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- LA VIDA DE LA MUJER EN EL ANTIGUO
EGIPTO
por SONIA
ROCHA
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo pretende ilustrar los diferentes
aspectos de vida de la mujer egipcia anónima que paseaba sus días en los campos
o los pueblos, rica o pobre, madre o hija, ejemplar o censurable, amante o
amada.
La información contenida en estas páginas ha sido
recogida de los análisis de investigadores a partir de monumentos, tumbas,
papiros, obras literarias, contratos legales, testamentos, y otras
documentaciones históricas.
El tratamiento del tema es una visión general, un
recorrido por los puntos más
significativos, sin detenerse en detalles específicos, ya que ha sido mi
objetivo no descuidar ningún aspecto de importancia.
En cuanto a la estructura del trabajo, éste se divide
en once grandes puntos que, a mi entender, son los grandes pilares para conocer
la vida de la mujer en el Antiguo Egipto: Infancia y Educación, Ocupaciones,
Matrimonio y Divorcio, Amor y Sexualidad, su lugar en la Familia, Fertilidad y
Cuidado de los Hijos, Cuidado y Arreglo Personal, su situación ante la Ley, su
rol en la Vida Religiosa y la Magia, la Muerte y su representación en las
diversas formas del Arte. Todos
estos puntos, interrelacionados, componen la trama de la vida de la mujer
egipcia, y es exponiéndolos separadamente que se la puede llegar a
comprender.
1) Infancia y
Educación
Tal vez uno de los aspectos más relevantes de la vida
de la mujer egipcia antigua sea la libertad y la casi total igualdad de derechos
que tenía respecto a los hombres, ventajas que no podían atestiguar otras
mujeres de la antigüedad. Y si bien
la concepción que de la mujer tenían los egipcios fue cambiando según la
Dinastía reinante y la época, la igualdad de los sexos empezaba con el
nacimiento: las niñas comenzaban su crianza en igualdad de condiciones que los
niños, disfrutando de los mismos privilegios ante la sociedad y sus padres. Pero es a partir de los cuatro años,
aproximadamente, en que se producía la mayor y más profunda de las diferencias
entre los sexos. Mientras que a esa
edad era natural que un niño de clase media o alta comenzara su educación, pocas
niñas de esas clases sociales podían acceder a este beneficio. En realidad la sociedad estaba abierta a
la educación de las mujeres, particularmente las nobles, que según se sabe
llegaban a estudiar con sus hermanos.
El que no fuera un hecho difundido nos habla de una marcada presencia de
la tradición en la sociedad, ya que simplemente se trataba de un tema de
costumbre: no era acostumbrado educar a las niñas, a pesar de que las
pertenecientes a la clases media o alta, con el tiempo, tuvieran mayores
oportunidades de recibir instrucción.
Dejando de lado la marcada discriminación que sufrían
las niñas en cuanto a educación, es de resaltar el hecho de que en todos los
otros aspectos de la niñez fueran iguales a los a los niños. Así, disfrutaban como ellos de mascotas,
juegos y juguetes, entretenimientos familiares, e incluso tuvieron la
oportunidad de practicar gimnasia.
Los egipcios amaban a los niños y si bien es cierto
que preferían a los varones, amaban y respetaban profundamente a sus hijas, un
aspecto más que los convirtió en una sociedad evolucionada en relación con
muchas otras de la antigüedad en que las mujeres eran dejadas de lado o en un
segundo plano desde su nacimiento.
2) Ocupaciones de la
mujer
Si
bien se suponía que la mujer debía permanecer en la casa dedicándose a las
ocupaciones “propias de su sexo”, las antiguas egipcias también tuvieron la
oportunidad de ejercer diversas profesiones y ocupaciones de gran variedad, como
ser médico, escriba, funcionaria administrativa, empresaria, propietaria rural,
nodriza, comadrona, peluquera, perfumista, tejedora, plañidera, instrumentista,
bailarina o cantora. Sólo se mantuvieron alejadas de profesiones que requerían
gran fuerza física, como el ejército o la albañilería, que se reservaban
exclusivamente a los hombres. Pero
cualquiera fuera el campo en que se desempeñara la mujer, gozaba de la misma
remuneración que ellos.
La
sociedad egipcia distinguía y respetaba a aquellas mujeres que ocupaban cargos
altos, como es el caso de las Escribas.
Son en realidad pocos los datos que se tienen a este respecto, y
considerando las escasas oportunidades que las mujeres tenían de recibir
educación, se puede deducir que fueron pocas aquellas que llegaron a ocupar este
codiciado puesto.
Entre
las muchas mujeres que se dedicaron a las áreas de administración, los puestos
más comunes fueron los de tesoreras y secretarias. En todo caso, era más difícil que el
sexo femenino incursionara en el área de la medicina, aunque sí se cuentan con
diversos casos en que se consagraron a la atención de las mujeres y niños de la
Familia Real, mayoritariamente.
Encontramos
también que las mujeres se dedicaron al campo de la música, donde fueron
valoradas, respetadas y muy bien remuneradas, gracias a la importancia que
distinguía a esta rama del arte en los estratos y círculos de la sociedad y la
religión.
Las
mujeres también dominaban la industria del tejido, mercado rentable y
beneficioso, especialmente en manufactura de telas de lino usadas en los ritos
para la momificación.
Y
no solamente tejían, sino que también comercializaban sus productos en los
mercados, lo que las convertía en verdaderas empresarias de la industria. Es más, muchas mujeres fueron
propietarias de sus propios bienes y se dedicaron al comercio, con muy buenos
resultados.
Entre
las ocupaciones estrictamente femeninas encontramos a las plañideras, cuyo
trabajo era básicamente lamentarse públicamente por la muerte de alguien en el
momento de su entierro. Se
distinguen también las nodrizas, muy bien pagas si se dedicaban a las familias
de clase alta.
Más
abajo en la escala de remuneraciones encontramos a las sirvientas, que tenían un
mercado laboral vasto en las familias de clase media y alta. Y entre otros trabajos destinados a las
mujeres sin educación, los más difundidos fueron la confección de ropa, de
aceites perfumados y ungüentos, y por supuesto todo lo relacionado a la belleza:
peluqueras, pedicuras, manicuras, masajistas, etc.
La gran mayoría de las mujeres,
especialmente aquellas que no podían elegir ninguna profesión u ocupación, se
desempeñaban como ayudantes de sus esposos. Sus tareas por supuesto dependían del
trabajo que ellos realizaran, pero sí se distingue que muchas ayudaban a
destripar y vender el pescado, mientras que otras cosechaban en el
campo.
Pero
eso no es todo, ya que luego de una agotadora jornada en estos trabajos, y
ocupándose, además, de las labores domésticas, las mujeres iban a los mercados a
comercializar los productos de sus esposos.
Debemos
destacar en este punto que la concepción de las profesiones destinadas a las
mujeres no fue la misma a lo largo del Antiguo Egipto, ya que si bien hubieron
períodos en los que proliferó la mujer trabajadora, en otros se prefirió el
papel de ama de casa o “Dueña de la Casa” o “Señora de la Casa”, aspecto del que
me ocuparé más adelante.
3) Matrimonio y
Divorcio
Varios
aspectos pueden analizarse respecto al matrimonio en el Antiguo Egipto, pero me
ocuparé sólo de aquellos que conciernan a la mujer y a sus
vivencias.
Para
comenzar, el matrimonio no tenía nada que ver con el amor. Las jóvenes gozaban de gran libertad
durante su adolescencia, por lo cual es lógico que se enamoraran, pero el
momento de casarse consistía puramente en un acuerdo, un contrato que sus padres
decidían, generalmente por motivos económicos o la consolidación de
alianzas.
Igualmente
la joven tenía la última palabra a la hora de elegir a su futuro esposo, para
entrar al mundo del matrimonio cuando contaba tan sólo con doce o catorce años
de edad, y habiendo sido educada para ello durante toda su corta
vida.
Lo
más importante para la mujer en el momento del contrato matrimonial, era
asegurar su protección en caso de divorcio o fallecimiento del cónyuge. Nada referente al amor.
Existen
testimonios de parejas que fueron felices, pero el hecho de que la sociedad
egipcia aceptara el divorcio nos dice que esto es relativo. Muchas mujeres al casarse quedaban
atrapadas en una vida espiritualmente vacía, hecho que obviamente incrementaba
el índice de adulterios, y es aquí donde encontramos otra de las marcadas
diferencias entre los sexos en el Antiguo Egipto: para el hombre era normal introducir
concubinas en su hogar y no era penado por cometer adulterio, pero para la mujer
tal falta era un delito muy grave, y podía ser castigada con la amputación de la
nariz, con la muerte e incluso en la vida del Más Allá.
Muchas
parejas optaban por concluir con la relación de una forma más civilizada,
divorciándose de mutuo acuerdo, tras lo cual, y generalmente, ella regresaba a
la casa de sus padres con sus pertenencias, más la parte que le correspondía de
la propiedad común generada en su vida matrimonial.
El divorcio dejaba, generalmente, bien parada a la
mujer, ya que podía aducir incompatibilidad, que su esposo se dedicaba demasiado
al trabajo y desatendía su hogar, o incluso declarar estar enamorada de otra
persona. Todas estas cláusulas eran
bien aceptadas, excepto que el divorcio debiera llevarse a cabo por esterilidad
de la mujer.
Esto la hacía caer en desgracia y ser absolutamente
despreciada por la sociedad, ya que la fertilidad de las familias era una de las
premisas de la civilización Egipcia.
De todas formas, si esta situación desesperante se
presentaba en una pareja que no deseara divorciarse, el matrimonio podía llegar
a un arreglo en que el esposo engendraba hijos con una concubina, para que su
esposa posteriormente los adoptase como propios. Así se aseguraba la continuación de la
familia y el buen nombre de la mujer.
Es
claro que la sociedad egipcia siempre velaba por la protección al desamparo de
la mujer y establecía sanciones en caso de divorcio que obligaban al marido a
disponer de una pensión alimenticia compensatoria. No se sabe con certeza quién recibía la
custodia de los hijos, pero se supone que quedaban a cuidado de la madre, a
menos que ella
no tuviera con qué alimentarlos y pasaran, entonces, a la custodia del
padre.
Y
finalmente, en caso de que la mujer enviudara, se convertía en heredera de una
tercera parte de los bienes familiares (el resto se repartía entre los hijos),
teniendo la libertad de administrarlos como lo deseara, aún en el caso de que
volviera a casarse.
4) Amor
y Sexualidad
En
la vida sentimental, la mujer egipcia era, a la vez, muy amante y muy
celosa. Podía llegar a sentirse
despechada si su amado hubiera osado cortejar a otra. En estos casos podía recurrir a recetas
mágicas contra su rival o a una amplia variedad de filtros amorosos para obtener
el interés del amado.
En
lo que a la sexualidad respecta, la “mujer ideal” de los antiguos egipcios se
distinguía por ser delgada, con caderas algo pronunciadas, y los pechos pequeños
y firmes.
La
cultura egipcia disfrutaba del placer de una forma armoniosa y equilibrada,
viviéndolo con libertad, estimulándolo con juegos, lecturas y afrodisíacos.
Estos valores sexuales arraigados en la sociedad significaban para las mujeres
una forma de feminidad serena y feliz, que las hacía amantes privilegiadas.
Y no solamente disfrutaban el sexo con
libertad, sino que también lo vivían con sabiduría: según se conoce, diversos
papiros médicos mencionan varias recetas para evitar fácilmente los
embarazos. Es decir que se protegía
a la mujer de caer en situaciones delicadas, sobre todo porque el aborto era
considerado como una práctica absolutamente
condenable.
5) La familia
Para
la mujer egipcia, el galardón más codiciado era el título de "señora de su
casa", es decir “ama de casa”, la mujer que dirigiera un hogar, ya que
significaba mucho prestigio social y numerosos privilegios en una sociedad que
realzaba la maternidad.
Entre
las tareas entendidas para una “Señora de su casa” se distinguían ocuparse de la
cocina, de la limpieza y del cuidado de los hijos, tejer la ropa, velar por el
bienestar y salud de los miembros de su hogar, etc. Pero también podía disfrutar del poco
tiempo libre entre todos esos quehaceres domésticos y los sucesivos embarazos, y
lo hacía con toda su familia, participando de comidas al aire libre con amigos,
paseando en barca por el Nilo, practicando juegos de mesa, y por supuesto
organizando y asistiendo a banquetes.
La
vida familiar egipcia se caracterizaba por ser armoniosa, con numerosos hijos,
tratando la “señora de su casa” de estar siempre alegre, y de cuidar con esmero
su apariencia. Pero debido a la
alta tasa de mortalidad egipcia, era también común que la familia debiera hacer
frente a la pérdida de un ser querido.
Cuando esto acontecía correspondía a las mujeres unirse al cortejo de
plañideras y manifestar su dolor, como una “obligación moral” que en su rol era
sumamente importante.
6) Fertilidad y cuidado de los
hijos
El
deseo de tener un hijo era universal, de allí que la fertilidad fuera un asunto
de suma importancia para la mujer egipcia.
Por un lado, los hombres lo consideraban como una atracción sexual, lo
que le aseguraba la atención y respeto de su esposo; por otro lado, la madre de
varios hijos era aprobada por toda la sociedad y elevaba su rango ante otras
mujeres.
Una
vez que se sabía embarazada, la mujer ya se convertía en una madre abnegada,
pero continuaba llevando su vida habitual, a veces muy dura, hasta el momento
del parto. Es por esto que la
sociedad brindaba en este período peligroso toda la protección mágica necesaria
para asegurar el bienestar tanto de la madre como del niño.
El
mayor riesgo lo representaban las madres más jóvenes, fértiles, pero físicamente
inmaduras -recordemos que las jóvenes a veces con tan sólo doce años se
convertían en esposas- cuyos cuerpos tal vez no estaban listos para la
maternidad. Esto contribuía a que
la sociedad egipcia alcanzara altos niveles de mortalidad, tanto de los hijos
como de las madres, durante el embarazo, y muy especialmente durante el parto,
ya que si bien se podía llegar a asegurar el bienestar de la mujer durante los
nueve meses de gestación, muchas fallecían en ese momento crítico, especialmente
por la carencia de condiciones higiénicas.
No
es de extrañar, por tanto que se desarrollaran métodos anticonceptivos que
limitaban el crecimiento de las familias y disminuían los peligros presentados
por continuos embarazos.
7) El cuidado y el arreglo
personal
En
la sociedad egipcia era de suma importancia el aseo, la higiene y el arreglo
personal, para hombres y para mujeres por igual. Es un hecho destacado en varios
documentos que la gran mayoría de la población practicaba el baño a orillas del
Nilo.
Particularmente
en el caso de las mujeres, además de cuidar su aseo con el uso de desodorantes o
aceites, llegaban incluso a eliminar por completo el vello de su cuerpo, ya
fuera mediante un afeitado constante o por medio de la
depilación.
En cuanto a la menstruación, y debido a
que era un aspecto de la feminidad por el cual los hombres poco se interesaban,
se sabe muy poco al respecto de como vivían las mujeres este período. Sí se sabe que usaban como
protección sanitaria unos “paños higiénicos” de tela
doblada.
Pero
la mujer no sólo se preocupaba por la higiene y el aseo, sino que también
cuidaba con esmero el arreglo personal, de una forma más dedicada que los
hombres.
Usaba
toda clase de perfumes, cremas y cosméticos, hasta el punto de que en las tumbas
se ha encontrado gran cantidad de los mismos, además de espejos, cepillos para
peinarse, recipientes de perfumes, etc.
Para
una mujer los ungüentos cosméticos eran fundamentales, ya que utilizaban desde
pinturas para realzar los ojos, los labios o las uñas, hasta cremas limpiadoras
y tratamientos antiarrugas.
En
cuanto al peinado se usaron diferentes estilos según la época, pero el más
difundido fue llevar la cabeza afeitada o los cabellos muy cortos, ya que las
pelucas estuvieron casi siempre a la moda.
Por supuesto el arreglo no estaría
completo sin la vestimenta y las joyas adecuadas. Las ropas más simples eran
vestidos holgados, confeccionados de tela plegada que envolvía el cuerpo y los
hombros y se ataba debajo del
busto. Las sandalias eran hechas de caña entretejida o de cuero, sujetadas al
pie por medio de una tira también de cuero. Las prendas de vestir constituían el
fondo perfecto para las coloridas joyas que llevaban mujeres de todas las clases
sociales y de todos los tiempos, no sólo por pura vanidad, sino que
esencialmente eran amuletos que invocaban la protección divina.
Así,
la mujer Egipcia lucía impecable en cualquier situación, y tal vez el esmero que
ponía para mejorar y mantener su apariencia se hubiera tornado excesivo en la
mente de muchos escritores y “sabios” de las épocas antiguas, que la tildaban
despectivamente de coqueta y frívola.
8) La ley
El género femenino gozaba de numerosos derechos y
condiciones de igualdad ante los hombres, disfrutando de una significativa
independencia y libertad. Entre sus
beneficios legales podemos enumerar los derechos a heredar, a actuar como
fiduciarias, a plantear una demanda ante los tribunales de justicia, a comprar
bienes y esclavos, así como también el derecho a hacer un contrato legal válido,
a tomar un préstamo o a prestar bienes. Quizá lo más importante a destacar es
que la mujer egipcia podía vivir sola sin la protección de un hombre.
Cuando
se encontraba soltera, la mujer tenía autonomía jurídica para gestionar sus
propios bienes, y como se vio anteriormente, llegado el momento de contraer
matrimonio se aseguraba su protección en los contratos ante la posibilidad de
divorcio o viudez.
Su
igualdad respecto al hombre podría interpretarse como producto de una cultura
evolucionada, una cultura que al mismo tiempo podía volverse en su contra si
cometía cualquier delito o falta ante la ley, ya que el hecho de ser mujer no se
convertía en un atenuante al momento de recibir el castigo y era penada de la
misma forma que los hombres.
9) La vida religiosa y la
magia
El
clero fue otro de los ámbitos en que las mujeres del Antiguo Egipto ocuparon
puestos de relevancia, con una jerarquía estructurada cuya competencia fue
variando según la época, desde su ascenso a cargos importantes en el Reino
Antiguo, pasando por una merma de su participación en el Reino Medio, para
resurgir durante el Reino Nuevo.
La
evolución más importante que benefició al papel y la importancia de la mujer en
el clero se debe a la remuneración de los puestos de niveles más altos, que en
un principio eran considerados honorarios.
Al
comienzo, las mujeres sólo participaban en el contexto del culto funerario y en
general se trataba de las esposas de altos funcionarios u oficiales. Dos figuras muy importantes de este
culto son universalmente reconocidas por el “Ritual de la Apertura de la Boca”,
y se las llamaba “La Grande y la
Pequeña Enterradora”. Estas dos
figuras femeninas aparecen representadas en multitud de tumbas y papiros, de pie
o arrodilladas al lado del féretro.
A
pesar de estos comienzos casi silenciosos, las mujeres pasaron luego a formar
parte del culto a los dioses y diosas, como músicas y
bailarinas.
A
partir de ese punto, la mujer, aunque bajo la supervisión de los hombres, se convirtió en un miembro activo del
clero, llegando, en muchos casos, a oficiar ritos junto a los
sacerdotes.
El
puesto de sacerdotisa no era exclusivo para el servicio a un solo dios, sino que
podía participar en diferentes cultos, e incluso ocupar puestos en distintos
templos y localidades. La
escala jerárquica descendía de estos puestos altos, a los más bajos, que
consistían en tareas simples y eran ocupados por mujeres de clases sociales más
bajas.
A
diferencia de otras culturas del mundo antiguo, el clero femenino no mantenía
relaciones sexuales de carácter religioso, sino que su papel era exclusivamente
oficiar e “vínculo místico” con los dioses.
Entre
los diferentes puestos de la jerarquía religiosa, uno de los más importantes era
el de “Esposa del Dios”, que con el tiempo fue adquiriendo mayor poder y llegó a
incluso ser llamado la “Divina Adoratriz de Amón-Ra”.
Otro
de los puestos más importantes suponía formar parte del “Harén del Dios”, que
consistía en un conjunto de sacerdotisas cuya función era la de celebrar y
participar en el culto de un dios, desarrollando actividades relacionadas con el
mundo de la música básicamente, u otras funciones específicas, como la
presentación de ofrendas, fumigaciones de incienso, etc. Generalmente este “Harén del Dios”
estaba formado por mujeres de alta sociedad, aunque cabe la posibilidad de que
cierto número de ellas fuera reclutado entre los estratos sociales más bajos. A
estas mujeres se les exigía el celibato y se las instruía en los misterios del
dios, por lo que estaban preparadas para participar en los rituales de
representación de las deidades, así como también cuidar de las pertenencias
sagradas.
Ahora
bien, además de formar parte activa del mundo religioso, la mujer también hacía
lo propio con el mundo de la magia.
Datos de antiguos papiros confirman varios aspectos esotéricos en la
mujer del Antiguo Egipto. Algunos,
mencionados con anterioridad, nos muestran que, a pesar de ser un pueblo
profundamente religioso, el Egipcio también era un pueblo muy
supersticioso. Particularmente las
mujeres estaban estrechamente relacionadas con la magia, ya sea solicitando
servicios de este tipo o bien ofreciéndolos. Es sabido que existía en todas las
comunidades, tanto grandes como pequeñas, una “Mujer Sabia y Conocedora” a la
que los vecinos solían acudir para resolver sus problemas cotidianos. Los “poderes” de esta mujer la hacían
curandera y adivina, y a la vez que aliviaba los males físicos también lo hacía
con los psíquicos.
Sus
atribuciones iban desde aspectos mundanos como encontrar objetos perdidos, hasta
los casi divinos, ya que se suponía que distinguía la verdad de la mentira. También se ocupaba de transmitir
oralmente los mitos y leyendas que configuraban, de alguna manera, la Tradición
“Mágica” de Egipto. Su credibilidad
era muy fuerte, y estaba bien considerada por todas las clases sociales, ya que
con sus facultades podía determinar si una persona estaba “habitada” por fuerzas
“Positivas” o “Negativas”; de ser este el caso, conocía la forma de determinar
la mejor y más efectiva manera de librarse de los "Influjos
Negativos".
10) La muerte
La muerte fue uno de los grandes pilares de la
sociedad egipcia, dado el significado y la importancia que le eran
concedidos. No es de extrañar que
así fuera considerando que las expectativas de vida no eran muy altas, y en el
caso de la mujer no acostumbraban ir más allá de los cuarenta
años.
Sucedido
el fallecimiento, y respecto al tratamiento de los cuerpos, encontramos
diferencias profundas entre las mujeres de diferentes clases sociales. Para comenzar, en el caso de las nobles
y hermosas, sus familiares tomaban la precaución de no entregarlas
inmediatamente para embalsamar, sino que esperaban hasta el tercer o cuarto día
después del fallecimiento, para impedir que los embalsamadores abusasen
criminalmente de la belleza de las difuntas. Las mujeres de clases sociales más bajas
no podían contar con esa suerte, ni tampoco con la posibilidad de tener un lugar
digno como morada eterna. A la
mayoría de las mujeres del pueblo se les enterraba en tumbas individuales,
excavadas en las arenas del desierto.
Algunas otras de clase social más alta eran incluidas en las tumbas de
sus esposos o bien en tumbas secundarias, de menor importancia que las
anteriores. En el caso de las
tumbas compartidas, la decoración hace referencia casi exclusiva al hombre,
mostrando a la mujer muy dolida por la muerte de su esposo. Sin embargo, no se han encontrado
escenas que muestren lo contrario, es decir al marido expresar dolor por el
fallecimiento de su mujer.
Como
se ve, la situación funeraria de la mujer variaba según la clase social de muy
precaria en los estratos más bajos, hasta privilegiada en el caso de la nobleza,
donde a la reina se le dedicaba su tumba individual.
En
lo que respecta al ajuar funerario, la mayoría de los objetos mágicos y amuletos
eran utilizados por igual en ambos sexos, pero sin embargo se han encontrado
objetos exclusivos en las tumbas de las mujeres, como espejos, joyas,
maquillaje, pelucas, perfumes, etc.
11) El Arte
Las
diversas formas del arte egipcio y sus artistas han tenido visiones muy diversas
de la mujer en el transcurso del tiempo antiguo.
En
el caso del arte funerario, fue muy difundida la representación de figuras
femeninas casi exclusivamente como esposas o hijas de la clase alta, incluidas
en un contexto masculino, es decir asociadas a su padre o esposo. No aparecen mujeres decorando ninguna
tumba por derecho propio.
Sumado
a esto, siempre aparecen en funciones secundarias, representadas a una escala
mucho menor que los hombres y habitualmente detrás de ellos. Figuran como compañeras y soporte de sus
maridos, por lo que son representadas abrazándolos, protegiéndolos en forma muy
maternal.
Esto
representa un claro contraste con el verdadero papel ocupado por la mujer en la
sociedad egipcia, y no se conoce exactamente cuál es el motivo de que los
hombres desearan sobresalir en las representaciones funerarias. Sí se debe destacar que las tumbas y los
templos de las reinas egipcias son
una excepción a esta norma, y que además en algunas tumbas se han descubierto
escenas de la mujer actuando en forma independiente a sus esposos.
En
las esculturas, la mujer era representada por el artista siempre con una gran
belleza física, de aspecto esbelto y senos sensualmente marcados, de piel más
clara que la del hombre. “Era
ricamente ataviada con ropas ceñidas que corresponden a la moda de la época y
con una gran cantidad de hermosas joyas y pelucas. Mujeres que bailan, tocan
instrumentos musicales y hacen piruetas increíbles a fin de entretener a sus
amos, mientras doncellas muelen el cereal que sirve para hacer el pan y las
viejas campesinas trabajan en los campos recolectando el lino y los
cereales”.
Son
muy escasas las esculturas tanto de mujeres solas, como de mujeres en papeles
dominantes. Esto puede indicar la
misma tendencia que los artistas tenían en el arte funerario, o bien que las
mujeres no tenían los medios suficientes o no necesitaban invertir en gloriosas
estatuas propias.
La
literatura, por su parte, muestra generalmente a la mujer como maliciosa,
coqueta, traicionera o altanera -básicamente la razón de todos los males del
hombre-, mientras que la pintura representa esposas, hijas o madres en forma
obediente y sumisa a los hombres.
En
el caso de la música, la mujer se ve más beneficiada en su condición, gracias a
las canciones de amor y los poemas románticos que hacen referencias explícitas a
la relación sexual. Esto le dio a
las mujeres la posibilidad de expresar
y manifestar su sexualidad con la misma libertad que los
hombres.
Como
puede apreciarse, artistas de todas las disciplinas- y de todas las épocas- se
ocuparon de representar a la mujer, aunque en formas muy disímiles.
El
arte refleja en estos casos, aunque en formas bastante disímiles, cómo los egipcios veían a sus mujeres y
nos dejan apreciar claramente cómo la concepción que de ellas tenían fue
fluctuando con el tiempo, según su evolución, y el entorno de su
civilización.
CONCLUSIONES
Según se puede ver claramente en el desarrollo de
este trabajo, la mujer egipcia de la antigüedad se destacó de sus congéneres de
otras civilizaciones por contar con derechos y beneficios sólidos,
inalcanzables, incluso, para muchas mujeres de sociedades
contemporáneas.
A lo largo de los diferentes aspectos que encierra su
vida podemos ver a una mujer activa e independiente, que a pesar de una
diferencia fundamental que la separaba del hombre –la posibilidad de educarse-
demostró a la historia y al tiempo ser sumamente inteligente y capaz de
desempeñarse en cualquier ámbito de la sociedad.
Fue también discriminada en otros aspectos, como la
arquitectura y el arte funerario, varias obras literarias o en leyes específicas
–como las que tratan al adulterio-; con crueldad, incluso, si hablamos de la
esterilidad o de la opinión que algunos “sabios” le propinaron con desprecio en
diferentes Dinastías o épocas.
Pero al mismo tiempo, su libertad le permitió ser a
la vez religiosa y sexualmente plena, competir en igualdad de condiciones con
los hombres en el mercado laboral y ser una madre abnegada preocupada por dar
hijos a su sociedad, sin olvidar que se daba tiempo para ser coqueta, divertida
y disfrutar de los días, a su manera.
Las evidencias para trazar su vida son muchas y muy
variadas, pero como ocurre con todo el legado de la civilización egipcia, aún
nos queda mucho por descubrir y mucho por conocer de estas mujeres excepcionales
que, a pesar de haber vivido hace tanto, son un ejemplo para todas las mujeres
de todos los tiempos.
BIBLIOGRAFÍA
“La vida cotidiana en el Antiguo Egipto” - Pierre
Montet
“La Familia en el Antiguo Egipto” – Laura di
Nóbile Carlucci
“Los nueve libros de la Historia – Libro Segundo” –
Heródoto
“El libro egipcio de los muertos” – Albert
Champdor
“Dioses, tumbas y sabios” – C.W.
Ceram
“Las hijas de Isis- La mujer en el Antiguo Egipto” –
H. Tyldesley
“Las mujeres en el Antiguo Egipto” – B.
Waterson
“La mujer Sabia y Maga en el Antiguo Egipto”
(artículo) – J. Luis Domenech
“El matrimonio en el Antiguo Egipto” (artículo) –
Sebastián Salvatierra
“Cultura y Arte egipcios” – Stephen
Quirke
“La mujer” (artículo) – “Seshat”, revista española
de divulgación egiptológica
“Los cosméticos” (artículo) - “Seshat”, revista
española de divulgación egiptológica
“La justicia” (artículo) - “Seshat”, revista
española de divulgación egiptológica
“La sexualidad” (artículo) - “Seshat”, revista
española de divulgación egiptológica
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