Víctor Hurtado Oviedo
Obra crítica de Julio Cortázar
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Lo
primero que sorprendía al ver a Julio Cortázar era su descomedida
estatura; lo segundo, que aparentaba tener veinte años menos, como si
hubiera firmado un pacto con un ángel; pero no había pacto, y todo
emanaba de una juventud esencial que lo hacía crecer buscando los aires
más nuevos. A estos se asomaba y luego descendía para contarnos
asombros que había visto con sus ojos de buzo.
Julio Cortázar murió en 1984, en París.
Sin embargo, pocas veces la muerte ha quedado tan mal como entonces.
Pasando sobre ella con sus zancos inmensos, Cortázar ha publicado
-editores mediante- dos novelas y nos ofrece los tres volúmenes de su
Obra crítica. Digamos de Cortázar lo que él escribió de Leopoldo
Lugones: "Todavía lo vemos como un enorme árbol aislado en plena
llanura, de donde salen alternadamente los pájaros y los huracanes".
El primer volumen de Obra crítica contiene "Teoría
del túnel", denso ensayo inédito. Para Cortázar (apasionado del
box), este fue su primer asalto en defensa del surrealismo, del
existencialismo y de la imaginación más libre en la creación artística.
El segundo volumen reúne numerosos ensayos y
recensiones escritos entre 1941 y 1963. Aquí viven ejemplos perfectos
de crítica y tres viajes profundos al corazón de la literatura: "Notas
sobre la novela contemporánea", "Situación de la novela" y "Algunos
aspectos del cuento". Este volumen expone una tesis crucial de la estética
de Cortázar: el artista debe estar atento a los impulsos del
subconsciente; a esa otra realidad que el racionalismo se empeña
en sumergir, como se afana un bote en hundir al mar en donde flota. El
volumen prodiga la metralla de luz que lanzan las sentencias felices: "[...]
los escritores "duros", criados en la escuela de Hemingway
(alguien podría decir que, más que escuela, eso fue un reformatorio)".
En el tercer volumen (1967-1983), Cortázar recuerda
al salvadoreño Roque Dalton, al argentino Roberto Arlt y -en un hermosísimo
responso- a Pablo Neruda, un inventor de América. Sin embargo, ahora,
la presencia -casi la angustia- del "compromiso del escritor" sube a
la escena y domina las páginas. La definición de Cortázar por el
socialismo es explícita -lección de ética cuando algún famoso ya va
viento en proa-; sin embargo, en lo más tenso de su voz alzada, él
reafirma su segunda tesis esencial: ningún compromiso político debe
impedir que el artista se abra al llamado que le nace desde el centro de
su ser. Dice de la "responsabilidad profesional" del escritor: "Yo la
definiría en una sola frase: no retroceder jamás, por motivos de
cualquier orden, en el camino de la creación. Hay que buscar
encarnizadamente las nuevas rutas de la creación y la palabra; hay que
lanzarse a lo nuevo, a lo inexplorado, a lo más vertiginoso de la
realidad del hombre. Toda simplificación en procura de un público más
vasto, es una traición a nuestros pueblos".
El primer volumen es arduo; el segundo, espléndido;
el tercero, conmovedor. Pocas veces, una obra dice tan bien cómo es el
padre de sus páginas. "Citar es citarse", escribió Cortázar sin
saber que él mismo terminaría esta nota: "Es siempre tan difícil
escribir sobre los muertos que uno ha querido; es casi como decir algo
de una música; en realidad, se está hablando de otra cosa".
Este artículo fue publicado
en:
Víctor
Hurtado Oviedo, periodista peruano residente en Costa Rica
Agradezco a Víctor Hurtado Oviedo por permitirme reproducir su artículo.
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