentra a menudo su sustento en otros puntos. Por eso corremos el riesgo ahora de
apartarnos demasiado de la temática del presente título al hacer las últimas
precisiones, que atañen más bien a los asuntos de las sepulturas o de la vida y
la muerte en su interrelación, pero no estaría delineado el tema si tales
precisiones no fuesen hechas.
La
forma más depurada de la idea de la muerte como sinónimo de un sueño eternamente
prolongado, su culminación, sería la de entender que la vida en la Tierra
es el real sueño y que, en cambio, sólo al morir se despierta a la verdadera
vida: "La duración de aquello que se
hace sobre la tierra es como un sueño".[14] Es la misma idea expresada siglos antes
por Ptah-Hotep, visir de la Dinastía V, cuando aconsejara no dejarse
envolver por el placer de los sentidos, que no eran sino "una nada, una pequeña nada, algo como un
sueño, ya que al fin todo muere".[15] Por eso en el cuento "Los dos
hermanos" se dijo que el faraón "pasó a la vida"[16], eufemismo corriente en el
lenguaje oficial del antiguo Egipto.
Estamos en presencia de circunlocuciones alimentadas por las
creencias religiosas.
Otros
casos presentes en los escritos egipcios hablan del expirar como del
emprendimiento de un largo viaje, de partida desde este mundo, de llegar a
término para iniciar otro camino.
Esto era fallecer… Las vías
transitadas por cuerpo y alma antes habían terminado y la muerte era el comienzo
de una nueva vida, ya separados los dos elementos que compondrían la entidad
psico-física del hombre: "La vejez es de
ordinario el arribo a puerto"[17];
"...la vejez ha descendido [sobre mí],
la languidez me ha invadido (...); estoy próximo a la partida [al día
que] se me conducirá a las moradas eternas"[18];
"el rey del Alto y del Bajo Egipto,
Sehetepibre, fue elevado hacia el cielo"[19];
"Él fue a descansar en su
horizonte, como los dioses."[20]
El
concepto de mayor peso y difusión fue el relacionado con la muerte como
cambio, nuevo nacimiento, comienzo de una vida eternamente prolongada. El rey Jety dejó escrito a Merikara': "[La vida] en la tierra pasa. No es larga.
(...)/ El hombre bueno vive para siempre."[21] En la lírica del "Libro de los Muertos"
se expresaba como "existir por millones y millones de años". Los rituales de dicho "libro" remarcaron
con insistencia el augurio de un principio tras el fin: "El triunfante Osiris Nu[22] vive después de muerto"[23],
"yo vivo una vida nueva tras la
muerte"[24],
el Más Allá es "la Región de la
Vida"[25],
los difuntos son "Los que
nacen a la vida tras la muerte"[26]. Nada comparable, no
obstante, a la sencilla alocución que rezaba: "Ayer es Osiris, y Mañana es Ra"[27]
¿Por
qué Ayer era Osiris? Porque
hablaba el difunto y en el pasado inmediato se había producido su
deceso. Osiris era el dios
identificado con los fallecidos y, por tanto, el suceso
pretérito del morir estaba vinculado a la deidad. ¿Por qué "Ayer"? Porque la muerte que se había producido
no conducía a un estado de inanimación no interrumpida sino que daba
paso a ese "Mañana" que era el vivir.
Y como Ra era dios creador, hálito divino que impulsaba a todos los
seres, la vida, aún la otra, se asociaba a su deidad. Dios de la vida sobre la Tierra, también
la otorgaba en el otro mundo. ¿Y el
presente? Era la fase de
transición, un período de latencia y otro de etapas ineludibles, como el
viaje hacia los aposentos funerarios y el encuentro con las
deidades. Para llegar a la vida
eterna era necesario un período preparatorio que en la Tierra se traducía
en los rituales de inhumación.
Finalmente, el difunto podía prepararse a recibir la existencia
eterna. "Ayer morí, mas hoy salgo."[28]
Otras
expresiones, más específicamente vinculadas a las creencias religiosas o
filosóficas, hablaban, con respecto al difunto, de "pasar a su ka"[29]. En un pasaje de un relato de aparecidos,
el Gran Sacerdote de Amón-Ra empleó el siguiente rodeo: "yo, cuando estaba aún vivo sobre la
tierra, era tesorero del rey Rahotpu (...). Después, yo pasaba ante las
gentes y en el séquito de los dioses". Aludía aquí al viaje que los difuntos
bienaventurados hacían en la barca de Ra, como miembros de su
tripulación, o en la propia.[30]
Pero
de todos los eufemismos, ninguno más singular que el utilizado por el escriba
que narró una de las historias de Satni-Kamuas con los embalsamados: "Mehet, el joven hijo, salió de debajo de
la tienda de la barca del faraón, cayó al río, y, mientras alababa a Ra, todo el
que estaba a bordo lanzó un grito."[31] Esta forma de expresarse se aplicó en
especial a los ahogados. Fue
empleada de modo casi constante desde el segundo imperio tebano y, finalmente,
"alabar a Ra" vino a significar "muerte por asfixia por inmersión".[32]
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
Bibliografía:
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-"LA
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-
MASPERO, G. "Les contes populaires de l'Égypte ancienne". París, Guilmoto
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-
SERRANO DELGADO, José Miguel. "Textos para la historia antigua de Egipto".
Madrid, Cátedra, 1993.
[1].
"Máximas de Any&quoot;.
En: DONADONI, S., "Storia della letteratura egiziana antica",
p. 192. Any, funcionario del
Imperio Nuevo (posiblemente vivió durante la Dinastía XVIII), escribió
normas de sabiduría para su hijo, quien discutió los puntos y luego aceptó su
validez. Las "Máximas..." se preservaron en varias
copias.
[2].
Inscripción del Año XVI de Cleoopatra V. Id., p. 305.
[3].
En: DONADONI, S., op. cit., pp.. 21-22.
Lo que no resulta tan bello es cierta posible realidad tras las
imágenes del "robo" y ser "llevado" a la muerte: Unas podría haber sido
asesinado. Los "Textos de las
Pirámides" constituyen la literatura religiosa egipcia conservada de más
larga data. Fueron grabados en
la pirámide de Unas, último faraón de la Dinastía V, y repetidos en tumbas
reales de la Dinastía VI e incluso en alguna del Primer Período Intermedio. Por la naturaleza de los textos se
sabe que su composición se remonta a las Dinastías III y IV e incluso antes
(Dinastía I y prehistoria).
[4].
"El ciclo de Petubastiss": I.- "La empresa de la coraza". En:
MASPERO, G., "Les contes populaires de l'Égypte ancienne", p. 257. El cuento se registra en
manuscritos datados entre el siglo II a.C. y el siglo II
d.C.
[5]. Se
refiere a los mitannios.
[6].
En: MASPERO, op. cit., p. 238.<
[7].
Id., pp. 33-34.
[8].
Ed. Janés, cap. XVII, p. 39.
[9].
Id., cap. LV, p. 73.
[10].
Cit. por ONCKEN, G.-MEYER, E., "Historia del Antiguo Egipto", p.
101.
[11].
En: MASPERO, op. cit., pp. 51 yy 67 respectivamente ("Los lamentos del
fellah"). Este cuento, conocido
también por otros nombres en las traducciones ("Las quejas del fellah", "El
labriego pleiteador", "Cuento del campesino elocuente de Herakleópolis"),
se conserva hoy en cuatro copias, papiros procedentes del Imperio nuevo, pero el
original debe ser fechado entre las Dinastías X y XII. Narra la historia de Junianupu,
campesino habitante de un oasis, que al bajar al Valle fue maltratado por un
funcionario del gobernador.
La belleza de sus discursos al plantear sus reclamos ante la
autoridad demoró su causa, porque aquellos se convirtieron en disfrute del
rey. Finalmente sus reclamos fueron
atendidos y se le premió con creces.
[12].
"Máximas de..."t;. En: DONADONI, S., op. cit., p. 190.
[13].
Inscripción del Año XVI de Cleoopatra V. Id., p. 304. El Occidente era el lugar de los
muertos, asociado naturalmente con la puesta del sol. Culminado su recorrido diurno, el dios
solar Ra se ocultaba en el ocaso y recorría el lugar de los muertos por las
siguientes 12 horas.
[14]. De
una tumba de la Dinastía XVIIII. Id., p. 191.
[15].
"Máximas de Ptah-Hotep<".
En: PIRENNE, "Historia del Antiguo Egipto", t. 1, p. 188. Ptah-Hotep ejerció el cargo de visir
durante el reinado del faraón Isesi.
Su tumba está en Saqqara.
Escribió una serie de enseñanzas sobre moral y urbanidad
para su hijo, las que fueron copiadas y preservadas como lectura clásica por las
generaciones siguientes.
Existen copias en dos papiros del Imperio Medio, en uno del Imperio Nuevo
y en una tablilla de madera, también del Imperio Medio.
[16].
En: "Cuentos, mitos y epoppeyas - Selección de obras mesopotámicas y
egipcias", p. 59. El relato "Los
dos hermanos" proviene de la Dinastía XIX. Recoge tradiciones muy antiguos. Así, el protagonista, Bata,
fue en tiempos arcaicos una divinidad y su hermano mayor es Anup, nombre de
Anubis. Narra la disputa
surgida entre ambos a raíz de la iniquidad de la esposa del mayor y las
peripecias de un Bata asesinado varias veces y vuelto a nacer, hasta la
apoteosis y triunfo de la justicia al final.
[17].
"El rey Jufu y los magoos". Palabras del príncipe Herdedef al mago
Djedi. En: MASPERO, G., op. cit., pp. 33-34. La narración se conserva en el papiro
Westcar, del período de los hicsos, aunque la composición original dataría
de la Dinastía XII. Keops,
aburrido, reunió a sus hijos para que le animaran con fabulosas historias.
Cuando llegó el turno del príncipe Herdedef, éste mencionó a un fascinante
personaje, el mago Djedi, quien finalmente fue llevado a la corte por orden de
Keops. Allí el mago dictó su
augurio. El relato continuaba con
el nacimiento de los tres niños que serían los futuros monarcas de la
dinastía sucesora. El cuento
está inconcluso. El príncipe
Herdedef del cuento fue uno de los hijos de Keops en la realidad, conocido
también como Hordjedef y autor de las "Instrucciones..." de
sabiduría para su hijo Auibra.
[18].
"La historia de Sinuhé<". En: "Cuentos, mitos y epopeyas...", op.
cit., pp. 33-34.
[19].
Id., p. 26. Sehetepibra' era
Amenemhat I. "La historia de
Sinuhé" (llamada también "Las Memorias de Sinuhé" o "El cuento de Sinuhé")
se cuenta entre las más célebres obras de la literatura egipcia de su tiempo y
hasta el presente. Compuesta bajo la Dinastía XII, tuvo tal popularidad que
se lo copió numerosas veces en óstracas y papiros hasta el Imperio Nuevo,
por lo menos. Es un relato
autobiográfico, al estilo de los grabados en las tumbas, y relata las
andanzas del noble cortesano Sinuhé.
Tras el asesinato de Amenemhat I, posiblemente por el temor de verse
relacionado con el crimen huyó de Egipto y vivió en Siria y Palestina largos
años, logrando allí una excelente posición. Sin embargo, añoraba su patria y, tras
ser amnistiado por Sesotris I, regresó a Egipto, donde se lo colmó de más
honores y riquezas hasta el fin de sus días.
[20].
Papiro Harris I. "ÉÉl" es Ramsés III. El papiro, de comienzos del reinado
de Ramsés IV, narra los hechos de gobierno de su antecesor. En: SERRANO DELGADO, J.M., op. cit., p.
130.
[21].
"Instrucciones del rey Jety a Merikara'". En: SERRANO DELGADO, J.M.,
op. cit., p. 90. El texto, copiado
y mantenido, ha llegado en tres papiros datados en el Imperio Nuevo, pero la
composición original es del Primer Período Intermedio, Dinastía X. En él Merikara' recibe
instrucciones sobre la vida y el gobierno, de manos de su padre
difunto.
[22].
"Nu" es el nombre dell difunto a quien perteneció este capítulo de la
obra. El nombre del dios de los
difuntos, Osiris, se anteponía al propio.
[23].
Ed. Janés, cap. IV; p. 25.
[24].
Ed. Daniel's Libros, cap. XXXIIII; p. 48.
[25].
Id., cap. CXLVIII; p. 244.
[26].
Id., cap. L; pp. 64-65.<
[27].
Ed. Janés, cap. XXI; p. 49.
[28].
Id., cap. CXLI; p. 233.<
[29].
Así aparece, por ejemplo, en teextos del Imperio Antiguo (cfr. MORET, A.,
"Le Nil et la civilisation égyptienne", p. 462). El ka era una especie de doble espiritual,
con el cual se unía el otro gran componente espiritual, el ba.
[30].
"Fragmentos de una histtoria de espectros". Pertenece a la Dinastía XX.
MASPERO, op. cit., p. 297 y n. 2.
[31].
"El ciclo de Satni-Kamuuas": I.- "La aventura de Satni-Kamuas con las
momias". MASPERO, G., op. cit., pp. 138-139. Las andanzas de Satni están escritas en
varios papiros de tiempos de los Ptolomeos (el citado ahora) y el período
romano, hacia los años 46-47 d.C.
El personaje central es supuestamente un príncipe, hijo de Ramsés
II. En sus historias hay crímenes,
pasiones, moralejas, misterios sobrenaturales y todo lo que podría atrapar la
atención de cualquier lector. En
"La aventura de Satni-Kamuas con las momias" se relata la pesquisa que éste
hizo en medio de sepulcros, para hallar un libro secreto y
mágico.
[32].
Cfr. MASPERO, G., op. cit., pp.. 138-139.
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