Nota: Este artículo es, como diría el Dr. Denegri, "noticioso" de las varias faltas gramaticales de Mario, y hasta divertido en su exposición fría. Tampoco son una gran desgracia estas faltas, ya que dos novelistas como Balzac y Mark Twain también las tuvieron en abundancia. Dicho esto, no todas las observaciones del Dr. Denegri son imparciales, hay algunas discutibles. Vengo siguiendo los programas televisivos del Dr. Denegri desde 1999, más o menos, y en ese tiempo lo he visto cometer dos tropiezos al referirse a Mario: el primero, cuando en la revista "Somos" de El Comercio (Lima) comentó que no entendía cómo era posible que algunos libros de MVLL fueran considerados importantes en la literatura peruana de la década del 90, y mencionó Historia de Mayta. El problema es que Historia de Mayta es de 1984. El segundo fue cuando comentó el prólogo que Mario escribió para un libro de fotografías de Martín Chambi. Allí, el Dr. Denegri se burló de la "ignorancia" de Mario al escribir que Chambi "hizo su vela de armas" en lugar de -según él- "izó la vela de armas". De inmediato, un televidente le hizo saber que la expresión "hacer la vela de armas" existía -el que había de ser armado caballero-, y Denegri tuvo que rectificarse.

Mira! (Suplemento del desaparecido diario El Sol), Lima, 10 de agosto de 1997
Fe de erratas: Los cuadernos de don Rigoberto
 
Marco Aurelio Denegri
 
Decía Nietzsche, fundamentalmente, que en el mundo hay demasiada gente superflua, gente está de más. Y tan cierto como esto, y acaso más, es la superfluidad caracterizante de abundantísimos libros, como por ejemplo el más reciente de Mario Vargas Llosa, titulado Los cuadernos de don Rigoberto, que a mi juicio debió permanecer inédito, por mal concebido, peor gestado y pésimamente escrito, amén de que fatiga por su gran extensión, que por lo demás no se justifica.
        Don Rigoberto, doña Lucrecia y Fonchito no tienen disposición ni talla para el quehacer erótico; pero desde luego que estarían muy bien en un café-teatro, actuando por cortesía de La Morgue, con el nombre artístico de "Trío Los Aborrecidos".
        No afirmo que las eroticadas de este trío no eroticen a nadie; lo que declaro enfáticamente es que con toda seguridad enfrían a la mayoría de lectores, porque siendo, como son, eroticadas de pergeño chapucero, no estimulan ni encalabritan; antes bien, o son ridículas y en consecuencia risibles, o son asqueantes.
        Por ejemplo, el episodio del calzoncito de la profesora es de una ridiculez impresionante; el de la miel y los gatos, repugna, sobre todo cuando el autor nos dice que la saliva gatuna condimentaba la miel (miel con saliva de gato... ¡aj!).
        No es por otra parte dable compartir el entusiasmo de Vargas Llosa, su adhesión fervorosa a la micción, según puede comprobarse leyendo el capítulo "El olor de las viudas", que entre otras lindezas contiene la noticia de un Primer Ministro de la India "que leía sus discursos con pausas para beber traguitos de su propio pipí". Creo, sinceramente, que sólo a un lector que no esté en sus cabales puede resultarle excitante la bebida de un líquido excrementicio.
        En resumen, Los cuadernos de don Rigoberto es una novela hechiza y antierótica; y la obsesión de Fonchito, el pintor Egon Schiele, es de veras saturante.
        Dicho lo cual, me ocuparé inmediatamente de los dislates, gazapos y equivocaciones de esta producción vargasllosiana.
        En la página 9, "trastabilleó" por trastabilló, aunque en la 99 consta la forma recién dicha. En las páginas 11 y 14, la expresión "Anda vete", que por supuesto no se escribe así, sino de esta otra manera: ¡Anda vete! En la 315, "Anda vete a la mierda, cholo maloliente" por ¡Anda, vete a la mierda, cholo maloliente!
        "Murmuraba algo -dice el autor- que a doña Lucrecia, al principio, le habían parecido palabras tiernas o vulgares dictadas por la excitación." (21) Es obvio que no puede ser "le habían", sino le había, porque la referencia es a lo que murmuraba, vale decir, a algo, no a las palabras.
        Vargas Llosa no sabe lo que significa fauces, esto es, la parte posterior de la boca de los mamíferos, que se extiende desde el velo del paladar hasta el principio del esófago. En las páginas 24 y 28, "fauces" por bocas; en la 154, "fauces" por boca; en la 346, "fauces" por colmillos.
        "El hombre -escribe Vargas Llosa- había depositado a Lucrecia bajo el cono de luz y, desprendiéndose con firmeza de sus brazos que querían atajarlo, sin atender a sus ruegos, dado un paso atrás."
        En este pasaje, el autor pretende que el auxiliar del verbo depositar ("había depositado"), sea también el auxiliar del verbo dar ("dado"), que está veintitrés palabras después del primer auxiliar (¡veintitrés!), y que por lo tanto requería de su propio auxiliar ("había dado").
        En la página 28, "con la avidez que" por con la avidez con que; en la 40, "especies" por especias; en las páginas 41, 172 y 269, "anófeles" por anofeles; en la 42 y siguiente, "homus urbanus" por homo urbanus.
        En la página 72, el fraseoclasta Vargas Llosa se expresa en estos términos: "me sentaba encima suyo y él encima mío". Lo correcto, claro está, es lo siguiente: me sentaba encima de él y él encima de mí. Vaticinio que a este paso, Vargas Llosa terminará diciendo "en tu encima", "en mi detrás" y otras barbaridades de parejo jaez.
        Y veamos otras piñas: "posesita" por posecita (80); "sino" por si no (82,90); "antes y después del Hermafrodita griego" por antes del Hermafrodita griego y después de él (85). (Este solecismo, consistente en usar dos partículas mal colocadas en una misma y sola oración, es muy común y está expresamente censurada en la Gramática de la Academia.)
        Sigamos espigando errores: "John Hopkins" por Johns Hopkins (86,87); "labios superiores vaginales" por labios mayores (87). (Vargas Llosa ignora que los labios mayores no son vaginales, sino vulvares. En la vulva se distinguen siete partes, a saber: el monte de Venus, los labios mayores, los labios menores, el vestíbulos, el clítoris, el meato u orificio urinario y el orificio vaginal.)
        En la página 88, "yuquitas con salsa huancaína" por yuquitas con salsa a la huancaína. En la tercera línea de la página 90, comienza una frase interrogativa que sólo tiene el signo inicial de interrogación (¿), pero no el final (?). En la página 92, "diferente a" por diferente de. En la 95, el autor menciona disparatadamente a unos dinosaurios fornicarios, sin parar mientes en que los únicos que fornican son los seres humanos, al paso que los animales se aparean, se acoplan, se ayuntan o copulan.
        En las páginas 97, 103 y 253, el autor confunde corola con areola, que es la zona rojiza circular, algo morena, que rodea el pezón. Líneas después menciona unas fantásticas "areolas doradas" (¡doradas!).
        En la página 106 hallamos nuevamente la expresión bárbara "encima mío", y también "media oculta" por medio oculta.  En la 110, Fito Cebolla "pide rendidas excusas", en lugar de ofrecerlas o darlas, o mejor aún, y más sencillamente, en lugar de excusarse. En la página siguiente, "entre gustos y colores" por de gustos y colores; y en la 112, "peluza" por pelusa.
        Según creencia popular y errónea, el cangrejo anda hacia atrás; pero según Vargas Llosa, el que anda así es el alacrán. Véase este pasaje: "Un matrimonio alacrán, contra la corriente, debido a la oposición de la familia de la novia." (117).
        En inglés, la expresión on the rocks significa, entre otras cosas, el whisky que se sirve puro sobre unos cubos de hielo. Literalmente, on the rocks quiere decir sobre las rocas, pero no "a las rocas", como cree Vargas Llosa (123), ni tampoco "en las rocas" (314).
        En la página 127, "marathonistas" por maratonistas; en la siguiente, un vocablo ininteligible: "mediática"; y en la 129, otro vocablo ininteligible: "muerma". En la 132, el autor llama "indumentos" a los cuernos, testículos y penes. ¡Indumentos! En la siguiente, "la noche aquélla" por la noche aquella; y el desatino "hidroclorídrica" por clorhídrica. En la134, "una pe" por una be. Dicho sea de paso, el autor sostiene que en el Perú decimos "yobimbina" por yohimbina, falsedad que no pega ni con cola.
        Cuando la palabra luna designa el satélite de la Tierra, se escribe con mayúscula y generalmente lleva antepuesto el artículo la (la Luna); y cuando la palabra sol designa la estrella luminosa que es el centro de nuestro sistema planetario, se escribe con mayúscula y generalmente lleva antepuesto el artículo el (el Sol). Vargas Llosa, abanderado de la incuria prosaica, escribe "la luna" y "el sol" (143,348).
        Nadie dice, entre nosotros, moqueta, galicismo que la Academia admite y con el que se nombra la tela fuerte de lana, cuya trama es de cáñamo, y de la cual se hacen alfombras y tapices. Vargas Llosa usa el galicismo de que se trata dos veces la primera, en la página 144, y la segunda, en la 322.
        En la página 148, el autor menciona una "bellísima, pungente teta". ¿Una teta pungente, o sea punzante, hiriente? No me la imagino; y me resultan igualmente inimaginables una nariz "beligerante" (160), una eyaculación "beligerante" (272) y un mantra "beligerante" (327). En todos estos casos es impertinísimo el uso de beligerante, porque beligerante se dice de la nación que está en guerra.
        En la página 169, "suceptibilidad" por susceptibilidad; en la 172, "fantaseoso" por fantasioso; en la 180, "castrati" por castrato; en la 187, "motorcross" por motocross; en la 191, "azuquítar" por azuquitar; en la línea diecinueve de la página 196, el verbo convencer está sin régimen; en la 201, "Shieles" por Schieles; en las páginas 209 y 210, "la excepción a la norma" por la excepción de la norma; en la 218, el galicismo "gagá" por chocho, y en la siguiente, "adónde" por dónde. Tampoco se dice "mórfico" (227), sino morfeico, porque el nombre del dios del sueño es Morfeo, no Morfo.
        Refiriéndose al cuerpo de Lucrecia, el autor dice que "cada uno de sus miembros -cabeza, hombros, cintura, pechos, vientre, muslos, piernas, tobillos, pies- venía acompañado de una referencia a un poema o un cuadro emblemático" (233).
        Lo más de los lectores supondrán que con la palabra miembros Vargas Llosa nombra los brazos y las piernas, ignorando que el autor usa la voz de que se trata en su cuarta acepción, esto es, parte inseparada de un todo; y con igual significado la usa también en la página 308. En ambas casos, semejante uso es equívoco. El autor, tan descuidado siempre, debió decir partes, no miembros.
        En la página 238, "reparó que" por reparó en que; en la 246, "aggiornamiento" por aggiornamento; en la siguiente, "Barrés" por Barrès; y en esta última página consta la expresión "espíritu campaneril", que resultará inteligible para muy pocos lectores. Noticio, pues, a la muchedumbre de ellos que la ignora, , que el adjetivo campaneril, o más propiamente, campanalístico, es italianismo. En efecto, campanilismo, en italiano, significa patriotería lugareña, localismo, espíritu provinciano, porque todo gira en torno a la campaña del pueblo.
        En la página 253, consta un kilométrico período interrogativo de sesenta y una palabras. ¡Sesenta y una! Hay que ser prosista muy chambón para estampar interrogación tan luenga.
        En página 285, "demás está decírselo" por está de más decírselo; en la 287, "Georg Grosz" por George Grosz, y en la 332, "Georges Grosz" por George Grosz; en la 291, "arrebosado" por arrebozado, y "gracias sus" por gracias a sus; en la página 300, "autodidacta" por autodidacto, error comunísimo entre ignorantes, y que como se ve también cometen escritores célebres, aunque malquerientes de la gramática.
        En la página 334, "abotargados" por abotagados; en la 342, el autor nos describe a una mulata que lucía en las caderas "rollitos renacentistas". ¡Una mulata con rollitos renacentistas! ¡Qué tal incongruencia! Los rollitos pudieron haber sido los de una caderona bien despachada y naturalmente bajopontina o barriolatina o victoriana, porque de eso se trataba, de una mulatez bien nuestra, bien criolla; pero es el colmo del despropósito haber querido compaginar lo incompaginable, el Rímac o La Victoria o los Barrios Altos con el Renacimiento. ¡Qué barbaridad!
        Como Vargas Llosa ignora que las formas contractas de numeración sólo son permisibles hasta veintinueve, escribe, desbarrando, ciertamente, "sesentainueve" (342).
        En las páginas 345 y 347, el autor usa el pronominal correrse en la acepción sexual, vigente en España, de orgasmear. En el Perú, la gente la da, pero no se corre. En la misma página, "corría pareja" por corría parejas o a las parejas. En la página siguiente, "adormidero" por adormidera, y en la 347 leemos esto: "luego de adormecerlo con opio, adormidera y beleño". Vargas Llosa ignora -¡cuántas cosas ignora Vargas Llosa!- que el opio se extrae de la adormidera, de modo que decir opio y adormidera es redundante.
        En la página 348, el galicismo craquelado, que no figura en el léxico oficial; del francés craquelé, y éste de craqueler, dar esmalte agrietado a la porcelana; o grietado, como dice la Academia.
        En la página 349, "de tú y voz" por de tú y vos; en la 352, "mimaban" por remedaban; en la siguiente, el autor nos endilga una metáfora desdichadísima en relación con una calzada en mal estado; dice: "calzada leprosa" (¡leprosa!); finalmente, en la página 381, "me doy cuenta que" por me doy cuenta de que.
Volver al Baúl de Mario
Volver a la página principal
© Augusto Wong Campos, 2004. Yahoo! Geocities Inc.