33- BELLEZA Y UNIVERSALIDAD DE LA ANTIGUA
POESÍA EGIPCIA
por SYLVIA
SIMONET
LA LENGUA
La lengua que hablaban los antiguos egipcios, o sea el egipcio,
pertenecía a la sub-familia camita, de la familia de lenguas camito-semítica, de
antiquísimo origen. Como es lógico suponer, no permaneció idéntica durante toda
la historia del Antiguo Egipto, sino que sufrió algunos cambios. Se distinguen varias fases en su
evolución, a saber: a) Egipcio Antiguo o Arcaico, desde los orígenes hasta la
dinastía VI; b) Egipcio Medio desde el Primer Período Intermedio hasta la
dinastía XVIII. Es llamado también Egipcio Clásico y su uso como lengua culta se
conservó hasta los últimos tiempos. c) Neo-egipcio, durante el Nuevo Imperio
hasta la dinastía XXV: d) Demótico, desde la dinastía XXV hasta la época
romana.
El
último eslabón de la cadena evolutiva de la lengua egipcia fue el copto, que se usó como vernacular
en Egipto desde el siglo III hasta el X D. C.. Para escribirlo se utilizó el
alfabeto griego y por primera vez en Egipto se usaron signos para representar
las vocales. .Es de destacar que ha
llegado hasta nuestros días como lengua litúrgica de los cristianos coptos. Por
esta razón ha sido de importancia fundamental para lograr el desciframiento de
los jeroglíficos y aún hoy es un valioso auxiliar en los estudios de la lengua
faraónica.
Una característica del Antiguo Egipcio (y también de
las otras lenguas de la sub-familia camítica) la constituye el hecho de que los
radicales sean de dos o tres consonantes.
En cuanto a su aspecto formal y sintáctico, se puede
decir que el Egipcio se manejaba con una ordenación precisa de las partes de la
oración. Según Gardiner “la profunda coherencia de la sintaxis y su firme lógica
son el producto adecuado de un pueblo que gustó de la concreción y el realismo,
pragmático y lleno de sentido común “. De igual modo se interpreta que su
preferencia por las formas nominales frente a las verbales y por las formas
pasivas respecto a las activas refleja su conservadurismo y su respeto por el
pasado y las tradiciones.
Se puede añadir que los nombres presentaban
accidentes de género y número, distinguiéndose en el primero entre femenino y
masculino y en el segundo entre singular, dual y plural. No presentaba accidente
de caso, aunque algunos estudiosos afirman que se había perdido una antigua
declinación.
En cuanto al sistema verbal, éste ofrecía complicadas
determinaciones de los accidentes de modo, tiempo y
persona.
LA ESCRITURA
El sistema de escritura egipcio es el jeroglífico,
palabra que proviene del griego y significa “la sagrada (escritura) incisa”. Los
propios egipcios los llamaban “medu neter” o sea, palabras
divinas.
Generalmente se acepta que los jeroglíficos muestran
sus primeros rudimentos en documentos de finales del Predinástico (fin del IV
milenio A. C.). Esta cronología puede ser rebajada hasta el 4.000 A. C., en pleno
Amratiense si se acepta que los símbolos y los signos que aparecen en la cerámica y en otras
representaciones de dicho período ya configuran un sistema de escritura, si bien
muy primitivo, a partir del cual se desarrolló el sistema jeroglífico. Esto
llevaría, por otra parte, a aceptar la existencia de una evolución y
perfeccionamiento de los jeroglíficos, hecho no comprobado hasta ahora.
Lo que sí está comprobado es que en los primeros
tiempos del dinástico ya era un sistema completo y en pleno uso, que continuó
utilizándose en todo el período faraónico, si bien sujeto a cierta evolución.
Después de la caída del estado faraónico fue perdiendo su preeminencia, hasta
que se dejó de usar; se sabe que la última inscripción jeroglífica fue realizada
en la isla sagrada de Filae, en el año 394 d. C..
Entonces comenzó un largo período de olvido y
desconocimiento, durante el cual se había perdido la capacidad de leerlos,
circunstancia que dio origen a muchas leyendas. Como se sabe, fue recién en el
año 1822 que el francés J. F. Champollion, basándose en la triple inscripción de
la célebre piedra Roseta pudo dar, en tiempos modernos, con la clave para
descifrar la antigua escritura.
Muchas de las dificultades del desciframiento
estribaban en que, debido a los cambios sufridos por el sistema durante su larga
vida, la escritura jeroglífica había terminado integrada por elementos fonéticos
e ideográficos, incluso en una misma palabra. A su vez, los elementos fonéticos
podían ser silábicos o alfabéticos y los ideográficos, pictográficos e
ideográficos propiamente dichos. Por lo demás, y al igual que otras escrituras
próximo-orientales, la jeroglífica carecía de vocales.
Debido a esta última circunstancia, se presenta el
problema de cómo transliterar las palabras y nombres egipcios, muchos de los
cuales están escritos en forma tan abreviada que su pronunciación, especialmente
en referencia a las vocales, siempre resulta dudosa. La mayor parte del
vocabulario egipcio se conoce sólo de esta manera; generalmente se recurre al copto para asignarle las vocales. Cuando esto
no es posible, entonces se hace de forma arbitraria: la “e” generalmente es
utilizada como simple relleno al desconocerse la vocal
original.
Esto explica por qué es tan raro que dos egiptólogos
concuerden en sus grafías, y que los nombres se puedan escribir en castellano (
u otro idioma moderno) de formas tan disímiles, ya que no se ha llegado a
acuerdos unánimes sobre el punto.
Respecto al aspecto material de los signos
jeroglíficos, se puede decir que se
caracterizan por el orden y la simetría de sus formas, que corren parejos con su
sofisticación y refinamiento estético.
Los propios egipcios estaban conscientes del valor de
los jeroglíficos como elemento fundamental de su cultura. Les atribuían un
origen divino que se remontaba al dios Thot, maestro dela sabiduría y los que se
dedicaban al ejercicio de la escritura, los escribas, eran universalmente
respetados y gozaban de alta posición social
LA LITERATURA
La antigua literatura egipcia ha sufrido,
generalmente hablando, una injusta postergación. Tratándose de una literatura
extremadamente antigua, muy rica y con una abundante variedad de textos, ha sido
sistemáticamente dejada de lado en los planes de estudios literarios (o lo era
hasta hace muy pocos años en el
mejor de los casos).
Esto parece causado por simple ignorancia las más de
las veces, aunque tenemos el caso de Wilhelm Worringer, quien ha hablado de ella
en los términos más desdeñosos, y aquí la causa es el prejuicio, incomprensible
en un investigador.
En los países de habla hispana se suma la
inexistencia de traducciones directas de los textos egipcios, aún de los más
representativos y famosos. Ha sido sólo en los últimos años que se ha comenzado
a subsanar esta falta, de modo que hasta
entonces había que manejarse con una segunda traducción del inglés,
francés o alemán.
Al hablar de literatura egipcia, lo que debe
destacarse en primer lugar es que en ella encontramos, más o menos
desarrollados, según el caso, la mayoría de los géneros literarios que hoy conocemos, tanto en prosa como
en poesía.
Podemos menciona, dentro de la prosa, a la llamada
literatura sapiencial o didáctica (sebayt), consistente en máximas y consejos
éticos; al género epistolar, con cartas personales y comunicaciones de carácter
diplomático; a la narrativa, dentro de la cual encontramos una considerable
cantidad de cuentos o relatos de temas muy variados (de aventuras,
seudo-históricos, míticos, etc. ); todo tipo de documentos públicos y privados:
contratos, anales, textos médicos, administrativos, matemáticos, etc.; incluso
se han hallado muestras de genero dramático que, si bien escasas, representan
los primeros orígenes del teatro.
LA POESÍA
Por su parte, la creación poética fue también muy
abundante y llamativa; podemos encontrar dentro de ella hímnica religiosa,
poesía épica y lírica y, dentro de ésta, composiciones de diferente carácter,
especialmente amatoria.
Las características de la escritura hacen difícil
aprehender las estructuras de las que se valía la poesía egipcia. No obstante,
recientes estudios sobre la antigua métrica afirman que sus características
fundamentales eran la sonoridad y el ritmo, conseguidos sobre la base de
aliteraciones y asonancias. Es posible, además, encontrar poemas muy bien
compuestos, en los que puede percibirse la preocupación por la armonía de la
composición. Es muy sugestivo que en un papiro del siglo XIII a. C. Preservado en Turín se encuentre una
división original en versos indicados por puntos de tinta roja. (El texto se
escribía en tinta negra)
En general la falta de otros artificios se
compensaba, en la mayoría de las composiciones, por medio del paralelismo, del
cual se ha dicho que suple la rima de sonidos por la rima de ideas. Según
Lefebure, el paralelismo o aproximación de ideas semejantes, se traduce en
palabras y giros análogos. Agrega que, a veces, como en los versículos
hebraicos, es esbozo de un verso blanco muy libre, cortado por una cesura más o
menos regular, animado por oposiciones que en los casos menos felices se reducen
a meras repeticiones.
Pero la poesía no es sólo forma; incluso más importante que la forma es
el hecho de que sea lenguaje
cargado de emotividad. Y no puede haber ninguna duda de la emoción que
trasuntan muchas de las
composiciones egipcias. Justamente es ésta una de las principales razones por
las que se puede adjudicar a la poesía egipcia el adjetivo de universal. Los
sentimientos y las emociones que expresan son en verdad capaces de hallar eco en
los corazones de los lectores, aún cuando se encuentren separados de sus autores
por tantos siglos.
La naturaleza humana no ha variado; sólo han cambiado
sus ropajes. Por lo tanto, únicamente con abstraer algún detalla puntual,
podemos dejarnos llevar por la vehemencia, la pasión, la delicadeza o la fuerza
expresadas en las distintas composiciones.
POESÍA RELIGIOSA: HIMNOS
La mayor parte de la producción literaria que se ha
conservado del Egipto Antiguo, y sin duda la que comienza más tempranamente, se
refiere a aspectos religiosos. Mezclados a ellos, encontramos también el otro
gran tema, o sea, la realeza faraónica. Sucede que en las épocas más antiguas no
se prestaba mayor atención a los problemas individuales del ser humano, sino que ésta se centraba en cuestiones
cósmicas y universales. La lírica de tendencia intimista comienza más tarde,
como se verá.
Esta primera producción poética consiste
concretamente en himnos. El himno se define como una composición poética en
alabanza de los dioses o los héroes, y en el caso de Egipto se centraba en los
dioses o en el Faraón. Como la importancia de estos temas no decayó en todo el
período dinástico, es posible observar una evolución en el estilo de tales
composiciones durante ese largo lapso.
Uno de los himnos más antiguos que se recogen es el
llamado “Himno Caníbal”, pieza única en su género y que ha despertado mucho
interés entre los eruditos por sus especiales características. Forma parte de
los llamados Textos de las Pirámides, que constituyen el conjunto de literatura
religiosa egipcia más antiguo que se conoce-y según se cree, el más antiguo del
mundo también. Estos textos fueron grabados en las paredes de las cámaras
funerarias de las pirámides reales de las dinastías V y VI, en el Imperio
Antiguo e incluso en alguna del Primer Período Intermedio. Aparecieron por
primera vez en la pirámide de Unas, el último rey de la V dinastía. Se
considera, sin embargo, que reproducen composiciones muy anteriores, cuyo origen
se remontaría a tiempos remotos durante los cuales prevalecerían creencias más
primitivas.
El Himno se trata concretamente de una sorprendente
descripción que presenta al Faraón como devorador de dioses: al comerlos se
apropiaba de sus poderes y de su fuerza mágica, volviéndose así todopoderoso.
Básicamente se está hablando de un canibalismo ritual, una forma de adquisición
de poderes mediante la ingestión directa practicada por muchas sociedades
primitivas. Por cierto que esta práctica no se llevaba a cabo en el Egipto de
las V y VI dinastía; no obstante lleva a pensar que sí se lo hiciera en épocas
prehistóricas. Es por lo demás sintomático que el texto haya desaparecido
después de la época mencionada; posiblemente se lo consideró poco adecuado
frente a hábitos más evolucionados.
Desde un punto de vista puramente literario se señala
que las imágenes y la fuerza de los términos usados lo convierten en un texto de
notable calidad artística. Veamos su comienzo:
HIMNO CANÍBAL DEL FARAÓN
UNAS
“El cielo está tormentoso; se oscurecen las
estrellas.
La bóveda se estremece, tiemblan los huesos del
dios-tierra.
Los planetas se quedan
quietos
Cuando ven que Unas aparece en gloria,
poderoso,
Como un dios que vive de sus
padres,
Que se nutre de sus madres.
Unas es el señor de la
astucia
Cuya madre ignora su
nombre.
La gloria de Unas está en el
cielo,
Su poder está en el
horizonte
Como su padre Atum, que lo ha
creado.
Cuando lo creó, Unas ya era más fuerte que
él.
Unas es el toro del cielo,
Que conquista a voluntad,
Que vive de la existencia de cada
dios,
Que devora sus entrañas
Cuando se acercan con sus cuerpos llenos de
magia
Desde la Isla de las
Llamas.
............................................”
EVOLUCIÓN DE LOS HIMNOS - HIMNO A
AMÓN-RA
Hay un largo himno a Amón-Ra, preservado en un papiro
del Museo de El Cairo-cuyo texto ha sido especialmente estudiado por E.
Grebaut, que es usado como ejemplo
de la evolución que tuvo el tono de los himnos religiosos en el Egipto
dinástico. Recopilado en tiempos del Imperio Nuevo, durante el reinado de
Amenofis II, aparentemente fue compuesto de fragmentos poéticos que databan de
distintas épocas, siendo posible, por consiguiente, detectar en él diferentes
tonos y concepciones religiosas.
El que se puede llamar “viejo estilo” era más formal
y grandilocuente, y en algunos momentos no es sino una letanía. Es evidente que
los poetas antiguos alababan exclusivamente el poder del dios y lo consideraban
sólo con reverencia. Las largas series de reverentes invocaciones, a pesar de la
acusación de seco formalismo y pomposidad, no carecen de belleza en muchos de
los casos, ni tampoco dejan de producir el efecto buscado de grandeza y
poderío.
Amón, dios de Tebas, fue considerado durante el
apogeo tebano el principal de los dioses. Los sacerdotes acabaron por
presentarlo como un ser perfecto, que ha creado todo y no ha sido creado. Se
pensó que los demás dioses habían sido creados por él, o bien que eran el mismo
dios con otro nombre. Frecuentemente se lo designaba con varios nombres:
Amón-
Ra-Harmakhis. He aquí un trozo del “viejo estilo”:
“Te despiertas bienhechor, Amón-Ra-Harmakhis, señor
de los dos horizontes! Oh, bienhechor resplandeciente, flameante...! Recorres el
cielo en lo alto y tus enemigos son abatidos... El cielo está alegre, la tierra
está gozosa. Los dioses y los hombres están de fiesta, a fin de glorificar a
Ra-Harmakhis...
“Tú rechazas al malo, tú has aniquilado el valor del
impío. El adversario de Ra cae en el fuego...Fuerte es Ra, débil el impío! Alto
está Ra, el impío está en tierra! Grande es Ra, pequeño el impío! Luminoso es
Ra, oscuro el impío! Bueno es Ra, malo el impío! Poderoso es Ra, débil el
impío!”
En los trozos que provendrían de tiempos posteriores
se observa que los dioses no solamente tienen poder ilimitado sobre todo el
universo, sino que también representan fuerzas morales, imbuidas de justicia y
amor. Se hace explícita la bondad de los dioses hacia el hombre-no sólo la raza
humana, sino hacia cada individuo en particular e incluso hacia los
animales.
Este amor paternal se extiende en forma especial al
enfermo, al huérfano, a la viuda, al injustamente acusado, quienes pueden tener
esperanza de ser escuchados. El amor de la divinidad debía ser recíproco y
demostrarse por medio de la devoción y también por la obediencia a sus
exigencias morales.
Esta concepción de una divinidad paternal y
omnipotente se aproxima a veces a la idea bíblica de Dios. Se duda, sin
embargo, que estas ideas
estuviesen extendidas en el pueblo; más bien hay tendencia a considerarlas
concepciones de algunos pensadores y teólogos selectos.
Se puede acotar que, a la vista de estos textos, la
primera escuela de egiptólogos franceses -J. J. Champollion-Figeac, E. de Rougé,
P. Pierret- trató de explicar la religión de los faraones como un monoteísmo
expresado bajo la apariencia de muchos dioses, o sea, como un politeísmo
simbólico.
Más modernamente otros especialistas, F. Max Müller
entre ellos, rechazaron esta explicación
y adujeron que el desarrollo más elevado de concepciones religiosas de
períodos más recientes quedaba
reducido al círculo de unos pocos pensadores y poetas y no tenía ninguna
influencia en la religión general
de los egipcios. Esto, no obstante, pensamos que no restaría mérito a los
textos; se sabe que las ideas filosóficas más complejas y sutiles no fueron en
ninguna civilización las más extendidas entre la masa
popular
Ahora vemos una muestra del tono más moderno del
Himno a Amón-Ra:
“Hace nacer la hierba para el ganado, las plantas
para los hombres... Da vida a los peces en el río, a las aves en el aire;
comunica aliento al ser encerrado en el huevo, infunde vida a los reptiles, da
alimento a las aves. Todos son iguales ante sus ojos. Da provisión al ratón en
su agujero y comida al pájaro en la rama.
“Los hombres salen de sus dos ojos, todas las razas
de hombres. Salud a ti, dicen todos,
nos prosternamos ante ti, que nos has creado.”
Lo que es innegable es que este tono más lírico y
piadoso (que halló amplia expresión en los tiempos de Akhenatón) se mantuvo de
allí en adelante y las composiciones muestran una tendencia a abandonar el
simple formalismo en pro de una devoción más sentida y personal.
El viejo formalismo se tomaría una revancha en épocas
tardías, cuando lo hicieron revivir las tendencias arcaizantes y de imitación de
lo más antiguo que dominaron en ese entonces.
HIMNO AL SOL DE AKHENATÓN
Este célebre himno ha sido muchas veces atribuido por
los eruditos al propio Akhenatón, pero otros niegan esta autoría. Akhenatón o
Amenofis IV, Faraón de la XVIII dinastía promovió una reforma religiosa,
abandonando el culto predominante del supremo dios Amón y sustituyéndolo por la
adoración exclusiva del Atón, o sea el disco solar. El Atón era el creador
universal de toda vida. El concepto no era en realidad nuevo en Egipto-ya hemos
visto como el himno a Amón-Ra
(anterior por cierto al reinado de Akhenatón) se refiere al dios en términos
similares de poder universal e imágenes solares. La diferencia más sustancial
que presenta el himno de Akhenatón es la ausencia de referencias a los otros
dioses, a quienes las antiguas concepciones consideraban aspectos
complementarios de Amón.
Muchas imágenes del Himno al Atón tienen ecos
inconfundibles de uno de los salmos de la Biblia, el 104, más precisamente. Esto
ha dado origen a llamativas teorías que relacionan a Moisés y el judaísmo con
las doctrinas religiosas del Faraón Hereje, como fue llamado Akhenatón por los
propios egipcios. Si los resultados
de ambas concepciones fueron muy distintos, esto pudo deberse a la diferencia de
circunstancias y de entornos culturales.
Otra de las características del Himno al Atón es que
describe a la naturaleza en forma poética y con gran minuciosidad en los
detalles. He aquí un fragmento:
“. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La tierra brilla cuando te elevas en el
horizonte,
Resplandeciente cada día como el disco
solar.
Las tinieblas huyen cuando envías tus
rayos..
Los habitantes de Egipto amanecen
alegres
Y se levantan cuando tú les
despiertas.
Se lavan el cuerpo y se ponen los
vestidos....
Levantan los brazos para alabarte cuando
surges.
Y después todo el país se dedica al
trabajo.
Los árboles y las hierbas se cubren de
verdor.
Los pájaros revolotean junto a sus
nidos
Y te alaban con su vuelo.
Toda bestezuela brinca,
Las aves viven cuando tú te
levantas.
Las barcas navegan en el
río,
Los caminos están abiertos cuando tú
surges.
Los peces del río saltan en tu
presencia
Y tus rayos llegan hasta lo más profundo del mar.
“
El autor Emil Nack ha dicho que “estos acentos seguirán resonando a
través de los milenios; no
sólo resuenan en la Biblia, sino que los escuchamos también en los olivares de
Asís y en tiempos modernos en el “Himno al Eter” de
Hölderling”.
No cabe duda que estos sentimientos de reverencia
hacia la divinidad y esta visión de Dios como un buen pastor que cuida a sus
criaturas se pueden encontrar en himnos religiosos de todo el orbe y todos los
tiempos; solamente que los textos egipcios son ciertamente anteriores en el
tiempo.
GRAN HIMNO A HAPY
Es muy conocido el Himno a Hapy, entidad que no es
exactamente la personificación del Nilo como comúnmente se cree; más bien se
asocia al origen de sus aguas y en forma específica al fenómeno de la
crecida. Este himno es un texto
clásico, del que se conservan numerosas copias de la época de la dinastía XVIII,
pero que posiblemente date del Imperio Medio. Algunos egiptólogos proponen
datarlo de fines del Imperio Antiguo o el Primer Período Intermedio, cuando al
parecer se sufrieron problemas de escasez de las crecidas, lo que causó la
miseria y la anarquía en Egipto.
En todos los tiempos Hapy era el dios bienhechor por
excelencia y es quizá por esta causa que el autor del himno, aún en tan temprana
época, sabe hallar tonos tan poéticos y de excepcional
calidez.
Predomina en el texto, además, un fuerte sentimiento
de la naturaleza y evidencia que los egipcios tuvieron siempre plena conciencia
de la importancia que el Nilo y su inundación tenían para Egipto y su
civilización.
Si el agua en general era de máxima importancia para
una tierra desértica como el valle del Nilo, no lo es menos como factor de
fecundidad para cualquier país. Esto se ha comprendido en todos los tiempos,
pero en la actualidad el problema de la escasez o falta de disponibilidad de
agua, tanto para fines de consumo humano e industrial
como para la ganadería y la agricultura, se está convirtiendo en uno de los
desafíos más difíciles que enfrenta la sociedad moderna. Por esto es que, a
través de los milenios, podemos identificarnos con el gozo que producía en
Egipto la esperada inundación anual del Nilo. He aquí cómo la celebra el
Himno.
“Salve, Hapy, que has surgido de la
tierra,
Que has venido para dar vida a
Egipto!
Oculto de naturaleza, oscuro en pleno
día,
Leche del Alto Egipto que irriga los
campos,
Creación de Ra para vivificar a todo el que padece
sed.
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
Que provee de alimentos, grande de
provisiones,
Que produce todos los bienes, señor de la
crecida,
De dulce olor, cuando el incensario ha
venido,
Que produce el pasto para el
ganado,
Que permite los sacrificios para cada
dios.
Residiendo en el más allá controla el cielo y la
tierra,
Conquistador del Doble País, que llena los
almacenes,
Que agranda los graneros, que da bienes a los
indigentes.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Oh, gozo cuando tú vienes,
Hapy!
Oh, gozo cuando tú vienes!
Tú que alimentas a los hombres y
rebaños
Con el regalo de tus
praderas.
Oh, gozo cuando tú vienes!
Oh, gozo cuando tú vienes,
Hapy!”
LAS LAMENTACIONES DE ISIS Y
NEFTYS
Esta composición se encuentra escrita en un papiro del período griego,
actualmente en el Museo de Berlín, pero su origen es muy anterior a dicho
período. Pertenece a los numerosos textos referidos a los mitos osirianos; se
trata de un canto fúnebre o himno cantado por las dos divinas hermanas a la
muerte del dios Osiris y su carácter es marcadamente
elegíaco.
Isis y Neftys profieren sus quejas de un modo
alternativo con patéticos acentos.
“Isis dijo:
Oh, soberano excelente, ven a tu
morada!
Mírame! Soy tu hermana que te
ama.
No te alejes de mí, oh, adolescente
hermoso!
Ven rápido a tu morada! No puedes
contemplarme?
Amargo está mi corazón por tu causa; mis ojos te
buscan.
Tardaré en contemplarte, tardaré en
contemplarte,
Oh, soberano excelente, tardaré en
contemplarte?
Los dioses y los hombres tornan sus ojos hacia
ti
Para todos a su vez
llorarte
Cuando me ven lanzando lamentos a lo alto de los
cielos
Y tú no escuchas mi voz. “
“Neftys dijo:
Oh, soberano excelente, ven a tu
morada!
Tus dos hermanas están junto a
ti
Protegiendo tu lecho
funeral,
Llamándote entre lágrimas.
Busca nuestro cariño,
Háblanos, oh, rey, nuestro
señor!
Es vida para nosotras contemplar tu
rostro.
Nuestros corazones están felices cuando te
vemos!
Oh, soberano excelente,
Nuestros corazones están felices cuando te
vemos.”
Este texto constituye un hermoso aunque triste, poema de amor conyugal
proyectado al plano divino, según Hyalmar Blixen.
El poema continúa largamente con quejas de ambas
diosas, quejas en las que Osiris aparece representando todo lo bueno de la
naturaleza.
Algunos otros textos referentes al mito osiriano son:
el “Gran Himno a Osiris”, que se encuentra en el Museo del Louvre, en la estela
de Amenemés (Nuevo Imperio) ,”Las lágrimas de Isis”, del Papiro Mágico Harris e
“Isis en el combate de Horus y Set”, del Papiro Sallier IV ,hoy en el Museo
Británico.
Ningún texto egipcio relata en forma detallada la
totalidad del mito, pues los egipcios eran notablemente parcos, o quizás
reticentes, a la hora de narrar la historia de los dioses y los ciclos míticos.
Hoy en día la mayor fuente de conocimiento del ciclo osiriano es el griego
Plutarco, que escribió sobre el tema más ampliamente, debido a la posterior
difusión del culto isíaco en el mundo grecorromano.
LA ESTELA POÉTICA DE TUTMOSIS
III
La llamada “estela poética” de Tutmosis III, faraón
de la XVIII dinastía, es un documento singular, procedente de Karnak y que se encuentra actualmente en el
Museo de El Cairo. Además de su valor histórico tiene una alta calidad
literaria que la convirtió en
un texto clásico que faraones posteriores utilizaron para su propia
alabanza.
El texto es presentado como una alocución del dios
Amón, alabando al faraón Tutmosis III; entre otros trozos de prosa incluye, de
un modo bastante original, un poema dividido en estrofas de cuatro versos, lo
que ha sido la causa de que se denomine a la estela como
“poética”.
En estos versos el dios presenta al soberano de
Egipto como un conquistador victorioso
por derecho divino. El dios da al faraón el dominio de todo el mundo,
enumerando detalladamente las tierras conocidas entonces de África, Asia y las
islas del Mediterráneo. Esto se puede inscribir en la línea imperialista que
caracterizó a la XVIII dinastía, con la que Egipto alcanzó el punto máximo de
sus conquistas territoriales.
En el poema se presenta al rey como un auténtico
campeón, que siembra el espanto entre sus enemigos y los aniquila. Se le compara
con el halcón,el toro, el león, que son los animales que la tradición consideró
como emblemáticos de la realeza en su aspecto de poder y violencia.También se lo
llama “señor de los rayos”, expresión con la cual se lo
identifica con la propia
divinidad.
Veamos algunas estrofas:
“Yo he venido para hacer que tú pisotees a los jefes
de Djahy
los extiendo bajo tus pies a lo largo de sus
tierras
hago que ellos vean a tu majestad como el señor de
los rayos
y que resplandezcas ante su vista como imagen
mía.
. . . . . . . .
“Yo he venido para hacer que tú holles las tierras
orientales
que aplastes a quienes están en las zonas de la
Tierra del Dios
hago que ellos vean a tu majestad como una
estrella
que derrama su llama como fuego y trae su
perfume.
. . . . . . . . .
“Yo he venido para hacer que tú holles las tierras
occidentales
estando Keftiu e Isy llenos de respeto hacia
ti
hago que ellos vean a tu majestad como un toro
joven
de corazón resuelto y cuernos afilados, que no puede
ser atrapado.
. . . . . . . . .
“Yo he venido para hacer que holles hasta el confín
de la tierra
estando todo lo que rodea el océano encerrado en tu
puño
hago que ellos vean a tu majestad como un halcón,
señor del ala
que se apodera de lo que ve según su
deseo.”
Como se observa, el poema está compuesto usando el
paralelismo y la repetición. Todas las estrofas no sólo presentan el mismo
esquema de construcción, sino que además repiten el primer y tercer verso casi
palabra por palabra. Es esta composición un ejemplo de que la repetición bien
usada no solamente no es mala, sino que da extraordinaria fuerza a la
exposición.
EL CANTAR DE RAMSÉS II
Resulta de especial interés el llamado “Cantar de
Ramsés II” , por ser una composición que se ajusta a la definición de epopeya,
reclamando así para la literatura egipcia el poseer uno de los poemas épicos más
antiguos que se conocen.
La epopeya se define como un “poema narrativo extenso
de elevado estilo, acción grande y pública, personajes heroicos y en el cual
interviene lo sobrenatural o maravilloso”. La idea dominante es la admiración
que excitan las acciones heroicas. Es de notar que en este género se
distinguieron más adelante los pueblos de lengua indoeuropea. En los héroes
épicos se representa, por rasgos distintivos, al hombre de una raza determinada,
pero al mismo tiempo, al hombre universal:
Aquiles, Rama, Beowolf...(de la Ilíada griega, el Ramayama hindú y el
Beowolf sajón respectivamente).
El “Cantar de Ramsés II” nos ha llegado grabado en el
ala derecha de la Gran Sala Hipóstila de Karnak y también en otros templos. Pero
no sólo se lo ha hallado en inscripciones epigráficas, sino también escrito en
papiro (Papiro Sallier III).
El argumento del Cantar se puede sintetizar de la
manera que se expondrá; cabe añadir que se considera que se trata de un hecho
histórico. El Faraón Ramsés II, denominado posteriormente el Grande, ha salido
de Egipto a la cabeza de su ejército para enfrentarse a su tradicional enemigo,
los kheti o hititas. Después de atemorizar a los pueblos que se habían rebelado
instigados por los hititas, el faraón y su ejército llegan al valle del río
Orontes y establecen su campamento a poca distancia de la ciudad de Kadesh (o
Quodshú).
El rey hitita les prepara una celada: envía espías
que se dejan capturar por los egipcios y que les dan falsos informes respecto a
la posición de su enemigo. De este modo, creyendo que los hititas aún se hallan
lejos, las legiones egipcias se adelantan, dejando al faraón en su campamento,
acompañado solamente por un cuerpo del ejército. Este es el momento que esperaba
el rey hitita, que entonces ataca con sus numerosas
tropas.
Al distinguir los primeros cascos hititas y darse
cuenta del ardid, el faraón lanza un rugido de cólera, se pone su armadura,
empuña la lanza y se arroja a la pelea en su carro. Los guerreros que lo
acompañan son derribados por los hititas y el Faraón se encuentra solo con su
escudero Meni, separado de las tropas egipcias que todavía resisten. La
situación se vuelve difícil para Ramsés, rodeado de enemigos. Meni es presa del
pánico y le dirige unas palabras llenas de temor: “Mi buen señor,... gran
protector del Egipto en el día del combate! Estamos solos en medio de los
enemigos, porque los arqueros y el carro nos han abandonado. Detente para que
nuestras bocas no cesen de respirar. Sálvanos, señor Ramsés
Miamún!”
Y el Faraón responde a su escudero: “Valor,
tranquiliza tu corazón, oh, mi escudero! Voy a penetrar entre ellos como lo hace
el buitre sobre su presa...Voy a hacerles morder el polvo. Qué son, pues, a tus
ojos esos infames? Amón les ha entregado a mi brazo.”
Y eleva una ardiente invocación a su padre Amón, dios
de Tebas, en quien pone toda su confianza: “Yo te invoco, oh, padre mío, Amón!
Heme aquí en medio de pueblos numerosos y desconocidos para mí; todas las
naciones se han reunido contra mí y estoy solo, nadie está conmigo. Mis
numerosos soldados me han abandonado, ninguno de nuestros caballeros ha mirado
hacia mí cuando le llamaba, ni uno siquiera ha escuchado mi voz. Pero pienso que
Amón vale más para mí que un millón de soldados, que cien mil caballeros, que
diez mil hermanos o hijos, aún cuando todos estuviesen reunidos. La obra de los
hombres numerosos no significa nada; Amón les vencerá. He realizado mis acciones por consejo de
tu boca, oh, Amón! y no me he excedido de tus consejos. Te he glorificado hasta
los confines de la tierra!”
Se arroja nuevamente a la lucha y entonces es como si
el dios hubiese escuchado la llamada de su hijo y le prestase auxilio,
cubriéndole con un escudo invisible. El Faraón se precipita contra sus enemigos,
alentando a sus soldados en el combate, y mientras sus fieles caen, su carro
permanece intacto y él mismo no recibe ninguna herida.
Los enemigos se dicen entre ellos: “No es un hombre
el que está entre nosotros, es Setekhú, el gran guerrero, es Baal en persona. No
es propio de un hombre lo que hace contra nosotros: solo, enteramente solo
rechaza a centenares de miles, sin jefes ni soldados. Apresurémosnos, huyamos
ante él, salvemos nuestras vidas y respiremos
todavía.”
Un detalle que añade colorido a la narración es que
Ramsés iba a la batalla acompañado de un león amaestrado, lo que da lugar a que
los hititas identifiquen el animal con la diosa Sekhmet, de cabeza de leona y
exclamen”: Guardaos! No caigáis! Pues la diosa Sekhmet, que está con él y lo
acompaña sobre el carro, le presta su brazo y a aquel que cae una llama ardiente
le devora los huesos.”
Así lucha varias horas, hasta que las legiones
egipcias, alertadas por un oficial enviado apresuradamente en su busca, llegan
al lugar del combate poniendo en fuga a los hititas.
Faraón baja del carro y su primer cuidado es para los
caballos que tan bravamente le han llevado durante la batalla y que responden a
los nombres de “Fuerza en Tebas” y “Nurit satisfecha”. Agradecido, jura que les
cuidará con la mayor esplendidez durante todo el resto de sus vidas, en las
cuadras de sus palacios.
Después llama a los jefes de su ejército, que acuden
y alaban su bravura. Ramsés les hace algunas reconvenciones, suavizadas, sin
embargo, por el recuerdo de sus
propias hazañas y el buen final. Entre otras cosas dice lo siguiente:” ¿Es que
el hombre no se cubre de gloria en su patria cuando ha mostrado valor junto a su
señor y tiene renombre de guerrero? En verdad, en verdad, el hombre es aclamado
por su valor.”
Más adelante, el rey hitita envía mensajeros ante
Ramsés con proposiciones de paz en términos obsequiosos; el Faraón se muestra
magnánimo y se hace la paz. Ramsés toma victorioso el camino de regreso a
Egipto.
Allí el poeta Pentaur o Pentatur compone el poema
inmortalizando la heroica gesta del monarca y, hecho poco común en la literatura
egipcia-generalmente anónima-deja constancia de su
nombre.
Como se aprecia, el poema se ajusta bien a las
condicionantes de una epopeya, si bien cabe apuntar que el relato es lineal y
poco complejo; carece de episodios secundarios y hay pocos personajes
importantes. Pero sin duda está bien llevado y presenta escenas y parlamentos
destacables.
LA LÍRICA Y EL PRIMER PERÍODO
INTERMEDIO
No hay registro de poesía lírica durante el Imperio
Antiguo; los primeros textos de composiciones líricas parecen datar del Primer
Período Intermedio. Fue ésta una época de grandes perturbaciones tanto
económicas como sociales y políticas; el colapso de la autoridad trajo aparejada
una notable revolución en las ideas. Aparecieron por escrito sentimientos que no
habían aparecido anteriormente, ya fuera porque no existieran o porque nadie
pensara en registrarlos por escrito: pesimismo, hedonismo, sentido de la
injusticia y otros sentimientos personales. Se hacen evidentes un individualismo
y un subjetivismo inéditos hasta entonces en la literatura
faraónica.
Es en esta época que evoluciona el concepto de
igualdad social. Es muy conocido, por ejemplo, el hecho de que hubo una
verdadera “democratización del más allá”. Ya no es solamente el Faraón quien
puede aspirar a la vida eterna, sino también los nobles e incluso la gente del
pueblo. Paralelamente se desarrolla un concepto de justicia y de que los dioses
han hecho a todos los hombres iguales. Es cierto que en la práctica esto tenía
consecuencias muy relativas, sobre todo para los estándares modernos. Pero al
menos se establecieron las bases teóricas para una futura nivelación y esto
implica una gran audacia de pensamiento.
En prosa hay un texto ejemplar en este sentido: el
cuento titulado “El campesino elocuente” o “Las quejas del fellah”. Por su
parte, “Las admoniciones de Ipuwer” son ejemplo de un sentimiento de pesimismo
frente a una situación caótica.
DIÁLOGO DEL DESESPERADO
Dentro del campo de la poesía encontramos el “Diálogo
del desesperado”, llamado a veces “Diálogo del cansado de la vida con su alma”,
uno de los textos más sugestivos de la literatura
egipcia.
La forma dialogada ya se nos presenta como algo
llamativo (más adelante será usada en los poemas amatorios del Nuevo Imperio),
pero más llamativo nos resulta cuando nos percatamos que el diálogo del hombre
es con su propio “ba”.El ba, que en muchas ocasiones se ve traducido por la
palabra alma, es un concepto egipcio bastante sutil. No es exactamente el alma,
ni tampoco el doble (ka), sino que representa las fuerzas físicas y espirituales
del individuo y son las que, una vez muerto, garantizan su bienestar
eterno.
Este texto se conserva en una sola copia en un papiro
de la dinastía XII, pero se cree que su composición se remonta al Primer Período
Intermedio, y no solamente a causa de su tono pesimista y subjetivo. Su
antigüedad se refleja en el hecho de que no se mencione a Osiris en relación con la vida en el más
allá, sino a Ra y también a Thot. Fue durante el Primer Período Intermedio que
cambiaron las creencias y las prácticas funerarias.
En la narración aparecen los temas más significativos
de la cultura egipcia de la época-temas propios de una sociedad evolucionada,
por otra parte,-como la esperanza en la vida ultraterrena, el juicio tras la
muerte, el pecado y el perdón, la vanidad de las cosas de este mundo, la miseria
de los tiempos y el deseo de morir.
El protagonista es un hombre del cual nunca sabemos
el nombre; esto es también un rasgo atípico en la literatura egipcia, o sea que
el protagonista carezca de nombre. El argumento puede resumirse así: cansado de
la dureza de la vida y sus injusticias, el hombre anhela la muerte. Su ba, por
su parte, trata de disuadirlo y apartarlo de tales ideas, pues la muerte es un
asunto dudoso y más vale aprovechar la vida. Para probar su punto de vista le
relata algunas parábolas.
El hombre no se deja disuadir y le responde con unos
cantos, en los cuales el sentimiento trágico de la existencia se muestra unido
al deseo de atravesar la barrera de la muerte. No se menciona explícitamente al
suicidio, pero la idea queda subyacente.
Ahora bien, este sentimiento de cansancio de la vida,
de desesperanza frente a las injusticias y dolores que debemos padecer a lo
largo de nuestra existencia al punto de desear la muerte, es un sentimiento que
volvemos a encontrar en la literatura, pero esta composición es el antecedente
más antiguo que tenemos de él.
Lo volvemos a encontrar, por ejemplo, en el célebre
monólogo del Hamlet de Shakespeare, “Ser o no ser”. No queremos decir que sea igual, sino
que un sentimiento prefigura el otro, conservando las características propias de
cada época y lugar.
Algunos autores, por su parte, afirman que recuerda
el Libro de Job.
Es de notar que el protagonista desea la muerte, no
por ser un estado ideal en sí mismo, sino en oposición a una vida que se le
presenta como difícil de sobrellevar. No reniega de la vida en forma
absoluta-sin duda una buena vida valdría la pena vivirse-sino debido a
circunstancias adversas a las que enumera en detalle. Se adivina que el
protagonista vivió una época anterior en la cual las cosas eran como debían ser
y se intuye la revolución social como trasfondo, tiempos en los que los justos
son sometidos a vejaciones y la impiedad se
generaliza.
La profundidad del pensamiento, así como la riqueza y
expresividad de las imágenes hacen de este texto uno de los puntos más altos de
la poesía egipcia. Veamos:
“. . . . . . . . . . . . .
¿A quién hablaré hoy?
Los corazones son rapaces.
Cada uno arrebata los bienes de su
vecino.
¿A quién hablaré hoy?
La amabilidad ha muerto,
La violencia asalta a
todos.
¿A quién hablaré hoy?
Se encuentra satisfacción en la
maldad.
La bondad ha sido abandonada por todas
partes.
¿A quién hablaré hoy?
Aquel que debía enfurecer al hombre por sus
crímenes
Hace que
todos rían ante sus maldades.
. . . . . . . . . . . . . ,
¿A quién hablaré hoy?
Nadie se acuerda del
pasado,
Nadie ofrece auxilio a aquel que solía
hacerlo.
. . . . . . . . . . . . . .
.
La muerte está hoy ante mí
Como cuando un hombre desea ver el
hogar
Después de haber pasado muchos años en
cautiverio.
. . . . .
. . . . . . . ..
.
La muerte está hoy ante mí
Como cuando el cielo se
despeja,
Como cuando un hombre descubre lo que
ignoraba.”
LA CANCIÓN DEL ARPISTA
LA Canción del Arpista pertenece a un género de
composiciones que generalmente aparecen esculpidas en las paredes de las tumbas
o en estelas(y ocasionalmente en papiro. Se interpretaban acompañadas por el
arpa y a veces por otros instrumentos como
el laúd, en ocasión de los banquetes fúnebres en honor de un difunto.
Aunque al parecer también se interpretaban en otras fiestas sin contenido
religioso.
Esta canción que tratamos es la más antigua conocida
del género, y también la más célebre. Se le llama también Canto de Intef, porque
fue encontrada en la tumba de este Faraón, conocido también como Antef el
Grande. Su fecha de composición parece datar de fines del Primer Período
Intermedio, lo que concordaría adecuadamente con el escepticismo y el hedonismo
que la caracterizan. Dice así:
“Una generación pasa,
Otra permanece, desde el tiempo de los
antepasados.
Los dioses que existieron
antes
Y que reposan en sus
pirámides,
Los nobles glorificados que
igualmente
Fueron enterrados en sus
pirámides,
Los que construyeron
templos,
Sus lugares ya no existen.
¿Qué se ha hecho de ellos?
. . . . . . . . . . . .. . . .
Sigue a tu corazón mientras
vivas.
Pon mirra en tu cabeza,
Vístete con el más fino
lino.
Sigue a tu corazón y a tu
placer.
Dedícate a tus asuntos sobre la
tierra.
¡Festeja alegre el día!
Mira, a nadie le es concedido llevarse sus riquezas
consigo;
Ninguno de cuantos partieron ha
vuelto.”
En algunos momentos, al comienzo, la canción recuerda
las coplas de Jorge Manrique: es el mismo sentimiento de la fugacidad de la vida
y de lo efímero de las realizaciones del hombre. La conclusión es bien distinta,
sin embargo. Mientras el español
deriva de ello enseñanzas morales, los egipcios aconsejan disfrutar de la
vida.
Esto puede sorprender al desprevenido. Parece una
actitud opuesta a la que se supone deberían tener los egipcios, que siempre
sustentaron una firme creencia en la vida de ultratumba. Pero el egipcio era
también muy pragmático y amaba ardientemente los placeres de esta vida, dos
circunstancias que lo llevaban a aprovecharse de la existencia mientras durase.
Por lo demás, no había unanimidad en las creencias y frente a esa diversidad,
surgía la evidencia incontrastable de la realidad y la vida
terrenal.
Esta actitud avalaría de alguna manera el relato de
Herodoto (puesto en duda muchas veces) de que en los banquetes del Antiguo
Egipto se solía exhibir una momia de imitación para recordar a los presentes lo
efímero de todo lo terrenal, pero al mismo tiempo, para incitar a gozar de los
placeres del momento.
Este
sentimiento de gozar de la vida mientras se la tiene, de aprovechar el instante
que pasa y no vuelve, contiene una filosofía que se encuentra en la poesía
occidental de todas las épocas. Muchos siglos después de escrito el Canto del
Arpista, el mismo sentimiento fue expresado por el latino Horacio con palabras
semejantes en su oda I, II: la muy conocida línea “Carpe diem” (Goza del
día).
Hoy en día este Canto del Arpista es una de las
composiciones más difundidas de la antigua literatura egipcia; sin duda la
filosofía escéptica y hedonista que expone halla un mayor eco en la sensibilidad
contemporánea.
LÍRICA AMATORIA
La lírica amatoria floreció en el Nuevo Imperio,
época de la cual se han hallado nueve recopilaciones de poemas, de las que
podemos destacar la del Papiro Harris 500 y la del Papiro Chester Beatty I.
Anterior a esta época no
encontramos dentro del corpus que se conserva de la literatura egipcia, líricas
de este carácter, que podemos llamar amatorio, ya que en ellas se cantan las
maravillas y las penas del amor. Por el tenor de muchas de ellas se las ha
calificado de semieróticas: En efecto, no se las puede llamar eróticas
directamente, porque su lenguaje es delicado y encontramos pocas imágenes
explícitas o atrevidas, pero es innegable que la relación sexual subyace en
todas ellas, como el resultado natural y lógico del estado de enamoramiento de
los protagonistas.
Son una indicación de la ecuanimidad de la sociedad
egipcia ante las relaciones entre los dos sexos, así como del status de mayor
libertad de que gozabas la mujer en comparación con el resto del mundo antiguo.
Generalmente se trata de pequeñas composiciones que
adoptan la forma de discurso directo o diálogo. Es posible que se cantaran con
el acompañamiento de arpas o flautas durante las fiestas o
banquetes.
Dice el amante:
“El amor de mi hermana me aguarda en la otra
orilla.
Hay un cocodrilo al acecho, pero cruzaré sin miedo
las aguas.
Es tu amor lo que me hace fuerte y conjura los
cocodrilos.
Cuando te veo llegar mi corazón salta de
júbilo,
Mis brazos quieren
estrecharte.
Y si beso tus labios
abiertos
Me siento embriagado -sin
cerveza.”
En otro momento dice:
“Oh, quién fuera la negra que la
acompaña,
para ver el color de todos sus
miembros!
Oh, quién fuera su
lavandero,
Para lavar los ungüentos perfumados de sus
vestidos!
Oh, quién fuera la sortija de su
dedo!”
Las imágenes que se nos presentan no son rebuscadas y
producen un efecto de delicadeza y de frescura. Alienta en ellas el soplo de la
vida real: abundan las referencias a objetos de uso común y circunstancias de la
vida diaria: la cerveza, las sortijas, los óleos perfumados, los criados y los
esclavos negros.
Por su parte, la enamorada
dice:
“Cuán dulce es irme al estanque y bañarme ante
ti,
mostrándote mi belleza,
en mi camisa del más fino lienzo, mojada de
agua!
Bajaré contigo al agua y volveré a
subir
Con un pez rojo, tan lindo, entre los
dedos.”
Y prosigue:
“Me retiraré contigo a los árboles del
jardín.
Veré lo que haces cuando contemples mi
rostro.
Mis brazos están enguirnaldados de
flores
Y fino aceite hace brillar mis
cabellos.
Cuando estoy en tus brazos
Soy como una princesa del señor de ambos
países.”
En general, puede decirse que en estos poemas palpita
un erotismo inocente, del que está ausente toda idea de pecado. Esos amantes de
los tiempos faraónicos se amaban
con toda ingenuidad y su amor era simplemente un hecho más entre otros, de esa
maravillosa naturaleza en la que estaban inmersos. Porque no puede dejar de
recalcarse la importancia de la presencia de la naturaleza en estas
composiciones. Si bien el egipcio en general sentía gran amor y respeto por la
naturaleza, aquí ésta se nos aparece como el medio ideal en el que habitan los
enamorados. Así se mencionan el río, el estanque, el jardín, los árboles, las
flores...
La forma dialogada de estos poemas amatorios ha hecho
recordar a numerosos autores la del “Cantar de los Cantares” del Antiguo
Testamento. Pero no sólo la forma tiene similitudes. Aunque el Cantar de la
Biblia se nos aparece como un texto de mayor envergadura y tono más serio frente
a estas composiciones más bien ingenuas y juguetonas, se puede detectar
semejanzas entre los sentimientos expresados: la unión con la naturaleza, por un
lado, y un amor en el que la espiritualidad se expresa y se hace visible a
través del influjo de la sensualidad, por el otro.
Antes de terminar, veamos otra lírica amatoria en la
que, con imágenes muy expresivas, se describen las penosas consecuencias que
provoca en el amante la ausencia de la amada. Se trata de una composición muy
simpática que nos habla de una experiencia común a los jóvenes enamorados de
todos los tiempos.
“He aquí que hace siete días que no veo a la
bienamada.
La languidez se abate sobre
mí,
El corazón se vuelve
pesado,
Hasta mi vida he olvidado.
Si los médicos se acercan
Sus remedios no me
satisfacen.
Los magos no encuentran
recursos,
Mi enfermedad no puede ser
descubierta.
. . . . . . . . . . . . . .
La bienamada es para mí el mejor de los
remedios.
Para mí es mejor que un
recetario,
Su venida es mi amuleto.
Si la veo, recobro la
salud.
Cuando abre los ojos, mi cuerpo
rejuvenece,
Cuando habla, me siento
fuerte,
Cuando la tomo entre mis brazos, aparta de mí la
enfermedad.
¡Hace ya siete días que se alejó de
mí!
CONCLUSIÓN
Después de este rápido periplo por la producción
poética del Antiguo Egipto, pensamos probada la propuesta de nuestro título, o
sea, la belleza y la universalidad de dicha poesía; la primera se muestra por
medio de la lectura del propio texto y la segunda se hace evidente a poco que se
la examine como hemos hecho en este trabajo.
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