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DOLORES ELKIN

"Arqueología subacuática y reflexiones sobre el ejercicio de la arqueología"

Desde los pioneros trabajos de George Bass en Turquía en la década del 60, la arqueología subacuática realizada con metodología y técnicas de trabajo análogas a las empleadas en tierra ha tenido un desarrollo creciente.

Si bien la permanencia y el trabajo en el agua presentan dificultades para el ser humano ya que ésta no constituye su medio natural, los equipamientos de buceo y los medios técnicos disponibles actualmente para realizar todo tipo de actividades subacuáticas eliminan cualquier excusa para no hacer arqueología con el mismo rigor metodológico y técnico que en tierra.

Así las cosas, la condición básica para realizar trabajos de arqueología subacuática es que haya arqueólogos dispuestos a bucear para acceder a un registro material que está sumergido. Todo lo demás (logística, financiamiento, recursos humanos capacitados en otras disciplinas, etc.) es una instancia posterior. De nada sirve tener materiales sofisticados para hacer relevamientos subacuáticos y un equipo de excelentes buzos y conservadores, si no hay un arqueólogo para estudiar el registro arqueológico. Es lo mismo que disponer de un moderno quirófano y excelentes anestesistas e instrumentadores, pero que falte el cirujano para operar al paciente.

¿A qué viene esto? A que muchas veces a los arqueólogos se nos engaña (o nos engañamos nosotros mismos) con la idea de que el centro de la arqueología subacuática es el buceo y el equipamiento sofisticado, con lo cual el arqueólogo pasa a un segundo plano. Analicemos más detalladamente estos espejitos de colores:

Los buzos expertos

En un país como la Argentina, con relativamente escaso desarrollo del buceo deportivo (que, por otra parte, es costoso), es muy improbable que un arqueólogo sea también un buzo experimentado. Lo más factible es que, interesado en la arqueología subacuática desee iniciarse en el buceo o, a lo sumo, que realizando un curso de buceo haya comenzado a interesarse en la arqueología subacuática. Incluso hay arqueólogos dispuestos a dirigir proyectos de arqueología subacuática desde tierra, sin la menor intención de bucear.

Comenzaré por comentar este último caso: Si bien un arqueólogo puede realizar una investigación con materiales que no ha excavado personalmente (por ejemplo, con colecciones de museos, o re-analizando muestras), si se trata de un proyecto bajo su dirección lo lógico es que él mismo excave o supervise la excavación, evaluando personalmente cómo se presenta el registro.

La idea de quedarse en tierra mientras los buzos recuperan el material arqueológico sin ningún tipo de supervisión, a mi modo de ver, resulta absurda. Es comparable a que un arqueólogo que estudia temas incaicos recurra a andinistas para que excaven un santuario de altura, porque él no sabe escalar.

No. El arqueólogo no necesita intermediarios para acceder al registro arqueológico. Los buzos y los andinistas son recursos humanos valiosísimos en este tipo de casos en los que los materiales arqueológicos se encuentran en lugares de difícil acceso, pero el arqueólogo debe acompañar a estas personas al agua o a la montaña y supervisar su tarea. Y si no puede hacerlo, es preferible que el barco o la momia queden donde están hasta que su recuperación arqueológica sea una tarea profesional.

Muy diferente, en cambio, es la postura reflejada en los dos primeros casos mencionados, en los que el arqueólogo desea tener un contacto directo con el registro subacuático. Aquí el problema suele ser la falta de confianza en sí mismo debido a su escaso o nulo entrenamiento en buceo, pero debe tener presente las palabras de Arnold (1982:238): "casi cualquier arqueólogo competente en tierra puede aprender a zambullirse con un equipo de buceo y, con algo de entrenamiento especializado adicional,puede llegar a ser competente para tratar con sitios sumergidos".

El dinero, la alta tecnología y los buscadores de tesoros

Otra consecuencia más grave que puede surgir de la falsa creencia expuesta más arriba es aceptar trabajar con buscadores de tesoros (autodenominados patrocinadores, inversores, u otro tipo de términos más "light" que buscador de tesoros), ya que ellos suelen poseer tentadores recursos financieros y técnicos que los investigadores pocas veces obtienen, y menos en América Latina. El razonamiento del arqueólogo es del tipo: "Si la ley permite que un particular lucre con el hallazgo de un naufragio con cargamento valioso, y él se hace cargo de los costos de búsqueda (cosa que la institución para la cual trabajo jamás podría financiar), yo al menos puedo contribuir a que de esto surja un buen trabajo de investigación arqueológica."

Como efectivamente nuestras leyes dejan al patrimonio cultural subacuático bastante desamparado (ver Endere 1997) y a esas leyes no las hicimos los arqueólogos, el razonamiento anterior en principio no parece censurable. Sin embargo, si estamos convencidos de que el patrimonio cultural -subacuático o terrestre- es de la comunidad, y de que uno de nuestros deberes es defenderlo de intereses particulares, entonces nunca sucumbiríamos a la seducción de los buscadores de tesoros y preferiríamos no hacer ningún trabajo arqueológico a hacerlo a costa del robo de algo que es de todos. Además, también hay leyes y convenciones internacionales que protegen el patrimonio cultural y a las cuales la Argentina ha adherido (ICOMOS 1997), a las que también debemos recurrir en los casos pertinentes.

Tampoco la disyuntiva es "o trabajo con buscadores de tesoros o no puedo hacer arqueología subacuática". Muchas veces los recursos se obtienen mediante préstamos o mediante el apoyo logístico de quienes poseen los elementos que uno necesita (embarcaciones, equipos de teledetección, equipos de buceo, etc.) y otras veces, en palabras de la colega mexicana Pilar Luna Erreguerena, "el mejor magnetómetro es un pescador".Con esto quiero decir que no se necesita comprar un Calypso; Dependiendo del trabajo de investigación que se va a encarar, primero hay que tener en claro si realmente hace falta contar con embarcaciones y equipamiento sofisticado, y en caso afirmativo, probablemente habrá instituciones o empresas que puedan facilitarlo a modo de préstamo o donación -a cambio de publicidad, exenciones impositivas, etc.-. O quizás realmente sea suficiente contar sólo con equipos de buceo y materiales de relevamiento arqueológico muy simples para hacer un excelente trabajo subacuático.

Palabras finales

La arqueología subacuática es una nueva disciplina en la Argentina y requerirá de un inevitable período de maduración y afianzamiento. Sin embargo, si tenemos presente que la arqueología subacuática es ante todo arqueología, no cabrán dudas de que son los arqueólogos las personas mejor capacitadas para coordinar y dirigir el estudio de cualquier resto material que se encuentre sumergido.

Con excepción de los buscadores de tesoros, cuyos intereses son totalmente incompatibles con los de un investigador científico (Riess 1988), muchos no-arqueólogos podrán colaborar, aportar ideas, cubrir aspectos interdisciplinarios de la investigación, e incluso realizar muchas tareas específicamente arqueológicas con más habilidad técnica que unos cuantos arqueólogos.

Pero, aunque el título de arqueólogo tampoco es garantía de idoneidad profesional (al igual que sucede con cualquier otra disciplina), convengamos en que representa un aval importante. A pesar de sus deficiencias, la (larga) carrera universitaria que culmina con la obtención del título profesional constituye una formación que no puede compararse con la de buzos experimentados, arqueólogos autodidactas, buscadores de tesoros o cualquier otro interesado en acceder al patrimonio arqueológico subacuático. Es tiempo de valorar, jerarquizar y defender la profesión.

 

La Dra. Dolores Elkin es arqueóloga de la UBA, investigadora del CONICET, -Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires- e Instituto Nacional de Antropología

 

 

Muchas veces a los arqueólogos se nos engaña (o nos engañamos nosotros mismos) con la idea de que el centro de la arqueología subacuática es el buceo y el equipamiento sofisticado, con lo cual el arqueólogo pasa a un segundo plano.

 

La condición básica para realizar trabajos de arqueología subacuática es que haya arqueólogos dispuestos a bucear para acceder a un registro material que está sumergido.

 

 

 
 

La idea de quedarse en tierra mientras los buzos recuperan el material arqueológico sin ningún tipo de supervisión, a mi modo de ver, resulta absurda.

 

Es tiempo de valorar, jerarquizar
y defender la profesión.

(Cortesía Equipo Naya)

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