Existen pocos lugares tan sugestivos como la comarca Baztán-Bidasoa. Aquí hay un mensaje especial, suave y dulce, con una peculiar luminosidad y una humedad que satura el ambiente, difumina las formas y agrisa los colores. El follaje lo envuelve todo, invitando al abandono contemplativo.
Por eso, entre las riberas del río que lo atraviesa y da nombre a este ámbito particular, se afincaron desde el siglo pasado escritores y pintores que se sintieron conmovidos por este sugerente medio. Todos compartieron un mismo sentimiento geórgico. Han sido, y lo son todavía, profundos observadores de los más pequeños detalles de la naturaleza, que es la verdadera maestra de unos y otros. Escuela de intimidades que les ha enseñado a mirar, a sentir y proyectar sus sensaciones de forma armoniosa.
El paisajismo es un fenómeno reciente en esta zona. Data del siglo pasado, cuando el pintor de Lesaka Ramón Latasa y Lazcano abandonó estos montes para formarse en el magisterio naturlalista de Haes, y cuenta con los referentes más próximos de los baztaneses Ciga, Echenique y Echandi, además de haber sido trayecto de ida y vuelta de numerosos pintores guipuzcoanos y vizcaínos, alguno de los cuales llegó a asentarse junto a las riberas del río, como Bienabe Artía. Y también es significativa la producción literaria paralela, con nombres tan importantes como Pío Baroja y Félix Urabayen, cuya visión no es desconocida por los pintores.
Unos y otros han explorado esta cuenca, subido a sus montes, buscado sus torrenteras, visitado sus aldeas, contemplado las aguas dormidas bajo los puentes y mirado al cielo fugaz.
Se puede decir que el amor a la tierra ha condicionado el desenvolvimiento de los pintores, que viven de forma recatada en su tarea creativa, pudorosamente entregados a un oficio que exige una cierta intimidad.
Rafael Manzano opinaba que los habitantes de esta latitud acusan unos rasgos propios, la serenidad navarra, la suavidad guipuzcoana y, en lo plástico, el soplo del arte que les llega de Francia.
Es particularmente emotivo el paisajismo baztanés, al que algunos pintores han representado con un suave geometrismo, el cual, en las pinturas de José María Apezetxea, Ana Mari Marín, Tomás Sobrino o Xabier Soubelet, se ofrece como síntesis de sutiles emociones. En tanto que Ana Mari Urmeneta deja vagar por las florestas su complacencia estética, con una pincelada cada vez más fundente.
La evocación del valle baztanés se siente incluso en los fondos desvaídos de los cuadros empastados de Fernando Gorostidi, pese a que su predilección por lo imaginario le permite pintar de forma mucho más libre, sin por ello rechazar la armonía de la naturaleza.
Los cursos fluviales gozaron siempre de una estética cambiante y efímera, como la sustancia misma de la belleza. Solo los pintores muy conocedores de la tierra, que aprendieron a amarla a base de mirarla y adivinar sus secretos, son capaces de mostrarnos ahora retazos de su alma, fragmentos de una belleza que será posible admirar si hacemos un paréntesis en nuestra agitada vida diaria
Este texto y los que acompañan los comentarios sobre cada pintor en particular pertenecen, básicamente, a Francisco Javier Zubiaur Carreño y Ana Larruy Alaña y han sido extractados del catálogo editado con motivo de la exposición "Paisajistas del Bidasoa, hoy", llevada a cabo en Vera de Bidasoa del 1 de Agosto al 1 de Septiembre de 1996. Las fotografías, salvo indicación en contrario, son de Félix Mena y de Galería Echeverría.