Papá Mario

Álvaro Vargas Llosa (1966) - Gabriel Rodrigo Gonzalo Vargas Llosa (1967) - Morgana Vargas Llosa (1973)

Mario, Morgana (11), Álvaro (19) y Gonzalo (18) en 1984. FOTO: Archivo Max Silva Tuesta.
Firmando libros en Sevilla, acompañado de sus hijos Gonzalo y Alvaro, abril 1974. FOTO: mvargasllosa.com
Patricia, Mario y Morgana en Madrid, 1995. FOTO: mvargasllosa.com

ÁLVARO VARGAS LLOSA (*) nació en Lima, Perú, en 1966. Se graduó en el London School of Economics Se ha dedicado desde los quince años al periodismo escrito, televisivo y radial en América Latina, Estados Unidos y Europa. Es autor de El diablo en campaña (testimonio importante sobre la campaña presidencial 1987-1990 de su padre Mario), La contenta barbarie, El exilio indomable y coautor de Manual del perfecto idiota latinoamericano y Fabricantes de miseria. En 1999, Grijalbo editó Cuando hablaba dormido, libro de entrevistas a personalidades políticas e intelectuales como José María Aznar, Ernesto Zedillo, Salman Rushdie, Isabel Allende, Corín Tellado, José Saramago y Guillermo Cabrera Infante. Uno de sus últimos libros es En el reino del espanto, "novela de no ficción" sobre los crímenes de la dictadura de Fujimori. Su obra, publicada a ambos lados del charco, ha sido traducida a varios idiomas.

(*) Esta breve biografía ha sido extraída y aumentada de la editorial Grijalbo, que ha publicado varios libros de Álvaro.

Álvaro Vargas Llosa
Álvaro y su familia. FOTO: Caretas.

GABRIEL RODRIGO GONZALO VARGAS LLOSA
El Comercio (Perú), jueves 30 de noviembre del 2000
CRÓNICA UN PERUANO EN LA ACNUR
Las guerras de Vargas Llosa

Por Carlos Novoa

El segundo hijo del famoso novelista no escribe libros, pero ayuda a los refugiados de guerra. Vivió de cerca el conflicto en Bosnia, asistiendo a mujeres y niños cuyos padres eran masacrados

Gonzalo Vargas Llosa no escribe libros ni participa en política. Alejado de las luces que iluminan sus famosos apellidos, se mueve como pez en el agua manteniendo un perfil bajo que le permite desplazarse con aplomo entre las desgracias de los refugiados de guerra.

Vive en Ginebra, Suiza, con su esposa Josefina y sus dos hijas, pero lleva el Perú en el alma y por eso siempre vuelve. Sus padres reaccionaron con sorpresa cuando se enteraron de que se dedicaría a ayudar a los necesitados, pero lo apoyaron. "A mi padre, que es un gran aventurero, le encantó la idea de que yo optara por una profesión que me llevaría a conocer los lugares más perdidos del mundo y que, al mismo tiempo, me haría conocer una realidad distinta de aquella en la que me crié".

El segundo hijo de Mario Vargas Llosa responde a El Comercio desde su oficina en Ginebra. Mañana puede estar en Sudán o Afganistán. Como todos los trabajadores de la Acnur (Alta Comisaría para refugiados de las Naciones Unidas), él siempre está donde las víctimas de guerra lo necesitan.

¿Qué es lo más difícil de tu trabajo en la Acnur?

Sin duda el aspecto personal es el gran sacrificado. El 40% de los más de 5.000 funcionarios del Acnur trabaja actualmente en zonas de guerra, donde además de correr enormes riesgos, no puede vivir con sus familias. Durante los primeros seis años de mi carrera trabajé en Afganistán y en Bosnia, y tuve que pasar largos períodos sin ver a mi familia.

¿Y qué es lo más gratificante?

Saber que el trabajo que uno realiza tiene un resultado inmediato, positivo y concreto. En muchos casos la labor de la Acnur representa, literalmente, la diferencia entre la vida y la muerte de los refugiados. Al mismo tiempo nuestro trabajo es terriblemente frustrante. No sólo vemos el mejor lado del ser humano -la solidaridad y el coraje frente a la adversidad- sino también lo más despreciable: la crueldad llevada a niveles inimaginables.

Álvaro a los 18 años. FOTO: Caretas, 1986.

Patricia, Gonzalo y Mario. 1995. FOTO: mvargasllosa.com

¿Qué es lo peor que has visto?

La experiencia más terrible sucedió en Bosnia, en el verano de 1995, en plena guerra. Las tropas serbias, con el temido general Mladic a la cabeza, asaltaron y tomaron el enclave musulmán de Sbrenica. En cuanto entraron a la ciudad separaron a la población en dos: a las mujeres y a los niños los metieron en camiones militares y los deportaron a Tuzla, un territorio controlado por las fuerzas musulmanas. Con los hombres capturados, más de 5.000, fueron brutales: los torturaron, los asesinaron a sangre fría. Yo llegué a Tuzla al día siguiente de la toma. Allí la Acnur y las autoridades locales habían acogido a los deportados. Nunca olvidaré como fuimos rodeados por aquellas mujeres y niños quienes, totalmente trastornados, pedían que recuper ramos a sus maridos, hermanos e hijos.

¿Qué pasaba por tu mente?

Sentía una gran frustración. Sabía muy bien que la Acnur no podía hacer absolutamente nada para liberarlos. Hicimos innumerables llamados a la comunidad internacional, pero fue en vano. Las tropas serbias llevaron a cabo una de las masacres más terribles de nuestros tiempos bajo la mirada impotente del mundo.

¿Qué es lo que más necesita un refugiado?

El acceso al asilo. Poder cruzar una frontera para recibir la protección que le ha sido negada en su propio país. En el Perú existen casos muy dramáticos, como el de Leonor La Rosa, por ejemplo, que fue torturada por el Servicio de Inteligencia y que, por suerte, consiguió asilo político en Suecia, donde hoy se encuentra fuera de peligro, aunque postrada en una silla de ruedas. La crisis de Kósovo mostró la importancia del asilo: miles de personas hubieran perdido la vida si Albania y Macedonia no les hubiesen ofrecido protección.

¿Qué te llevó a trabajar con esta gente tan necesitada?

Escogí este camino prácticamente por accidente. En 1989 yo estudiaba en la universidad de Londres Literatura y Traducción, quería ser intérprete. Un día, por pura casualidad, acompañé a mi padre a visitar el puericultorio Andrés Vivanco en Ayacucho. Fue una experiencia de apenas dos o tres horas que cambió totalmente mi vida. Viendo los rostros de aquellos huérfanos, víctimas inocentes de la bestialidad humana, algo inexplicable sucedió en mí. Cuando dejé el puericultorio, tenía la absoluta certeza que el resto de mi vida trataría de ayudar.

¿Fue una decisión racional?

No, como todas las grandes decisiones que he tomado en mi vida fue una decisión instintiva.

¿Cuál es la perspectiva de la Acnur?

El panorama es preocupante. El número de refugiados ha ido aumentando año tras año: Cinco millones en 1980, 15 en 1990 y actualmente 22. En la última década, hemos visto una explosión de conflictos internos -como en Yugoslavia, Ruanda, Chechenia- donde el desplazamiento forzado de poblaciones civiles ya no es una consecuencia sino el objetivo mismo de la guerra.

¿El gran desafío para la comunidad internacional es crear mecanismos para resolver conflictos?

Definitivamente, pero no es una responsabilidad que deba recaer sobre las organizaciones humanitarias, sino sobre los responsables políticos: el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y los estados miembros. Los humanitarios podemos brindar ayuda, pero no podemos prevenir o detener los conflictos.

Memorias de un ex rastafari

Ser el hijo de un personaje famoso tiene sus ventajas, pero también sus inconvenientes, subraya Gonzalo Vargas Llosa. "En mi caso, he tenido acceso a personas, situaciones y experiencias que la mayoría no tiene. Pero también existe el riesgo de que la gente tenga muchas expectativas".

El segundo hijo del escritor explicó cómo soportó la presión de tener un padre famoso: "Estoy convencido de que haberme criado en Europa fue positivo: no tuve que crecer 'a la sombra' de mi padre. En el internado de Inglaterra yo no era el hijo de Vargas Llosa, era un alumno más".

Hace unos años el escritor escribió un artículo "Mi hijo el rastafari", en el que describió su sorpresa por la 'conversión' de su hijo a un extraño culto originario de Jamaica. Gonzalo recuerda: "Mi experiencia con el culto rastafari -que ocurrió cuando yo tenía quince años- me marcó para siempre. Aunque parezca mentira, fue escuchando las canciones de protesta social de Bob Marley que descubrí que existía otra realidad: la injusticia, el hambre, la opresión. El descubrimiento engendró en mí unas ganas enormes de cambiar el mundo. Años después ese mismo sentimiento me inspiró a tratar de ayudar a las víctimas de las guerras".


Mario y su hija Morgana

(Clic para ampliar)

Eliana Pittman, famosa cantante carioca, acompañando a Morgana y Mario Vargas Llosa en el Carnaval de Río de Janeiro (1999). FOTO: Revista "Caras"

Mario y sus tres hijos

Este es un fragmento de la entrevista televisiva que el periodista Beto Ortíz le hiciera a MVLL el miércoles 10 de mayo del 2000 en su programa "Beto a saber":

Con Alvaro. Cuzco, 1978. FOTO: mvargasllosa.com
Sus hijos han tenido actividades

Bueno, no es voluntario, él trabaja con la ACNUR, que es una organización de las Naciones Unidas que ayuda a los refugiados. Sí, él trabaja hace ya cinco, seis años, y eso lo ha llevado a sitios terribles, a Afganistan, con los talibanes, ha estado dos años y medio en Sarajevo durante la guerra de Bosnia y está constantemente visitando los lugares más dolorosos de la humanidad,. donde hay esos desplazamientos de poblaciones donde la catástrofe o por una guerra civil. Es interesante el caso de mi hijo Gonzalo porque fue una vocación precoz: el siempre desde chiquito nos decía que cuando fuera grande se iría al África a enseñar a leer a los niñitos y todos los niños dicen eso pero en realidad mientras estudiaba en el colegio, mientras estudiaba en la universidad, siempre estuvo preparándose para un trabajo de esa índole. Y pues efectivamente vive dedicado a eso, algo para lo que se necesita tener mucha vocación porque exige realmente una vida muy difícil, sobre todo para la familia es terrible, pero es algo que a él le llena la vida, que lo hace con mucha convicción y desde luego creo que es un trabajo hermoso.

Su hija Morgana como fotógrafa ha tenido una vida similar.

Bueno, mi hija Morgana también es un caso interesante porque ella no estudió para ser fotógrafa, ella estudió un programa de Historia y Política en la London School of Economics pero siempre dijo que sería fotógrafa, algo que Patricia y yo no le creiamos; sin embargo, mientras estudiaba tomaba cursos de fotografia (...)

 

Mario y Morgana en 1985, en su casa de Barranco. FOTO: Alicia Benavides.

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