Cortázar
habla sobre Deshoras
La esfera de los cuentos
Entrevista realizada
por José Julio Perlado el 3 de Mayo de 1983 en el hotel madrileño donde
se hospedaba el escritor.
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-Deshoras,
¿con qué libro suyo anterior puede emparentarse más?
- Me resulta difícil establecer o hacer así
rápidamente un análisis mental de todos mis libros de
cuentos anteriores. Yo tengo la impresión de que este libro
simplemente agrega una serie de cuentos a una cantidad ya bastante
crecida y que abarca más de treinta años de trabajo,
es decir, ese tipo de cuentos que me son naturales, por así
decirlo, o sea cuentos donde el elemento fantástico se hace
casi siempre presente, no siempre, pero casi siempre son cuentos donde
todo lo latinoamericano está también muy presente no
sólo en el lenguaje sino en la temática, y concretamente
hay dos cuentos que se desarrollan en la Argentina. O sea que en realidad
yo no diría que hay la menor ruptura en la serie.
- Si no hay ruptura, ¿hay en estos cuentos alguna
nueva aportación en el plano técnico o en el temático?
- Parecería un poco inmodesto contestar afirmativamente,
pero yo no tengo, en todo caso, ninguna falsa modestia. O sea, tengo
la impresión de que si continúo escribiendo cuentos,
esos cuentos no son repetitivos, o sea, que es un nuevo paso en algún
sentido, a veces tal vez sea un paso hacia adelante, a veces puede
ser una bifurcación hacia algún lado donde me parece
que hay todavía posibilidades que yo mismo no he indagado,
que no he explorado. Si no fuese así no tendría ningún
interés, ninguna curiosidad por escribir cuentos. De modo que
digamos que sí, que pienso que ahí debe haber alguna
aportación, pero es a los críticos y a los lectores
a quienes les toca decirlo
- De estos ocho cuentos de su libro Deshoras,
¿qué cuento es más de su preferencia? ¿A qué
cuento le tiene usted más apego, más cariño?
- Es difícil elegir un cuento. Puede haber
un cuento que me interesa por la forma en que lo he escrito, es decir,
ese combate que el escritor lucha consigo mismo para finalmente obtener
algún resultado literario, pero también podría
citar algún cuento en donde lo que me interesa es sobre todo
la temática. Entonces, empezando por la temática, un
cuento como "Pesadillas", para mí cuenta mucho porque
significa mucho, porque me parece una especie de resumen alegórico,
si usted quiere, de la situación que se ha vivido en la Argentina
en los últimos años. Ahora, si se trata ya del lado
exclusivamente literario, a mí me interesa personalmente el
último cuento, ese que se llama "Diario para un cuento",
porque es una especie de combate conmigo mismo para tratar de llegar
a un resultado, no sé si lo comprende o no.
- ¿Por qué ha escogido el título de
Deshoras para este libro?
- Una buena pregunta, sólo que hago la observación
al paso de que el primer cuento no es un cuento, se llama epílogo
de cuento. Es lo que me sucedió exactamente tal cual, y no
está contado como un cuento sino como un documento privado.
Yendo al título de Deshoras, siempre que reúno
siete, ocho o nueve cuentos para un volumen se me plantea el problema
del título; me gusta, siempre que puedo, que el título
de alguno de los cuentos que están en el libro sirva para la
totalidad. A veces se puede y a veces no. Porque ese título
tiene que resumir la atmósfera general del libro, y en este
caso creo que Deshoras es con esa noción que tiene la
palabra, que yo la uso un poco insólitamente en plural, porque
en general se dice "llegar a deshora", por ejemplo. Y yo la separo
de la frase hecha, y la pongo en plural porque me parece que los ocho
cuentos del libro, de alguna manera, todos son "encuentros a deshora",
hay pasos así, en que el destino se juega un poco, porque hay
un desajuste entre la realidad y los personajes.
- ¿Interviene en este libro el tema del juego?,
¿el "juego" del escritor con lo que escribe, y el juego con el lector?
- Bueno, sí, desde luego que interviene,
porque todos los elementos de juego, pero entendido seriamente, son
una constante en la mayoría de las cosas que llevo hechas,
y aquí el juego es bastante explícito. Por ejemplo,
en ese cuento que se llama Satarsa, el personaje trata de ver
lo que está sucediendo y lo que le puede suceder a través
de juegos de palabras, eso no parece muy serio, pero usted sabe que
la magia de las palabras es una de las formas que se cultivan desde
la más alta antigüedad, y entonces ahí hay una
referencia muy directa a uno de los grandes juegos que ha jugado siempre
el hombre, a través de la Kábala por ejemplo, y a través
de todas las posibilidades de adivinación, a través
del idioma y por medio del idioma. Hay un viejo juego, que yo sigo
practicando con resultados que me asombran, que es lo que alguien
llamó la "poetomancia". O sea, tomar un libro de poemas, cualquier
libro de poemas, cerrar los ojos, abrirlos y poner el dedo en un verso
y leer ese verso; es impresionante la cantidad de veces que en mi
caso, el verso en el que caigo me ilumina un futuro inmediato o me
aclara un pasado o me muestra cuál es mi presente, entonces
¡cómo no creer en el poder del lenguaje! cuando ese simple
juego se vuelve una cosa seria.
- Usted habla en su último relato de la "cosquilla
del cuento". ¿Suele traerle ya esa "cosquilla", la manera de hacer
cuentos?
- Puedo contestar afirmativamente a eso, sí,
porque, claro, es más que una "cosquilla", es... -¿La "manera"
o la "estructura"? -Bueno, tal vez estamos hablando de la misma cosa,
porque la estructura no puede ser una estructura si no contiene una
opción previa sobre la forma en que se va a construir el cuento;
y en general, la noción general del cuento, el tema en "grosso
modo", en mí viene acompañado ya de la forma en que
tengo que hacerlo. Es decir, yo sé automáticamente cuando
me pongo a la máquina que tengo una idea general de un cuento
que me obsesiona, esa es la "cosquilla", que me obliga a escribirlo;
pero también sé, sin poder dar ninguna explicación
racional, si ese cuento lo voy a escribir en primera persona o en
tercera. Eso lo sé, lo sé sin razones, sé perfectamente
que voy a empezar a hablar de mi "yo", o bien voy a empezar a hablar
de algún punto o algún tema. Y eso no tiene explicación,
eso se da así.
- ¿Le plantean muchos problemas los llamados "finales
perfectamente cerrados" en los relatos breves? Y, ¿cuándo rompe
la norma?
- Por lo que a mí se refiere, la idea que
yo me hago del cuento y la forma en que lo realizo es siempre un orden
muy cerrado. Por ahí he escrito que para mí un cuento
evoca la idea de la esfera, es decir, la esfera, esa forma geométrica
perfecta en la que un punto puede separarse de la superficie total,
de la misma manera que una novela la veo con un orden muy abierto,
donde las posibilidades de bifurcar y entrar en nuevos campos son
ilimitadas. La novela es un campo abierto verdaderamente; para mí,
un cuento, tal como yo lo concibo y tal como a mí me gusta,
tiene límites y, claro, son límites muy exigentes, porque
son implacables; bastaría que una frase o una palabra se saliera
de ese límite, para que en mi opinión el cuento se viniera
abajo. Y he visto muchos cuentos venirse abajo por eso, por destruirlo
todo en el último momento, por ejemplo, con una tentativa de
explicación de un misterio, cuando el misterio era más
que suficiente en el cuento, cada uno podría encontrar allí
su propia lectura, su propia interpretación. Hay gente que
malogra cuentos, poniéndolos excesivamente explícitos,
entonces la esfera se rompe, deja de ser el orden cerrado.
- ¿Qué es un cuento para usted?
- Yo creo que nadie ha definido hasta hoy un cuento
de manera satisfactoria, cada escritor tiene su propia idea del cuento.
En mi caso, el cuento es un relato en el que lo que interesa es
una cierta tensión, una cierta capacidad de atrapar al lector
y llevarlo de una manera que podemos calificar casi de fatal hacia
una desembocadura, hacia un final. Aunque parezca broma, un cuento
es como andar en bicicleta, mientras se mantiene la velocidad el equilibrio
es muy fácil, pero si se empieza a perder velocidad ahí
te caes y un cuento que pierde velocidad al final, pues es un golpe
para el autor y para el lector.
- Estos ocho cuentos, ¿cómo podrían
clasificarse de alguna manera?
- Me parece a mí que hay dos tipos de cuentos
bastante diferenciados. Algunos en donde predomina el elemento fantástico,
que usted sabe bien que es una constante en casi todos los cuentos
que he escrito. En otros cuentos, aunque también esté
presente un factor fantástico, lo que me ha interesado a mí
directamente ha sido una referencia directa a problemas que me angustian
personalmente, a mí y a tantos más, concretamente a
conflictos que afectan al tema de América Latina en general.
- En este libro aparecen cuentos llenos de nostalgia.
- Tal vez para un escritor la única manera
de combatir ciertas nostalgias es escribiendo y, naturalmente, la
nostalgia se abre paso en el tema del cuento y en todo el cuento,
pero en estos de Deshoras yo creo que hay algo más que
nostalgias. Hay denuncia, hay protesta y hay combate por lo que sucede
en la Argentina, es decir, un clima de opresión, un clima de
miedo, de desapariciones y de asesinatos, todo eso se refleja con
bastante claridad, por lo menos, en uno de los cuentos.
- ¿Prima más la preocupación por temas
políticos que por los literarios?
- No. Depende de los momentos. La literatura es
mi vocación, y lo que usted califica de política es
una labor de interés militante. Mi vocación profunda
es la literatura, pero yo no quisiera alejarme del todo del tema de
Nicaragua sin decir que me parece que este es el momento que más
que nunca Nicaragua necesita de la solidaridad de todos los pueblos
que a su vez están luchando por una base social, como es concretamente
el caso de este país. Tengo la impresión de que los
intelectuales españoles y que todo el mundo en España
puede hacer mucho más en el plano de la solidaridad con un
país como Nicaragua. Estoy seguro de que lo van a hacer.
- Hay un cuento suyo en su libro Deshoras
que da la impresión de acercarse más a un ejercicio
de experimentación. ¿Cómo clasificaría usted
este relato?
- Bueno, es un experimento para ver si frente al
problema de no encontrar un camino para escribir un cuento -al describir
esas dificultades en forma de Diario (es decir, todos los problemas
del escritor que no encuentra el camino)-, el cuento queda atrapado
dentro del Diario. Digamos que puede haber un cierto elemento de trampa
en eso, puesto que yo tenía conciencia de lo que estaba haciendo,
pero soy muy sincero cuando digo que nunca hubiera podido escribir
ese cuento directamente como un cuento, tuve que dar vueltas en torno
a él, mirándolo por todos lados y hablando continuamente
de los problemas que me impedían escribirlo, y sucedió
que al ir haciendo eso, el cuento se fue armando por dentro, bueno,
eso es si usted quiere, la experiencia. Espero que el lector la sienta
como tal y le agrade.
- En este momento, en 1983, tras haber escrito numerosos
libros de cuentos, ¿cree usted que existe actualmente una evolución
en la forma de contar o bien prosigue con los caminos ya iniciados
anteriormente?
- No lo sé a ciencia cierta. Por un lado
me doy cuenta de que con los años y por el hecho, quizás,
de haber escrito ya tantos cuentos, estoy trabajando de una manera
más seca, más sintética. Me doy cuenta al escribir
que cada vez elimino más elementos, no diré de adorno,
pero sí elementos de estilo que al comienzo de mi trabajo se
hacían ver, se hacían sentir, y que tal vez le daban
más follaje, más savia a los cuentos; algún crítico
me ha señalado que estoy escribiendo de una manera muy seca,
con lo que quiere decir, demasiado seca; no creo que sea demasiado.
Tengo la impresión de que he llegado a un momento en que digo
lo que quiero decir y no necesito agregar una sola palabra más.
Tengo la impresión también de que los lectores actuales,
los lectores que ahora se interesan por la literatura, sobre todo
por la latinoamericana, están altamente capacitados para seguir
ese estilo, ya no necesitan el floripondio romántico ni el
desborde de tipo barroco. Yo creo que el mensaje puede llegar directamente
y con toda intensidad, con lo cual no quiero decir que mi manera de
escribir sea la única que me parece válida, muy al contrario.
Pero desde luego hay una evolución, espero que los críticos
no digan que es una involución, pero no me toca a mí
saberlo.
- ¿El título de Deshoras lo ha escogido
usted por algún motivo peculiar?
- Es el problema de encontrarle un título
coherente a un volumen de cuentos, puesto que los cuentos son siempre
tan diferentes entre sí; en este caso el cuento que se llama
"Deshoras"
hace una referencia, la palabra lo está indicando, al hecho
de una no coincidencia en el tiempo, destinos que pasan uno al lado
del otro sin encontrarse, sin juntarse, y los ocho cuentos de este
libro, cada uno a su manera, están mostrando ese tipo de desajuste,
de falta de armonía en una determinada situación; entonces
me pareció que el título Deshoras se aplicaba
bien al libro.
José Julio
Perlado, Profesor Titular - Facultad de Ciencias de la Información
Reportaje publicado en Revista
Especulo Nº 2, Departamento de Filología Española III Facultad
de Ciencias de la Información
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