33-  BELLEZA Y UNIVERSALIDAD DE LA ANTIGUA POESÍA EGIPCIA

 

 

por   SYLVIA SIMONET

 

 

 

 

 

LA LENGUA

 

La lengua que hablaban los antiguos egipcios, o sea el egipcio, pertenecía a la sub-familia camita, de la familia de lenguas camito-semítica, de antiquísimo origen. Como es lógico suponer, no permaneció idéntica durante toda la historia del Antiguo Egipto, sino que sufrió algunos cambios.  Se distinguen varias fases en su evolución, a saber: a) Egipcio Antiguo o Arcaico, desde los orígenes hasta la dinastía VI; b) Egipcio Medio desde el Primer Período Intermedio hasta la dinastía XVIII. Es llamado también Egipcio Clásico y su uso como lengua culta se conservó hasta los últimos tiempos. c) Neo-egipcio, durante el Nuevo Imperio hasta la dinastía XXV: d) Demótico, desde la dinastía XXV hasta la época romana.

El  último eslabón de la cadena evolutiva de la lengua egipcia  fue el copto, que se usó como vernacular en Egipto desde el siglo III hasta el X D. C.. Para escribirlo se utilizó el alfabeto griego y por primera vez en Egipto se usaron signos para representar las vocales.  .Es de destacar que ha llegado hasta nuestros días como lengua litúrgica de los cristianos coptos. Por esta razón ha sido de importancia fundamental para lograr el desciframiento de los jeroglíficos y aún hoy es un valioso auxiliar en los estudios de la lengua faraónica.

Una característica del Antiguo Egipcio (y también de las otras lenguas de la sub-familia camítica) la constituye el hecho de que los radicales sean de dos o tres consonantes.

En cuanto a su aspecto formal y sintáctico, se puede decir que el Egipcio se manejaba con una ordenación precisa de las partes de la oración. Según Gardiner “la profunda coherencia de la sintaxis y su firme lógica son el producto adecuado de un pueblo que gustó de la concreción y el realismo, pragmático y lleno de sentido común “. De igual modo se interpreta que su preferencia por las formas nominales frente a las verbales y por las formas pasivas respecto a las activas refleja su conservadurismo y su respeto por el pasado y las tradiciones.

Se puede añadir que los nombres presentaban accidentes de género y número, distinguiéndose en el primero entre femenino y masculino y en el segundo entre singular, dual y plural. No presentaba accidente de caso, aunque algunos estudiosos afirman que se había perdido una antigua declinación.

En cuanto al sistema verbal, éste ofrecía complicadas determinaciones de los accidentes de modo, tiempo y persona.

 

 

 

LA ESCRITURA

 

El sistema de escritura egipcio es el jeroglífico, palabra que proviene del griego y significa “la sagrada (escritura) incisa”. Los propios egipcios los llamaban “medu neter” o sea, palabras divinas.

Generalmente se acepta que los jeroglíficos muestran sus primeros rudimentos en documentos de finales del Predinástico (fin del IV milenio A. C.). Esta cronología puede ser rebajada  hasta el 4.000 A. C., en pleno Amratiense si se acepta que los símbolos y los signos  que aparecen en la cerámica y en otras representaciones de dicho período ya configuran un sistema de escritura, si bien muy primitivo, a partir del cual se desarrolló el sistema jeroglífico. Esto llevaría, por otra parte, a aceptar la existencia de una evolución y perfeccionamiento de los jeroglíficos, hecho no comprobado hasta ahora.

Lo que sí está comprobado es que en los primeros tiempos del dinástico ya era un sistema completo y en pleno uso, que continuó utilizándose en todo el período faraónico, si bien sujeto a cierta evolución. Después de la caída del estado faraónico fue perdiendo su preeminencia, hasta que se dejó de usar; se sabe que la última inscripción jeroglífica fue realizada en la isla sagrada de Filae, en el año 394 d. C..

Entonces comenzó un largo período de olvido y desconocimiento, durante el cual se había perdido la capacidad de leerlos, circunstancia que dio origen a muchas leyendas. Como se sabe, fue recién en el año 1822 que el francés J. F. Champollion, basándose en la triple inscripción de la célebre piedra Roseta pudo dar, en tiempos modernos, con la clave para descifrar la antigua escritura.

Muchas de las dificultades del desciframiento estribaban en que, debido a los cambios sufridos por el sistema durante su larga vida, la escritura jeroglífica había terminado integrada por elementos fonéticos e ideográficos, incluso en una misma palabra. A su vez, los elementos fonéticos podían ser silábicos o alfabéticos y los ideográficos, pictográficos e ideográficos propiamente dichos. Por lo demás, y al igual que otras escrituras próximo-orientales, la jeroglífica carecía de vocales.

Debido a esta última circunstancia, se presenta el problema de cómo transliterar las palabras y nombres egipcios, muchos de los cuales están escritos en forma tan abreviada que su pronunciación, especialmente en referencia a las vocales, siempre resulta dudosa. La mayor parte del vocabulario egipcio se conoce sólo de esta manera; generalmente se recurre  al copto  para asignarle las vocales. Cuando esto no es posible, entonces se hace de forma arbitraria: la “e” generalmente es utilizada como simple relleno al desconocerse la vocal original.

Esto explica por qué es tan raro que dos egiptólogos concuerden en sus grafías, y que los nombres se puedan escribir en castellano ( u otro idioma moderno) de formas tan disímiles, ya que no se ha llegado a acuerdos unánimes sobre el punto.

Respecto al aspecto material de los signos jeroglíficos, se puede decir  que se caracterizan por el orden y la simetría de sus formas, que corren parejos con su sofisticación y refinamiento estético.

Los propios egipcios estaban conscientes del valor de los jeroglíficos como elemento fundamental de su cultura. Les atribuían un origen divino que se remontaba al dios Thot, maestro dela sabiduría y los que se dedicaban al ejercicio de la escritura, los escribas, eran universalmente respetados y gozaban de alta posición social

 

 

 

LA LITERATURA

 

La antigua literatura egipcia ha sufrido, generalmente hablando, una injusta postergación. Tratándose de una literatura extremadamente antigua, muy rica y con una abundante variedad de textos, ha sido sistemáticamente dejada de lado en los planes de estudios literarios (o lo era hasta hace muy pocos años  en el mejor de los casos).

Esto parece causado por simple ignorancia las más de las veces, aunque tenemos el caso de Wilhelm Worringer, quien ha hablado de ella en los términos más desdeñosos, y aquí la causa es el prejuicio, incomprensible en un investigador.

En los países de habla hispana se suma la inexistencia de traducciones directas de los textos egipcios, aún de los más representativos y famosos. Ha sido sólo en los últimos años que se ha comenzado a subsanar esta falta, de modo que hasta  entonces había que manejarse con una segunda traducción del inglés, francés o alemán.

Al hablar de literatura egipcia, lo que debe destacarse en primer lugar es que en ella encontramos, más o menos desarrollados, según el caso, la mayoría de los géneros literarios  que hoy conocemos, tanto en prosa como en poesía.

Podemos menciona, dentro de la prosa, a la llamada literatura sapiencial o didáctica (sebayt), consistente en máximas y consejos éticos; al género epistolar, con cartas personales y comunicaciones de carácter diplomático; a la narrativa, dentro de la cual encontramos una considerable cantidad de cuentos o relatos de temas muy variados (de aventuras, seudo-históricos, míticos, etc. ); todo tipo de documentos públicos y privados: contratos, anales, textos médicos, administrativos, matemáticos, etc.; incluso se han hallado muestras de genero dramático que, si bien escasas, representan los primeros orígenes del teatro.

 

 

 

LA POESÍA

 

Por su parte, la creación poética fue también muy abundante y llamativa; podemos encontrar dentro de ella hímnica religiosa, poesía épica y lírica y, dentro de ésta, composiciones de diferente carácter, especialmente amatoria.

Las características de la escritura hacen difícil aprehender las estructuras de las que se valía la poesía egipcia. No obstante, recientes estudios sobre la antigua métrica afirman que sus características fundamentales eran la sonoridad y el ritmo, conseguidos sobre la base de aliteraciones y asonancias. Es posible, además, encontrar poemas muy bien compuestos, en los que puede percibirse la preocupación por la armonía de la composición. Es muy sugestivo que en un papiro del siglo XIII a. C.  Preservado en Turín se encuentre una división original en versos indicados por puntos de tinta roja. (El texto se escribía en tinta negra)

En general la falta de otros artificios se compensaba, en la mayoría de las composiciones, por medio del paralelismo, del cual se ha dicho que suple la rima de sonidos por la rima de ideas. Según Lefebure, el paralelismo o aproximación de ideas semejantes, se traduce en palabras y giros análogos. Agrega que, a veces, como en los versículos hebraicos, es esbozo de un verso blanco muy libre, cortado por una cesura más o menos regular, animado por oposiciones que en los casos menos felices se reducen a meras repeticiones.

Pero la poesía no es sólo forma;  incluso más importante que la forma es el hecho  de que sea lenguaje cargado de emotividad. Y no puede haber ninguna duda de la emoción que trasuntan   muchas de las composiciones egipcias. Justamente es ésta una de las principales razones por las que se puede adjudicar a la poesía egipcia el adjetivo de universal. Los sentimientos y las emociones que expresan son en verdad capaces de hallar eco en los corazones de los lectores, aún cuando se encuentren separados de sus autores por tantos siglos.

La naturaleza humana no ha variado; sólo han cambiado sus ropajes. Por lo tanto, únicamente con abstraer algún detalla puntual, podemos dejarnos llevar por la vehemencia, la pasión, la delicadeza o la fuerza expresadas en las distintas composiciones.

 

 

 

POESÍA RELIGIOSA: HIMNOS

 

La mayor parte de la producción literaria que se ha conservado del Egipto Antiguo, y sin duda la que comienza más tempranamente, se refiere a aspectos religiosos. Mezclados a ellos, encontramos también el otro gran tema, o sea, la realeza faraónica. Sucede que en las épocas más antiguas no se prestaba mayor atención a los problemas individuales del ser humano,  sino que ésta se centraba en cuestiones cósmicas y universales. La lírica de tendencia intimista comienza más tarde, como se verá.

Esta primera producción poética consiste concretamente en himnos. El himno se define como una composición poética en alabanza de los dioses o los héroes, y en el caso de Egipto se centraba en los dioses o en el Faraón. Como la importancia de estos temas no decayó en todo el período dinástico, es posible observar una evolución en el estilo de tales composiciones durante ese largo lapso.

Uno de los himnos más antiguos que se recogen es el llamado “Himno Caníbal”, pieza única en su género y que ha despertado mucho interés entre los eruditos por sus especiales características. Forma parte de los llamados Textos de las Pirámides, que constituyen el conjunto de literatura religiosa egipcia más antiguo que se conoce-y según se cree, el más antiguo del mundo también. Estos textos fueron grabados en las paredes de las cámaras funerarias de las pirámides reales de las dinastías V y VI, en el Imperio Antiguo e incluso en alguna del Primer Período Intermedio. Aparecieron por primera vez en la pirámide de Unas, el último rey de la V dinastía. Se considera, sin embargo, que reproducen composiciones muy anteriores, cuyo origen se remontaría a tiempos remotos durante los cuales prevalecerían creencias más primitivas.

El Himno se trata concretamente de una sorprendente descripción que presenta al Faraón como devorador de dioses: al comerlos se apropiaba de sus poderes y de su fuerza mágica, volviéndose así todopoderoso. Básicamente se está hablando de un canibalismo ritual, una forma de adquisición de poderes mediante la ingestión directa practicada por muchas sociedades primitivas. Por cierto que esta práctica no se llevaba a cabo en el Egipto de las V y VI dinastía; no obstante lleva a pensar que sí se lo hiciera en épocas prehistóricas. Es por lo demás sintomático que el texto haya desaparecido después de la época mencionada; posiblemente se lo consideró poco adecuado frente a hábitos más evolucionados.

Desde un punto de vista puramente literario se señala que las imágenes y la fuerza de los términos usados lo convierten en un texto de notable calidad artística. Veamos su comienzo:

 

 

HIMNO CANÍBAL DEL FARAÓN UNAS

 

“El cielo está tormentoso; se oscurecen las estrellas.

La bóveda se estremece, tiemblan los huesos del dios-tierra.

Los planetas se quedan quietos

Cuando ven que Unas aparece en gloria, poderoso,

Como un dios que vive de sus padres,

Que se nutre de sus madres.

Unas es el señor de la astucia

Cuya madre ignora su nombre.

La gloria de Unas está en el cielo,

Su poder está en el horizonte

Como su padre Atum, que lo ha creado.

Cuando lo creó, Unas ya era más fuerte que él.

Unas es el toro del cielo,

Que conquista a voluntad,

Que vive de la existencia de cada dios,

Que devora sus entrañas

Cuando se acercan con sus cuerpos llenos de magia

Desde la Isla de las Llamas.

............................................”

 

 

 

EVOLUCIÓN DE LOS HIMNOS - HIMNO A AMÓN-RA

 

Hay un largo himno a Amón-Ra, preservado en un papiro del Museo de El Cairo-cuyo texto ha sido especialmente estudiado por E. Grebaut,  que es usado como ejemplo de la evolución que tuvo el tono de los himnos religiosos en el Egipto dinástico. Recopilado en tiempos del Imperio Nuevo, durante el reinado de Amenofis II, aparentemente fue compuesto de fragmentos poéticos que databan de distintas épocas, siendo posible, por consiguiente, detectar en él diferentes tonos y concepciones religiosas.

El que se puede llamar “viejo estilo” era más formal y grandilocuente, y en algunos momentos no es sino una letanía. Es evidente que los poetas antiguos alababan exclusivamente el poder del dios y lo consideraban sólo con reverencia. Las largas series de reverentes invocaciones, a pesar de la acusación de seco formalismo y pomposidad, no carecen de belleza en muchos de los casos, ni tampoco dejan de producir el efecto buscado de grandeza y poderío.

Amón, dios de Tebas, fue considerado durante el apogeo tebano el principal de los dioses. Los sacerdotes acabaron por presentarlo como un ser perfecto, que ha creado todo y no ha sido creado. Se pensó que los demás dioses habían sido creados por él, o bien que eran el mismo dios con otro nombre. Frecuentemente se lo designaba con varios nombres: Amón-

Ra-Harmakhis. He aquí un trozo del “viejo estilo”:

“Te despiertas bienhechor, Amón-Ra-Harmakhis, señor de los dos horizontes! Oh, bienhechor resplandeciente, flameante...! Recorres el cielo en lo alto y tus enemigos son abatidos... El cielo está alegre, la tierra está gozosa. Los dioses y los hombres están de fiesta, a fin de glorificar a Ra-Harmakhis...

“Tú rechazas al malo, tú has aniquilado el valor del impío. El adversario de Ra cae en el fuego...Fuerte es Ra, débil el impío! Alto está Ra, el impío está en tierra! Grande es Ra, pequeño el impío! Luminoso es Ra, oscuro el impío! Bueno es Ra, malo el impío! Poderoso es Ra, débil el impío!”

 

En los trozos que provendrían de tiempos posteriores se observa que los dioses no solamente tienen poder ilimitado sobre todo el universo, sino que también representan fuerzas morales, imbuidas de justicia y amor. Se hace explícita la bondad de los dioses hacia el hombre-no sólo la raza humana, sino hacia cada individuo en particular e incluso hacia los animales.

Este amor paternal se extiende en forma especial al enfermo, al huérfano, a la viuda, al injustamente acusado, quienes pueden tener esperanza de ser escuchados. El amor de la divinidad debía ser recíproco y demostrarse por medio de la devoción y también por la obediencia a sus exigencias morales.

Esta concepción de una divinidad paternal y omnipotente se aproxima a veces a la idea bíblica de Dios. Se duda, sin embargo,   que estas ideas estuviesen extendidas en el pueblo; más bien hay tendencia a considerarlas concepciones de algunos pensadores y teólogos selectos.

Se puede acotar que, a la vista de estos textos, la primera escuela de egiptólogos franceses -J. J. Champollion-Figeac, E. de Rougé, P. Pierret- trató de explicar la religión de los faraones como un monoteísmo expresado bajo la apariencia de muchos dioses, o sea, como un politeísmo simbólico.

Más modernamente otros especialistas, F. Max Müller entre ellos, rechazaron esta explicación  y adujeron que el desarrollo más elevado de concepciones religiosas de períodos más recientes quedaba   reducido al círculo de unos pocos pensadores y poetas y no tenía ninguna influencia en la religión  general de los egipcios. Esto, no obstante, pensamos que no restaría mérito a los textos; se sabe que las ideas filosóficas más complejas y sutiles no fueron en ninguna civilización las más extendidas entre la masa popular

Ahora vemos una muestra del tono más moderno del Himno a Amón-Ra:

“Hace nacer la hierba para el ganado, las plantas para los hombres... Da vida a los peces en el río, a las aves en el aire; comunica aliento al ser encerrado en el huevo, infunde vida a los reptiles, da alimento a las aves. Todos son iguales ante sus ojos. Da provisión al ratón en su agujero y comida al pájaro en la rama.

“Los hombres salen de sus dos ojos, todas las razas de hombres. Salud a ti, dicen todos,  nos prosternamos ante ti, que nos has creado.”

Lo que es innegable es que este tono más lírico y piadoso (que halló amplia expresión en los tiempos de Akhenatón) se mantuvo de allí en adelante y las composiciones muestran una tendencia a abandonar el simple formalismo en pro de una devoción más sentida y personal.

El viejo formalismo se tomaría una revancha en épocas tardías, cuando lo hicieron revivir las tendencias arcaizantes y de imitación de lo más antiguo que dominaron en ese entonces.

 

 

 

HIMNO AL SOL DE AKHENATÓN

 

Este célebre himno ha sido muchas veces atribuido por los eruditos al propio Akhenatón, pero otros niegan esta autoría. Akhenatón o Amenofis IV, Faraón de la XVIII dinastía promovió una reforma religiosa, abandonando el culto predominante del supremo dios Amón y sustituyéndolo por la adoración exclusiva del Atón, o sea el disco solar. El Atón era el creador universal de toda vida. El concepto no era en realidad nuevo en Egipto-ya hemos visto como  el himno a Amón-Ra (anterior por cierto al reinado de Akhenatón) se refiere al dios en términos similares de poder universal e imágenes solares. La diferencia más sustancial que presenta el himno de Akhenatón es la ausencia de referencias a los otros dioses, a quienes las antiguas concepciones consideraban aspectos complementarios de Amón.

Muchas imágenes del Himno al Atón tienen ecos inconfundibles de uno de los salmos de la Biblia, el 104, más precisamente. Esto ha dado origen a llamativas teorías que relacionan a Moisés y el judaísmo con las doctrinas religiosas del Faraón Hereje, como fue llamado Akhenatón por los propios egipcios. Si  los resultados de ambas concepciones fueron muy distintos, esto pudo deberse a la diferencia de circunstancias y de entornos culturales.

Otra de las características del Himno al Atón es que describe a la naturaleza en forma poética y con gran minuciosidad en los detalles. He aquí un fragmento:

“. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  .

La tierra brilla cuando te elevas en el horizonte,

Resplandeciente cada día como el disco solar.

Las tinieblas huyen cuando envías tus rayos..

Los habitantes de Egipto amanecen alegres

Y se levantan cuando tú les despiertas.

Se lavan el cuerpo y se ponen los vestidos....

Levantan los brazos para alabarte cuando surges.

Y después todo el país se dedica al trabajo.

Los árboles y las hierbas se cubren de verdor.

Los pájaros revolotean   junto a sus nidos

Y te alaban con su vuelo.

Toda bestezuela brinca,

Las aves viven cuando tú te levantas.

Las barcas navegan en el río,

Los caminos están abiertos cuando tú surges.

Los peces del río saltan en tu presencia

Y tus rayos llegan hasta lo más profundo del mar. “

El autor Emil Nack ha dicho que  “estos acentos seguirán resonando a través de los milenios;   no sólo resuenan en la Biblia, sino que los escuchamos también en los olivares de Asís y en tiempos modernos en el “Himno al Eter” de Hölderling”.

No cabe duda que estos sentimientos de reverencia hacia la divinidad y esta visión de Dios como un buen pastor que cuida a sus criaturas se pueden encontrar en himnos religiosos de todo el orbe y todos los tiempos; solamente que los textos egipcios son ciertamente anteriores en el tiempo.

 

 

 

GRAN HIMNO A HAPY

 

Es muy conocido el Himno a Hapy, entidad que no es exactamente la personificación del Nilo como comúnmente se cree; más bien se asocia al origen de sus aguas y en forma específica al fenómeno de la crecida.  Este himno es un texto clásico, del que se conservan numerosas copias de la época de la dinastía XVIII, pero que posiblemente date del Imperio Medio. Algunos egiptólogos proponen datarlo de fines del Imperio Antiguo o el Primer Período Intermedio, cuando al parecer se sufrieron problemas de escasez de las crecidas, lo que causó la miseria y la anarquía en Egipto.

En todos los tiempos Hapy era el dios bienhechor por excelencia y es quizá por esta causa que el autor del himno, aún en tan temprana época, sabe hallar tonos tan poéticos y de excepcional calidez.

Predomina en el texto, además, un fuerte sentimiento de la naturaleza y evidencia que los egipcios tuvieron siempre plena conciencia de la importancia que el Nilo y su inundación tenían para Egipto y su civilización.

Si el agua en general era de máxima importancia para una tierra desértica como el valle del Nilo, no lo es menos como factor de fecundidad para cualquier país. Esto se ha comprendido en todos los tiempos, pero en la actualidad el problema de la escasez o falta de disponibilidad de agua,  tanto para  fines de consumo humano e industrial como para la ganadería y la agricultura, se está convirtiendo en uno de los desafíos más difíciles que enfrenta la sociedad moderna. Por esto es que, a través de los milenios, podemos identificarnos con el gozo que producía en Egipto la esperada inundación anual del Nilo. He aquí cómo la celebra el Himno.

“Salve, Hapy, que has surgido de la tierra,

Que has venido para dar vida a Egipto!

Oculto de naturaleza, oscuro en pleno día,

Leche del Alto Egipto que irriga los campos,

Creación de Ra para vivificar a todo el que padece sed.

. . . . . . . . . . . . . . . . . .

Que provee de alimentos, grande de provisiones,

Que produce todos los bienes, señor de la crecida,

De dulce olor, cuando el incensario ha venido,

Que produce el pasto para el ganado,

Que permite los sacrificios para cada dios.

Residiendo en el más allá controla el cielo y la tierra,

Conquistador del Doble País, que llena los almacenes,

Que agranda los graneros, que da bienes a los indigentes.

. . . . . . . . . . . .  . . . . . .  . .

Oh, gozo cuando tú vienes, Hapy!

Oh, gozo cuando tú vienes!

Tú que alimentas a los hombres y rebaños

Con el regalo de tus praderas.

Oh, gozo cuando tú vienes!

Oh, gozo cuando tú vienes, Hapy!”

 

 

 

LAS LAMENTACIONES DE ISIS Y NEFTYS

 

Esta composición  se encuentra escrita  en un papiro del período griego, actualmente en el Museo de Berlín, pero su origen es muy anterior a dicho período. Pertenece a los numerosos textos referidos a los mitos osirianos; se trata de un canto fúnebre o himno cantado por las dos divinas hermanas a la muerte del dios Osiris y su carácter es marcadamente elegíaco.

Isis y Neftys profieren sus quejas de un modo alternativo con patéticos acentos.

“Isis dijo:

Oh, soberano excelente, ven a tu morada!

Mírame! Soy tu hermana que te ama.

No te alejes de mí, oh, adolescente hermoso!

Ven rápido a tu morada! No puedes contemplarme?

Amargo está mi corazón por tu causa; mis ojos te buscan.

Tardaré en contemplarte, tardaré en contemplarte,

Oh, soberano excelente, tardaré en contemplarte?

Los dioses y los hombres tornan sus ojos hacia ti

Para todos a su vez llorarte

Cuando me ven lanzando lamentos a lo alto de los cielos

Y tú no escuchas mi voz. “

“Neftys dijo:

Oh, soberano excelente, ven a tu morada!

Tus dos hermanas están junto a ti

Protegiendo tu lecho funeral,

Llamándote entre lágrimas.

Busca nuestro cariño,

Háblanos, oh, rey, nuestro señor!

Es vida para nosotras contemplar tu rostro.

Nuestros corazones están felices cuando te vemos!

Oh, soberano excelente,

Nuestros corazones están felices cuando te vemos.”

 

Este texto constituye un hermoso  aunque triste, poema de amor conyugal proyectado al plano divino, según Hyalmar Blixen.

El poema continúa largamente con quejas de ambas diosas, quejas en las que Osiris aparece representando todo lo bueno de la naturaleza.

Algunos otros textos referentes al mito osiriano son: el “Gran Himno a Osiris”, que se encuentra en el Museo del Louvre, en la estela de Amenemés (Nuevo Imperio) ,”Las lágrimas de Isis”, del Papiro Mágico Harris e “Isis en el combate de Horus y Set”, del Papiro Sallier IV ,hoy en el Museo Británico.

Ningún texto egipcio relata en forma detallada la totalidad del mito, pues los egipcios eran notablemente parcos, o quizás reticentes, a la hora de narrar la historia de los dioses y los ciclos míticos. Hoy en día la mayor fuente de conocimiento del ciclo osiriano es el griego Plutarco, que escribió sobre el tema más ampliamente, debido a la posterior difusión del culto isíaco en el mundo grecorromano.

 

 

 

LA ESTELA POÉTICA DE TUTMOSIS III

 

La llamada “estela poética” de Tutmosis III, faraón de la XVIII dinastía, es un documento singular, procedente de Karnak  y que se encuentra actualmente en el Museo de El Cairo. Además de su valor histórico tiene una alta calidad literaria   que la convirtió en un texto clásico que faraones posteriores utilizaron para su propia alabanza.

El texto es presentado como una alocución del dios Amón, alabando al faraón Tutmosis III; entre otros trozos de prosa incluye, de un modo bastante original, un poema dividido en estrofas de cuatro versos, lo que ha sido la causa de que se denomine a la estela como “poética”.

En estos versos el dios presenta al soberano de Egipto como un conquistador victorioso  por derecho divino. El dios da al faraón el dominio de todo el mundo, enumerando detalladamente las tierras conocidas entonces de África, Asia y las islas del Mediterráneo. Esto se puede inscribir en la línea imperialista que caracterizó a la XVIII dinastía, con la que Egipto alcanzó el punto máximo de sus conquistas territoriales.

En el poema se presenta al rey como un auténtico campeón, que siembra el espanto entre sus enemigos y los aniquila. Se le compara con el halcón,el toro, el león, que son los animales que la tradición consideró como emblemáticos de la realeza en su aspecto de poder y violencia.También se lo llama “señor de los rayos”, expresión con la cual se lo

identifica con la propia divinidad.

Veamos algunas estrofas:

“Yo he venido para hacer que tú pisotees a los jefes de Djahy

los extiendo bajo tus pies a lo largo de sus tierras

hago que ellos vean a tu majestad como el señor de los rayos

y que resplandezcas ante su vista como imagen mía.

. . . . . . . . 

“Yo he venido para hacer que tú holles las tierras orientales

que aplastes a quienes están en las zonas de la Tierra del Dios

hago que ellos vean a tu majestad como una estrella

que derrama su llama como fuego y trae su perfume.

. . . . . . . . .

“Yo he venido para hacer que tú holles las tierras occidentales

estando Keftiu e Isy llenos de respeto hacia ti

hago que ellos vean a tu majestad como un toro joven

de corazón resuelto y cuernos afilados, que no puede ser atrapado.

. . . . . . . . .

“Yo he venido para hacer que holles hasta el confín de la tierra

estando todo lo que rodea el océano encerrado en tu puño

hago que ellos vean a tu majestad como un halcón, señor del ala

que se apodera de lo que ve según su deseo.”

Como se observa, el poema está compuesto usando el paralelismo y la repetición. Todas las estrofas no sólo presentan el mismo esquema de construcción, sino que además repiten el primer y tercer verso casi palabra por palabra. Es esta composición un ejemplo de que la repetición bien usada no solamente no es mala, sino que da extraordinaria fuerza a la exposición.

 

 

 

EL CANTAR DE RAMSÉS II

 

Resulta de especial interés el llamado “Cantar de Ramsés II” , por ser una composición que se ajusta a la definición de epopeya, reclamando así para la literatura egipcia el poseer uno de los poemas épicos más antiguos que se conocen.

La epopeya se define como un “poema narrativo extenso de elevado estilo, acción grande y pública, personajes heroicos y en el cual interviene lo sobrenatural o maravilloso”. La idea dominante es la admiración que excitan las acciones heroicas. Es de notar que en este género se distinguieron más adelante los pueblos de lengua indoeuropea. En los héroes épicos se representa, por rasgos distintivos, al hombre de una raza determinada, pero al mismo tiempo, al hombre universal:  Aquiles, Rama, Beowolf...(de la Ilíada griega, el Ramayama hindú y el Beowolf sajón respectivamente).

El “Cantar de Ramsés II” nos ha llegado grabado en el ala derecha de la Gran Sala Hipóstila de Karnak y también en otros templos. Pero no sólo se lo ha hallado en inscripciones epigráficas, sino también escrito en papiro (Papiro Sallier III).

El argumento del Cantar se puede sintetizar de la manera que se expondrá; cabe añadir que se considera que se trata de un hecho histórico. El Faraón Ramsés II, denominado posteriormente el Grande, ha salido de Egipto a la cabeza de su ejército para enfrentarse a su tradicional enemigo, los kheti o hititas. Después de atemorizar a los pueblos que se habían rebelado instigados por los hititas, el faraón y su ejército llegan al valle del río Orontes y establecen su campamento a poca distancia de la ciudad de Kadesh (o Quodshú).

El rey hitita les prepara una celada: envía espías que se dejan capturar por los egipcios y que les dan falsos informes respecto a la posición de su enemigo. De este modo, creyendo que los hititas aún se hallan lejos, las legiones egipcias se adelantan, dejando al faraón en su campamento, acompañado solamente por un cuerpo del ejército. Este es el momento que esperaba el rey hitita, que entonces ataca con sus numerosas tropas.

Al distinguir los primeros cascos hititas y darse cuenta del ardid, el faraón lanza un rugido de cólera, se pone su armadura, empuña la lanza y se arroja a la pelea en su carro. Los guerreros que lo acompañan son derribados por los hititas y el Faraón se encuentra solo con su escudero Meni, separado de las tropas egipcias que todavía resisten. La situación se vuelve difícil para Ramsés, rodeado de enemigos. Meni es presa del pánico y le dirige unas palabras llenas de temor: “Mi buen señor,... gran protector del Egipto en el día del combate! Estamos solos en medio de los enemigos, porque los arqueros y el carro nos han abandonado. Detente para que nuestras bocas no cesen de respirar. Sálvanos, señor Ramsés Miamún!”

Y el Faraón responde a su escudero: “Valor, tranquiliza tu corazón, oh, mi escudero! Voy a penetrar entre ellos como lo hace el buitre sobre su presa...Voy a hacerles morder el polvo. Qué son, pues, a tus ojos esos infames? Amón les ha entregado a mi brazo.”

Y eleva una ardiente invocación a su padre Amón, dios de Tebas, en quien pone toda su confianza: “Yo te invoco, oh, padre mío, Amón! Heme aquí en medio de pueblos numerosos y desconocidos para mí; todas las naciones se han reunido contra mí y estoy solo, nadie está conmigo. Mis numerosos soldados me han abandonado, ninguno de nuestros caballeros ha mirado hacia mí cuando le llamaba, ni uno siquiera ha escuchado mi voz. Pero pienso que Amón vale más para mí que un millón de soldados, que cien mil caballeros, que diez mil hermanos o hijos, aún cuando todos estuviesen reunidos. La obra de los hombres numerosos no significa nada; Amón les vencerá.  He realizado mis acciones por consejo de tu boca, oh, Amón! y no me he excedido de tus consejos. Te he glorificado hasta los confines de la tierra!”

Se arroja nuevamente a la lucha y entonces es como si el dios hubiese escuchado la llamada de su hijo y le prestase auxilio, cubriéndole con un escudo invisible. El Faraón se precipita contra sus enemigos, alentando a sus soldados en el combate, y mientras sus fieles caen, su carro permanece intacto y él mismo no recibe ninguna herida.

Los enemigos se dicen entre ellos: “No es un hombre el que está entre nosotros, es Setekhú, el gran guerrero, es Baal en persona. No es propio de un hombre lo que hace contra nosotros: solo, enteramente solo rechaza a centenares de miles, sin jefes ni soldados. Apresurémosnos, huyamos ante él, salvemos nuestras vidas y respiremos todavía.”

Un detalle que añade colorido a la narración es que Ramsés iba a la batalla acompañado de un león amaestrado, lo que da lugar a que los hititas identifiquen el animal con la diosa Sekhmet, de cabeza de leona y exclamen”: Guardaos! No caigáis! Pues la diosa Sekhmet, que está con él y lo acompaña sobre el carro, le presta su brazo y a aquel que cae una llama ardiente le devora los huesos.”

Así lucha varias horas, hasta que las legiones egipcias, alertadas por un oficial enviado apresuradamente en su busca, llegan al lugar del combate poniendo en fuga a los hititas.

Faraón baja del carro y su primer cuidado es para los caballos que tan bravamente le han llevado durante la batalla y que responden a los nombres de “Fuerza en Tebas” y “Nurit satisfecha”. Agradecido, jura que les cuidará con la mayor esplendidez durante todo el resto de sus vidas, en las cuadras de sus palacios.

Después llama a los jefes de su ejército, que acuden y alaban su bravura. Ramsés les hace algunas reconvenciones, suavizadas, sin embargo,  por el recuerdo de sus propias hazañas y el buen final. Entre otras cosas dice lo siguiente:” ¿Es que el hombre no se cubre de gloria en su patria cuando ha mostrado valor junto a su señor y tiene renombre de guerrero? En verdad, en verdad, el hombre es aclamado por su valor.”

Más adelante, el rey hitita envía mensajeros ante Ramsés con proposiciones de paz en términos obsequiosos; el Faraón se muestra magnánimo y se hace la paz. Ramsés toma victorioso el camino de regreso a Egipto.

Allí el poeta Pentaur o Pentatur compone el poema inmortalizando la heroica gesta del monarca y, hecho poco común en la literatura egipcia-generalmente anónima-deja constancia de su nombre.

Como se aprecia, el poema se ajusta bien a las condicionantes de una epopeya, si bien cabe apuntar que el relato es lineal y poco complejo; carece de episodios secundarios y hay pocos personajes importantes. Pero sin duda está bien llevado y presenta escenas y parlamentos destacables.

 

 

 

LA LÍRICA Y EL PRIMER PERÍODO INTERMEDIO

 

No hay registro de poesía lírica durante el Imperio Antiguo; los primeros textos de composiciones líricas parecen datar del Primer Período Intermedio. Fue ésta una época de grandes perturbaciones tanto económicas como sociales y políticas; el colapso de la autoridad trajo aparejada una notable revolución en las ideas. Aparecieron por escrito sentimientos que no habían aparecido anteriormente, ya fuera porque no existieran o porque nadie pensara en registrarlos por escrito: pesimismo, hedonismo, sentido de la injusticia y otros sentimientos personales. Se hacen evidentes un individualismo y un subjetivismo inéditos hasta entonces en la literatura faraónica.

Es en esta época que evoluciona el concepto de igualdad social. Es muy conocido, por ejemplo, el hecho de que hubo una verdadera “democratización del más allá”. Ya no es solamente el Faraón quien puede aspirar a la vida eterna, sino también los nobles e incluso la gente del pueblo. Paralelamente se desarrolla un concepto de justicia y de que los dioses han hecho a todos los hombres iguales. Es cierto que en la práctica esto tenía consecuencias muy relativas, sobre todo para los estándares modernos. Pero al menos se establecieron las bases teóricas para una futura nivelación y esto implica una gran audacia de pensamiento.

En prosa hay un texto ejemplar en este sentido: el cuento titulado “El campesino elocuente” o “Las quejas del fellah”. Por su parte, “Las admoniciones de Ipuwer” son ejemplo de un sentimiento de pesimismo frente a una situación caótica.

 

 

 

DIÁLOGO DEL DESESPERADO

 

Dentro del campo de la poesía encontramos el “Diálogo del desesperado”, llamado a veces “Diálogo del cansado de la vida con su alma”, uno de los textos más sugestivos de la literatura egipcia.

La forma dialogada ya se nos presenta como algo llamativo (más adelante será usada en los poemas amatorios del Nuevo Imperio), pero más llamativo nos resulta cuando nos percatamos que el diálogo del hombre es con su propio “ba”.El ba, que en muchas ocasiones se ve traducido por la palabra alma, es un concepto egipcio bastante sutil. No es exactamente el alma, ni tampoco el doble (ka), sino que representa las fuerzas físicas y espirituales del individuo y son las que, una vez muerto, garantizan su bienestar eterno.

Este texto se conserva en una sola copia en un papiro de la dinastía XII, pero se cree que su composición se remonta al Primer Período Intermedio, y no solamente a causa de su tono pesimista y subjetivo. Su antigüedad se refleja en el hecho de que no se mencione a  Osiris en relación con la vida en el más allá, sino a Ra y también a Thot. Fue durante el Primer Período Intermedio que cambiaron las creencias y las prácticas funerarias.

En la narración aparecen los temas más significativos de la cultura egipcia de la época-temas propios de una sociedad evolucionada, por otra parte,-como la esperanza en la vida ultraterrena, el juicio tras la muerte, el pecado y el perdón, la vanidad de las cosas de este mundo, la miseria de los tiempos y el deseo de morir.

El protagonista es un hombre del cual nunca sabemos el nombre; esto es también un rasgo atípico en la literatura egipcia, o sea que el protagonista carezca de nombre. El argumento puede resumirse así: cansado de la dureza de la vida y sus injusticias, el hombre anhela la muerte. Su ba, por su parte, trata de disuadirlo y apartarlo de tales ideas, pues la muerte es un asunto dudoso y más vale aprovechar la vida. Para probar su punto de vista le relata algunas parábolas.

El hombre no se deja disuadir y le responde con unos cantos, en los cuales el sentimiento trágico de la existencia se muestra unido al deseo de atravesar la barrera de la muerte. No se menciona explícitamente al suicidio, pero la idea queda subyacente.

Ahora bien, este sentimiento de cansancio de la vida, de desesperanza frente a las injusticias y dolores que debemos padecer a lo largo de nuestra existencia al punto de desear la muerte, es un sentimiento que volvemos a encontrar en la literatura, pero esta composición es el antecedente más antiguo que tenemos de él.

Lo volvemos a encontrar, por ejemplo, en el célebre monólogo del Hamlet de Shakespeare, “Ser o no ser”.  No queremos decir que sea igual, sino que un sentimiento prefigura el otro, conservando las características propias de cada época y lugar.

Algunos autores, por su parte, afirman que recuerda el Libro de Job.

Es de notar que el protagonista desea la muerte, no por ser un estado ideal en sí mismo, sino en oposición a una vida que se le presenta como difícil de sobrellevar. No reniega de la vida en forma absoluta-sin duda una buena vida valdría la pena vivirse-sino debido a circunstancias adversas a las que enumera en detalle. Se adivina que el protagonista vivió una época anterior en la cual las cosas eran como debían ser y se intuye la revolución social como trasfondo, tiempos en los que los justos son sometidos a vejaciones y la impiedad se generaliza.

La profundidad del pensamiento, así como la riqueza y expresividad de las imágenes hacen de este texto uno de los puntos más altos de la poesía egipcia. Veamos:

 

“. . . . . . . . . . . . .

¿A quién hablaré hoy?

Los corazones son rapaces.

Cada uno arrebata los bienes de su vecino.

¿A quién hablaré hoy?

La amabilidad ha muerto,

La violencia asalta a todos.

¿A quién hablaré hoy?

Se encuentra satisfacción en la maldad.

La bondad ha sido abandonada por todas partes.

¿A quién hablaré hoy?

Aquel que debía enfurecer al hombre por sus crímenes

Hace  que todos rían ante sus maldades.

. . . . . . . . . . . . .  ,

¿A quién hablaré hoy?

Nadie se acuerda del pasado,

Nadie ofrece auxilio a aquel que solía hacerlo.

. . . . . . . . . . . . . . .

La muerte está hoy ante mí

Como cuando un hombre desea ver el hogar

Después de haber pasado muchos años en cautiverio.

. . . . .  . . . . . .  . .. .

La muerte está hoy ante mí

Como cuando el cielo se despeja,

Como cuando un hombre descubre  lo que ignoraba.”

 

 

 

LA CANCIÓN DEL ARPISTA

 

LA Canción del Arpista pertenece a un género de composiciones que generalmente aparecen esculpidas en las paredes de las tumbas o en estelas(y ocasionalmente en papiro. Se interpretaban acompañadas por el arpa y a veces por otros instrumentos como  el laúd, en ocasión de los banquetes fúnebres en honor de un difunto. Aunque al parecer también se interpretaban en otras fiestas sin contenido religioso.

Esta canción que tratamos es la más antigua conocida del género, y también la más célebre. Se le llama también Canto de Intef, porque fue encontrada en la tumba de este Faraón, conocido también como Antef el Grande. Su fecha de composición parece datar de fines del Primer Período Intermedio, lo que concordaría adecuadamente con el escepticismo y el hedonismo que la caracterizan. Dice así:

 

“Una generación pasa,

Otra permanece, desde el tiempo de los antepasados.

Los dioses que existieron antes

Y que reposan en sus pirámides,

Los nobles glorificados que igualmente

Fueron enterrados en sus pirámides,

Los que construyeron templos,

Sus lugares ya no existen.

¿Qué se ha hecho de ellos?

. . . . . . . . . . . .. . . .

Sigue a tu corazón mientras vivas.

Pon mirra en tu cabeza,

Vístete con el más fino lino.

Sigue a tu corazón y a tu placer.

Dedícate a tus asuntos sobre la tierra.

¡Festeja alegre el día!

Mira, a nadie le es concedido llevarse sus riquezas consigo;

Ninguno de cuantos partieron ha vuelto.”

 

En algunos momentos, al comienzo, la canción recuerda las coplas de Jorge Manrique: es el mismo sentimiento de la fugacidad de la vida y de lo efímero de las realizaciones del hombre. La conclusión es bien distinta, sin embargo. Mientras el español  deriva de ello enseñanzas morales, los egipcios aconsejan disfrutar de la vida.

Esto puede sorprender al desprevenido. Parece una actitud opuesta a la que se supone deberían tener los egipcios, que siempre sustentaron una firme creencia en la vida de ultratumba. Pero el egipcio era también muy pragmático y amaba ardientemente los placeres de esta vida, dos circunstancias que lo llevaban a aprovecharse de la existencia mientras durase. Por lo demás, no había unanimidad en las creencias y frente a esa diversidad, surgía la evidencia incontrastable de la realidad y la vida terrenal.

Esta actitud avalaría de alguna manera el relato de Herodoto (puesto en duda muchas veces) de que en los banquetes del Antiguo Egipto se solía exhibir una momia de imitación para recordar a los presentes lo efímero de todo lo terrenal, pero al mismo tiempo, para incitar a gozar de los placeres del momento.

 Este sentimiento de gozar de la vida mientras se la tiene, de aprovechar el instante que pasa y no vuelve, contiene una filosofía que se encuentra en la poesía occidental de todas las épocas. Muchos siglos después de escrito el Canto del Arpista, el mismo sentimiento fue expresado por el latino Horacio con palabras semejantes en su oda I, II: la muy conocida línea “Carpe diem” (Goza del día).

Hoy en día este Canto del Arpista es una de las composiciones más difundidas de la antigua literatura egipcia; sin duda la filosofía escéptica y hedonista que expone halla un mayor eco en la sensibilidad contemporánea.

 

 

 

LÍRICA AMATORIA

 

La lírica amatoria floreció en el Nuevo Imperio, época de la cual se han hallado nueve recopilaciones de poemas, de las que podemos destacar la del Papiro Harris 500 y la del Papiro Chester Beatty I. Anterior  a esta época no encontramos dentro del corpus que se conserva de la literatura egipcia, líricas de este carácter, que podemos llamar amatorio, ya que en ellas se cantan las maravillas y las penas del amor. Por el tenor de muchas de ellas se las ha calificado de semieróticas: En efecto, no se las puede llamar eróticas directamente, porque su lenguaje es delicado y encontramos pocas imágenes explícitas o atrevidas, pero es innegable que la relación sexual subyace en todas ellas, como el resultado natural y lógico del estado de enamoramiento de los protagonistas.

Son una indicación de la ecuanimidad de la sociedad egipcia ante las relaciones entre los dos sexos, así como del status de mayor libertad de que gozabas la mujer en comparación con el resto del mundo antiguo.

Generalmente se trata de pequeñas composiciones que adoptan la forma de discurso directo o diálogo. Es posible que se cantaran con el acompañamiento de arpas o flautas durante las fiestas o banquetes.

Dice el amante:

 

“El amor de mi hermana me aguarda en la otra orilla.

Hay un cocodrilo al acecho, pero cruzaré sin miedo las aguas.

Es tu amor lo que me hace fuerte y conjura los cocodrilos.

Cuando te veo llegar mi corazón salta de júbilo,

Mis brazos quieren estrecharte.

Y si beso tus labios abiertos

Me siento embriagado -sin cerveza.”

En otro momento dice:

“Oh, quién fuera la negra que la acompaña,

para ver el color de todos sus miembros!

Oh, quién fuera su lavandero,

Para lavar los ungüentos perfumados de sus vestidos!

Oh, quién fuera la sortija de su dedo!”

 

Las imágenes que se nos presentan no son rebuscadas y producen un efecto de delicadeza y de frescura. Alienta en ellas el soplo de la vida real: abundan las referencias a objetos de uso común y circunstancias de la vida diaria: la cerveza, las sortijas, los óleos perfumados, los criados y los esclavos negros.

Por su parte, la enamorada dice:

 

“Cuán dulce es irme al estanque  y bañarme ante ti,

mostrándote mi belleza,

en mi camisa del más fino lienzo, mojada de agua!

Bajaré contigo al agua y volveré a subir

Con un pez rojo, tan lindo, entre los dedos.”

Y prosigue:

“Me retiraré contigo a los árboles del jardín.

Veré lo que haces cuando contemples mi rostro.

Mis brazos están enguirnaldados de flores

Y fino aceite hace brillar mis cabellos.

Cuando estoy en tus brazos

Soy como una princesa del señor de ambos países.”

 

En general, puede decirse que en estos poemas palpita un erotismo inocente, del que está ausente toda idea de pecado. Esos amantes de los tiempos faraónicos  se amaban con toda ingenuidad y su amor era simplemente un hecho más entre otros, de esa maravillosa naturaleza en la que estaban inmersos. Porque no puede dejar de recalcarse la importancia de la presencia de la naturaleza en estas composiciones. Si bien el egipcio en general sentía gran amor y respeto por la naturaleza, aquí ésta se nos aparece como el medio ideal en el que habitan los enamorados. Así se mencionan el río, el estanque, el jardín, los árboles, las flores...

La forma dialogada de estos poemas amatorios ha hecho recordar a numerosos autores la del “Cantar de los Cantares” del Antiguo Testamento. Pero no sólo la forma tiene similitudes. Aunque el Cantar de la Biblia se nos aparece como un texto de mayor envergadura y tono más serio frente a estas composiciones más bien ingenuas y juguetonas, se puede detectar semejanzas entre los sentimientos expresados: la unión con la naturaleza, por un lado, y un amor en el que la espiritualidad se expresa y se hace visible a través del influjo de la sensualidad, por el otro.

Antes de terminar, veamos otra lírica amatoria en la que, con imágenes muy expresivas, se describen las penosas consecuencias que provoca en el amante la ausencia de la amada. Se trata de una composición muy simpática que nos habla de una experiencia común a los jóvenes enamorados de todos los tiempos.

 

“He aquí que hace siete días que no veo a la bienamada.

La languidez se abate sobre mí,

El corazón se vuelve pesado,

Hasta mi vida he olvidado.

Si los médicos se acercan

Sus remedios no me satisfacen.

Los magos no encuentran recursos,

Mi enfermedad no puede ser descubierta.

. . . . . . . . . . . . . .

La bienamada es para mí el mejor de los remedios.

Para mí es mejor que un recetario,

Su venida es mi amuleto.

Si la veo, recobro la salud.

Cuando abre los ojos, mi cuerpo rejuvenece,

Cuando habla, me siento fuerte,

Cuando la tomo entre mis brazos, aparta de mí la enfermedad.

¡Hace ya siete días que se alejó de mí!

 

 

 

CONCLUSIÓN

 

Después de este rápido periplo por la producción poética del Antiguo Egipto, pensamos probada la propuesta de nuestro título, o sea, la belleza y la universalidad de dicha poesía; la primera se muestra por medio de la lectura del propio texto y la segunda se hace evidente a poco que se la examine como hemos hecho en este trabajo.   

 

 

 

 

 

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