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EL DORADO
El Dorado fue el país legendario que los españoles nunca pudieron encontrar en América, el que alimentó sus ansias de riquezas y fomentó la búsqueda desenfrenada de oro. Algunos adscriben el origen de esta creencia a la ceremonia de consagración de los nuevos zipas, que solían bañarse en la laguna de Guatavita con el cuerpo cubierto de polvo de oro. El mito fue más tarde agrandado por la fantasía hispana y, entre otros, Jiménez de Quesada y Benalcázar persiguieron la posesión de este país fabuloso. Según los conquistadores del Nuevo Mundo, este país mítico, existía en algún lado de América del Sur.
La leyenda se basa en los ritos que se celebraban en el lago Guatavita, en Colombia, Cuando un nuevo rey ascendía al trono era despojado de sus ropajes y recubierto su cuerpo con una resina sobre la cual se le aplicaba una fina capa de polvo de oro. Se internaba luego en el lago en una balsa tambien finamente ornamentada del mineral precioso y otras joyas. Al llegar al centro del lago él y otros servidores arrojaban en silencio objetos diversos de oro al agua, como ofrenda a su Dios. Posteriormente retornaban a la orilla del lago para terminar con la ceremonia de asunción. Esta ceremonia ritual imperesionó de tal manera a los pocos europeos que la presenciaron que al volver a Europa rápidamente sus comentarios se difundieron y agrandaron. Rapidamente la tradición oral hizo el resto y la leyenda de El Dorado comenzó a tomar forma.
El oro constituía un medio sagrado para muchas culturas como la mochica, la chimú, la inca. Siempre ha acaparado la atracción del hombre. Su brillo incorruptible permitía asociarlo fácilmente con alguna propiedad divina que lo asemejaba mitológicamente con el sol.
El oro y la plata del Perú incaico despertaron la imaginación y la codicia de los conquistadores españoles. Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador, organizó una expedición con Francisco de Orellana para buscar esas tierras maravillosas, poseídas por un rey que ungía su cuerpo con exquisitos adornos de oro.
Cuando los españoles conquistaron Cuzco no podían creer lo que sus ojos veían. En el Templo del Sol enormes láminas del mineral dorado recubrían cada rincón de las paredes del templo. En la sala principal un enorme disco de oro dominaba la escena rodeado de las momias de los antiguos emperadores incaicos sumidos en ropajes repletos de piedras preciosas y tributos. Les pareció que el ambicionado metal era tan común en el Perú y en América como la tierra misma. El Perú era, entonces, la tierra prometida, El Dorado, aquel lugar mítico que comentaban maravillados los primeros exploradores. Y sin duda que para los españoles lo fue. La cantidad de plata y oro que fue sustraído de cada una de las minas americanas es imposible de precisar. La mayor parte del oro fue fundido y enviado a España que a su vez lo despilfarraba en las costosas campañas militares y en los gustos ostentosos de sus reyes. Difícilmente nos podamos hacer una idea de los tesoros artísticos que fueron destruídos por las mentes torpes de los conquistadores. Todavía se conserva en Cajamarca la habitación que el Inca Atahualpa prometió llenar con oro a cambio de que Pizarro le perdonara la vida. El oro acumulado en esa habitación en joyas y obras de arte no puede ser imaginado. Atahualpa fue estrangulado en el garrote entre tormentos y el oro confiscado para fundirlo en barras.
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