Borges habla de Cortázar
Prólogo a "Cartas de mamá"
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Hacia 1947 yo era secretario de
redacción de una revista casi secreta que dirigía la señora Sarah de Ortiz
Basualdo. Una tarde, nos visitó un muchacho muy alto con un previsible
manuscrito. No recuerdo su cara; la ceguera es cómplice del olvido. Me
dijo que traía un cuento fantástico y solicitó mi opinión. Le pedí que
volviera a los diez días. Antes del plazo señalado, volvió. Le dije que
tenía dos noticias. Una, que el manuscrito estaba en la imprenta; otra,
que lo ilustraría mi hermana Norah, a quien le había gustado mucho. El
cuento, ahora justamente famoso, era el que se titula "Casa
Tomada". Años después, en París, Julio Cortázar me recordó ese
antiguo episodio y me confió que era la primera vez que veía un texto
suyo en letras de molde. Esa circunstancia me honra.
Muy poco sé de las letras contemporáneas. Creo que podemos
conocer el pasado, siquiera de un modo simbólico, y que podemos imaginar
el futuro, según el temor o la fe; en el presente hay demasiadas cosas
para que nos sea dado descifrarlas. El porvenir sabrá lo que hoy no
sabemos y cursará las páginas que merecen ser releídas. Schopenhauer
aconsejaba que, para no exponernos al azar; sólo leyéramos los libros
que ya hubieran cumplido cien años. No siempre he sido fiel a ese
cauteloso dictamen; he leído con singular agrado Las armas secretas
de Julio Cortázar y sus cuentos, como aquel que publiqué en la década
del cuarenta, me han parecido magníficos. "Cartas
de mamá", el primero del volumen, me ha impresionado hondamente.
Una historia fantástica, según Wells, debe admitir un solo
hecho fantástico para que la imaginación del lector la acepte fácilmente.
Esta prudencia corresponde al escéptico siglo diecinueve, no al tiempo
que soñó las cosmogonías o el Libro de las Mil y Una Noches.
En "Cartas de Mamá"
lo trivial, lo necesariamente trivial, está en el título, en el proceder
de los personajes y en la mención continua de marcas de cigarrillos o
de estaciones del subterráneo. El prodigio requiere esos pormenores.
Otro rasgo quiero indicar. Lo sobrenatural, en este
admirable relato, no se declara, se insinúa, lo cual le da más fuerza,
como en el "Izur" de Lugones. Queda la posibilidad de que todo sea
una alucinación de la culpa. Alguien que parecía inofensivo vuelve atrozmente.
Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus
opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opiniones de
un hombre suelen ser superficiales y efímeras.
Buenos Aires, 1984
De: Nicolás Cócaro; El joven Cortázar, Buenos Aires, Ediciones del Saber, 1993
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