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Mi garganta con excesos de
nostalgias
Mi boca saturada de cenizas
La voz me sale como el viento
La que rompe los huesos en
suspiros.
En cada nada secuestro a la noche
La que suele abocar mi rutina;
La lluvia tiembla como un cordero
Con su amargura diluida
Tras el lienzo de mis sueños
Formados por el humo
Y un par de ojos
Ajenos a los míos.
La noche esta temerosa
Asfixiada del hastío
Bajo sus párpados nace el
atardecer
Prolongación de mi continua
lucidez
Alimentando los milagros de mi
soledad.
La noche llora, gime, muere
Sus alas convergen
A la cima del holocausto
Su brisa, aliento de los muertos
Los brazos, tan negros como un
cuervos
¡Oh¡ mujer,
un alma descompuesta
tras el célibe beso de las horas.
Fui
la vertiente que caía de tus manos
En
miradas de paroxismos previamente disecados
Con
sus metáforas gastadas, su latir desubicado
En
sonatas de una lluvia que nos cae encima como lepra diluida.
Mis
manos lejos de ti
Dibujan
mas que la fémina ausencia que provocas
De
donde nace el árbol
Que
estremece las primeras nubes del colapso
No
me llames nunca...
Dios
a perdido la brújula de pasiones
Tendido
sobre la mesa
Apostando
el paraíso
Convirtiendo
el estruendo de campanas
En
mares de palomas...
Acostumbraba
cobijarte
Con
mantos de falacias que rayaran tu cordura
Y
giros circunflejos ahítos de abandono.
Dos
relámpagos nutridos
Han cerrado el paraíso
En
rosa negra que te esconde.
Déjame
olerla
que no me alcanza la ironía para crearla
Nunca
morirá la tarde
Recaída
en su morbo desdeñoso.
Nuestras
miradas inciden en naufragio
Y
me anuncian que no está lejos el réquiem del olvido.
Ahora...
No
queda mas que el adiós,
Un
adiós que se cuelga de la mano de dios
Un
dios anidado en sueños de relámpagos
Una
partida de soles que estremece
El
invierno lleno de diamantes.
Tus miedos que mecen los veleros
En noches acunadas de falacias
Midiendo ola a ola el infinito
En mareas que agigantan el
destino.
Tu austera distancia que me atañe
A un recuerdo bárbaro, moribundo
Limpio de rutinas y cariños
marcados.
Mi poema trasnochado,
Que mañana burlará mi condena
Aullará mi ausencias y fracasos
Y seré un ángel expatriado de
cordura.
Pero aquí, mujer...
En mi cueva de alternos
sentimientos
Brindo mi poema en un llano de silencio
Silencio que se pierden bajo tu
gracia frágil.
Pero aun así mujer...
Mi amor por ti declamo.
Y en mi atmósfera anidada en tu
aliento
Mas haya de tu ultimo horizonte
Caerán en ti mis plegarias de
abandono
Prohibidas por tus ángeles al
amanecer
Con sus dioses derramado en
infinitos.
Con tus murmullos en cascada
Con tus labios de sabanas de seda
No nos dejan tiempo que perder
Para hablar de la clausura de la
tierra
Que guió tus pasos
A un abismo de distancias y de
llantos.
Poesía.
Pues si ya
Pues si ya
Pues si ia
Poes si ya
Poes sia
Poesía...
Poesía,
amante fiel.
Colmada
de melancólicas sonatas
Valses
lacrimosos en mi lánguida mirada
Limitando
líneas, cual fondo de un abismo.
Poesía,
delicada piel
Frontera
de las vanidades
Frágil
rosa volcada de un revés
Suspiro
de la mujer
Y
el anhelo versado en flor.
Poesía
que llora en la punta de el alma
Que
ata con lazos la tierra y los mares
Que
nace del aliento estrellado contra el suelo
Epiloga
del deseo
Epitafio
de consuelos.
Poesía,
ingrata santidad
Exhalas
amarguras de los dedos
Divina
estirpe seductora
Seducción
inconsistente, etérea lucidez.
¡Poesía...
nuestro reino empieza¡
Derechos de autor. RÉQUIEM. Anghell®. ISBN 968-15-0269-8